Los libros no solo cuentan historias, sino que a veces también ellos mismos tienen una historia propia que contar. Pero son los menos. No todos los libros llevan a su espalda, como objeto físico, una historia de supervivencia al olvido o a la destrucción. Este libro sí. Durante décadas estuvo olvidado porque se le borró de la faz de la tierra, fue consumido entre las llamas del nazismo y el odio irracional a la cultura; su autor relegado al olvido quedando en el misterio de la historia. Ernst Haffner es de hecho un autor del que no se sabe nada o muy poco. Y de su gran – y única – novela se perdió la pista en 1933 cuando fue prohibida y extirpada de librerías y bibliotecas. Hasta que renació como un ave fénix y se volvió a editar y publicar 80 años después de su relego al ostracismo. De hecho, no fue hasta 2015, antes de ayer vamos, que se publicó en inglés la primera edición. Yo llevaba detrás de esta novela tiempo, y hace unos días me la encontré de segunda mano y de inmediato fue mía.
“Hermanos de sangre” (nada tiene que ver este libro con la serie de nombre homólogo sobre la IIGM producida por Spielberg y que recomiendo ver si alguien le interesa) es un viaje a lo más profundo del hampa berlinés de los años 30. Siguiendo los pasos de varios jóvenes, algunos apenas adolescentes, por las calles, pubs, locales de mala muerte, correccionales y comisarías de Berlín, el lector irá conociendo una ciudad muy alejada de la que conoce de guías turísticas, series de televisión o películas de Hollywood; una ciudad arruinada, solitaria, llena de oscuridad, suciedad y vicios.
Con un estilo sencillo, sin florituras, sin pretender ser una novela de altura, llena de cultismos, ni intentando sentar cátedra sobre nada, Ernst Haffner consiguió con “Hermanos de sangre” reflejar con pureza, sinceridad y delicadeza la vida y la supervivencia en un Berlín en el que de fondo empezaban a oírse tambores de cambio, pero que sufría hambre, soledad, desolación y pobreza; un Berlín donde la mayoría de la gente, y especialmente los jóvenes, no vivían sino que sobrevivían como podían.
Todos en mayor o menor medida conocemos un Berlín: el de la IIGM, el del káiser, el de la Guerra Fría, el de los cabarets de los años 20, el de la caída del Muro, o el de la vida libre e independiente más actual. Pero poco se suele saber del Berlín de los años 30: el de la miseria, la pobreza, el de los jóvenes buscándose la vida mediante los menudeos de droga, la prostitución, el pillaje, el robo, la vida clandestina. “Hermanos de sangre” palia esa falta de novelas sobre una época que termina de dar color al fresco de Berlín: una ciudad ya de por sí fascinante.
No hay contemplaciones en la novela. “Hermanos de sangre” cuenta de manera directa lo que se hacía por ganar apenas un marco, o dos, o un puñado de céntimos que permitieran llegar al día siguiente habiendo dormido bajo techo (aunque en precario) o habiendo comido o bebido algo medianamente decente (siendo el concepto de decente cuanto menos que dudoso). El utilizar como protagonistas a jóvenes de apenas 20 años (muchos menores incluso) da un cierto aire derrotista a la novela. El lector no puede más que sentir lástima, impotencia y pena ante el presente de estos jóvenes. Pero es que tampoco hay esperanza para el futuro, porque no existe dicho futuro. Cuando no tienes qué comer, cómo subsistir, no puedes tener futuro, porque en el fondo no sabes si tu presente si quiera está garantizado. Esa falta de perspectiva de mejora sobrevuela a cada página de la novela haciendo la narración melancólica. Memorable.
Quiero hacer una mención especial en esta ocasión a la traducción de la novela. Es algo que no suelo hacer porque intuyo que cuando hablo de un libro traducido al español mis palabras también van por los traductores. Pero esta vez quiero mencionar a Fernando Aramburu (sí, el escritor). Creo que hay un grandísimo trabajo detrás de esta traducción de “Hermanos de sangre”. No es simplemente que se haya traducido una novela, sino que se ha interpretado su alma y se ha traspuesto al español haciéndola tener sentimientos, vida propia, y que transmita calor de manera directa y no pasada por el tamiz de un cambio de idioma. Muchas veces las novelas no hay que traducirlas e interpretarlas, sino rescribirlas, y esto es lo que Aramburu creo que ha conseguido con esta traducción.
“Hermanos de sangre” es una novela de esas que se queda prendida en la memoria, de las que dejan poso, de las que te llevan a completar una imagen de una ciudad con personajes e historias que conmueven y emocionan. Ha merecido la pena esperar lo que he esperado hasta encontrarme con eta novela de manera tan inesperada porque he disfrutado de cada página casi el doble de lo normal. Es una novela única, y no es una exageración, porque su autor no dejó nada más escrito, y porque durante décadas nadie pudo asomarse a sus páginas siendo solo posible 80 años después de su publicación. Los amantes de las buenas historias y aquellos que deseen viajar en el tiempo y en espacio hasta un Berlín olvidado en las cenizas del tiempo que sepan que esta es la novela que van buscando.
Caronte.
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