Una de las cosas fundamentales que le pido a un libro es que me haga viajar, que me haga salir de la habitación donde esté leyendo para trasladarme a un paisaje, ciudad, entorno, vida ajena, diferente al de mi presente. Siempre he considerado que la literatura y los libros como su arma principal, deben ser catalizadores de viajes a vidas ajenas y a mundos lejanos o paralelos al nuestro. Por eso es quizá que me gusta la ficción, tanto en forma de novela como de cuento, más que cualquier otro género literario. Ese viaje que le suelo pedir a los libros lo he vivido clara y nítidamente con esta novela, ya que, además, combina esos dos viajes: el personal para vivir la vida de personas ajenas y muy diferentes a mí; y el físico por trasladarme a lugares que no he pisado nunca y que quedan bastante lejos de mi imaginación.
“Nenúfares que bailan en aguas tristes” es una novela que pese a tener un inicio titubeante que se alarga durante un par de docenas de páginas, termina por conformar una narración interesante, entretenida, adictiva y tremendamente sensorial. Se nota que es la primera novela de Bárbara Gil en la frescura y la ambición que se muestra en ella, pero también en esa falta (totalmente comprensible) de recursos para dar vida y brío a la narración en sus momentos más delicados. Aún, así me sorprende la capacidad narradora y emocional que transmite.
Esta novela sigue el patrón clásico de trama familiar dramática, donde sus miembros esconden secretos y pasiones privadas, mezclada con un viaje exótico donde se mezclarán recuerdos, pasado y presente, bajo una amenaza permanente de unos personajes secundarios oscuros que desde el principio dan mala espina. “Nenúfares que bailan en aguas tristes” no es novedosa en las raíces de su trama, pero sí en el paisaje que evoca: Bangladesh.
Podría también calificar esta novela como novela de trasfondo social donde se denuncia, aunque de manera somera, los abusos de occidente y su industria textil sobre Bangladesh, pero hacer esa clasificación denigraría la propia novela porque no es del todo así. “Nenúfares que bailan en aguas tristes” mezcla drama familiar con un drama real que explica la autora al final del libro en una nota: un derrumbe de un centro comercial en Daca en 2013 y una fotografía que llevó a la autora a escribir este libro, inventando una historia detrás de uno de los protagonistas de esa dramática fotografía.
Amor, odios, envidias, pasiones, traiciones, tragedia, muerte se mezclan en las páginas de “Nenúfares que bailan en aguas tristes” y en unos personajes que incluso pueden llegar (y de hecho tienen) a tener similitudes y paralelismos con la vida real. El padre de la protagonista de la novela es un gran empresario textil gallego que se codea con personajes famosos de todo el mundo y de diversos ámbitos, cuyas fábricas en Bangladesh son, cuanto menos, cuestionables en cuando a condiciones laborales. Que cada cual haga los paralelismos que considere y crea convenientes.
Pero si hay algo que me ha gustado por encima de cualquier otro elemento y que permite que pueda perdonar los pecados de “Nenúfares que bailan en aguas tristes” ha sido el gran viaje que he podido hacerme a Bangladesh sin salir de mi barrio de Madrid. Bárbara Gil ha sido capaz de evocar en las páginas de esta novela tanto el exotismo de paisajes selváticos y campos de té de Bangladesh, como la miseria asquerosa de los barrios de chabolas e industrias contaminantes polvorientas y venenosas de Daca, su capital. Sin caer en una idealización ni de la pobreza ni de los paisajes salvajes, la autora ha sabido transmitir con viveza todo lo que cualquier extranjero, y sobre todo occidental, puede llegar a experimental sensorialmente al llegar a un país de tanto contraste como es Bangladesh, que siempre sale en las noticias únicamente por desgracias. Este contraste entre paisajes además queda más que patente al contraponer una primera parte de la novela en Vigo, en un pazo señorial y lujoso, a una choza, un tren, unas calles y unas fábricas textiles donde el lujo no es más que un espejismo absolutamente irreal.
Aunque “Nenúfares que bailan en aguas tristes” me ha sorprendido para bien eliminando todos los prejuicios personales que pudiera tener ante este tipo de novelas champiñón (que surgen constantemente y en número indeterminado todos los años), también tiene sus pecados. Uno de ellos es la poca evolución que veo en los personajes a lo largo de la novela, pero claro, quizá es que no tienen que evolucionar. Otro de los pecados que observo es la utilización de muchos personajes secundarios en la trama, algunos de los cuales quedan demasiado difuminados pese a que deberían tener algo más de peso en la misma. Hay también muchas descripciones de vestidos, tejidos, piruetas y otros elementos que distraen al lector y que en el fondo poco aportan al corazón de la novela. Pero insisto, todo esto que puede restar queda compensado por una narración cuyo ritmo e interés va siempre creciendo a medida que pasan las páginas.
Por concluir, “Nenúfares que bailan en aguas tristes” es una novela de esas que se leen en un abrir y cerrar de ojos, que nos trasladan a paisajes y entornos que ni soñaríamos en pisar si quiera y que nos cuentan realidades olvidadas y dramas personales con los que tenernos pensativos y entretenidos unas buenas horas de lectura. Además, Bárbara Gil, usando un lenguaje y estilo sencillo logra atrapar al lector y hacerle la lectura fácil sin necesidad de poner durante todo el tiempo el cien por cien de nuestros sentidos en la lectura, algo que a veces también se agradece. Una muy grata sorpresa me he llevado con esta novela.
Caronte.
Esto esta increíble, es hermoso el nombre todo, tiene tragedia, amor, envidia de todo es perfecto simplemente perfecto léanlo es magnifico.
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