Siempre que
una novela levanta tantísimas buenas críticas y opiniones, y no hay blog,
revista cultura, perfil de Instagram o comentario en Twitter que no la ensalce
y la ponga por las nubes intento dar espacio y sobre todo tiempo antes de
acercarme a ella. Y lo suelo hacer porque muchas veces (la mayoría de hecho)
esas hiperventilaciones por cualquier expresión de arte, y la literatura es una
de ellas, vienen cargadas de expectativas que nos obligamos a cumplir y a
aceptar simplemente porque otros a los que admiramos, seguimos o damos
credibilidad han hablado bien de un libro (o película, o serie, o exposición de
arte, etc.). Compré esta novela en una librería barcelonesa recientemente
abierta de la que me enamoré hasta tal punto de plantearme si mi vida no sería
mejor y más feliz trabajando en una librería leyendo y recomendando libros por
doquier. El libro ha estado unas cuantas semanas en mi pila de pendientes hasta
que ha llegado este mes de agosto al erial en que se convierte Madrid por estas
fechas y en una soledad enriquecedora de dueño y señor de mi casa vaciada por
vacaciones parentales me he puesto a leer esta obra.
Hamnet
es una novela soberbia. Maggie O’Farrel consigue aunar, para deleite de los
lectores y apasionados de la literatura, una obra magistral sobre el amor, la
pasión, el dolor, la pena, la pérdida, la muerte, el recuerdo y el olvido. Y lo
consigue además con un estilo perfecto que trasciende el papel y la palabra
para hacer que la lectura de este libro sea una experiencia meta sensorial en
la que la lectura es un mejor instrumento para oír, sentir, saborear, palpar y
ver absolutamente todo lo que a lo largo de las diferentes escenas y tiempos
que se no presenta en el libro.
Con los ecos
mitológicos que transfiere a la novela la figura, quizá difuminada por las
dudas que general el tiempo, de Shakespeare y su vida, Hamnet nos
recuerda demasiado a esa otra leyenda de la literatura como es Hamlet,
la más grande de las obras del Bardo inglés. Una letra diferencia la obra del
genio de la literatura universal de esta novela que lleva por título además el
nombre del hijo muerto prematuramente del dramaturgo y poeta inglés. Maggie
O’Farrel, partiendo de lugares, nombres y sucesos reales fabula la vida de toda
una familia a través de la figura de un niño, de una criatura inocente que se
distrae con facilidad de sus tareas atraído por el mundo que le rodea en una
idílica campiña inglesa. Hamnet es el hilo conductor de toda la trama, y sin
embargo no es protagonista de nada salvo de su muerte en el lecho de su hermana
gemela mientras esta, enferma de la peste, lucha por su vida y por la que pide
intercambiarse en un acto supremo de amor y generosidad fraternal. Y a veces,
esas peticiones al destino y la muerte se cumplen.
Llena de
lirismo, con una prosa perfecta, sensorial y sonora, Hamnet es una
novela que lleva al lector directamente al corazón de la familia de
Shakespeare. Así, a lo largo de las páginas de este libro el lector irá pasando
de un miembro a otro para conocer un poco su vida, sus angustias vitales, sus
intereses y deseos, su personalidad, sus temores y sus pasiones más íntimas.
Anges, la madre amantísima de sus hijos: Sussana, Judith y Hamnet (estos dos
últimos gemelos); Bartholomew, el hermano de Agnes; la familia de la madrasta
de Agnes; Agnes, Agnes, Agnes… Alguien podría pensar que la novela podría
haberse llamado antes Agnes que Hamnet. Y no le faltaría razón a quien pensara
esto, porque es esta enigmática mujer, llena de fuerza y voluntad, que no recibe
órdenes de nadie y que es más libre de lo que podríamos imaginar, para quien
además la naturaleza es su hogar, si vida y la razón de su existencia; es
Agnes, como digo el corazón de esta novela y de ella emana prácticamente todo.
Y llega la
muerte. Con naturalidad, como suele llegar, sin bombo ni platillo, sin ser
estrambótica, en silencio, de noche. Llega la muerte llevándose a Hamnet.
Aunque quien empiece a leer esta novela ya sabe lo que pasa no es menos
sorprendente cómo llega. Maggie O’Farrell narra desde la más absoluta
normalidad, sin aspavientos ni grandilocuencia la muerte del joven gemelo y
cómo todos los miembros de la familia quedan desolados incluido el lector. Y es
quizá tras esta muerte producida sin esperarlo, al albor de otra muerte que no
llega a ser, la de Judith por la que el lector pena igual que toda su familia,
cuando Hamnet se vuelve más interesante aún, cuando el lector sufre y se
hace preguntan al hilo de las que se hacen los propios personajes, como esa de
Judith a su madre preguntándola qué es ella una vez perdido su hermano ya que
no hay palabras para designar al gemelo que se queda sin su otro yo así como sí
hay palabra para designar a la mujer que se queda sin el marido o al hijo que
se queda sin padre. Simpleza compleja, compleja simplicidad. La vida misma.
Quiero
hacer, antes de terminar, una mención especial a un capítulo que me parece lo
más perfecto que he leído en mucho tiempo. Se encuentra antes de llegar a la
mitad de la novela y en el Maggie O’Farrell hace un alarde soberbio de
capacidad narrativa y fabuladora creando más un cuento que un capítulo de
transición y ambientación en Hamnet. En este capítulo se narra, con un
brío y una belleza digna de estudio, cómo llega a un pequeño pueblo inglés, a
una pequeña casa de artesanos la enfermedad que acabará con la vida del pequeño
Hamnet. Un capítulo para leer y releer disfrutando de lo que la literatura es:
magia, viaje, creación, belleza.
Podría
seguir y seguir comentando pasajes y escenas y momento de Hamnet que me
han resultado tan buenos que no acabaría nunca la reseña. Debo ir terminando y
no puedo hacerlo sin deciros que leáis esta novela, que la disfrutéis, que si
no habíais oído hablar de ella la compréis y os sumerjáis en sus páginas, si la
tenéis pendiente adelantadla en vuestras lecturas porque sin duda es una de las
grandes novelas de este año publicadas en castellano (y no podría haber sido
publicada en otra editorial que no fuera Libros del Asteroide, que poco a poco
se está haciendo con el catálogo más interesante en español). Volveré a Maggie
O’Farrell en el futuro y no la perderé la pista y muy probablemente también
vuelva a esta novela, aunque su relectura en un futuro ya no sea igual a esta
primera vez.
Caronte.
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