Comprar y leer este libro fue
resultado de dos necesidades: la primera de ellas, saciar una curiosidad, ya
que desde que se publicó no he dejado de ver en redes sociales buenos
comentarios, recomendaciones y reseñas sobre él; la segunda viene de mi
incapacidad de hacer un trayecto en transporte público sin ir leyendo, por lo
que tuve que comprar este libro en Santiago de Compostela después de que en el
AVE de ida a la ciudad Jacobea acabara el libro que me estaba leyendo y me
quedara, por tanto, sin libro para la vuelta. Fue ésta como podría haber sido
cualquier otra la que comprara en Santiago, pero después de recorrerme varias
librerías en la capital gallega al final decidí optar por esta novela ya que,
en el fondo, llevaba tiempo ya con ganas de hacerme con ella.
Lo primero que llama la atención
de este libro es su título, un título absolutamente maravilloso. de esos que
atrapan desde el momento en el que lo lees. La señora Potter no es
exactamente Santa Claus, título larguísimo para lo que estamos
acostumbrados, destaca en cualquier listado de libros, en cualquier mostrador
de novedades, en cualquier estantería; un título que bien podría ser
simplemente la traducción de una novela clásica del siglo XIX inglesa, pero que
sin embargo es un título de una novela escrita por una escritora española que
ha desarrollado toda su obra en castellano: Laura Fernández. (Si me permitís la
licencia a partir de ahora llamaré al libro simplemente La señora Potter).
La señora Potter es una
novela que rebosa, desde la primera página, imaginación e inventiva, que
desborda lo que estamos acostumbrados a leer en la narrativa y en la literatura
española contemporánea y que nos lleva a otra época (que espero pueda
recuperarse) en la que la ficción pura y dura era la protagonista de todas las
novelas que se editaban en España. Ficción pura y dura: algo que se está
perdiendo mezclando géneros, trayendo a colación vida de escritores que
sinceramente a mí particularmente me trae sin cuidado, llamando ficción a lo
que realmente es autoficción y por lo tanto una autobiografía y por lo tanto
darse importancia sin tenerla. Laura Fernández ha escrito una obra original,
simple y llanamente, de esas que escasean, con una historia llena de luces y sombras,
de color, de oscuridad, de vida y de humor.
El argumento de esta novela
simple no es, quiero decir, no hay una única trama sino muchas subtramas
alrededor de lo que podríamos quizá considerar una trama principal que es que
el dueño de una tienda de regalos relacionados con un libro escrito por una
escritora que se hizo famosa única y exclusivamente por ese libro decide cerrarla
para huir de ese pueblo que tan amargos recuerdos y vivencias le trae. De hecho,
el título de esta novela La señora Potter no es exactamente Santa Claus
es el título de esa novela ambientada en este pueblo que no solamente es un
lugar, sino que prácticamente es un personaje que determina la conducta de
todos los otros personajes de carne y hueso que aparecen en la novela. Personajes
que junto con los diferentes lugares y marcas que aparecen en el libro tienen
nombres absolutamente rimbombantes fruto de una imaginación absolutamente
desbordada de la autora que le dan al libro una de sus más genuinas y
originales peculiaridades.
He leído por ahí que La señora
Potter es un libro que, si te paras a pensar, no narra más que absurdeces y por
lo tanto es un libro con una trama absurda. Puede ser que sea verdad. De hecho,
en más de una ocasión a lo largo de la lectura de estas 600 páginas me he
planteado hacia dónde quería llevarnos la autora porque en el fondo no hay un
destino de la lectura. Hacer un libro con tanta subtrama, con tanto personaje
secundario, con tanto nombre llamativo, puede llevar al lector a perderse un
poco en una narración que en más de una ocasión, debo de confesar, se hace
pesada y densa. Pero vivan las absurdeces de este calibre y de esta calidad;
esas absurdeces narrativas que transportan al lector a un mundo absolutamente
único fruto exclusivamente de la imaginación de una escritora y de la capacidad
imaginativa de cada lector que ubica en un Hola mundo único y exclusivo toda la
novela.
Sin embargo, he de decir también que,
pese a que en conjunto La señora Potter es una novela entretenida con
momentos divertidos y momentos absolutamente profundos donde uno se da cuenta
que pese a todo el envoltorio absurdo lleno de imaginación a veces subyacen una
serie de reflexiones muy potentes sobre el arte, sobre la vida, sobre las
relaciones padres-hijos, sobre lo que es en el fondo la vida, creo que le
sobran unas cuantas páginas y que debido a su excesiva longitud la narración
termina siendo un pelín repetitiva.
Para acabar simplemente añadir
que creo que La señora Potter no es exactamente Santa Claus es una buena
novela, quizá un poco larga en exceso, pero buena, a fin de cuentas. Pocas
veces he leído un libro en el que la narración esté tan llena de lo que debe de
ser realmente la literatura: invención, magia, generosidad con personajes, referencias
clásicas, influencias de otros escritores, de otras narrativas, de otros
estilos… desde luego puedo asegurar que esta novela no va a dejar indiferente a
nadie lo más probable es que atrape desde el primer momento o te expulse
directamente seas incapaz de avanzar más allá de las primeras páginas. Yo
recomiendo dejarse llevar por esta novela, por esta historia, por este pueblo, Kimberly
Clark Weymouth, qué es todo aquello que podemos imaginar y más. y disfrutar de
una narración pura de ficción.
Caronte
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