Lo que me atrae siempre de las
novelas de Juan Benet es su capacidad para dejar a un lado el argumento de
estas, que este no tenga ningún tipo de importancia, y que todo el peso del
libro recaiga en su estructura formal. Las novelas de Juan Benet son prodigios
formales y exigen del lector una concentración extrema para poder
desentrañarlas de manera correcta y tras una lectura que muchas veces es
tediosa pero que, sin embargo, el lector no puede abandonar. O al menos es lo
que a mí me pasa con las novelas de este autor fallecido hace ya unos cuantos
años y que compaginó su profesión de ingeniero de caminos, canales y puertos
con una obra literaria que ha dejado una impronta muy relevante en muchos
escritores y que, por cómo son sus novelas, está en el olvido o en un rincón
oscuro de la memoria literaria de España.
En Un viaje de invierno
Juan Benet nos lleva de nuevo a Región: ese territorio tan suyo, tan propio,
tan único, tan real e irreal al mismo tiempo, que podría considerarse una
mezcla de muchos lugares reales de la geografía española y que si hubiera que
ubicar de manera un poco precisa en un territorio real de nuestro país podría
ser perfectamente una zona comprendida entre Zamora, León, Palencia…, zona
castellanoleonesa del norte. En casi todas sus novelas Juan Benet utiliza Región
no ya solamente como un escenario donde la mayor o menor acción de las mismas
se desarrolla, sino como un personaje más que determina muchas veces la manera
de actuar de los diferentes personajes y que definida tan maravillosamente bien
como lo hace Benet, gracias muy probablemente a su formación técnica como
ingeniero, hacen que el lector pueda imaginarse perdido entre las lomas, las cimas,
los valles, los pueblos de esa región brumosa, gris, melancólica, triste,
oscura, Donde la esperanza hace tiempo que se perdió y el futuro no es más que
un anhelo inalcanzable para sus habitantes.
Un viaje de invierno es
desde luego una de las novelas más complejas de Juan Benet y en la que mayor
empeño formal puso para poder encajar lo que quería contar, lo que quería
exponer, en un formato que combina una narración clásica, densa, con unos
ladrillos o glosas a los márgenes que se van intercalando a lo largo de toda la
novela y que pueden constituir un segundo nivel de lectura. Esta complejidad
hace que los personajes y la propia trama de la novela pasen absolutamente a un
segundo plano, como he señalado antes. Y es que al lector poco le va a importar
lo que pase o no pase a lo largo de las páginas de este libro; páginas que
pasará muy poco a poco, porque en muchas ocasiones tendrá que releer pasajes
completos para terminar de comprender qué es lo que ha ocurrido.
A través de una narración muy
densa, con oraciones muy largas, intercaladas de aclaraciones entre guiones y
entre corchetes y entre paréntesis, el lector va a descubrir una historia
familiar de pueblo, oscura, con rencillas históricas y destinos marcados por la
fatalidad y la inevitabilidad del paso del tiempo. Un viaje de invierno en el
fondo es un drama familiar en el que una mujer sola en una gran casona rural celebra
una fiesta recurrente, año tras año, invitando a la misma gente, siguiendo las
mismas pautas, pretendiendo así, repitiendo una y otra vez un mismo
acontecimiento este pueda variar con el tiempo sabiendo que una vez una acción
es llevada a cabo no hay manera de borrarla del libro de la historia.
Leer a Juan Benet es saber que la
lectura va a ser difícil, que va a exigir mucho del lector y qué va a costar
introducirse en un libro suyo. Sin embargo, si somos capaces de salvar todos
estos obstáculos, más formales que otra cosa, el lector se va a encontrar con
un ejercicio de lectura muy instructivo y sobre todo con un reto literario de
primer nivel. Un viaje de invierno es un ejemplo perfecto de lo que Juan
Benet tenía dentro de sí y conformaba su universo literario: una mente compleja,
de difícil acceso y con unas estructuras intelectuales por encima de la media. por
eso la mayor parte de la obra de Juan Benet es incomprendida, porque solamente
una cabeza como la que él tenía sería capaz de desentrañar y descifrar lo que
sus novelas pretenden contar.
Es difícil recomendar a Juan
Benet porque su obra es críptica, porque sus libros no son convencionales: no
pretenden vender, no pretenden ser leídos incluso, o esa es la impresión que yo
tengo. Creo que la obra de Juan Benet pretende existir, pretende estar ahí y
ser una especie de consulta para aquellos lectores que quieran realmente
profundizar en ella y dejarse llevar por una manera de escribir compleja,
rebuscada, muy culta, que hace ver que no hay una única manera de contar y narrar,
sino que hay tantas como individuos. Un viaje de invierno es una novela
en la que me costó entrar, pero que al final terminé leyendo con muchas ganas
para intentar hacerme una mínima idea de lo que Benet quería transmitir con
ella (porque al final, de las novelas de Juan Benet lo que el lector puede
sacar en claro no llega probablemente ni al 20% de lo que pretendía el autor).
Caronte.
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