Tan complicado es que la lotería te toque (y hablo no de una pedrea en Navidad, sino de un pellizco de esos que te permiten pagar un piso y coche nuevos e irte de vacaciones) como de encontrar y leer una novela perfecta. Bueno, pues con este libro me ha tocado la lotería. Y mirad que lo llevaba teniendo pendiente mucho tiempo, y mucho es mucho, de verdad. Llevaba siguiendo la pista a esta novela desde que ganó el premio a mejor novela del año concedido por los libreros de Madrid, pero nunca terminaba de animarme a comprarlo ni leerlo. Por suerte, gracias en este caso a Wallapop, hace unos días me hice con él y no solo lo he leído con un arrobamiento indecente prácticamente, sino que lo he devorado en un fin de semana por no querer posponer su desenlace ni un solo instante más.
Del color de la leche es una novela que, si dejamos a un lado su aspecto formal que más adelante comento, es una típica novela inglesa ambientada en la primera mitad del siglo XIX en la campiña donde además se reflejan los contrastes sociales entre una familia muy humilde de granjeros y otra más acomodada del vicario de un pueblo. Y todo contado en primera persona por la narradora de esta novela, que no es más que Mary, una joven de quince años, de lengua viva y sin filtro que dice todo aquello que siente y piensa y que actúa sin tener en cuenta las posibles consecuencias de sus actos, única y exclusivamente guiada por el presente y por lo que ella considera vida.
El hecho de que la novela esté narrada en primera persona y con Mary constantemente exhortando al lector y explicando que es ella misma la que está escribiendo de su puño y letra lo que ha vivido a lo largo de todo un año (de primavera a primavera) hace que Del color de la leche sea un libro que invita al lector a formar parte de la vida de esta joven de mente lúcida y espíritu lleno de vida. Es por esta técnica que Nell Leyshon, la autora de la novela, consigue que el lector quiera constantemente avanzar y avanzar, y conocer más de la vida de Mary.
De este modo Del color de la leche nos plantea el contraste entre una vida dura, ruda, animal, llena de incomodidades y desconocimientos, vivida al minuto y con el sol, con otra vida más tranquila, ordenada, cómoda, donde el conocimiento, los libros y la palabra sustituyen a las manos como forma de vida, y donde es el reloj el que marca los ritmos. Este contraste entronca directamente con los grandes clásicos ingleses del siglo XIX, pero narrado desde el siglo XXI. Leyshon además se sirve del clima, de las estaciones del año para añadir cierto aire bucólico, ideal, melancólico, emocional y sensorial a la novela, haciendo que a medida que avanza el año durante el que transcurre la novela pasemos de una primavera llena de vida y esperanzas a un invierno oscuro, frío, distante, quieto…
Es impresionante e indescriptible lo que sucede cuando uno da con un libro perfecto: cuyas piezas encajan a la perfección; cuya historia atrae, conmueve, enternece y enrabia; con un estilo novedoso sin ser pedante ni pretencioso; y con unos personajes tan carismáticos que es imposible no sentir algo por alguno de ellos. Del color de la leche es de esas novelas que escasean, que no se leen a menudo y que, por desgracia, suelen pasar un poco desapercibidas por no estar publicada por una de las grandes editoriales. Esta es desde luego una de mis lecturas de este año, uno de los libros que más me ha entusiasmado, que más me ha hecho quedarme leyendo minuto tras minuto y que más fuertemente me ha golpeado.
Curioso es también como yo, un lector que suele ser muy reticente a las innovaciones formales y de estilo, he asumido con naturalidad el hecho de que en Del color de la leche no haya ni una sola mayúscula. Pero es que todo tiene una razón para ser. Es pura lógica que en esta novela no haya ni una sola consonante o vocal en mayúscula, porque Mary, su protagonista, aprende a escribir apenas unos meses antes de contarnos en estas páginas su historia y su aventura gracias al vicario a cuyo servicio queda por un acuerdo entre éste y su padre. Es ese aprendizaje el que cambia todo en la vida de la joven lenguaraz y extremadamente sincera.
Querría destacar la fuerza que tienen las escenas de Del color de la leche en las que coinciden Mary y su abuelo inválido. Esas conversaciones llenas de ironía, de humor, de sentido de la vida, de pasión por vivir, de ternura, de amor, de fidelidad, de compasión. Es quizá por esas escenas que Mary deja de ser un personaje narrador más, a ser uno de esos personajes que marcan un libro y una lectura y que se quedan grabados en la memoria del lector. Y a medida que nos va contando cómo es su vida, primero en la granja trabajando con sus hermanas mayores, su madre y su padre ordeñando, limpiando y arando, y luego en la casa del vicario cuidando de la mujer de este, encontrándose con el hijo libertino y vivalavirgen, chocando con la pobre criada anterior y sobre todo en su estrecha relación con el vicario, cuando vamos descubriendo un secreto, una terrible verdad que va poco a poco apareciendo a medida que la propia novela se va haciendo más oscura, más carente de esperanza, más fría, pero, al mismo tiempo, más adictiva, más interesante, más absolutamente maravillosa.
Como dije al principio, Del color de la leche tiene todo, es absolutamente redonda, perfecta, impecable. Tanto por estilo como por historia. Tanto por personajes llenos de carisma, como por una ambientación extraordinaria que traslada al lector a la Inglaterra rural de principios del siglo XIX. Qué pena no haberla leído y disfrutado antes, pero qué maravilla haberlo podido hacer ahora. No exagero si digo que es de lo mejor que he leído este año y que probablemente terminen siendo una de las novelas que más recuerde por todo lo que me ha hecho sentir y por cómo me ha atrapado casi desde el principio la historia de Mary. Esto es para mí gran literatura: un libro que atrape con una historia interesante y genial y originalmente escrita.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario