Ya comenté en algún que otro post
anterior que para mí la literatura es de las herramientas más poderosas y
potentes a la hora de cambiar las cosas. Pienso además que la literatura, en
todos sus géneros y estilos, debe ser ese gran foco que arroje luz y claridad a
aquellos ámbitos de la vida y la sociedad donde la oscuridad reina. Una buena historia,
biográfica o no, con más o menos fantasía, tiene el poder de cambiar al lector,
de influirle, de abrirle nuevos horizontes a los que no se habría asomado si no
fuera por la literatura. Puede sonar fantasioso, quizá incluso prepotente o iluso,
pero pienso firmemente que los libros deben ser capaces de cambiarnos tras su
lectura, en mayor o menor medida, de influirnos y de golpearnos en lo más profundo
de nuestras emociones y creencias para hacernos mejores. Un libro no puede ni
debe ser simplemente un pasatiempo, sería triste que así fuera, sino un medio de
cambio.
Las malas es de esas
novelas que golpean duro y llevan al lector a espacios, lugares y situaciones
que muy probablemente nunca hubiera si quiera tenido la imaginación de evocar.
Camila Sosa Villada, argentina de Córdoba que ha estado toda su vida luchando
por sobrevivir en un mundo que la negaba, ha escrito una novela que tiene mucho
de su vida y que agarra al lector por donde más duele para no soltarle desde la
primera hasta la última página. Sin concesiones ni ambigüedades Villada lleva al
lector hasta los más bajos fondos de la prostitución de travestis en un parque
de Argentina, donde pasan frío, hambre, miedo, pero también donde ríen y
comparten la vida esas mujeres que siempre lo han sido, aunque el mundo no
quisiera verlas como tal.
Cuando llegas a una novela sin
saber qué te vas a encontrar y ni siquiera te has leído la sinopsis de rigor de
la contraportada sientes una emoción enorme cuando, a medida que avanzas en la
lectura, el libro te va atrapando en su ritmo y en su historia. Esto es lo que
me ha pasado con Las malas: lo compré simplemente porque es de esos libros
que tras su publicación mantienen un eco perenne en foros literarios y
librerías, y siempre está entre los recomendados por lectores y libreros. No
sabía al empezarlo que me atraparía y me golpearía con fuerza la historia de
Camila (autora y ¿protagonista?) y sus experiencias de calle con hombres de
toda condición y carácter, sus recuerdos de infancia con una familia que ataca
física y verbalmente al niño que fue y nunca quiso ser y su camaradería con otras
travestis de la calle.
No entro a valorar la cantidad de
verdad que las páginas de Las malas guardan y esconden. Me da igual lo mucho
o poco biográfico que sea este libro, porque es verdad, para mí no es relevante
que Camila Sosa Villada haya conformado una historia con su propia historia
personal. Lo que es relevante es que esta escritora y artista polifacética
argentina haya sido capaz de llevarme a sitios donde nunca en mi vida me hubiera
atrevido ni siquiera a asomarme desde la lejanía ya fuera por miedo, cobardía o,
incluso, rechazo. Esto es lo relevante para mí: que el libro me haya hecho
mirar allí donde de manera natural hubiera retirado la mirada.
Reconozco humildemente que poco o
nada sé del mundo trans, de sus reivindicaciones, su pasado, sus luchas o su trasfondo
oscuro pasado. También reconozco que poco o nada me he interesado por él de manera
voluntaria. Sé, eso sí, que todo lo que reclamen, todos los derechos que exijan,
toda la igualdad que pidan será de justicia concedérselo. Nadie somos más que
nadie por nuestro sexo o género u orientación sexual. Nadie. Y nadie nos puede
decir cómo nos tenemos que sentir. Las malas es un libro duro, donde el
lector se va a sentir incómodo en muchas ocasiones leyendo realidades que Sosa
Villada no cuenta para ambientar sino para dar luz sobre una zona de sombrar
que se ha extendido en el tiempo más de lo que debería.
A principios de año decidí leer a
más autoras, a más mujeres, y más libros sobre mujeres y sus problemas, sus
vidas, sus inquietudes y preocupaciones. Lo voy consiguiendo poco a poco. Y qué
maravilla es leer de aquello que se sabe menos o solo se intuye desde la
distancia. La lectura de Las malas no solo me he reconfortado como
lector y con mis ideas sobre el poder de la literatura y los libros, sino que
de nuevo me lleva a ese idioma español iberoamericano tan parecido, pero a la
vez tan lejano al que yo mismo hablo y escribo. Camila Sosa Villada escribe con
ecos de ese realismo mágico tan soberbio y único que deslumbró a la literatura
con García Márquez como mayor y más brillante representante; ecos que dan a esta
historia un colorido, una sonoridad y un alma cálida que hacen ver la novela no
como un crudo reflejo de la vida de los travestis hace unos años, sino como un
canto a la esperanza por el cambio social.
Llegué a Las malas sin
ideas preconcebidas y sin saber absolutamente nada ni de la autora ni de lo que
me iba a encontrar en sus páginas. He terminado de leerlo y he quedado golpeado
por la cruda realidad que una parte de la sociedad, minoritaria quizá pero igual
de importante que cualquier otra, ha vivido y sigue viviendo en muchas partes
del mundo. Todo el que quiera ampliar sus horizontes, saber más sobre las
personas trans y travestis, y sobre todo poner luz sobre una parte del mundo que
solemos evitar casi siempre, debería leer este libro. Dudo mucho que nadie
pueda quedar frío tras su lectura.
Caronte.
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