viernes, 10 de septiembre de 2021

Orlando

¿Cómo puedo reseñar a Virginia Woolf, una de las más grandes escritoras británicas de todos los tiempos, cuya obra se cita constantemente y se estudia permanentemente en colegios, institutos y universidades y que sigue siendo un referente cultural y literario? ¿Cómo puedo si quiera dar mi opinión de uno de los libros más famosos de Woolf sabiendo que obviamente lo que de él diga será única y exclusivamente mi opinión? No tengo la más mínima idea. Lo que se es que me he vuelto a acercar a Virgina Woolf por un casual de club literario al que me he apuntado con gente de redes sociales, después de haber leído únicamente Al faro hace ya 5 años cuando yo aún tenía 25 y que no sé si terminé de entender correctamente. También sé que probablemente la opinión que me genera Woolf y su obra sea totalmente opuesta a la unanimidad que suele haber al hablar de esta escritora y su obra.

Orlando ha sido mi segundo intento de adentrarme en la obra de Virginia Woolf y muy probablemente sea el último. No tengo tiempo que perder en libros y escritores crípticos que hay que analizar sesudamente y que necesitan de un manual de instrucciones para interpretar y saber de qué me quieren hablar y qué me están contando. Quizá necesite madurar más literariamente hablando para poder acercarme a este tipo de escritores; o quizá simplemente es que estos escritores no son más que personajes idealizados por el mito y la leyenda, encumbrados más por su vida extraliteraria que por su buen hacer narrativo. Dos libros he leído de Virginia Woolf y dos decepciones mayúsculas.

A modo de sátira literaria, de burla sumamente irónica, de caricatura de lo que fue un género literario puramente inglés como la biografía novelada, Virginia Woolf intenta hacer un “Qujiote” moderno (salvando absolutamente las distancias porque nada tiene que ver la obra de Cervantes con esta de Woolf, y solo uso la metáfora para comparar intenciones de ambos escritores) para reírse quizá de la tradición inglesa de ese género sin sentido ni interés alguno. Orlando narra la vida durante más de tres siglos (este uso del espacio tiempo es uno de los elementos más absurdos y desconcertantes de la novela, al que no encuentro sentido alguno) de un personaje que al principio del libro es hombre pero que a mitad pasa a ser mujer (otro elemento característico de este libro que tampoco he sabido interpretar y que me da que debe ser algo metafísico e importante pero que para mí no es más que una frivolidad inocua). Sus andanzas, reflexiones, aventuras, cambios de idea, de lugar y tiempo, sus relaciones con otros personajes igualmente insólitos llenan las trescientas páginas de esta novela que se me ha hecho pesada a más no poder.

Tengo la impresión de que hay escritores y libros que conforman una burbuja literaria a la que nadie quiere pinchar por no desinflar. Hablo de escritores como Henry Miller, Joyce, Faulkner, Woolf cuyos libros son ininteligibles no sé si de manera consciente por parte de sus autores cuando los escribieron para reírse de todo el mundo literario o inconsciente por incapacidad para escribir bien. Orlando es de esos libros, aunque reconozco que podría salvar unas cuantas páginas que si que me han parecido ingeniosas, divertidas y entretenidas de leer. Pero el resto no es más que páginas impresas: letras formando palabras formando frases formando párrafos formando capítulos.

He terminado Orlando con ganas de haber abandonado antes, pero por orgullo y porque en el fondo tampoco es tan largo lo he terminado. Pero su lectura se me ha hecho pesada, densa, tediosa, aburrida por momentos, indescifrable a ratos y permanentemente absurda. Sé que quizá sea yo mismo el problema y que en el fondo esta novela sea una obra maestra con un mensaje profundo e imprescindible que haya marcado, maque y siga marcando generaciones enteras de escritores y novelistas. Pero yo he sido incapaz de verle sentido alguno. Me he aburrido como con pocos libros me ha pasado. Y esto sí que no lo perdono en una novela. Puedo no entenderla, puedo no lograr captar todos los matices, pero si algo me aburre tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo y con la cantidad de libros y autores y escritoras que aún no conozco sería un sacrilegio malgastar esfuerzos en escritores con los que no logro crear ningún vínculo.

Desisto de leer más a Virginia Woolf. No es una escritora para mí. De hecho, creo que es una de esas figuras literarias engrandecidas por intereses que se me escapan pero que no son más que escritores sobrevalorados con una obra más o menos mediocre que por críptica capta la atención de la crítica y cierto publico que la encumbran solo porque sí. Orlando ha sido una pérdida de tiempo en mi vida y más sabiendo que tengo como una veintena de libros por casa pendientes de leer. Si alguien se anima a leer esta novela le deseo suerte y paciencia, y más teniendo en cuenta que todo lo que acabo de escribir no es más que una opinión que no pretende pontificar ni sentar cátedra alguna.

Caronte

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