La Guerra de Yugoslavia o de los
Balcanes o la de Serbia (varios nombres para, en el fondo, denominar al
conflicto armado que a principios de los 90 desoló los Balcanes tras la
desintegración de la antigua Yugoslavia) siempre ha sido una época histórica
que me ha interesado mucho y atraído. Como última gran guerra europea de verdad
(hasta que a Putin se le ha ocurrido atacar indiscriminadamente Ucrania hace
apenas unas semanas) es un periodo histórico muy interesante y como gran lector
y apasionado de la historia que soy llevo ya tiempo leyendo de vez en cuanto
sobre aquel conflicto, preferiblemente acercándome a él a través de la ficción
(o quizá no tan ficción) y las novelas ambientadas en ese rincón de Europa tan
apasionante y mestizo que a lo largo de los siglos ha pertenecido a distintos
imperios y ha padecido guerra tras guerra espoleadas por el odio.
Plegaria en el asedio es
el primer libro que leo de la Editorial Automática y llegué a él como suelo
llegar a algunos libros: simplemente buscando en internet novelas ambientadas
en la guerra. Y es que esta novela, este debut literario porque eso es lo que
es, traslada al lector al Sarajevo de la guerra de los Balcanes, esa ciudad
mestiza donde cristianos ortodoxos y musulmanes convivían más o menos
tranquilamente hasta que estalló la guerra. Y más concretamente al sitio que
sufrió la ciudad dividida en sectores y dominada a cachos por serbios y
bosnios, que se mataban desde parapetos, azoteas, tiendas, coches calcinados y
rascacielos agujereados por las balas de los tanques blindados.
Todo debut literario es siempre
un abismo para el autor, y también para los lectores que confían su tiempo a
ciegas sin referencia alguna a un autor, y lo es más aún si uno se da cuenta de
la envergadura física de Plegaria en el asedio. Más de 700 páginas de
guerra, donde los cañonazos, los disparos, las violaciones, el incendio y el
pillaje de edificios y tiendas, la muerte, el odio, las bromas macabras y la
desolación de la violencia entre hombres se mezcla con la normalidad del día a
día en una ciudad tomada por los militares y milicianos donde se tiene que
sobrevivir como se pueda, refugiándose físicamente en pisos fríos y
desvencijados y psicológicamente en la esperanza de un futuro en paz y
tranquilidad.
Siempre me han dado vértigo las
novelas extensas, de muchas páginas, porque siempre pienso que, si ya es
complicado mantener un buen ritmo narrativo en cien o doscientas páginas,
hacerlo en más de setecientas es todo un Everest. Por esto suelo evitar las
novelas muy extensas. Sin embargo, he de decir que Plegaria en el asedio
es una novela de esas que no te sueltan, que quieres leer y leer y seguir
avanzando en la vida durante la guerra de su protagonista y narrador un joven
musulmán a quien el estallido de la guerra le pilla en la calle equivocada de
Sarajevo, alejado de su padre y con su madre recién enterrada por la
enfermedad. Allí, en mitad de un desconcierto lleno de odio, donde su apellido
le pone en el bando de los que se puede humillar y, llegado el caso,
prescindir, debe sobrevivir, aguantar, tragar…
Sin dejar de ser una novela sobre
la guerra y principalmente sobre el sitio de Sarajevo, que duró años, Plegaria
en el asedio también es una novela donde la esperanza y las ilusiones, los
sueños de paz y tranquilidad encajan con los momento más duros y descarnados de
lo que es un conflicto bélico alimentado con odio racial y rencores pasados de
una historia tan rica como manipulada por los de siempre. Y luego está el
contraste en la propia novela: desde un principio donde la enfermedad de la
madre copa todas las preocupaciones del joven protagonista, hasta el último
cuarto de la misma donde la huida, la ocultación y el confinamiento lleno de
miedo y donde el sueño es una quimera imposible de conciliar llenan de angustia
la narración y la lectura.
También es de resaltar el estilo
con el que Plegaria en el asedio está narrada: frases cortas, crípticas,
casi de descripción de escenario en un guion de cine o en una obra de teatro.
Apenas esbozos de avance de la historia y de los movimientos de personas. Como
un telegrama dictado al vuelo con prisa. Como ráfagas de ametralladora que no
tienen un objetivo fijo y claro y deben disparar raudas para no olvidar que
están en una guerra. Así está narrada esta novela aumentando esa sensación de
caos bélico, de desmoronamiento de una vida normal. Solo en los momentos en los
que algún hombre o mujer narran alguna de las atrocidades de la guerra la
narración se vuelve clásica para hacer llegar al lector, con toda su crudeza y
sin intentar laminarlo, el terror de la guerra.
Empecé Plegaria en el asedio
con miedo de que su gran extensión me abrumara y me dejara frío en ocasiones.
Lo acabo diciéndome que, si una novela está bien escrita, es atractiva al lector
y sobre todo te cuenta cosas que no sabes y quieres averiguar da igual que esté
escrita en cien páginas o mil, porque se dejará leer y te adentrará de lleno en
otro mundo, época o cuerpo. En tiempos como los que desde hace unas semanas
estamos volviendo a vivir en Europa nunca viene de más recordar lo que pasó no
hace ni 30 años en otro rincón del viejo continente cuando un orden mundial se
derrumbó dando lugar a otro tras un gran y cruento derramamiento de sangre
alentado por el racismo y el supremacismo de los, tan dañinos, nacionalismos.
Caronte.
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