Continuo mi racha de lecturas de
escritoras iberoamericanas con una novela que vuelve a ser una recomendación de
varias personas por redes sociales de las que me fío y a las que respeto por
sus lecturas. Y vuelve a ser un libro de los que me compré en la pasada Feria
del Libro de Madrid: de los 15 libros con los que me hice durante los tres
fines de semana que duró la feria ya apenas me quedan 4 por leer, los más
extensos, los menos frescos de leer para los trayectos en metro o tren hasta el
trabajo o inmerso en el calor de mi piso por las tardes o las mañanas. Está siendo
un verano de lecturas en femenino y desde el otro lado del atlántico, donde el
español conversa ese colorido, esas expresiones, esa sonoridad que lo hace ser
tan diferente al monotono español castellano (sé que es muy antiguo llamar
castellano al español, pero me permitís esta pequeña licencia).
Ceniza en la boca comienza
muy fuerte, con el relato y descripción del suicidio de la protagonista
narradora de esta historia. Este hecho, este shock brutal y frío, que se narra
sin contemplaciones ni miramientos y que estremece por imaginarlo tan vivamente
como si estuviéramos viendo como cae el cuerpo de un joven desde un quinto
hasta estamparse contra el suelo en directo rompe cualquier molde narrativo.
Podría incluso ser muy Tarantino este inicio de novela, muy hardcore. Se leen
hasta los posibles sonidos que el cuerpo pudo hacer al chocar contra el
pavimento de la calle. Tiene incluso cierto tono de regodeo e incluso de humor
negro. Este suicidio da pie a una novela corta, intensa y muy social que dejará
sin duda poso y huella en el lector una vez cierre el libro.
Brenda Navarro parte de un
suicidio, algo que sigue siendo tabú en nuestra sociedad y que, sin embargo, es
más habitual que muchas de las causas de muerte a las que estamos acostumbrados
y de las que hablamos con total y absoluta normalidad. Ceniza en la boca
es una novela que sirve como catalizador social ya que enciende la mecha del
lector para que este piense y reflexione sobre temas a los que el debate
público da la espalda continuamente. ¿Cómo llega un chico joven a suicidarse?
¿Qué se le pasa por la cabeza para querer acabar no ya con su vida actual sino
con la infinidad de vidas que tiene por delante según las decisiones que pueda
tomar? Esas preguntas y muchas otras son las que a lo largo de la novela
sobrevuelan al lector.
Pero hay más, porque Brenda
Navarro utiliza Ceniza en la boca y el suicidio que da comienzo a la
novela para hacer una denuncia social inmensa sobre las actitudes sociales
actuales. Desarraigo, migración, pobreza, explotación, racismo, machismo… Todas
las grandes lacras de las sociedades actuales se dan la mano en una misma
historia sin desentonar, sin parecer exagerado y sin caer en la autocompasión. Porque
la protagonista de esta historia, la hermana del joven que decide quitarse la
vida saltando por la ventana, huye de su país natal para intentar encontrar paz
y tranquilidad, prosperidad y cierta felicidad en su vida pero termina
encontrándose explotada en trabajos de mierda, malviviendo sin llegar a fin de
mes, habitando cuartuchos insalubres alquilados por una dinerada al mes,
cuidando ancianas en una Barcelona donde solo importa el dinero y la
prosperidad y se oculta todo lo que huela, parezca y se oiga mal…
Ceniza en la boca es
también una novela sobre la migración, sobre cómo en España son los inmigrantes
los que sacan adelante las tareas más desechadas y desagradecidas, pero más
necesarias para que cada vez que vayamos a un restaurante todo esté limpio,
cada mañana al llegar a la oficina nuestra mesa y espacio estén limpios, que
las camas de los hoteles todo incluido a los que vamos estén hechas cada vez
que por la noche vayamos a acostarnos, que nos cuiden a nuestros mayores cuando
estos ya son totalmente dependientes, que nos traigan ese antojo alimenticio a
nuestra casa desde la otra punta de la ciudad, desde nuestro restaurante
favorito en una noche fría de invierno en que no nos apetece salir de casa… Son
los inmigrantes a los que llamamos negros, guachupines, latinos, ladrones y
miserables y de los que nos queremos diferenciar porque nos creemos mejores los
que sacan adelante el país y solo somos capaces de pagárselo mediante
explotación y racismo, y si es mujer además con un machismo recalcitrante.
Siendo español y viviendo en
Madrid (que es equiparable a Barcelona, donde se desarrolla parte de la novela)
Ceniza en la boca es un espejo en el que reflejar las dinámicas
racistas, aporófobas y machistas de esa parte de la sociedad española que se
cree superior a todos, clasista, engreída, egoísta y prepotente. Quien se ofenda
cuando le dicen una verdad que no quiere oír o ve un hecho que pretende
esquivar cerrará esta novela tras las primeras páginas, porque no es agradable
leer sobre problemas que generamos y ante los que preferimos callar y ser
cómplices para no arreglarlos y que todo siga así mientras a nosotros no nos
salpique. Lo que ha conseguido Brenda Navarro en esta novela es sobrecogedor y
todo con contundente sencillez.
Caronte.
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