Hay autores cuya sombra es
demasiado alargada y ni tan siquiera son su muerte mengua. Uno de esos autores,
que además está en el imaginario de cualquier lector ya sea porque lo haya
leído como por haber oído hablar de leer y tener pendiente leerlo, es Gabriel
García Márquez, quizá el escritor más relevante e influyente de toda una
generación de escritores iberoamericanos y uno de los más grandes autores en
español de la historia. Sin haber sido el inventor ni el ideólogo del realismo
mágico, García Márquez ha dejado una impronta tal en las letras iberoamericanas
que en cualquier autor contemporáneo del otro lado del charco se pueden leer
ecos de su manera de contar la realidad, las penas y tristezas de la vida, la
desgarradora, desoladora y dolorosa existencia humana, de tal manera que el
lector sepa que pese a todo siempre hay color, música, tactos y gustos que nos
pueden devolver las ganas de vivir y seguir buscando esa felicidad que muchas
veces tenemos sin saberlo.
Dolores Reyes ha escrito una
novela que entronca directa y frontalmente con la tradición narrativa
iberoamericana más pura rescatando un realismo mágico que sirve no solo como
fondo y tono de la narración sino como elemento fundamental de esta historia. Cometierra
nos lleva a un mundo de violencias a través de una mujer, una niña
prácticamente, que comiendo tierra de lugares que han vivido un acontecimiento
traumático puede ver qué pasó allí. Así, de episodio traumático en episodio
traumático y mediante capítulos cortos, pero de muy alta intensidad, nos vamos
adentrando en una sociedad podrida y maldecida por una violencia estructural
que lo cubre e inunda todo sin dejar un solo resquicio para la tranquilidad y
la paz, ahogando aspiraciones, sueños y deseos de aquellas gentes que lo único
que pretenden es vivir tranquilamente su vida, prosperar e intentar ser felices
con lo que tienen.
Bien planteada, bien narrada y
bien concluida Cometierra es una primera novela soberbia, rica, llena de
matices y con una profundidad en lo que nos cuenta que duele y lleva a pensar
porqué el mundo está tan lleno de violencia, tan podrido, tan ávido de sangre y
muerte. Tendemos a pensar que el ser humano es bueno por naturaleza, pero
cuando leemos novelas así donde, pese a la ficción, el componente de relato
realista es tan alto uno piensa si el hombre no será la mayor lacra que existe
actualmente en el mundo para la vida. Estremece leer sobre la violencia
generalizada que existe en diferentes partes de Iberoamérica, una violencia
enquistada y ya acostumbrada, que parece inherente a ciertos ambientes pero que
termina alcanzando a todos los estratos de la sociedad de una manera u otra.
Que la violencia engendra
violencia es, además de una frase hecha, una muy triste y lamentable realidad. Cometierra
no solo nos habla de una violencia que tiene como foco y objetivo a las mujeres
para atemorizarlas, someterlas y hacerlas nulas en cuanto a poder de decisión,
sino de todas aquellas violencias que derivan de esta violencia principal.
Violencia hacia las chicas jóvenes, vistas como objeto sexual y medio de saciar
instintos básicos, animales y primarios siempre a través de sometimiento.
Violencia en el matrimonio donde la mujer calla con tal de que esa violencia no
se extienda a los hijos, sin darse cuenta que tarde o temprano se extiende.
Violencia llena de odio y venganza, que intenta resarcir muertes con más
muertes.
Narrar toda esta violencia y el
proceso de maduración de una joven muchacha huérfana de padres (madre muerta y
padre ausente) que tiene en su hermano el único apoyo fiel y tierno no es
sencillo, y no hubiera sido igual de lúcido hacerlo sin recurrir a ese realismo
mágico tan puro como el que Dolores Reyes usa en esta novela. Cometierra
se convierte así en quizá la novela más mágicamente realista de todas las que
desde García Márquez he leído haciendo que su lectura sea todo un viaje
sensorial que atraviesa todo nuestro cerebro para posarse allí donde más
necesitamos: donde las sensaciones y emociones se transforman en sentimientos y
reacciones físicas en nuestro cuerpo. Generar emoción con la escritura no es
sencillo; hacerlo además con tu primera novela es casi imposible.
Quiero concluir añadiendo que si
no fuera por las recomendaciones que he recibido para animarme a leer esta obra
no la hubiera buscado con ahínco ni comprado en la pasada feria del libro de
Madrid. Cuando se publicó fue verdaderamente todo un soplo de aire fresco
editorial y no me extraña que así fuera. Plantear una realidad tan amarga de
manera tan poco usual, dejando que lo inverosímil sea el medio de contar una
triste realidad no es algo que se vea muy a menudo sin caer en algo forzado e
irreal. Cometierra tiene todo lo que una novela del realismo mágico debe
tener al mismo tiempo que trata aquellos temas que la literatura iberoamericana
escrita por mujeres debe tratar. Desde luego, creo que quien la lea no quedará
defraudado.
Caronte.
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