Más de un año he tardado de volver a leer una novela de Graham Greene. Y mira que para mí es quizá, por encima de todos, el escritor más admirado y apreciado, con el que más he disfrutado y al que más me gustaría parecerme, si es que en algún momento en mi vida (me da que no) me convierto en novelista. De hecho, la última novela de Greene que leí lo hice durante un viaje en enero del año pasado, cuando aún éramos libres y la pesadilla que nos asola apenas era un atisbo en tierras lejanas. He dejado pasar, quizá, demasiado tiempo; pero como tiempo es algo de lo que nos sobra en este último año al final todo ha terminado llegando y de nuevo he podido sumergirme entre las páginas de una novela de madurez de Greene. Y una vez vuelto a hacer, debería grabarme a fuego e interiorizar que tendría que leerle algo más a menudo, porque con sus novelas disfruto como con pocas.
Cuando Greene vivía solía diferenciar sus novelas entre aquellas que él consideraba “serias” y las que consideraba un mero “divertimento”. Creo que el inglés era una persona muy exigente consigo misma para hacer esa distinción en su obra, que vista en conjunto no podría más que considerarse como sólida, seria y extraordinaria. A burn-out case no sé en qué categoría la puso su autor, pero bien podría pertenecer a ambos subgrupos.
Ambientada en el corazón de las tinieblas (si parafraseo a Conrad, que además queda aludido en la novela) del África más negra y recóndita, y aún colonial, y concretamente en una leprosería ubicada a orillas de un río afluente del Congo; A burn-out case narra la huida de la civilización, de su pasado y, en el fondo, de su propia vida, de Querry un reputadísimo arquitecto que decide dejarlo todo y marchar allá donde no se pueda ir más lejos. En África y en la leprosería encontrará personajes prototípicos en las novelas de Greene y que también podrían serlo de ese África ya extinta donde el hombre blanco era un accidente en el paisaje, no siempre malo, pero por normal general siempre perturbador.
Como en todas las novelas de Greene, los diálogos entre los diferentes personajes que aparecen en la novela son de lo mejor que la literatura inglesa ha dado en el siglo XX. Esas profundas reflexiones mundanas sobre temas de muy alta graduación ética y moral, como son la fe y su ausencia, la religión, el amor, el destino del ser humano, la falta de convicciones, el exceso de ellas, trufan la novela y hacen de A burn-out case un libro digno de leer reposando tras cada conversación entre personajes.
Algo que Graham Greene sabía hacer muy bien, a diferencia de muchos otros escritores, es definir a la perfección a sus personajes. A burn-out case es, como la mayoría de sus obras, una novela lleva de personajes típicamente característicos de la obra de Greene. Religiosos que lo son ya por resignación y no por férreas creencias y fe; hombres seglares más religiosos, o con más problemas de fe que los propios hermanos de Dios; mujeres sumamente atractivas y atrayentes que llevan a la perdición a un hombre; hombres cínicos, egocéntricos, perdidos, miserables, necesitados de ayuda e incapaces de aceptarla cuando se les tiende la mano.
Sabiendo que Greene estuvo destinado en África cuando trabajó para el Gobierno Británico, a nadie se le puede escapar que A burn-out case es una novela con bastante carga personal y, si no biográfica, sí bastante íntima. Me da mucha curiosidad saber en quiénes se basó para crear personajes tan dispares, extremos, carismáticos (para bien y para mal) y reales como los religiosos que llevan la leprosería; el médico que se encarga, lleno de idealismo, de tratar a los enfermos; la pareja insatisfecha, casi casada por conveniencia, que irrumpe sin nadie pedirlo en la vida de Querry el protagonista cambiándola de manera radical y definitiva; el periodista fanfarrón, orgulloso, cínico e hipócrita (de este periodista tengo una lejana idea de quién podría ser su imagen real, pero me la callo).
Para redondear una novela de por sí ya bastante completa y compleja, no por trama sino por temas tratados, está la maestría con la que Greene retrata África A burn-out case. Ese África colonial donde el ambiente y la gente marca la vida de todo el que pisa su tierra. Ese ambiente asfixiante de calor y humedad; ese río misterioso que rige las vidas de los habitantes de sus orillas; esos caminos selváticos donde a la mínima cualquiera se puede perder y no regresas; esas tormentas sonoras; sus olores; su caos circulatorio; sus ciudades empolvadas y ruidosas; sus misiones religiosas; el hombre blanco como regidor de la vida sometido a los tiempos del continente y sus gentes. África libera y envilece y lleva al extremo lo que en Europa o América no pasaría más que por una personalidad básica y anodina.
Creo que ha quedado meridianamente claro que me ha gustado A burn-out case y que he disfrutado de su lectura como no recordaba hacer con las novelas de Greene. Creo que también queda cristalino la admiración que siento por este escritor inglés que nos dejó este mes de abril de hacer ahora 30 años. Cualquiera de sus novelas aporta horas de lectura intensa, donde el lector no solo se entretendrá, sino que viajará de la mano de Greene allá donde se desarrolle la historia, en este caso África, para sentir compasión por los personajes desdichados, puritanos, perdidos y resignados que plagan sus páginas, y verse también confrontados con diálogos que piden del lector máxima atención y reflexión. Quien no haya leído nunca a Graham Greene tiene trabajo por delante, y estoy seguro que no se verá decepcionado.
Caronte.
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