Mi búsqueda constante de nuevos autores y autoras para leer en sus idiomas maternos hace que tenga en la recámara una buena lista de escritoras (porque lo que este año más estoy buscando son mujeres) tanto en inglés como en francés. Una de esas autoras que llevan pendiente bastante más tiempo del que deseo es Delphine De Vigan, autora que hace tiempo sigo y de la que voy sabiendo novedades en español, pero a la que me falta tiempo para leer. Hace un par de años leí una primera novela suya que me dejó quizá más frío de lo que esperaba, quizá puede que fuera el momento de lectura de aquel libro, o quizá es que elegí mal el primer libro suyo que leer. No obstante, esta vez he tirado de recomendaciones a través de perfiles que sigo en redes sociales y he elegido una novela muy corta pero muy intensa, donde los sentimientos quedan a flor de piel.
Las gratitudes es de esas novelas que se leen en apenas un suspiro y que no dejan al lector respirar, agarrándole donde más le duele para soltarle destrozado después de una lectura vista y no vista. Y es que no exagero si digo que la novela se puede leer en apenas unas horas, en una tarde de climatología adversa que anime a no salir de casa y en la que las propuestas audiovisuales no convenzan del todo.
Una novela tan breve como Las gratitudes no puede tener un argumento ni un hilo narrativo demasiado complejo. Es así. En esta novela Delphine De Vigan nos presenta a tres personas: Jerôme, Marie y Michka (diminutivo de Michèle). Pero en el centro de ese trío está Michka, una anciana que empieza a no poder valerse por sí misma y se ve irremediablemente llevada a una residencia. Marie, una mujer joven, es una especie de vecina, amiga íntima de Michka, pero su relación, su vínculo es mucho más intenso que una simple vecindad o amistad; sin ser una relación de parentesco lo parece y de hecho al principio de la novela el lector puede llegar a pensar que es la sangre la que une a las dos mujeres. Jerôme por su parte es un simple especialista en la tercera edad, que visita a Michka en la residencia para intentar mejorar su estado y sus problemas de habla.
La novela está narrada por partes en las que se alternan las voces narrativas de Marie y Jerôme. Son ellos los que nos van llevando a lo largo de las páginas de Las gratitudes a través de la vida, o el final de la misma, de Michka. Aviso de que esta es una novela dura, donde los sentimientos siempre están a flor de piel, y donde se va viendo, página a página, el final de una persona, su degradación, su apagado. Todos los que hemos pasado por algo similar, como es ver a un familiar, a alguien muy cercano y querido, apagarse de esta manera, por días, sin prisa, pero sin pausa, encontraremos en esta novela un espejo donde mirarnos, donde ver cómo todo final es igual, aquí o en Francia o en el rincón más remoto del mundo.
Cuando llega un final, cualquier final, de cualquier tipo, pero sobre todo el final de la vida de alguien, y más si ese alguien es una persona amada, querida, apreciada, se pone de manifiesto lo importante que puede llegar a ser una palabra, una sola. Las gratitudes también es una novela sobre el decir y el callar, sobre cómo un “gracias” puede cambiarlo todo. Pero también quedamos advertidos en esta novela de cómo un silencio puede causar impotencia, infelicidad, dolor, muerte, desconsuelo y desconcierto. Palabra callada es palabra muerta, oportunidad perdida para expresar cómo nos sentimos.
En una sociedad como la actual donde las palabras pierden cada día su importancia mezcladas con debates absurdos sobre su uso, donde los políticos de toda índole pervierten el lenguaje a su favor vaciando de contenido palabras otrora sagradas Las gratitudes se yergue como una obra donde la palabra es lo importante, no solo debido al problema que vemos a lo largo de la novela que va sufriendo en mayor grado a cada página Michka, sino en su conjunto. Si no somos capaces de decir un gracias, un te quiero, un perdón, ¿qué nos queda? Nada: el olvido.
Las gratitudes es una novela que no va a dejar indiferente a nadie que la lea. Llega a lo más profundo del corazón y el espíritu y remueve conciencias. Nos plantea el final de una vida desde dos puntos de vista diferentes con el único punto en común de las palabras: tanto su presencia como su ausencia. Además, subyace en la propia historia de Michka un pasado también movido por una búsqueda para agradecer a quienes le salvaron su ayuda. Pero, en el fondo las tres personas que llenan esta novela tiene palabras para agradecer, gestos que denotan agradecimiento y ternura, vínculos generados difíciles de romper, emociones que les desgarran cuando el silencio se impone a la vida. Y al final, lo que creo que todos buscamos en una novela es que nos emocione, nos conmueva, no nos deje indiferente, y desde luego, esta novela no va a pasar sin pena ni gloria por el lector que decida leerla.
Caronte.
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