viernes, 23 de abril de 2021

Tomás Nevinson

 

Tres años largos han pasado desde la última novela de Javier Marías. Tres años han pasado sin que leyera nada de él salvo los cuentos que publicó hace ya unos cuantos años. Tres años en los que casi había olvidado esa manera tan suya de narrar y a la que el lector debe dejarse ir y llevar para no caer en un sopor que podría ser mortal para quien intente resistirse a su manera de escribir envolvente. Pero qué delicia volver al universo Marías, donde nada ocurre y sin embargo todo pasa; donde la trama no es relevante, sino todo lo que acontece y pasa alrededor de la misma; donde las reflexiones sobre el tiempo, sobre lo que se hace o no, sobre lo que se dice o se calla, sobre cómo queda determinado el destino y nuestras vidas por las decisiones que tomamos o dejamos de tomar, son las protagonistas mostrando como si fuera una autopsia el mundo interior y personal del protagonista. En el fondo tenía ya mono de Javier Marías.

Como suele ser habitual en la (compleja) obra literaria de Javier Marías, en Tomás Nevinson, libro que toma el título del nombre del protagonista, marido además de Berta Isla, quien da nombre a su vez a su anterior novela, la trama, lo que pasa, no es relevante a pesar de que, en este caso, sí que resulta sumamente interesante. De hecho, la novela plantea la necesidad de localizar y eliminar a una terrorista participante en algunos de los ataques más bestiales de ETA en España. Y es Tomás Nevinson, quien se creía ya amortizado para los servicios secretos ingleses, quien recibirá ese encargo macabro y éticamente muy cuestionable de manos del sempiterno en las novelas de Marías, Bertram Tupra.

Tomás Nevinson no solo es la última novela de Marías (podría incluso ser la última obra de ficción del escritor madrileño según algunos rumores que he leído por ahí), sino que es la más extensa de cuantas ha escrito hasta la fecha (contando Tu rostro mañana como tres novelas independientes). Casi setecientas páginas donde Marías despliega su estilo para no solo desarrollar el proceso de localización de esta mujer terrorista que causó tanto dolor y que se supone vive apaciblemente en una ciudad ficticia del noroeste español llamada Ruán, sino para reflexionar, como hace siempre, sobre sus temas fetiches y más característicos.

Al mismo tiempo, Tomás Nevinson, es su obra más ficticia y con más trama y la que más reflexión tiene, donde lo ajeno a la trama, donde los pensamientos y el pasado y presente y futuro del protagonista tienen más peso. No obstante, la misión que Nevinson debe realizar le lleva a plantearse muchas cosas, a reflexionar hasta cuándo se puede hacer justicia, si el ser humano puede cambiar, si matar cambia algo, lo arregla, lo evita… Para ahondar en estas reflexiones, Marías, como suele hacer, tira de erudición y cultura y va a los clásicos, Shakespeare, T.S. Eliot, Baudelaire, a la historia misma con Ana Bolena, Juana de Arco, o un episodio que yo desconocía pero que es totalmente verídico de un alemán que tuvo a Hitler a mano para eliminarlo para siempre pero que llevó a cabo lo que se le pasó por la cabeza por pensar que no llegaría a más. Y sin embargo llegó a más.

Muy presente en esta novela está el tema de ETA y el IRA, ambas bandas terroristas hermanadas, que se ayudaban y apoyaban mutuamente. Y es muy revelador algunas de las conversaciones que se dan en Tomás Nevinson a consecuencia del asesinato de Miguel Ángel Blanco que ocurre en mitad del tiempo narrativo de la novela y que quizá desencadena los acontecimientos más relevantes de la trama de la misma. Hay reflexiones que bien podrían ser columnas de opinión de cualquier periódico incluso, y de hecho en todas ellas se nota claramente la impronta de Marías, así como algunos comentarios y opiniones en boca de personajes que no son más que licencias personales para dejar claro alguno de sus puntos de vista sobre la sociedad actual en la que vivimos y con la que tan crítico siempre es desde su última página en el suplemento de El País los domingos.

De lo que más me ha gustado de Tomás Nevinson es la capacidad narradora de Marías, su inconfundible estilo que envuelve al lector como si estuviera a la deriva en un mar a veces en calma y otras embravecido y en el que debe dejarse llevar para llegar a buen puerto. No ha habido novela de Marías además que no me haya abierto el apetito de descubrir nuevos libros, o temáticas, o me enseñe algo. Todas han sumado. Pero hay pegas también, y para esta novela tengo algunas que han hecho que no pueda estar plenamente satisfecho con ella pese a que en conjunto es una obra inmensa y muy relevante.

En primer lugar, tengo una pega que quizá no sería tal, pero que, para mí, siendo lector habitual de Marías me ha chirriado un poco. Tomás Nevinson se desarrolla casi íntegramente, al menos la parte más sustancial, en una ciudad ficticia que aúna características de varias ciudades norteñas españolas. Esto, que ya digo muestra una capacidad inmensa creativa y que sigue la estela de autores como Benet, me parece forzado ya que usa nombres de lugares un tanto ridículos, impostados, pretenciosos incluso, que restan capacidad de ubicación al lector. Y, sin embargo, cuando la acción se traslada a Madrid, con sus calles, plazas y barrios perfectamente, particularmente me siento más identificado y dentro de la novela.

Otra de las pegas que han hecho que Tomás Nevinson no termine de ser redonda a mi gusto es la excesiva extensión de la novela que la lleva a ser, irremediable e irremisiblemente, un poco repetitiva en cuanto a las técnicas que suele usar Marías para ir constantemente refiriéndose a esos subtemas intrínsecos que va introduciendo en la narración. Resultan repetitivos porque se producen tantas veces las referencias a hechos históricos, poemas, reflexiones, eventos pasado y referencias a la novela Berta Isla, que el lector termina teniendo la sensación de innecesariedad y repetición insulsa que no añade nada nuevo al relato.

Pero a Javier Marías yo se lo perdono casi todo, y a pesar de que con Tomás Nevinson no ha terminado de redondear un libro que de por sí ya es muy bueno, he reconocer que como siempre he disfrutado y aprendido de una lectura que obliga a que sea sosegada, sin prisa, pero sin pausa, tranquila y sin distracciones. Porque además de que bastaría con maravillarse con su estilo, esta novela introduce también el tema del terrorismo de ETA que todos hemos vivido como sociedad y cuyo recuerdo (y quizá en especial el de Miguel Ángel Blanco) pone los pelos de punta siempre. Javier Marías es quizá el novelista más importante que tenemos en España, eterno candidato al Nobel, que no sé si ganará algún día, casi mejor que no, y esta última novela suya una delicia para sus lectores.

Caronte.

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