lunes, 25 de abril de 2022

Caín

Suerte es que una de mis librerías de segunda mano de cabecera (ya son varias a las que doy este apelativo que, por tanto, empieza a perder significado real) publicara en Instagram que tenía varios ejemplares de las ediciones conmemorativas del centenario del nacimiento de José Saramago. Bueno, suerte… Suerte plena sería si ese anuncio coincidiera con que me hubiera tocado la lotería y por tanto el gasto de dinero no fuera una preocupación y solo me tuviera que preocupar de encontrar hueco futuro a esos libros y tiempo para leerlos entre tantas lecturas como tengo pendientes. Pero, sí, fue suerte. Me lancé en cuanto tuve una tarde libre a la librería y me pude hacer con tres de esos ejemplares preguntando por otros que ya había volado por la mañana. Al menos me pude hacer con tres ejemplares, siendo este el primero que me he leído y del que, por tanto, voy a escribir a continuación. En lo que resta de año probablemente pueda leer los restantes.

Saramago retoma en Caín los temas bíblicos eligiendo a uno de los grandes personajes del Antiguo Testamento y usándolo como guía a través de distintos episodios de las Sagradas Escrituras para mostrarlas desnudadas de cualquier ropaje católico, apostólico y romano y mostrarlas tal y como son analizadas desde la razón y no desde la fe. Y parte desde el principio de los tiempos y la existencia: desde Adán y Eva y desde ahí el lector recorrerá la Biblia y sus principales hechos anteriores a Jesucristo: la Torre de Babel, el becerro de oro, la destrucción de Sodoma y Gomorra, el derrumbe de las murallas de Jericó, el sacrificio de Abraham, las penurias de Job, el diluvio universal…

Todos conocemos a Caín, todos conocemos su historia, seamos creyente o no. Vivimos en una sociedad cristiana en la cual desde pequeños nos enseñan la Biblia (o al menos a mí me la enseñaron, para poco sirvió, pero me la enseñaron) y conocemos todos, o casi todos los episodias que Saramago retoma en su Caín, llevando al lector no solo a un recorrido por la historia de la religión católica, sino también a una reflexión más profunda sobre la propia concepción de la religión.

Saramago, a quienes le tenemos como autor de cabecera y refugio en momentos lectores flojos, nos tiene acostumbrados a lecturas no solo de trama interesante sino a reflexiones profundas sobre la vida y aquellos temas que recorren la existencia del ser humano. En Caín, y usando un personaje villano para la religión católica, el Nobel portugués nos presenta una mirada a la religión y a la fe totalmente descreída, poniendo voz, rostro y vestimenta a Dios incluso, y haciéndonos verle como lo que en el fondo es: un ser tiránico, envidioso, cruel y vengativo; un Dios que solo es capaz de imponer la fe y su propia idolatría a los hombres mediante el miedo, la muerte, la sangre y las amenazas.

Obviamente alguien muy muy muy creyente, o esos creyentes que no son capaces de ver la religión y la fe como temas cuestionables ni discutibles no serán capaces de ver en Caín una obra de un calado reflexivo muy interesante. Desde la frialdad y el análisis crudo e irónico de un Saramago ateo y escéptico ante creencias irracionales, el lector recorre los episodios más famosos de la Biblia de mano de un Caín marcado por su destino y por un Dios cruel que le condenó a ejecutar a su hermano con sus propias manos y a vagar sin rumbo por la existencia. Saramago se toma sus licencias, como todo novelista, para hacer malabares narrativos y, cual novela fantástica, trasladar de una frase a otra a Caín de un momento a otro del Antiguo Testamento para ir dando muestras y ejemplos de la absurdez de la fe cristiana y de la crueldad del ser al que llaman Dios los católicos.

Como novela Caín es un artificio narrativo digno de pocos autores, y es que Saramago sabe hacer magia con poco y a partir de temas o personajes que a la mayoría de escritores les parecería quimérico utilizar. Por algo le dieron el Nobel, y es que es de los pocos galardonados con este premio que se ha convertido en autor refugio: ese tipo de autores a los que vuelvo constantemente cuando tengo una crisis lectora porque sé que no me van a fallar y que la lectura de cualquier de sus libros sé que me reconfortará y dará ánimos para continuar descubriendo libros y autores.

Lo bueno que suelen tener las novelas de Saramago es que, pese a un estilo tan peculiar como único y personal, su lectura anima a no abandonarla y lleva al lector en volandas de páginas en página casi sin darse cuenta. Caín es una novela con mucha parte de reflexión y ensayo sobre la fe y la religión, sobre la existencia de Dios y su propia identidad. No es apta para creyentes fervorosos y mucho menos para fanáticos de la fe. Para todos los demás este libro supondrá un verdadero divertimento lector.

Caronte.

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