Me adentro de nuevo en la literatura
iberoamericana. Esta vez con una novela también muy reciente que causó furor
entre libreros y lectores hace un par de años y que he dejado pasar para
intentar no subirme a la ola en toda la cresta y defenestrarme si no terminaba
de surfearla bien. Como ya he comentado en otras ocasiones, no suelo leer
novedades a no ser que sean de escritores a los que ya conozco y por tanto de
los que espero con ganas sus novelas nuevas. Y no lo hago porque prefiero que
el tiempo de a cada novela su lugar tanto en librerías como en mis propias
ganas de leerlas. Hay novelas que creo querer leer en el momento de su
publicación y que evito comprar para saber si pasado el tiempo sigo queriendo
leerlas. Algunas superan este tiempo de hibernación y otras, probablemente para
mi bien, caen en el olvido una vez el foco mediático editorial pasa a otra novedad
más inmediata. Esta ha superado la hibernación y tras su lectura me reafirmo en
mi estrategia.
Temporada de huracanes es,
como su propio nombre indica, un verdadero vendaval de sensaciones que atrapa y
arrastra al lector a un torbellino del que apenas puede salir y cuando lo hace
no es indemne. Si empleo la comparativa entre este libro y parte de su título
es porque sinceramente la narración de esta novela es un puro huracán: una
narración continuada sin apenas puntos y a parte que hacen de su lectura todo
un reto. Lo que puede parecer un hándicap para una novela en la etapa actual
que vive la narrativa, en esta ocasión es todo un acierto y una vez el lector
se hace a la forma y al ritmo de la narración esta se convierte es un puro torrente
de emociones y sensaciones difíciles de expresar.
Como ya es también tradición en
mis últimas lecturas, empecé Temporada de huracanes sin saber nada de lo
que iba. El mero hecho de ser una novela iberoamericana, estar escrita por una
mujer y haber sido tan celebrada en librerías desde que se publicó, ha bastado
para que mi interés por ella haya permanecido intacto y quisiera leerla. Como
no sabía nada de este libro al comenzarlo me sentí abrumado por enfrentarme a
una narración continua sin casi descansos que, aunque no es la primera vez que
leo algo así, siempre suele desanimarme la lectura. Pero superé cualquier
prejuicio y me adentré en una historia de violencia sin paliativos, contada desde
diferentes puntos de vista, desde diferentes ángulos y con diferentes
sensibilidades que conforman un puzle narrativo casi perfecto.
Violencia. Violencia contra las
mujeres, violencia contra los hombres, violencia por envidia, por miedo, por
amor, por venganza… Violencia en todas sus formas. Violencia como manera de
controlar una sociedad y atarla a la más absoluta de las indigencias
culturales, sociales y económicas. Temporada de huracanes es una novela
que gira sobre un estado de violencia generalizado en México. Violencia como
diosa a la que se reza, a la que se entregan sacrificios y alrededor de la cual
gira todo en ciertas partes de México y Latinoamérica.
Por encina de todas las
violencias que Temporada de huracanas toca de manera directa o indirecta, está
la violencia que deriva de un machismo que impregna toda la sociedad mexicana,
desde hombres a mujeres desde que son apenas unos adolescentes. Y, sí, también
las mujeres de esta novela son machistas, mucho, y su machismo arrastra a los
hombres a un mayor machismo, a una violencia que queda justificada como
demostración de hombría, de ser un buen macho, de ser un hombre con todas las
letras y en mayúscula. Pero es que cuando la violencia está instalada y
normalizada en la sociedad, cuando es una parte más de la manera en que las
personas se relacionan entre sí, cuando es un proceso más de ubicación social,
de adaptación a un medio en el que si no eres hostil y violento es probable que
acabes en una cuneta o simplemente como medio de desfogue del resto, poco se puede
hacer para romper el círculo.
Fernanda Melchor, la autora de Temporada
de huracanes, ha dado un golpe en la mesa con esta soberbia novela en la
que trata la violencia estructural social mexicana con total crudeza, sin dejarse
llevar por el sentimentalismo y sin ocultar ni los orígenes de la violencia ni
lo que entraña la misma en la sociedad. La novela además tiene una fuerza
terrible, no solo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. El estilo, el cómo
está narrado, el uso del lenguaje, el toque de realismo mágico que impregna la
novela… Todo suma. Todo hace que esta novela sea casi perfecta, casi redonda (y
no afirmo que es perfecta o redonda porque creo que eso no existe).
Probablemente no descubro nada
nuevo a quienes os gusta la literatura o a los que seguís el blog hablando de
Temporada de huracanas. Sin embargo, para aquellos que en algún momento os ha
tentado acercaros a esta novela y no lo habéis hecho por miedo, por no querer
enfrentaros a una narración donde la violencia es el centro y el eje alrededor
del cual gira este huracán sin compasión, o por la forma en que está narrado,
dejar a un lado todos vuestros temores y prejuicios y sentaros a leer una
novela que te secuestra y te introduce en un mundo hostil donde apenas hay
hueco para lo positivo.
Caronte.
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