Que Arturo Pérez-Reverte saque
novela todos los años ya no es noticia ni sorprende a nadie. Es un autor tan
prolífico como pocos ha habido la historia de la literatura española; habría
que remontarse a la época quizá de Umbral o a la época de Galdós para encontrar
autores que publicasen tanto y tan bueno durante tantos años. Dejando a un lado
el propio carácter de Pérez-Reverte que puede gustar más o menos tanto por
opiniones como por actitudes, lo que es innegable es su grandiosa capacidad
para escribir, para hacerlo bien y para, en su mayor parte, dar a los lectores
novelas de aventuras de corte clásico que nos transportan a otra época y a
escenarios muy diversos. Leo esta su última novela apenas pocos meses después
de su publicación y con cierta incertidumbre por el estrepitoso fracaso (a mi
modo de ver) que supuso su anterior novela sobre la guerra civil y qué me
pareció de todo menos buena.
Cuando Pérez-Reverte se pone a
hacer las cosas bien, cuando se remanga y se pone a escribir con gusto, sin
prisas, sin encargos, sin obligaciones, sin intentar moralizar ni pontificar
sobre absolutamente nada, es cuando Pérez-Reverte logra lo que ha logrado con El
italiano: una novela de aventuras de corte clásico con sus dosis justas de
amor, de personajes fuertes, valientes, heroicos, ambiguos, dignos… que
entretiene de principio a fin y que traslada al lector directamente allí donde
se desarrolla la novela y le hace formar parte de la historia.
Después de leer el año pasado Línea
de fuego y quedar absolutamente decepcionado por la visión que Pérez-Reverte
plasmó en sus páginas mostrando una falsa equidistancia sobre la guerra civil
que lo único que demuestra es posicionamiento hacia uno de los bandos ya que,
si en una guerra civil equiparas bandos, cuando todos sabemos lo que pasó en la
nuestra, te estás poniendo en el lado vencedor quieras o no, de manera
consciente o inconsciente, pero lo haces. Por esto cuando publicó El
italiano decidí dejar pasar el tiempo antes de leerla. No quería ir
influenciado por la lectura de su anterior novela y por tanto no disfrutar de
lo que pudiera esconder el libro. Y, sin embargo, me he equivocado, lo
reconozco, pero no es demérito mío sino mérito Pérez-Reverte al haber vuelto
hacer aquello que mejor sabe: fabular.
El italiano nos traslada a
1942-1943 y a una zona muy interesante novelísticamente hablando cómo fue
Gibraltar y la frontera con España (Algeciras, la Línea de la Concepción) toda
esa zona fronteriza entre dos Estados enemigos en un periodo de guerra y en el
que los espías, los contrabandistas y los militares se mezclaban
permanentemente. Y no solamente eso, sino que Pérez-Reverte nos introduce en
una historia basada en hechos reales sobre militares italianos con torpedos
submarinos dirigidos por buzos, cuales motos de agua primigenias. Es
sorprendente lo que puede hacer la imaginación a partir de un hecho real y lo
que es capaz de hacer Pérez-Reverte con una historia que según él lleva
escuchando toda la vida como mito leyenda o heroicidad de unos hombres que
cumplían con su deber que era hacer el mayor daño posible a los enemigos.
Usa además Pérez-Reverte en El
italiano un recurso clásico de los escritores más arraigado, como es
introducirse a sí mismo como personaje (ficticio) de la novela para poder darle
estructura y tener un hilo argumental paralelo que apoya a la recreación
histórica de unos hechos ficticios pero que se basan en hechos reales
totalmente contrastables y que ocurrieron en la Bahía de Algeciras y en
Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial. Y como en el fondo esta novela
tiene un aire clásico de principio a fin, no podría faltar una historia de amor
puro (sin lujuria, sin florituras, sin lugares comunes a todas las historias de
amor que se leen en la literatura muy empalagosas o idealizadas); es un amor
clásico puro de película en blanco y negro de los años 50.
Perfectamente se podría hacer una
serie o una película sobre El italiano porque la narración y la historia
dan para ello. Pérez-Reverte entrega al lector una novela que se lee sola y no
es un tópico que quiera poner aquí. he devorado la novela en apenas dos días
porque no quería salirme de la historia quería saber qué pasaba en la siguiente
página cómo evolucionan los personajes y qué les pasaba. en esto el escritor
madrileño antiguo reportero de guerra es todo un maestro sabe escribir bien y
urdir tramas entretenidas que mantienen al lector pegado a las páginas de sus
novelas (quitando alguna que otra excepción como ya comenté al principio).
Con unos personajes típicamente
revertianos; con unos protagonistas, hombre y mujer, con tintes de héroes de
guerra, pero de héroes humanos clásicos no de superhéroes del siglo XXI; con
una trama basada en hechos reales urdida con un recurso literario clásico como
es el del autor personaje de su novela escrita con un ritmo formidable y
ambientada como solo Pérez-Reverte sabe hacer. El italiano es un libro
para disfrutar, de esos que reconfortan porque te sacan del sitio en el que lo
estés leyendo y te llevan, en este caso, a 1942 y a la Bahía de Algeciras para
vivir, como espectador, una historia puramente literaria llena de ficción pero
que, por qué no, quizá pudo haber ocurrido. Esta es la magia de la literatura y
la ficción.
Caronte.
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