Muchas veces las tradiciones
surgen de la nada, simplemente de un hecho que casualmente, consciente o
inconscientemente, se repite con una cierta periodicidad o asiduidad hasta que
pasa a ser una costumbre y alguien, un individuo o un conjunto de personas, lo
asume como tradición. Sin quererlo voluntariamente, esto es lo que me ha pasado
con Saramago desde que hace ya unos cuántos años lo leí por primera vez: y es
que desde aquella primera novela suya que cayó en mis manos (tarde como me
suele pasar con ciertos escritores) cada año leo entre una o dos de sus novelas
dependiendo de las que encuentre en las librerías de segunda mano que son las
que me han surtido de todos los libros suyos que he leído. Y ahora ya es una
tradición qué procuró llevar a rajatabla y honrar anualmente sumergiéndome en
alguna de sus novelas.
Tras haber leído probablemente
sus novelas más famosas o de título más célebre, esta vez la que ha caído en mis
manos es esta novela de título absolutamente atractivo (atractivo por lo que
tiene de misterioso y límite mentar a la muerte en el título de una novela). Las
intermitencias de la muerte es un libro en el que es la muerte, la parca,
esa señora (siempre es una mujer la muerte, siempre en femenino) con guadaña,
túnica negra y de aspecto la protagonista como en el fondo lo es de nuestra
vida. Si digo la verdad, es la primera vez que leo una novela cuyo protagonista
sea un elemento tan esencial y radical en nuestra vida como es la muerte:
aquello que en el fondo le da sentido a nuestra existencia.
¿Qué es la muerte sino algo que
desde el momento en que nacemos sabemos que tendremos que afrontar? ¿Qué es la
muerte sino un evento cumbre en nuestra vida que llega sin nosotros saber
cuándo y por tanto al igual que en hacer causará dolor y lágrimas aunque de muy
distinto y contrario signo a aquellas que se producen en el alumbramiento de
una vida? pues en esta novela Saramago da una respuesta un tanto alternativa y
presenta a la muerte como una funcionaria que decide deja de hacer su trabajo.
Esta es la premisa principal de Las intermitencias de la muerte: cómo se
desarrollaría la vida en un país en una sociedad en la que nadie muriera. Difícil
cuestión que nadie se plantea por lo inasumible de la misma y porque sería en
cierto modo un alivio y un agobio al mismo tiempo.
Las novelas de Saramago, al menos
las que hasta la fecha he leído, plantean siempre cuestiones morales,
filosóficas y éticas que afectan al ser humano como individuo y como sociedad
de manera profunda. Las intermitencias de la muerte no es una excepción
y partiendo de un planteamiento absolutamente distópico o de ciencia ficción (qué
son los géneros en los que yo englobaría la obra de Saramago) el Nobel
portugués analiza los aspectos personal, a nivel de individuo, y social, a
nivel de conjunto, que entrañaría el que no muriera nadie y que por lo tanto la
vida no tuviera un fin (entendiendo este fin en dos vertientes: como objetivo y
final).
Por desentrañar un poco la
estructura y el contenido de la novela podríamos decir que es bastante claro
que Las intermitencias de la muerte se podría dividir en dos partes
perfectamente diferenciadas. Una primera mitad de la novela trata y analiza de
diferentes vertientes como la sociedad en su conjunto a nivel gubernamental
empresarial religioso y social afronta el hecho de que nadie muera. Es en esta
primera mitad en la que Saramago, como suele hacer en sus obras, muestra su
aspecto de escritor más ideológico y político analizando muchos aspectos claves
de lo que a día de hoy es la sociedad capitalista en la que vivimos llevando al
límite absolutamente todos los tabús morales y éticos que envuelven al final de
la vida ya sea la enfermedad, la vejez y la propia muerte. Es muy interesante ir
de la mano de Saramago y su magnífica lucidez cómo el intelectual que fue los
diferentes aspectos que en una estructura de sociedad actual se verían
afectados por este hecho fantasioso, ya que bajo la narración de una fábula
entretenida y magistralmente escrita subyace siempre una crítica lúcida y voraz
del sistema social absolutamente desbocado y desaforado que las sociedades
capitalistas han impuesto.
Sin embargo, Las
intermitencias de la muerte tiene una segunda mitad que choca radicalmente
con la primera y que prácticamente constituye una segunda novela dentro del
global. Y es que, en esta segunda mitad, Saramago se centra en la muerte y en
su retorno al trabajo dando un preaviso de 7 días a aquellos que van a morir
volviendo a plantear otra vez una serie de dilemas morales sobre este hecho,
pero, sobre todo, humanizando a la muerte, a la que termina poniendo cuerpo
físico y rostro de mujer para traerla entre los vivos e intentar culminar un
trabajo que se niega a ser realizado.
Este contraste entre las dos
partes de una misma novela hace de Las intermitencias de la muerte una
de las obras de Saramago más complejas e interesantes de leer, puesto que se
mezclan dos de las características fundamentales de la obra de este magnífico
escritor portugués una narración comprometida con los dilemas sociales que
tiene la vida y la reacción del ser humano a los mismos, con una fábula
fantástica sobre la muerte y sus debilidades. Porque humanizando a la muerte
Saramago lo único que hace es constatar que entre muchas cualidades la muerte
es principalmente algo inherente a la vida y que no puede escapar de vivir como
ningún vivo puede escapar de morir.
Caronte.
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