Vuelve Gerald Durrell a Corfú, a
sus recuerdos de una infancia plena, libre y feliz, de crío inquieto e
inteligente, amante de la naturaleza y aventurero en esencia. Debió ser tan
plena los cinco años que el escritor y naturalista inglés vivió con su familia
en la isla griega de Corfú que lo allí vivido durante esos cinco años, esos más
de mil ochocientos días, con sus horas y minutos y segundos que tras la
publicación de Mi familia y otros animales y viendo el gran éxito que
cosechó el libro, creyó necesario ampliarlo con una nueva entrega de esas
memorias que van de lo costumbrista, a lo familiar pasando por lo divulgativo y
el amor a la flora y fauna griegas. Son inagotables las anécdotas que en este
segundo volumen de la Trilogía de Corfú vuelve a contar el más joven de los
Durrell, tan inagotables como variada e interesante es la fauna de Corfú, que
como en la anterior entrega, también en este libro tiene una especial
importancia por ser, junto a la familia del escritor, uno de los ejes alrededor
del cual gira todo.
Bichos y demás parientes
no es una “continuación” de su predecesora en la trilogía de Corfú de Gerald
Durrell. No. Este libro es una narración paralela a la primera en la que
Durrell cuenta anécdotas y describe fauna y flora que en el primer libro no
había metido por considerar quizá que fueran menores. Sin embargo, y esto es
una opinión personalísima, en esta segunda entrega Durrell nos presenta un
libro quizá más íntimo que el primero, en el que las anécdotas familiares ganan
a las naturalistas y donde sus aventuras son tan estrambóticas y estrafalarias
que el lector bien podría pensar que la mitad son inventadas o que no pueden
pasar tantas cosas tan extraordinarias en tan “poco” lapso de tiempo (esos 5
años pasados por la familia Durrell en Corfú durante los años previos a la
IIGM).
No hay en principio un orden
cronológico en la narración y aunque estos dos primeros libros pueden leerse
por separado sin conocer la existencia el uno del otro, es recomendable empezar
por el principio la trilogía para así llegar a Bichos y demás parientes
y poder saber de quien habla el joven Gerry cuando menciona a su burra, sus
perros o los diferentes animales que va coleccionando, vivos y muertos, en su
cuarto pese a las quejas y lamentaciones, histriónicas a veces, de sus
hermanos, principalmente del mayor, el también escritor Lawrence “Larry”
Durrell. Entran en liza además personajes y amigos de la familia Durrell que
quizá sin conocerlos de antes pueden quedar un poco colgados ya que, aunque
Gerald Durrell al volver a mencionarlos hace una brevísima introducción y
presentación de los mismos, no lo hace con la misma gracia, garbo y profundidad
con que lo hizo en el primer libro de la trilogía.
Abrumadoras vuelven a ser las
descripciones naturales que hace Gerald Durrell de sus escapadas aventureras
por la isla de Corfú en busca de nuevos descubrimientos para colmar su mente
inquieta y amante de los animales y la naturaleza en todo su esplendor y
conjunto. Bichos y demás parientes no solo es la recolección de anécdotas
y recuerdos de un escritor rememorando años en los que fue realmente feliz en
el mundo, un mundo inocente aún, primigenio y rural, humano, sino que también
es un canto a la naturaleza y un ensayo precioso en el que se ensalza la
belleza de la naturaleza como gran casa común para toda la humanidad que es.
Como su predecesor en la trilogía
Bichos y demás parientes es un verdadero canto a la libertad y la
felicidad, a la vida simple, contemplativa y tradición, a una forma de existir
y estar en el mundo que ya no existe y que probablemente nunca vuelva.
Obviamente, y el mismo Gerald Durrell así lo dice en el prefacio del tercer
libro (que ya he empezado a leer mientras escribo estas líneas), la familia
Durrell no era normal en el sentido que eran ricos para los estándares griegos
de la época y, por tanto, tanto la madre como los cuatro hermanos podía
dedicarse a lo que más les gustara y llenara en una isla que tanto contraste
hacía con la gris Inglaterra de la que venían.
Acabo de mencionar que ya estoy inmerso
en la lectura del libro que cierra y complementa la Trilogía de Corfú.
Probablemente no me cuente nada diferente de lo que el primero y este Bichos
y demás parientes me han contado ya. Pero leer a Gerald Durrell, con ese
tono tan maravilloso y entusiasta, tan cómico como lírico, tan divulgativo como
literario, es un placer. Y es un placer porque leer algo que te hace viajar,
disfrutar, sonreír y querer vivir lo mismo, aunque sea de otra manera es
siempre un gusto. Porque la literatura, en todos sus géneros y formas implica
hacer que el lector, durante el tiempo que esté leyendo, sea otro en otro lugar
y otro tiempo. Leed esta trilogía y disfrutad tanto de la maravillosa isla de
Corfú, como de sus gentes, su fauna, sus paisajes, sus playas, y sobre todo de
la disparatada familia Durrell.
Caronte.
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