Continuo mi empresa literaria
particular, mi primer y más ambicioso reto lector hasta la fecha, de alternar
la lectura de las obras más relevantes de dos hermanos humanistas y escritores,
Lawrence y Gerald Durrell, con el primer libro de los que conforman La Trilogía
de Corfú. Estar inmerso en lo que en el fondo es una aventura literaria que me
llena de orgullo me hace sentir vivo. La literatura en su más alto grado y
nivel, expresada en dos obras tan distintas y dispares entre ellas como comunes
al buen gusto y estilo literario, llenas de elementos enriquecedores y
atractivos para mentes inquietas y literarias como siento que es la mía,
siempre es de los placeres más intensos y preciados que un amante del arte
puede tener. No deberíamos olvidar que la literatura debería aspirar a no ser
simplemente un divertimento, un modo de pasar un buen rato, sino que debería de
llegar a alcanzar la belleza formal que la escritura, el jugar con letras y
palabras, puede proveer.
Tras acabar Justine, libro
que da comienzo al Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell, el mayor de los
hermanos, cambio totalmente de registro para empezar la Trilogía de Corfú con Mi
familia y otros animales del hermano pequeño, Gerald. Menudo contraste se
produce entre ambos hermanos. Nada más que el apellido y la presencia del mayor
como parte del elenco protagonista del libro del menor une a ambos hermanos en
su escritura; bueno, esto y que ambos son capaces de narrar con un estilo tan
elegante y depurado que la lectura se hace tan amena y fluida como un río
tranquilo que no levanta turbidez a lo largo de su cauce.
A la hora de leer Mi familia y
otros animales el lector tiene que tener en cuenta que Gerald Durrell ha
sido uno de los naturalistas y divulgadores científicos más importantes de su
generación, además de un escritor excepcional dotado de un privilegiado sentido
del humor y una ironía tan fina como acertada. Partiendo de esta base se puede
uno sumergir en este primer libro que no cuenta otra cosa que la experiencia de
la familia Durrell, y de un jovencísimo Gerry (en la novela, durante la que
transcurren 5 años, Gerald Durrell va desde los 10 a los 15 años) en
particular, tras decidir abandonar la húmeda, lluviosa, fría y reumática
Inglaterra por la soleada, cálida y mítica Corfú.
Mezclando anécdotas familiares y
de gente local a la que van incorporando al clan Durrell como personajes de
toda la vida de la familia, y explicaciones zoológicas y narraciones de las
expediciones del joven curioso e incipiente amante de la naturaleza que fue en
su día Gerry, el más joven de los hermanos Durrell conforma en Mi familia y
otros animales una narración tan amena como didáctica, tan divertida como
divulgativa y tan irónica como comprometida con la naturaleza. Nunca se cae en
la parodia, ni de su familia, ni de la isla griega que parece anclada en un
pasado aún más remoto que en el que se desarrolla el libro, ni de los
diferentes amigos y conocidos que a lo largo de las páginas van apareciendo en
la familia de los Durrell.
Siendo Mi familia y otros
animales (1956) contemporánea absoluta de Justine (1957), ambas
novelas no podrían ser más opuestas. Pero es que claro, ambos hermanos, Larry y
Gerry, no podrían ser más distintos. Ya lo dice en el prólogo Lawrence Durrell
diciendo que siente que él sea el hermano más cascarrabias y quizá antipático,
o al menos el que mayor impresión de gruñón da, pero probablemente los
caracteres de los dos hermanos, distanciados 12 años entre ellos, forjaron su
devenir literario creando obras radicalmente opuestas en fondo y tono, pero
compartiendo algo que pocos escritores logran: un estilo envidiable, donde la
historia fluye sola, con la enorme dificultad que esto tiene y que bien sabemos
aquellos que alguna vez nos ha dado por escribir algo (o al menos intentarlo).
No es necesario que un libro
trate sobre temas trascendentales para el ser humano para interesar a una mente
inquieta. Tampoco es necesario que nos atrape en un misterio o en una historia
morbosa donde las pasiones desatadas o los crímenes más crueles son los hilos
conductores. Muchas veces la simple narración de la vida, la evocación de una
época donde el tiempo era sosegado, las descripciones de animales y anécdotas
cotidianas pueden servir para configurar una lectura de esas que llenan a uno. Mi
familia y otros animales es ese tipo de libro: una lectura sosegada de
bellas imágenes y descripciones zoológicas que a uno le animan a luego
investigar por su cuenta tras la lectura para poder poner “cara” a todos los
animalillos que el desmedido Gerry va acogiendo en su cuarto/museo. Por
mencionar una escena en particular, se narra un baño en el mar entre delfines,
luciérnagas y plancton fluorescente; la belleza de esta escena, narrada entre
el lirismo y lo científico, es tal que hubiera soñado estar en el mar con los
Durrells viviéndola.
Si de la primera novela del
Cuarteto de Alejandría deseé haberla escrito yo mismo, de Mi familia y otros
animales hubiera deseado formar parte de esa familia, como Durrell o como
allegado, para poder vivir, aunque solo fuera un instante, su vida, su día a
día lleno de naturaleza, gozo y vida. Se podría reducir el comentar este libro
a simplemente decir que es una narración autobiográfica de los cinco años que
los Durrell pasaron en la isla de Corfú, pero con esto uno se quedaría no solo
corto, sino que faltaría a la verdad. Este libro es una oda a la vida, a la
alegría de vivir y a la naturaleza exuberante que nos rodea y a la que solemos
ignoran constantemente incluso persiguiéndola y destruyéndola por comodidad y
miedo. En las páginas de este libro no hay más que vida.
Caronte.
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