Acabo la última de las novelas
que constituyen El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell sabiendo que he
termino de leer algo grande e importante, no ya solo porque sea una de las
obras narrativas inglesas más importantes del siglo XX sino porque enfrentarme
a la lectura de estas cuatro novelas ha sido todo un reto lector personal ya
que no sabía cómo terminaría algo que me impresionaba e imponía antes si quiera
de sumergirme en la lectura del primero de los libros. Acabo hoy Clea
sabiendo que difícilmente voy a poder encontrar un conjunto de novelas que me
llenen como estas cuatro han hecho y que me resulten tan atractivas tanto como
lector como por intento de escritor (frustrado pero realista, casi aliviado por
saber que nunca nada de lo que escriba podrá ver la luz, porque total, para
qué).
Clea no solo es el cierre
del cuarteto que narra las relaciones entre sí y con la propia ciudad de
Alejandría de los diferentes personajes y amigos que dan no solo nombre a los
cuatro libros, sino que acompañan al lector en una narración intensa, profunda
y sutilmente filosófica donde se reflexiona sobre el amor, las pasiones
humanas, el arte o la escritura. Esta novela es también la más personal, íntima,
metafísica, críptica y surrealista de las cuatro que componen esta obra magna
narrativa. Esta es una de las razones por las que me imponía leer el cuarteto,
porque investigando un poco me daba cuenta de Lawrence Durrell podría
inscribirse en una tradición literaria de estilo críptico y mundos y temas
propios, de muy alto nivel intelectual y cultural que, sin embargo, para mí
quedaría muy alejados. Nada más lejos de la realidad. Por eso también acabar este
conjunto de novelas ha supuesto todo un reto literario del más alto nivel y del
que más orgulloso me siento.
A modo de últimas puntadas del
tapiz general, o como últimas pinceladas en el fondo de un fresco magnífico y
complejo de personajes y relaciones entre ellos llenas de matices y sombras, Clea
cierra de manera magnífica todo el Cuarteto de Alejandría. No flaquea Durrell
en su forma de narrar, tan sutil pero tan contundente, que hace que la lectura
no sea un mero descubrimiento de una trama, que queda en segundo plano por un
estilo narrativo que eclipsa todo, sino un placer vigoroso y fuerte, constante,
por ver cómo diversas voces narrativas, diversos estilos y formas de narrar
desfilan ante los ojos atónicos y atentos del lector que no puede más que
admirar la construcción de estas novelas con cierta perplejidad, gratitud y, si
alguna vez ha sentido el impulso de la escritura, con bastante envidia.
En Clea se cierran las
historias de varios personajes que han ido apareciendo en el cuarteto; sigue de
fondo el áurea magnética de Justine y su tremendo atractivo que hace que los
hombres se vuelvan locos por estar en su órbita; varias muertes siguen sucediéndose,
secundarias, pero trágicas y demoledoras para los afectados; varios misterios
surgen sobre personajes que cualquier lector creería secundarios; y quien simplemente
parecía un mero narrador, Barley, pasa a ser depositario y actor principal en
el escenario místico y de leyenda decadente de Alejandría.
Todos y cada uno de los libros
que forman el cuarteto, en sus variedades y formas, en sus tramas ligeras y en
las profundas, en su ambientación en una extinta Alejandría diplomática, cosmopolita,
burguesa, de cafés de aspiración europea y barrios árabes donde lo místico y
legendario deja a lo terrenal en la más tenebrosa oscuridad, han sido un viaje
narrativo intenso y complejo en el espacio y el tiempo y en la psique humana. Clea
cierra un todo, un conjunto literario único y complejo que, aunque podría
leerse de manera independiente, conforma un análisis profundo del alma humana,
de sus pasiones desatadas, de sus deseos más prohibidos…
Sin embargo, acabar de leer Clea
y con ella El Cuarteto de Alejandría me plantea un problema: ¿Qué leo yo ahora?
¿Qué se lee cuando has estado durante todo un mes leyendo las obras magnas de
dos hermanos escritores como son Lawrence y Gerald Durrell intercalando las del
cuarteto del hermano mayor con las de la Trilogía de Corfú del menor? ¿Qué se
puede empezar a leer sabiendo que el listón está tan alto que sabes que
cualquier cosa la vas a comparar con lo recientemente leído? Me hago estas
preguntas con resignado optimismo porque siempre pienso que los libros están
para ser leídos y solo entonces opinados. Pero, aún así, me siento un poco huérfano
y vacío.
Clea ha supuesto el final
de un reto lector que me impuse hace un mes. Reto que creo que he superado con
creces demostrándome a mí mismo que ningún tipo de obra o género literario, o
ningún autor deben impresionarme o darme rechazo leer por pensar que no estaré
a la altura. Estas cuatro obras de Lawrence Durrell me han confirmado que estoy
más preparado de lo que yo pensaba para leer cualquier cosa que pueda
proponerme siempre que mi voluntad sea no tanto disfrutar de una buena
historia, sino simplemente dejarme llevar por el arte que implica la buena
literatura. Y El Cuarteto de Alejandría es buena literatura.
Caronte.
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