lunes, 27 de junio de 2022

Mountolive (Cuarteto de Alejandría III)

Tercera novela de las que componen El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Tercera novela que poco o nada tiene que ver con las otras ni por fondo ni por forma. Tercera novela que me está dejando totalmente encantado con la lectura, como si fuera un niño la mañana de Navidad y Reyes viendo bajo el árbol de Navidad regalos y más regalos dispuestos para su disfrute inmediato o relajado. Y es que lo que estoy disfrutando de la lectura del cuarteto, de cada uno de los libros que llevo leídos (ya tres, restándome únicamente el último con el que se desenlazará toda), no creo recordar que lo haya disfrutado antes con ningún otro, salvo quizá alguno de Javier Marías o Antonio Muñoz Molina. Tengo, además, sensaciones encontradas, porque por un lado quiero concluir la lectura del cuarteto para terminar de hacerme una idea del fresco que Durrell quiso mostrar en él, pero, al mismo tiempo, sé que tras su lectura quedaré un poco huérfano y desnortado para encontrar alguna lectura que esté a la altura.

Mountolive es la historia del embajador británico en Egipto: personaje también importante en las relaciones que se dan entre los protagonistas del cuarteto, Justin y Nessim, Melisa y Barley (que protagonizaron más directamente las dos novelas anteriores). Los entresijos de las relaciones personales de David Mountolive desde que llega a Egipto por primera vez de joven, conoce a los Hosnani (Nessim y Naruz, piezas clave de la historia que Lawrence Durrell nos está contando), consigue plaza diplomática, da vueltas por diferentes legaciones de su país, y vuelve de nuevo a Egipto en un momento clave, personal y político, para reencontrarse con pasiones y lealtades pasadas y presentes que debe gestionar; estos entresijos son el eje alrededor del cual se narra esta novela.

Esta es además una novela de corte y estilo clásico, muy británica e inglesa, muy de personajes sobrios que intentan controlar sus emociones y pasiones sin conseguirlo, donde el deber y la lealtad son pilares fundamentales en las relaciones personales. David Mountolive es un personaje prototípico inglés que, cumpliendo siempre su deber para con su país, se enfrentará a una ciudad, Alejandría, y a unas personas que le llevarán a perderse en sí mismo para intentar controlar sus impulsos y tomar decisiones de calado que afectan a sus amigos y conocidos. Mountolive es al mismo tiempo una novela histórica, psicológica, pasional, romántica y puramente narrativa que cualquier amante de la literatura disfrutará saboreándola poco a poco.

Vuelve a ser Alejandría el trasfondo en el que todo pasa, donde las relaciones personales entre los diferentes personajes, ya familiares para el lector, se desarrollan, envenenad y desenlazan. Y es aquí cuando Lawrence Durrell saca a pasear su grandeza literaria, su saber hacer narrando para entregarnos una pieza más de ese gran fresco que lleva pintando desde que comenzó el cuarteto, de ese gran tapiz que lleva tejiendo desde Justine, la primera novela de las cuatro que lo forman. En Mountolive, Durrell sigue ahondando en la ciudad trampantojo que fue Alejandría antes de la Segunda Guerra Mundial y que, tras la misma, con la llegada del Egipto, moderno desapareció. Como en Justine y Balthazar, en esta novela hay un pasaje memorable y fastuoso en el que Lawrence Durrell narra una especie de trance del embajador Mountolive por las calles alejandrinas que llevan al delirio y en el que con una descripción oscura, cruda y fantasmagórica dibuja una Alejandría en el borde mismo de la luz y la oscuridad, ambigua, discutible, penumbrosa, ocre, calurosa y engañosa.

Nada sobra en una narración perfectamente hilada y tejida que da como resultado una pieza del tapiz general que conforma El Cuarteto de Alejandría esencial para comprender todo en su conjunto. Mountolive es, por así decirlo, la novela esencial para comprender todo el trasfondo que une las diferentes vidas de los personajes que ya hemos ido conociendo en las dos novelas predecesoras. Como un hilo invisible, esta novela va poco a poco entre lanzando fragmentos que ya conocíamos, pero desde otro punto de vista. El narrador de esta novela no es ningún personaje, sino uno omnisciente que conoce todo y que nos va trasladando de un foco a otro para ir arrojando luz sobre aquellos sectores de la historia que seguían permaneciendo en penumbra.

La manera en que Lawrence Durrell plasma en una historia compleja de relaciones personales, pasionales y sentimentales, cómo los sentimientos y las pasiones determinan todo nuestro mundo y nuestra vida es soberbia, tanto en forma como en fondo. Mountolive es puro clasicismo narrativo, pero encaja a la perfección con sus novelas compañeras de cuarteto. No sirve de nota discordante, sino más bien todo lo contrario, es el acorde que ordena y guía correctamente a buen puerto la sinfonía sobre la Alejandría legendaria previa al conflicto mundial que cambió el mundo para siempre. Las diferentes formas de amar y querer, el cómo se despliegan las pasiones en un entorno convulso, lleno de matices y dobles sentidos, de sutilezas y susurros y sombras en el atardecer, es tan tremendamente actual que para la época debería sonar exótico y hasta extravagante, no siéndolo en absoluto.

Me resta la última de las novelas que conforman el cuarteto alejandrino de Lawrence Durrell, pero Mountolive ya va confirmando que probablemente este conjunto literario, esa enorme obra narrativa donde forma y fondo se mezclan y complementan tan bien que es imposible no envidiar su creación, serán obras que me marcarán inevitablemente como lector, de esas novelas que quedan tan grabadas que luego toda lectura posterior no es sino una búsqueda imposible de volver a sentir lo mismo que con ella. Se va acercando el final de mi empresa lectora de junio, y siento pena por ello, al mismo tiempo que entusiasmo por lo que me puedan deparar futuras lecturas.

Caronte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario