Lo he ido
retrasando sin darme cuenta, poco a poco, pero sin perder de vista el objetivo
final que era leer este libro. Y la oportunidad me surgió de golpe en Córdoba
donde en una librería de segunda mano, muy curiosa ya que ocupaba el lugar que
antaño ocuparía una pescadería o carnicería o frutería en el mercado de la
ciudad, el pasado mes de enero, durante mi primer viaje a la ciudad califal, donde
di con este libro en formato bolsillo después de haberlo buscado en Madrid por
muchas librerías de segunda mano y no habiéndolo encontrado en ninguna. Es lo
que tiene las casualidades, que se presentan si avisar y a uno le alegran la
existencia, o un viaje, o una determinada experiencia de la que no espera una
sorpresa así. Gracias a esta conjunción misteriosa entre destino y vida he
podido avanzar en esta trilogía sobre la Guerra Civil Española de José María
Gironella que empecé hace ya unos años con “Los
cipreses creen en Dios”, libro que ya reseñé en el blog.
Si en la primera
de las novelas de esta trilogía sobre la Guerra Civil que destruyó España,
Gironella narraba el por qué se llegó hasta la odiosa guerra; en “Un millón de muertos”, novela de
título al menos llamativo, se narra el durante de la Guerra, desde el estallido
de la misma hasta el mensaje que se lanzó el primero de abril desde Burgos
dando por finalizado el conflicto. La novela empieza justamente en el mismo
instante en que acaba la primera y sigue con la vida de los mismos personajes a
los que ya cogimos cariño en las casi mil páginas de los “Cipreses”. Así vuelve a ser la familia Alvear, en todas sus ramas,
la que centra toda la novela y a la que se vuelve, a uno u otro de sus miembros
durante las casi 800 páginas de este segundo libro de la trilogía.
Como he dicho “Un millón de muertos” empieza
justo al día siguiente que acaba el tomo anterior y por tanto la acción aparece
en el cementerio de Gerona con decenas de muertos apilados junto a las tapias,
o siendo enterrados ya por sus familiares que se han acercado hasta el
camposanto en silencio y casi en secreto después del estallido de rabia del día
anterior en el que se cometió el Golpe de Estado Militar que acabaría con la
República y llevaría a toda España a la sinrazón de una guerra fratricida.
Quiero enfatizar el término fratricida para llamar a la guerra porque en la
novela se ve muy bien como el conflicto al que los políticos y militares
fanáticos, y analfabetos en el fondo, arrastraron a este país fue una cuestión
de sentimientos y familias.
Gironella supo
aunar en “Un millón de muertos”
todas las visiones de la guerra: la de la República, la de los monárquicos, la
de los militares, la de las diferentes facciones y familias de la izquierda, la
de los empresarios, la de los ciudadanos normales, la de los religiosos, la de
los extranjeros… Aunque en una entrevista el autor dijo que no quería que a
esta novela, o a las otras dos que conforman la trilogía, se la considerara un
enorme fresco de la guerra en el que se plasmaran todos los ámbitos de la
misma, no me queda otra palabra para poder calificar esta inmensa obra
literaria, esta novela ambiciosa a más no poder que puede igualar perfectamente
a otras grandes obras de la literatura europea del siglo XX como “Vida y destino”, en la que se
plasman todas las caras de una España convulsa que llevó a los hombres y
mujeres de este país a perder la cabeza por ideales absurdos, los de un bando y
los de otro.
Al ser “Un millón de muertos” un fresco
tan amplio lleno de personajes, escenarios y tramas y subtramas, es complicado
poder hacer una reseña sencilla de la novela. Aun así es digno de admiración
que una novela sobre la Guerra Civil en su día no gustara a ninguno de los dos
bandos: a los vencedores porque se habla de sus brutalidades y su injustificada
causa; y a los perdedores por quedarse corta en la descripción de los crímenes
de los fascistas. Esto ya no pasa y no hay novela de la guerra civil que no sea
partidaria de uno u otro bando o que pase por ser objetiva no siendo más que
falsa objetividad.
Es absurdo hablar
de “Un millón de muertos” como
una novela de signo político. No comparto esa visión que he leído en algún lado.
Esta novela es un novelón en el que, gente como yo, con más tendencia
progresista y socialista (aunque a día de hoy en este país esta palabra no
tenga significado político real) sentimos pena con su lectura; pena y rabia.
Pena porque uno se da cuenta en las páginas de esta novela como la izquierda
hizo más por perder la guerra que por ganarla, ya que lo único que le
importaban a comunistas, trostkistas, anarquistas, socialistas y demás
facciones era quedar bien con Moscú y el mundo importándoles bien poco los
españoles normales que lo único que querían era vivir tranquilos, tener que
comer y en qué trabajar. Y rabia porque uno se da cuenta como el relato que se
ha impuesto a día de hoy en la sociedad y en la historia que se cuenta es el de
los vencedores poniendo a los fascistas militares como simples accidentes
inevitables, cosa que no es así.
Dejando a un lado
todas las significaciones políticas e históricas de la novela, “Un millón de muertos” tiene
tantos puntos de vista diferentes que al final el lector tiene una visión
global de lo que fueron aquellos tres años de guerra. Aunque es más novela que
libro de historia, sí hay momento, mucho más que en los “Cipreses” es los que me he sentido un poco fuera de la narración,
sobre todo cuando Gironella daba datos militares históricos, de escaramuzas,
batallas, o soldados. Pero claro, todo esto es inevitable en una novela en la
que se pretende dar una visión colectiva y global del conflicto para entender
todo bien. Pese a esto, es soberbia la narración que en el capítulo XXI, creo
recordar, hace Gironella de la Batalla de Madrid llevada a cabo en noviembre de
1936; soberbia y muy emotiva.
Quiero destacar también
la visión que de la Guerra Civil se da en dos de los personajes nuevos que
aparecen en “Un millón de muertos”,
como son dos periodistas extranjeros que cubren el conflicto. Y es que esta
visión fuera de lo que uno pudiera pensar, está llena de costumbrismo, de
tópicos típicos sobre España y los españoles que, por suerte o por desgracia
(yo creo que por desgracia), no hemos cambiado en 80 años. Quizá los
comentarios más tristes sean los de estos dos corresponsales extranjero que
veían con objetividad lo que los españoles veían con furia, odio, rencor y
rabia.
Podría hablar
durante páginas y páginas de “Un millón
de muertos”, pero creo que sería hacer una reseña excesivamente larga.
Como me pasó con los cipreses,
Gironella ha vuelto a conseguir que leer una novela de 800 páginas sea algo
sencillo y lleno de emociones diversas y encontradas a veces, ante las que
cualquier persona con dos dedos de frente sentirá rabia e impotencia ante lo
que este país y sobre todo sus ciudadanos sufrieron llevados simplemente por
personas que no iban a perder nada en la guerra, ya que o la ganaron y se
enriquecieron o vivieron en el exilio con relativa “tranquilidad”. A lo largo
de la novela el lector que se anime con ella seguirá viendo a los personajes de
los cipreses junto a otros muchos y
podrá seguir o cogiéndoles cariño u odiándoles o cambiar su visión sobre los
mismos.
Amor, cobardía,
sinrazón, elocuencia, impotencia, felicidad, rabia, tristeza, pena, odio,
miedo; todos estos sentimientos y muchos otros jalonaran la vida de la familia
Alvear durante la novela y por tanto al lector que quiera leer una verdadera
novela sobre la Guerra Civil escrita desde la reflexión lúcida con la que José
María Gironella escribió “Un millón de
muertos”, título referido a los muertos de la guerra: el medio millón que
más o menos se calcula que murió y el otro medio millón de asesinos que mataron
su alma.
Caronte.