sábado, 28 de febrero de 2015

Cinco y acción: "El Francotirador"

Cuando un amigo me propuso ir al cine a ver esta película acepté y le dije que cuando él pudiera que me lo dijera. Acepté no porque la temática de la película me gustará, porque de hecho no es así, ya que las películas bélicas no se suelen gustar de primeras. Sin embargo y a pesar de la temática decidí aceptar la invitación porque el director es Clint Eastwood, y su protagonista principal Bradley Cooper. A nadie se le pasa que estos dos nombres, salvando las evidentes distancias de experiencia y edad, son muy importantes en Hollywood. No me podía negar a ir con mi amigo, y otras personas más, lo que es increíble teniendo en cuenta que llevo seis años diciendo de ir al cine a mucha gente y casi nunca he conseguido que más de dos personas vengan conmigo.


Eastwood es historia viva del cine, desde sus primeras películas de spaguetti western muchas de ellas rodadas en Almería hace ya muchas décadas, hasta las últimas películas en las que ha participado como actor y también como director, demostrando que es un actorazo como la copa de un pino y un director con un talento oculto increíble, pasando por las películas de transición en las que hacía salvador de América y tipo duro. Bradley Cooper no se queda atrás, y aunque tiene la mitad de años que Eastwood, ya ha demostrado que tiene madera para esto del cine y con cada película muestra su potencial interpretativo en muy diferentes registros lo que es de agradecer en un actor y no que se encasillen en papeles cómicos, dramáticos o de acción. Ambas figuras fueron las que me llevaron al cine a ver “El Francotirador” y la verdad es que salí más contento de lo que esperaba.

El Francotirador” narra la historia de Chris Kyle, interpretado por Bradley Cooper, que fue un francotirador y militar estadounidense perteneciente a los SEAL de la Armada de los EE.UU., famoso por ser el francotirador más letal de la historia militar estadounidense. Esta es la teoría. La práctica, y de hecho lo que se narra en la película de Eastwood no es toda su vida, o no de manera completa y totalmente verídica. La cinta se centra, y va alternando, la vida privada de Kyle con las operaciones militares en las que participó durante su vida. Al principio, la película puede parecer una americanada típica en la que se muestra a un americano ejemplar que cuando ve que se país necesita sus servicios se alista en el ejército para dar su vida si fuera necesario por salvaguardar la seguridad de sus compatriotas, poco a poco el espectador se va dando cuanta que de americanada tiene poco, o esa es la sensación que yo tuve.

La historia de Chris Kyle es conocida por lo que no voy yo aquí a contarla y decir nada que no se puede mirar en internet. Sin embargo he de señalar que antes de ir a ver la película no sabía nada de este personaje tan admirado y respetado en los EE.UU., tanto que el día de su funeral las calle de Washington se paralizaron al paso de la comitiva fúnebre y a lo largo de todo el trayecto que hizo su féretro hasta el cementerio de Arlington los conductores de otros vehículo paraban sus coches y mostraban sus respetos. Los puentes, aceras, calles y plazas por las que pasaba estaban llenos de personas pertrechadas con sus símbolos patrios, cazadoras vaqueras, banderas estrelladas, gorras de beisbol, que saludaban y despedía a un héroe para ellos, alguien que había dedicado toda su vida a matar terroristas para evitar que éstos mataran a su vez a militares americanos en Irak y Afganistán.

El Francotirador”, aunque pueda parecer todo lo contrario, es una película antibélica. Sí lo sé, es raro, teniendo en cuenta que se ensalza la figura de una persona que estuvo desplegada en misiones de guerra durante casi tres años, en periodos diferentes, no de manera continuada. Y es antibélica porque Eastwood no ha querido mostrar simplemente la parte militar y bélica de la vida de Chris Kyle, sino que también ha querido mostrar las secuelas que en un ser humano normal deja la guerra y matar sin pensar en nada más que en tu país, un este abstracto que nada tiene que ver con ninguna persona física. En la cinta se muestra con admirable tensión y crudeza lo que es la guerra, y lo que fue la vida militar de Chris Kyle en sus diferentes misiones. Clint Eastwood desde el principio de la película genera un vínculo muy estrecho entre el espectador y la propia historia haciendo que en varias ocasiones la tensión sea tal que es muy complicado no sentir agobio.

En varias ocasiones durante la película tuve que quitar los ojos de la pantalla. La tensión que en determinados momentos llegué a sentir hizo que el corazón me latiera más rápido de lo normal y que quisiera que no pasara lo que sabía iba a pasar. En el “El Francotirador” Eastwood ha demostrado que sabe contar una historia con tensión, mantenerla desde el principio hasta el final y tener al espectador agobiado a más no poder. La cinta es cruda, pero porque la guerra es cruda y por tanto es mérito de Eastwood el haber logrado generar en mí mismo una sensación de angustia muy elevada. He de decir que esta sensación la compartí con todas las personas con las que fui al cine, ya que una vez acabada la película todos coincidíamos en lo mismo, en la angustia que determinadas escenas nos habían hecho sentir, hasta el punto de no querer mirar la pantalla. Advierto aquí sin decir mucho más, sobre las escenas en las que aparecen niños; en estas escenas la tensión es especialmente elevada.

Sin embargo sí hay algo de lo que esta película carece. En las escenas en las que se narra la vida personal e íntima de Chris Kyle, es decir en la parte no bélica de “El Francotirador”, aquellas escenas en las que se ve su vida en familia, su boda, su relación con su mujer y el nacimiento de sus hijos, están faltas de sentimiento. Así como toda la parte de la guerra llega al espectador, las escenas personales no lo hacen, o al menos a mí no me dijeron nada, no me generaron ningún sentimiento. Eastwood debería recuperar el tacto narrativo que tuvo en “Gran Torino” para conseguir una película totalmente redonda, de esas de las que sales totalmente impresionado. Es probablemente el mayor fallo de la película, y no es pequeño también tengo que decirlo. Si en estas escenas se hubiera transmitido la misma intensidad y dureza que con las escenas bélicas, no hubiera tenido ningún problema en considerar a esta película como una de las mejores que he visto este año. Pero me ha faltado eso, intensidad y sentimientos.

Mención aparte quiero hacer de Bradley Cooper en su papel de Chris Kyle. Y es que me quiero quitar el sombrero ante quien considero uno de los mejores actores que hay ahora mismo en el cine. En esta película hace un papel memorable, que en otros años hubiera probablemente merecido el Oscar, pero que este año con la tremenda competencia que ha habido simplemente se ha quedado con la nominación. Bradley Cooper ha demostrado en los últimos años que puede hacer de todo y además con gran versatilidad, y demostrando en todo papel que interpreta ser muy convincente, logrando dar mucha veracidad y fuerza a todos sus personajes, ya sean cómicos, como melodramáticos, como totalmente dramáticos. Es fabuloso verle actuar en “El Francotirador” sobre todo en las escenas de guerra, ver cómo siente la tensión del personaje, esa que luego traspasa la pantalla y también sentimos los espectadores, y como en las escenas no bélicas también hace todo lo posible por dar forma al personaje, aun teniendo en cuenta que éstas últimas no me convencen del todo.

Como dije al principio salí del cine contento, en términos generales, con “El Francotirador”, porque creo que es una buena película que narra una historia interesante y que me mantuvo en tensión gran parte de la película haciendo que en varias ocasiones quisiera no estar delante de la pantalla viendo con esa crudeza lo que es la guerra en estado puro. Clint Eastwood ha hecho un trabajo aceptable, que se podría haber terminado por redondear si hubiera conseguido emocionarme también en las escenas no bélicas. Y Bradley Cooper está excepcional haciendo un papel impresionante. La película es recomendable, lo que pasa es que hay que ir preparado para ver una cinta cruda y dura en la que no hay miramientos a la hora de mostrar qué es la guerra.

Caronte.

martes, 24 de febrero de 2015

Lectura crítica: "Sefarad"

Pocas dudas tenía ya de que Antonio Muñoz Molina es uno de los grandes escritores en activo que tiene este país, activo y relativamente joven, con mucha carrera todavía por delante para seguir escribiendo durante muchos años. Pero con la última novela suya que he leído se ha terminado por disipar cualquier pequeño rescoldo de duda que pudiera albergar todavía sobre él. Y sinceramente no me esperaba que todavía pudiera ampliar más mi admiración por este escritor ubetense. Pero como casi siempre que uno va con juicios previos, he errado y asumo dicho error. No sé si en los libros suyos que todavía me quedan por leer encontraré todavía mayor admiración por él; pero lo que sí sé es que con “Sefarad” he terminado por asumir que Muñoz Molina es una apuesta segura si quiero pasar un muy buen y placentero rato de lectura.

Esta no es una novela al uso, de esas a las que todo lector está acostrumbrado desde que empieza a descubrir la literatura de verdad. “Sefarad” es una novela de historias. No nos vamos a encontrar entre las páginas de este libro a un personaje principal, salvo que uno quiera considerar al propio narrador de las historias como el personaje básico; tampoco vamos a tener un argumento que podamos seguir durante toda la novela; no tendremos tampoco un lugar donde se vayan a desarrollar los acontecimientos que ocurran en sus páginas, aunque habrá uno que en varias historias se repita y que el lector de Muñoz Molina sabe muy bien ubicar en el mapa de su imaginación literaria. Como he dicho ésta es una novela de historias, de novelas pequeñas que conforman un relato universal con un denominador común como es el adió a un lugar, a una situación personal, a lo que en un momento de nuestras vidas somos y a lo que no volvemos nunca.

Este hilo argumental común a todas las historias que Muñoz Molina nos presenta en “Sefarad” crea un mosaico multicolor de historias, personajes, lugares y acontecimientos, unos históricos, otros inventados, quizá alguno vivido por el escritor, con un sentimiento común de despedida, voluntaria u obligada, ya sea por la fuerza y la violencia, o simplemente por la necesidad. Pero esta obra va mucho más allá, y ahonda en esos sentimientos tan humanos haciendo que el lector los comprenda y los llegue a sentir a veces como propios. En el fondo todos o hemos vivido alguna situación similar a las que se narran en esta novela, o las vamos a vivir a lo largo de nuestra vida, porque al fin y al cabo vivir es despedirse continuamente. La cuestión es que hay despedidas tan dolorosas que dejan un poso de nostalgia en el alma y nos duelen, y nos hacen recordar que quizá esa despedida no fue tal, sino más bien una huida hacia adelante sin mirar atrás a ver qué es lo que dejábamos.

Las historias contenidas en “Sefarad” tienen todas algo de verdad. Hay historias de personajes famosos que tuvieron que huir en algún momento de sus vidas, que se tuvieron que despedir de su vida y de lo que habían sido hasta ese instante, quizá para siempre. Salen en este libro escritores como Kafka y Primo Levy, políticos rusos, comunistas, judíos; pero también enfermos terminales, personas que buscaron liberarse de sus ataduras a la vida y se marcharon, personas que fueron muchas cosas y ahora no son nada. Y ante todo también está Antonio Muñoz Molina como personaje de su propia novela, que narra de manera magistral todas y cada una de las pequeñas historias que contiene. Muñoz Molina, a través de sus recuerdos, de lo leído, escuchado o visto, recrea personajes populares, normales como tú, lector de este blog, o como yo, escritor del mismo. Personajes tan comunes que no es difícil poder identificarse quizá con alguno de sus rasgos y caracteres.

Muy interesantes e intensas son las historias que tienen que ver con las persecuciones absurdas que se dieron en Europa durante gran parte del siglo XX. Judíos y comunistas protagonizan gran parte de las historias que se narran en “Sefarad”. Judíos proseguidos por los nazis, mandados a campos de concentración, sacados a boca de jarro de sus camas tranquilas y calientes para ser conducidos en vagones de ganado sin ventanas y apiñados hacia el infierno. Despedidas sin previo aviso, sin ser esperadas. Despedidas impuestas sin poder replicarlas. Pero también la máquina comunista hizo de las suyas con los suyos. Muchos comunistas fueron perseguidos por pensarse que eran traidores al régimen comunistas, al ideal de fraternidad y comunión, un ideal falso y tramposo que imponía el miedo como doctrina y que llevó a muchas personas normales a despedirse de su vida de manera sobresaltada, pensando que cualquier día podían desaparecer como quien no quiere la cosa.

Pero a mí las historias que mas me han gustado, por tener algo de íntimo recuerdo, al menos por dónde estaban ambientadas eran las rurales, las de gente normal de España que por casualidades de la vida tenían que huir o despedirse, decir adió a lo que un día fueron para ser otras personas y poder así vivir. Estas historias tienen algo que, sin ser las mejores de la novela, hizo que se me vinieran a la mente recuerdos del pasado. Son las historias ambientadas en Mágina las que más y mejor recuerdo de “Sefarad”. Historias normales, de personas normales que no se sienten bien siendo como son y deciden cambiar; de personas que fueron de una manera y que por desgracia el tiempo ha terminado por marchitar y convertirlas en sus propios fantasmas. Esas historias normales me llegaban más porque sabía donde se producían, porque yo mismo había recorrido las calles antiguas y señoriales de Mágina y también había vivido allí momentos de gran carga sentimental, y en el fondo también una huida: una huida de mí mismo.

Sin embargo, pese a todo lo que he dicho hay una historia que destaca por encima de todas. Más que una historia es una reflexión vital y profunda sobre lo que somos las personas, sobre quiénes hemos sido, sobre lo que seremos y sobre lo que quizá sin darnos cuenta estemos empezando a ser. Historia, o capítulo como se quiera decir, se titula “Eres”, y es de las más cortas de “Sefarad”. Sin embargo su relativa brevedad narrativa es inversamente proporcional a su intensidad y profundidad. Es una historia que resume todas las incertidumbres que tiene el ser humano, en algún momento de su vida, sobre quién es, quién ha sido y sobre quién será. Tras leerla no pude seguir leyendo más ese día. Tuve que dejar la lectura tras ese capítulo y pensar sobre lo que había leído, para poder analizarlo bien y asumirlo personalmente. Muñoz Molina es de esos pocos escritores que sin quererlo hace que de vez en cuando tengas que dejar de leer y pararte a pensar en lo que acabas de vivir sumergido en las páginas de una novela suya, y esto es algo que los lectores sabemos apreciar en un escritor.

Sefarad” no es una novela fácil de leer, no voy a engañar a nadie. Pero lo bueno que tiene es que al no seguir un hilo argumental, al no tener unos personajes fijos, se puede leer hasta el capítulo que se quiera y retomarla más tarde sin ningún problema. Sin embargo, a pesar de que no es fácil de leer, quizá por el lenguaje y el estilo que a veces despliega Muñoz Molina, demostrando que es un genio de las letras, es más que recomendable su lectura. Tanto a nivel personal como emocional esta novela cambia la visión del lector ante la vida, ante las despedidas, y sobre quiénes somos, y hace que pensemos, cosa que sinceramente creo que hace mucha falta en este país en el que abundan las personas que prefieren que otros piensen por ellas y actúen en su nombre sin querer saber nunca qué pasa ni quiénes somos en realidad.

Caronte.

jueves, 12 de febrero de 2015

Lectura crítica: "Plenilunio"

De Antonio Muñoz Molina tengo pendientes por leer varias novelas ya que no fue hasta el año pasado cuando empecé a leer su obra y la verdad es que me gustaron las dos primeras novelas suyas que me leí. Lo que pasa es que como no me gusta leer seguidas obras del mismo autor, al final se me han ido acumulando poco a poco la lectura de varios libros que descansan en las baldas de mi biblioteca. Pero poco a poco les voy dando salida, aunque por desgracia y debido a las tareas de la universidad este año parece que llevo un ritmo menor al del año pasado.

Hace unos días me terminé “Plenilunio”, una de las obras más famosas y celebradas por público y crítica de Muñoz Molina. Y debo decir que he vuelto a quedar admirado con la capacidad de este escritor para atrapar al lector en las páginas de sus novelas desde el principio hasta el final, haciendo que dejar la lectura sea casi imposible. El estilo envolvente que en esta novela despliega Muñoz Molina es increíble y tras un principio en el que es posible que al lector le cueste meterse en la historia y le resulte pesado leer, se nos descubre una historia profunda, llena de detalles y sorpresas que poco a poco el lector va desentrañando hasta completar una novela redonda y ante todo muy recomendable.

Empecé esta novela con algunas reticencias, no porque pensara que no me iba a gustar, sino más bien por el momento adecuado para leerla. Todo lector compulsivo sabe que cada novela tiene un momento para ser leída, o incluso releída, y si dicha novela no se lee en ese momento no se disfruta todo lo que se debería. Por esta razón cuando empecé “Plenilunio” me sentía un poco frío con lo que estaba leyendo. Sin embargo con el paso de las páginas y la profundización en la historia terminé por engancharme a la novela y al final no solo leía compulsivamente sus páginas sino que la historia me envolvió por completo hasta llevarme a Mágina, ese escenario tan real como fantástico, que solo existe en la imaginación de los lectores de Muñoz Molina, pero que a la vez es tan real como un pequeño gran pueblo jienense rodeado de un mar de olivos que tuve la suerte de visitar y vivir durante unos pocos días hace unos cuantos veranos.

La historia que se narra en las páginas y capítulos de “Plenilunio” es la investigación del brutal abuso y asesinato de una menor de edad en el ya mencionado ambiente rural de Mágina. Este acontecimiento sembrará de miedo al pueblo, poco acostumbrado a este tipo de hechos que harán que la habitual alegría y espontaneidad de un pueblo del sur de España mute en taciturnidad y todo se vuelva gris. Los dos protagonistas principales son respectivamente el héroe de la historia, el inspector encargado de investigar el asesinato, y el antihéroe, el asesino. Ambos personajes quedan sin nombre durante toda la novela, por lo que Muñoz Molina hace un trabajo formidable para evitar caer en la tentación de hacer reales a dos personajes que se complementan y a la vez se oponen de manera tan radical a lo largo de la novela. Por un lado el inspector es un policía llegado al sur desde el País Vasco donde había estado destinado con anterioridad y donde había vivido la amenaza constante del terrorismo; esta circunstancia hace que la personalidad del inspector se vea tocada con tonos grises y melancólicos, casi de ausencia de conciencia de quién es. Por otro lado tenemos al asesino, un joven obligado por sus circunstancias personales a trabajar para sacar adelante a sus padres, ya mayores y que vive en una frustración constante y en un rencor hacia la sociedad creados por un trauma durante la mili; además se añade a la personalidad del asesino una obsesión sexual que le lleva a cometer el asesinato de la menor y a dejarla abandonada en un parque.

Al lado del inspector aparecen otros personajes que le complementan y permiten introducir en la historia negra que se narra en “Plenilunio” unos apuntes más personales y reflexivos sobre la búsqueda de la identidad personal. Por un lado tenemos al forense Ferreras que da el contrapunto al tono gris y melancólico del inspector, con un poco de ironía y quizá algo de sentido común. Pero sobre todo a la profesora Susana Grey, que entra en escena cuando es interrogada por el asesinato de la menor ya que es su profesora en el colegio. En seguida entre el inspector y la profesora se crea una relación que destaca por su tensión sexual y sentimental. Para mí la interacción que se produce entre el inspector y la maestra es lo mejor de la novela porque hace que el carácter taciturno y gris del inspector debido a su trabajo, a sentirse como pez fuera del agua y a los problemas de su mujer, cambie por completo y parezca otra persona.

Con este planteamiento de personajes se desarrolla una historia llena de luces y sombras, escriba de manera magistral por Muñoz Molina. “Plenilunio” es, por encajarla en algún género literario común, una novela negra, policíaca, y además de las buenas. Puede ser que quien esté acostumbrado a la novela negra o policíaca anglosajona o nórdica encuentre ésta un poco pesada con demasiada carga descriptiva, no solo de personajes y lugares, sino también de sentimientos y que esté llena de reflexiones sobre la búsqueda de la personalidad humana y de quiénes somos. Y es cierto. Esta novela está llena de descripciones, pero son de tal intensidad, de tal calibre y de tanta calidad que sin ellas la novela no llegaría a envolver al lector como creo que esta obra consigue hacer. Sin embargo la propia historia relacionada con el asesinato de la menor, su búsqueda, la investigación y la tensión que vive el inspector por no encontrar ningún indicio que seguir, y la ansiedad del asesino, turbado por su pasado y sus traumas tanto pasados como presentes, no tienen absolutamente nada que envidiar a las más famosas novelas policíacas que ahora están tan de moda. Podría incluso decir que esta novela es probablemente de los primeros ejemplos profundos de novela negra española.

Quien quiera atreverse con “Plenilunio” debe echarle paciencia porque el comienzo como ya he comentado es un poco duro, sobre todo si no se está acostumbrado a leer libros con mucha carga narrativa ni descriptiva. Esta es una novela para disfrutar no solo de una historia adictiva, negra, desgarradora y profundamente cautivadora, sino también con el lenguaje y el estilo que Muñoz Molina despliega en todas y cada una de sus páginas, un lenguaje que termina por absorbente e introducirte en la historia como un testigo más de los acontecimientos que se van desarrollando. Poco a poco quien pase ese primer muro de respeto y densidad narrativa descubrirá un ritmo asombroso en la narración, aunque pueda parecer lo contrario, y terminará por querer seguir leyendo a pesar de que la madrugada y haya llegado, o porque el metro haya llegado a la parada de destino. Quiero hacer notar al lector que esté atento y no olvide un pequeño pasaje de la novela que creo recordar está en la primera mitad del libro. Un pasaje que parece no tener relación con la historia principal pero que al final, cobra todo el sentido. Un final por cierto que me dejó totalmente descompuesto y con la boca abierta (en sentido metafórico). Hay que estar atento, por tanto porque todo lo que Muñoz Molina incorpora a la historia tiene su sentido.

Caronte.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Lectura crítica: "El Cónsul Honorario"

Poco a poco, a medida que leo más libro de Graham Greene me voy dando cuenta del pedazo de escritor que me he perdido. Por suerte gracias a mis amigos Pablo, Miguel y Chema que el año pasado por mi cumpleaños me regalaron las portadas de un par de periódicos de tirada nacional pude descubrir a este magnífico escritor, ya que murió el mismo día que yo nací. Y es que a medida que voy adentrándome en su obra voy descubriendo poco a poco novelas de una profundidad inmensa y además muy entretenidas, escritas como si fuera algo fácil combinar esa profundidad en los temas que trata con historias que enganchan al lector de principio a fin. Este libro es el tercero de Greene que me leo y me ha confirmado a este inglés de pura cepa como uno de mis autores preferidos, del que sin duda seguiré leyendo, o más bien devorando sus libros.

El Cónsul Honorario” es de esas novelas que mezclan una historia formidable que te engancha como a un drogadicto la heroína, y una gran profundidad a la hora de tratar algunos temas que aparecen durante toda la obra. Ir página a página en esta novela es no aburrirse en ningún momento, y recomiendo leerla en ingles, ya que sólo así se pueden ver y apreciar todos los matices en el lenguaje usado por los personajes. Es curioso leerla en inglés porque al estar ambientada en Argentina hay muchas palabras y dichos en español, cosa que si la novela estuviera traducida, a pesar de la correspondiente nota del traductor a pie de página, no se notaría el matiz en la narración.

La historia que en esta ocasión nos brinda Graham Green como he dicho se ambienta en Argentina, más concretamente en la época de la dictadura, más o menos en los años setenta. Los personajes principales son básicamente dos, aunque creo que sería más correcto hablar de cuatro grandes protagonistas. Por un lado tenemos a Eduardo Plarr, un mestizo, mitad paraguayo, mitad inglés; un doctor joven e idealista, enfrentado a la vida y a sí mismo, que intenta buscar su sitio en el mundo y estar a gusto consigo mismo y con sus ideas e ideales. En el otro lado esta Charles “Charley” Fortnum, el cónsul honorario del Reino Unido en una remota región del norte de Argentina dónde solo viven tres ciudadanos de la Gran Bretaña; una persona mayor, de más de sesenta años, adicto al whisky del que dice que cada uno tiene una “medida justa”, que duda de todos sus valores hasta la fecha y que termina enamorándose a su edad de una chica mucho más joven que él. Éstos serían canónicamente hablando los personajes principales de “El Cónsul Honorario”. Sin embargo hay otros dos que los complementan en intensidad y protagonismo. Estos dos personajes son Clara un prostituta de poca más de veinte años y el excura León Rivas, o Padre Rivas como en varias ocasiones es llamado en la historia.

Estas son las piezas principales de la partida que se desarrolla en las páginas de “El Cónsul Honorario”, pero la partida en sí es lo más interesante de todo. Lo que se narra en las páginas de este magnífico libro no es simplemente la historia del secuestro por error del Cónsul Honorario británico por parte de unos guerrilleros paraguayos que pretenden chantajear al gobierno para que libere a una serie de presos, es mucho más. La historia no se queda simplemente ahí, en desarrollar los intentos de Eduardo Plarr para salvar a su amigo el Cónsul sino que se va mucho más allá. Las relaciones que se establecen entre los diferentes personajes de la novela son realmente lo interesante. Ver los equilibrios en esas relaciones personales, las implicaciones personales y emocionales que se dan en las actuaciones de todos los personajes hace que el lector esté atento a todas y cada una de las páginas del libro, para no perderse detalle.

Para ser sincero, esta novela tiene una trama muy intrincada, con muchos vínculos entre los personajes, con muchas relaciones ocultas, moralmente poco aceptables, cínicas y de dobles sentidos muy serios, pero quizá por todo ello “El Cónsul Honorario” es una grandísima novela. Podría detallar un poco la trama pero hacerlo en pocas líneas es complicado. Puedo decir, no obstante, que Plarr y Fortnum no tienen una amistad al uso, se necesitan y se cuentan sus problemas pero la distancia entre ellos no se llega a reducir nunca. Y menos cuando entra en escena Clara, la prostituta, con la que el cónsul se acaba casando porque se ha enamorado, a su edad, y que pone si cabe más distancia entre éste y Plarr, que en alguna de sus visitas al burdel de la Señora Sánchez, que es donde trabajaba Clara la había visto y también se había encaprichado con ella. Podría decir también que Plarr tiene algo que ver en el fondo con el secuestro erróneo del cónsul, por haber facilitado los movimientos de éste con el embajador americano, objetivo real de los secuestradores, con llevaron a su apresamiento. Esta colaboración con los secuestradores, que no son ni más ni menos que antiguos compañeros de colegio de Plarr, y entre los que se encuentra el Padre Rivas, hace que un sentimiento de culpa invada al doctor Plarr que intentará por todos los medios salvar al cónsul.

Pero a mí lo que más me ha gustado no ha sido la trama de la novela, que sin duda es la mejor construida de todos los libros de Greene que me he leído, sino las reflexiones que a través de los diferentes personajes, se incluyen en las páginas de “El Cónsul Honorario”. Y es que en todas las novelas de Graham Greene que de momento me he leído, siempre se introducen una serie de ideas y reflexiones muy interesantes y profundas, muy bien fundamentadas, sobre las grandes inquietudes del ser humano, esas que durante toda nuestra vida nos persiguen y casi nunca logramos resolver o aclarar. Así en esta novela el amor, la amistad, la traición, la moral, la ética, y sobre todo la religión y Dios, tienen una importancia vital en todos los personajes que se enzarzan en conversaciones profundas y largas sobre estos temas. Temas que corroen las vidas de estos personajes y que están siempre presentes en sus actos.

La forma en que Graham Greene aborda todos estos temas es excepcional, y lo hace además con una delicadeza soberbia. Nunca deja ningún tema sin tocas, y cuando lo hace profundiza hasta el núcleo mismo de esa inquietud y diseccionándola hasta sacar todo lo que puede. Cada uno de los personajes además aporta su propia visión sobre estos temas; visiones que por norma general son muy diferentes las unas de las otras, aunque todas muestren en el fondo el mismo desasosiego vital que perturba el espíritu de todos nosotros. Lo bueno que hace Greene en “El Cónsul Honorario” no es simplemente mezclar una trama bien construida de principio a fin que deja exhausto al lector obligándole casi a seguir leyendo a pesar de que tenga sueño u otras cosas que hacer para descubrir qué es lo siguiente que tiene que pasar, sino que a la vez que hace esto mete estas reflexiones de las que he hablado y las hila perfectamente con la trama.

Son especialmente destacables en esta novela, aunque es algo que he comprobado también en las otras dos novelas de Greene que he leído, las conversaciones entre los personajes, los diálogos a dos o tres bandas que jalonan toda la novela y que la hacen avanzar a ritmo constante y creciente en intensidad. Creo que puedo decir sin exagerar y sin equivocarme que los diálogos de “El Cónsul Honorario” son de los mejores que he leído nunca: directos, claros, profundos y reflexivos. Diálogos en los que el lector es un componente más y en el fondo colabora de los mismos. Diálogos que dejan poso y sobre los que el lector tiene que volver una y otra vez en su memoria, donde se han grabado a fuego, para rememorarlos y pensar sobre ellos para intentar sacar alguna conclusión personal. Muy destacables especialmente son las reflexiones que se hacen en la novela sobre la religión y Dios, no creo que a nadie dejen indiferentes. Pero también son interesantes las posturas de los diferentes personajes en cuanto al amor y su existencia, y en cuando a la amistad. Posturas que en varias ocasiones pueden acercarse mucho al cinismo. Pero en el fondo la vida es cínica, no lo podemos negar.

No voy a negar que haya acabado “El Cónsul Honorario” encantado. Ha sido una lectura muy enriquecedora y entretenida lo que casi nunca suele pasar. Había momentos en los que estaba leyendo y pensando que ya no podía pasar nada más la novela daba un giro totalmente inesperado. Con este libro no te puedes esperar nada, y mucho menos asumir que las cosas van a ser de una manera porque al final la sorpresa puede ser mayúscula y la equivocación garrafal. Esta es una novela intensa, entretenida y adictiva, con un ritmo narrativo muy ágil, una trama muy bien hilada y construida, y unos personajes soberbios. Recomiendo su lectura vivamente a cualquier tipo de lector porque no creo que vayan a quedar defraudados.

Caronte.