lunes, 25 de abril de 2016

Lectura crítica: "La soledad de los números primos"



La literatura italiana, aunque por cercanía lingüística y quizá también por afinidad latina, no es que haya sido una de las que más he tratado o leído. Podría parecer extraño pero es así. De todas maneras no creo que esto sea algo que sólo me pase a mí, sino que creo que es algo que pasa en general en España en varios ámbitos culturales. Es como si consideramos que los italiano se parece demasiado a lo español y por tanto lo despreciamos diciendo que para leer, escuchar o admirar algo proveniente de la bota italiana nos quedamos con lo patrio. De hecho hasta la fecha del único escritor italiano que yo he leído algo ha sido del recientemente fallecido Umberto Eco; más en concreto dos de sus obras: la más que aclamada “El nombre de la rosa” que es una de mis cinco novelas favoritas de siempre, y otra novela que me pareció prácticamente una tomadura de pelo como fue “El cementerio de Praga”. Pero ahí se quedó mi incursión en la literatura italiana, hasta la semana pasada cuando me leí la que quizá es una de las novelas más famosas de los últimos tiempos de ese país tan parecido al nuestro como es Italia.

La soledad de los números primos” de Paolo Giordano, es la primera novela de este relativamente joven escritor italiano, con la que entró de lleno en el mundo literario ganando además el premio más prestigioso e importante de las letras italianas, el Strega; premio que en su día también ganó “El nombre de la rosa”. Pero ganar un premio, por muy prestigioso que pueda ser y por los antecedentes del mismo habiendo premiado a grandes autores y libros de un país, no implica necesariamente nada. Es más en los últimos tiempos, y lo digo sobre todo por los premios literarios españoles más prestigiosos, estos premios han ido decayendo cada año, entregándose no a novelas realmente merecedoras del galardón sino a aquellas que se piensa pueden llegar a ser grandes éxitos de ventas como aliciente para promocionarlas.

Esta novela de título bastante sugerente, sobre todo para aquellos que tenemos formación matemática, científica o técnica como se quiera ver, es sin embargo demasiado lacrimosa y efectista en cuanto a sentimientos negativos, como para que a mí me haya llegado más allá del mero disfrute por un estilo que en términos generales puede considerarse bastante elaborado aunque siempre dentro de la sencillez. “La soledad de los números primos” narra la historia de dos personas, Alice y Mattia, desde su niñez, con unos diez o doce años, hasta que son unos adultos jóvenes con la mayor parte de la vida todavía por delante. Las vidas de ambos personajes están marcadas desde el principio de su existencia por dos hechos traumáticos que les cambian por completo.

No puedo decir cuáles son esos hechos que les cambian la vida a los protagonistas para no cargarme la novela, pero desde ese punto, que es como empieza la trama, “La soledad de los números primos” está cargada únicamente de soledad y penurias. Aunque parezca que las vidas de Alice y Mattia no van a tener conexión alguna, porque de hecho el autor así lo quiere hacer parecer, poco a poco el lector se va dando cuenta que las líneas de vida de ambos protagonistas, que al principio son paralelas y por tanto destinadas a discurrir siempre sin cruzarse, van poco a poco convergiendo hasta casi entrelazarse. Y digo casi porque por cómo se ha querido que sea la novela, esta convergencia no se produce nunca; hecho provocado por Paolo Giordano, supongo que para aumentar el efecto sentimental e intentar provocar el llanto y el sobrecogimiento ante tanta soledad que asola a los dos protagonistas impidiéndoles ser felices.

A mí sin embargo no me genera nada de todo esto. “La soledad de los números primos” es simplemente una novela más, no tiene la suficiente carga emotiva, y sobre todo el realismo como para que a mí me llegue. No me emociona, no me entusiasma y ante todo no me hace sentir ninguna compasión por ninguno de sus dos protagonistas. Son vidas duras y difíciles, pero no más que las de cualquier persona normal y corriente aunque no se haya vivido ninguna situación tan sumamente traumática como la de la novela. Los personajes además son bastante planos, no hay matices en sus personalidades simplemente están abrumados por su soledad o por sus propios problemas personales que lo copan todo y que les persiguen hasta el final de sus días, aunque éstos no los conozcamos.

Para mi gusto hay demasiada pena y soledad en “La soledad de los números primos”, lo que me ha generado durante la lectura momentos de cierta pesadumbre y agobio por únicamente leer situaciones exageradamente solitarias y autocompasivas. Creo sinceramente que Paolo Giordano ha querido mostrar la soledad que arrasa los corazones y vidas de las personas, cosa que como idea para una novela está más que bien, pero que se ha pasado con las dosis de dolor y pena a la hora de condimentar las vidas de Mattia y Alice. Esto ha hecho que las vidas de los dos protagonistas no resulten creíbles, o al menos a mí no me lo han parecido. Quizá para los adolescentes, sobre todo niñas en esa edad de llorar por todo y de enamorarse de quien no deben y dudar de ellas mismas, esta novela sea muy interesantes y se terminen por identificar en algún grado con los sentimientos de los protagonistas, pero sinceramente creo que es difícil que eso pase.

Para los que ya estamos acostumbrado a leer a más nivel esta novela no pasa de un simple divertimento más, un libro anodino con personajes planos sin evolución que sufren por sufrir y en el que además el lector no termina de entender o comprender los motivos reales para tantísimo sufrimiento. Lo único interesantes que puede plantear “La soledad de los números primos” es la paradoja y la explicación de las parejas de números primos únicamente separados por un número par, parejas que se repitan hasta el infinito aunque con cada vez menos frecuencia en la larguísima lista de estos números especiales. Puede también resultar interesante cómo Giordano ha conseguido ir entrelazando las historias y vidas de Mattia y Alice, haciendo que casi se toquen pero que al estar malditas desde el principio de su existencia no pueden coincidir en ningún momento. Creo que esto es lo más complejo que tiene la novela y por tanto también lo más admirable, porque todo lo demás es bastante flojito.

Es posible que sea demasiado insensible ante este tipo de libros creados expresamente para generar llanto, pena o lástima; pero sinceramente creo que no es así. “La soledad de los números primos” es una novela demasiado negativa en la que todo el rato se intenta hacer presente la soledad de los protagonistas y hacerla pasar como un hecho sin solución, como una carga invariable que estarán sobre sus hombros durante toda la vida. Para mí es demasiado impostado todo. No veo la necesidad de un libro así, no aporta nada al mundo de la literatura, hay muchos libros mejores sobre la soledad. Es cierto que el libro se deja leer con facilidad y además se lee muy rápidamente, pero quizá sea de lo poco bueno que tenga. Por todo esto yo no puedo recomendar esta novela como un libro interesante para leer. Es posible que para un adolescente sea una maravilla, pero para quien esté acostumbrado a leer obras de un poco más de nivel esta no le gustará. Esta incursión en la novela italiana después de tanto tiempo, sin embargo no me va a amedrentar y volveré a leer a autores de la lengua de Dante más adelante aunque espero que con algo más de suerte que en esta ocasión.

Caronte.

miércoles, 20 de abril de 2016

Cinco y acción: "El libro de la selva"


El siglo XXI es el siglo de la tecnología, del ordenador, de la modernidad y todos los ámbitos de la vida están supeditados a ello. El cine no puede ser menos y en los últimos años hemos visto cantidad de películas que se han dejado llevar por las nuevas técnicas cinematográficas para generar imágenes en muchas ocasiones espectaculares, pero en otras también algo dantescas y sin alma. Estoy preocupado por el rumbo que este uso desaforado de las nuevas tecnologías y de los efectos por ordenador puede producir sobre el cine, y ante todo sobre la reacción de los verdaderos amantes del séptimo arte. Ya hace unos años que la gran fábrica de ilusiones del cine como fue la mítica y legendaria casa Disney, hogar del ratón Mickey, lleva revisando sus grandes clásicos infantiles de dibujos animados, esas películas atemporales que nunca pasan de moda y que siempre hacen que a uno se le pongan los pelos de punta recordando su más tierna infancia. Ha sido una de estas revisiones, la última estrenada, la que fui al cine a ver el pasado fin de semana, a una sala repleta de familias cosa que llevaba tiempo sin ver.

Fue hace prácticamente 50 años que la Compañía Disney estrenara uno de los filmes que con más cariño recuerdo haber visto durante los años de mi infancia. “El libro de la selva”, la película original fue estrenada en 1967 un año después de la muerte Walt Disney, y quiso la providencia que dicha película fuera una de las mejores de la compañía, a mi entender claro está. Aquella primera película y su más que digna sucesora en personajes de carne y hueso y sobre todo ordenador, se basan ambas en las historia de Rudyard Kipling el primer nobel de literatura británica, publicadas en el año 1984. No creo por tanto que sea necesario contar el argumento de la película cuando es algo que hasta el más lego en conocimientos cinematográficos sabe de qué va y quiénes son Mowgli, Baloo, Bagheera o Shere Khan. Por eso esto me lo voy a ahorra y voy a hablar mejor de lo que esta nueva adaptación aporta a la historia.

Obviamente como en todo habrá férreos defensores a ultranza de la tradición a la hora de hacer cine y verán como sacrilegio que se haya hecho de nuevo una película como “El libro de la selva” usando el ordenador para dar vida a los personajes animales, Mowgli es un chaval de carne y hueso que por cierto hace un papel extraordinario. Esta gente por favor se abstenga de seguir leyendo el artículo, no va para ellos. Esta película se mantiene más que fiel a la original de dibujos animados de 1967, muy pocos son los cambios que pude recordar con respecto a la primera. Sí es cierto que faltan algunos pasajes como los del campamento humano o aquellos en los que la serpiente Kaa es la protagonista, pero aun así, repito, la película se mantiene muy próxima a la historia original y ante todo conserva el mensaje de amistad y compañerismo y el buen rollo que la primera desprendía.

No puedo negar que durante el visionado de “El libro de la selva” hubo momentos que me emocioné al recordar las veces que veía la película de pequeño en mi casa con o sin mis padres, ya que a veces me la ponía yo solo para divertirme mientras mis padres estaban trabajando. También me resultó muy emocionante que el cine estuviera repleto de familias, padres con sus hijos, y también abuelos con sus nietos; muchas de esos padres verían la película de pequeños y muchos de esos abuelos llevarían quizá a sus hijos al cine en su día para verla en el estreno de 1967. Eso es lo más bonito y emotivo del cine en general y de este tipo de versiones revisadas de los clásicos de dibujos que Disney está haciendo. Y esta versión está más que a la altura de la joya que supuso la original en dibujos animados.

He de reconocer también que no soy un gran aficionado a las películas en las que se abusa del ordenador, y he usado bien el verbo abusar, porque una cosa es que se empleen los recursos que las nuevas tecnologías nos permiten para hacernos las cosas más fáciles y sencillas y otra muy distinta intentar suplantar la realidad con algo virtual que no existe. Sin embargo puedo decir con total tranquilidad y sinceridad que en este “El libro de la selva” no se abusa del ordenador o al menos se de una manera exagerada. Todo es ordenador sí, y cromas verdes también, pero no se nota, uno no tiene la sensación de estar viendo una recreación sin alma sino todo lo contrario. Esta nueva versión del clásico de Disney es exageradamente buena y sobre todo está muy bien hecha. Su director bien se ha cuidado de mantener el espíritu de la película y así durante las casi dos horas de película el espectador se mantiene pegado a la pantalla admirando unas imágenes bellas que no hacen más que enmarcar una historia igualmente bella y tierna.

Y es que en “El libro de la selva” se ve reflejado en un mundo onírico y lleno de bellas imágenes unas historias de lealtad y amistad que en pocas películas se han visto antes. El clásico sigue vigente y esta nueva versión no hace más que actualizarlo con la estética que a día de hoy impera en el cine, pero sin excesos. Una cosa que me ha sorprendido de la película es la mesura con la que se ha contado la historia, es decir, el poco alarde e grandísimos efectos especiales que hay sin contar claro está con que la película esté hecha por ordenador. No se ha pretendido hacer una película fantástica, y así hay grandes escenas que no son como en la película de dibujos básicamente porque no pueden ser. Un dibujo animado es mucho más versátil que la realidad, así se puede hacer bailar al Rey Loui, el gran mono de la película, con agilidad asombrosa si se usa lápiz y papel para ello, pero si se pretende hacer algo más realista no se puede; y no se ha hecho.

El realismo de “El libro de la selva” hace que únicamente haya echado en falta con respecto a la película de dibujos original han sido las canciones, aunque se mantienen las dos principales de Baloo y el Rey Loui, actualizadas de manera brillante. Sobre todo me ha faltado la Marcha de los Elefantes como se hizo en la primera, aunque he de decir que la versión actualizada es mucho más sobrecogedora y mística dando un peso casi de dioses a esas grandes bestias a las que se tilda de creadoras de la jungla. Son las únicas pegas porque por todo lo demás he de decir que salí con muy buen sabor de boca tras recordar mi más tierna infancia; aunque parece ser que en el cine hubo gente a la que no le gustó por ciertos comentarios que escuché acabada la película y por las frías reacciones que vi en los más pequeños que apenas se inmutaron al ver la película. Parece como si las nuevas tecnologías, el siglo XXI hubiera destruido todo lo que importaba en el mundo y todas las sensaciones y emociones verdaderas.

Sólo puedo concluir diciendo que si Disney sigue actualizando sus grandes clásicos como ha hecho con “El libro de la selva” tiene por delante un trabajo muy arduo, aunque puedo augurar grandes éxitos si mantienen la delicadeza y el respeto por el original que ha tenido esta versión del clásico de 1967. No sé si Walt Disney estaría orgulloso de lo que está por venir en la compañía que fundó, ni tan siquiera si aprobaría estas renovadas versiones; lo que sí sé es lo que yo siento tras haber visto esta película y es que hay cosas que no cambian y que las películas de dibujos que vi en mi infancia siguen produciéndome, en versiones tan sumamente cuidadas como esta, sentimientos que me ponen los pelos de punta y me emocionan.

Caronte.

lunes, 18 de abril de 2016

Lectura crítica: "El espía inglés"



El libro del que me toca hablar hoy fue un regalo de un amigo y su novia, también amiga, por mi cumpleaños. Probablemente aunque no me lo hubieran regalado también lo habría comprado por las buenas críticas recibidas por el mismo en el blog de novela negra de El País, al que doy bastante credibilidad, aunque a veces estos foros no son muy imparciales y carecen de la objetividad, que por otro lado, no tiene la literatura en general. Pero este libro fue un regalo y como tal me alegro de que así fuera porque la verdad es que tras su lectura puedo decir sin faltar a la verdad que no he quedado decepcionado. Cuando leí sobre este libro mis expectativas crecieron bastante, ya que soy un gran aficionado a las novelas de espionaje y a los thrillers políticos, pero también fui prudente porque suelo fallar bastante en cuanto me enamoro de un libro a simple vista o tras leer una buena crítica en algún foro que respeto. En este caso solo puedo tener buenas palabras por la historia que entrañaba el libro, pero también una mala relacionada con el autor y su postura política.

El espía inglés” es la duodécima novela de la serie de Gabriel Allon. Sí, puede parecer extraño que me haya leído un libro perteneciente a una serie de novela negra y espionaje sin haberme leído los anteriores. A mí también me parece extraño pero así ha sido. De todas maneras no pasa nada por ello porque de hecho la única diferencia que hubiera habido si hubiera leído las entregas anteriores hubiera sido que conocería a los personajes, o al menos a algunos de ellos, es especial al protagonista. No influye, sin embargo, en el propio desarrollo de la historia que en esta entrega se nos plantea, ni tampoco a la hora de comprender la trama. Hay algún que otro dato que quien no haya leído las entregas anteriores, como es mi caso, puede sonar fuera de contexto, pero son mínimos.

Como en toda buena novela de espionaje o thriller “El espía inglés” plantea una trama clásica del género: perseguir a un malo muy malo para que no siga haciendo de las suyas al amparo de grandes organizaciones o potencias internacionales. Hay un detonante que es el asesinato de una princesa inglesa, bueno antigua princesa, es decir una Lady Di. Absténganse de hacer comparaciones odiosas quienes lean la novela porque lo que puede parecer de hecho es, aunque también pueda que no sea. Desde ese momento la acción se desata. El servicio de inteligencia inglés recurre a los servicios y la ayuda de Gabriel Allon, el protagonista absoluto de la serie de novelas de Daniel Silva el autor de las mismas, un espía israelí llamado a convertirse en el jefazo absoluto del servicio secreto judío. Pero Allon no estará solo para ir tirando del hilo hasta dar con el asesino y con quien pagó la bala; contará con la ayuda de un antiguo miembro del SAS, Christopher Keller.

Esta pareja de agentes/espías se moverán por media Europa tras la pista de Eamon Quinn, a la postre un criminal, o mejor dicho terrorista, que tras haber sido miembro del IRA ahora se dedica a vender sus servicios y sus conocimientos de fabricación de armas a medio mundo. Esta es principalmente la triada de protagonistas de “El espía inglés”. La trama sigue los cauces típicos de la novela de espías y el thriller político pero llevados al extremo y puliéndolos de tal modo que no me equivoco mucho si digo que Daniel Silva ha conseguido con esta novela volver a generar ansiedad en el lector a medida que la acción se va desarrollando. Como debe ser en toda novela de espías, la acción se desarrolla al mismo tiempo en varios escenarios y por todo el viejo continente, desde Viena a Lisboa, pasando obviamente por Londres, pero también por Irlanda del Norte y Hamburgo, con breves escenas en Moscú y Jerusalén.

Y como debe ser también en toda novela de estas características la acción es fundamental. “El espía inglés” no adolece de acción, más bien al contrario. Mientras que al principio lo novela parece algo sosegada, todo se viene abajo, todo explota al final de la primera parte con un hecho que el lector, y a mí me pasó, no se espera y que le fastidia momentáneamente los planteamientos que el principio de la novela puede haberle llegado a generar. Acción hay a raudales, sobre todo a partir de la mitad del libro cuando la sucesión de escenarios, personajes intervinientes y tramas entrelazadas se va acelerando hasta terminar en un final apoteósico en la tercera parte de las cuatro en las que se divide la novela. Y he dicho bien diciendo que todo acaba en la tercera parte, porque la cuarta, que apenas son cuarenta hojas, es una especie de pieza de enlace entre esta entrega de la serie Allon y la siguiente. Es quizá lo único que no me ha gustado del libro porque de hecho no aporta nada al lector ni a la trama principal sino a la general de la saga de novelas protagonizadas por Gabriel Allon.

Fundamentales como en las buenas novelas de espías son los personajes de “El espía inglés”. Gabriel Allon es el gran espía que domina sus pasiones y nervios, que se muestras frío y resolutivo pero que también guarda sentimientos y su corazoncito. Keller es el agente impulsivo, lleno de rabia e ira, que también domina sus nervios pero para no para ocultar su propia identidad privada y personal, sino para que sus cometidos, sus misione acaben perfectamente. El antagonista, Quinn, es un malo como los que ya hay pocos, es decir una persona sin moral, ética ni escrúpulos, dispuesto a todo salvo a morir antes de tiempo. El resto de personajes no quedan a la zaga, pero hay tantos y con tantos matices que sería imposible nombrarlos a todos ellos de manera profesional y haciéndoles honor.

Pero si algo quiero destacar de “El espía inglés” es que centra su trama en la actualidad, en un mundo constantemente cambiante que gira a una velocidad vertiginosa sin que nos demos cuenta de ello. Daniel Silva ha conseguido centrar su esta novela en la actualidad: así sus actores principales, a pesar de ser hombres y mujeres de los diferentes servicios secretos de mundo, no son ni más ni menos que Rusia, EE.UU., Irán, Israel, Europa. Si tuviéramos que buscar paralelismos con la vida real no nos costaría nada ya que hay menciones expresas a cómo se financia el terrorismo internacional y las complicadas relaciones que se mantienen entre los países. Nada es lo que parece y sin embargo todo es real. Da verdadero miedo pensar que algo de lo que en esta magnífica y adictiva novela se narra pueda ser verdad, y sin embargo uno se da cuenta de que puede perfectamente funcionar así el mundo, por desgracia.

En relación a lo anterior me gustaría comentar una cosa que no me ha gustado nada, no de “El espía inglés”, sino de su autor, Daniel Silva, y es su partidismo político. Creo que en una novela de espionaje o thriller político el escritor debe mantenerse al margen de lo que crea en la ficción. No puede ser que la sensibilidad del escritor traspase el papel y sus ideas políticas y su ideología se plasmen en los libros. Y esto es exactamente lo que pasa en esta novela. Daniel Silva no esconde su ideología en favor de Israel y los judíos, y contra el mundo musulmán. En una novela de espías no puede haber ni buenos ni malos tan claramente delimitados, porque de hecho una novela negra se debe caracterizar principalmente por su ambigüedad, cosa que aquí no pasa. Esto es lo único que me ha sobrado, sobre todo en la nota final que añade el autor.

Volviendo a “El espía inglés” propiamente dicho, no puedo más que agradecer a mi amigo y a su novia que me regalaran este libro, porque lo he disfrutado muchísimo, de hecho es una novela que se deja leer y engancha a las pocas páginas, por personajes y por trama. Quien busque una novela entretenida, que revuelva la conciencia y no deje indiferente, no puede dejar a un lado este libro. Los diálogos concisos y casi esquemáticos parecen casi de guion de cine, y no me extrañaría que llevaran esta historia alguna vez a la gran pantalla. Pero si eso no pasa la lectura siempre es la mejor pantalla y el mejor proyector, así que a devorar esta novela se ha dicho, tal y como yo he hecho.

Caronte.