domingo, 1 de diciembre de 2019

Lectura crítica: "Gente normal"


El amor ha protagonizado, protagoniza y protagonizará miles y miles de novelas de aquí hasta que el ser humano pierda la capacidad de leer o un cataclismo nos extinga. Es quizá uno de los grandes monotemas de la literatura. Nunca falta en una buena novela negra, o de espionaje, o histórica. Es fundamental en la narrativa contemporánea y siempre conmueve una historia de amor de final amargo o agridulce. Por eso y porque llevo ya unos años bastante inmerso en la literatura inglesa decidí leer esta novela. Llevo ya tiempo mirando constantemente novedades literarias inglesas y americanas para poder leerlas en versión original para no perder ni un ápice en la traducción. Además, en los últimos tiempos también busco y rebusco en literatura escrita por mujeres ya que siempre he leído a hombres principalmente, algo que sé que es una gran carencia de la que me estoy dando cuenta a medida que voy leyendo cada vez a más mujeres escritoras. Y seguiré así ya que estoy dando con libros maravillosos últimamente.

Normal people” (“Gente normal” en español) es una preciosa novela de amor contemporáneo y actual, de mi propia generación. La autora Sally Rooney, es una irlandesa mes y medio mayor que yo, ya que nació en febrero de 1991. Es probablemente la primera novela realmente contemporánea a mí que leo y la verdad es que la emoción especial que eso ha supuesto pocas novelas lo han generado. Pero es que también la propia historia de la novela se desarrolla con protagonistas contemporáneos con los que gente de mi edad y generación pueden identificarse, a pesar de estar ambientada una cultura diferente como es la irlandesa (muy conservadora aún en cuestión de relaciones sociales).

El amor, o más bien la relación de amor durante varios años de dos adolescentes en la Irlanda contemporánea es el gran hilo conductor de “Normal people”. Connell y Marianne son dos jóvenes de orígenes sociales diversos, por no decir opuestos. Marianne es una chica de familia acomodada de la Irlanda menos cosmopolita, vive en una gran casa con su madre y su hermano (el padre murió), siempre insegura en su vida privada y personal por el peso que tiene el trato que ha recibido por parte de su familia. Por su parte Connell es el típico chico popular guapo y deportista que tiene cientos de amigos, pero esto es solo la parte que proyecta al exterior porque a nivel interior es inseguro, además viene de familia muy humilde (de hecho, su madre trabaja como limpiadora en la casa de Marianne).

Durante las páginas de “Normal people” se desarrolla la extraña y compleja relación de amistad y amor que hay entre Marianne y Connell. Una relación marcada por el ambiente social en el que se mueven: primero en su ciudad de origen y más tarde en Dublín cuando empiezan ambos la universidad. Una relación donde el amor y el cariño priman por encima de todas las cosas, pero que están dañados de muerte por las continuas inseguridades de los dos adolescentes. Este amor actual, en el que los sentimientos más puros quedan difuminados por nuestro ambiente, por nuestros miedos, por convenciones sociales de las que queremos renegar pero que al final pesan como una losa, es el que impregna todas las páginas de esta novela.

Puedo decir sin miedo que “Normal people” es la primera novela del siglo XXI que leo y con la que realmente me siento identificado. Obviamente mi trasfondo social y personal es diferente al de los protagonistas, pero las dudas, miedos, inseguridades y el peso de la tradición social han estado ahí siempre a la hora de desarrollarme sentimentalmente. Vivimos en una época en la que nos hemos empezado a liberar de las ataduras de las tradiciones que nuestros padres y abuelos nos han impuesto casi sin querer y no hemos sido capaces de aceptar con normalidad de multiplicidad y variedad de sentimientos que somos capaces de generar hacia las personas que nos rodean a diario.

Connell y Marianne son dos jóvenes que luchan contra algo contra lo que no pueden vencer. Mejor dicho, huyen de una realidad que podrían estar disfrutando y compartiendo solo porque tienen miedo. “Normal people” es una novela en la que el lector ve lo que los protagonistas no son capaces ni tan siquiera de entrever o, si lo hacen, no quieren aceptar. Porque ambos protagonistas saben qué les pasa, pero aun así huyen constantemente de sus sentimientos o intentan llamarlos de muy diversas maneras para enmascarar lo que es en verdad: amor sin paliativos.

No puedo decir, aunque me gustaría, que “Normal people” es una novela de amor con final feliz, porque no lo es. Es agridulce. Pero básicamente porque ningún amor es realmente pleno. Como los más intensos sentimientos que el ser humano es capaz de experimentar, el amor duele y desconcierta, aturde y agota, da miedo, en definitiva. Por eso muchas veces no queremos enfrentarnos a él. Y por esta misma razón duele y da impotencia ver cómo un amor tan perfecto, unos sentimientos tan puros y dos corazones que tanto se necesitan como son los de Connell y Marianne parece que en lugar de acercarse lo único que hacen es alejarse constantemente.

Dicho todo lo anterior solo me queda añadir que “Normal people” es de los mejores libros que he leído y de las historias con las que más y mejor he conectado a nivel personal. Además, gracias a que Sally Rooney usa un lenguaje simple y una estructura sencilla haciendo la lectura ágil y a que le da un ritmo a la novela bastante atractivo hacen que la historia enganche y llegue hasta tocar los sentimientos del lector. Son inolvidables los protagonistas, pero también los personajes secundarios que dan profundidad a la historia. Para mí, esta es de momento la gran novela de mi generación que he leído y sin objeciones y matices la recomiendo no solo a gente de mi edad o alrededores sino a todo el que quiera emocionarse leyendo.

Caronte.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Lectura crítica: "Nadie duerme"


La literatura debe servir para mover conciencias y hacernos ver cómo es el mundo y cómo podría llegar a ser si la sociedad y el ser humano fueran poco a poco degenerándose y perdiendo contacto real con la realidad. La literatura debe crear ficciones verídicas, realidades verosímiles alternativas donde el lector vivirá durante unas horas o unos días mientras lee. La literatura debe servir para cambiarnos por dentro y para expandir nuestros horizontes mentales. La novela de la que escribo hoy intenta justamente eso: influir en el lector, hacerle ver donde podríamos llegar a estar si la sociedad derivara en desidia y las ideas extremas se impusieran a las moderadas, si aquellos que intentan progresar son oscurecidos por aquellos que se oponen a dicho progreso valiéndose de argumentos simplistas y peligrosos que criminalicen aspiraciones y movimientos sociales justos u objetivamente dignos.

Nadie duerme” es una novela feminista de cabo a rabo. Lo que pasa es que tras su lectura no sé si es una novela feminista en positivo (de las que sirven para que lo que debería ser algo extendido entre toda la sociedad cale aún más profundamente) o en negativo (que pueda ser utilizada, si es que tiene la relevancia suficiente, para atacar a dicho movimiento desde los mismos sectores que en la propia novela aparecen como distópicos gobernantes).

Feminismo y lucha contra un gobierno tirano machista que cree que las mujeres deben quedarse en su casa, estar calladitas y cumplir con su deber sin rechistar. “Nadie duerme” se desarrolla en un país imaginario que pasa de ser un ejemplo en la igualdad y el progresismo social a un infierno machista y misógino gobernado por una figura sombría. Pero no solo los poderes legislativo y ejecutivo están copados por personajes machistas, sino que el judicial asume las tesis más retrógradas e impone condenas a violadores tan nimias que pronto salen a la cárcel. Ante este panorama surge un grupo de mujeres que se revela contra el sistema machista para recuperar la justicia y la libertad.

Bajo pseudónimo, cosa que realmente no entiendo y menos aun teniendo en cuenta que la novela es de un nivel bastante decente para ser casi una primera vez en el mundo literario, el autor o autora (más bien lo segundo) ha hecho de “Nadie duerme” una novela que mantiene un muy difícil equilibro entre el bien y el mal y que pone al lector en un brete complicado de resolver ya que debe aceptar la violencia extrema para defender una ideología (¿legítima?). Si soy sincero tengo la impresión de que lo que pretendía ser una novela feminista distópica por plantear una sociedad dominada por el machismo desde el poder político ha terminado siendo una novela sobre terrorismo sin más excusas.

La violencia nunca debe ser un medio para conseguir nada en ningún aspecto de la vida; pero claro sin violencia no se hubiera podido parar a Hitler. Esta enorme incongruencia que se basa en el histórico “el fin justifica los medios” es entorno a la que gira “Nadie duerme”. Y resulta interesante ver cómo un dilema que en el fondo debería estar resuelto: la violencia y los asesinatos nunca pueden justificar el conseguir un fin por muy noble que éste sea, en esta novela queda aplastado ante la desastrosa y desoladora realidad ficticia y perfectamente futurible al ritmo que los populismos y el fascismo a día de hoy campan a sus anchas por el mundo. El lector no sabe si avalar moralmente lo que pasa en la novela, pierde el concepto de bien y de mal.

Está bien que a los lectores se nos plantee dilemas como el que “Nadie duerme” nos muestra. Sin embargo, en esta novela creo que el acelerador se ha pisado demasiado y el coche en lugar de ganar ha derrapado saliéndose La literatura debe servir para mover conciencias y hacernos ver cómo es el mundo y cómo podría llegar a ser si la sociedad y el ser humano fueran poco a poco degenerándose y perdiendo contacto real con la realidad. La literatura debe crear ficciones verídicas, realidades verosímiles alternativas donde el lector vivirá durante unas horas o unos días mientras lee. La literatura debe servir para cambiarnos por dentro y para expandir nuestros horizontes mentales. La novela de la que escribo hoy intenta justamente eso: influir en el lector, hacerle ver donde podríamos llegar a estar si la sociedad derivara en desidia y las ideas extremas se impusieran a las moderadas, si aquellos que intentan progresar son oscurecidos por aquellos que se oponen a dicho progreso valiéndose de argumentos simplistas y peligrosos que criminalicen aspiraciones y movimientos sociales justos u objetivamente dignos.


Nadie duerme” es una novela feminista de cabo a rabo. Lo que pasa es que tras su lectura no sé si es una novela feminista en positivo (de las que sirven para que lo que debería ser algo extendido entre toda la sociedad cale aún más profundamente) o en negativo (que pueda ser utilizada, si es que tiene la relevancia suficiente, para atacar a dicho movimiento desde los mismos sectores que en la propia novela aparecen como distópicos gobernantes).

Feminismo y lucha contra un gobierno tirano machista que cree que las mujeres deben quedarse en su casa, estar calladitas y cumplir con su deber sin rechistar. “Nadie duerme” se desarrolla en un país imaginario que pasa de ser un ejemplo en la igualdad y el progresismo social a un infierno machista y misógino gobernado por una figura sombría. Pero no solo los poderes legislativo y ejecutivo están copados por personajes machistas, sino que el judicial asume las tesis más retrógradas e impone condenas a violadores tan nimias que pronto salen a la cárcel. Ante este panorama surge un grupo de mujeres que se revela contra el sistema machista para recuperar la justicia y la libertad.

Bajo pseudónimo, cosa que realmente no entiendo y menos aun teniendo en cuenta que la novela es de un nivel bastante decente para ser casi una primera vez en el mundo literario, el autor o autora (más bien lo segundo) ha hecho de “Nadie duerme” una novela que mantiene un muy difícil equilibro entre el bien y el mal y que pone al lector en un brete complicado de resolver ya que debe aceptar la violencia extrema para defender una ideología (¿legítima?). Si soy sincero tengo la impresión de que lo que pretendía ser una novela feminista distópica por plantear una sociedad dominada por el machismo desde el poder político ha terminado siendo una novela sobre terrorismo sin más excusas.

La violencia nunca debe ser un medio para conseguir nada en ningún aspecto de la vida; pero claro sin violencia no se hubiera podido parar a Hitler. Esta enorme incongruencia que se basa en el histórico “el fin justifica los medios” es entorno a la que gira “Nadie duerme”. Y resulta interesante ver cómo un dilema que en el fondo debería estar resuelto: la violencia y los asesinatos nunca pueden justificar el conseguir un fin por muy noble que éste sea, en esta novela queda aplastado ante la desastrosa y desoladora realidad ficticia y perfectamente futurible al ritmo que los populismos y el fascismo a día de hoy campan a sus anchas por el mundo. El lector no sabe si avalar moralmente lo que pasa en la novela, pierde el concepto de bien y de mal.

Está bien que a los lectores se nos plantee dilemas como el que “Nadie duerme” nos muestra. Sin embargo, en esta novela creo que el acelerador se ha pisado demasiado y el coche en lugar de ganar ha derrapado saliéndose de pista. La historia está muy bien hilada, los personajes a pesar de que apenas tienen desarrollo, evolución o profundidad (de hecho, son bastante planos todos), son convincentes y se les coge cariño, y la trama es adictica (más de lo que hubiera pensado a primera vista). Pero también tengo que decir que tanta violencia, tanto activismo, tanto feminismo satura y lo que hubiera sido una buena novela distópica un tanto noir si cabe con fondo moralmente aceptable, termina siendo prácticamente un relato de terrorismo que pierde legitimidad por saturación.

No quiero terminar sin comentar que no entiendo muy bien el afán de vestir de irrealidad una historia como la que se plasma en las páginas de “Nadie duerme” que bebe fundamentalmente de la realidad política y social española actual. Todos sabemos qué país es el ficiticio que aparece en estas páginas, y cuál es su vecino tan ejemplar, y quien es el gobernante. Tengo la impresión de que esta novela se ha escrito con miedo y vergüenza ante un qué dirán y la literatura nunca debería ir de eso. Tampoco entiendo muy bien el no dar la cara usando un pseudónimo cuando toda ficción no es más que eso: ficción, y que todo parecido con la realidad no es más que eso también: parecido. Pero cada cual viste lo que tiene que contar como quiere.


Nadie duerme” me ha parecido una notable novela distópica pero anclada a un presente que cada día da un poco más de miedo. Bien narrada, su agilidad y ritmo palían unos personajes bastante simples pero a los que se les coge cierto aprecio y que nunca dejan indiferente. Lo mejor es que se lee en un plis, lo malo es que quizá podría haber sido un poco más ambiciosa en el desarrollo de la trama y sus personajes (alguno de los cuales podrían haber dado más juego). De todas maneras si se quiere pasar un buen rato y acabar no sabiendo muy bien qué bando elegir esta novela es sin duda perfecta ya que deja al lector noqueado y sin saber muy bien dónde está la moral de la novela.de pista. La historia está muy bien hilada, los personajes a pesar de que apenas tienen desarrollo, evolución o profundidad (de hecho, son bastante planos todos), son convincentes y se les coge cariño, y la trama es adictica (más de lo que hubiera pensado a primera vista). Pero también tengo que decir que tanta violencia, tanto activismo, tanto feminismo satura y lo que hubiera sido una buena novela distópica un tanto noir si cabe con fondo moralmente aceptable, termina siendo prácticamente un relato de terrorismo que pierde legitimidad por saturación.

No quiero terminar sin comentar que no entiendo muy bien el afán de vestir de irrealidad una historia como la que se plasma en las páginas de “Nadie duerme” que bebe fundamentalmente de la realidad política y social española actual. Todos sabemos qué país es el ficiticio que aparece en estas páginas, y cuál es su vecino tan ejemplar, y quien es el gobernante. Tengo la impresión de que esta novela se ha escrito con miedo y vergüenza ante un qué dirán y la literatura nunca debería ir de eso. Tampoco entiendo muy bien el no dar la cara usando un pseudónimo cuando toda ficción no es más que eso: ficción, y que todo parecido con la realidad no es más que eso también: parecido. Pero cada cual viste lo que tiene que contar como quiere.

Nadie duerme” me ha parecido una notable novela distópica pero anclada a un presente que cada día da un poco más de miedo. Bien narrada, su agilidad y ritmo palían unos personajes bastante simples pero a los que se les coge cierto aprecio y que nunca dejan indiferente. Lo mejor es que se lee en un plis, lo malo es que quizá podría haber sido un poco más ambiciosa en el desarrollo de la trama y sus personajes (alguno de los cuales podrían haber dado más juego). De todas maneras si se quiere pasar un buen rato y acabar no sabiendo muy bien qué bando elegir esta novela es sin duda perfecta ya que deja al lector noqueado y sin saber muy bien dónde está la moral de la novela.

Caronte.

jueves, 24 de octubre de 2019

Lectura crítica: "Smiley's People"


Ni es la primera vez, ni será la última que vaya a hablar de una novela de John Le Carré. Los que ya os habéis metido alguna vez en el blog conocéis mi debilidad por este escritor inglés: para mí el mejor escritor inglés de la segunda mitad del siglo XX y de parte de lo que llevamos de siglo XXI. De hecho, añadiría que es el mejor escritor inglés vivo a día de hoy. Es innegable que desde que hace 10 años descubrí a Le Carré de mano de mi profesora de historia del instituto no he dejado de leerle y seguirle. Este mismo mes de octubre a sus 87 años de edad publica su vigésimo quinta novela; novela que compraré en el momento en que vuelva a Londres (que espero que no sea a muy tardar). Pocos autores consiguen con un libro que mi alma viaje tan lejos, se camufle entre las páginas y participe de primera mano de lo que se narra en ellas. Siempre volveré a leer a Le Carré y espero que me queden muchas hojas aún para hacerlo.

No solo leer a le Carré para mí es un verdadero placer, sino que además leerle en una novela que cierra la que probablemente es su obra literaria más importante, es aún más intenso. “Smiley’s People” es la novela que cierra la saga del agente George Smiley y que culmina con la caza a su contraparte soviético, Karla. Londres (cómo no) y el Circus, París, Suiza, Hamburgo y Berlín (con una última escena muy cinematográfica que me ha recordado a Spielberg y su “Puente de los espías”) son los escenarios por los que Smiley y su gente tejen una telaraña de información encaminada a cazar al gran enemigo y rival del MI6.

Smiley’s People” es una novela que bien podría dividirse en dos partes bien diferenciadas. La primera, que empieza con dos capítulos escénicos en los que se nos plantean dos vidas y dos actos en Paris y Hamburgo es la que fija la trama, la que pone en contexto al lector e hila todo con libros pasados y personajes ya familiares para los que hemos seguido a Le Carré. La segunda parte es en la que la red empieza a estrecharse, cuando las piezas situadas sobre el tablero en la primera mitad del libro empiezan a moverse y la partida se acelera hasta llegar a ese final tan Le Carré: sutil, sencillo, profundo, íntimo.

Por norma general a John Le Carré se le considera un mero escritor de entretenimiento (como si esto fuera algo malo) cuyas novelas son todas de género (en este caso novela de espionajes y thrillers políticos algunos también). No voy a negar estas acusaciones, pero quien haya leído a Le Carré sabe perfectamente que sus libros no son meros best sellers, que lo son, sino novelas de una calidad literaria que ninguno de los escritores de pacotilla que van a dos novelas al año serán capaces nunca de escribir. “Smiley’s People” es una novela de una complejidad muy grande, tanto por su trama (tan bien hilada que el lector solo al final termina por tener una imagen completa del tapiz tejido durante todas sus páginas) como por sus personajes.

Smiley’s People” es una novela en la que la maestría narrativa de Le Carré vuelve a un punto muy alto. Las descripciones del ambiente y las acciones son tan exactas que el lector (y a mí me ha pasado) se transporta a los lugares donde se desarrolla la acción: calles de París, el Londres más clásico, Hamburgo y su ambiente portuario, Suiza y su frío ambiente (fantástica es el seguimiento a uno de los personajes por Berna) y para culminar Berlín y su muro. Pero no solo las descripciones son extraordinarias; los diálogos entre Smiley y su gente son de lo mejor que he leído: ese ritmo, esa profundidad, ese doble sentido siempre, esa doble moral, esa incapacidad para saber qué es verdad, qué mentira y qué medio verdad o mentira.

Las novelas de Le Carré son todas laberínticas. En ocasiones uno no sabe en qué momento temporal de la narración está. “Smiley’s People” no es diferente, aunque a diferencia de otras tiene una acción bastante lineal en cuanto a desarrollo temporal se refiere. Apenas hay flashbacks, recurso que Le Carré usa mucho para mostrar las partes ocultas de sus tramas, esas que terminan de embrollar al lector haciéndole que esté pendiente al cien por cien de la trama para no perderse ni agobiarse intentando recuperar el hilo argumental y avanzar en la tela de araña que suelen tejer las novelas de Le Carré. Pero esto es lo que me tiene adicto a este escritor: esa manera de retorcer todo y enganchar a un lector en una trama de espionaje que toca todos los sentimientos humanos y que plasma como nadie nuestras bajezas morales ante dilemas de difícil solución.

Como ya he dicho con “Smiley’s People” se cierra una saga de novelas protagonizadas por George Smiley, para mí uno de los personajes literarios más importantes de la literatura anglosajona de todos los tiempos. Y siento pena por haberme terminado este libro. Pena porque sé que ya no hay más novelas en las que Smiley tenga voy y cuerpo. Pena por no volver a leer sus preguntas siempre incisivas y directas al grano, sus argucias, sus planteamientos, ni a volver a ver sus fantasmas del presente y del pasado. No puedo recomendar leer esta novela sin que antes al menos se hayan leído las dos novelas precedentes que pueden conformar la trilogía (llamada así por simplificar) de Smiley-Karla. Pero siempre recomendaré leer cualquiera de las novelas de Le Carré porque todas aportan algo, todas mueven algo en la conciencia del lector.

Caronte.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Lectura crítica: "Cal viva"

La verdad es que no he sido, ni soy, lector de novelas cuya trama o hilo conductor estén en pleno presente. Siempre me tirado más por historias ambientadas en tiempos pasados o simplemente atemporales cuyo desarrollo podría ser a principios de los sesenta o a mediados de los dos mil. Es algo que sin decidirlo de manera expresa he terminado haciendo más o menos sin pensar. Razones quizá haya varias, o quizá ninguna y sea todo casualidad. Y menos aún leo novelas cuyo tema principal sea la política, los políticos y las consecuencias de ambos. Hay thrillers políticos fantásticos y autores que hacen de este género toda una gran fuente de ingresos escribiendo novelas como un churrero hace churros un 5 de enero durante la cabalgata de reyes. Este tipo de novelas, este género literario, mejor dicho, suele producirme mucha pereza porque en el fondo ya sea en India o en Badajoz los fajos fondos de la política son los mismos y por tanto las historias para contar terminan siendo repetitivas.

Pero voy a lo que me atañe hoy que es la novela “Cal viva”. De nombre bastante llamativo y proveniente de la famosa frase que un líder político de izquierdas español pronunció en el Congreso de los Diputados atacando a otro líder progresista del principal partido gobernante en España a quien en su momento quería superar como líder de la oposición al gobierno conservador de aquel entonces, esta novela recorre prácticamente 40 años de la historia política de España, principalmente de los años del gobierno de Felipe González.

No quiero dar muchas pistas sobre el argumento de “Cal viva”, pero todo gira en torno a la relación (inexistente) entre un padre que en su día fue un alto cargo y diputado de los gobiernos socialistas y su hijo, periodista frustrado que vaga por Madrid abrumado por recuerdos e ideales un tanto falsificados por una política miserable. Ambos, padre e hijo, metidos en una bruma pasada de la que solo las exigencias irrenunciables que la vida acaba imponiendo terminan de nuevo por reunir, narran en capítulos alternos (con algún interludio más literario que político) sus recuerdos del pasado político, glorioso para el padre falaz para el hijo, de España.

Por las páginas de “Cal viva” aparecen nombrado directamente o simplemente insinuados de tal manera que todos sabemos de quien se habla, políticos de todo signo político y condición. La leyenda (negra, gris o blanda) de los años en los que España pasó de ser un país que casi recae en una dictadura militar con el Golpe de Estado del ‘81 a ser el gran país referente en trenes de Alta Velocidad y organización de eventos mundiales (JJOO y Expo del ’92). Se tratan asuntos delicados de los que todos hemos oído hablar, y más que nunca recientemente.

La política presente, pasada y futura inundan todo el libro. “Cal viva” es una especie análisis exhaustivo de lo que la ‘nueva política’ está trayendo a España, de los pecados que parece estamos volviendo a cometer, de la política de voces y oídos tapados en la que se grita creyendo que se tiene razón y no se escucha ni a propios ni a extraños por si las palabras ajenas nos hacen replantearnos nuestras ideas y darnos cuenta de lo erróneas que hayan podido ser.

Cal viva” es un libro que no aburre y que tiene un ritmo lo suficientemente activo como para que el lector quiera seguir leyendo más y más. La pesadumbre que padre e hijo tienen por sus respectivos pasado y presente enganchan al lector haciéndole incluso que tome partido por una de las visiones, prácticamente contrapuestas, que ambos protagonistas de esta historia plantean. Viendo la política actual, pesada, repetitiva, vil, miserable, hipócrita, y leyendo este libro uno se da cuenta de qué poco han variado las cosas en España y de cuánto deberíamos cambiar para dignificar la vida pública en este país.

Aviso de una cosa importante: quien tenga una visión muy partidista de la política es mejor que no se acerque demasiado cerca de “Cal viva” y menos aún si la ideología tira más hacia la izquierda. A una novela devastadora con ideales como esta es mejor acercarse sin ningún tipo de prejuicio previo para dejar que la parte de realidad que toda ficción contiene nos sorprenda. Otro aviso importante: no hay que dejar de tener presente siempre, en cada página, que estamos ante una obra de ficción que si bien se basa en hechos ocurridos en este país en los últimos 40 años no deja de haber salido de la imaginación de su autor.

Cal viva” ha sido una grata sorpresa ya que no esperaba encontrarme en una historia política algo que me enganchara y me entretuviera como lo ha hecho este libro. He disfrutado y he comprobado que la imagen miserable que tengo de la vida política es así porque siempre ha sido así, para desgracia de todos. Bien escrita, con buen ritmo, con personajes interesantes que transmiten emociones muy diversas y con una historia de fondo llena de actualidad; esta novela tiene prácticamente todo lo que se le puede exigir a un libro para entretener, y esto lo hace a la perfección.

Caronte.

viernes, 21 de junio de 2019

Lectura crítica: "La carta esférica"


La literatura es un proceso de aprendizaje continuo. Un proceso doble, para escritores y para lectores. Lo es para los escritores que plasman en sus libros las historias que durante mucho tiempo (meses, semanas, años…) han estado latentes en su cabeza, prisioneras de su incapacidad para dejarlas fijadas con palabras. Y lo es para los lectores que con cada libro que abren y en cuya historia se sumergen ganan horizontes, conquistan tierras ignotas, y se dejan llevar de la mano de protagonistas a los que se termina queriendo u odiando, y de los que siempre se aprende ya que en muchas ocasiones nos ponen delante de nuestro propio reflejo y debemos reconocernos en ellos. Leer y aprender, escribir y aprender, son binomios bidireccionales que hacen de la vida un paso del tiempo mucho más ameno de lo que sería sin ello. Pérez-Reverte es un maestro a la hora de enseñar a través de sus libros, ya que es una mente curiosa que no deja de preguntarse cosas y por tanto de aprender para luego legarnos su aprendizaje.

La carta esférica” es de esos libros que uno lee para disfrutar y que enganchan de tal modo que toda interrupción en su escritura es una pena para el lector. Hace años que leo a Pérez-Reverte y siempre (salvo en la serie Alatriste que nunca me ha convencido) sus libros me han provocado una sensación de estar leyendo a un gran maestro de la novela de aventuras instructiva. Todas y cada una de sus novelas me han llevado a una época, clase social y temática diferentes.

En este caso es el mundo naval y marino el que fluye a través de las hojas de “La carta esférica”. Y es que esta novela huele a salitre, sabe a marisco y peces recién pescados, tiene el tacto robusto de las sogas y terso de las velas blancas. Entre sus páginas se oyen las olas romper contra los acantilados de la costa sureste de España, esa costa agreste murciana y almeriense donde Pérez-Reverte se crio. Se escucha cómo el Mediterráneo se comunica con la gente que vive en sus orillas, la presente y la pasada, porque en sus aguas está en el fondo la historia de la humanidad.

Centrándome en la trama de “La carta esférica” decir que esta novela es un libro de aventuras de corte clásico es quedarme corto. Siguiendo la más clásica de las tradiciones novelescas marítimas, Pérez-Reverte crea una historia de leyendas, de barcos antiguos hundidos en el fragor de la batalla, de marinos perseguidos y perseguidores, de cazadores de mitos, de cazadores de corazones y de cazadores sin escrúpulos. Y detrás de todo como siempre un tesoro, en este caso en forma de esmeraldas puras traídas desde las Indias (América) para comprar la voluntad de un consejo real que evitara la caída de los Jesuitas. Religión, ambición, sobornos, muerte, olvido… Lo dicho una historia que impide separarse del libro.

Debo añadir que “La carta esférica” no sería nada sin sus personajes protagonistas: Coy y Tánger. El primero es un marino en tierra despojado de su barco por dejarse llevar en un lance por la tempestad que a veces asola a los hombres haciéndoles decir y hacer cosas que no quieren. Tánger es una mujer de las que hacen que los personajes femeninos de las novelas feministas sean meros esbozos de mujeres verdaderas y fuertes. Es Tánger una mujer que hace que Coy deje todo y ponga rumbo hacia ella sin saber si es una sirena acercándole al naufragio. Su relación, inicialmente profesional (la búsqueda del tesoro extrapolando coordenadas y llegando a las mismas) torna sentimental cuando Tánger lo decide oportuno para conseguir lo que busca desde el principio.

Añadamos a lo anterior a los antagonistas de la aventura: un caza tesoros profesional gibraltareño (el pirata sin escrúpulos y con el barco grande de las novelas clásicas) y su secuaz escudero engañoso, así como un viejo marino amigo de Coy que les ayudará a Tánger y a él consiguiendo un barco que les acerque al tesoro. Lo demás lo dejo para quien se aventure entre las horas de “La carta esférica” y decida dejarse llevar por los vientos indomeñables.
Antes de acabar me gustaría apuntar una cosa sobre “La carta esférica” y es que en este libro he encontrado la más perfecta y poética descripción de lo que es (o al menos debería ser) el Mar Mediterráneo. Obviamente solo Pérez-Reverte, cartaginés (o cartagenero), puede llegar a describir el Mediterráneo como lo he leído en las páginas de esta novela. Probablemente es de los pasajes más bellos que he leído nunca en un libro y creo que va a ser muy difícil superarlo.

Uno nunca es el mismo después de una novela, sea cual sea, pero he de admitir que tras leer cualquiera de las novelas de Pérez-Reverte he aprendido algo nuevo. Tras “La carta esférica” sé que quiero ver con mis ojos la tierra y el mar que describe en esta novela, y sentir sobre mi piel el calor y la brisa marina de esa zona de España. También sé muchas más cosas de náutica que antes, así como de historia y psicología humana. En 50 años hablaremos de Pérez-Reverte como uno de los más grandes narradores de novelas de aventuras europeo a la altura de Conrad, Verne o Stevenson. Esta novela es un ejemplo de buen hacer, de buena literatura que es la que tras leer el lector se convierte en otra persona.

Caronte.

jueves, 30 de mayo de 2019

Lectura crítica: "Tus pasos en la escalera"


Si la última entrada del blog la dediqué a la última novela de Eduardo Mendoza, uno de mis escritores preferidos y de cabecera, esta de hoy es para otro de mis autores predilectos que descubrí después de que le galardonaran con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras: Antonio Muñoz Molina. Y también en este caso voy a hablar de su última novela publicada hace apenas un mes. Muy probablemente este libro se quede muy marcado en mi memoria por la absoluta coincidencia que tuve un día paseando por Madrid con el libro bajo el brazo (siempre voy con un libro en la mano cuando salgo de mi casa) cuando de repente me topé de frente con Antonio Muñoz Molina paseando a su perro. No soy muy dicho a hacer estas cosas, ya que me parece entrometerme en una vida ajena, pero no pude más que pararle para hacerle partícipe de la coincidencia y decirle que en la Feria del Libro le veré para que me dedique el libro.

Llevaba varios años Muñoz Molina sin publicar una novela llena desde la primera hasta la última página de ficción y con “Tus pasos en la escalera” vuelve a situarse en ese lado de la realidad donde todo sin ser tangible es imaginable. Y vuelve con una historia que envuelve al lector en una atmósfera que poco a poco a lo largo del libro se va haciendo cada vez más irrespirable y densa en la que la angustia, el desconocimiento, la ausencia y la paranoia llegan al lector con la misma intensidad, sino más, que al protagonista de la novela.

En “Tus pasos en la escalera” el lector debe dejarse llevar por la voz narrativa del protagonista, cuyo nombre creo que solo aparece una vez en toda la novela y que por tanto no recuerdo (tampoco es importante). Este narrador nos va contando su vida junto a su pareja, una mujer científica de éxito, tanto durante su pasado juntos en Nueva York como su futuro presente en Lisboa donde se mudan hartos de la gran manzana y por cuestiones laborales de ella. Sin embargo, ella nunca está presente físicamente en la narración. Todo lo que al lector se refiere de Cecilia, que así es como se llama la pareja del narrador, es referente al pasado común y a la imaginación de un futuro juntos en Lisboa. No hay presente.

No hay presente en la narración porque “Tus pasos en la escalera” es una novela sobre la espera y la ausencia, y sobre cómo estos dos estados de ánimo, porque eso es lo que son en el fondo, trastocan a las personas hasta desfigurarlas del todo. Cuando se ha tenido algo a lo que el corazón ha tenido mucho aprecio su pérdida o ausencia es mal entendida por el cerebro que intenta que el corazón no sufra haciéndole pensar que quizá esa ausencia no es definitiva, sino que en algún momento puede que sea recobrable. Y la espera cuando se alarga y los días se suceden llenos de ilusiones y esperanzas se torna ansia y ésta a su vez en angustia y paranoia que puede terminar en locura.

Muñoz Molina guía al lector de “Tus pasos en la escalera” como solo alguien con un dominio del lenguaje puede hacer: suavemente, dejando entrever lo justo de la realidad, para al final ir arrebatando la respiración haciendo que sea casi imposible despegarse del libro para cualquier otra cosa que no sea necesidad vital imperiosa. Es cierto que el inicio de la novela, a quien no está acostumbrado al estilo de Muñoz Molina se le puede hacer muy pesado y denso, pero a los que ya llevamos años leyéndole y enamorados de esa prosa tan cuidada, esta novela es una joya. No exagero si digo que para mí esta novela es de las mejores de Muñoz Molina. La he disfrutado como hacía varios libros ya que no disfrutaba leyéndole.

Es complicado explicar con palabras las sensaciones que se me pasan por la cabeza y el cuerpo cuando leo un libro de Muñoz Molina pero creo que puede ser una mezcla entre orgullo, felicidad y paz interior. “Tus pasos en la escalera” es una novela hecha para disfrutar leyendo, aunque pueda pasarse mal por ese punto de thriller psicológico tiene la novela. En varios momentos durante su lectura me he imaginado desarrollos muy macabros, trágicos, sádicos y crueles, pasando también por los tristes o por los imaginarios. Y sin embargo el final es tan Muñoz Molina que hubiera sido muy complicado de adivinar (aunque suene contradictorio).

Mención aparte quiero hacer al protagonismo que tiene Lisboa en “Tus pasos en la escalera”. La ciudad del Tajo es un personaje más que acompaña al narrador y a su perro en los interminables paseos que le da. Un ambiente, unas calles, unos olores, unos colores y un estado de ánimo, definitivamente, que hacen que la novela no pueda estar ambientada en otra ciudad que no fuera esta. Nueva York también está presente en las evocaciones del protagonista de su vida con Cecilia, y sobre todo el evento que cambió el mundo tal y como se conocía. Pero aquí NY es una ciudad arisca, brusca y hostil, mientras que Lisboa, pese a su decrepitud, abandono, ancianidad y melancolía es la ciudad perfecta para el amor incondicional e irreal casi que siente el protagonista de la novela.

Después de los dos últimos libros de Muñoz Molina en los que sus reflexiones personales y la realidad han sido más protagonistas que su magnífica prosa y su potente imaginación, “Tus pasos en la escalera” vuelve a la senda que ya me enamoró de este autor ubetense hace años. Este libro es uno de los mejores de lo que llevamos de año y no tengo duda alguna de que llegado el momento de dar el Premio de la Crítica o el Nacional de Narrativa estará entre los que suenen para ser galardonado con alguno. Pero dejando los premios a un lado, solo me queda decir que espero que aún le queden muchos libros así en el tintero a Muñoz Molina porque sinceramente este libro ha sido de los que más he disfrutado este año.

Caronte.

lunes, 20 de mayo de 2019

Lectura crítica: "El Rey recibe"


Eduardo Mendoza es desde hace años ya uno de mis escritores preferidos. Curiosamente lo conocí tras ganar el Premio Planeta y decidí leer la novela con la que ganó y que me encantó. Digo curiosamente porque hace años que el Planeta no premia calidad literaria alguna sino mediocridad comercial y por tanto hace años que no leo nada premiado. Da la casualidad que fue Eduardo Mendoza el primer escritor al que saludé en persona en una Feria del Libro hace también ya unos cuantos años. Pocos autores me ilusionan tanto y cuando hace unos meses sacó nuevo libro y anunció una trilogía de novelas ambientadas en las décadas más intensas del siglo XX no sólo me alegré, sino que pensé que volvía el Mendoza más serio y formal de su primera época como escritor. Pero no ha sido hasta el pasado Sant Jordi, Día del Libro, cuando mis padres me han regalado este libro que empecé a devorar al día siguiente y que tardé poco en dar cuenta del mismo a pesar de que es hoy cuando subo esta reseña.

El Rey recibe” es una novela ambientada entre Barcelona y Nueva York que sin embargo tiene uno de sus puntos clave en Baleares y cuyo protagonista empieza a trabajar sin casi él saberlo para un Príncipe imaginario de un país ficticio absorbido por la URSS que pretende recuperar el trono cuando el régimen soviético caiga. Rufo Batalla es el nombre del protagonista y narrador de esta historia. Periodista sin talento ni suerte, con unos padres snobs catalanes que se creen por encima de todo por ser cultos y que está un tanto perdido en la vida sin saber muy bien qué rumbo tomar. Sin embargo, todo cambia durante un viaje a Menorca donde tiene que hacer un reportaje sobre la boda de un Príncipe sin trono. En esa boda pasan cosas extrañas, muy típicas de Mendoza, que hacen que Rufo de un vuelco a su vida sin él mismo saberlo.

Sin dejar de ser una novela típicamente mendociana, “El Rey recibe” para mí podría englobarse en lo que considero la “obra seria” de Mendoza. Lo que a continuación expongo no es más que una opinión subjetiva y totalmente personal. Desde que leo a Mendoza tengo la impresión de estar ante uno de los más grandes escritores de la literatura española, pero con una personalidad dual en cuanto a escritor. Por un lado, tiene novelas serias como “La verdad como el caso Savolta” o “La Ciudad de los Prodigios” y alguna más; y por otro lado, novelas que yo englobaría como divertimentos, en las que la fina ironía que recorren todas sus obras tiene especial protagonismo junto a un sentido del humor brillante y único entre las que destaco la serie del detective sin nombre. Esta clasificación para los que amamos la literatura es calcada a la que el mismo Graham Greene hacía de su obra.

Mendoza con “El Rey recibe” vuelve a recobrar un ritmo narrativo que en las últimas novelas parecía un poco desgastado ya, quizá porque se había centrado más quizá en esas novelas divertidas por las que, quizá de manera un poco injusta era más famoso. Sin embargo, con esta última obra con la que además empieza trilogía, el escritor barcelonés vuelve a plantear una historia interesante, que además repasa los momentos más importantes de la historia del mundo: inicios del movimiento gay, la transformación de Nueva York, el asesinato de Carrero Blanco, la apertura de España al turismo y por tanto al mundo…

A pesar de que “El Rey recibe” atraviesa momentos importantes para la modernización de la sociedad, también es una novela de personajes en la que destaca como protagonista Rufo Batalla. La verdad es que es un tipo dispar con el que por momentos me he identificado, pero al que nunca podría parecerme del todo. Esta también es una novela de lugares y entre ellos Nueva York destaca por encima de todos: sus ambientes, sus gentes, su elitismo incipiente de los años sesenta-setenta, su peligrosidad, su mitología, en definitiva. Es difícil además no pensar en esta novela como parte biográfica de Mendoza, aunque la ficción se separa mucho de la realidad.

La historia y el pasado tienen un papel muy importante en “El Rey recibe”, que no deja de ser una novela histórica a la manera de Eduardo Mendoza, pasada por su filtro y lente deformante y llena de ironía. Esta deformación irónica y sarcástica se refleja sobre todo en el mundo imaginario que crea para ambientar el reino irreal de Livonia al que aspira el Príncipe Tukuulo, un personaje lleno de ironía y rasgos que podríamos asemejar a muchas y diversas personalidades excéntricas del mundo real en el que vivimos.

La imaginación desbordante de Mendoza a la hora de crear la historia de Livonia y del pasado del Príncipe aspirante a Rey hacen que “El Rey recibe” sea una novela con la que he disfrutado como con pocas. He vuelto a disfrutar del Mendoza que me entusiasmó hace años cuando leí “Riña de gatos”, aunque ambas novelas no tengas mucho que ver ni en forma ni estilo ni nada. He disfrutado de cada una de las páginas de este libro. Me he reído y me he sonreído muchas veces durante su lectura, cosa que sinceramente se agradece de vez en cuando; pero ante todo he disfrutado de un estilo único y de una forma de narrar que pocos alcanzan.

El Rey recibe” es una novela que se lee en seguida y que para los que siempre nos ha gustado Eduardo Mendoza se devora en un abrir y cerrar de ojos. Creo también que para los que nunca han leído nada de Mendoza es una buena novela para empezar a descubrir a un autor que considero fundamental en la literatura española y que cuando falta muy probablemente sea irremplazable ya que los genios rara vez se producen en serie. Deseando estoy ya que la siguiente entrega de esta trilogía salga a la venta.

Caronte.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Lectura crítica: "Vuelo 19"


Las primeras novelas de un escritor tienen algo de mágico siempre; en ellas un autor deja parte de su propia alma y de su ser. Sé qué es escribir y sé cuánto cuesta hacer una obra de más de 500 páginas. Todo es una inmensa montaña, sobre todo el inicio, empezar con la frase correcta es un océano inexplorado donde sin embargo una vez metido de lleno es el escritor el que sabe por dónde tiene que ir. La historia va narrándose poco a poco, llegando a momentos de bloqueo, otros de inspiración, otros de no poder parar y tener que casi uno obligarse a hacerlo para ir al baño a mear. Por eso esta novela, la primera del más que conocido periodista de radio Ponseti, tiene algo que muchas otras no suelen tener: intimidad. Toda novela es parte integrante de la personalidad de un escritor, pero la primera es algo que está por encima de todo eso haciendo que el vínculo novela-escritor quede fijado para siempre.

Vuelo 19” es una primera novela muy ambiciosa que lleva detrás un trabajo ingente de documentación e investigación que la hacen, en cierto modo, un tanto pesada de leer por la cantidad de datos técnicos sobre aviación que se nombrar a lo largo de sus páginas. En el fondo la novela está totalmente basada en hecho acaecido a finales de 1945, mismo año que acabó la IIGM y que supuso la mayor tragedia militar americana desde el final de la contienda y en tiempos de paz. Por esto digo que esta primera novela de Ponseti es ambiciosa, ya que no solo ficciona sino que tiene que basarse en hechos reales para contar esta historia.

Pero además de ambiciosa “Vuelo 19” es una novela arriesgada por su estructura y narración. Ponseti plantea desde el principio varios hilos tanto en personajes como localizaciones y tiempos. La historia se desarrolla en dos momentos diferentes, el 5 de diciembre de 1945 cuando desaparece el vuelo protagonista de la novela; y posteriormente tres semanas después, a partir del 26 de diciembre cuando el único superviviente de dicho vuelo huye de florida para iniciar una nueva vida.

Si tuviera que indicar un protagonista de “Vuelo 19”, novela que por otra parte no tiene claros protagonistas, sería Paonessa, un joven piloto de ascendencia italiana que luchó en la IIGM librándola sin ser herido ni nada, pero que el destino le lleva a subirse al vuelo de instrucción 19 y terminar sobre los Everglades estrellado, dolorido y casi desahuciado de la vida. Sin embargo, no puedo quedarme únicamente con este personaje como protagonista, ya que la novela es coral, y hay multitud de actores que intervienen en ella. Muchos nombres, recopilados al final del libro para ayuda del lector, que en multitud de ocasiones es probable que se pierda entre tanto nombre, vuelo, avión, ubicación, etc.

La gran multitud de personajes, datos técnicos, palabras clave de vuelo, hilos narrativos y saltos temporales hacen de “Vuelo 19” una novela muy tediosa de leer, que cansa por la gran cantidad cambios que se producen en ella. El estilo tampoco es que sea una maravilla, como corresponde a una primera novela de alguien que hasta la fecha no ha hecho más que periodismo radiofónico. Estudiar una carrera de letras no te hace escritor ni te otorga la capacidad de narrar de manera convincente. La ambición a la hora de abordar una novela se puede tener una vez has entrado en este mundo con buen pie y llevas a la espalda unas cuantas cosas escritas humildes. No lo critico, porque quizá el ansia de contar de Ponseti ha hecho posible este libro, pero como novela deja mucho que desear.

Ambición y riesgo están muy bien en el fútbol, mundo del que viene Ponseti, pero para una novela como “Vuelo 19” que aspira a ser una gran historia sobre un episodio oscuro, tenebroso, no resuelto y misterioso de la historia de la aviación mundial no son cualidades que deberían primar a la hora de crear y conformar la historia. Creo que el plantear tantos hilos narrativos en la trama ha hecho que a la hora de ver el tapiz completo desde lejos y con perspectiva el lector se encuentre un poco perdido siguiendo hilos que no llevan a ninguna conclusión. El usar tiempos distintos, pero apenas distanciados los hechos tres semanas, hacen que sea absurdo tirar de dichos flashbacks que no aportan absolutamente nada. El aporte de datos técnicos, de claves de aviación y demás palabrería especifica en lugar de dar verosimilitud hace que la lectura se haga pesada y confusa.

La parte más reseñable de “Vuelo 19” es aquella en la que con un nervio narrativo muy intenso y un ritmo bastante endiablado a veces se narra la catástrofe del vuelo 19 real, sus problemas en el aire, su desesperada búsqueda e intento de solicitar ayuda, y su defenestración total. Bien podría en algún momento usarse esta parte y adaptarla a la gran pantalla, porque por momento parece que es un guion de cine y el lector bien puede imaginarse escenas rodadas por Spielberg o Coppola en mitad de una tormenta en la que se no ve nada y las comunicaciones cruzadas avivan la tensión de una situación abocada a un fin trágico.

Pero esto no salva al conjunto. “Vuelo 19” es una novela muy floja, que se ha pasado de ambición y al final una historia que tiene un fondo muy interesante se convierte en una sucesión de escenas medianamente interconectadas entre sí y vagamente repetitivas en las que se tira muchas veces de tópicos haciendo su lectura un tanto aburrida. Como primera novela es reseñable haber logrado algo de coherencia en lo narrado, ritmo en la parte más complicada y sobre todo verosimilitud, a pesar de tirar de tópicos y usar demasiada palabrería y repeticiones innecesarias para llenar más hojas. Es probable que sea buena novela de verano, pero porque en verano, en las tediosas horas de la siesta uno lee lo que sea.

Caronte.

viernes, 26 de abril de 2019

Lectura crítica: "City"


Siempre tengo los mismos problemas a la hora de elegir libro cuando voy a mi librería de segunda mano de referencia. Me termino bloqueando y mi cerebro pocas veces es arriesgado. Sin embargo, la última vez que estuve en esta librería terminé por decidirme por un libro cuya sinopsis está escrita por el propio autor; autor que ya había leído en dos ocasiones anteriores tras las que acabé encantado e ilusionado con la propia literatura y la capacidad de crear mundos mágicos, únicos y maravillosos. Nunca hay que dar por asegurado lo que una vez fue porque a veces las decepciones vienen por ese camino. Es increíble como Alessandro Baricco, un escritor italiano que descubrí con una fábula preciosa, “Seda”, puede concebir historias tan dispares y diametralmente opuestas, y cómo su estilo puede variar tanto de un libro a otro. La literatura es así: unas veces se tiene la suficiente inspiración para crear una obra única, y otras esta inspiración falla por muchas ganas que se tengan y se crea una obra sin alma.

City” es una novela larga que durante la mayor parte de la misma se me ha hecho muy pesada y aburrida. Empecé con ganas su lectura tras leer la propia definición que Alessandro Baricco hace del libro, que me atrajo ya que la pintaba como una historia mágica de nuevo en la que la realidad quedaba desdibujada en un mundo imaginario desbordante. Por desgracia la realidad de la novela es muy diferente y tras su lectura no puedo más que decir que he quedado más que decepcionado, desilusionado.

La trama está como dividida en tres secciones todas interconectadas: una historia de ficción narrada por una de las protagonistas; un relato de boxeo escuchado por radio (o elemento parecido); y la propia historia principal. Parece complejo, pero no lo es; “City” está bien estructurada en capítulos más o menos largos sin título en los que el estilo es muy diferente en cada una de las secciones. Para mí la única decente es la historia del oeste, ese western mágico que Baricco se invente y que sí que me ha recordado a sus otras novelas. Por lo demás: la de boxeo me ha aburrido soberanamente; y la principal, que va hilando todo, me parece insulsa, sin gracia, en definitiva: bastante aburrida.

Tengo la impresión que Baricco en “City” pretende imitar el estilo de Paul Auster. De hecho, en muchas ocasiones me resultaba bastante claro y evidente el intento de copia. El problema es que si se intenta copiar algo porque se admira hay que al menos hacerlo bien, con fundamento, y en esta ocasión Baricco no lo consigue. Esta novela parece una copia barata de cualquier novela moderna de Auster, con un mundo que parece calcado de la realidad, pero con imágenes a veces futuristas, a veces de un pasado bastante lejano, otras anacrónicas y generalmente como si fuera un espejo: muestra lo que somos sin ser lo que somos.

No quiero ser malo con Alessandro Baricco cuando en dos novelas me ha demostrado ser un escritor excepcional, con una imaginación desbordante y un estilo de escritura que atrapa al lector llevándole a mundos imaginarios mágicos. Pero con “City” no encuentro ni esa imaginación ni ese estilo. De hecho, si en lugar de haber descubierto a este autor italiano con “Seda” y continuar con “Océano mar”, hubiera comenzado con este libro, lo más probable es que nunca más le hubiera leído. Suena un tanto radical, pero la verdad es que la novela es tediosa, aburrida y muy pesada. Solo mejora hacia el final.

Ni tan siquiera los personajes son salvables. De hecho, podríamos hablar de que solo hay dos personajes en “City”, un crio superdotado y una mujer. El crío además tiene dos amigos invisibles, uno de los cuales es mudo (puramente mundo Auster, pero mal imitado). La maraña de personajes secundarios que rodean a los principales también es muy del imaginario del escritor neoyorquino, pero sin su gracia habitual y su credibilidad. Son copias baratas, lo repito. Y no es por querer desmerecer a Baricco, pero para mí esta novela es un fraude total. De hecho, sería casi para pedirle al autor algún tipo de indemnización por la desilusión generada, la pérdida de tiempo y el aburrimiento causado.

Si tengo que recomendar algo relacionado con “City” es que para descubrir el mundo literario de Baricco es mejor empezar por cualquiera de sus novelas anteriores y que he mencionado en esta reseña, y ante todo no leer esta a no ser que se esté dispuesto a llevarse un gran chasco. Me da bastante apuro tener que escribir sobre un libro en estos términos, pero es que la decepción es real, ya que me esperaba disfrutar leyendo y sin embargo, lo que he conseguido es frustrarme convenciéndome de que tenía que terminar el libro para verlo en su conjunto y poder admirarlo. Nada más lejos de la realidad, me alegré sobremanera al acabarlo ya que implicaba no tener que volver a tener que abrirlo. No sé si volveré a internarme en la literatura de Alessandro Baricco.

Caronte.


viernes, 5 de abril de 2019

Lectura crítica: "Un mal nombre"


Hace unos meses me propuse leer una de las sagas de novelas que más había dado que hablar en los últimos años, tanto por la propia calidad literaria de los libros, como por el misterio que rodeaba a su autora: Elena Ferrante. Hoy continúo la saga con el segundo libro de la misma volviendo a viajar (metafóricamente) a Nápoles y a meterme en la vida de las dos jóvenes protagonistas de este segundo libro en el que se narra su adolescencia y los vitales cambios que en ella se producirán y que harán que sus vidas dejen de ser las que fueron y empiecen a ser las que serán. A pesar de haber llegado tarde a esta saga, ya tengo la impresión de que va a ser uno de los ejercicios lectores más importantes que voy a tener durante este año y quizá el siguiente; porque no quiero agotar esta saga de golpe; quiero disfrutarla poco a poco, libro a libro, dejando su tiempo entre partes para que la historia repose y deje huella.

Así como el primer volumen de la saga de las Dos Amigas se centraba en la infancia y pre adolescencia acabando con la boda de Lila teniendo tan solo 16 años con Stefano Carracci, “Un mal nombre” continúa desde ese preciso momento y narra toda la evolución de ese matrimonio, así como la vida de Lenú atrapada entre su familia, su barrio de Nápoles y su voluntad de volar lejos de allí y realmente empezar a ser Elena Greco, sin compararse con nadie y no teniendo a nadie por lastre o rémora.

Un mal nombre” retoma, obviamente, a todos los personajes de la novela predecesora de la que es total continuación. Esto es probablemente es mayor problema que tiene la lectura de esta novela, y por consiguiente de toda la saga, ya que hay infinidad de personajes y familias, todas con nombres parecidos (en el fondo todos los nombres italianos se parecen, sobre todo los más típicos); y no solo ya sus nombres sino sus diminutivos, y también las relaciones que se establecen entre ellos, etc. Menos mal que al principio del libro se glosan todos los personajes de la novela divididos por familias y profesiones (cuales gremios medievales) así como unas pequeñas notas de cómo quedaron cada uno en la novela anterior. Gracias a esto quien lea este segundo libro tiempo después del primero (mi propio caso) puede retomar todo con tranquilidad.

Cuando empecé con esta segundo novela tuve la misma impresión que con la primera: me costó un poco entrar en la dinámica de la narración y en el ritmo de la misma. Pero una vez que me acoplé al ritmo narrativo de la novela, “Un mal nombre” pasó a ser una delicia de lectura. Elena Ferrante crea una atmósfera en la que el lector pasa a ser un personaje más del barrio y a ir de la mano, de forma invisible, de Lenú, la narradora y en el fondo protagonista de esta preciosa historia de amistad perdurable y verdadera.

Si en el primer volumen de la saga Lila y Lenù ya mostraban caracteres muy diferentes, casi me atrevería a decir opuestos, en “Un mal nombre” esta diferencia se va haciendo cada vez mayor, distanciando a las dos amigas poco a poco. Una distancia quizá creada por la arrogancia y la envidia, mutua, que van haciendo que las dos amigas se quieran y necesiten al mismo tiempo que saben que deben separarse para no hacerse daño del todo. Y ese es el proceso que se sigue en el libro, acentuado por los amores de juventud que hacen que todos los sentimientos afloren y estén a ras de piel.

Porque “Un mal nombre” es una novela plagada de sentimientos cosa que la hace humana. De hecho y sin exagerar puedo decir que es la más humana y cercana de cuantas novelas me he leído en los últimos años, algo que creo que justifica absolutamente el completo éxito que ha tenido esta saga. No es difícil que alguien al leer estos libros, tanto el primero como este segundo, se sienta identificado y se vea reflejado en alguno de los personajes que la plagan; y no solo eso, sino que vea muchas acciones y sentimientos que haya hecho alguna vez en su vida. Porque a pesar de que está ambientada en los años sesenta y Nápoles, esta novela es tan contemporánea como la vida misma, porque en el fondo no va de otra cosa.

La vida a tumba abierta es lo que narra Elena Ferrante en su saga y en “Un mal nombre” la crudeza se hace más palpable. Los sentimientos se intensifican y se hacen duros, las palabras se afilan para intentar hacer daño, las envidias generan odios y frustraciones, los personajes empiezan a actuar por impulsos que no siempre llevan a buenos resultados. Pero siempre hay espacio para la esperanza. Lila y Lenù son dos chicas fuertes, determinadas, valientes y toman sus propias decisiones en un mundo machista del que intentan huir. Su amistad en este segundo volumen acaba un poco dañada, pero en el fondo ambas jóvenes se quieren sinceramente, con todo el corazón, creando una amistad verdadera que yo como lector envidio.

El año pasado cuando empecé con el primer libro de la saga no pensé que me fuera a enganchar tanto. Tras leer “Un mal nombre” confirmo las sensaciones que ya me dio el primer libro y me reafirmo en la voluntad de leer los dos restantes; eso sí, dando tiempo al tiempo, dejando reposar esta bellísima y compleja historia de amistad y sobre la vida, no ya por no saturarme sino para no acabar tan pronto de disfrutar de la narrativa y el estilo de Elena Ferrante ni para despedirme tan rápidamente de Lila y Lenù.

Caronte.

jueves, 21 de marzo de 2019

Lectura crítica: "En Paciente inglés"


Llevaba años detrás de esta novela de la que siempre había leído buenas críticas (no tanto de la película que siempre me ha referido como aburrida y pesada, extremos que aún debo confirmar ya que no la he visto). Sin embargo, no terminaba por decidirme a comprarla y leerla. Esto cambió hace unas semanas cuando di con una edición especial en inglés de la editorial Bloomsbury con una portada muy atractiva que me terminó por convencer para comprarlo en una librería de Madrid especializada en literatura en otros idiomas (aunque la mayoría de las veces salga más a cuenta comprar por Amazon). No solo la portada influyó, ya que, desde hace unos meses, exactamente desde que concedieron a esta novela el Golden Man Booker a la mejor novela de los últimos 50 años en Reino Unido, las ganas por leer esta obra crecieron exponencialmente. Vamos que ha sido un compendio de factores los que han hecho que, por fin, después de bastante tiempo, haya leído esta gran novela de bellísima escritura.

El paciente inglés” es probablemente la novela más famosa, y la más aclamada y premiada, de Michael Ondaatje. En ella, con un estilo lleno de imágenes sensoriales que atacan directamente a los cinco sentidos del lector, se narra una historia de guerra, amor, pasiones y locura. Cuatro son los personajes principales: el paciente inglés, cuya identidad durante toda la novela es un misterio; Hana, la enfermera canadiense que cura al paciente inglés en una villa semi en ruinas de Italia; Caravaggio, un militar canadiense cuya vida anterior a la guerra se desarrolló como ladrón; y Kip, un zapador hindú de aproximadamente la edad de Hana que no sabe muy bien cuál puede ser su lugar en el mundo y que por tanto está perdido en su existencia.

La trama de la novela gira en torno al personaje que le da título: un misterioso paciente que se dice inglés pero que nadie sabe muy bien quién es ya que está totalmente quemado debido a un accidente en mitad del desierto. “El paciente inglés” cuenta fragmentariamente la historia de este desconocido personaje al mismo tiempo que se entremezcla con los otros tres: Hana, Caravaggio y Kip. Sus historias personales, su pasado, su presente y sus dudas ante un futuro en el que la guerra sólo será un mal sueño y un recuerdo a guardar en lo más profundo de su memoria, se van cruzando a retazos, saltando de uno a otro por capítulos, y mezclándose a su vez con la historia de amor pasada y abrasiva del paciente inglés con Katherine Cliffton.

Ondaatje creó en su día una novela de estructura compleja con dos hilos argumentales diferentes; dos tiempos narrativos unidos únicamente por la presencia difusa y abrasada del paciente inglés, cuyas notas en un libro, sus conversaciones con Hana y lo que Caravaggio, que siempre duda de su verdadera identidad, le sonsaca medio drogándole con morfina. “El paciente inglés” no es de lectura sencilla por eso mismo, por la cantidad de saltos al pasado que hay, y por la cantidad de veces que se cambia de punto de vista en la historia. Y, sin embargo, gracias a esta complejidad, a esta obligación a que el lector esté muy pendiente y atento a la lectura y la trama, esta novela me ha parecido soberbia.

Lejos de clasificar “El paciente inglés” como una novela de espionaje, amor o bélica, creo que sería mejor decir que es una novela brillante y demoledora ante la que cualquier lector debería rendir honores ya que tiene todo lo que se puede pedir a un buen libro: y es que con esta novela uno es capaz de viajar lejos, muy lejos, y dejar, durante el tiempo que se esté enfrascado en su lectura, de ser un jubilado, estudiante, ama de casa o ingeniero, para ser un observador preciso de unas historias que llegan al fondo del corazón y conmueven todos los sentidos manteniéndolos alerta.

Hay ocasiones, y “El paciente inglés” es una de esas, en las que en una novela es tanto o más importante el continente que el contenido. En este caso el continente, es decir, el cómo está narrada esta novela y su estilo hacen que el lector no pueda separarse de sus páginas porque se siente atrapado por la belleza de las frases y las imágenes que evoca. Cada vez que se evocaba la noche, o una tormenta, o simplemente el piar de los pájaros o el discurrir del agua por una fuente de la Villa San Girolamo en ruinas después de la IIGM quería estar ahí. Mis sentidos se agudizaban para oír, tocar, oler, saborear y ver todo lo que los personajes sentían a través de todos sus sentidos.

No exagero si digo que “El paciente inglés” ha sido una de las novelas que más me han hecho sentir, no sólo emocionalmente, sino sobre todo a nivel sensorial. Por esta razón digo que la trama, aunque perfectamente hilvanada y cosida pese a su complejidad, puede incluso a veces pasar a segundo plano para dejar que sean los sentidos del lector quienes avancen en la trama. Además, Ondaajte logra introducir muchos elementos metafísicos en la novela haciendo que muchas de las cosas que se dicen y de los sentimientos que se expresan ni se digan ni se expresen de manera directa sino a través de metáforas e ideales.

No me arrepiento para nada de haber tardado tanto tiempo en haber leído “El paciente inglés” ya que una vez hecho creo que no hubiera sido capaz de leer esta novela antes: no hubiera estado preparado. Por eso soy prudente a la hora de recomendar este libro, ya que no todo el mundo puede acercarse a él y disfrutarlo como se merece. Hay que querer leerlo, y sobre todo hay que querer dejarse llevar por un estilo y una estructura complejas, pero al mismo tiempo perfectos que hacen de la lectura de esta novela un verdadero placer para todos los sentidos.

Caronte.