Siempre acabo
volviendo a Javier Marías. Después de una larga temporada sin leer nada de este
grandísimo escritor, salvo por supuesto sus artículos en la última página del
dominical de El País, decidí hace unas semanas, y coincidiendo con el Día del
Libro, comprar la que fue su primera novela, publicada allá por el año 1971
cuando el autor contaba con apenas 20 años. Es muy destacable el año de
publicación ya que dice mucho de la época en la que esta novela salió a la luz.
Una época todavía oscura pero en la que ya se empezaban a ver algunas luces de
ilusión y cambio, más que a nivel social y político, a nivel cultural e
intelectual. El final del franquismo fue una muy larga agonía en la que mucha
gente empezaba a impacientarse por que muriera el desgraciado dictador pero que
no podía mostrar dicha impaciencia por miedo a acabar mal. También es de
resaltar la edad de Marías cuando publicó la novela. Apenas un joven
adolescente, que como ahora comentaré usa un estilo y una temática muy
diferentes a lo imperante en la época para darse a conocer como escritor. Un
escritor que a la postre se ha convertido en uno de los más importantes
escritores españoles con reconocimiento internacional, y en uno de mis
escritores preferidos en lengua española.
“Los dominios del lobo” es una
novela no excesivamente larga cuya trama no existe. A ver si me explico mejor
porque esto no deja en muy buen lugar a Javier Marías. Esta novela tiene un
hilo conductor, o mejor dicho una mecha de ignición que se explica en el primer
capítulo del libro y que es la descomposición de la familia Taeger. Los Taeger
son una familia americana adinerada y con una posición social bastante
respetable, pero que tras una fachada de familia ejemplar y representativa del
sueño americano se esconden muchos complejos y sueños rotos. Todo salta por los
aires durante una fiesta. A partir de ese momento sus miembros más jóvenes o se
suicidan o huyen de casa para escapar de un futuro que no quieren, dejando a la
familia mal con los consiguientes disgustos para los patriarcas de la estirpe
Taeger. Los escándalos van hundiendo a la familia hasta que termina por
desaparecer en el olvido, quizá la peor de las condenas.
Este es el inicio
de “Los dominios del lobo”
pero lo que sigue poco o nada tiene que ver con él. La historia de la familia
Taeger se va diluyendo y acaba prácticamente por desaparecer. Solo de vez en
cuando aparecen en la novela, como protagonistas de algún capítulo, alguno de
los miembros de dicha familia. Esto no quiere decir, ni de lejos, que este libro
sea una cosa absurda que cuenta una historia sin pies ni cabeza. Y no lo es
básicamente porque la historia que cuenta son al mismo tiempo una y muchas. Voy
a intentar volver a explicarme porque veo que lo que acabo de decir suene muy
raro a muchas personas. Aunque formalmente no es así porque esta novela va
arrastrando durante todas sus páginas a algunos personajes, yo la considero más
que una novela un libro de relatos cortos, de cuentos (palabra ésta muy
denostada, utilizada únicamente para designar a las narraciones infantiles
cuando detrás del cuento hay todo un universo narrativo muy rico).
Javier Marías no
suele, y hablo a día de hoy, dejar a nadie indiferente con sus obras. Pero es
que en “Los dominios del lobo”,
su primera novela tuvo que dejar a muchos autores y críticos de la época
atónitos, muchos de los cuales probablemente desde entonces le cogerían una
tirria que nunca superaron. Hoy Javier Marías es un escritor pausado y
reflexivo que ahonda en sus temas principales diseccionándolos desde muy
diversos puntos de vista generando historias que girar en torno a los mismos
con una precisión celeste. Pero con esta su primera novela, para aquellos que
descubrimos a Marías más o menos recientemente con algunas de sus novelas más
universales y aclamadas por la crítica, he quedado totalmente desconcertado.
Quien lea un libro del Marías actual y se anime a leer esta primera obra del
escritor madrileño puede que piense que está delante de dos escritores
diferentes.
Esta grandísima
diferencia entre estilos y temática que hay entre “Los dominios del lobo” y el Javier Marías de entonces, y el
Javier Marías de hoy y cualquiera de sus novelas más recientes se explica con
el normal desarrollo personal y narrativo de cualquier escritor de verdad, no
de esos que se tiran toda la vida escribiendo el mismo tipo de libros, que
venden miles y miles de libros entre una masa enfurecida de gente que hace
colas eternas delante de las librerías la noche anterior al lanzamiento, y que
se creen que por cambiar ligeramente algún que otro argumento en sus noveles e
intentar modificar algún tipo de género con estilos estrambóticos son de verdad
buenos escritores. Javier Marías para mí sí que es un gran escritor, de esos de
verdad, de esos que dentro de muchos años se estudiarán en los colegios y
universidades como elementos fundamentales en la historia de la literatura, no
ya española sino universal.
“Los dominios del lobo” es un
compendio de historias todas y cada una marcadas por la desesperación, por la
codicia, el egoísmo, el miedo, la cobardía, el afán de lucro, el amor por el
dinero rápido, el placer de la vida regalada. En todas las historias que van
convergiendo en la novela se ve el mismo tipo de personajes con los mismos
vicios y virtudes. Todas están ambientadas en los EE.UU. de principios del
siglo XX entre los años 20 y los años de la Gran Depresión. Una América
idealizada docenas de veces en el cine, la literatura, la televisión y las
artes en general; una época admirada y odiada por igual. Sin embargo en 1971, cuando
se publicó esta novela, en España los lectores de verdad estaban única y
exclusivamente acostumbrados a las novelas realistas y costumbristas españolas,
con personajes marcados por la Guerra Civil desde uno u otro bando, aunque con
predominio del bando miserable ganador. No puedo imaginarme lo que pudo suponer
para el panorama literario español una novela como esta de Javier Marías, que
probablemente sería tachado como escritor joven frívolo por haber concebido un
libro como este.
Es fascinante
descubrir cómo empezó un escritor de la talla de Javier Marías y “Los dominios del lobo” permite
hacerlo con total desenvoltura. Para quien nunca haya leído a Marías esta
novela le resultará fácil de leer y de seguir. Las historias que se cuentan en
las páginas de este libro son entretenidas y se leen igual que una película de gánsteres
se ve en la gran pantalla. Es fácil poner cara a todos los personajes que van
apareciendo, y localizar los escenarios de la acción: todo se nutre de imágenes
clásicas del cine en blanco y negro, de música de jazz y humo del tabaco. Nada
tiene que ver el estilo que en este primer libro suyo emplea Marías: limpio,
directo, sin circunloquios, sin perífrasis verbales que giran y giran sin rumbo
hasta que llegan al objetivo; con el estilo tan complicado y complejo que usa
en sus novelas más recientes, y que para ser sinceros a mí más me gusta.
La lectura de “Los dominios del lobo” ha sido
toda una experiencia, básicamente porque he tenido la sensación de penetrar
hasta lo más íntimo y primitivo del estilo literario y narrativo de Javier
Marías: hasta su mundo más personal. Para alguien que como yo ha descubierto a
Marías con libros como “Corazón tan
blanco” y se ha enamorado de su forma de escribir y sus historias con “Tu rostro mañana”, leer esta
primera obra implica muchos sentimientos, algunos encontrados. Aún así, puedo
decir que Javier Marías nunca defrauda. Antes de hacerme con esta novela, tenía
muchas ganas e ilusión por leer sus primeras obras; y ahora que lo he hecho
puedo afirmar que he quedado sorprendido por cómo una misma persona puede ser
al mismo tiempo, a lo largo de su vida, diferentes escritores. Quien desee
descubrir a Marías por primera vez quizá esta novela se le queda algo corta y
le decepciona; pero quien quiera descubrir a “otro” Marías diferente al que ya
conoce, este libro le sorprenderá.
Caronte.