viernes, 21 de noviembre de 2014

Lectura crítica: "El Palacio de la Luna"

No voy a descubrir la electricidad diciendo que Paul Auster es mi escritor americano favorito, y uno de mis favoritos en inglés (junto con John le Carré). Pero aún así cada vez que descubro y leo alguna de sus novelas esta atracción por Auster se acrecienta y con “El Palacio de la Luna” he vuelto a quedar anonadado por la capacidad de este escritor para mostrar y describir sin pudor el mundo interior del ser humano, ese mundo que todos vivimos personalmente y que pocas veces compartimos con otras personas. Esta novela de Auster fue publicada en 1989, ha llovido mucho desde entonces, pero aún así lo que se plasma en sus páginas sigue teniendo vigencia, y lo tendrá siempre porque lo que esta novela narra por encima de todo es cómo somos los seres humanos y qué sentimos dentro de nosotros mismos, y esto siempre será así por mucho que cambie la sociedad en su conjunto, porque los individuos que la formamos poco cambiamos nuestros mundo interior.

La historia que se narra en “El Palacio de la Luna” se desarrolla en Nueva York. Siempre está esta ciudad presente en las novelas de Auster, aunque las historias no se desarrollen en ella. La eterna ciudad gris de hormigón, acero y cristal, inmensa e inabarcable, multicultural e individualista, rica y miserable. No hay nadie mejor que Auster para describir su ciudad, no ya lo más conocido mundialmente sino aquello que Nueva York se guarda para aquellos que la aman. No he ido nunca a Nueva York pero supongo el día que ponga por primera vez un pie en sus calles poco o nada me resultará extraño, aparte de por el cine que ha retratado eternamente a la ciudad de los rascacielos en multitud de películas, también por las novelas de Auster que siempre llevan al lector a rincones extraños, extravagantes, bohemios y ante todo desconocidos.

En esta ocasión Auster nos presenta a un joven estudiante desnortado, desubicado en el mundo que ha perdido el rumbo de su vida y que se ve incapaz de recobrarlo, llamado Marco Stanley Fogg. La vida de Fogg pierde sentido cuando muere su tío Víctor, con quien había vivido desde que su madre falleció en un accidente de tráfico, y queda sólo en el mundo. Desde este momento Fogg pierde su norte, no encuentra el sentido de nada y sin ese sentido que todos debemos ver para poder seguir día a día viviendo y siendo, termina por dejarse llevar por la vida, simplemente sin hacer absolutamente nada de manera racional. Una vez se le acaba el dinero que su tío le dejó en herencia, tiene que empezar a vender la inmensa colección de libros que también le lega, hasta que llega un momento en que no tiene más que vender. Sus amigos de la facultad o mejor dicho su amigo de la facultad, Zimmer, intenta ayudarle, pero Fogg termina por rechazar la ayuda. Cuando tiene que dejar el apartamento donde vive de alquiler por impago empieza a deambular por las calles de Nueva York de un lado a otro sin rumbo, sin sentido.

Como no tiene ningún lugar donde ir, decide que lo mejor es ir a Central Park, donde suelen vivir los vagabundos y mendigos. Allí es donde una noche lluviosa después de muchas penurias acaba por sucumbir y cae a lo más hondo de su ser. Cae enfermo y si no es por su amigo de la universidad y por Kitty Wu una joven china que conoció un día por casualidad y de la que se quedó prendado, hubiera perecido en una especie de cueva en mitad de Central Park, solo. En este punto empieza a cambiar todo. Tras pasar una temporada en el hospital, va a casa de Zimmer y termina de recuperarse. Mientras tanto su amor con Kitty Wu sigue creciendo y haciéndose cada vez más fuerte. Este amor parece que le hace volver a recuperar un poco el rumbo de su vida, por ello recuperadas sus fuerzas decide buscar trabajo.

A partir de este momento empieza la parte más profunda de “El Palacio de la Luna”, esa donde Auster muestra su maestría con las letras, donde demuestra que es uno de los grandes. Fogg entra a trabajar para un viejo, Thomas Effing, muy particular. Este Effing es uno de los mejore personajes que desde mi punto de vista Auster ha creado en sus novelas, es un viejo gruñón, callado, que no ve y que va en silla de ruedas, que vive en su casa con una mujer que le ayuda y le asiste y con la que suele tener enfrentamientos cargados de ironía, maldad y duras palabras, pero que siempre acaban soportándose. Effing busca a alguien joven que le saque por la ciudad y vea por él. Ese alguien termina siendo Fogg. Empieza aquí una relación extraña, casi diría yo estrambótica. Poco a poco se ve que Fogg no será un simple acompañante de Effing, sino alguien mucho más importante, una parte de un todo más amplio que poco a poco irá descubriendo. Effing tiene un plan y ese plan es contar quien es, quien fue y quien no será, porque también tiene planeada la fecha de su muerte. Fogg termina encargado de redactar la necrológica de Effing, y de contar su verdadera historia que se hunde muy profundamente en la mente y personalidad humanas.

Nada de lo que pasa en esta parte de “El Palacio de la Luna” es lo que parece, nada pasa por pasar, todo es relevante, nada sobra. Auster crea una magnífica tela de araña que atrapa al lector en una historia que se va enredando a medida que se avanza en las páginas de este libro. Sin embargo este enredo aparente no es tal, ya que todo está meticulosamente hilado, y además con puntada fina. No hay respiro en la novela, y cada dos por tres se producen situaciones que cambian por completo la percepción de la historia por parte del lector. La historia poco a poco va mutando y el lector no tiene tiempo, ni capacidad, para anticiparse a la historia y por tanto cada vez que pasa algo que trastoca lo que se daba por casi seguro es como si se volviese al principio. El lector se ve en la obligación de ir cada poco recomponiendo la trama y el carácter de los personajes que ya de por sí siempre es complejo, lo que le da a la novela un realismo increíble.

Lo que pasa después de que Fogg conoce a Effing y empieza a escribir la historia de su vida, y sobre todo de su pasado, no lo voy a contar, ni si quiera esbozar porque entonces esos cambios en “el guión” no serían desconcertantes. Este constante desconcierto es el que hace de este libro un novelón, para mi gusto el mejor que me he leído por el momento de Auster. Cada página que pasaba era adentrarse más y más en las profundidades más inhóspitas de la personalidad humana. Auster es un maestro en reflejar en sus historias, y más aún en los personajes que las protagonizan, las diferentes personalidades que se pueden dar en la sociedad y diseccionar al milímetro los sentimientos humanos. No hay otro autor que sea capaz de mostrar con tanta claridad la complejidad del ser humano y de su mundo interior, siempre tan complejo, mutable y borroso incluso para nosotros mismos. En “El Palacio de la Luna” Auster despliega toda su maestría narrativa en este aspecto y todos los personajes que realmente tienen algo que ver en la historia representan formas de ser completamente diferentes unas de otras. Además también se puede disfrutar de los cambios que se van produciendo en la forma de ser, de pensar, de sentir y de vivir de los personajes principales y las mutaciones que se dan en sus respectivos mundos interiores.

Otro elemento que siempre está presente en las novelas de Auster y que en “El Palacio de la Luna” llega a una dimensión superior a todas las demás es el lirismo de su narrativa. Las imágenes que con la palabra crea Auster son difícilmente igualables pero en esta novela para mí ha alcanzado el zenit. A lo largo de todo el libro hay un elemento conductor que está siempre presente, directa o indirectamente, como es la Luna que termina siendo casi un personaje más de la historia. Un personaje guía, que como la luz de un faro parpadea a lo largo de las páginas y que va guiando tanto al lector como al protagonista principal, Fogg. No tiene que ser siempre la luna de manera directa, puede ser el nombre de un restaurante, o un cuadro con la luna de protagonista, o el nombre de una canción, o la letra de la misma, pero siempre está presente, de principio a fin. Esta constante a lo largo de la novela crea un ambiente mágico que se plasma en reflexiones y miradas al interior de uno mismo realmente impresionantes, que Auster enlaza con la novela de manera prodigiosa, como casi siempre hace en sus novelas.

Podría escribir hojas y hojas alabando esta novela, pero creo que lo mejor es que quien quiera leerla lo haga porque es complicado hacer justicia escribiendo de alguna novela de Auster. Para descubrir el mundo de Paul Auster hay que leerle, y “El Palacio de la Luna” puede ser una la puerta grande que conduzca al lector a descubrir nuevos horizontes literarios, un mundo diferente pero a la vez tan igual al que diariamente vivimos. Auster en esta novela ha superado todos los límites que pensaba que tenía y ha conseguido hacerme olvidar el mundo en el que vivía durante los minutos que cada día pasaba leyendo esta novela, y además me ha demostrado que los sentimientos que alguna vez también yo he vivido no son únicos. Es probable que des este libro saque lecciones importantes para mi vida, y es por ello que recomiendo vivamente su lectura. También quiero decir que no dejará indiferente a nadie, y o gusta hasta la médula o termina siendo repulsivo.

Caronte.

martes, 18 de noviembre de 2014

Lectura crítica: "Un saco de canicas"

En esta ocasión me toca hablar de un libro que nos recomendó mi profesor de francés de la Alianza Francesa de Madrid el curso pasado antes de acabar el curso. Asumí la recomendación y el pasado mes de septiembre compre este libro en francés para además de entrenar un poco este idioma, poder captar todos los matices originales de la novela y poder así entender mejor la historia en todo su contexto. Si he de decir la verdad hasta que mi profesor lo nombré, nunca antes había oído hablar de este libro, a pesar de que es uno de los más famosos y vendidos de nuestros vecinos del norte. “Un saco de canicas” es desde la fecha de su publicación en Francia una de las novelas más famosas, sobre todo entre adolescentes que se quieren empezar a familiarizar con la literatura algo más seria y formal.

Un saco de canicas” está escrito en primera persona a modo de experiencia vital de su autor. Y es que es precisamente esto lo que es: una narración sobre la vida de su autor cuando éste contaba con doce o trece años. Joseph Joffo narra en este libro su historia durante la II Guerra Mundial: vivencias y experiencias durante una de las épocas más oscuras en la reciente historia europea. Pudiera parecer un libro más sobre una infancia y adolescencia traumática a causa de la guerra, pero es mucho más que esto; esta novela es un alegato a que todo lo malo siembre termina por acabarse, nunca dura para siempre, un libro que intenta mostrar la más dura de las realidades vividas por su autor pero desde un punto de vista mucho más positivo que las novelas tradicionales sobre la ocupación nazi de Francia, o simplemente sobre la IIGM.

La historia empieza en París. Un París ocupado donde a pesar de este hecho todo sigue como siempre. Nuestro guía durante toda la historia, Joseph Joffo, con doce años va al colegio donde es de los mejores y después de clase juega por las calles de su barrio. Sin embargo todo esto cambia un día en que las autoridades nazis obligan a los judío a llevar una distinción sobre sus ropas para ser distinguidos como judíos; una estrella de David amarilla. Es en ese momento cuando todo cambia. En el colegio ya queda marcado como judío y sus amigos y profesores prefieren no tener mucho contacto con él para no ser señalados por los nazis. Aquí es donde empieza el miedo constante que se ve en “Un saco de canicas”. Desde este momento Joseph empieza a darse cuenta de que algo no va bien.

La situación para los judías sigue empeorando y un día los padres de Joseph deciden que lo mejor es que sus dos hijos menores dejen París y pongan rumbo al sur de Francia e intenten pasar a la Zona Libre. En este punto se produce una separación que no se revertirá hasta el final de “Un saco de canicas”. Joseph y su hermano Maurice, mayor que él, dejan París y se despiden de sus padres. Desde ese momento están solos, y deben enfrentarse solos al mundo, un mundo que de un día para otro puede cambiar radicalmente, tanto para bien como para mal, un mundo que persigue a los judíos por creerlos inferiores. Uno de los consejos que Joseph recibe de su padre es que nunca admita ser judío, que lo niegue siempre, algo que Joseph no entiende y nunca logrará comprender. Las primeras dificultades para los dos hermanos se producen justo en la frontera entre la Francia Libre y la Ocupada, en la estación donde el tren que los ha sacado de París les ha dejado. Allí sortean a los primeros nazis que supervisan los papeles de la gente gracias a la generosidad de un cura. Esto será siempre un motivo recurrente en la novela, la solidaridad de la gente que no entiende nada del mundo en el que vive.

Una vez en zona libre, los dos hermanos llegan hasta la Costa Azul donde empiezan a buscarse la vida como pueden. En este punto la historia se vuelve un poco más amable y se puede ver cómo era la vida en la Francia que aún en guerra, vivía libre de la ocupación nazi. Aquí el Joseph Joffo vive tranquilo, libre, en paz, descubriendo el mundo y creciendo a marchas forzadas sin sus padres cerca. Pasados los meses los padres y hermanos mayores de Joseph y Maurice llegan a la zona libre y se reúnen con sus hijos. Sin embargo lo bueno no suele durar mucho, y menos en aquella época tan convulsa en Europa, y pronto las cosas dejan de estar tan tranquilas. Los dos hermanos acaban trabajando en un campo de trabajo donde viven, en condiciones bastante decentes, y donde pueden hacer una vida más o menos normal. Los padres vuelven a tener que esconderse, o al menos a fingir no ser quien realmente son. Hasta que llega un día en que todo esto que parecía estabilizarse en tranquilidad, cambia de manera radical.

La Francia Libre ya no es más libre y por ello los hermanos vuelven a tener que huir dejando a sus padres atrás, sin embargo caen en manos de los nazis. A partir de este momento el lector encontrará la parte más dura de “Un saco de canicas”, donde se verá la dureza y la sinrazón del nazismo que tomaba como criminales a meros adolescentes que nada habían hecho para estar detenidos, sólo ser judío o ser sospechosos de serlo. Vuelve a ser la gente la que con su generosidad ayuda a que los hermanos Joffo eviten las crueles garras de los nazis, la generosidad y las falsificaciones. Sin embargo las mentiras tienen las piernas cortas y ellos lo saben, por lo que una vez los nazis les dejan libres por no encontrar pruebas que demuestren que son judíos, huyen sin mirar atrás. Alcanzan un pueblo en el corazón del Macizo Central de Francia donde la Resistencia es más importante. Es aquí donde la novela desarrolla su última parte y donde Joseph Joffo se muestra mucho más melancólico y revive recuerdos que parecen sacados de lo más profundo de su memoria; recuerdos y vivencias revestidas de una especie de niebla que hace que el lector imagine todo nublado y gris, con frío e incluso lluvia.

El final sabemos todos como es. Los Americanos desembarcan en Normandía en julio de 1944 y a partir de ese momento la Francia Ocupada vuelve a ser Libre y aquellos que un día colaboraron con los nazis terminan pasándolo más, mientras que aquellos que en los últimos años habían estado todo el tiempo huyendo de sus garras pueden al final respirar libres y tranquilos. Aquí acaba “Un saco de canicas”. Los hermanos Joffo vuelven a París, a su calle, a su casa, a la peluquería de su familia donde sus hermanos mayores están de nuevo cortando el pelo a los clientes y su madre preparando la comida. Lo único que la vuelta a Paris no es como la salida. Mucho ha cambiado, esa calle que al principio del libro estaba llena de vida, ahora está más vacía de lo habitual; las familias del barrio están incompletas, falta mucha gente. Y entre la gente que falta en aquel París del principio de la novela está el padre de Joseph Joffo, al que los alemanes se llevaron pero no tvo la suerte de regresar.

A lo largo de las páginas de esta novela se muestra una Francia muy diversa a través de los personajes con los que los hermanos Joffo se van cruzando en su continua huida. Vemos como la desesperanza, el miedo, la vergüenza y la ignorancia se mezclan para dar como consecuencia el sinsentido de una época dominada por un miedo general a no saber cómo uno tenía que comportarse para no ser señalado, para no dar que hablar e intentar pasar lo más desapercibido posible esperando que la guerra acabara pronto. Quien busque en “Un saco de canias” un retrato de la crueldad de un campo de concentración, o las intrigas de la Resistencia Francesa, o la persecución cruel de los judíos, no lo va a encontrar aquí. Quien por el contrario busque un relato sobre una época gris de Europa, de sentimientos y vivencias en primera persona, aunque sean vivencias y anécdotas algo pobres y no llenas de grandeza; en resumidas cuentas quien busque un relato en primera persona de las penalidades a las que la gente corriente se vio forzada a vivir en una época absurda y llena de sinrazones, ésta es su novela, ésta es su historia.

No sé cómo será la traducción al español, pero quien pueda leer este libro en su idioma original ganará en matices, a pesar de que los traductores españoles suelen ser bastante buenos, sin embargo nunca se llega a poder transmitir del todo en una traducción lo que el autor quiso en su versión original. También he de decir que no es una novela entretenida, básicamente porque la historia que cuenta no lo es, sin embargo sí tiene un tono más positivo que el que este tema transmitiría normalmente y es de agradecer, porque todos sabemos las barbaridades que se cometieron en esa época. Se me olvidada comentar el título, del que no he hablado......pero es mejor que no hable de él; quien lea el libro descubrirá a qué viene el título de “Un saco de canias”. Solo me queda animar al lector a leer esta historia conmovedora que a su vez es la propia vida del autor, o al menos sus recuerdos que no son pocos.

Caronte.

martes, 4 de noviembre de 2014

Lectura crítica: "Chacal"

Hace unas semanas hablé de “ODESSA” una novela de Frederick Forsyth, la cual me defraudó bastante teniendo en cuenta las expectativas que yo me había creado con respecto a este autor. Hoy me toca hablar de otra novela de este mismo escritor, en este caso “Chacal”. Y con alegría puedo decir que esta vez mis primeras expectativas sí se han cumplido y he podido descubrir a ese Frederick Forsyth del que tanto había escuchado hablar con una novela que mantiene al lector en tensión durante casi todo el tiempo. He de apuntar que esta novela es quizá la más famosa de este autor ya que se ha llevado al cine en varias ocasiones, la última vez estuvo protagonizada por Bruce Willis (cuando tenía pelo), y aunque poco o nada tenía que ver el argumento de la película con el del libro, ambos tenían como protagonista al mismo asesino implacable.

Chacal” es una novela, aunque siempre quedará la duda de si los hechos que se narran en ella llegaron a producirse en algún momento. Está ambientada en el año 1963, en Francia, en una época en la que el ambiente en el país vecino estaba bastante caldeado debido a la independencia de Argelia, antigua colonia francesa, propiciada en parte por el General Charles de Gaulle, que por aquel entonces era el Presidente de Francia, además de héroe de la IIGM por ser el adalid de la Resistencia francesa contra la invasión nazi (aunque él estuviera “a salvo” al otro lado del Canal de la Mancha). En esta época hubo una serie de atentados contra la vida de De Gaulle realizados por una organización paramilitar, la OAS, conformada en gran parte por antiguos militares franceses proveniente sobre todo de la colonia argelina, que se sentía defraudados por De Gaulle por haber vendido Francia y hacer que el orgullo patrio cayera por los suelos a la altura del betún.

La historia de “Chacal” parte de un hecho real, como es un atentado contra De Gaulle que casi termina con la vida del Presidente. Tras este atentado los servicios de seguridad y secretos franceses dan los cabecillas de la OAS y con el principal instigador de esta trama que termina condenado a muerte y ejecutado. Tras esta ejecución tres de los más importantes miembros de la OAS se tiene que dar a la fuga y esconder para salvar sus vidas. Es sólo entonces cuando la novela echa a andar definitivamente. Estos tres fugitivos, lejos de amedrentarse por la persecución de la que son objeto, siguen con sus planes de atentar contra la vida del Presidente de la República. Para este fin deciden contactar con un asesino infalible y letal, El Chacal, un pistolero del que nunca se termina por saber la nacionalidad ni el nombre verdadero durante toda la novela que no está fichado por ningún servicio secreto ni policía del mundo y que por tanto podría llevar a cabo la misión de asesinar a De Gaulle sin ser detectado.

Pero ningún plan es cien por cien seguro de principio a fin. Todos tienen alguna fisura, aparentemente invisible para el ojo o el entendimiento humano pero que está ahí. Sin embargo en esta historia esta fisura es tan débil que apenas permite seguir indagando a través de ella. Como suele pasar siempre estas fisuras vienen producidas por los sentimientos, en el caso de “Chacal”, por los sentimientos de uno de los guardaespaldas del principal miembro de la OAS, que engañado por los servicios secretos franceses abandona a sus jefes para ir a visitar a su hija que según cree está moribunda. Es en ese momento cuando cae en manos de las autoridades francesas (en operación secreta) y “canta”. A partir de entonces y aunque sea con indicios mínimos empieza una persecución increíblemente narrada por Frederick Forsyth.

He de puntualizar en este punto una cosa que no me ha gustado del libro. Desde mi punto de vista el primer tercio del libro es tedioso, ya que a pesar de que sirve para contextualizar la novela y plantear la historia para que entronque con la realidad, termina siendo como una clase magistral sobre los servicios franceses de policía, seguridad, espionaje y contraespionaje y de todas las secciones y subsecciones existentes en cada uno de ellos, así como de las organizaciones criminales “escindidas” del ejército que pretendía atentar contra la vida de Charles de Gaulle. La verdad es que estuve a punto de dejar el libro transcurridas únicamente cien páginas (y la novela tiene unas quinientas). También es verdad que una vez el lector supera no sin dificultad esta primera parte de “Chacal” la novela se empieza a poner interesante y el ritmo narrativo es tan intenso que se crea un ambiente cargado de tensión tan elevada que el propio lector puede incluso sentir la presión que le imponen al policía encargado de dar caza a El Chacal y la templanza y sangre fría que éste emplea para seguir con su misión.

Además de la propia trama de la novela que muestra al lector una época histórica reciente de Francia, que quizá muchos (entre los que me incluyo) desconocíamos y nunca hubiéramos dicho que se pudiera dar en un país tan recto y cabal como siempre han sido nuestros vecinos, muy interesante, “Chacal” tiene otros temas interesantes que Frederick Forsyth ha narrado y descrito con destacada maestría. Una de las cosas que más me han gustado de la novela ha sido la visión tan detallada y descriptiva que se da sobre la vida, usos y costumbres de un asesino profesional a sueldo; es impresionante como el lector termina por casi mimetizarse con El Chacal. Forsyth narra todos y cada uno de los pasos que da este asesino infalible, desde el robo de identidades investigando a todas y cada una de las personas que elije como “víctimas” para robar la identidad y convertirse en ellas de la manera más fiel posible, hasta la consecución de todo el material que necesita para realizar su misión (pasaportes falsos, ropa adecuada para cada identidad, coche, el fusil con el que realizar el encargo, el lugar desde donde disparará…). También resulta admirable como se describe la sangre fría de este asesino que pone al lector en tal angustia al ver que pasa el tiempo y que la policía no logra dar nunca con él, o cuando está a punto de atraparlo y desbaratar la misión el asesino cambia de identidad y de plan para driblar a las autoridades.

Me falta todavía hablar del personaje contrapunto a nuestro asesino, y este es el inspector Lebel de la policía francesa. Considerado uno de los mejores policías de Francia se le encarga atrapar a El Chacal sea como sea, con todos los medios de los que quiera disponer y lo antes posible, con la condición de que nada sea público para no desprestigiar públicamente ante el mundo a Francia. Es también admirable como Forsyth ha sido capaz de crear a este policía y hacerle tan sereno y seguro de sí mismo, aunque haya también veces en las que hasta él mismo se desespere y pierda los nervios. Frenética es la caza que inicia Lebel contra El Chacal, casi diría yo de infarto, tanto que como ya he dicho antes el lector entra de lleno en ella y se implica emocionalmente con los sinvivires y sinsabores que este inspector de policía pasa. En esta parte de “Chacal”, la novela coge un ritmo más que frenético con un estilo narrativo cercano al telegráfico en el que Forsyth únicamente cuenta aquello que merece la pena ser contado, no se entretiene en disquisiciones sin sentido, en descripciones innecesarias, o en diálogos insulsos. El autor va al grano directamente, dando un ritmo a la narración que no he visto muchas veces en una novela (también es cierto que si una novela de este tipo no tiene ritmo, como pasa al principio de ésta, puede resultar más que tediosa inaguantable, o ambas cosas a la vez lo que sería mucho peor), cosa que es de agradecer.

Lo dicho como dije al principio con esta novela Forsyth sí me ha convencido. Aunque “Chacal” al principio sea un poco tediosa y con tanto dato histórico real canse demasiado hasta el punto de que el lector que no persevere y tenga algo de paciencia puede que no pase la primera parte de la historia, al final resulta una novela muy entretenida, digna de ser considera una de las más importantes en su género, y sin lugar a dudas la más aclamada de este autor. A quien le guste este tipo de literatura, en la que se mezcla realidad y ficción a partes iguales – tanto que con esta novela el lector no sabrá muy bien al final si lo narrado en ella pasó o no de verdad – disfrutará mucho leyendo sus páginas, se divertirá e invertirá bien su tiempo libre. También quiero añadir aquí que aunque esta novela haya terminado por dejarme buen sabor de boca, creo que no voy a seguir leyendo a Frederick Forsyth. Aquí acaba mi aventura con este autor. De los dos libros que me he leído suyos sólo me ha gustado como para repetir dos terceras partes de uno de ellos, algo que no es suficiente para engancharme en empresas siguientes. Sin embargo esto no quita para que reconozca el mérito de este autor en gran parte de “Chacal”.

Caronte.