martes, 31 de marzo de 2015

Cinco y acción: "La Ceniciena"

Sí, lo sé. Puede que con los años que tengo no me pegue nada ir a ver al cine una película sobre un cuento de hadas y princesas de Disney. Pero la verdad es que últimamente la creadora del ratón animado más famoso del mundo se está poniendo las pilas de nuevo, tomando el pulso a los gustos actuales del público, y está readaptando sus grandes clásicos con actores reales, alejándose de la animación tradicional. Esto es lo que me ha llevado a ir al cine, esta vez con mis padres, para dar también el gusto a mi madre que le gustan todo este tipo de películas, y ver esta adaptación en carne y hueso de una de las más clásicas y tradiciones películas de Disney, “La Cenicienta”.


Poco tengo que contar, creo, sobre el argumento de la película. No creo que haya ser humano en el mundo con más de veinte años que no sepa de qué va la película, o que no haya visto la original de dibujos animados. Para los despistados diré que es la típica historia de Disney con una princesa desvalida y desgraciada sometida a la maldad de una bruja, aunque en este caso no haya poderes de por medio. Cenicienta es una joven muy amable, generosa y bella, que pierde a su madre siendo muy joven, que ve como su papá se vuelve a casar con una malvada mujer que tras la muerte de aquél hace que Cenicienta sea su sirvienta y de sus hijas. Pero no todo podría ser algo malo, un día Cenicienta se encuentra en el bosque con un apuesto joven, el Príncipe, aunque ella no lo sabe. Ambos quedan locamente enamorados el uno del otro, pero se tienen que ir cada uno por su lado. El Príncipe se tiene que casar como manda la tradición, y por ello se celebrará un gran baile para que las princesas se presenten y éste pueda elegir entre ellas. Pero resulta que él está enamorado de Cenicienta y sólo a ella es a quien quiere, por ello ordena que al baile se invite a todas las doncellas del reino. En casa de Cenicienta esto se recibe con buen humor ya que su Madrastra pretende casar a alguna de sus hijas con el Príncipe. Cenicienta también quiere ir pero su Madrastra se lo prohíbe. Sin embargo el gran día ella pide permiso para ir, hasta se ha hecho un vestido precioso. Pero su Madrastra y hermanastras se lo rompen y la dejan en casa llorando de pena.

Aquí se produce el milagro, y aparece la magia que no puede faltar en este tipo de cuentos de hadas. Cenicienta se encuentra con su Hada Madrina y ésta hace todo lo posible para que pueda ir al baile. Convierte una calabaza en carroza, a un par de lagartos en lacayos y a una oca en cochero. Por último hace un nuevo vestido totalmente deslumbrante a Cenicienta y unos zapatos de cristal. Así vestida, parte para el baile sabiendo que a media noche acabará todo el hechizo y todo volverá a la normalidad. En Palacio baila con el Príncipe que queda totalmente deslumbrado por Cenicienta, y termina de enamorarse. Sin embargo ni el Rey, ni sobre todo el Gran Duque, que maniobrará para que el Príncipe case con quien debe casar y no con quien quiera, quieren que el Príncipe se case con una campesina. Llegan las doce y Cenicienta se marcha. El hechizo se rompe. El Príncipe queda desolado por la desaparición de Cenicienta, que con las prisas ha perdido uno de sus zapatos de cristal. La Madrastra descubre que ha estado en el baile y que ha sido ella la que ha enamorado al Príncipe, por ello la encierra en la casa. El Príncipe emprende una búsqueda sin tregua en busca de Cenicienta con la que se quiere casar, para ello va casa tras casa haciendo que todas las mujeres del reino se prueben el zapato de cristal. Al llegar a casa de Cenicienta, la Madrastra y las Hermanastras intentan que se marche sin encontrarla, pero no ocurre eso. Al final Cenicienta y el Príncipe se casan y el cuento termina.

Hasta aquí la nueva película de “La Cenicienta” cumple con lo establecido sin salirse ni un ápice del guión. Pero esta nueva adaptación del clásico de Disney es mucho más, y todo gracias a su director, Kenneth Branagh, que ha conseguido no sólo dotar a la historia de la misma intensidad que los animadores originales dieron a la película de dibujos, sino que ha conseguido crear un verdadero mundo de fantasía que en algunos momentos supera con creces al original. Branagh ha conseguido en esta película llevar a la realidad el mundo fantástico y de ensueño de Disney. La película tiene una estética típicamente de cuento de hadas, príncipes y princesas, tanto en escenarios, como en vestuarios y decorados.

La recreación del Palacio del Príncipe es totalmente espectacular, muy rococó, mu recargado todo como corresponde a este tipo de películas Disney. Sí es cierto que se ha huido de la estética de castillo con torreones y pináculos y se ha optado más por un estilo palacio europeo, tipo Versailles o mejor dijo tipo residencia de verano alemana del siglo XIX. A los que hayan viajado a París o Viena, es probable que el Palacio de “La Cenicienta” les recuerde a sus respectivos Palacios de la Ópera. Además la recreación del baile es soberbia, totalmente recargada, pero impresionante. El gran salón donde se hace el baile con su enorme escalera, con sus espectaculares lámparas de cristal y velas, sus grandes ventanales tapados por cortinas enormes, y paredes totalmente cubiertas por espejos. Pero no sólo la recreación del Palacio es exquisita. También lo es la casa de Cenicienta: una clásica casita Disney de cuento, con sus tejados puntiagudos, sus paredes de piedra y sus ventanas rectangulares.

Mención aparte tiene el vestuario en la película. Es toda una muestra de imaginación y colorido desbordante. Si en la película orinal de dibujos animados los verdaderos creadores eran los dibujantes; en esta adaptación son los diseñadores del vestuario los que han cogido el relevo y han creado un mundo totalmente colorido. Estoy seguro que todas las niñas que había en el cine querrían tener unos vestidos como los que Cenicienta saca, especialmente el del baile, una creación que corta la respiración. Verdaderas obras de arte en sí mismos son todos los vestidos, de ellas y ellos. Pero si los vestidos son obras de arte, los zapatos de cristas son una verdadera joya. Y digo joya porque de hecho eso es lo que son, ya que los ha creado Swarovsky. La verdad es que uno solo puede admirarlos y que dejan a uno sin palabras.

Ahora bien, vayamos a cómo está contada la historia: no cabe la menor objeción. No falta ni sobra nada metido con calzador para actualizar el cuento. No ha hecho falta. Todo está en su sitio, incluso la historia del inicio de Cenicienta con su madre aún viva, y cuando su padre conoce y se casa con la Madrastra. Puede que el más puritano diga o piense que faltan las canciones Disney. Y es cierto. Lo que pasa es que estamos en el siglo XXI y si se quiere llegar a un público más amplio hay que dejar eso a un lado y centrarse más en la propia historia como pasa en “La Cenicienta”. Si puede ser que en el momento del Hada Madrina todos echemos en falta el Bidibi-Badibi-Bu, pero puedo asegurar después de haber visto la película que se suple con creces, porque esta escena es una de las mejores de toda la película, con un despliegue de imaginación brutal. Bueno, básicamente lo mejor de la película viene en la parte del Baile: el antes, con el Hada Madrina, el durante, y el después con las doce campanadas y la huida de Palacio de Cenicienta. No pude más que sonreírme de lo que Branahg había conseguido con su adaptación.

En el plano interpretativo también todo está perfecto. Tenemos una Cenicienta, interpretada por una jovencísima Lily James, que aparte de bella es perspicaz, buena, generosa y amable; un Príncipe  que a los amantes de Juego de Tronos nos sonará bastante como el mayor de los Stark, Richard Madden, que hará las delicias de todas las mamás que acompañen a sus hijas a ver la película, un príncipe con bastante buen porte; la Madrastra, Cate Blanchett, y las Hermanastras, le dan a “La Cenicienta” ese punto malvado, socarrón y cruel; y por último el Hada Madrina, probablemente el papel mejor interpretado de toda la película, encarnada por Helena Bonham Carter, que da histrionismo a uno de los momentos más mágicos de la historia de Disney y más conocido no ya por los amantes de este tipo de películas sino por todo el mundo en general.

Pues ya está poco más tengo que decir. Obviamente puede resultar chocante que haya ido a ver esta película, pero al menos no he ido solo que hubiera resultado aún más deprimente. La verdad es que mereció la pena, porque pasé un rato muy agradable sobre todo viendo un cine lleno de gente, cosa que no ocurre habitualmente, y que esa gente se lo estaba pasando bien y disfrutando con la película. Yo también lo hice porque la verdad es que esta última versión de “La Cenicienta” está muy bien hecha.

Caronte.

sábado, 28 de marzo de 2015

Lectura crítica: "Beatus Ille"

No le descubro a nadie nada si digo que Antonio Muños Molina es ya uno de mis escritores preferidos, y eso que solo hace apenas un año que empecé a leer sus libros. Y empecé a leerle básicamente porque le dieron el premio Príncipe de Asturias de las Letras, cosa que me avergüenza, no que le diera en premio sino que fuera a raíz del mismo que empezara a interesarme por este gran autor que lleva décadas encandilando a muchos lectores en España. Por suerte ahora también yo me puedo considerar uno de sus numerosos lectores. La novela de la que hablo hoy es por cierto la primera de este grandísimo escritor. Es curioso que no empezara por ella cuando me decidí a descubrir a Muñoz Molina, como debería haber sido, pero no lo hice así sino que me decanté más por sus obras más conocidas y premiadas como “El Invierno en Lisboa” o “EL Jinete Polaco”, y luego he continuado con otras dos de sus más conocidas obras.

Antes de entrar en materia y realizar la crítica de “Beatus Ille”, me gustaría comentar brevemente como di con este libro. Resulta que no era una de las novela de Muñoz Molina que tenía apuntadas como próximas lecturas suyas, es más la desconocía por completo. Sin embargo una mañana de domingo dándome una vuelta por la Cuesta del Moyano, uno de mis rincones preferidos de Madrid donde uno puede respirar un ambiente literario único en el mundo y tocar, oler, y ver libros de todas las épocas, de primera, segunda y tercera mano incluso, di con esta novela de Muñoz Molina. Es una edición de bolsillo reciente y que además estaba en muy buen estado (nadie podría decir a primera vista, y quizá tampoco después de un examen más exhaustivo, que es un libro de segunda mano). Me llevé otros dos libros más por sólo 10 euros, cuando si hubiera comprado esta novela de primera mano me hubiera costado unos nueve euros ella solita. Fue un chollo, y tras haber leído la novela, también puedo decir que fue un grato descubrimiento, de esos que ocurren muy pocas veces.

Por norma general las primeras novelas de los escritores, grandes o pequeños, no suele ser la mejor de su carrera, ni en la que demuestran todo el potencial que pueden llegar a tener, ni tan siquiera la más conocida, celebrada o considerada por la crítica. Las primeras novelas suelen ser saltos al vacío, libros escritos con la ilusión de que algún día vean la luz y sean la piedra clave sobre la que se sustente toda la construcción literaria de la obra de un autor. Pero a la vez que digo esto, también es posible que la primera novela de un escritor sea su única novela decente, una chispa de ingenio, claridad narrativa e imaginación que no se vuelven a conjugar más y que terminan por hacer de ese escritor un quiero y no puedo de la literatura. Tengo que decir que “Beatus Ille” no es para nada una primera obra del segundo tipo que he mencionado; pero tengo mis dudas de que no sea del primer grupo. No quiero aventurarme a decir sin haberme leído toda la obra de Muñoz Molina que esta es su gran novela, pero sí me voy a atrever a decir que es la que más me ha gustado, a pesar de ser la primera, con todo lo malo que eso puede conllevar.

Con “Beatus Ille” Muñoz Molina empieza su magnífico y fascinante mundo narrativo y literario. Mundo que en sus sucesivas novelas, esas más conocidas y afamadas, irá profundizando y haciéndolo mucho más intenso y pulido. En esta novela se nos plantea a los lectores la historia de unos personajes del pasado que tiene resonancias en el presente. El joven Minaya huye de Madrid porque ha tenido una serie de problemas con los grises y se refugia en su pasado, en sus orígenes, en Mágina, con la excusa de escribir un libro/tesis doctoral sobre el escritor Jacinto Solana, que fue asesinado años después de la Guerra Civil. Por esto vuelve a Mágina, su pueblo natal, de dónde es toda su familia. Sus padres están muertos, por lo que va a la casa familiar donde su tío le recibe con los brazos abiertos aunque un poco receloso al principio. Esto es sólo el principio, porque una vez que vuelve a Mágina, empieza a descubrir el pasado, no ya el de Jacinto Solana, que fue amigo de sus padres y su tío, sino del de la propia familia. Un pasado que poco a poco irá diseccionando y profundizando en él. Un pasado que encierra muchas sorpresas y secretos; secretos que hasta ahora habían estado dormidos para que no afectaran en demasía al presente, pero que inevitablemente terminarán por tener consecuencias.

Esta búsqueda sobre los últimos momentos de Jacinto Solana le llevará a toparse con una muerte, bueno con varias muertes que se producen en la oscuridad, en el silencio del secreto y que tras las cuales se corrió un tupido velo de misterio. Minaya quedará totalmente sumergido en esas historias del pasado, e irá interesándose cada vez más en la vida de Jacinto Solana y de todo lo que rodeó su relación con su tío, y con otros miembros y amigos de su familia, personajes todos ellos también del presente y del libro. Además de lo que puede parecer a primera vista como el argumento de una novela de misterio y suspense, “Beatus Ille” es ante todo una novela de amor. Porque es el amor el hilo conductor de todas las historias que se suceden en el libro, tanto las del pasado como la del presente con Minaya como convidado de piedra a la representación de la vida y pasado de esa gran casa familiar que tantos rincones oscuros, secretos, misteriosos y olvidados guarda.

Muñoz Molina, creó en “Beatus Ille” un mundo tan difuminado y aparentemente tan irreal que se termina confundiendo con la propia realidad. A parte de los personajes que aparecen en la novela, hay un elemento que quiero destacar por sobresaliente, quizá tan bien porque desde que descubrí el por qué de ello me fascina y le cogí cariño. Ese elemento es Mágina, el pueblo donde se desarrolla toda la novela y que también aparece en otras grandes novelas de Muñoz Molina.  Pero Mágina es real, existe, y yo estuve allí hace unos años, en verano con unos amigos en casa de uno de ellos. Mágina es un pueblo del sur de España, rodeado de un mar de olivos, con calles empedradas, murallas árabes, fuentes, estatuas, torres, y palacios señoriales. Mágina es tan irreal como real es el pueblo en el que se inspira. Desde el primer momento que leí sobre ella en “El Jinete Polaco”, supe de qué ciudad se trataba por la descripción de sus calles, plazas y alrededores. Cuando investigué en poco sobre Muñoz Molina terminé por confirmar mis sospechas. Por ello cada vez que en un libro de Muñoz Molina aparece Mágina, vuelo hacia allí con mis recuerdos de sus calles y plazas, palacios y rincones empedrados y señoriales. Pero es que en esta novela este escenario ficticio y real a la vez cobra una dimensión especial porque pasa a ser un personaje más. Un personaje que envuelve a todos los demás y les confiere un aire mucho más pasado, misterioso y melancólico.

Beatus Ille” es mucho más que la primera novela de Muñoz Molina, es también su carta de presentación. En eta novela se puede ver cómo será su estilo narrativo que irá afinando en sus sucesivas novelas. Pero he de decir aquí que es la novela que más me ha gustado por cómo está escrita, a pesar de ser la primera. Es un estilo muy intimista que gira constantemente sobre sí mismo para formar ambientes muy profundos en los que el lector se pueda perder sin miedo. Las descripciones, las idas al pasado para recordar un olor, un mueble, una imagen olvidada en lo más profundo de la mente, conforman una narración densa pero no tanto como hacer que el lector se pierda en divagaciones absurdas. Si tuviera que ser duro diría que la historia en sí misma se podría haber contado en la mitad de páginas, sin extenderse tanto, yendo mucho más al grano, a la trama principal y real de la historia. Pero si esto fuera así no estaría hablando de una novela de Muñoz Molina. Este libro es como es porque para contar una trama sorprendente y adictiva se necesita mucho más. Y eso es lo que tiene este libro para mi gusto: todo eso que complementa y completa la narración.

No voy a decir aquí que esta novela es fácil de leer. Por norma general las primeras novelas de los escritores son las más complicadas de leer por eso de encontrarse ante un nuevo estilo literario no semejante a nada de lo que hay publicado ya. Y no es fácil porque a lo largo de la novela se suceden varios narradores y muchas veces no es sencillo saber quién es el que está narrando lo que está pasando. Tampoco es sencillo averiguar en qué momento suceden los acontecimientos, si en el presente de Minaya, o en el pasado de Jacinto Solana. Pero esto es una de las cosas que más me ha gustado de “Beatus Ille”, el que haya tenido que esforzarme por desentrañar esta magnífica historia. No me gustan los libros fáciles que se leer en un abrir y cerrar de ojos. Me gusta que los escritores nos lo pongan difícil a los lectores. Si quiero leer algo sencillo me voy a los grandes escritores best sellers, de los que hay a puñados por el mundo. Cuando leo quiero encontrarme con retos y esta novela de Muñoz Molina me los ha planteado. También es cierto que esta dificultad a la hora de leer esta novela es más ficticia que real, porque una vez la coges el tranquillo te das cuenta con facilidad quien es el que está narrando la historia en cada momento, y en qué época se está.

Poco más me queda por decir de “Beatus Ille”, todo lo bueno y lo menos bueno (aunque esto es relativo claro) está dicho. A mí me ha encantado, es probablemente la novela de Muñoz Molina que más me ha gustado y la que más me ha enganchado desde el principio hasta el final. Hasta tal punto que no podría dejar de leer porque quería saber más y más. Quien se atreva con ella descubrirá una historia llena de misterio, de claroscuros y lugares en sombra; personajes diferentes a los que estamos acostumbrado a ver en los libros, muy bien construidos y con gran toque de credibilidad y verosimilitud. Por otro lado el final del libro es extraordinario, no diré más sobre él para que quien quiera descubrirlo llegue al final. Sí diré una cosa sobre este final, y es que hay que leerlo de golpe; una vez se llega a él hay que leerlo del tirón, no por nada sino porque Muñoz Molina lo escribió en único párrafo de varias páginas de extensión, pero no defraudará porque en él terminarán de encajar una serie de piezas del puzle de esta historia. Solo me cabe añadir que os animéis con este libro que seguro que os despierta la curiosidad por este escritor.

Caronte.

sábado, 21 de marzo de 2015

Lectura crítica: "Los Cipreses creen en Dios"

Mucho tiempo llevaba buscando este libro hasta que por fin di con él una tarde en la que pasaron muchas cosas, y que por conjunción de fenómenos el azar y quizá el destino me lo brindaron en bandeja. Quería leer algo sobre la Guerra Civil española que no fuera demasiado partidista, es decir que no se centrara únicamente en uno de los bandos alabándolo o ensalzándolo, mientras se criminalizaba al otro, cosa que es bastante difícil de encontrar. Sin embargo había leído muy buenas reseñas sobre este libro de José María Gironella e investigando un poco sobre el mismo terminé por convencerme que era el adecuado a mis fines. Y la verdad es que una vez leído puedo decir ya que acerté de pleno.

Los Cipreses creen en Dios” es ante todo una obra magna, no sólo por lo detallista que es en la descripción que se hace de una época muy complicada y convulsa en la historia de España, sino también por su inmenso tamaño: algo más de 900 páginas en su edición de bolsillo. Es muy probable que un lector cualquiera se pueda asustar por semejante volumen de escritura y el ver el tamaño del libro le eche para atrás a la hora de leerlo. Sin embargo hay que superar esa primera impresión para poder sumergirse sin complejos, ni ideas prefijadas de antemano, en la historia que se narran en ese buen manojo de hojas. Quien se atreva con esta novela, aunque de novela tiene más bien poco ya que en ella Gironella introduce parte de sus propias experiencias y además narra episodios reales que ocurrieron en España, descubrirá una narración magistralmente escrita de los orígenes, la fermentación de la Guerra Civil española.

La novela se divide en cinco partes que narran la vida de la familia Alvear, de clase media, desde la proclamación de la República en 1931, hasta que se produce el levantamiento militar contra la misma en 1936, estando toda la novela ambientada en Gerona. Como acabo de decir el centro de la novela es la familia Alvear, un matrimonio de contrastes con tres hijos también muy diferentes unos de otros. Por un lado está el cabeza de familia, Matías, un hombre que trabaja en telégrafos y que es algo progresista, fiel a una república moderada; luego tenemos a Carmen, la madre y esposa abnegada, ama de casa y de fe inquebrantable en Dios y la Iglesia. Los tres hijos son, Ignacio, Pilar y César. Ignacio empieza metiéndose en el seminario ya que a su madre es lo que más ilusión le hacía, tener un hijo cura sirviendo a Dios, sin embargo termina saliéndose porque no encuentra la vocación necesaria para estar allí. Tras abandonar el seminario se pone a estudiar el bachillerato para poder ingresar en la universidad y ser abogado, conocerá así a dos maestros de la UGT, y a trabajar en el Banco Arús, donde también conocerá a gente de muy diversas ideologías. Pilar por el contrario es una niña modelo de la época. César, el más pequeño de los hermanos, termina sustituyendo a Ignacio en el seminario y demostrando que de verdad él sí tiene madera para se cura. Hasta aquí la familia Alvear, pero “Los Cipreses creen en Dios” no se centra únicamente en ellos, sino en las relaciones que tienen con multitud de personajes variopintos de ideologías muy dispares, siempre moderadas.

Es la familia Alvear, y todo lo que les pasa a sus miembros, el hilo conductor de esta novela inmensa sobre la Guerra Civil. Y es a través de cada uno de los miembros de esta familia que Gironella cuenta en “Los Cipreses creen en Dios” cómo España fue mutando irremediablemente hasta quedar transformada en un país completamente dividido en dos mitades claras, que a su vez dentro de cada una volvía a haber más divisiones. A lo largo de las novecientas páginas de este libro el lector irá viendo como las ideologías que al principio de la República convivían más o menos en paz y convivencia, terminan por odiarse a muerte. Gironella muestra con un vigor narrativo envidiable cómo ese odio que desangró a España fue calando en las mentalidades atrasadas de los seguidores de ambos bandos, y arrastró con él a mentes algo más claras y moderadas que vieron cómo esa moderación terminaba siendo considerada una traición a cada uno de los respectivos bandos en los que quedó España, y la sociedad, encuadrada.

Dije al principio que en España es muy difícil encontrar una novela que trate sobre la Guerra Civil sin que esté contaminada de un partidismo destructor. Y es que o bien hay novelas escritas durante la Dictadura que muestran sólo el lado de los vencedores, poniendo a los vencidos y asesinados vilmente por sus ideas contrarias a lo oficial como unos monstruos a los que había que eliminar de España para salvar a la patria; o bien hay novelas escritas tras la muerte de Franco en las que se ensalza el martirio de los vencidos sin citar absolutamente ninguna de las barbaridades que éstos también cometieron como es normal en una guerra. Sin embargo “Los Cipreses creen en Dios” sí es una novela en la que se narran los años previos al estallido de la Guerra de manera objetiva, desde una cierta distancia. No obstante Gironella luchó en el lado vencedor de la Guerra, por lo que hay quien ve en la novela un excesivo ataque a las atrocidades que hizo la izquierda, por encuadrar en términos que hoy se entiendan, sin pararse demasiado a describir y nombrar las que hicieron desde la derecha. Desde mi punto de vista creo que Gironella no es partidista, sino más bien toma bastante distancia para escribir esta fabulosa narración de los años previos a la barbarie.

Creo que nadie debería dejar sin leer esta magnífica obra sobre el desarrollo de la sinrazón en este país y de las barbaridades que se cometieron en los años previos al estallido de la contienda bélica. “Los Cipreses creen en Dios” es un retrato extraordinario sobre cómo de un año para otro, sin más razones que la ideología y por supuesto la incultura, personas que eran amigas dejaron de hablarse e incluso se evitaban por la calle para no ser tachados por nadie de estar en uno u otro lado, familias que estaban unidas quedaban desgarradas por ideas que empezaron a dejar de convivir en el momento en el que el odio pudo más que la razón. Poco a poco el lector, a medida que avanzan las páginas, se irá dando cuenta y descubriendo cómo las ideologías, tanto de derechas como de izquierdas, empezaron a usar argumentos absurdos que más que intentar convencer sólo despreciaban al contrario. Esto unido a la falta de cultura, al desconocimiento y a la falta de criterio hizo que la barbarie, el desprecio, la intolerancia y el odio se instalaran en la sociedad y llevaran muchas personas a cometer actos dignos más bien de animales que de personas civilizadas.

Llega un momento en la historia de “Los Cipreses creen en Dios” en el que sentí verdadero desprecio por lo que estaba leyendo, no por Gironella y su estilo narrativo, sino por los hechos que narraba. Ver cómo falangistas linchan a una persona solo por odio y por ir contra sus ideas; ver cómo se mataba con total impunidad si se era militar pero sufriendo todo el peso de la ley si no se era, o cómo tras el levantamiento anarquistas, comunistas y demás ideologías radicales y utópicas de izquierda quemaban iglesia y cometían vejaciones hacia los religiosos sin pararse a pensar que son personas y que como tales son libres para tener las creencias que les diera la gana. Toda esa intolerancia ciega me producía asco a medida que la leía, tanto la de un bando como la del otro. Pero además, junto con el asco sentía pena de que en España pasáramos por aquel episodio tan brutal y oscuro, en el que familias enteras por miedo a ser señaladas como cómplices o amigas de según qué bando en según qué zona, callaban y asumían que se cometieran esas barbaridades.

Podría contar mucho más de “Los Cipreses creen en Dios”, pero creo que lo mejor es que quien quiera descubrir esta magnífica novela sobre los orígenes de la Guerra Civil se atreva a sumergirse en toda su inmensidad narrativa y dejarse llevar, siempre con cabeza y sin prejuicios de antemano. Sólo así se podrá admirar en toda su complejidad la inmensa obra literaria con la que José María Gironella inició una tetralogía sobre la Guerra Civil. También advierto que el lector que se atreva con esta novela debe echarle ganas y saber que habrá momentos durante su lectura en que, viendo que el libro no se acaba nunca, su fuerza flaquee y quiera dejar la lectura. Sólo digo que quien llegue al final sentirá una rabia muy grande al descubrir cómo España se rompió por el odio y la intolerancia.

Caronte.

sábado, 14 de marzo de 2015

Cinco y acción: "Puro vicio"

La película que fui a ver ayer al cine con un amigo es la adaptación de una de las escasísimas novelas de Thomas Pynchon, uno de los escritores americanos más excéntricos que hay, y del que se dice es uno de los mejores de los últimos tiempos. Y digo excéntricos porque sólo ha publicado en su vida apenas una decena de novelas, y porque no concede ninguna entrevista, ni siquiera se tiene una imagen suya que no sea de cuando era estudiante en la universidad. Todas sus novelas son éxito de ventas, a pesar de lo terriblemente complicadas de leer que resultan, o al menos eso dicen. Yo no he leído ninguna novela suya y por eso también fui a ver esta película, a ver si merecía la pena emplear tiempo leyendo algo de este novelista.

Sin embargo tengo que decir que “Puro Vicio”, que es la película de la que estoy hablando, es lo más extraño que he visto en años. Lo primero que tengo de decir de la película no es culpa de los autores de la misma, sino de los encargados de poner la traducción de la misma al español, ya que la novela de Thomas Pynchon en la que se basa la cinta se titula “Inherent vice”, lo que en español sería, y es como en la edición española se titula la novela, “Vicio Propio”. No sé de donde se habrán sacado el título en español, pero supongo que suele gustar más en este país titular de manera imaginativa las películas aún cuando la traducción es simple y sencilla. Somos especialistas en complicar las cosas más de la cuenta. Nos creemos especiales, y no nos damos cuenta que hacemos el ridículo.

Pero vamos esto es lo de menos, porque la película por sí sola ya tiene lo suyo. Que nadie me pida que intente resumir de qué trata la película porque soy incapaz de hacerlo. Lo reconozco no sé de qué va “Puro Vicio”. Mira que fui al cine con ganas de ver la película, teniendo en cuenta que el director, Paul Thomas Anderson, es de esos directores poco usuales que suelen hacer películas diferentes a lo normal, con una estética propia inconfundible y con un estilo personalísimo. Pero oye que no hubo manera de que en las dos horas y media, que se dice pronto, que dura la película me enterara de qué va. Si alguno la viera, cosa que dudo ya que en muy pocas salas la echan (mi amigo y yo tuvimos que irnos hasta el Kinépolis en la Ciudad de la Imagen – donde Cristo dio las tres voces – para poder verla, ya que en los cines que más solemos ir no la proyectaban), que por favor se ponga en contacto conmigo para que me explique un poco cuál es la trama de la película.

No me gusta hacer críticas duras o malas hacia ninguna película o libro, pero “Puro Vicio” se la merece. Lo siento pero es la verdad. Desde el principio la película se hace tediosa, muy pesada. A lo mejor es que la cogí con mal pie, pero tuve la sensación cuando la veía que no tenía nada de ritmo. La estética en muy de los años setenta, muy hippie. En todas las escenas aparece algún tipo de vicio; tenemos sexo, drogas, bandas de maleantes y delincuentes, policías corruptos, empresarios oscuros, adictos a todo tipo de sustancia que se pueda fumar, inhalar, beber, inyectar o esnifar. La nómina de delitos que aparecen en la película no es pequeña, pero en el fondo creo que puede reflejar, sin la correspondiente exageración propia del cine o la literatura, cómo fue una época en Estados Unidos difícil y convulsa. Pero vamos que ni con estas la película gana en interés.

La sala de cine estaba casi vacía a pesar de ser el día del estreno. Y no me extraña, si yo hubiera sabido lo que me iba a encontrar tampoco hubiera ido. No sé lo que mi amigo pensará de la película, porque ambos quedamos en shock tras verla y no saber ninguno de los dos qué es lo que acabábamos de contemplar, pero no creo que su opinión diste mucho de la mía. Voy a intentar hacer un resumen de “Puro Vicio”. La cuestión es que el protagonista es un detective privado, algo hippie y adicto a los porros, llamado Doc Sportello. Una noche Doc recibe la visita de su ex, de la que sigue enganchado también, que le va a pedir ayuda para encontrar a su amante, un empresario de la construcción, temiendo que le haya sucedido algo malo causado por la mujer de éste y el amante de aquella. ¿Lioso no? Pues agarraos que la cosa no ha hecho más que empezar. Empieza la investigación y las tramas se van cruzando, aparecen personajes efímeros, y otros que aguantan toda la cinta, pero de los que no sé qué pintaban en la película, ni cuál es su papel en la trama. Al final se junta un asunto de tráfico de drogas y no sé qué más. Lo dicho un sindiós de película que lo único que consiguió es que llegado un punto en la misma terminara por desconectar, hasta tal punto que estuve a punto de dormirme.

La única conclusión clara que saque de “Puro Vicio” es que perdí dos horas y media de mi vida, que me gasté un dinero que podía haber invertido en comer algún día por ahí y que había espectáculos sexuales en EE.UU. que consistían en que dos mujeres se comían mutuamente el coño delante de un hombre que pagaba por verlo. Todo estupendo. Había momentos que lo único que deseaba es que la película acabara, porque se me hizo más larga que una clase de Empresas en mi Escuela. Siento decirlo de verdad pero fue un suplicio de película, no recuerdo haber ido al cine y pasarlo tan mal. Sólo encontraba divertido lo exagerado que se trataba el tema de las drogas, tema que es muy serio pero que está tratado en la cinta de manera cómica incluso. También he sacado como conclusión que no voy a leer la novela de Thomas Pynchon, al menos de momento, no me veo capaz, porque como sea tan mala como la película me corto las venas

Por acabar ya esta crítica, me gustaría felicitar con total sinceridad a la persona o personas encargadas de realizar el tráiler de esta película. Es increíble cómo es posible que en el tráiler la película pareciera otra cosa totalmente diferente, incluso algo entretenido, divertido y socarrón. ¡Bravo! Porque cuando vi el tráiler de “Puro Vicio” dije que no me perdía esta película ni loco. Lo que pasa es que ahora ni loco vuelvo a verla. Toda una obra maestra el tráiler sí señor. Solo pido que si alguien está realmente interesado en ver la película que espera a que salga en DVD, o a que se la pueda uno bajas, que no tardará mucho en ocurrir, porque no creo que dure más de una semana en cines. No perdáis el tiempo como yo lo hice. Vamos ni el tiempo ni el dinero.

Caronte.