No puedo negar que
la narrativa negra o noir siempre ha
sido uno de mis puntos fuertes, o débiles según se mire, y por ello cuando
tengo la oportunidad de descubrir nuevos autores en este género tan de moda
últimamente me lanzo a la piscina sin pensar mucho. También es verdad que leo
menos novela negra de la que me gustaría ya que por norma general, los autores
tienen la “manía” de escribir sagas de detectives; sagas que por norma general
no se quedan únicamente en una trilogía (saga por excelencia de la literatura)
sino que en muchas ocasiones se alargan hasta el infinito terminando por
resultar repetitivas y en bastantes casos también muy previsibles. Por ello
también viene bien que en el género negro se vayan incorporando nuevos autores
“frescos” aún, no contaminados con los vicios del escritor profesional de
thrillers policiacos. Benito Olmo, el autor de la novela de la que hablo hoy,
es uno de esos autores aún no contaminados que aún se pueden considerar
principiantes en este mundo oscuro y viciado de la novela criminal.
“La tragedia del girasol”, cuarta
novela de Olmo, es un noir clásico,
efectivo, entretenido y adictivo por momento. Para no desvelar mucho de la
trama, ya que en una novela negra ésta es fundamental y cualquier filtración o
destripe (spoiler) antes de tiempo es
mortal para cualquier lector, se podría resumir en que el protagonista
Bianquetti policía en suspensión de empleo se ve envuelto en una guerra oscura
entre dos clanes en la Bahía de Cádiz; esta guerra tendrá una serie de daños
colaterales (como todas las guerras que ha visto, ve y verá el mundo) que
tocarán de cerca a Bianquetti y que le harán, a él y al lector, pasar momentos
muy malos.
Como toda buena
saga de novela negra, “La tragedia del
girasol” cuenta con un protagonista ya presentado en otra novela
anterior: el policía Manuel Bianquetti (generalmente siempre mencionado por su
apellido únicamente). Pese al apellido eminentemente italiano, Bianquetti es
tan español como la paella, cosa que me hace pensar que aquí Olmo peca de
presuntuoso al querer dar ese toque exótico a un policía español, como si
simplemente el ser español no fuera gancho suficiente para atraer a los
lectores (¿un Manuel Ochoa no hubiera sido buen nombre?). Y como todos los
protagonistas de novelas negras, Bianquetti tiene a sus espaldas un pasado turbio,
que nunca le deja de perseguir y que hace que muchas de las partes de su
biografía aún sean lagunas de profundidad infinita y por tanto insondables.
Pero “La tragedia del girasol” no gira
solo en torno a Bianquetti, sino que hay todo un elenco de personajes
secundarios que hacen que el plantel en conjunto resulte “entrañable”, aunque
no creo que este adjetivo sea muy usado en este tipo de narrativa. Y sigo
entrañable porque a todos los personajes se les coge o asco o cariño (un cariño
con peros, pero cariño, al fin y al cabo). Cristina, Silva, Morgado, Regina,
Mary, Leo y Carlo Ferraro, Sergi y Gregori, Osorio… Todos son nombres que
aparecen a lo largo de las páginas de esta novela y que van haciendo al lector
reír, llorar, asustarse y sentir pena y lástima, repulsión y asco. Pero es lo
que tienen las novelas negras, al menos las que son buenas o medianamente
buenas, como es el caso: que enganchan al lector quizá no por la historia en
sí, sino por unos personajes a los que uno termina atado de una manera u otra.
Un gran punto
positivo de “La tragedia del girasol”
es que Olmo ha sabido transmitir no solo una historia efectista al lector, sino
que encima la ha ubicado en una zona con un paisaje muy reconocible: Cádiz. Es
de agradecer también el diseño del libro que en el interior de las solapas han
dibujado sendos mapas de Cádiz y su Bahía, señalando con flechas y puntos los
lugares en los que se desarrolla la acción de la novela, consiguiendo así que
el lector avezado (yo no lo soy hasta tal punto) pueda recorrer y ver cómo son
los lugares en los que Bianquetti y los demás personajes del libro se mueven,
sufren, matan, sangran y muelen a palos.
Otro de los puntos
a destacar de “La tragedia del girasol”
es su facilidad de lectura. Yo por ejemplo en tres días de ir y venir al
trabajo he dado término a casi 400 páginas de novela. No sobra ni falta ninguna
página, y desde la primera se logra convencer al lector que se acerca a la
novela para que la termine. Es un libro entretenido en el que los recursos
típicos del noir, bastante bien
usados por Olmo, como los giros inesperados en la trama (salvo alguno que se
puede intuir casi desde el principio), hacen su trabajo y he de decir que, de
forma bastante efectiva, ya que por momentos durante su lectura me he sentido
atrapado por el libro.
Sin embargo, no
todo es bueno y “La tragedia del
girasol” tiene algunos puntos en los que flaquea algo. El principal, y
este es casi un capricho mío, es el título. Personalmente a mí el título no me
gusta nada ya que creo que no tiene absolutamente nada que ver con la novela
que encierra tras de sí. Para mí un título tiene que estar siempre relacionado
con la novela a la que nombra de manera directa o simbólica. En este caso sería
de manera simbólica con una analogía que Olmo hace de uno de los personajes y
un girasol; analogía a la que yo no he visto ni pies ni cabeza. Pero para mí el
punto más flaco de la novela, y que creo que está metido con calzador, es la
historia secundaria que se narra a la sombra de la trama principal ya que
sinceramente no aporta nada a la trama principal y simplemente está para que el
autor no se complique la vida al quitar de en medio a uno de los personajes
involucrados en ella intentando ser efectista con la tensión que eso provoca en
los otros personajes.
En definitiva: “La tragedia del girasol”, pese a
sus obvio puntos débiles, es una novela negra muy efectiva, entretenida ya que
no deja al lector impasible en ningún caso, adictiva desde la primera página y
muy sucia (sucia en el sentido de una novela negra en la que la sangre, la
violencia, la falta de ética y de moral, hacen que el lector se meta en un
mundo que muy probablemente le sería ajeno si no fuera por novelas así). Sus
puntos negativos son propios de un autor no viciado aún, no pulido en el
género; pero también de un estilo narrativo que ha irrumpido en España a golpe
de ventas y moda y por tanto las novelas que a su albur se escriben suelen
adolecer de este tipo de debilidades, cosa lógica por otro lado. Aun así, creo
que esta novela cumple con su función, y Benito Olmo es un escritor que puede
llegar a dar que hablar en un futuro no muy lejano.
Caronte.