jueves, 2 de diciembre de 2021

La uruguaya


Dije hace unos meses que volvería a leer algo de Pedro Mairal tras haber leído este año Salvatierra y quedar absorto por una manera de narrar que no es tan habitual como debería y que me dejó totalmente enganchado a aquella novela. Y vuelvo a leerle ahora sí con su novela más celebrada al menos aquí en España y que estuvo en boca de libreros y opinadores e influencers desde el principio y durante mucho tiempo. Quizá por eso la empecé a leer con ciertas dudas y miedos, con elevadas expectativas viendo la gran repercusión que tuvo y las grandes palabras que mucha gente usó para recomendarla. No sé si es bueno llegar a una novela así al principio, durante la explosión de éxito, o pasado un tiempo y tras haber esperado a que dicha explosión se convierta en poco más que un eco perdido, pero aún audible. Creo sinceramente que haber esperado para leer esta novela me ha venido bien, además que no suelo subirme a las olas de éxitos y ventas repentinas porque no me gusta básicamente.

La uruguaya es una novela de argumento y estilos simple, pero esto no quiere decir que sea una lectura y una obra sencilla, de hecho, en su sencillez radica su grandeza. Narrada en primera persona por su protagonista, un escritor casado y con un hijo, falto de dinero, que va y viene periódicamente entre Buenos Aires y Montevideo para que la perenne penosa situación económica argentina no le haga perder dinero al cambio, se enamora locamente de una joven uruguaya que conoce de manera casual en uno de esos viajes. La novela es en sí misma una larga explicación de los porqués que tiene el protagonista para haber hecho lo que ha hecho e intentar expiar su propia culpa ante su mujer que a su vez en el final de la novela se descubre que también tiene lo suyo.

Al igual que pasaba en Salvatierra, en esta novela Mairal, sin aspavientos, sin dárselas de académico del lenguaje, sin un estilo rimbombante que podría resultar cargante nos presente una historia tan llena de verdad que duele leerla. La uruguaya es la historia de cualquier hombre normal y corriente, con gustos normales, con miedos terrenales, con agobios económicos en una Argentina depauperada por sucesivas crisis económicas, y con pasiones ocultas que por “respetabilidad” intenta ocultar hasta que su hastío es tan grande que no puede soportarlo más y se deja llevar por sus instintos primarios: esos que todos tenemos e intentamos mantener a raya por eso del qué dirá la sociedad.

Todos tenemos dentro de nosotros a alguien como el protagonista de La uruguaya y todos tememos el día en que esa parte de nosotros, más arcaica, más primitiva, más original, quiera estar por encima de esa otra parte más sosegada y tranquila, más racional y social (entendiendo social como adaptaba a unas normas autoimpuestas por la sociedad que muchas veces lastran a las personas). Las sociedades actuales, aunque puedan parecer muy distintas y distantes unas de otras, no son más que calcos modificados unas de otras, y por tanto someten a las mismas reglas y normas a las personas. Esta novela no es más que la exploración de la verdad, de quiénes somos cuando nos pensamos que tenemos todo controlado y podemos dar rienda suelta a nuestros sueños y anhelos.

Es muy valiente escribir una novela en la que el protagonista podamos ser cualquiera, hombre o mujer, y en el que la normalidad se vea tan alterada por las pasiones y por el anhelo de libertad y de salir de un corsé que nos ponemos voluntariamente simplemente para encajar en un mundo lleno de clichés en el que si te sales del camino marcado eres un descarriado sin solución. La uruguaya es esa novela que muestra desde la verdad, con una narración en primera persona llena de humor, divertida y sincera, el eterno conflicto que tiene el hombre que es aquello que no quiere ser y que es incapaz de alcanzar, por miedo, por comodidad o por cobardía, aquello que quiere ser.

Reconozco con gusto que La uruguaya ha sido una lectura de lo más entretenida y que hice bien dejando que el estruendo de su publicación pasara a ser nada más que un simple silbido. Me he alejado lo suficiente de aquella ola para admirar esta novela con calma, sin unas expectativas enormes, habiendo, por ello disfrutado más que si la hubiera leído en el momento de su publicación. Desde luego Pedro Mairal, con las dos novelas suyas que he leído, me ha parecido una tremenda sorpresa como escritor y desde luego volveré a leerle, con libros ya publicados o con los que pueda publicar en un futuro. Lean a Mairal, lean cualquiera de sus obras porque tengo la impresión de que cualquiera es un ejercicio soberbio de buena literatura.

Caronte.