Insisto de nuevo en que el año de la pandemia, 2020, no ha sido tan calamidad e inefable como en apariencia parece. Ha sido en 2020 cuando he descubierto la obra de Bernando Atxaga gracias a una librería de segunda mano donde pude hacerme con tres de sus libros más famosos a principios del año pasado leyéndolos con fruición los tres en apenas un par de meses. Con paciencia he esperado a que de nuevo la misma librería pusiera a la venta algún ejemplar de la última novela del autor vasco hasta que hace unas semanas me hice con este libro y hoy puedo reseñar tras haberlo leído con mayor apremio del que en principio esperaba dedicar a esta novela. Éste es además un caso especial, ya que será la última novela de Atxaga, pero última, última, ya que, confirmado por él mismo, no discurrirá más su pluma por el campo de la ficción, lo que a sus lectores (aunque tardíos como yo) nos dejará un poquito más huérfanos de buenas historias.
Casas y tumbas no es una novela, sino cinco, y es que en este libro Atxaga ha querido dar color, olor, forma, sonidos y tacto a un lugar imaginario que reúne en sí mimo todo un mundo: Ugarte. Así como en otras de sus novelas en las que Obaba era ese núcleo dador de vida y calor, en esta es Ugarte el hilo que cose un tapiz formado por diferentes hilos, los que a su vez dan forma a las historias que Atxaga nos presenta. Personajes y sobre todo Ugarte, que resuena en todas y cada una de las historias como un eco perenne en el tiempo y el espacio, se repiten a lo largo de estas 5 historias ambientadas en una época diferente cada una.
Así, a lo largo de las páginas de Casas y tumbas el lector encontrará historias donde la amistad, el odio, la inquina, la lucha, el amor pasional y el paternofilial, los miedos, la muerte y la naturaleza (siempre tan presente en la obra de Atxaga la naturaleza), llevan al lector a descubrir un mundo, un espacio geográfico único, lleno de realidad, pero a la vez tan inalcanzable para el viajero terrenal. Y es que hay viajes que solo la literatura nos permite hacer, viajes que, de hecho, pueden llegar a ser más intensos que una aventura real en África o las islas de la Polinesia francesa.
Salvo en Días de Nevada, que fue un libro que no me interesó lo más mínimo, la obra de Bernardo Atxaga conforman un universo tan personal y diferente en el panorama literario español que me da mucha pena que Casas y tumbas vaya a ser su último libro de ficción con el que sus lectores podremos disfrutar de su inmensa e ingente capacidad fabuladora y narrativa. Pocos autores hay y ha habido en los últimos años en el panorama literario español que hayan sido capaces de crear universos tan personalísimos como Atxaga. El Obaba y el Ugarte del autor vasco condensan la gran tradición literaria universal de valerse de lugares existentes únicamente en la imaginación de ciertos autores, para cedérnoslos a los lectores y que podamos viajar hasta esos lugares y disfrutar de sus historias, habitantes, animales y paisajes.
Para mí la literatura debe ser un medio para llevar al lector a olvidarse de su presente y a llevarle lejos del ambiente en el que se desarrolla su vida. Por esto no me interesan demasiado (por no decir nada) ni la autoficción ni las autobiografías. Cuando me acerco a un libro espero encontrarme un mundo diferente al que habito, un tiempo diferente al que transito, espacios, personas, sentimientos que me sean semejantes y al mismo tiempo muy distantes. Creo que Atxaga ha logrado con su obra todo esto y en Casas y tumbas confirma que ha sido un autor con una capacidad inmensa de transmitir emociones con sus libros.
Tras acabar la lectura de Casas y tumbas he sentido una especie de vacío. Por un lado, está el hecho de que he acabado un libro bueno, de esos que sabes que vas a recordar con cariño, que además he devorado en menos tiempo del que pensaba porque se lee solo; por otro lado, sabiendo que es la última novela de Bernardo Atxaga he sentido que leía algo importante algo que no se va a volver a repetir con nada nuevo (sí con las novelas suyas ya publicadas que me faltan por leer). Pero es un vacío bueno porque, aunque ahora sea vacío sé que sus libros siempre ocuparán un lugar importante en mi biblioteca no dejando ningún hueco inútil.
Se me hace difícil no recomendar Casas y tumbas, pero es que quizá empezar por el que será el último libro de un autor es como empezar la casa por el tejado, ¿no? Recomiendo a Bernardo Atxaga, cualquier libro de su obra narrativa (no desde luego Días de Nevada, libro al que me acerqué buscando ficción y encontré una especie de autoficción que no abandoné por principios) y por tanto recomiendo esta novela tan originalmente planteada en 5 historias diferentes pero unidas en la raíz a través de Ugarte. Grande Atxaga. Eskerrik asko.
Caronte.