jueves, 25 de febrero de 2016

Lectura crítica: "Historia de un canalla"



Leer a Julia Navarro es siempre un placer, no ya por las historias que regala en sus libros, sino también por cómo éstos están escritos. Pero claro la formación como periodista se nota en todas y cada una de las frases de cualquiera de sus novelas, con frases que aunque puedan ser largar y estructuralmente muy difíciles de construir dicen lo que tiene que decir sin apuntar nada más, pero tampoco nada menos. Llevaba mucho tiempo sin leer nada de esta grandísima escritora que sintió la llamada de la narración algo más tarde de lo que podría considerarse habitual en la profesión de escritor. A veces es mucho mejor dejar que la vocación de contar y narrar, de ficcionar el mundo, venga cuando tiene que venir, sin forzarla y sin presionar para que salga, porque si no es posible que el resultado resulte artificial.

En Julia Navarro no pasa esto último y todas las novelas suyas que me he leído hasta la fecha me han resultado fantásticas. El único pero que siempre le he puesto a esta escritora ha sido que se ciñera única y exclusivamente al género de la novela histórica. Pero su última novela, “Historia de un canalla” se aleja totalmente de este género tan comercial y tan de moda hoy en día en el mundo editorial y que Julia Navarro había terminado por dominar a la perfección creando novelas que rozan la perfección del género. La nueva criatura de esta escritora madrileña nada tiene que ver con sus anteriores novelas; es un cambio radical de tercio, no ya solo para ella que me imagino que habrá tenido que esforzarse para escribir desde otro punto de vista y no usando los trucos típicos de la novela histórica, sino también para sus lectores, entre los que me incluyo, que probablemente habremos descubierto una nueva Julia Navarro.

He de decir ya desde el principio que “Historia de un canalla” es puramente una novela de Julia Navarro: extensa, con pocos capítulos, con una historia muy bien estructurada, una trama muy bien construida y unos personajes perfectamente definidos hasta en los más profundos detalles, no ya de manera física, sino en lo que a mí me parece más importante a la hora de dar vida a un personaje: en su personalidad. En esto Julia Navarro no ha cambiado mucho con respecto a sus otras novelas: sigue siendo la misma escritora meticulosa que no se deja nada en el tintero. Es en la trama de la novela en la que todo ha cambiado.

Historia de un canalla” como su propio nombre indica narra la vida, toda la vida, desde la más alocada infancia, hasta la última etapa de la vida de Thomas Spencer, un canalla, un hombre de negocios, dedicado a la publicidad que entre Londres y Nueva York principalmente, ha desarrollado su vida, dejando allá por donde pasara huella de su fuerte y siempre despreciable personalidad. Thomas Spencer es un ser humano totalmente despreciable y desde la primera línea de la novela el lector lo sabe, luego pocas sorpresas puede encontrar a medida que avanza la trama. Pero las hay. Es inimaginable la maldad que un ser humano puede llevar dentro y el daño que puede hacer a las personas que tiene a su alrededor y que le muestran cariño.

La novela está narrada en primera persona, es decir, es el propio Thomas Spencer quien nos va desvelando poco a poco los diferentes aspectos de su vida, desde un presente en el que ve cómo su vida se va apangando poco a poco. Por otro lado “Historia de un canalla” se divide en cuatro partes: infancia, juventud, madurez y declive; y en cada una de ellas Thomas Spencer, o si se quiere ver de otro modo, Julia Navarro, cuenta la vida de este canalla universal que tiene por lema simplemente sobrevivir a cualquier precio sin mirar a quien puede hacer daño o dejar por el camino con tal de salvarse siempre él. No puedo negar que en ocasiones durante la lectura de esta novela he sentido verdadero asco hacia su protagonista. De hecho no creo que nadie pueda sentir algo que no sea dicho sentimiento.

Pero “Historia de un canalla” no se limita simplemente a ser una novela en la que se desentrañan diferentes episodios de la vida de su protagonista, si fuera así poco interés tendría, sino que en este libro Julia Navarro va más allá. La autora utiliza la vida de Thomas Spencer para hacer un retrato, para nada positivo ni optimista, de los diferentes grupos de poder y presión económicos que mueven el mundo única y exclusivamente movidos por el afán de lucro y de enriquecimiento a título individual, dejando a un lado el bien social y común de la humanidad. Ya se ha dicho que Thomas Spencer es publicista, pero aunque pueda parecer algo menor, gracias a ese papel que escogió nuestro protagonista en la vida y a sus pocos escrúpulos, en la novela se va viendo cómo se supone que funciona el mundo.

Julia Navarro plasma en “Historia de un canalla” un mundo igual de canalla, o quizá más que Thomas Spencer. Un mundo habitado y, lo que es peor, dominado por personas sin ética, moral o sentido del bien. Personas que lo único que quieren es poder y dinero, y que no sienten absolutamente nada bueno: ni piedad, ni amor, ni conmiseración, ni pena, nada. Thomas Spencer no es el único ser despreciable que aparece en la novela, es el más canalla, pero no es el único. A lo largo de la novela irán apareciendo una ristra de personajes que harán a veces que Thomas parezca hasta una persona con conciencia, cuando no sabe qué es eso. Abogados, políticos, publicistas, informáticos, periodistas cobijados bajo el paraguas común de la ausencia de conciencia. Es cierto que el nivel de canallería de Thomas es superior al del resto, pero algunas de las personas que va conociendo en su vida no se le quedan a la zaga.

Sin embargo también hay hueco para la esperanza en “Historia de un canalla”. Si la historia solo tratara de Thomas Spencer sería angustiosa para el lector que en varias ocasiones tendría que dejar de leer para respirar y para darse cuenta de que su personaje no es más que un ser de ficción, por muchas personas parecidas a él que se puedan conocer en la vida real. No hay solo maldad a su alrededor. Hay gente buena que intenta reconducir a Thomas hacia un mundo en el que la empatía y la generosidad reinan en las conciencias y corazones de la gente. Su familia es un ejemplo de ello, sus padres, su hermano, Esther, una chica de la que se enamora, si es que en el corazón de Thomas hay cabida para tal sentimiento, y varios más. Pero esto a él le da igual. No importa cuánta gente buena haya a su alrededor, Thomas siempre les intentará hacer el mal, no porque quiera voluntariamente sino porque no sabe hacer otra cosa. No puedo negar que hay ocasiones durante la lectura de la novela en las que he sentido pena por Thomas, aunque se me pasaba pronto.

La novela se estructura como ya he dicho en varias partes en las que se van narrando las etapas vitales de Thomas Spencer. Pero además hay un elemento peculiar en “Historia de un canalla” y es que Julia Navarro para intentar realzar ese contraste entre lo que hubiera sido un hombre decente y el canalla que es el protagonista haciendo que de vez en cuando Thomas Spencer experimente una especie de sensación de arrepentimiento, que yo juzgo como falsa, cínica e hipócrita, haciéndole imaginar cómo hubiera sido su vida si hubiera sido él diferente. Meras suposiciones. En la novela se deja claro que lo que se hace se hace y no hay vuelta atrás. Este es un elemente que me ha gustado mucho y que quizá debería haber sido un poco más explotado por la autora.

Otro punto fuerte de “Historia de un canalla” es la profundidad con la que los sentimientos están expresados en la novela, los buenos y los malos. Pero por encima de todos ellos hay uno que brilla por aunarlos a todos: la soledad. No se puede obviar que la vida de Thomas Spencer es una vida llena de soledad, de un hombre solitario que se dice a sí mismo que está mejor sólo pero que también reconoce no tener amigos y necesitar a alguien a su lado que le soporte. Al final parece conseguirlo pero sabe que está solo. Que su maldad le ha hecho estar solo siempre y rechazar el afecto de quien en algún momento le podía haber querido. Y esto fastidia y pone de mal humor a uno, cosa que agradezco a Julia Navarro, ya que muchas novelas simplemente se leen, pero esta hace que el lector se sienta incómodo al leer sobre el lado más oscuro del ser humano, ese lado que todos tenemos pero que controlamos para no destruirnos.

Por eso me ha gustado tanto “Historia de un canalla”, porque es una novela que no pretende agradar al lector presentando un personaje sufridor, maltratado por la vida que pretende sobrevivir y luchar y amar. No. En este libro no pasa eso; Thomar Spenser es un ser miserable, despreciable, malo, canalla, cínico, hipócrita, demagogo, egoísta, maltratador, amoral y sin ética alguna. No hay nada en él que se salve, porque ni tan siquiera cuando plantea cómo podría haber sido su vida si él mismo hubiera sido diferente muestra el más mínimo arrepentimiento. Creo que Julia Navarro ha hecho un trabajo soberbio para crear un personaje en el que se reúne todo lo malo que puede reunir la humanidad.

Sin lugar a dudas con “Historia de un canalla” Julia Navarro ha vuelto a conseguir que me enganche a uno de sus libros. Ya lo hizo con “Dime quién soy”, que me pareció una de las mejores novelas que se han escrito en los últimos años en España, y que me generó tal adicción que no podía dejar de leer. Sin embargo con la novela anterior a esta quedé ciertamente decepcionado: el listón estaba muy alto. Ahora, tras haber acabado esta grandísima novela, vuelvo a sentirme como tras haber leído “Dime quién soy”. He de decir que me ha sabido a poco. La forma de escribir de Julia Navarro engancha desde la primera línea y su narración en tan simple en toda la complejidad que implica una trama tan bien urdida como la de esta novela que el lector solo puede quedarse anonadado leyendo. Si tengo que poner alguna pega a la novela sería que a veces los saltos temporales que se dan en la trama no quedan bien especificados y el lector no sabe muy bien cuánto tiempo ha pasado. Pero esto es una nimiedad.

No puedo más que recomendar encarecidamente la lectura de “Historia de un canalla”, advirtiendo al lector que se atreva con ella de que habrá momentos en los que querría matar a Thomas Spencer y otros en los que sólo será capaz de sentir asco por cómo los poderosos mueven el mundo a través de unos hilos invisibles contra los que la gente normal no podemos hacer nada. Que cada cual saque las conclusiones que quiera después de leer el libro, pero seguramente no habrá nadie que se quede indiferente. Bravo Julia Navarro, bravo.

Caronte.

jueves, 18 de febrero de 2016

Lectura crítica: "El viento de la Luna"

Este año empecé leyendo varios clásicos de la literatura para pasar hace relativamente pocas semanas a leer a varios autores a los que ya había leído antes y que conforman casi mi canon más particular. Siempre vuelvo a ellos. Esta vez le ha tocado el turno a Antonio Muñoz Molina del que hacía ya tiempo, varios meses si no me falla la memoria, que no me leía ninguna novela. Y como ya suele ser casi habitual el mí, el libro que cayó en mis manos del escritor jienense no estaba casi pensado. De hecho la novela que acabo de terminar no estaba en mi lista prioritaria de novelas de Muñoz Molina que me quedan por leer. Lo que pasa es que cuando a uno se le cruza por delante un libro de segunda mano que parece casi nuevo, salvo porque pueda tener una especie de firma en la primera página, de uno de sus autores favoritos, en su edición original, no puede menos que cogerlo y no soltarlo por si la próxima vez que se pase por dicha librería de segunda mano perdida en una esquina de una plaza del centro de la ciudad ya no esté en la estantería donde lo vio. No me quedó más remedio, claro está que cogerlo.

El libro del que estoy hablando es “El viento de la Luna”, una de las últimas novelas de Muñoz Molina, publicada en 2006, en la que vuelve a situar la acción de la novela, aunque acción tiene poca la verdad, en el pueblo de Mágina. Ese pueblo del sur de España que no existe pero que todo el que alguna vez ha estado allí sabe a qué escenario se refiere. Sólo hay un pueblo en el sur en el que pueda haber una plaza del General Orduña presidida por una estatua breada a balazos, o una estatua de un ángel atendiendo a un miliciano, o un mar de olivos rodeándolo. Solo quienes hemos estado alguna vez en la Mágina real, con sus calles empedradas, sus casas encaladas y sus palacios señoriales de rancio abolengo y destartalado esplendor, sabemos a qué Mágina se refiere Muñoz Molina es las novelas en las que este pueblo deja de ser un simple escenario para convertirse en un personaje más de la trama correspondiente.

En esta novela Mágina vuelve a estar presente, como digo, y en casi todo su esplendor. El problema está en que quizá esta presencia sea lo único que realmente me ha llegado de “El viento de la Luna”. En esta novela Muñoz Molina nos presenta a un jovenzuelo apasionado de los libros y sobre todo del mundo de la astronomía, obsesionado con el viaje a la Luna, que por otra parte es uno de los hilos conductores de la trama, y también en cierto modo con la excitación sexual y los actos pecaminosos que le conviertes en un onanista empedernido (cosa que por otro lado lo somos todos los hombres a la edad del protagonista/narrador de esta historia).

Con el hilo conductor del viaje del Apolo XI a la Luna que culminaría con la llegada del hombre a nuestro querido y adorado satélite, “El viento de la Luna” simplemente trata de los recuerdos que el joven protagonista tiene de su vida en Mágina durante aquel año en el que las noticias del viaje espacial acaparaban todos los noticiarios y periódicos. Una vida vista a través de los ojos de un chaval que apenas ha comenzado su adolescencia y que por tanto desfigura la realidad para plasmarla melancólica, llena de recuerdos, buenos y malos, y tergiversada por los fuertes y cambiantes sentimientos que a esa edad todo chaval tiene. Así otro de los hilos conductores de la trama son los recuerdos, ya que aunque pueda parecer que no la historia está narrada desde un presente muy lejano al tiempo de la trama, relacionados con su familia y sobre todo con la relación entre sus miembros y él mismo.

Pero en definitiva en “El viento de la Luna” no ocurre nada. Muñoz Molina narra sin contar absolutamente nada. Parece como si la acción y la trama no fuera importante y por tanto secundarias, para pasar a centrarse sobre todo en la escritura, en crear estampas idílicas y realistas de la vida en un pueblo grande y rico de la España rural de los años sesenta y setenta, de finales de la dictadura franquista. Pero no pasa nada en toda la novela. Por así decirlo no hay trama que seguir como pasa en otras novelas de Muñoz Molina, aún en las más personales en las que el mero recuerdo y la evocación del pasado generaban en el lector una sensación de estar leyendo para terminar descubriendo algo. En esta no pasa eso.

En “El viento de la Luna” Muñoz Molina parece haber querido simplemente mostrar su gran estilo literario creando pasajes realmente maravillosos, de un realismo que en pocos libros se encuentra, como por ejemplo cuando habla de la recogida de la aceituna en pleno invierno, de las sensaciones que se tienen, de los olores que se experimentan, de los rituales en los que uno si inicia al vivir semanas de levantarse al alba para aprovechar el mejor momento de la aceituna. También hay muy buenas e intensas descripciones de lo que el propio autor en la voz (si se me permite decirlo así) de un chaval considera que debe ser un viaje espacial de la relevancia histórica que el que se estaba llevando a cabo en 1969 para llevar al hombre a la Luna.

Pero ya está, ahí se acaba el interés de “El viento de la Luna”. He echado en falta esa profundidad en la historia que en otras novelas Muñoz Molina no ha dudado en plasmar en papel. Se me ha quedado coja la historia y la trama. Creo que de la historia subyacente que en el fondo también hay en este libro se podría haber sacado mucho más. De la historia subyacente que hablo es del drama que vivió la familia de nuestro joven protagonista debido a uno de sus vecinos, que está muriéndose durante todo el desarrollo de la escasa trama, durante el final de la Guerra, pero que no termina nunca de producirse. Sólo al final y de manera muy acelerada la novela cobra interés. Pero para cuando eso ocurre el lector no lo disfruta, porque tiene la sensación de que todo lo anterior no ha servido para nada.

No puedo decir que “El viento de la Luna” es una novela pésima, porque primero se deja leer, y segundo porque hay ciertos pasajes que merece la pena leer y dejarse llevar por ellos. Lo que pasa es que como yo me esperaba bastante más de una novela de Muñoz Molina, y más aún de una novela suya ambientada en Mágina, tras acabar este libro tuve una sensación extraña, mezcla de decepción y tristeza por lo que podría haber sido pero que simplemente se quedó en un vago y vano intento. Por tanto esta novela no es ni de lejos una de las mejores de Muñoz Molina que me he leído, quizá incluso sea la peor de todas las novelas suyas que me he leído (sin contar con la especie de diarios “Ventanas de Manhattan”, que por no ser propiamente dicho una novela no la cuento).

El viento de la Luna” es una novela para leer después de haberse leído al mejor Muñoz Molina, sus grandes libros, esos por los que para mí es uno de los mejores narradores de este país. Y digo esto porque pese a que en el fondo en la novela no ocurre nada, no hay una trama ni bien ni mal construida, ni unos personajes remarcables, ni unos recuerdos evocadores de una época ya pasada y afortunadamente superada aunque rememorada con melancolía, este libro para un amante de la literatura de Muñoz Molina es uno más y hay que leerlo. Ojalá hubiera encontrado algo mejor que decir de esta novela, pero es que en el fondo no hay nada que decir ya que es simplemente un ejercicio, en ocasiones soberbio, de escritura.

Caronte.

sábado, 13 de febrero de 2016

Lectura crítica: "La música del azar"

Uno se queda con una sensación muy extraña cuando se da cuenta de que ha terminado de leer todos los libros de uno de sus escritores favoritos. Es una sensación que mezcla la alegría con la tristeza y la pena de darse cuenta que ya no queda nada por leer que haya salido de las manos y la imaginación de dicho escritor. Esta es la sensación que tengo al haber terminado de leer la última de las novelas de Paul Auster que me quedaba. Además, y como me ha pasado muy a menudo con los libros de Auster, este libro lo encontré casi por azar (y ahora se sabrá por qué uso esta palabra) en mi librería de segunda mano de cabecera; esa librería a la que vuelvo siempre que puedo, no ya a comprar sino a sentirme en mi propia casa mirando libros, sintiéndome sobrepasado por esas inmensas estanterías repletas de volúmenes de diferentes tamaños y editoriales que van desde el suelo hasta el techo. Pero así ha sido como he terminado de leer la obra de ficción de Asuter. Sí es cierto que me quedan por leer sus libros semi autobiográficos, aunque no sé si los comenzaré dentro de poco o me daré algún tiempo.

No es la primera vez que hablo en el blog de Auster, de hecho es uno de mis autores favoritos, pero quizá sí sea la última que lo haga. No lo sé todavía la verdad. De todas maneras hoy me toca hablar de “La música del azar” una novela muy cortita, un libro que en formato bolsillo se puede llevar perfectamente en casi en el bolsillo trasero de un vaquero sin que moleste ni se note. Pero que su corta longitud no genere prejuicios sobre la novela. A pesar de su escaso volumen, no siempre libros de más de seiscientas páginas implican calidad, esta novela de Auster aúna todos los tópicos de su estilo y sus temas más personales y obsesivos.

La música del azar” se centra en la historia de Jim Nashe un bombero que tras ser abandonado por su mujer y no sabes muy bien qué hacer con su vida en un momento en el que se plantea muchas cuestiones existenciales decide echarse a la carretera tras comprarse un coche gracias a la herencia imprevista que recibe. Con el dinero de le herencia va viviendo. Va de un lado a otro en un coche hasta que se va dando cuenta de que se está quedando sin dinero de nuevo. Ahí entra en escena Jack Pozzi, un joven jugador de póker, al que recoge en su coche en mitad de una carretera totalmente magullado tras una paliza. Ambos hombres estrechan su relación. Ambos se sinceran mutuamente y comparten experiencias personales, traumas y preguntas casi filosóficas. Pero el dinero sigue agotándose.

Y es por dinero por lo que la trama de “La música del azar” cobra su sentido más amplio. Nashe le ofrece a Pozzi lo que le queda de dinero para que juegue una partida con unos ricachones y poder ganar aún más y alargar su vida de nómada por las carreteras norteamericanas. Pero no se puede vivir siempre de la suerte y de los juegos de azar. Siempre llega un momento en el que nuestra buena suerte acaba sin saber muy bien como y nos vemos abocados a asumir la realidad en su lado más crudo. Esto es lo que les pasa a ambos, a Jack y a Jim. La partida de cartas que juega el primero acaba mal y los dos terminan enredados en una especie de cárcel ficticia, bajo una condena en forma casi de contrato que les ata a los dos ricachones con los que Pozzi termina por perder.

Ya no puedo contar más de “La música del azar”, si lo hiciera desvelaría la mejor parte de la novela y dejaría al posible lector sin trama argumental que seguir. Por el contrario sí puedo decir que quien sea fan de Auster y devore sus libros como consumiría droga un adicto o cierto director de periódico español, encontrará en esta novela al mejor Auster, a ese autor de estilo sencillo y nada ampuloso, de frases cortas y simples, sin demasiadas descripciones, solo las justas para ambientar la acción, ni matices en los diálogos. Para mí esta novela es de las mejores de Auster, y lo digo porque puedo decirlo después de haberme leído todas.

No solo la propia trama de “La música del azar” es una historia increíble, tan fantástica e inverosímil que bien podría ser verdad y haber sido conocida por Auster a lo largo de su vida. Esta es una particularidad de las novelas de este americano. Por muy histriónicas y poco creíbles que puedan parecer las tramas y los argumentos de las novelas de Auster, siempre hay algo debajo de todo ello que las hace ser realistas y verosímiles. Realistas, verosímiles y además intensas. La intensidad de esta novela es superior a la de otras novelas mucho más extensas de Auster, con tramas mucho más elaboradas quizá y con más personajes. En este libro el lector irá poco a poco aventurándose en la trama, sobresaltándose de los cambios, a veces bruscos que se producen y quedándose con la boca abierta más tiempo del normal a medida que se va acercando el final de la historia.

Los personajes de “La música del azar”, ya sea el protagonista, Jim Nashe, como el resto de los que salen en la trama, principalmente Jack Pozzi, los dos ricachones con los que éste último juega a las cartas y el guardés de la finca de los millonarios, conforman un elenco casi irreal. Todos tienen algo que les diferencia a unos de los otros, pero también tienen cosas en común, sobre todo una cosa: una visión de la vida fuera de lo común, basada en dejarse llevar por los acontecimientos y simplemente vivir a pesar de que se pueda estar al borde del desastre. Por mi parte me quedo con el protagonista de la historia, con Nashe, ya que le veo muy soñador y utópico, quizá algo perdido en el mundo y la vida, como todos en algún momento de nuestras vidas nos sentimos. Pero también es cierto que quizá haya gente que prefiera quedarse con cualquiera de los otros personajes aunque algunos de ellos salgan apenas en unas pocas escenas.

Al acabar “La música del azar” quedé totalmente noqueado. No me esperaba que una historia tan extraña pudiera acabar de manera tan natural, aunque a la vez impactante. No puedo decir que me decepcionara el final porque no ha sido así, aunque entendería que hubiera gente a la que sí le dejara cabreado y disgustado de que todo acabara tan súbitamente. Antes de acabar quiero hacer una mención especial a la música, porque durante toda la novela hay referencias constantes a ella. La música forma parte del propio paisaje de la novela, de la historia y la trama que se narran en sus páginas, y también de los personajes, sobre todo de Jim Nashe que como una fiera de espíritu inquieto queda tranquilizada bajo los acordes de las melodías clásicas de Beethoven, o Mozart, pero que también disfruta del jazz.

Como con las mejores novelas de Auster, con “La música del azar” he quedado totalmente maravillado. Siento pena por haber acabado esta novela, no por la novela en sí, que también en cierto sentido es así, sino porque he acabado ya una etapa importante en mis lecturas. Ya no me queda nada de ficción por leer de Auster, solo sus diarios más personales, y ya no serán igual. No me arrepiento de haber llegado a este final. Sé que será siempre un final momentáneo, ya que los libros siempre se pueden releer, pero no es lo mismo. He disfrutado como un niño con las historias de Paul Auster y esta novela, que el azar ha hecho que sea la última suya que me lea, me ha hecho ver que hay poco escritores que me lleguen tan dentro como este monstruo neoyorquino de las letras. Recomendaré siempre vivamente a cualquier que lea a Auster, sus novelas no se parecen entre sí aunque tengan rasgos comunes, tanto las que más me han gustado como aquellas que la verdad me dejaron más decepcionado. Hasta el próximo Sr. Auster.

Caronte.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Lectura crítica: "Las bostonianas"

Lo bueno, o malo, que tienen los grandes autores de la literatura y sus grandes clásicos es que o bien el lector se engancha desde el principio y queda totalmente enamorado de un libro o de un autor, o bien pasa lo contrario y dicho clásico aburre desde la primera página y termina por resultar tedioso, y casi diría yo odioso. De todas maneras simplemente por el mero hecho de ser clásicos, ya sea un autor o una novela, no se pueden dejar a medias y tirar la toalla. Henry James es uno de esos grandes autores de la historia de la literatura, la novela que he terminado recientemente es una de sus obras más célebres, que no siempre aplaudidas. Por ello me resulta complicado hacer críticas de estos clásicos. Es muy complicado contemporizar con estos libros, muchos de los cuales tienen más de cien años, ni con estos autores, que vivieron en épocas muy, muy diferentes a la actual. Aún así lo voy a intentar siendo lo más respetuoso posible.

Como casi todas las novelas de la época, es decir de finales del siglo XIX, “Las bostonianas” es una extensa narración que en su día fue publicada por entregas en un periódico de Boston que posteriormente fueron reunidas en tres tomos para conformar un único libro. En esta novela James se centra en los inicios del movimiento feminista de los EE.UU. y nos presenta a tres personajes que llevarán todo el peso de la trama: dos mujeres, Olive Chancellor y Verena Tarrant; y un hombre, Basil Ransom. Esta triada, junto con otros personajes que jalonarán a los tres ya citados, conforman una trama, bastante simple, pero escrita al estilo James, con grandes parrafadas, frases muy largas, una adjetivación constante y a veces muy pesada y muy poca acción real y directa.

La trama de “Las bostonianas” se centra básicamente en que Verena Tarrant es una grandísima oradora. Es una chica joven, muy guapa, vehemente, ilusa e idealista, fácilmente influenciable aunque con ideas claras. Esto que podría parecer una contradicción hace de la señorita Tarrant quizá el personaje mejor construido a mi juicio de la novela, y también uno de los más interesantes. Por su habilidad para contagiar entusiasmo al público y transmitir ideas Olive Chancellor, una feminista empedernida aunque yo más bien la definiría como una mujer que odia los hombres por el mero hecho de ser hombres y que no se para a juzgarlos de manera individual (lo que hoy en día y usando un término que me granjeará críticas es una feminazi), se fija en Verena durante una velada en una casa de la alta sociedad y decide que ella debe ser la que encabece el movimiento feminista en Boston. La señorita Chancellor no esconde nunca sus intenciones para con Verena: la quiere utilizar para sus propios objetivos; pero a veces el cariño que la primera dice confesar por la segunda puede incluso malinterpretarse.

Falta por entrar en liza en la trama de “Las bostonianas” un personaje que aparece casi antes que ninguno de los ya citados como es Basil Ranson. Éste joven sureño, proveniente del estado de Mississippi, que luchó con la confederación durante la Guerra de Secesión Americana y que tiene unas ideas muy conservadoras con respecto del movimiento feminista e incluso sobre el propio papel de las mujeres en la sociedad. Hay que añadir que Ranson es primo lejano de la señorita Chancellor y es gracias a ella y por casualidad que conoce a Verena durante la misma velada ya citada anteriormente. A pesar de no aceptar ni comprender los argumentos del movimiento feminista, Basil queda totalmente embelesado con Verena. Ya no podrá sacársela de la cabeza y todos sus movimientos irán encaminados a intentar acercarse a ella, intentar caerla bien, intentar enamorarla. Y para mí es esta trama amorosa entre Basil y Verena, que casi es más un triangulo amoroso al que se suma Olive, la trama principal de la novela.

Dicho lo anterior no cabe duda de que en “Las bostonianas” el tema del movimiento feminista y la emancipación de la mujer tienen un papel central. Sin embargo, una vez leída la novela y pese a que Henry James muy probablemente la escribió para loar el papel de ese puñado de mujeres que lucharon para que su género tuviera igualdad de derechos y libertadas, tengo la sensación de que más que alabar el movimiento feminista, esta novela lo aborda desde un punto de vista burlón. Supongo que será el tiempo desde el que leo el libro. Obviamente no es lo mismo leer esta novela en pleno siglo XXI que haberlo hecho en el siglo XIX. No obstante esta es mi sensación. Y el tono burlón, casi satírico que veo en la novela se centra básicamente en Olive Chancellor y en algunos otros personajes secundarios, sobre todo femeninos, que usan el tema del feminismo y la lucha de las mujeres por su emancipación del hombre casi como divertimento y excusa para hacerse visitas eternas en casa aristocráticas. Pero como digo este es mi punto de vista.

Por otro lado el estilo que Henry James usa en “Las bostonianas” es apabullante. Este adjetivo que acabo de emplear es de doble filo. Si bien es cierto que es innegable que la prosa y es estilo narrativo de James es impecable e impoluto, no es menos cierto también que a veces este mismo estilo es tan grandilocuente que el lector termina sepultado, metafóricamente hablando claro, bajo parrafadas inmensas sin diálogo alguno. A James le gusta divagar, y hay veces en la novela que estas divagaciones pierden al lector. En varias ocasiones durante la lectura de la novela he decidido saltarme párrafos enteros en los que veía que James se iba por los cerros de Úbeda. A pesar de haber hecho esto, cosa que como gran lector no debería de volver a hacer, retomaba la lectura en el párrafo siguiente sin problema alguno.

La acción no es rápida. No hay apenas diálogos, aunque proliferan más hacia el final de la novela. Pero cuando Henry James decide dar la palabra a sus personajes, en lugar de narrar en tercera persona usando un narrador omnisciente, la novela recobra vitalidad y se hace muy interesante y asequible de leer. “Las bostonianas”, no lo voy a negar, es una novela complicada de todas maneras. Quien no esté hecho a leer este tipo de libros es muy probable que termine desistiendo de su lectura. Tampoco voy a negar que me esperara mucho más de esta novela, pero acepto que en parte me haya decepcionado. Y digo en parte, porque el estilo de Henry James me ha gustado mucho: me ha parecido increíble la intensidad y la belleza que tienen ciertos pasajes de la novel; sin embargo la trama me ha parecido muy usual, nada del otro mundo, nada que no se haya hecho antes ni que no se haya vuelto a repetir después (hablo sobre todo de la trama amorosa, no del trasfondo político de la historia).

Al ser “Las bostonianas” un clásico de la literatura y su autor, Henry James, uno de los nombres más respetados y conocidos de las letras universales, no puedo ni debo, ni quiero por otra parte, recomendar o dejar de recomendar esta novela. Quien quiera descubrir un clásico se encontrara con un clásico, escrito como se estilaba escribir a finales del siglo XIX, de manera densa, elaborada y culta. Quien quiera entretenerse y divertirse, aprender y disfrutar, muy probablemente deberá tener mucho aguante para terminar la novela, que una vez que se la ha cogido el tranquillo se lee más o menos fácilmente, pero hasta que pasa eso es ciertamente algo tediosa. Pero como he dicho varias veces ya, este libro es un clásico, como su autor, y quizá simplemente por eso (aunque puede no ser suficiente siempre) hay que intentar leerlo.

Caronte.

martes, 2 de febrero de 2016

Cinco y acción: "Spotlight"

Estamos en plena temporada alta de cine. Entre diciembre y febrero se estrenan las películas buenas, las que de verdad importan a lo largo de un año, las más esperadas y las que suelen copar las nominaciones de los premios más importantes del cine. Entre esto, que llevaba sin ir al cine desde principios de diciembre y que hay varias películas que estoy deseando ver ya tenía mono de cine, de pantalla grande y sonido envolvente. Para los amantes del cine estas fechas son las mejores para ir ya que hay donde elegir, es más cuesta bastante decidirse por una película u otra sabiendo que es casi imposible para una persona normal con un sueldo normal ver todas las películas que desearía. Eso me pasa a mí al menos, y eso que de momento no tengo sueldo del que quejarme o no.

Entre la lista de películas que tengo pendiente ver decidí el otro día ir a ver “Spotlight”, la que dicen, y yo mismo corroboro tras verla, que es una de las favoritas para los premios Oscar, y que de hecho ya está arrasando en varias entregas de premios más secundarias, aunque no menos importantes. Para quien no haya leído, visto u oído nada sobre la película hay que decir que está basada en hechos reales. Es la historia de los periodistas de Boston, concretamente del periódico Boston Globe, que en 2001 y 2002 destaparon la trama y el ocultamiento sistemático de los abusos sexuales por parte de la Iglesia Católica en los EE.UU.

No tiene mucha chicha la trama en el fondo. Es pública y notoria. Eso sí “Spotlight” es un peliculón de principio a fin. El guión es fantástico y como su propio nombre debería indicar, aunque esto no siempre ocurre, guía al espectador a través de la historia de este grupo de periodistas que conformaban el grupo de investigación spotlight del Boston Globe y que se encargaron de investigar hasta la saciedad, horrorizándose en el camino, y superando muchas trabas, piedras en el camino y palo en la rueda por parte de mucha gente, esta trama de abusos sexuales, amparada y acallada por la jerarquía de la Iglesia Católica americana y también por parte de la sociedad.

Pero “Spotlight” no es simplemente una película que relata una historia real. Esta cinta va más allá y a pesar de que en muchos momentos el espectador se siente asqueado y dolido por lo que ve y escucha, al final la sensación con la que uno sale del cine es la de haber comprobado que a pesar de que los malos, la gente mala, por mucho poder que tengan y por mucho miedo que generen en los débiles y pobres acaban pagando sus crímenes y pecados, porque hay en el mundo gente buena todavía, poca y acallada siempre por los primeros mediante presiones y amenazas.

A pesar de que “Spotlight” trata sobre un caso real de abusos sexuales a menores de edad por parte de curas, esta película no es una película sobre religión, ni tan siquiera es una crítica abierta y visceral contra la Iglesia Católica. En ese sentido creo que es neutra. De hecho en toda la cinta apenas salen tres curas con diálogo; lo demás son periodistas, víctimas y abogados. Quien vaya al cine a ver esta película buscando argumentos para meterse con la Iglesia Católica de frente, o una película en la que se ataque sin piedad ni miramientos a los curas, saldrá decepcionado. La historia que se cuenta en esta película es una historia de periodismo, en la que son los periodistas, y no los curas o las víctimas, los protagonistas. Es el periodismo y la labor que el Boston Globe y el grupo de investigación spotlight llevaron a cabo para recabar todas las pruebas acusatorias, documentos y testimonios de víctimas lo que centra la cina. Y eso es maravilloso.

En “Spotlight” se ve qué es ser periodista, qué es hacer periodismo en estado puro. Tras ver la película como he dicho me sentí en parte asqueado, enfadado y molesto por la historia que se narra en la cinta; pero también salí emocionado y entusiasmado de que haya gente que busque la verdad para darla a conocer y obvie todo lo demás. Puedo decir que en la película, aunque nunca se diga de manera directa, se fijan las bases del buen periodista, a saber: no debe tener ni ideología ni religión, simplemente debe perseguir con todas sus fuerzas la verdad para hacer justicia. Y en la película se hace eso. Los periodistas de spotlight dejan a un lado amistades antiguas, buenas relaciones, ideas personales y creencias para buscar y destapar la verdad, aunque esta pueda doler a parte de la sociedad, que como se ve en la cinta, la sociedad bostoniana es muy conservadora y creyente y está muy influenciada por la Iglesia Católica que es casi un contrapoder dentro del sistema.

Como en toda película y en toda buena historia, los protagonistas de la misma y los actores que los interpretan son fundamentales. Es imposible negar que “Spotlight” cuenta con un elenco de peso, y así ha sido reconocido en varios premios cinematográficos ya fallados en Hollywood. Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, conforman un equipo de actores que dan más que verosimilitud a la película y hacen unas interpretaciones que considero muy buenas, casi magistrales. Aunque en el fondo tampoco tienen que hacer mucho: los protagonistas no son más que periodistas normales y corrientes que hacen su trabajo pese a todo. Aún así, todos los actores, sin destacar ninguno, porque no hay ninguno que pueda ser destacable al ser una película coral, hacen de la cinta un conjunto bien armado, que entretiene, mantiene al espectador enganchado a la historia, emociona y deja poso tras acabar la cinta. Más no se puede pedir.

En el ámbito técnico la película es más que correcta. No hay nada que moleste en “Spotlight” en cuanto a cómo está rodada o contada. Ya he dicho que el guión está muy bien construido y argumentado lo que permite seguir bastante bien la película. Sí es cierto que al haber tantos nombres propios, de curas, de abogados, de periodistas, etc., a veces es complicado para el espectador poner cara a estos nombres, la historia acaba por penetrar en la conciencia del espectador. La cinta no aburre en ningún momento porque engancha, porque uno se cabrea, se emociona, se indigna y al final se alegra de que todo acabe bien pese a todos los obstáculos que la verdad y la gente buena suelen tener en la vida.

He disfrutado en grande con esta película, con sus protagonistas y los actores que les daban piel; con la historia; con el argumento; y sobre todo he disfrutado porque “Spotlight” no está hecha para criticar a la Iglesia Católica por ocultar y acallar mediante presiones e infundiendo miedo a sus seguidores el tema de los abusos sexuales a menores. Esta película está hecha para homenajear a los periodistas que se atrevieron a sacudir los cimientos de una ciudad como Boston, basados en una sociedad extremadamente creyente y devota en la que la religión y la fe cuenta mucho, simplemente y llanamente para denunciar una injusticia y para desvelar la verdad, aunque fuera una verdad que haría mucho daño. Esta es una muy buena película que pese a la amargura que genera mientras la ves, termina por dejar un poso dulce y esperanzador en el espectador. Ojalá hubiera más periodistas como los de spotlight que buscaran la verdad por encima de todo y trabajaran por y para la sociedad.

Caronte.