lunes, 30 de mayo de 2022

The Spoilt City

Hace dos años gracias a la editorial Libros del Asteroide di con una autora y una novela que iniciaba una trilogía ambientada en la Europa siempre más olvidada, aquella que también ha sido siempre maltratada en parte por ese mismo olvido: los Balcanes, Rumanía y Grecia. Libros del Asteroide recuperó La Gran Fortuna, libro que inicia la Trilogía de los Balcanes de Olivia Manning: una escritora inglesa, injustamente olvidada y eclipsada por la pluma de otros hombres contemporáneos con ella, pero que cumple con absolutamente todas las características para ser un clásico de la narrativa inglesa del siglo XX donde la aristocracia y la burguesía, junto con ciertas dosis de épica y de espionaje, han sido unos de los grandes temas. No sé si Libros del Asteroide tiene pensado o no concluir la trilogía de Manning, lo bueno es que en inglés también se han reeditado recientemente y gracias a ello podré en los próximos meses, lecturas pendientes mediante, concluir con ella.

The spoilt city continua la historia de la joven pareja conformada por Harriet y Guy Pringle junto en el momento exacto en el que se dejó en The great fortune. Olivia Manning no hace fantasiosos avances temporales y continúa explorando a sus personajes de la misma manera que en el primer libro. Se nota que fue una trilogía pensada como un único libro, escrita como un único libro, algo de agradecer por parte del lector que no se ve impuesto por saltos temporales absurdos que no hacen más que incomodar muchas veces. La evolución de los acontecimientos es totalmente lineal y apenas hay digresiones o solapamientos de eventos.

Bucarest sigue siendo el centro neurálgico de la acción y el grupo de amistades locales e inglesas de los Pringle siguen siendo los acompañantes del lector durante toda la novela. Pero hay un cambio en The spoilt city, y es que toda la normalidad que hasta ahora se vivía en Rumanía y su capital empieza a tambalearse. La historia y su curso imparable barren de un plumazo la tranquilidad rumana en la periferia de la IIGM y los acontecimientos sobrepasan a todos aquellos que pensaban que la diplomacia y las buenas maneras haría que ni la tradición ni la tranquilidad se quebrarían. Pero cuando un loco genocida aspira a todo, nada puede pararle. Pero esto no son más que los acontecimiento históricos que pasan al mismo tiempo que la propia intrahistoria de los protagonistas que se ven arrastrados por el tsunami de la guerra y la historia sin poder ofrecer más que una resistencia simbólica, sabiendo que solo si no se aferran a nada fijo podrán intentar salir adelante en una tierra que empieza a dejar de ser amigable y se convierte en hostil, donde un inglés ya no es un miembro de la burguesía extranjera en una ciudad pobre, sino un enemigo del pueblo y de la lucha de las naciones fuertes (del Eje).

La relación entre Harriet y Guy en The spoilt city empieza a ser más madura. Y si en la primera entrega de la trilogía el matrimonio daba sus primeros pasos de casados con ilusión y miedo al mismo tiempo, partiendo de esperanzas diferentes y con objetivos diversos cada uno, y lejos de casa, en un entorno entre hostil y exótico, en esta segunda entrega Harriet da un cambio gigantesco en su forma de ser: deja de ser una joven sumisa a pensar por sí misma, a exigir a Guy su parte del matrimonio, que lo ejerza, que no sea simplemente parte de un papel firmado ante Dios. Guy por su parte sigue tan idealista como siempre, tan estoico en sus decisiones, tan inglés hasta el final, hasta que los acontecimientos les barren de arriba abajo y la barbarie se instala en una vida relativamente cómoda en el confín de un continente y tan lejos de su plácido (aunque en guerra esté en llamas y parcialmente ruinoso) y aristocrático Londres.

No puedo negar que este tipo de novelas donde los protagonistas son burgueses de alta cuna que se las dan de amantes del mundo y protectores del bienestar social, que frecuentan tanto fiestas populares y dan limosna a los pobres interesándose por ellos como van a fiestas privadas con caviar y champán, trajes obscenamente deslumbrantes y música actual de fondo, me encantan. The spoilt city tiene mucho de este tipo de novelas de burguesía, pero además tiene ese eco y trasfondo de novela clásica inglesa de espionaje, de maniobras en la oscuridad, de diplomacia a través de agentes culturales, o propaganda sucinta pero clara. Es una mezcla perfecta, narrada además de manera sutil y delicada como solo Manning puede hacer, sin dar esos aires de grandilocuencia que los hombres suelen dar a estas novelas.

Si no habéis leído aún The Great Fortune estáis tardando (ya sea en español o en inglés) y si lo habéis hecho y aún no os habéis hecho con The spoilt city estáis tardando aún más (aunque en este caso en español aún no esté disponible, o si lo está probablemente lo esté en alguna librería de segunda mano perdida en algún callejón torcido de alguna ciudad). Tengo ganas además de leer el cierre de la trilogía, que abrirá un nuevo horizonte en la relación de los Pringle al estar separados por la guerra y en lugares diferentes: Atenas y Bucarest. Nuevos horizontes y probablemente nuevas maneras de abordar su vida que me apetece explorar.

Caronte.

martes, 24 de mayo de 2022

Un lugar llamado Antaño

Los Premios Nobel siempre me han generado mucho respeto. Creo que ser digno de una distinción como la sueca presupone ya cierto nivel, cierta categoría, en el mundo de la literatura. Pero que un autor tenga el Nobel no es sinónimo de que su obra deba gustar. Vargas Llosa, Cela, García Márquez, Saramago, son autores a cuya obra vuelvo constantemente porque me hacen sentir par lectora y reconfortarme con historias sobre temas universales contadas con estilos llenos de matices. Sin embargo, Böll, Golding o Grass se me hicieron pesados de leer (por no querer decir infumables). Pero los premios literarios de cierto prestigio son así y nadie puede hacer nada para que eso cambie. La aclamación de crítica y público rara vez coinciden, por eso cuando lo hacen las sensaciones son soberbias. Poder conectar con un Nobel, para mí, es una sensación extraña, que me acerca a un nivel de lecturas alto, con cierto prestigio (puede que suene pretencioso, pero es así). Mientras que cuando leo un Nobel y me quedo indiferente y frío algo se rompe y retrocede en mi mundo literario.

Un lugar llamado Antaño fue una de las primeras novelas publicadas por la reciente (2018) Nobel Polaca Olga Tokarczuk allá por 1996, aunque no haya sido hasta hace bien poco que se haya editado y publicado en España (al albur de la concesión del Nobel supongo). Que comprara y leyera esta novela, que ni de lejos estaba en mi lista mental de libros y escritoras que descubrir, es culpa de un amigo editor que una mañana mientras paseábamos por la Feria del Libro Viejo y de Ocasión de Madrid, y viendo esta novela en uno de los puestos, me dijo que me comprara el libro que probablemente me iba a gustar. Bueno, lo de gustar lo podría entrecomillar porque no es que me haya disgustado sino, que simplemente me ha dejado bastante igual la lectura de una novela que venden como llena de un realismo mágico a la europea, pero con la que yo no he logrado conectar en ningún momento.

Es un poco indignante que en el propio resumen del libro que se hace en la contraportada se hable de Un lugar llamado Antaño como una novela de realismo mágico. Me parece un insulto que se intente encuadrar este libro en una corriente de la que García Márquez fue uno de sus principales valedores y cuyas novelas sí están impregnadas de un realismo mágico que deja al lector en la frontera de un mundo imaginario pero real. Tokarczuk narra la vida en un pueblo mediano polaco de sus habitantes: sus relaciones personales, sus envidias, rencores, rencillas y perdones… Pero de realismo mágico no veo nada de nada… Que simplemente porque el pueblo donde se desarrolla la acción no exista y porque en toda la novela se usen recursos literarios que deforman la realidad que, comúnmente, un lector entiende como verídica, empleando trucos bastante manidos ya no debería ser suficiente como para tratar esta novela dentro del realismo mágico.

Para mi el realismo mágico implica una deformación de la realidad donde lo fantástico e improbable se entremezclan con lo real y tangible para conformar una unidad narrativa casi perfecta en la que la ficción sirve para explicar y entender mejor el mundo en el que vivimos. Un lugar llamado Antaño es una novela que roza el realismo costumbrista, más el que el mágico. No hay una deformación suficiente de la realidad y se exponen hechos en lugares y condiciones que bien se pueden identificar con cualquier pueblito polaco que haya vivido el siglo XX con sus dos guerras mundiales y su dictadura comunista bajo el yugo asfixiante de la URSS. En esto no veo yo mucho realismo mágico y, sin embargo, he estado toda la novela buscando paralelismos con aquellos autores y novelas del realismo mágico como yo lo entiendo y poco he encontrado, por no decir nada…

No voy a quitar méritos a una novelista como Tokarczuk, que supongo que tiene su público y que por algo recibió el Premio Nobel hace un par de años. Tampoco quiero que parezca que Un lugar llamado Antaño es una pésima novela, porque no lo es para nada. Solo quiero dejar claro que aquello que se vende como una novela llena de fantasía para contar el terror del día a día de una sociedad y un pueblo prototípico y representativo de un todo, dejando a un lado la frialdad que a veces puede tener el costumbrismo. Como novela realista costumbrista estamos, aunque una novela notable en el que su coral de personajes conforma una partitura narrativa digna de mención. Pero pese a esto tengo que decir que no he llegado a conectar con la novela, ni con la trama, ni con el ritmo.

Como dije al principio, no haber llegado a conectar con Un lugar llamado Antaño, con esta novela de la novela Tokarczuk me hace sentir mal. Y no sé el motivo real para ello. En el fondo debería sentirme orgulloso de ser capaz de leer a un nobel y cuestionarle, pero también tengo la sensación de haber fracasado como lector no sabiendo valorar lo que he leído. Pero cuando uno no conecta con algo no conecta y pocas más vueltas se le puede dar al asunto. Siento si esta reseña desanima a alguien a leer esta novela o a acercase a la escasa obra publicada en español de Olga Tokarczuk, pero me dije en su momento que intentaría siempre escribir sobre lo que leo sin medias tintas y sin dejarme nada en el tintero por decir.

Caronte.

domingo, 15 de mayo de 2022

Temporada de huracanes

Me adentro de nuevo en la literatura iberoamericana. Esta vez con una novela también muy reciente que causó furor entre libreros y lectores hace un par de años y que he dejado pasar para intentar no subirme a la ola en toda la cresta y defenestrarme si no terminaba de surfearla bien. Como ya he comentado en otras ocasiones, no suelo leer novedades a no ser que sean de escritores a los que ya conozco y por tanto de los que espero con ganas sus novelas nuevas. Y no lo hago porque prefiero que el tiempo de a cada novela su lugar tanto en librerías como en mis propias ganas de leerlas. Hay novelas que creo querer leer en el momento de su publicación y que evito comprar para saber si pasado el tiempo sigo queriendo leerlas. Algunas superan este tiempo de hibernación y otras, probablemente para mi bien, caen en el olvido una vez el foco mediático editorial pasa a otra novedad más inmediata. Esta ha superado la hibernación y tras su lectura me reafirmo en mi estrategia.

Temporada de huracanes es, como su propio nombre indica, un verdadero vendaval de sensaciones que atrapa y arrastra al lector a un torbellino del que apenas puede salir y cuando lo hace no es indemne. Si empleo la comparativa entre este libro y parte de su título es porque sinceramente la narración de esta novela es un puro huracán: una narración continuada sin apenas puntos y a parte que hacen de su lectura todo un reto. Lo que puede parecer un hándicap para una novela en la etapa actual que vive la narrativa, en esta ocasión es todo un acierto y una vez el lector se hace a la forma y al ritmo de la narración esta se convierte es un puro torrente de emociones y sensaciones difíciles de expresar.

Como ya es también tradición en mis últimas lecturas, empecé Temporada de huracanes sin saber nada de lo que iba. El mero hecho de ser una novela iberoamericana, estar escrita por una mujer y haber sido tan celebrada en librerías desde que se publicó, ha bastado para que mi interés por ella haya permanecido intacto y quisiera leerla. Como no sabía nada de este libro al comenzarlo me sentí abrumado por enfrentarme a una narración continua sin casi descansos que, aunque no es la primera vez que leo algo así, siempre suele desanimarme la lectura. Pero superé cualquier prejuicio y me adentré en una historia de violencia sin paliativos, contada desde diferentes puntos de vista, desde diferentes ángulos y con diferentes sensibilidades que conforman un puzle narrativo casi perfecto.

Violencia. Violencia contra las mujeres, violencia contra los hombres, violencia por envidia, por miedo, por amor, por venganza… Violencia en todas sus formas. Violencia como manera de controlar una sociedad y atarla a la más absoluta de las indigencias culturales, sociales y económicas. Temporada de huracanes es una novela que gira sobre un estado de violencia generalizado en México. Violencia como diosa a la que se reza, a la que se entregan sacrificios y alrededor de la cual gira todo en ciertas partes de México y Latinoamérica.

Por encina de todas las violencias que Temporada de huracanas toca de manera directa o indirecta, está la violencia que deriva de un machismo que impregna toda la sociedad mexicana, desde hombres a mujeres desde que son apenas unos adolescentes. Y, sí, también las mujeres de esta novela son machistas, mucho, y su machismo arrastra a los hombres a un mayor machismo, a una violencia que queda justificada como demostración de hombría, de ser un buen macho, de ser un hombre con todas las letras y en mayúscula. Pero es que cuando la violencia está instalada y normalizada en la sociedad, cuando es una parte más de la manera en que las personas se relacionan entre sí, cuando es un proceso más de ubicación social, de adaptación a un medio en el que si no eres hostil y violento es probable que acabes en una cuneta o simplemente como medio de desfogue del resto, poco se puede hacer para romper el círculo.

Fernanda Melchor, la autora de Temporada de huracanes, ha dado un golpe en la mesa con esta soberbia novela en la que trata la violencia estructural social mexicana con total crudeza, sin dejarse llevar por el sentimentalismo y sin ocultar ni los orígenes de la violencia ni lo que entraña la misma en la sociedad. La novela además tiene una fuerza terrible, no solo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. El estilo, el cómo está narrado, el uso del lenguaje, el toque de realismo mágico que impregna la novela… Todo suma. Todo hace que esta novela sea casi perfecta, casi redonda (y no afirmo que es perfecta o redonda porque creo que eso no existe).

Probablemente no descubro nada nuevo a quienes os gusta la literatura o a los que seguís el blog hablando de Temporada de huracanas. Sin embargo, para aquellos que en algún momento os ha tentado acercaros a esta novela y no lo habéis hecho por miedo, por no querer enfrentaros a una narración donde la violencia es el centro y el eje alrededor del cual gira este huracán sin compasión, o por la forma en que está narrado, dejar a un lado todos vuestros temores y prejuicios y sentaros a leer una novela que te secuestra y te introduce en un mundo hostil donde apenas hay hueco para lo positivo.

Caronte.

domingo, 8 de mayo de 2022

Los muertos

No recuerdo muy bien qué me llamó la atención de esta novela y, sin embargo, me hice con ella en mi librería preferida de segunda mano, aquella que me ha descubierto muchos autores desde aquella primera tarde que la pisé hace ya muchos años. De Jorge Carrión apenas conocía nada de su obra, simplemente le oí presentar en el telediario hace no muchas semanas su última novela: una narración híbrida e inclasificable que simplemente por el hecho de mezclar géneros ya me llamó la atención. El título sí que despertó curiosidad, porque además en la librería no solo estaba esta novela de Jorge Carrión sino las otras dos con las que forma trilogía (no argumental, sino temática). Por eso creo que decidí a leerla y a adentrarme en un mundo literario nuevo que, en el fondo, siempre es un reto y una aventura, y como lector me considero aventurero y buscador de nuevos horizontes.

Intentar clasificar Los muertos dentro de algún género literario puede ser misión imposible porque creo que no encajaría en ninguno de ellos. Si nos centramos en su trama y argumento pues podríamos decir que es una novela de ciencia ficción fantástica, pero aún así esta descripción se nos quedaría muy corta ya que la forma en que está narrada nos hace ver que lo que tenemos entre manos y estamos leyendo va más allá de lo tradicional y convencional, de algo prestablecido y clásico. No se puede describir el argumento de esta novela sin decir que en el fondo lo que en ella se narra no es más que la descripción detallada de lo que sería una serie de televisión, dividida en dos temporadas, y un par de artículos periodísticos o incluso universitarios sobre la misma.

Jorge Carrión va más allá de la literatura en Los muertos. Incluso me atrevo a decir que sobrepasa la metaliteratura para hacer una obra de arte narrativa, una joya muy bien engarzada, tallada y pulida, para que brille por todas sus caras y termine por deslumbrar al lector. Forma y fondo se dan la mano para conformar un conjunto narrativo de primer nivel y que no se suele ver muy a menudo en el panorama literario español. En el fondo, esta es una novela muy arriesgada principalmente por cómo se presenta la historia al lector: una primera parte en la que se plasma en papel el guion y el desarrollo de una serie de televisión (pero que el lector no sabe que es una serie de televisión hasta que llega a la segunda sección de la novela); una segunda sección en forma de artículo en el que se desgrana la temporada y el fenómeno que supuso el estreno en televisión; una tercera igual que la primera en la que se desarrolla la segunda temporada de la serie; y una última sección en la que, también a modo de artículo, se hace una análisis del origen y las influencias de la serie y sus creadores.

A medida que fui leyendo la novela y atisbando por dónde me quería llevar su autor fui disfrutando más y más de Los muertos. Parte además de una premisa muy interesante y es la mezcla de la ficción con la realidad, el intercambio de géneros y el hacer pasar por mero ensayo lo que es uno de los ejercicios de ficción narrativa más originales que he leído nunca. Pero es que esta novela no es para pararse en los detalles, ni en su argumento, ni en su estructura: esta novela está para disfrutarla como un todo y para dejarse llevar por el inmenso poder que tiene la buena literatura, que no es otra que la que no solo te lleva a otra dimensión (la literaria) sino que, incluso, te hace dudar de la realidad tangible que nos rodea y llegar a hacerte la pregunta: ¿cuándo y en qué plataforma han emitido la serie Los muertos y por qué yo no la he visto ni me he dado cuenta de ella?

Sorprende y ayuda al contraste en todo el libro los dos registros que Jorge Carrión emplea en la narración. Así, si en las dos partes principales de Los muertos, aquellas en las que se narra la propia trama de lo que es la serie homónima, el registro es muy cinematográfico y visual, con frases cortas que simplemente sirven para ubicar la escena y avanzar la acción sin florituras, en las otras dos secciones del libro, lo que se supone artículos y ensayos sobre la propia serie, Carrión emplea un estilo mucho más académico y divulgador. Y todo sin perder el norte, sin dejar de tener claro que el objetivo que busca es tener al lector permanentemente en activo para involucrarle en la novela y la narración.

No exagero si digo que la lectura de Los muertos ha sido de las mejores experiencias lectoras que he tenido en mucho tiempo. Por diferente. Por retadora. Por fresca. Por tremendamente original. Poco se conoce a Jorge Carrión para lo que merecería ser conocido, y poco se habla de una novela como esta que deja al lector con cara de idiota, pero sabiendo, una vez ha terminado la lectura, que ha leído algo importante, bueno, grande. Un librazo en toda regla con una mezcla de literatura y ficción desbordante, toques bestiales de metaliteratura en los que se pregunta y se reflexiona sobre el arte, la creación y los límites de la propia ficción, y una estructura que es imposible que deje indiferente a nadie.

Caronte.

viernes, 6 de mayo de 2022

La loca de la puerta de al lado

Esta vez la elección de esta novela ha venido motivada por fiarme de la editorial que la publica y no por nada más. De hecho, hace ya un tiempo que mis lecturas no se guían por las sinopsis de las contraportadas ni por resúmenes ni nada por el estilo. Voy más a por títulos o autores que me han llamado la atención sin pararme mucho a pensar de qué va a tratar el libro que voy a leer. Esto puede ser una gran ventaja porque te ahorras las ideas preconcebidas, pero también es un peligro sobre todo si te dejas llevar demasiado y empiezas a leer una novela pensando que es novela, y cuando empiezas te das cuenta que de novela no tiene nada y es una autobiografía camuflada de narrativa personal o auto ficción. Y es que este género tan extendido últimamente está muy lejos de interesarme lo más mínimo, y si alguna vez me he acercado a alguna obra de ese carácter ha sido por dejarme llevar demasiado por críticas.

Cada persona tiene una relación diferente con la literatura y busca respuestas distintas. La relación que se crea entre un lector y la literatura es única e intransferible. No existen dos lectores iguales, ni tan siquiera parecidos. Por ello hay libros para todos, géneros, autores, historias y formas de narrar y contar. Y cada persona buscará y leerá y disfrutará de aquello que le conmueve, emociona y llena. La loca de la puerta de al lado es un libro escrito por Alda Marini en el que la escritora italiana, casi olvidada incluso en su propio país debido a su enfermedad mental, narra su vida y cómo tuvo que lidiar siempre, desde que era joven con un mundo que su trastorno mental le hacía ver de manera diferente a como alguien “normal” lo vería.

Con un estilo tan personal como lírico y onírico, lleno de imágenes sugerentes, hermosas y poéticas, Alda Merini narra en La loca de la puerta de al lado diferentes episodios de su vida divididos en cuatro secciones: amor, secuestro, familia y dolor, en las que reflexiona en pequeños fragmentos, no siempre conexos, sobre esos temas que marcaron su vida, sus éxitos y fracasos, sus alegrías y penurias, sus momentos de tormento y sus momentos de pasión.

El problema que he tenido con La loca de la puerta de al lado es que sinceramente, más allá de haber disfrutado de un estilo muy personal y poético, poco más me ha interesado. Con todo el respeto del mundo tanto a la autora italiana, una de las grandes olvidadas de la literatura transalpina, como a la editorial, a la que respeto profundamente porque me ha dado ya varias lecturas soberbias, en esta ocasión la auto ficción o directamente la autobiografía quizá novelada me ha dejado no solo indiferente sino frío y totalmente desinteresado. No encuentro puntos en común con una autora cuya vida, siendo trágica y dramática y estando llena de dificultades y prejuicios negativos en una época donde a los locos se los internaba sin posibilidad casi de redención, poco me aporta o con la que en poco o nada puedo sentirme identificado.

Mi poca conexión con La loca de la puerta de al lado no impide que reconozca que es un libro valiente y desgarrador en el que Marini se expuso a carne viva dejando en su escritura todos sus miedos, rencores, esperanzas y traumas. Y esto siempre es difícil. Tengo la impresión que pocos libros autobiográficos son tan sinceros como este; en pocos libros de auto ficción, tan de moda ahora mismo, sus autores, centros ególatras de la narración, se desnudas con tanta verdad como lo hizo Merini en esta obra casi nacida de sus entrañas, casi una parte más de ella misma, de su conciencia, de su alma.

Pero aún así me he aburrido porque no me interesa saber de la vida de autores que nunca he seguido o admirado o leído previamente. De hecho, es que me importa poco o nada la vida de nadie real. Yo en la literatura busco historias diferentes, nuevas, llenas de imaginación e inventiva, que me trasladen física y sensorialmente a otros mundos que sean como este, a otras latitudes, a otros ambientes que no suelo frecuentar, que me expongan sentimentalmente y reten mi intelecto con dilemas morales que giren alrededor de los más profundos temas que siempre han preocupado al ser humano. La loca de la puerta de al lado no ha cumplido con ninguna de esas premisas que busco en un libro. Insisto en que lo único que podría salvar es el estilo, verdaderamente bello y lleno de imágenes creadas por una escritora probablemente excepcional pero tocada con una mente distinta y poco o nada comprendida.

Caronte.

miércoles, 4 de mayo de 2022

The ministry of fear

Solo unos pocos autores son capaces de urdir una trama de espionaje llena de tensión a partir de un hecho tan trivial como una rifa en una feria. Y de entre esos pocos autores, menos aún son capaces de entrelazar la acción principal con reflexiones sobre asuntos principales para el ser humano, esos temas y preocupaciones y miedos que nos persiguen desde que nacemos y que se acentúan una vez vamos perdiendo la candidez de la infancia y primera juventud para atormentarnos una vez que somos adultos y la vida sin preocupaciones queda postrada en el más remoto de nuestros pasados, en la oscuridad del olvido de nuestra memoria. Solo Graham Greene sabe darle a un thriller de espionaje un toque humano y profundamente psicológico. Es esta dualidad de Greene la que en su momento me terminó por ganar, no solo la trama principal de sus novelas, sino los temas filosóficos y psicológicos que introduce para atormentar a sus personajes principales.

Llevaba tiempo sin leer a Greene y en Cracovia, en una librería americana, encontré que tenían en oferta libros de la edición roja de Penguin Vintage, y entre ellos muchos libros de Greene: me hice con tres, entre ellos The Ministry of Fear, novela que llevaba mucho tiempo queriendo leer por ese título tan orwelliano y distópico. Y es que, sin saber el argumento de la novela, ver este título tan poco Graham Greene me llamó mucho la atención. Greene es un autor puramente de ficción, pero ficción realista, de la que podría haber ocurrido en las recónditas sombras de la realidad. Y sin embargo este título, título que hace referencia a un lugar, un organismo que en la propia novela apenas sale mencionado dos veces si no recuerdo mal. Un título encaminado a sugestionar al lector desde antes incluso de empezar a leer.

Todo empieza por una tarta. Una tarta rifada con truco a quien adivinara el peso exacto de la misma en una feria organizada por una asociación que representa a las naciones libres en el Londres de pleno bombardeo alemán (o Blitz). Una confusión a la hora de detectar e identificar a un hombre le lleva a ganar la tarta tras un encuentro misterioso con una vidente y desde ese momento será objetivo de una organización subversiva que pretende debilitar al Reino Unido en la IIGM. The Ministry of Fear es una de las novelas menos conocidas de Greene y, sin embargo, me ha parecido de sus mejores novelas de espías y probablemente de las más puras.

Usando el miedo como telón de fondo, Greene urde una trama donde el protagonista constantemente está huyendo hacia adelante, escapando de unos enemigos que no es capaz de reconocer y encontrándose en situaciones que es incapaz de explicarse de manera lógica y racional. The Ministry of Fear es un thriller clásico además, donde la muerte, la violencia y la tensión ante lo imprevisto y desconocido recorren la novela de principio a fin, y donde cada personaje nuevo que aparece puede resultar no ser lo que aparentemente puede parecer.

Graham Greene fue un escritor que vivió lleno de preocupaciones existenciales y acuciado por ciertas reflexiones sobre la vida que quedaron marcadas en prácticamente todas sus novelas. The Ministry of Fear no iba a ser menos y en esta ocasión Greene presenta a un personaje a quien el recuerdo de un acto pasado, un acto de compasión y amor, de un acto encaminado a evitar un sufrimiento grande que lo único que generó fue una muerte y un peso enorme y eterno en su conciencia. Es ese acto pasado, por el que pagó su precio correspondiente y que por tanto a ojos de la sociedad quedó como pecado expiado, sigue muy presente en la vida del protagonista de la novela y durante toda ella el lector verá cómo aquel acto determina muchas de las cosas que ocurren y, sobre todo, la manipulación psicológica a la que el protagonista se verá sometido.

Pese a que el título involuntariamente, y guiado por mi subconsciente, me decía que iba a encontrarme con una novela diferente, la verdad es que The Ministry of Fear sí que ha terminado siendo una novela que no esperaba, aunque no lo haya sido en el sentido que mi cabeza creía esperar. Que el título pueda indicar casi sin dudas que este libro esconde en sus páginas una novela distópica no es más que sugestión del lector que está acostumbrado a novelas y series de televisión muy orwellianas. Pero esta novela es radicalmente opuesta a una distopía y la ambientación durante el Blitz de Londres no hace más que acrecentar su sentido histórico y realista. Greene supo que con ese título tan sugestivo llamaría la atención y así es, pero una vez dentro de la novela da al lector algo que no espera pero que se disfruta de principio a fin.

The Ministry of Fear es una novela para aquellos que ya conocen de sobra a Graham Greene, pero también puede ser una buena opción para aquellos lectores que estén empezando a descubrirle ya que en ella se mezcla tanto el espionaje, género del que Greene es maestro indiscutible, como la reflexión psicológica y filosófica profunda, con personajes de doble lectura y una trama que avanza a un ritmo frenético dando una lectura amena, adictiva y activa. No voy a estas alturas de la lectura a engañar a nadie negando que Greene es uno de mis escritores anglosajones preferidos, porque de hecho es de esos autores refugio de los que ya he hablado en otras ocasiones, a los que vuelvo siempre con ganas sabiendo que leeré en terreno conocido sintiéndome cómodo.

Caronte.