Hace apenas cuatro
días que un señor entrado en carnes y años, ataviado de rojo, a bordo de un
trineo tirado por una manada entera de renos y surcando el cielo de oriente a
occidente dejó debajo de mi árbol de Navidad un regalo. Envuelto en el papel de
una conocida red de librerías no podía ser otra cosa que un libro. Bien, pues
ese libro de unas seiscientas cincuenta páginas ya ha sido leído y asimilado, y
puedo ya decir sin ningún género de dudas que es quizá el mejor regalo que San
Nicolás, Santa Klaus o Papá Noel me han traído nunca. Y añado que quizá este
libro venido por Navidad a mis manos es el mejor que me he leído, no ya este
año, que sin duda, sino probablemente en mucho tiempo. Hacía muchos años que no
devoraba un libro con tanta fruición como lo he hecho con este, quizá desde los
años en los que leía a Harry Potter. Ha merecido la pena, las mañanas y las
tardes pasadas leyendo una tras otra las páginas de esta novela, que quedará marcada
en mi memoria mucho tiempo.
“Patria” es la segunda novela de
Fernando Aramburu que me leo y la segunda con el trasfondo del terrorismo de
ETA/conflicto vasco como hilo conductor. Estoy sin palabras. Hacía tiempo que
una novela no me hacía sentir lo que esta ha conseguido: levantar la vista de
sus páginas, dejar unos segundos su lectura, y aguantar un nudo en la garganta
que pugnaba por convertirse en lágrimas. Aramburu ha conseguido hilvanar una
historia real sobre el sufrimiento, el dolor, la muerte y la ignorancia que más
de cuarenta años de muertes y sangre han provocado en el País Vasco, y por qué
no también en el resto de España.
La trama de “Patria” se desarrolla alrededor
de dos familias, amigas de toda la vida, rotas y descompuestas por el
terrorismo y la intolerancia, por el odio y la ignorancia a fin de cuentas. Por
un lado está la familia de Bittori el “Txato”, víctima de un atentado cobarde
(todos lo son), asesinado con cuatro tiros por la espalda muy cerca del portal
de su casa, y sus dos hijos Nerea y Xabier. Por otro lado está la familia de
Miren y Joxian, con sus tres hijos, Arantxa, Joxe Mari, miembro de ETA,
terrorista, y el menor, Gorka. Aramburu con estos nueve personajes, a los que habrá
que sumar unos cuantos secundarios más cuenta la realidad del conflicto vasco,
del terrorismo de ETA, desde donde de verdad se ha sufrido: desde todos los
puntos de vista posibles de la sociedad normal y corriente, la que sufrió a
ETA, de muy diversas formas.
Todos los
personajes de “Patria” forman
en conjunto un caleidoscopio fabuloso, envidiable para todos aquello que
tenemos el gusanillo de la escritura. Cada uno de los miembros de las dos
familias protagonistas representan una postura diferente y todos son víctimas
de ETA y su odio. Aramburu no basa su novela en el dolor, ni en recrearse con
la muerte o los atentados, ni en posturas políticas que todos conocemos. Cuenta
la verdad. Y la verdad suele ser seca y dura. Esta novela es ambas cosas: seca
y dura. No hay condescendencia. No hay compasión. No hay posicionamiento
ideológico. Aramburu simplemente narra hechos y elabora una historia que bien
podría ser real de verdad, si es que no lo es.
Como acabo de
decir “Patria” es una novela
seca y dura. Desde el principio queda claro que el lector va a enfrentarse a
algo que quizá va a llevarle por sentimientos muy encontrados y confrontados.
Al ir leyendo la novela e ir adentrándose en la intrahistoria de estas dos
familias lo primero que el lector se encontrará es la fuerza de las madres y
cabezas de familia: Bittori y Miren. Ambas cabezonas, obcecadas, grandes madres
y amantes de su familia a la que cuidan, protegen y defienden a muerte. Una
mujer de un asesinado. La otra madre de un terrorista. Ambas amigas
inseparables, de café y porras, charlas íntimas, confesiones inconfesables.
Ambas enemigas, víctimas de ETA. Sí, aunque suene raro, ambas son víctimas.
En “Patria” no hay bandos, no hay ni
vencidos ni vencedores. Todos en la novela han perdido. Unos han perdido a un
marido y un padre, y otros se han perdido a sí mismos por el miedo, el qué
dirán, por unas convicciones ignorantes. Yo lo veo así. No hay ninguno de los
nueve protagonistas que no sea víctima del conflicto/terrorismo de ETA. Y lo
más duro quizá es que el que todos sean víctimas implica necesariamente que
toda la sociedad, vasca en este caso, perdió durante cuarenta años de muerte,
miedo, cobardía, odio, sangre y lágrimas. Y al final de la novela se ve cómo
todos son víctimas.
“Patria” es una novela que hacía
falta en este país, y además escrita por un vasco. Nadie más podría haberlo
hecho. Aramburu ha creado unos personajes por los que al mismo tiempo se puede
sentir pena y rechazo. Quizá sólo hay un miembro de estas dos familias, al
menos para mí, que me genera únicamente admiración y es Arantxa, la hermana de
Joxe Mari, miembro de ETA. Arantxa no se calla, ni cuando sufre un ictus que la
silencia y la postra en una silla de ruedas sin posibilidad de moverse. Es
Arantxa también la que de vez en cuando me ha provocado una sonrisa al leer y
ver que Aramburu no ha creado una narración pesimista, fría y distante de una
época de este país que todos recordamos, sino que ha creado un relato vivo,
real, que pisa tierra y lo hace verosímil. Esta verosimilitud es la que después
de leer cada día hacía que me recorriera un escalofrío por todo el cuerpo al
volver a pensar en lo que acababa de leer.
Puede que suene
exagerado cuando digo que “Patria”
debería ser lectura obligada en institutos. Pero lo creo firmemente. Y lo creo
porque al ir leyendo me he dado cuenta de que esta novela va a sacar los
colores a mucha gente: terroristas (si es que alguno la termina leyendo),
familiares de terroristas, víctimas de ETA, fuerzas de seguridad del estado, y
ante todo la sociedad vasca que con su silencio, su permisividad, su miedo
entendible y su retirada de saludo a amigos de toda la vida, de partida de mus
los viernes, comida en la sociedad gastronómica los sábados y ruta cicloturista
los domingos, hizo que tras cuarenta años todos sean víctimas de unos pocos
asesinos.
Una novela como “Patria” daría para comentar mucho
más, porque hay mucho más en las vidas de los nueve personajes que la forman,
cada uno con su historia, cada uno con su penitencia, cada uno formando un
prisma diferente por el que ver y entender lo que pasó en una tierra que muchos
llamaron patria sin saber qué era eso. Pero no voy a comentar más porque este
libro debe ser leído. Como dije al principio hacía mucho tiempo que no leía
algo que mereciera tanto la pena. Fernando Aramburu quedará como ese autor al
que no le tembló la mano al escribir de su patria, aunque viva a muchos
kilómetros de ella en Alemania con su familia desde hace muchos años. Ojalá se
escribieran novelas como esta más a menudo. Novelas que merezca la pena leer,
que no dejen indiferente, que hagan sentir al lector, que se queden con él
después de haber cerrado el libro, que hacen a uno levantar la vista y recordar
por ejemplo ese día de julio en el que cogido de la mano de su madre un niño de
seis años se encamina a la plaza de su pueblo a llorar la muerte, junto con
decenas de personas más que se saltaron la siesta, de un señor que era concejal
de un partido político y que se llamaba Miguel Ángel Blanco.
Solo añado:
gracias Fernando Aramburu por “Patria”.
Caronte.