martes, 25 de septiembre de 2018

Lectura crítica: “De la mano”

La mezcla de géneros literarios es algo que está en alza en el mundo editorial. Cada vez hay más libros en los que el componente autobiográfico es predominante, cosa que no sé si achacar a la falta de imaginación de algunos autores o a su afán de exhibicionismo debido a egos muy superiores a lo normal. A medida que el siglo XXI avanza es más complicado encontrar narrativa y ficción de calidad donde la imaginación del autor esté por encima de cualquier otro aspecto en la narración. Es verdad que toda novela, todo libro tiene gran parte de su autor plasmado en sus páginas; de hecho la escritura es eso: plasmar con tus palabras todo aquello que llevas dentro y que quieres contar a terceras personas desconocidas para que viajen contigo a otra realidad. Pero últimamente la autoficción está más de moda que nunca. Hoy me toca hablar de un libro que tiene mucho de su autora, pero que yo encuadraría más en el género del ensayo novelado en el que las vivencias personales se pasan por un caleidoscopio para disimularlas.

De la mano” es un libro escrito por Christie Watson, una enfermera británica que hace unos años dio el salto desde las diferentes salas de un hospital al mundo editorial, en el que narra sus más de 20 años al servicio y cuidado de los enfermos británicos como enfermera en el sistema Británico de Saludo (NHS por sus siglas en inglés). Estas experiencias vitales y profesionales, como bien dice la autora al principio del libro están lo suficientemente maquilladas y quirúrgicamente difuminadas como para que nada sea real y al mismo tiempo todo lo sea, de tal manera que nadie pueda verse comprometido.

Christie Watson empieza “De la mano” como no podía ser de otra manera: hablando de cómo tomó la decisión de ser enfermera. Y quizá es por esto por lo que creo que este libro está especialmente indicado a las personas que quieren empezar el camino de ayuda y apoyo a los demás en un hospital. En las páginas de este libro, sin embargo, no se dice nada de cómo ser enfermero en el plano técnico, sino cómo debe ser un enfermero en planos que realmente son los importantes dentro de las frías y asépticas salas y habitaciones de un hospital o de una clínica donde la enfermedad y la apatía reinan.

Con un estilo sencillo, como si fuera una amiga de toda la vida, del colegio, a quien reencontramos en una cena, la autora va narrando en “De la mano” cómo fue su paso por las diferentes especialidades de la enfermería y casos que a ella la marcaron y que, por la naturalidad y humanidad con la que están contados, emocionan con rapidez al lector. No son pocos los momentos en los que Christie Watson ha hecho asomar una lagrimilla en mis ojos o me ha hecho un nudo en la garganta y en el estómago con los casos que expone en el libro, pero de eso se trata: de que un libro emociones sea cual sea el medio.

La enfermería es una de esas profesiones que suele estar a la sombra pero sin la cual no podríamos vivir, o vivir sería mucho más difícil y duro. En “De la mano” uno se da cuenta de que el sistema sanitario de cualquier país no se basa en los buenos médicos o en los grandes investigadores que hacen que la medicina avance, sino en los buenos profesionales de la enfermería que hacen que el paso de los pacientes por un hospital, sea cual sea su estado, sea más digno y humano. Sin los enfermeros los pacientes no se recuperarían tan pronto y los hospitales serían lugares mucho menos amables de lo que de por sí son.

Cuando he terminado de leer “De la mano” me he dado cuenta de la cantidad de emociones que un enfermero debe experimentar, aguantar, contener y digerir durante su trabajo. Un enfermero ve morir ancianos, mujeres, hombres y niños. Son esos niños los que sin duda marcan este libro ya que son ellos, tan indefensos siempre, tan inocentes, tan poco vividos, tan tiernos, los que nos hacen ver que la vida no es más que una sucesión de eventos y que está llena de muerte a nuestro alrededor, porque en el fondo vivir no es más que la principal causa de muerte en el mundo. Por eso ahora pienso que los enfermeros son personas con un corazón enorme, cuyo sueldo nunca es suficiente para el bien que suelen hacer (siempre hay excepciones claro).

Sin embargo, hay algo en “De la mano” que me sobra y es que habla mucho del sistema de salud británico. Christie Watson no solo plasma en papel su vida como enfermera sino que ataca duramente a los diferentes gobiernos británicos, en especial al actual, por su dejadez hacia la sanidad pública, haciendo que el sistema continuamente se vaya degradando por falta de medios, personal y mantenimiento. Además hay muchas referencias a que al lector de fuera del Reino Unido le van a sobrar o al menos a sonar a chino ya que obviamente no estamos metidos en la cultura británica ni puestos al día de lo que allí pasa y está de moda o no. Es la única pega que le puedo poner al libro.

Para acabar solo me falta decir que sin ser una novela o un ensayo propiamente dicho, “De la mano” es un libro conmovedor que me ha abierto los ojos con respecto a una profesión generalmente menospreciada por la sociedad pero sin la cual seríamos menos humanos muchas veces. Quien quiera estudiar enfermería y dedicarse al cuidado de los demás debería leer sus páginas, y quien ya ejerce la enfermería es probable que si lo leer se vea reconocido en muchas situaciones del día a día. Para el resto de mortales leer este libro implicará mirar con otros ojos a esas personas, mujeres y hombres, que hacen que la “vida” en un hospital sea mejor.

Caronte.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Lectura crítica: "Territorio comanche"


La reseña de hoy tendría que haberla hecho hace unos cuantos meses, quizá por abril. El libro que durante el día de ayer devoré como si no hubiera mañana tendría que haberlo disfrutado hace tiempo y me debería recordar además la presencia en mi vida de una persona, un amigo. Sin embargo, este libro en lugar de recordarme una presencia me ha recordado una ausencia. Alguien debería haberme regalado este libro en lugar de haberlo comprado yo de segunda mano por tres euros en una librería recién descubierta tras una larga espera y una ardua caza del mismo ejemplar. Pero es lo que tiene el destino, la vida, las personas… Lo que pensamos que podría y quizá debería ser, casi nunca termina siendo. Lo único que no creo que no hubiera cambiado si la lectura hubiera tenido lugar en abril son las buenas sensaciones y lo mucho que he disfrutado de este libro durante las apenas dos horas de lecturas que me llevó acabarlo quedando totalmente agradecido a Pérez-Reverte por haberlo escrito hace 25 años.

Llevaba tiempo queriendo leer “Territorio comanche”, prácticamente desde que leí hace un par de años la magistral novela “El pintor de batallas”, también de Arturo Pérez-Reverte. Por hache o por be, o simplemente porque me parece un poco robo pagar por un libro de apenas 130 páginas los ocho o nueve euros que cuesta en formato bolsillo, he ido retrasando su lectura hasta ahora. Retraso aún más largo debido a la ausencia de una persona desde hace unos meses en mi vida. Por suerte, la semana pasada di con esta novela y ayer la leí de principio a fin disfrutándola como llevaba tiempo sin disfrutar de una lectura.

En esta pequeña e intensa novela Pérez-Reverte nos presenta a un par de compañeros periodistas, un reportero y su cámara, trabajando en la Guerra de los Balcanes. Estamos en los años noventa, mediados, y los nombres de lugares que aparecen en la novela son todos reales, existen, pueden ser pisados. Los nombres de los protagonistas son inventados pero seguro que detrás tienen dos esqueletos reales, dos voces roncas quizá, dos mentes ágiles aún, dos espíritus sobreexpuestos a la vida probablemente. Y sin embargo “Territorio comanche” no es una novela de guerra al uso.

La manera en que “Territorio comanche” está narrada hace que el hilo principal de la novela quede en un total y absoluto segundo plano. Las anécdotas, reales o no (solo Pérez-Reverte lo sabrá, aunque por el tono que en el libro se usa me da que hay más de verdad que lo que una novela al uso tendría), hacen que seguir lo que la pareja de periodistas buscan y pretenden contar sea simplemente una excusa para hacer ver al espectador lo que es una guerra de verdad y lo que era el oficio de periodismo.

Guerra y periodismo se dan la mano en “Territorio comanche”. No hay que olvidar que Pérez-Reverte fue corresponsal de guerra de TVE en multitud de conflictos armados, entre ellos el de los Balcanes, su último destino de hecho. Obviamente sabiendo esto de Pérez-Reverte es inmediato pensar que esta novela es más que una simple narración con altas dosis de ficción. Los recuerdos que los protagonistas evocan traen al lector nombre reales, de periodistas conocidos por todos, corresponsales internacionales de gran prestigio. Además las anécdotas no se ciñen únicamente a escenas de guerra en los Balcanes sino en otros muchos escenarios, y no solo a escaramuzas sino también a la vida cotidiana de los periodistas, a cómo es la vida de un corresponsal de guerra, en los hoteles, en los coches, en los aeropuertos.

Quienes seguimos a Pérez-Reverte y conocemos un poco su trayectoria sabemos cómo es, cuán mordaz es su sentido del humor, cuán irónico es hablando en muchas ocasiones y cómo de sincero puede llegar a ser. En “Territorio comanche” y aunque pretenda ser un novelista más no lo es. En cada frase, en cada comentario puesto en boca de alguno de los personajes, en cada recuerdo está detrás la voz inconfundible de Pérez-Reverte. Quizá esta sea su novela menos novela y se acerque más a una memorias camufladas de ficción para no terminar de herir sentimientos. De hecho hasta él mismo es parodiado y vilipendiado en una frase demoledora en la que se califica a sí mismo de fulano.

A diferencia de “El pintor de batallas”, “Territorio comanche” es una novela mucho más cruda en la que la guerra en todas sus facetas y puntos de vista es la protagonista, o mejor dicho, es el ser humano, el hombre, el que a través de su brutalismo y desgarro protagonizan la novela. No ha moralismo en este libro. Pérez-Reverte no pretende dar una lección sobre cómo es y cómo debería ser el hombre, y además está muy lejos de hacerlo. En las páginas de esta novela simplemente hay descripción de hechos tal y como son entre bombas, polvo y escombros, y es el lector el que debe de sacar las conclusiones, sobre todo en esos pasajes en los que uno debe apartar la vista de la novela para digerir lo que ha leído.

Quizá “Territorio comanche” sea la novela de Pérez-Reverte que más me haya gustado y más me haya entretenido a pesar de su absoluta crudeza. También creo que este libro es perfecto para meterse en la obra de Reverte y no sólo para ello, ya que también es el medio perfecto de conocer cómo es este escritor tan polémico a veces por decir las cosas como las piensa sin tener que dar explicaciones a nadie. Quizá todos los críticos del cartagenero deberían leer más sus novelas para darse cuenta de que lo que Pérez-Reverte ha visto el común de los mortales no lo vamos a ver y que lo que dice lo hace sin pensar en el qué dirán que tantas veces impera en nuestra, cada vez más, mojigata sociedad. No me queda más que decir que a pesar de la ausencia que esta novela a nivel personal me ha recordado es una gran obra literaria. Pasen y lean.

Caronte.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Lectura crítica: "Retorno a Brideshead"


Quien me conoce sabe que no solo soy un apasionado de la lectura, la literatura y los libros, sino que también soy un gran amante de la cultura e historia británicas, para lo bueno y para lo malo. Desde que hace ya doce años, allá por el 2006 cuando yo contaba con unos bien lozanos 15 años, viajé por primera vez al extranjero, concretamente a Londres, quedé totalmente prendado por esa inmensa e inabarcable ciudad de ciudades y todo lo que representaba: cosmopolitismo, modernidad, tradición, pompa, circunstancia… Y con ello amo también su literatura, probablemente la cuna de la novela moderna, con autores de la talla de Dickens, Austen, Bronte, Greene, Le Carré y tantos otros. Y hoy me toca hablar de una de esas grandes novelas que han fijado en el subconsciente de los grandes lectores el concepto de clase inglesa, de flema británica, de clasismo inglés; vamos una novela 100% british en la que cuenta más la ambientación que la trama, al menos desde mi punto de vista, pero que me ha resultado de lo más enriquecedora.

Cuando uno empieza a leer y se va poco a poco empapando de literatura en mayúsculas llega el momento en el que empieza a buscar lecturas, a bucear por la red, a relacionar autores y novelas. Gracias a esto uno va guardando en su archivo mental de libros y autores títulos y nombres. Uno de esos nombres que tenía en la cabeza era el de Evelyn Waugh (puede parecer el nombre de una mujer, pero es un hombre; del apellido mejor no hablar porque es impronunciable) y la novela “Retorno a Brideshead”.

Waugh es probablemente uno de los autores ingleses más respetados del siglo XX y su estilo uno de los más limpios y puros. “Retorno a Brideshead” es quizá su novela más famosa por las dos grandes adaptaciones a la gran pantalla (la serie de 1981 y la película de 2008). Pero esta novela no es solo una de las más importantes de Waugh, sino quizá también de la literatura inglesa ya que es un retrato fiel aunque irónico y mordaz de la época de transición entre las dos Guerras Mundiales que desdibujó el estilo de vida y la forma de concebir la sociedad que imperaba en el mundo y especialmente en la muy clasista y estricta sociedad británica.

Retorno a Brideshead” es por tanto una novela sobre la alta sociedad británica, con sus casas de campo, sus jóvenes adinerados, sus fiestas de alta sociedad, sus nannys, sus mayordomos, los patios de Oxford con sus estudiantes de etiqueta vestidos, sus mansiones londinenses, sus dobles varas de medir, su fe, su idiosincrasia. Waugh retrata con una ironía finísima y con un sentido del humor totalmente británico el mundo cerrado de las clases altas británicas, de las grandes familias y los grandes apellidos, al mismo tiempo que hace una crítica feroz a ese estilo de vida que lastró durante generaciones a todo un país por estar anclado a unos usos y costumbres reticentes a ser cambiados y a cambiar con el curso de los tiempos y que solo lo hicieron cuando la tragedia se cernió sobre todos y todos fueron igualados por la guerra.

Como su propio nombre indica la trama de “Retorno a Brideshead” gira en torno a la vuelta a una mansión como militar durante la IIGM de Charles Ryder y la evocación de su pasado en esa casa primero como amigo (o quizá más que amigo) del hijo de los dueños, Sebastian, y luego como amante de la hija, Julia. El Castillo de Brideshead actúa como centro neurálgico de la trama, allí es donde ocurren las escenas más interesantes de la novela y allí es donde el recuerdo por una era a punto de caducar resucita en la mente de Charles.

Varios temas son los que Evelyn Waugh trata a lo largo de las páginas de “Retorno a Brideshead” pero quizá uno llame la atención por encima de todos: la religión. Como pasa en muchos escritores ingleses, entre ellos uno de mis preferidos como es Graham Greene, el tema de la fe y la religión está muy presente en la literatura inglesa debido fundamentalmente a esa dualidad existente entre católicos y protestantes en el mundo anglosajón. En la novela esta gran contraposición se ve reflejada por la fe inquebrantable de Lady Marchmain, cabeza visible de Brideshead, una católica redomada y fanática, y el protagonista y narrador de la historia Charles, criado en la fe anglicana pero de un agnosticismo también casi fanático. Las conversaciones que se dan entre la familia Flyte, dueños de Brideshead, y Charles son de lo mejor de la novela, y están cargadas de profundidad

Otro de los temas principales de “Retorno a Brideshead” es la íntima relación que se establece entre el menor de los varones de la familia Flyte, Sebastian, y Charles. Mucho se ha especulado sobre el sentido de esta amistad tan íntima y mucho se ha hablado sobre el origen homosexual de la misma. Desde mi punto de vista no hay duda de que hay una componente homosexual en la misma, pero de manera muy sutil. Por otro lado en Sebastian también se da otro de los grandes temas ingleses como es la bebida o el alcohol. Pero ante todo la actitud de Sebastian en la novela transmite la decadencia de una clase social aristocrática tocada de muerte tras la IGM cuya juventud se siente perdida y sin posibilidad de futuro ante un mundo en continuo y vertiginoso cambio que lo único que pretende es llamar la atención ante la imposibilidad de encontrar un camino que seguir.

Evelyn Waugh con un estilo cuidado y elaborado, pero sin excesivas florituras, consigue que “Retorno a Brideshead” sin ser una novela absorbente es una gran obra literaria en la que el lector es capaz de introducirse en una época de cambios bruscos y rápidos en una sociedad tradicionalmente conservadora a la que los cambios le gustan poco o nada. Esa melancolía por el pasado, junto con una ironía finísima encarnada en los patriarcas de la novela Lord Marchmain y el padre de Charles Ryder, y la mordaz y dura crítica de una sociedad decadente hacen de esta novela una obra imprescindible en cualquier biblioteca.

Para mí “Retorno a Brideshead” ha sido un gran descubrimiento, no solo por la propia novela en sí, sino también por haberme dado a conocer a Evelyn Waugh, un escritor al que probablemente vuelva a leer, no sé si me atreveré a hacerlo en inglés, ya que por temas me ha recordado mucho a Graham Greene y por forma de escribir también, ya que ambos escritores tienen ese gusto por la frase bien hecha que se agradece al leer. Además al ser una novela 100% british como dije al principio no ha hecho más que recordarme por qué me atrae tanto el mundo británico. Por cierto, los amantes de Dowton Abbey encontrarán esta novela de lo más familiar ya que hay muchos puntos en común y muchos ambientes parecidos.

Caronte.