domingo, 26 de octubre de 2014

Lectura crítica: "El día de mañana"

En mi afán de descubrir nuevos autores que leer y que enriquezcan mi biblioteca personal, hace unos meses topé con Ignacio Martínez de Pisón, un autor aragonés afincado en Barcelona. Di con este autor tras leer en la prensa una entrevista con él hecha con motivo de la publicación de su última novela “La buena reputación”. Con total sinceridad digo que antes de leer esta entrevista y empezar a indagar un poco sobre él, no lo conocía de nada, ni había oído hablar de él. Y todo esto a pesar de que con su anterior novela “El día de mañana”, novela que hoy me ocupa, consiguió multitud de premios literarios entre ellos el de la Crítica, uno de los más prestigiosos e independientes de cuantos se conceden en este país. Quizá esta última razón fue la que me llevó a querer descubrir a este autor y además fue éste libro tan premiado el que elegí para adentrarme en su literatura. Como apunte extra he de decir que tuve el honor de conocer a Ignacio Martínez de Pisón en la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid y que me firmara este libro.

El día de mañana” es una novela peculiar, distinta a todas las que me he leído hasta ahora no por temática, sino por la estructura narrativa que tiene y de la que hablaré más adelante. La trama principal de esta novela se ambienta en la última década del franquismo y los primeros años de la Transición española, una época gris en todos los ámbitos de la sociedad, donde el miedo a pesar estaba instaurado en todos los estratos sociales. Toda la acción de la novela se desarrolla en Cataluña, y más concretamente en Barcelona y alrededores. El personaje principal de la historia es Justo Gil, un individuo oscuro, solitario y árido, además de multifacético. Es aquí donde la estructura de la novela tiene mucho que decir ya que la historia de Justo Gil no la cuenta un narrador externo, ni uno interno únicamente, ni si quiera es el propio personaje el que cuenta su historia. La historia de Justo Gil la cuentan multitud de personajes que narrar desde su propia vida y sus propias experiencias con Justo la vida de éste y quién era y cómo era.

Este puzle de historias dispares con denominador común llamado Justo Gil conforma una visión muy amplia de un momento de nuestra historia más reciente, que es además la más oscura, oculta y gris. En todo momento Justo es un personaje secundario en la novela, ya que en cada fragmento de las vidas de los narradores aparece como socio, compañero de trabajo, confidente de la policía, amigo o amante. Pero Justo también es el personaje omnipresente y por tanto es el protagonista de esta historia. “El día de mañana” cuenta a través de diferentes ángulos y visiones particulares la vida de Justo como confidente de la Brigada Político Social del régimen franquista. A lo largo de las páginas de este libro vemos cómo se convierte en confidente de un policía, Mateo Moreno; cómo va infiltrándose en organizaciones contrarias al régimen de Franco; cómo va poco a poco pasando información al policía; cómo se enamora de una chica, Carme Román, que se convertirá en su amor platónico y por tanto imposible pero que hará que Justo haga todo lo que esté en su mano para evitar que le pase nada a ella.

A pesar de ser Justo el protagonista principal de la novela, también hay varios personajes más que podrían considerarse también como claves en la vida de Justo y son al fin y al cabo los que llevan el peso de la narración en “El día de mañana”. A los ya nombrados Mateo Moreno y Carme Román, que son los que más peso tienen en la historia después de Justo ya que son ellos los que más relación tienen con él, se unen otros mucho más secundarios pero que cobran vital importancia en los momentos más claves de la novela como son Noel  León y Manel Pérez. Según el lector la importancia de los personajes cambia, y para mí estos son los que más importancia tienen en la vida de Justo. Mateo Moreno que empieza siendo el policía que le tiene amenazado por cuestiones de fraude económico y que le utiliza para obtener información sobre simpatizantes de izquierdas contra el régimen franquista, acaba siendo sino el único uno de los pocos amigos que tiene Justo. Carme Román, es una mujer que tuvo unas relaciones sentimental y comercial con Justo qua acabaron mal ambas, sin embargo Justo nunca la pudo olvidar y siempre la quiso. Hacia el final del libro aparecen las figuras de Manel Pérez, un joven periodista que intenta encontrar cuál es su camino y que antes de acabar escribiendo sobre organizaciones ultraderechistas catalanas tras la muerte de Franco fue miembro de algunas de ellas y fue allí donde conoció a Justo que por esa época era el enlace de la Policía dentro de esas organizaciones para controlarlas; por su parte Noel León en un muchacho que termina relacionándose con Justo porque éste se empieza a construir una casa donde poder vivir sin que nadie le conozca al lado de donde vive Noel. Noel termina siendo también amigo de Justo.

La historia que Ignacio Martínez de Pisón cuenta en “El día de mañana” es una radiografía muy detallada de unos años muy difíciles en la vida española, donde todo el mundo tenía miedo y desconfiaba de todo el mundo, y esa desconfianza hacía que nadie fuera quien parecía ser. La de la novela es una época de bailes de máscaras donde lo más importante es que nadie sepa quién se esconde detrás de cada una. Aquellas personas que como Justo se movían con especial facilidad por muy diversos ambientes fueron amenazadas y utilizadas para castigar a los contrarios al pensamiento único. Justo representa a esas personas que a pesar de estar amenazadas no tenían escrúpulos es traicionar a nadie porque a nadie eran leales, y como pasa en la novela si era necesario cambiar de chaqueta se cambiaba con tal de sobrevivir como fuera. Esta fue una época en la que el miedo, la ética, el afán de supervivencia, la fidelidad a unos ideales y el fanatismo estaban muy íntimamente relacionados y la frontera entre el bien y el mal muchas veces no estaba tan clara como se puede creer.

La historia de la novela me ha parecido muy interesante, ya que es una parte de nuestra historia que por delicada y por tratar asuntos en los que para opinar hay que mojarse bastante y por tanto quedar retratados, no siempre ha quedado muy bien retratada. En “El día de mañana” se trata el tema desde una perspectiva muy caleidoscópica, desde muchos ángulos y puntos de vista, y desde pensamientos muy diversos que hacen que el conjunto quede bastante homogéneo y bien expresado. Sin embargo por muy interesante que sea el tema no termina de convencerme del todo y quizá tenga mucho que ver en esto la propia estructura narrativa de la novela.

Quizá sea demasiado clásico en este tema y no me gusten mucho los experimentos literarios, aunque creo que son más que necesarios para que poco a poco se vaya renovando la literatura. Pero a mí esta estructura de puzle que Ignacio Martínez de Pisón ha utilizado en “El día de mañana” para narrar la historia de Justo no me ha gustado nada. Y no me ha gustado porque si no es porque al final del libro hay un pequeño índice en el que se indica en qué páginas habla cada uno de los narradores/personajes del libro que han conocido a Justo en uno u otro momento de sus vidas, me hubiera perdido en más de una ocasión. Me parece muy arriesgado por parte de Martínez de Pisón el haber usado esta estructura que apenas diferencia entre narradores salvo por una separación mayor entre párrafos de distintos narradores. Además esta estructura se termina haciendo pesada porque cada vez que  empieza un párrafo aparte se tiene que recurrir a la fórmula “…dice Mateo Moreno” o “…dice Carme Román”. Había momentos durante su lectura en los que he tenido que parar para saber quién era el narrador en ese momento y pensar si había aparecido anteriormente o no. Esto es otra cosa que no me ha convencido. Me parece bien que se innove en la forma de narrar una historia y que sean varios personajes los que a través de sus vivencias personales den cuenta de la vida de un personaje principal, pero si quieres hacer esto unifica narradores y que de continuo sea uno por uno quienes vayan contando la historia.

Por ir concluyendo, “El día de mañana” cuenta una buena historia, muy interesante y en cierto modo también muy triste, ya que al final terminé sintiendo pena por la vida que había llevado el protagonista, Justo Gil. Pero al mismo tiempo que digo esto, añado que la estructura de la novela no me ha gustado nada y creo que es un error absoluto. Es más creo que si se hubiera estructurado la novela de otra manera hubiera sido mucho más interesante y entretenida de leer. Sí es cierto también que quizá sea yo el anticuado en este tema y también algo intransigente, pero en el fondo como toda opinión la mía es tan censurable como respetable. Quien quiera descubrir una historia, que casi nunca se cuenta, sobre nuestro pasado más reciente y además narrada de una manera rompedora con la manera tradicional de narra: este es su libro.

Caronte.

jueves, 23 de octubre de 2014

Lectura crítica: "Las normas de la casa de la sidra"

Las normas de la casa de la sidra”, quizá el libro más famoso de John Irving gracias a que fue llevado al cine con bastante éxito tanto de crítica como de público y que además reportó a su autor el Oscar a Mejor Guión Adaptado, era uno de esos grandes libros pendientes que tenía por leer. Llevaba muchos años queriendo leer este libro, no sólo porque quería iniciarme con su autor John Irving del que he leído críticas que le ponen como uno de los autores americanos imprescindibles de las últimas décadas, sino también porque desde que salió la película hace ya muchos años me picaba la curiosidad por saber cómo era el libro (que conste que no ha visto la película todavía, por tanto no estaba contaminado por ella). Además de todo esto, leer este libro también ha sido un reto personal para mí porque a pesar de que en un principio tenía intención de leerlo en español, la imposibilidad de encontrar la edición que yo quería hizo que al final decidiera, no sin cierto miedo, comprarlo en inglés. Y esto es lo que hice. Compré el libro el inglés y lo he acabado después de un mes de lectura, más tiempo del que hubiera requerido para leer las mismas páginas (casi setecientas) en español. Por esto ha sido un reto: porque ha sido el libro más extenso al que me he enfrentado en la lengua de Shakespeare.

Superado un inicio algo confuso y duro de entender, sobre todo en inglés, el libro poco a poco va cobrando intensidad, ritmo y sobre todo trama. Para empezar John Irving nos presenta a Wilbur Larch un médico ginecólogo que dirige un orfanato en el que practica abortos a las mujeres que así lo desean, y a su vez cuida de los niños cuyas madres no han podido tener un aborto o no han querido tenerlo pero que tampoco quieren a su hijo o hija. Es un ambiente desolador en el que conviven huérfanos, el citado doctor Larch y varias enfermeras que le ayudan a llevar el orfanato. Pero la historia no empieza aquí directamente, sino que la novela narra también en forma de flashback algunos episodios de la juventud del doctor Larch cuando siendo joven decidió dedicarse a practicar abortos para evitar sufrimiento a las mujeres haciéndolo de un modo seguro, aunque ilegal ya que en la época en la que transcurre la novela el aborto era una cuestión ilegal en EE.UU.

Una vez se ha presentado tanto al personaje del Doctor Larch, que será fundamental durante toda la novela y aunque parezca su principal protagonista no es así, aparece la figura de Homer Wells: uno de los huérfanos. Este será desde su primera aparición en “Las normas de la casa de la sidra” el personaje alrededor del que girará toda la novela y todos los personajes que en mayor o menor medida aparecen en ella. Homer Wells es un niño que crece en el orfanato, que es adoptado varias veces, y devuelto otras tantas. Poco a poco va creciendo y el Doctor Larch se da cuenta que cuando más mayor se vaya haciendo más difícil tendrá de salir del orfanato; por esta razón decide ir enseñando al ya joven Homer como se realiza un parto, pero también un aborto. He aquí la primera gran diferencia entre Homer Wells y el Doctor Larch; mientras el segundo siempre ha dedicado su vida a procurar abortos a las mujeres que así lo deseen y cree que debe ser un derecho, el primero decide llegado un momento de si juventud que no quiere practicar abortos, sólo traerá al mundo a los bebés, porque para Homer Wells todo embarazo conlleva desde el primer momento la existencia de alma.

Durante toda la novela el tema del aborto será algo recurrente y asunto de disputa, discusión y en cierta medida desencuentro y distanciamiento entre Homer y el Doctor Larch. Pero hay mucho más entre estos dos grandísimos y complejos personajes que John Irving nos ha regalado en “Las normas de la casa de la sidra”. Ante todo hay amor, casi paterno filial, aunque no haya esa relación sanguínea. Wilbur Larch quiere a Homer Wells como si fuera ese hijo que nunca tuvo y aunque muchas veces no quiera reconocerlo en el fondo de su corazón lo sabe; al mismo tiempo Homer Wells quiere al Doctor Larch y le considera ese padre que siempre le faltó. Sin embargo un acontecimiento hará que se separen. Un día llega al orfanato una pareja joven y guapa: Candy y Wally. En ese momento todo equilibrio que había hasta entonces en las relaciones dentro del orfanato se ve truncado. Todo cambial.

Candy y Wally son dos jóvenes de familias más o menos acomodadas, ella, Candy, vive con su padre que cría langostas y está viudo, y él, Wally lo hace con sus padres (él enfermo de alzeimer, aunque como en la época en la que se ambienta la novela no se conocía todavía esta enfermedad se le tomaba por borracho) dueños de una gran explotación de manzanos. Llega un día en que Candy se queda embarazada y recurre al Doctor Larch para abortar. Cuando llegan al orfanato Candy y Wally todos los niños se quedan asombrados y desean que les adopten, pero ninguno lo consigue. Sin embargo es Homer Wells quien hace buenas migas en seguida con la pareja y después de que éstos le invitaran a pasar unos días en la plantación de manzanos, acepta la invitación y se marcha del orfanato. Así empieza la odisea sentimental de Homer Wells. Desde el primer momento se crean fuertes vínculos sentimentales entre Candy, Wally y Homer; vínculos que ninguno de ellos pase lo que pase, bueno o malo, se atreverá a tocar. Poco a poco Homer y Candy caen enamorados, aunque los dos siguen queriendo a Wally. Es entonces cuando llega la Segunda Guerra Mundial, y Wally se alista en el ejército; le destinan a Asia y allí su avión en abatido. Durante muchos meses no hay noticias suyas y Candy y Homer terminan de caer rendidos, hasta que Candy vuelve a caer embarazada, pero esta vez la vuelta al orfanato no es para abortar sino para tener al bebé, Angel. Aquí la historia da otro gran giro en los acontecimientos y se forman nuevas historias y vínculos de amor, mientras que los ya existentes sufren cambios que pocos saben medir y calibrar.

En el fondo “Las normas de la casa de la sidra” es ante todo una novela de amor, pero un amor que no se circunscribe únicamente a la pareja. Es el amor entre personas del que se habla en este libro y de su complejidad. A lo largo de las casi setecientas páginas de esta impresionante novela muchas son las relaciones sentimentales que se crean en el orfanato, en la casa de Wally, en la casa de Candy, en las plantaciones de manzanos, en cualquier lado y entre cualquiera de los personajes de la misma. Wally, Candy y Homer forman un trío sentimental que no había visto nunca en ningún libro: Candy quiere tanto a Wally como a Homer, y las dudas siempre la perseguirán, las dudas y la culpa de haber tenido un hijo con Homer pensando que Wally estaba muerto y luego cuando éste vuelve de la Guerra inválido y estéril, la ocultación que tanto Homer como Candy deben hacer de su amor ambos lo toman como una especie de traición. Pero amar no es traicionar a nadie.

Las normas de la casa de la sidra” es una novela gigante, no sólo por los temas principales que trata como son el amor y el aborto, sino también por la gran variedad de personajes, historias y relaciones entre ellos que se crean y se van desarrollando durante todo el libro. Muchos son los personajes secundarios que jalonan la historia principal de Homer Wells: desde Melony una chica del orfanato que se terminó marchando del mismo porque nadie la adoptaba y estaba harta del mismo y que asimismo fue la primera novieta de Homer y con la que descubrió qué es el sexo; hasta Mr Rose, el capataz de los temporeros de los campos de manzanas y productores de sidra que si he de ser sincero protagoniza una parte de la historia, a partir del último tercio del libro, que asombrará a los lectores. A pesar de la gran cantidad de personajes que aparecen en la novela, John Irving da de todos ellos los suficientes rasgos para poder determinar su personalidad, y así el lector se puede sentir identificado con muchos caracteres de los mismos, haciendo que la novela sea interesante.

Pero también “Las normas de la casa de la sidra” es una novela de los pequeños detalles y pequeñas tramas que duran apenas una decena de páginas, pero que permiten mantener una acción viva en la misma. Así la adicción del Doctor Larch por el éter, o la devoción religiosa de una de las enfermeras que asisten al doctor, o las lecturas de “Jane Eyre” o “David Copperfield” que todas las noches ya fuera el Doctor Larch o Homer, o alguna de las enfermeras dan a los huérfanos antes de dormirse, o la fase que el doctor Larch dedica todas las noches cuando se despide a los huérfanos: “Buenas noches Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra”; todas estas “tradiciones” le dan a la novela ritmo y el lector acaba asumiendo muchas de ellas como suyas. Y quizá sean todos estos pequeños detalles los que han hecho que su lectura me haya parecido una delicia, a pesar de la complicación por el idioma que seguramente haya hecho que me haya perdido muchos matices.

Es imposible que en un puñado de párrafos pueda plasmar con nitidez todo lo que esta novela me ha transmitido y me ha hecho sentir. No se puede meter en unas centenas de líneas lo que a John Irving le ha costado casi setecientas páginas de novela. “Las normas de la casa de la sidra” es enorme y como tal no podré nunca en una reseña rápida como pretende ser ésta hablar y comentar todas y cada una de las cosas que me han llamado la atención, ni las muchas tramas interesantes, ni los personajes secundarios que dan sentido a la existencia de Homer Wells durante todo el libro. Quien lea esta reseña verá que me he centrado en Homer Wells y los demás personajes más cercanos a él (Wally, Candy y el Doctor Larch), pero es que si quisiera hablar de todo lo que esta novela contiene casi podría escribir otra de la misma extensión. Mucho me he dejado por contar, pero eso se lo dejo al lector que quiera atreverse con esta grandísima e interesantísima novela sobre los dilemas fundamentales a los que el ser humano debe hacer frente en su vida, particularizados en este libro en los temas del aborto y el amor con todas las consecuencias que tiene. Creo hacer bien en recomendar esta novela a todo aquel que quiera pasar unas buenas tardes de lectura ahora que se acerca la oscuridad del invierno y cada vez está más cerca el frío que quita las ganas de salir a la calle. Quien lea “Las normas de la casa de la sidra” no va a quedar defraudado, ya sea para bien o para mal; lo que es seguro es que no se aburrirá porque cada página guarda una sorpresa y un sobresalto lo que mantiene al lector siempre alerta. Es más creo que quien la lea terminará siendo una persona diferente simplemente por el hecho de plantearse algunos dilemas morales que los personajes de esta novela también se plantean y terminan resolviendo con alguna que otra sorpresa, que dejo al lector que descubra por sus propios medios.

Caronte.

domingo, 12 de octubre de 2014

Lectura crítica: "ODESSA"

Para muchos Frederick Forsyth es uno de los escritores más respetados en lengua inglesa, con novelas traducidas a decenas de idiomas y muy vendidas en diversos países a lo largo de todo el Planeta. Además es autor de un par de novelas de esas consideradas como “lo mejorcito”. Yo no había leído nada suyo hasta la novela de la que hoy me toca hablar, no por desconocimiento, ya que sí conocía quién era Forsyth, sino simplemente porque nuca le había echado las ganas suficientes para coger una de ellas empezar a leerla. Como me gusta leer de todo, y teniendo en cuenta la fama que precedía a este autor y que era un hueco importante en mi biblioteca particular decidí comprarme sus dos novelas más famosas, la primera de las cuales, “Odessa”, es la que acabo de terminar de leer esta semana.

Esta novela basada en hechos reales fue publicada en 1972 y supuso la segunda gran obra de su autor. En ella se narran las investigaciones periodísticas que llevan a su protagonista, un joven periodista alemán llamado Peter Miller, a seguir la pista de un oficial alemán llamado Eduard Roschmann apodado “El carnicero de Riga” tras leer el diario de un judío que estuvo encerrado en el Gueto de Riga. Aparentemente Miller se mueve para intentar desenmascarar a este asesino de judíos y para ello recurre a varios organismos y asociaciones dedicadas a dar caza a los nazis que después de que se derrumbara el Tercer Reich huyeron y cambiaron su identidad. Sin embargo al final del libro, la verdadera razón por la que Miller se embarca en esta investigación, en esta caza a Roschmann, sale a la luz. Como se ve la novela no es muy compleja en cuanto a su trama. Es típicamente una novela best seller en la que los acontecimientos pasan muy deprisa, la acción se desarrolla linealmente, salvo por alguna referencia a eventos pasados para poder contextualizar la historia presente.

Como he dicho “Odessa” se basa en hechos reales. El título del libro es el nombre de una asociación secreta que daba protección y escondite, proporcionando nuevas identidades, dinero y abriendo las puertas a una nueva vida a los antiguos oficiales de las SS alemanas, que tras la guerra y la derrota del régimen nazi pasaron a ser perseguidos por la justicia internacional para que respondieras por las barbaridades que realizaron contra los judíos en los diferentes campos de concentración y exterminio repartidos por toda Europa. La verdad es que la historia de esta organización secreta nazi es muy interesante, y no la conocía antes de leer este libro o de interesarme por él. Sin embargo no creo que me hubiera hecho falta leerme esta novela para saber qué fue ODESSA, me hubiera bastado ir a alguna enciclopedia y buscar información sobre la misma. Por esta razón creo que Forsyth que antes que novelista fue piloto de aviones militares y posteriormente periodista, se ha pasado con los datos periodísticos reales y ha sobrecargado la historia de la novela con demasiados datos, para mi gusto.

Si “Odessa” se hubiera centrado más en la trama que envuelve la persecución por parte del joven periodista Miller del criminal de guerra Roschmann, hubiera sido mucho más ágil y dinámica de lo que pasa a ser con toda la parafernalia que usa Forsyth dando datos no ya sobre la creación de ODESSA sino de todos los nazis reales que aparecen en la novela. En algunos momentos esta información es necesaria contextualizar la historia y darle a la trama un aire real, verosímil; pero en otras ocasiones se le va la mano y satura al lector con detalles que poco aportan a la trama de la novela haciéndola en algunas ocasiones pesada de leer. Para aquellos amantes de todo lo que rodeó la Segunda Guerra Mundial y el mundo nazi, esta novela les parecerá perfecta y les descubrirá una parte de aquella época que es bastante desconocida y que se alargó muchos años después de muerto Hitler y caído el régimen nazi.

Con este libro tengo sentimientos encontrados. Con algunos libros podemos llegar a pensar que le sobran páginas, que muchas de las cuáles son paja, innecesarias para la buena comprensión de la historia que cuentan; pero también puede suceder al contrario y podemos llegar a pensar que a un libro le puedan faltar algunas páginas en las que se detalle algo que los lectores pensemos que está poco claro en sus páginas. Pero con “Odessa” me ha pasado algo muy curioso, y es que ambas situaciones se han dado a la vez. Y es que a pesar de que el libro tiene las páginas que tiene que tener, unas cuatrocientas, creo que por un lado le sobran unas cuantas páginas, sobre todo las destinadas a aportar datos y datos sobre ODESSA y los nazis que la fundaros y desarrollaros, pero por otro lado también pienso que le faltan algunas páginas en las que se terminen de cerrar algunas historias y se termine de perfilar la trama, que en algunas ocasiones es muy poco explícita y telegráfica. Por ejemplo, Forsyth dedica muchas hojas al principio a narrar la historia de un judío, Solomon Tauber, que es quien llama la atención por su muerte de Peter Miller, el periodista y desencadena toda la historia, pero luego a lo largo de la novela va abriendo frentes y tramas que luego no termina de cerrar, como la que concierne a Israel y sus servicios secretos, a la construcción por parte de Egipto de unos misiles destinados a destruir a los judíos, o al final de los nazis que van saliendo en la historia. Mientras me leía esta novela a veces tenía la sensación de que me faltaban hojas, ya que iba viendo poco a poco como iban apareciendo personajes, tramas, y escenarios, que podrían haber sido muy interesantes si se hubieran terminado de desarrollar, pero que no terminan en nada concreto, se quedan a medias. O esta es la sensación que yo he tenido.

Esta semana mientras me estaba leyendo el libro alguien me preguntó que qué tenía que tener un libro para ser considerado un best seller. La verdad es que este concepto es muy complicado de explicar ya que depende del público, de los lectores y de sus gustos, y eso son variables difícilmente cuantificables y previsibles. Supongo que un best seller, ciñéndome a la definición inglesa es aquel libro que tiene muy buena acogida entre el público y alcanza unas ventas muy considerables. Aunque en los últimos tiempos este concepto también se usa ya para señalar por parte de las editoriales a esos autores que les reportan muchas ganancias con sus libros. En cuanto a calidad literaria la cuestión es bastante más discutible. Para los críticos literarios este término implica desprecio porque en un alto porcentaje los libros tachados de “súper ventas” no suelen tener una calidad muy alta. Pero es la eterna discusión entre los gustos del público, que en el fondo es quien compra los libros, y de los críticos literarios que muchas veces nada tienen que ver. Sólo en contadas ocasiones crítica y público coinciden. “Odessa” es uno de esos libros considerados best seller, y supongo que cumple a la perfección las reglas que yo considero, a nivel particular, que un best seller debe tener: trama rápida y sencilla de entender, personajes poco dibujados, pocos escenarios o no demasiado importantes, y agilidad narrativa.

En principio que un libro sea considerado un “súper ventas” no me condiciona su lectura. Sólo a posteriori juzgo si ha merecido la pena o no leer dicho libro. En el caso de “Odessa” todos los atributos de los best sellers me han resultado negativos. Es estilo narrativo que hace Forsyth es demasiado telegráfico y escueto para mi gusto; la trama se desarrolla dejando bastantes flecos sueltos; los personajes apenas están bien dibujados en sus principales características personales y difícilmente el lector se puede hacer una idea de cómo es su personalidad verdadera, a mí me suele gustar profundizar más en el carácter de los personajes para poder hacerme una idea más verídica de cómo son. En general a este libro le falta gancho, no porque la historia sea poco interesante, que no es el caso, sino porque está tratada en muchos como si fuera un reportaje de investigación periodística que fuera a ser publicado en alguna revista. Con este libro no he terminado de conectar. En ningún momento la historia me ha envuelto, ni me ha llevado a su terreno sumergiéndome en ella.

Supongo que “Odessa” tendrá sus más acérrimos aficionados y lectores, defensores a ultranza de esta novela, pero yo no voy a estar entre ellos. A mí este libro me ha decepcionado enormemente. Espero que el otro libro de Forsyth que tengo pendiente no sea igual que este porque si no será una pérdida de tiempo leerlo. Quien no comparta mis gustos literarios, terminará siendo un aficionado más de este libro, y eso está bien. Pero no seré yo quien vaya a recomendar como imprescindible esta novela, porque no la considero así.

Caronte.

sábado, 4 de octubre de 2014

Lectura crítica: "El invierno en Lisboa"

De Antonio Muñoz Molina hasta la fecha sólo me había leído “El Jinete Polaco” novela ganadora del Premio Planeta hace ya bastantes años y por tanto una de las más conocidas de este autor. Como me ha pasado con otros muchos autores que poco a poco he ido descubriendo este último año, Muñoz Molina no era para mí más que un nombre conocido por haberlo estudiado como uno de los autores españoles vivos más importantes, pero poco o nada me había leído de él. Ésta primera novela suya que leí me deslumbró completamente y decidí incorporarle a mi biblioteca personal como autor de referencia. Pero por cuestiones indefinibles hasta casi un año después no he vuelto a leer nada suyo. Esta vez, y como primer libro que me leo durante este curso universitario, el libro escogido ha sido “El invierno en Lisboa”, novela también premiada esta vez con el Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica, dos de los premios más prestigiosos de las letras españolas. Añado aquí como nota aclarativa que el hecho de que un libro tenga un premio no quiere decir que sea bueno, últimamente los premios más parecen obedecer a intereses editoriales que a verdadera calidad literaria.

Pero “El invierno en Lisboa” poco o nada tiene que ver con el anterior libro de Muñoz Molina que me leí. Eso sí aunque muy diferentes, ambos son libros extraordinarios que llevan al lector a mundos tan iguales y diferentes al nuestros que hacen que las historias que se narran en ellos creen una atmósfera única. El libro del que hoy me toca hablar es novela negra, pura novela negra, aunque este género no tenga verdaderos autores puros en España. Muñoz Molina ha conseguido con este libro envolverme en una atmósfera gris, neblinosa, de noches oscuras, cielos plomizos y aire pesado y cargado de nostalgia de un pasado sin futuro, ambientes cargados de recuerdos borrosos pero nítidos y personajes que no descubren nunca por completo su verdadera personalidad y al mismo tiempo el lector puede verlos completamente desnudos sin ninguna coraza que les cubra.

Esta novela está ambientada en varios lugares, Madrid, San Sebastián y Lisboa principalmente; pero también podría haber estado ambientada en cualquier otra ciudad con alma jazz, como Berlín o Estocolmo, ciudades ambas que también salen nombradas en este libro aunque de manera muy superficial. Pero aunque la historia, la trama de la novela se desarrolle en estos tres lugares, en sus calles, hoteles y locales de jazz oscuros, no es sino en los propios corazones de los personajes donde cobra mayor sentido el concepto de novela negra que “El invierno en Lisboa” inspira en el lector. Madrid, San Sebastián y Lisboa no son simples escenarios grises, neblinosos, donde nada ni nadie es quien parece y donde por mucho que a uno le vean siempre puede pasar desapercibido, desaparecer sin ser visto aunque miles de ojos estén observando. Las tres ciudades son también personajes de la novela, secundarios de lujo que le dan a la trama su aire de misterio y nostalgia, de melancolía por un pasado que no se va a volver a repetir, por ese pasado que se nos va de las manos mientras es presente aunque no queramos. Estas tres ciudades, aunque sobre todo Lisboa y San Sebastián, muestran aquí su cara más gris, encapotada, húmeda, aunque la luz también tiene su protagonismo, esa luz clara y fría, blanca y brillante que roza los edificios y el pavimento de las calles.

Más que las ciudades, son los locales de jazz los sitios donde se narra la historia. Lugares oscuros, con apenas luz, o con una luz muy tenue. Locales donde se escucha siempre de fondo el jazz, el sonido quebrado de una trompeta, las notas emitidas por un piano o un contrabajo. Humo y aromas de bourbon. Lugares todos ellos cargados de ese halo de cultura pasada irrepetible de cantantes de jazz con sus cigarros encendidos consumiéndose solos en los ceniceros donde la ceniza ya inerte caerá muerta, vasos a medio acabar de licor color ocre. Muñoz Molina ha sido capaz de recrear los verdaderos ambientes de la novela negra de toda la vida, esos sitios que todos los amantes de este gran género literario tienen en la cabeza y siempre se imaginan que puedan existir para entrar alguna vez y perderse en algo irreal.

El invierno en Lisboa” cuenta la historia de amor y huida de Santiago Biralbo, un músico de jazz que lleva toda su vida trotando por el mundo de local en local, vagando de una botella de bourbon a otra, y de Lucrecia una mujer más que enigmática de la que apenas se dice nada en la novela pero que a su vez queda reflejada como la clásica femme fatal de las novelas negras, esa mujer que supone la perdición para el hombre que caiga en su encanto. Es la historia de una huida hacia adelante sin saber muy bien hacia dónde. Huida provocada por la desaparición de un cuadro de Cézanne, cuadro que roba Lucrecia y que quiere recuperar un marchante de arte igual de misterioso que Lucrecia, Touissant Morton, conocido del anterior novio de ella Malcolm. Morton es un hombre corpulento de color de nacionalidad francesa y Morton es su socio en negocios poco limpios, más bien oscuros. Falta un personaje muy importante en esta historia y es el narrador de la misma, un amigo de Santiago Birablo, que un día le ve en uno de los clubes donde solía actuar en Madrid pero con un nombre diferente. En ese momento en cuando todo el torrente de la historia se precipita al vacío para encontrarse con el lector en diversas reuniones entre los dos viejos amigos en los que repasan el pasado, el pasado de Santiago Biralbo y su vida zigzagueante entre nieblas, humo de cigarros inacabados y vasos de bourbon. Las huidas de una ciudad a otra, las habitaciones destrozadas por los registros, los hombres en gabardina que ocultan en los pliegues de las misma pistolas con las que encañonar al perseguido, vagones de tren vacíos donde las sombras se convierten en realidad, ventanas encendidas en medio de la noche, calles empedradas y húmedas antes de que levante el día; las huidas y el amor, un amor que también va escapando de su destino y que parece inalcanzable e irrealizable, y que quizá haya muerto antes de nacer.

La trama de “El invierno en Lisboa” no es rápida, ni extensa, pero Muñoz Molina sumerge al lector en ese mundo casi secundario, marginal de los clubes de jazz y sus músicos, del contrabando y de los mafiosos que trafican con cuadros robados. Aparte de los personajes principales que protagonizan la novela, hay varios secundarios extraordinarios como Floro Bloom y Billy Swann, el primero es un viejo compadre de Biralbo y del propio narrador de la historia, de los años buenos y de esplendor, que regente un local de jazz, mientras que el segundo es un músico reputado que coge a Biralbo como componente de su banda encomendándole tocar el piano. Para mí Floro Bloom es el personaje más divertido de la novela, el más estrafalario, el contrapunto a todo el ambiente pesado que la novela lleva consigo durante todas sus páginas, el camarada siempre dispuesto a echar una mano a un viejo amigo sin preguntar, callando simplemente y actuando. Bloom, Birablo, Lucrecia, Malcolm, Morton y Swann, todos son personajes de esta novela de Muñoz Molina pero perfectamente podrían encajar en cualquier obra de los grandes genios de la literatura negra de verdad, en esos ambiente sórdidos y casi abandonados, donde sólo los de siempre encuentran un lugar al que pueden llamar casa.

He de decir que soy un amante de la novela negra desde hace muchos años pero en España no tenemos muchos escritores que puedan decir que dominan este género, en este país somos más lectores de otro tipo de libros y por tanto los escritores no tienen esa práctica con este género soberbio. Pero en “El invierno en Lisboa” Antonio Muñoz Molina ha demostrado que sin ser un escritor habitual de novela negra, un gran dominio del género creando una atmósfera propia sólo comparable a la que el lector puede encontrar en las obras de los grandes de este género. No tenía dudas de que Muñoz Molina es un grandísimo escritor, ya me lo demostró en esa deliciosa novela que ya me leí hace un año como fue “El Jineta Polaco”, pero “El invierno en Lisboa” tan diametralmente opuesta por trama, personajes y ambientación a aquélla me ha demostrado que estamos ante uno de los grandes escritores españoles y no tengo dudas de que seguiré leyendo su obra, poco a poco pero sin pausa. Todo aquel a quien le guste la novela negra de verdad, la de los ambientes grises, húmedos y oscuros, la de las persecuciones, los disparos en la noche, los whiskies en anchos vasos de cristal y los cigarros inacabados debería leerse esta novela, porque además no es excesivamente larga lo que podría llevar a generar una atmósfera cargante para el lector. Para mí ha sido una delicia haber empezado mi último curso de la universidad leyéndome esta novela, y espero poder encontrar en mis siguientes lecturas una tan amena y que me enganche tanto como esta de Muñoz Molina.

Caronte.