jueves, 2 de diciembre de 2021

La uruguaya


Dije hace unos meses que volvería a leer algo de Pedro Mairal tras haber leído este año Salvatierra y quedar absorto por una manera de narrar que no es tan habitual como debería y que me dejó totalmente enganchado a aquella novela. Y vuelvo a leerle ahora sí con su novela más celebrada al menos aquí en España y que estuvo en boca de libreros y opinadores e influencers desde el principio y durante mucho tiempo. Quizá por eso la empecé a leer con ciertas dudas y miedos, con elevadas expectativas viendo la gran repercusión que tuvo y las grandes palabras que mucha gente usó para recomendarla. No sé si es bueno llegar a una novela así al principio, durante la explosión de éxito, o pasado un tiempo y tras haber esperado a que dicha explosión se convierta en poco más que un eco perdido, pero aún audible. Creo sinceramente que haber esperado para leer esta novela me ha venido bien, además que no suelo subirme a las olas de éxitos y ventas repentinas porque no me gusta básicamente.

La uruguaya es una novela de argumento y estilos simple, pero esto no quiere decir que sea una lectura y una obra sencilla, de hecho, en su sencillez radica su grandeza. Narrada en primera persona por su protagonista, un escritor casado y con un hijo, falto de dinero, que va y viene periódicamente entre Buenos Aires y Montevideo para que la perenne penosa situación económica argentina no le haga perder dinero al cambio, se enamora locamente de una joven uruguaya que conoce de manera casual en uno de esos viajes. La novela es en sí misma una larga explicación de los porqués que tiene el protagonista para haber hecho lo que ha hecho e intentar expiar su propia culpa ante su mujer que a su vez en el final de la novela se descubre que también tiene lo suyo.

Al igual que pasaba en Salvatierra, en esta novela Mairal, sin aspavientos, sin dárselas de académico del lenguaje, sin un estilo rimbombante que podría resultar cargante nos presente una historia tan llena de verdad que duele leerla. La uruguaya es la historia de cualquier hombre normal y corriente, con gustos normales, con miedos terrenales, con agobios económicos en una Argentina depauperada por sucesivas crisis económicas, y con pasiones ocultas que por “respetabilidad” intenta ocultar hasta que su hastío es tan grande que no puede soportarlo más y se deja llevar por sus instintos primarios: esos que todos tenemos e intentamos mantener a raya por eso del qué dirá la sociedad.

Todos tenemos dentro de nosotros a alguien como el protagonista de La uruguaya y todos tememos el día en que esa parte de nosotros, más arcaica, más primitiva, más original, quiera estar por encima de esa otra parte más sosegada y tranquila, más racional y social (entendiendo social como adaptaba a unas normas autoimpuestas por la sociedad que muchas veces lastran a las personas). Las sociedades actuales, aunque puedan parecer muy distintas y distantes unas de otras, no son más que calcos modificados unas de otras, y por tanto someten a las mismas reglas y normas a las personas. Esta novela no es más que la exploración de la verdad, de quiénes somos cuando nos pensamos que tenemos todo controlado y podemos dar rienda suelta a nuestros sueños y anhelos.

Es muy valiente escribir una novela en la que el protagonista podamos ser cualquiera, hombre o mujer, y en el que la normalidad se vea tan alterada por las pasiones y por el anhelo de libertad y de salir de un corsé que nos ponemos voluntariamente simplemente para encajar en un mundo lleno de clichés en el que si te sales del camino marcado eres un descarriado sin solución. La uruguaya es esa novela que muestra desde la verdad, con una narración en primera persona llena de humor, divertida y sincera, el eterno conflicto que tiene el hombre que es aquello que no quiere ser y que es incapaz de alcanzar, por miedo, por comodidad o por cobardía, aquello que quiere ser.

Reconozco con gusto que La uruguaya ha sido una lectura de lo más entretenida y que hice bien dejando que el estruendo de su publicación pasara a ser nada más que un simple silbido. Me he alejado lo suficiente de aquella ola para admirar esta novela con calma, sin unas expectativas enormes, habiendo, por ello disfrutado más que si la hubiera leído en el momento de su publicación. Desde luego Pedro Mairal, con las dos novelas suyas que he leído, me ha parecido una tremenda sorpresa como escritor y desde luego volveré a leerle, con libros ya publicados o con los que pueda publicar en un futuro. Lean a Mairal, lean cualquiera de sus obras porque tengo la impresión de que cualquiera es un ejercicio soberbio de buena literatura.

Caronte.

jueves, 25 de noviembre de 2021

Berlin Finale

Las novelas (aunque debería decir que la literatura en general) sirven de manera dual para viajar sin moverse y para hacerlo sabiendo de ante mano el pasado de una ciudad, una cultura, una civilización, un entorno, un palacio, una simple callejuela. Esta novela llevaba en mi pila de pendientes muchos meses, pero es que estaba esperando su momento justo para ser leída. Todas las novelas tienen un momento determinado de ante mano en la vida de un lector, y solo si son leídas en ese preciso instante generan el efecto correcto y buscado. Esta novela quería leerla en el momento adecuado y para ello tuvo que esperar pacientemente apilada junto con otras su hora. Y su hora ha sido este noviembre, cuando he vuelto a Berlín, quizá la ciudad con más historia a su espalda de todo el continente europeo. Y me ha llevado lo mío entre unas cosas y otras acabármela, no por no sentirme atraída por ella, sino porque entre el propio viaje y temas privados me han quitado mucho tiempo de lectura.

Desde que visité Berlín por primera vez hace casi tres años quedé impresionado por una ciudad tan llena de contrastes e historia. Un imperio, los locos años veinte de los cabarés, dos guerras mundiales, una guerra fría, un muro que dividía no solo una ciudad sino dos concepciones de la sociedad y la vida, una reconstrucción… Berlín es para los amantes de la historia del siglo XX su Meca. Por todo esto, investigando sobre libros que pudieran transmitirme parte de esta historia llegué a dar con Berlin Finale de Heinz Rein: una novela descomunal y casi inabarcable sobre los últimos días de la capital del Reich de los mil años.

A lo largo de casi setecientas páginas Reinz, que vivió los últimos días de Berlín como capital del nazismo, da cuenta de la vida y supervivencia de los berlineses que no tienen donde ir y ven como poco a poco todo se acaba: la guerra, las fuerzas, la comida, la esperanza, la autoestimo, las creencias que una vez se pensaron fijas e inamovibles… Berlin Finale es, por así decirlo, el diario de una ciudad, Berlín, narrado al detalle, donde los protagonistas que Rein nos da no son más que una mera excusa para contar cómo era la vida en Berlín durante esas últimas semanas antes de mayo de 1945 cuando la capital del Reich capituló dando paso al silencio (triste, hambriento, desolador) de una ciudad arrasada por la locura de un puñado de mostruos.

A través de la vida clandestina de un grupo de la resistencia interna alemana, Heinz Rein nos lleva a través de todo Berlín, de norte a sur y de este a oeste, por diferentes barrios y casas y bares y líneas de metro, para que podamos hacernos una imagen clara de lo que pasó en Berlín aquellos días de abril de 1945. Berlin Finales no solo es una novela bélica donde las escaramuzas se agolpan página tras páginas, los disparos nos pasan cerca mientras leemos sentados en nuestros cómodos sofás, las alarmas aéreas retumban en nuestro interior indicando que hay que refugiarse en sótanos de edificios o en el metro para evitar un bombardeo aéreo. No. Esta novela no es solo esto, es también una novela donde la conciencia del ser humano queda desnuda y diseccionada por Rein para mostrar cómo los jerarcas nazis no fueron los únicos culpables de aquellos 12 años de terror, odio, muerte y guerra, sino que sin la complicidad de una sociedad alemana que por acción u omisión aceptó ese orden de cosas nada hubiera tardado tanto en acabar. Pero tampoco hay que quedarse en esto, porque esta también es una novela donde se muestra que no todos los alemanes eran iguales, que algunos intentaron hacer que todo acabara lo antes posible, con pocos medios, teniendo a la inmensa mayoría de la población en contra y no sabiendo si el vecino o compañero de trabajo o de iglesia o de estudios o el cliente que entra en tu bar es amigo o enemigo y te puede denunciar por una frase inocua inapropiada a sus oídos.

Berlin Finales es una novela densa de leer pero que atrapa, donde la propia ciudad y sus habitantes anónimos son más protagonistas que los hombres y mujeres que Heinz Rein pone como tales. La trama que envuelve a cada uno de los miembros del grupo de resistencia que la novela sigue en sus páginas no es más que un añadido a lo que Rein quiere contarnos: cómo Berlín y los berlineses vivieron los últimos días de una guerra abismal como fue la IIGM. Las vidas de los diferentes personajes sirven de excusa para ir recorriendo dos berlines, el Berlín clandestino donde los silencios, la cautela y las ganas de acelerar el final son tangibles; y el terrenal donde la gente corriente intenta seguir su vida siempre que las sirenas antiaéreas callen, los soldados siguen luchando, siguiendo órdenes de líderes en desbandada, enloquecidos y cegados por una megalomanía asesina, y algunos intentan sobrevivir con 12 años de nazismo a la espalda.

Podría parecer por lo que ha dicho hasta ahora que Berlin Finale es una novela bélica sin más, centrada en Berlín eso sí. Lo es: es una novela bélica donde la ambientación y los personajes (aunque sin trama propiamente dicha) son más importantes que la propia contienda, donde quien sufre es mucho más importante que quien hace sufrir (y da la casualidad de que sufren muchos de muchas maneras diferentes). Pero esta también es una novela donde el ser humano, sus pulsiones y pasiones, su dicotomía, sus contradicciones cobran una importancia y un peso brutal. Qué interesantes son las conversaciones que se dan a lo largo de la novela sobre el amor, la política, la guerra, el patriotismo, el ser alemán, la fe y la creencia en algo…

Heinz Rein logra con esta novela dos cosas: una, meter al lector de lleno en la batalla de Berlín, no en mitad de los disparos (que también) sino en las calles, plazas y edificios de Berlín donde la ciudad, en ruinas, hastiada, bombardeada y acosada, sigue viviendo como puede y sus ciudadanos morando sus rincones esperando un desenlace, el que sea; y dos, hacer que el lector sea capaz de comprender aquello que puede parecer incomprensible, teniendo en cuanta que comprender no es justificar ni mucho menos. Berlin Finale es una novela magnífica sobre un momento histórico lleno de aristas, tensión e incertidumbre. Altamente recomendable su lectura sosegada y tranquila.

Caronte.

viernes, 29 de octubre de 2021

Ébano


¿Que tenía muchísimas ganas de leer este libro? Sí. ¿Qué tenía las mismas o incluso más ganas de leer por primera vez a Ryszard Kapuściński? Pues también. Desde que por primera vez leí a Javier Reverte hace años con su El sueño de África, el continente negó se me metió en la sangre infectándome con su mal sin ni siquiera haberlo pisado nunca. Por esta razón leo sobre África y sueño con ir algún día a contemplar su naturaleza sin límites y llena de soberbia, la soberbia que da el saberse única y legendaria. Porque de leyenda es todo lo que rodea al continente africano donde belleza, penuria y guerras se dan constantemente la mano creando un universo paralelo al que vivimos aquellos que no habitamos el desierto, las sabanas, la jungla, las montañas o las costas africanas. Es cierto que hasta el momento he leído principalmente o libros de viajes o de crónicas sobre África, aún no me he adentrado lo suficiente en su narrativa y literatura, pero prometo que pronto eso también lo iré solucionando.

Ébano es un libro que recoge unos 30 años de crónicas periodísticas políticas y socioculturales sobre todo el continente africano escritas por este inmenso, curioso y tenaz periodista polaco, que como muchos otros antes, al llegar a África enfermó de su mal y no se pudo quitar el agobiante calor, los olores penetrantes y los paisajes extremos del continente de su alma. No hay ficción en ninguna de las páginas de este libro, tampoco es necesario que la haya, porque en parte África es tan irreal a veces, tan diferente a lo que un “occidental” (odio estas palabras manidas y vacías que solo sirven para clasificar de manera clasista al mundo) está acostumbrado que la realidad supera a la posible ficción que las gentes de África, sus costumbres y sus paisajes pueden generar.

Ryszard Kapuściński fue un maestro indiscutible del periodismo de crónicas, de esos viejos periodistas que se lanzaban a vivir las experiencias de lo que querían escribir por su cuenta y riesgo, haciendo amigos y enemigos, aliados y rivales, viajando, llenándose de polvo, pasando hambre y miedo, arriesgando su propia integridad física para poder contar de primera mano lo que pasaba en África durante los años en los cuales el continente estaba más convulso y más cambios se produjeron en el mismo. Ébano es un libro esencial para entender cómo fue el despertar de África en el siglo XX, cómo pasó de ser un continente colonizado a ser un continente “libre”, y lo pongo entre comillas porque mientras haya guerra, hambre y enfermedad crónica, África nunca será libre del todo, seguirá tiranizada por la pobreza y la desidia del resto del mundo que mira con impasibilidad lo que sucede más allá de sus paisajes.

Aunque no es un libro de viajes, porque en absoluto en las páginas de Ébano se recomienda, ni se describe más allá de lo necesario, experiencias o paisajes idílicos, sí que es cierto que gracias a la manera de contar que tiene Kapuściński se generan en el lector ganas de visitar África, mezclarse con sus gentes, recorrer sus polvorientos caminos y dormir al raso de su inmenso e infinito cielo. Pero donde se centra el periodista polaco es en narrarnos cómo un continente empieza a despertar y pasa de estar oprimido por blancos europeos a estarlo por negros corruptos que esquilman, odian y guerrean constantemente.

Etnias, clanes, tribus, familias, guerras, hambre, muerte, sangre, dictadores, crueldad, animales salvajes, mercenarios, secuestros, robos, enfermedades, religiones, ritos, creencias, supersticiones, hechiceros, niños guerreros, mujeres fuertes, hombres corruptos… Ébano muestra absolutamente todas las facetas que han contribuido a conformar la imagen, entre idealizada y realista de un continente eterna y permanentemente atizado por guerras y males que son casi endémicos en África.

Con los textos que en Ébano se recogen los lectores podemos viajar de la mano de Ryszard Kapuściński por la historia más reciente de África, y aunque las crónicas en este libro recogidas abarquen hasta los 90 más o menos, podemos extrapolar sus lecciones hasta el día de hoy, porque a pesar de que ahora África está más calmada que hace varias décadas, ya no hay tantos golpes de estado, ni revoluciones, ni guerras en diferentes puntos, el hambre, la enfermedad, el olvido por parte del resto de la comunidad internacional (salvo China, que está siendo el país más inteligente geoestratégicamente hablando) y el odio permanente entre etnias y pueblos que deben convivir en un mimo país cuyas fronteras fueron trazadas por europeos, todo eso sigue presente en mayor o menor medida por todo África.

Leer Ébano me ha hecho darme cuenta de lo necesario que es tener un buen periodismo, crítico, resolutivo, con profesionales que vayan al centro de la noticia y la cuenten no desde el oficialismo de los ministerios y palacios presidenciales, sino desde la calle y el polvo del camino, hablando con la gente que es la verdadera protagonista de las decisiones que unos pocos toman en sillones y salones decorados profusa y ricamente. Además, este libro me reafirma en la necesitad que tenemos de la literatura en todas sus formas y géneros, en el poder de la palabra, de la capacidad inmensa de conmover y emocionar, de mostrar la realidad. Tras su lectura puedo afirmar que es uno de los libros fundamentales para poder entender el presente de África y todo aquel que tenga el gusanillo dentro por este continente debería hacerse con él y leerlo.

Caronte.

viernes, 22 de octubre de 2021

Esta herida llena de peces

Llevaba tiempo queriendo comprar y leer algún libro del catálogo de una pequeña editorial independiente que edita delicadamente creando libros que no solo son objetos que leer y cuentan historias, sino obras de arte por su cuidado aspecto físico (porque sí, a veces las portadas son esas primeras impresiones que nos atraen y nos hacen querer saber qué hay detrás). La editorial Tránsito nació en 2018 fundada por mujeres con la intención de editar novelas de esas que conllevan un viaje no solo sensorial para el lector sino también personal, de los que cambian. Solo han publicado a autoras, jóvenes y no tan jóvenes, noveles o no, siempre desconocidas y alejadas del gran foco de la literatura comercial. Esta también es una de las razones por las que quería acercarme al catálogo de esta editorial y este año, en la extraña Feria del Libro de Madrid, me decidí por uno de sus libros, de llamativa portada color verde casi flúor y de título más que sugerente.

Esta herida llena de peces es el debut literario de su joven autora, la colombiana Lorena Salazar Mazo, y todo un puñetazo en la mente del lector que es testigo, en primera persona, de una historia que conmueve y desgarra a partes iguales. Narrada en primera persona como testimonio de la protagonista, una mujer que lleva a su hijo adoptivo en un viaje por un río tan real como mágico del mundo rural iberoamericano en búsqueda de la verdad para afrontarla con resignación y miedo, esta novela afronta temas que suelen estar en los márgenes de la literatura siendo tocados solo de manera tangencial por esta.

Sin ser una novela pretenciosa ni grandilocuente, Esta herida llena de peces es casi un cuento para adultos en el que desde el primer momento la melancolía, los recuerdos del pasado y el miedo al futuro y la pérdida de lo que más se ama y quiere en el mundo (en este caso un niño, un hijo, adoptado por la narradora de esta historia) tejen una historia de desarrollo sinuoso como el río que hace de hilo conductor y a orillas del cual mora la más cruda existencia vital.

En toda la narración subyace y siempre está presente sin casi mención alguna la violencia intrínseca que azota desde casi siempre América Latina. Una violencia carnal y visceral, que destroza de manera directa e indirecta y para la cual no hay miramientos cuando se trata de actuar. Esta herida llena de peces no es, sin embargo, una novela sobre la violencia propiamente dicha, sino sobre el miedo que genera el amor. El ser humano no teme hasta que no ama y cuando lo hace es sin cortapisas, sin ambages y sin restricciones. El amor y el miedo en esta novela van de la mano, porque en el fondo son las dos caras de una misma moneda: la vida.

Durante la lectura de Esta herida llena de peces tuve la sensación de estar leyendo una narración que quería contarme más de lo que me estaba contando, que bajo lo escrito había todo un mundo y otras historias mucho más profundas, cuyas raíces se hundían en una herida pustulosa y pestilente que no termina de cerrar. Quien ha conocido el miedo, la pérdida, el desamor y el desgarro de la muerte sabe a que se enfrenta cuando ama. Porque es amor lo que desborda esta novela, amor de una mujer a un hijo, aunque no lo haya parido.

La ternura que desprende la narración de Esta herida llena de peces cala en el lector y no es posible no coger cariño ni temer por qué pasará al pasar la página, al continuar la lectura. No quería que pasara nada malo, nada que doliera ni desgarrase un amor tan sincero Y sin embargo, toda la novela está envuelta en un velo de misterio, en un polvo suspendido que se mete por los ojos y se pega a la piel ensuciándolo todo, haciéndolo impuro, sucio y despreciable. Por eso durante toda la lectura se intuye algo, una maldad oculta, unos motivos oscuros para emprender ese viaje en barca por un río marrón, de embarcadero en embarcadero, con pasajeros desheredados de la tierra y el dinero, sin esperanza más allá de comer algo, dormir bajo un techo y no perder una seguridad vital débil que no sabes si durará o no.

El saber que algo va a pasar que nos va a destrozar no hace que disminuya la sorpresa y el dolor cuando eso pasa, ni que sus efectos se minoricen. Esta herida llena de peces acaba como tenía que acabar, aunque el lector no quiera aceptarlo, ni pensarlo, ni imaginarlo durante su lectura. Pero es como debe ser. El golpe al lector es brutal, pero la vida suele serlo y por tanto la literatura, si pretende iluminar aquellos rincones que suelen escapar a la luz, debe provocar sombras.

Esta herida llena de peces es un libro que no va a dejar indiferente, que se lee casi de un tirón y que, desde luego, deja un poso tras su lectura difícil de quitar. Con delicadeza y muy buen gusto, siendo equilibrada en su manera de narrar Lorena Salazar ha conseguido una primera novela muy digna, muy interesante y tremendamente conmovedora. Pocos debuts son tan intensos. Gracias también a la editorial Tránsito por editar una obra así, tan alejada de lo comercial, pero a la vez tan necesaria. Totalmente recomendable. Volveré a su catálogo sin tardar mucho.

Caronte.

viernes, 8 de octubre de 2021

Terres mortes

Incursiono de nuevo en la literatura catalana actual. Y lo hago con una novela de una escritora jovencísima (no llega a los 30 años aún) que da un golpe en la mesa de la literatura con una obra fresca que recoge toda la tradición narrativa española desde la posguerra. Núria Bendicho Giró no ganó el Premio Anagrama de novela en catalán, pero el jurado destacó también su novela para ser publicada. Y ha sido un acierto. Este año, siguiendo lo que comencé el año pasado durante el confinamiento, me he puesto a estudiar catalán a través de internet de manera online y autodidacta. Ya el año pasado hice un curso de italiano y he podido empezar a leer tanto en la lengua de Dante como en la de Josep Pla o Mercè Rododera ampliando mis horizontes lectores y literarios para descubrir de primera mano y sin los intermediarios de los traductores, obras y escritores que quizá tardan algo en llegar al español. Ampliar capacidad lectora, de comprensión de lenguas que no son las maternas siempre es bueno, abre la mente y ayuda a empatizar y socializar.

Terres mortes es una novela coral donde cada capítulo tiene un punto de vista diferente y está narrado por un protagonista directo o indirecto de la trama principal diferente. Núria Bendicho ha creado una trama familiar donde las rencillas, los odios, las disputas por la tierra, las herencias materiales e inmateriales, los rumores, el aislamiento y el tiempo son piedras angulares donde apoyar todo el desarrollo de la novela. También es central en la narración el ambiente, el dónde se desarrollan los acontecimientos es fundamental: esa casa masía familiar grande, abandonada por la desidia y el tiempo, por el peso del pasado y la incapacidad de superar viejos agravios, rodeada de bosque y ligeramente alejada del pueblo más cercano.

El tiempo, el presente y el pasado, los recuerdos, los acontecimientos narrados por diferentes testigos directos o indirectos de la familia protagonista tejen un escenario entre tétrico y desolador donde el lector a veces no sabe si seguir avanzando o ni siquiera si se avanza con seguridad. Terres mortes es una novela con una historia ya conocida en la literatura española, explotada por autores como Cela, Sender o Laforet, incluso Delibes, aunque éste con otro tono, donde el paisaje donde se desarrolla la historia es tan importante como la historia misma; y donde es el drama familiar con todas sus aristas el protagonista e hilo conductor que va tejiendo toda la trama.

Terres mortes es frescura y tradición. Frescura porque su autora entra de lleno en el mundo literario con una obra con un lenguaje propio y un estilo narrativo que subyuga al lector metiéndole en una atmósfera gris, llena de nieblas y sombras. Tradicional porque en el fondo Núria Bendicho no hace más que adaptar a su mundo literario interior la gran tradición española de la posguerra de hablar de los desheredados, de familias rotas, corrompidas por el odio y la envidia, con el peso del pasado y su historia sobre la espalda haciéndoles imposible el avance y la toma de contacto con la realidad del mundo.

No sé qué tienen las novelas de dramas familiares que tanto atraen, pero Terres mortes es de esas novelas que te van descubriendo un drama arrastrado durante generaciones generado por acontecimientos radicales y brutales donde la muerte, el odio y la envidias forman un perfecto caldo de cultivo para crear una buena novela. Si además, a todo esto, le sumamos el ambiente casi gótico de la Catalunya rural de masías aisladas cercanas a pueblos donde las autoridades las encabeza el cura, y donde las rencillas y los rumores entre vecinos y los señores de la casona forman el día a día de su historia, nos sale una novela muy posguerra aunque en este caso no haya ninguna guerra en el recuerdo de nadie y simplemente sean las relaciones intrafamiliares las que sustituyan a la destrucción del odio de la guerra.

Antes de terminar añado que leer en un idioma que no es el tuyo es un ejercicio magistral de inmersión en maneras diferentes de pensar y concebir la existencia y la comunicación. Una lengua es un mundo y cada una tiene una construcción mental diferente. Por ello leer en otros idiomas (inglés, francés, italiano y catalán en mi caso) me hace sentir vivo, estar acercándome a mundos y sociedades diferentes a la mía y donde al principio me puedo sentir incómodo pero que a medida que profundizo en ellas me voy sintiendo más y más cómodo. Terres mortes ha sido mi segunda novela leída en catalán y he de decir que me he sentido más cómodo que en mi primer acercamiento a esta lengua hermana del español y con la que tanto comparte.

He terminado esta novela sabiendo que, quizá y por desgracia, pase más desapercibida cuando se publique en español de lo que debería. Terres mortes es una obra muy bien escrita y narrada creando un coro de voces y puntos de vista que hacen que el lector sea capaz de captar. Angustiosa por momentos, siempre gris y neblinosa, este drama familiar con tintes góticos rurales y ecos de la gran tradición literaria española, hacen de este debut jovencísimo una novela de gran nivel cuya autora promete y si sigue puliendo su mundo literario seguro que da futuras obras muy interesantes también.

Caronte.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Volver a dónde

Vuelvo a reencontrarme con Antonio Muñoz Molina después de la última novela suya que leí, Un andar solitario entre la gente, que me dejó bastante descolocado y decepcionado. Y me reencuentro con él también de manera literal al haber vuelto de nuevo a la Feria del Libro después de casi dos años y medio sin pasear entre lectores, autores y libreros por el paseo de coches del Retiro debido a la pandemia que a todos nos ha trastocado vitalmente nuestras rutinas, aficiones y forma de vida. La verdad es que ha sido una alegría inmensa el haber vuelto al Retiro a hacer cola delante de una caseta esperando que llegue mi turno para saludar a un autor. Este año han caído varias firmas ante las que tenía muchísima ilusión, entre ellas la de AMM. Además, coincidiendo con la llegada de septiembre editoriales, autores y libreros se vuelcan con las novedades literarias y plagan las redes y librerías de publicaciones anunciando lo más esperado (no siempre lo mejor) por crítica y pública. Muñoz Molina, sin yo esperar libro nuevo, ha publicado hace apenas unas semanas y yo como buen admirador incondicional devoré las páginas de su nueva obra.

Volver a dónde no es una novela sino más bien una especie de diario pandémico en el que a través de tres hilos temporales AMM nos relata su visión de una sociedad cambiada, sufrida, díscola y sin rumbo ni norte golpeada por la pandemia de la covid-19. Muñoz Molina, a base de breves capítulos que en el fondo no lo son sino simplemente un recuento de recuerdos y apuntes muestra al lector tres tiempos narrativos diferentes: los días inmediatamente previos y todo el durante del confinamiento total de febrero-mayo de 2020, la “nueva normalidad” y su infancia en Úbeda donde los recuerdos y su memoria son el hilo conductor que contrasta con el presente.

Sin contemplaciones ni pelos en la lengua Muñoz Molina, usando su prosa refinada, pulida y perfecta (para mi gusto claro) muestras su particular visión de la sociedad y el mundo, siempre desde su balcón privilegiado con vistas a la calle O’Donell en Madrid, en pleno barrio de Salamanca. Tirando de recuerdos, sentimientos, sensaciones, miedos y desconciertos, AMM va haciendo un relato de la pandemia y la nueva realidad que contrasta limpiamente con su infancia en un pueblo grande de Jaén como es Úbeda (tantas veces retratado en sus libros como Mágina). Volver a dónde muestra los grandes contrastes no solo en la vida del autor sino en la propia sociedad española, y más aún tras el golpe y el coma inducido que ha sido la pandemia y el confinamiento del año pasado.

Insisto de nuevo en que Volver a dónde no es una novela, no hay trama, ni argumento, ni personales; no hay nada inventado ni imaginado. Todo es real. A lo largo de las páginas de esta obra AMM cuenta lo que ve, lo que siente, lo que oye, lo que piensa y lo que recuerda de su infancia y juventud. Por esta razón me molesta mucho que la editorial que publica el libro (aunque podría hacer esta queja extensiva a cualquier otra editorial) venda este libro como la nueva novela de Muñoz Molina. No es así. Y no tiene que ser así. A Antonio Muñoz Molina le leo porque es capaz de escribir con belleza sobre temas de actualidad, sin novelar ni ficcionar nada, simplemente mostrando su mirada lúcida y crítica sobre el presente y el pasado. Y esto es lo que hace en este libro.

Antonio Muñoz Molina no necesita crear una ficción para atrapar a un lector y Volver a dónde es buen ejemplo de ello. Siempre he admirado a Muñoz Molina por su capacidad de narrar y contar sin vueltas innecesarias y sin llevar al extremo el estilo o la forma en que se narra. Hace fácil el escribir cuando es algo que no es sencillo. Escribir mal sabemos hacerlo todos y muestras de ellos hay a diario en todos lados. Escribir bien es un don, saber transmitir una historia, ficticia o real, de manera que el lector quiera saber más y no solo eso, sino que exija saber más y sienta un vacío cuando termina de saber todo lo que el escritor tiene que contar, no es nada sencillo. Muñoz Molina es uno de los mejores narradores que tenemos en lengua española, quizá no sea el mejor novelista, pero eso es secundario. Leer cualquiera de sus libros, aunque no se entiendan, es un placer, un gusto para los que amamos la lectura de un buen libro.

Y es que has sido un placer leer Volver a dónde, un libro en el que todos, en mayor o menor medida nos vamos a sentir reflejados. La pandemia y el confinamiento es algo que todos hemos vivido y sufrido y, salvando las distancias y las condiciones personales de vida de cada uno, todos hemos pasado por sentimientos y sensaciones parecidas a las que Muñoz Molina plasma en este libro. Recuerdos, inseguridades, observaciones, miedos, resignaciones, dudas, rabia ante el comportamiento humano, críticas políticas ante una inacción previa y una inacción posterior indecentes, opiniones, todo escrito a la perfección, sin artilugios literarios pesados que busquen originalidad. Muñoz Molina no busca con este libro haber escrito el libro sobre la pandemia, y sin embargo ha conseguido hilar en él una crónica personal pero global de lo que fueron aquellos días de encierro y coma vital, cuando nuestras vidas abandonaros la calle y nos encerramos en casa; y entrelazar presente con pasado para buscar raíces comunes de las que se puedan llegar a sacar brotes de esperanza para un futuro en el que me da que no vamos a ser mejores de lo que pensábamos que la pandemia nos haría. Lean este libro y déjense llevar por AMM a nuestro presente más reciente.

Caronte.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Orlando

¿Cómo puedo reseñar a Virginia Woolf, una de las más grandes escritoras británicas de todos los tiempos, cuya obra se cita constantemente y se estudia permanentemente en colegios, institutos y universidades y que sigue siendo un referente cultural y literario? ¿Cómo puedo si quiera dar mi opinión de uno de los libros más famosos de Woolf sabiendo que obviamente lo que de él diga será única y exclusivamente mi opinión? No tengo la más mínima idea. Lo que se es que me he vuelto a acercar a Virgina Woolf por un casual de club literario al que me he apuntado con gente de redes sociales, después de haber leído únicamente Al faro hace ya 5 años cuando yo aún tenía 25 y que no sé si terminé de entender correctamente. También sé que probablemente la opinión que me genera Woolf y su obra sea totalmente opuesta a la unanimidad que suele haber al hablar de esta escritora y su obra.

Orlando ha sido mi segundo intento de adentrarme en la obra de Virginia Woolf y muy probablemente sea el último. No tengo tiempo que perder en libros y escritores crípticos que hay que analizar sesudamente y que necesitan de un manual de instrucciones para interpretar y saber de qué me quieren hablar y qué me están contando. Quizá necesite madurar más literariamente hablando para poder acercarme a este tipo de escritores; o quizá simplemente es que estos escritores no son más que personajes idealizados por el mito y la leyenda, encumbrados más por su vida extraliteraria que por su buen hacer narrativo. Dos libros he leído de Virginia Woolf y dos decepciones mayúsculas.

A modo de sátira literaria, de burla sumamente irónica, de caricatura de lo que fue un género literario puramente inglés como la biografía novelada, Virginia Woolf intenta hacer un “Qujiote” moderno (salvando absolutamente las distancias porque nada tiene que ver la obra de Cervantes con esta de Woolf, y solo uso la metáfora para comparar intenciones de ambos escritores) para reírse quizá de la tradición inglesa de ese género sin sentido ni interés alguno. Orlando narra la vida durante más de tres siglos (este uso del espacio tiempo es uno de los elementos más absurdos y desconcertantes de la novela, al que no encuentro sentido alguno) de un personaje que al principio del libro es hombre pero que a mitad pasa a ser mujer (otro elemento característico de este libro que tampoco he sabido interpretar y que me da que debe ser algo metafísico e importante pero que para mí no es más que una frivolidad inocua). Sus andanzas, reflexiones, aventuras, cambios de idea, de lugar y tiempo, sus relaciones con otros personajes igualmente insólitos llenan las trescientas páginas de esta novela que se me ha hecho pesada a más no poder.

Tengo la impresión de que hay escritores y libros que conforman una burbuja literaria a la que nadie quiere pinchar por no desinflar. Hablo de escritores como Henry Miller, Joyce, Faulkner, Woolf cuyos libros son ininteligibles no sé si de manera consciente por parte de sus autores cuando los escribieron para reírse de todo el mundo literario o inconsciente por incapacidad para escribir bien. Orlando es de esos libros, aunque reconozco que podría salvar unas cuantas páginas que si que me han parecido ingeniosas, divertidas y entretenidas de leer. Pero el resto no es más que páginas impresas: letras formando palabras formando frases formando párrafos formando capítulos.

He terminado Orlando con ganas de haber abandonado antes, pero por orgullo y porque en el fondo tampoco es tan largo lo he terminado. Pero su lectura se me ha hecho pesada, densa, tediosa, aburrida por momentos, indescifrable a ratos y permanentemente absurda. Sé que quizá sea yo mismo el problema y que en el fondo esta novela sea una obra maestra con un mensaje profundo e imprescindible que haya marcado, maque y siga marcando generaciones enteras de escritores y novelistas. Pero yo he sido incapaz de verle sentido alguno. Me he aburrido como con pocos libros me ha pasado. Y esto sí que no lo perdono en una novela. Puedo no entenderla, puedo no lograr captar todos los matices, pero si algo me aburre tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo y con la cantidad de libros y autores y escritoras que aún no conozco sería un sacrilegio malgastar esfuerzos en escritores con los que no logro crear ningún vínculo.

Desisto de leer más a Virginia Woolf. No es una escritora para mí. De hecho, creo que es una de esas figuras literarias engrandecidas por intereses que se me escapan pero que no son más que escritores sobrevalorados con una obra más o menos mediocre que por críptica capta la atención de la crítica y cierto publico que la encumbran solo porque sí. Orlando ha sido una pérdida de tiempo en mi vida y más sabiendo que tengo como una veintena de libros por casa pendientes de leer. Si alguien se anima a leer esta novela le deseo suerte y paciencia, y más teniendo en cuenta que todo lo que acabo de escribir no es más que una opinión que no pretende pontificar ni sentar cátedra alguna.

Caronte

viernes, 3 de septiembre de 2021

Las malas

Ya comenté en algún que otro post anterior que para mí la literatura es de las herramientas más poderosas y potentes a la hora de cambiar las cosas. Pienso además que la literatura, en todos sus géneros y estilos, debe ser ese gran foco que arroje luz y claridad a aquellos ámbitos de la vida y la sociedad donde la oscuridad reina. Una buena historia, biográfica o no, con más o menos fantasía, tiene el poder de cambiar al lector, de influirle, de abrirle nuevos horizontes a los que no se habría asomado si no fuera por la literatura. Puede sonar fantasioso, quizá incluso prepotente o iluso, pero pienso firmemente que los libros deben ser capaces de cambiarnos tras su lectura, en mayor o menor medida, de influirnos y de golpearnos en lo más profundo de nuestras emociones y creencias para hacernos mejores. Un libro no puede ni debe ser simplemente un pasatiempo, sería triste que así fuera, sino un medio de cambio.

Las malas es de esas novelas que golpean duro y llevan al lector a espacios, lugares y situaciones que muy probablemente nunca hubiera si quiera tenido la imaginación de evocar. Camila Sosa Villada, argentina de Córdoba que ha estado toda su vida luchando por sobrevivir en un mundo que la negaba, ha escrito una novela que tiene mucho de su vida y que agarra al lector por donde más duele para no soltarle desde la primera hasta la última página. Sin concesiones ni ambigüedades Villada lleva al lector hasta los más bajos fondos de la prostitución de travestis en un parque de Argentina, donde pasan frío, hambre, miedo, pero también donde ríen y comparten la vida esas mujeres que siempre lo han sido, aunque el mundo no quisiera verlas como tal.

Cuando llegas a una novela sin saber qué te vas a encontrar y ni siquiera te has leído la sinopsis de rigor de la contraportada sientes una emoción enorme cuando, a medida que avanzas en la lectura, el libro te va atrapando en su ritmo y en su historia. Esto es lo que me ha pasado con Las malas: lo compré simplemente porque es de esos libros que tras su publicación mantienen un eco perenne en foros literarios y librerías, y siempre está entre los recomendados por lectores y libreros. No sabía al empezarlo que me atraparía y me golpearía con fuerza la historia de Camila (autora y ¿protagonista?) y sus experiencias de calle con hombres de toda condición y carácter, sus recuerdos de infancia con una familia que ataca física y verbalmente al niño que fue y nunca quiso ser y su camaradería con otras travestis de la calle.

No entro a valorar la cantidad de verdad que las páginas de Las malas guardan y esconden. Me da igual lo mucho o poco biográfico que sea este libro, porque es verdad, para mí no es relevante que Camila Sosa Villada haya conformado una historia con su propia historia personal. Lo que es relevante es que esta escritora y artista polifacética argentina haya sido capaz de llevarme a sitios donde nunca en mi vida me hubiera atrevido ni siquiera a asomarme desde la lejanía ya fuera por miedo, cobardía o, incluso, rechazo. Esto es lo relevante para mí: que el libro me haya hecho mirar allí donde de manera natural hubiera retirado la mirada.

Reconozco humildemente que poco o nada sé del mundo trans, de sus reivindicaciones, su pasado, sus luchas o su trasfondo oscuro pasado. También reconozco que poco o nada me he interesado por él de manera voluntaria. Sé, eso sí, que todo lo que reclamen, todos los derechos que exijan, toda la igualdad que pidan será de justicia concedérselo. Nadie somos más que nadie por nuestro sexo o género u orientación sexual. Nadie. Y nadie nos puede decir cómo nos tenemos que sentir. Las malas es un libro duro, donde el lector se va a sentir incómodo en muchas ocasiones leyendo realidades que Sosa Villada no cuenta para ambientar sino para dar luz sobre una zona de sombrar que se ha extendido en el tiempo más de lo que debería.

A principios de año decidí leer a más autoras, a más mujeres, y más libros sobre mujeres y sus problemas, sus vidas, sus inquietudes y preocupaciones. Lo voy consiguiendo poco a poco. Y qué maravilla es leer de aquello que se sabe menos o solo se intuye desde la distancia. La lectura de Las malas no solo me he reconfortado como lector y con mis ideas sobre el poder de la literatura y los libros, sino que de nuevo me lleva a ese idioma español iberoamericano tan parecido, pero a la vez tan lejano al que yo mismo hablo y escribo. Camila Sosa Villada escribe con ecos de ese realismo mágico tan soberbio y único que deslumbró a la literatura con García Márquez como mayor y más brillante representante; ecos que dan a esta historia un colorido, una sonoridad y un alma cálida que hacen ver la novela no como un crudo reflejo de la vida de los travestis hace unos años, sino como un canto a la esperanza por el cambio social.

Llegué a Las malas sin ideas preconcebidas y sin saber absolutamente nada ni de la autora ni de lo que me iba a encontrar en sus páginas. He terminado de leerlo y he quedado golpeado por la cruda realidad que una parte de la sociedad, minoritaria quizá pero igual de importante que cualquier otra, ha vivido y sigue viviendo en muchas partes del mundo. Todo el que quiera ampliar sus horizontes, saber más sobre las personas trans y travestis, y sobre todo poner luz sobre una parte del mundo que solemos evitar casi siempre, debería leer este libro. Dudo mucho que nadie pueda quedar frío tras su lectura.

Caronte.

viernes, 27 de agosto de 2021

Salvatierra


Intento, siempre que puedo, evitar los booms literarios tanto de autores como de obras notables. Dejo que el tiempo, y en parte el olvido, hagan su trabajo y den a cada cual su posición en el mapa literario. Con Pedro Mairal, que hace unos años publicó La Uruguaya con el que consiguió colocarse en boca de críticos, público, perfiles de redes sociales, revistas culturales y demás suplementos literarios, me ha pasado esto: he dejado que el tiempo hiciera su labor, que saliera de los focos mediáticos y que su nombre se fuera poco a poco asentando. Y, sin embargo, cuando he decidido leerlo no ha sido por aquel libro tan sonado sino con otra de sus novelas, más reciente, que compré casi el vuelo a un librero de segunda mano de confianza. He de decir que el tiempo ha hecho su trabajo y sin expectativas ni grandes ilusiones he leído esta novela corta, de estilo clásico, que me devuelve la fe en la aún existencia de escritores que son narradores natos y fabuladores llenos de ingenio e imaginación.

Salvatierra es una novela cuyo título es el apellido del pintor protagonista de quien su hijo (nuestro narrador en este caso), tras su muerte, decide exponer la única obra que le llevó toda su vida pintar: un cuadro de varios kilómetros de longitud, dividido en rollo de tella de unos 60 metros. Así, a través de lo que los hijos del pintor van preparando para poder encontrar un museo o galería, en Argentina o fuera del país, que esté interesada en su exposición pública. Lo que no esperan sus hijos es que Salvatierra fuera un padre en ocasiones desconocido, con muchos lugares de su vida e historia en penumbra, ocultos por la maleza del olvido y los secretos mudos que se guardó y evitó traicionar.

Como metáfora de lo que es la vida Salvatierra nos presenta la vida en toda su magnitud haciendo que un cuadro de varios kilómetros sea un reflejo perfecto de lo que es nuestro discurrir en la existencia del mundo. Un cuadro del que toda sección cobra importancia puesto que con huecos y lagunas no se termina de entender toda su dimensión y complejidad. Y justo es lo que pasa en esta novela: falta un rollo de tela, una sección del cuadro inmenso de toda una vida. Una sección que se vuelve misteriosa, guardiana de un secreto íntimo de Salvatierra que sus hijos no conocían ni se esperaban y que al ir descubriendo no saben si quieren seguir tirando del hilo para descubrir y terminar de cerrar el puzzle.

Salvatierra es una novela canónica, pura y dura, clásica como las de antes, donde la historia prima ante cualquier otra reflexión, sin paja y desnuda de artefactos narrativos inútiles que desvíen la atención del lector. Por eso es tan intensa, interesante y corta, porque se queda con lo esencial. Pedro Mairal es un narrador y fabulador nato, que teje una historia de cabo a rabo con los elementos clásicos de la narrativa, pero añadiendo esa magia, colorido y sonoridad que suele tener la literatura iberoamericana.

Sin dejar de lado el realismo costumbrista de la novela, Mairal introduce un elemento que para mí tiene un componente mágico inmenso: el cuadro. ¿A quién sino a Borges o García Márquez se les ocurriría plantear la existencia de un cuadro de toda una vida, literalmente, de más de 4 kilómetros de longitud dividido en rollos de tela de 60 metros? Pero funciona como una realidad tangible, perdida, olvidada, oculta por los designios del destino. Salvatierra devuelve al lector el placer de la lectura de una historia pura y original, con introducción, nudo y desenlace, y un desarrollo de la historia que mantiene al lector pegado a sus páginas sin casi pestañear.

Tras leer Salvatierra confirmo lo que ya venía leyendo sobre Pedro Mairal desde la publicación de La Uruguaya (quizá una próxima lectura suya que haga una vez reduzca un poco la pila de libros pendientes que tengo, aunque mejor sería hablar de pilas de libros pendientes), y es que es un narrador magnífico o al menos esta novela suya lo es. Si fuera profesor de literatura y me pidieran que pusiera un ejemplo de perfección narrativa y argumental creo que pondría este ejemplo. A Mairal le sobra con una novela que no llega a las doscientas páginas para desarrollar ante nuestra vista una historia redonda y, como digo, casi perfecta, donde el lector se queda prendado de la trama y quiere seguir leyendo para ir poco a poco descubriendo lo que se esconde tras ese cuadro inabarcable de toda una vida y del personaje de Salvatierra.

Dudo mucho que quien esté dentro del mundo editorial o cerca y le apasione leer no sepa aún de la existencia de Pedro Mairal, pero para quien aún no haya oído hablar de él, pese a su relevancia con La Uruguaya, le recomiendo que se acerque a su obra, si no con esa otra novela, sí con Salvatierra, que quizá por no tener tantas expectativas detrás uno se acerca a ella simplemente queriendo descubrir una buena lectura. Y esta lo es. Sin duda. Una lectura perfecta, para esas tardes en las que no se quiere hacer nada más que estar en casa en un sillón cómodamente pasando el tiempo.

Caronte.

viernes, 20 de agosto de 2021

Hamnet

 

Siempre que una novela levanta tantísimas buenas críticas y opiniones, y no hay blog, revista cultura, perfil de Instagram o comentario en Twitter que no la ensalce y la ponga por las nubes intento dar espacio y sobre todo tiempo antes de acercarme a ella. Y lo suelo hacer porque muchas veces (la mayoría de hecho) esas hiperventilaciones por cualquier expresión de arte, y la literatura es una de ellas, vienen cargadas de expectativas que nos obligamos a cumplir y a aceptar simplemente porque otros a los que admiramos, seguimos o damos credibilidad han hablado bien de un libro (o película, o serie, o exposición de arte, etc.). Compré esta novela en una librería barcelonesa recientemente abierta de la que me enamoré hasta tal punto de plantearme si mi vida no sería mejor y más feliz trabajando en una librería leyendo y recomendando libros por doquier. El libro ha estado unas cuantas semanas en mi pila de pendientes hasta que ha llegado este mes de agosto al erial en que se convierte Madrid por estas fechas y en una soledad enriquecedora de dueño y señor de mi casa vaciada por vacaciones parentales me he puesto a leer esta obra.

Hamnet es una novela soberbia. Maggie O’Farrel consigue aunar, para deleite de los lectores y apasionados de la literatura, una obra magistral sobre el amor, la pasión, el dolor, la pena, la pérdida, la muerte, el recuerdo y el olvido. Y lo consigue además con un estilo perfecto que trasciende el papel y la palabra para hacer que la lectura de este libro sea una experiencia meta sensorial en la que la lectura es un mejor instrumento para oír, sentir, saborear, palpar y ver absolutamente todo lo que a lo largo de las diferentes escenas y tiempos que se no presenta en el libro.

Con los ecos mitológicos que transfiere a la novela la figura, quizá difuminada por las dudas que general el tiempo, de Shakespeare y su vida, Hamnet nos recuerda demasiado a esa otra leyenda de la literatura como es Hamlet, la más grande de las obras del Bardo inglés. Una letra diferencia la obra del genio de la literatura universal de esta novela que lleva por título además el nombre del hijo muerto prematuramente del dramaturgo y poeta inglés. Maggie O’Farrel, partiendo de lugares, nombres y sucesos reales fabula la vida de toda una familia a través de la figura de un niño, de una criatura inocente que se distrae con facilidad de sus tareas atraído por el mundo que le rodea en una idílica campiña inglesa. Hamnet es el hilo conductor de toda la trama, y sin embargo no es protagonista de nada salvo de su muerte en el lecho de su hermana gemela mientras esta, enferma de la peste, lucha por su vida y por la que pide intercambiarse en un acto supremo de amor y generosidad fraternal. Y a veces, esas peticiones al destino y la muerte se cumplen.

Llena de lirismo, con una prosa perfecta, sensorial y sonora, Hamnet es una novela que lleva al lector directamente al corazón de la familia de Shakespeare. Así, a lo largo de las páginas de este libro el lector irá pasando de un miembro a otro para conocer un poco su vida, sus angustias vitales, sus intereses y deseos, su personalidad, sus temores y sus pasiones más íntimas. Anges, la madre amantísima de sus hijos: Sussana, Judith y Hamnet (estos dos últimos gemelos); Bartholomew, el hermano de Agnes; la familia de la madrasta de Agnes; Agnes, Agnes, Agnes… Alguien podría pensar que la novela podría haberse llamado antes Agnes que Hamnet. Y no le faltaría razón a quien pensara esto, porque es esta enigmática mujer, llena de fuerza y voluntad, que no recibe órdenes de nadie y que es más libre de lo que podríamos imaginar, para quien además la naturaleza es su hogar, si vida y la razón de su existencia; es Agnes, como digo el corazón de esta novela y de ella emana prácticamente todo.

Y llega la muerte. Con naturalidad, como suele llegar, sin bombo ni platillo, sin ser estrambótica, en silencio, de noche. Llega la muerte llevándose a Hamnet. Aunque quien empiece a leer esta novela ya sabe lo que pasa no es menos sorprendente cómo llega. Maggie O’Farrell narra desde la más absoluta normalidad, sin aspavientos ni grandilocuencia la muerte del joven gemelo y cómo todos los miembros de la familia quedan desolados incluido el lector. Y es quizá tras esta muerte producida sin esperarlo, al albor de otra muerte que no llega a ser, la de Judith por la que el lector pena igual que toda su familia, cuando Hamnet se vuelve más interesante aún, cuando el lector sufre y se hace preguntan al hilo de las que se hacen los propios personajes, como esa de Judith a su madre preguntándola qué es ella una vez perdido su hermano ya que no hay palabras para designar al gemelo que se queda sin su otro yo así como sí hay palabra para designar a la mujer que se queda sin el marido o al hijo que se queda sin padre. Simpleza compleja, compleja simplicidad. La vida misma.

Quiero hacer, antes de terminar, una mención especial a un capítulo que me parece lo más perfecto que he leído en mucho tiempo. Se encuentra antes de llegar a la mitad de la novela y en el Maggie O’Farrell hace un alarde soberbio de capacidad narrativa y fabuladora creando más un cuento que un capítulo de transición y ambientación en Hamnet. En este capítulo se narra, con un brío y una belleza digna de estudio, cómo llega a un pequeño pueblo inglés, a una pequeña casa de artesanos la enfermedad que acabará con la vida del pequeño Hamnet. Un capítulo para leer y releer disfrutando de lo que la literatura es: magia, viaje, creación, belleza.

Podría seguir y seguir comentando pasajes y escenas y momento de Hamnet que me han resultado tan buenos que no acabaría nunca la reseña. Debo ir terminando y no puedo hacerlo sin deciros que leáis esta novela, que la disfrutéis, que si no habíais oído hablar de ella la compréis y os sumerjáis en sus páginas, si la tenéis pendiente adelantadla en vuestras lecturas porque sin duda es una de las grandes novelas de este año publicadas en castellano (y no podría haber sido publicada en otra editorial que no fuera Libros del Asteroide, que poco a poco se está haciendo con el catálogo más interesante en español). Volveré a Maggie O’Farrell en el futuro y no la perderé la pista y muy probablemente también vuelva a esta novela, aunque su relectura en un futuro ya no sea igual a esta primera vez.

Caronte.

miércoles, 18 de agosto de 2021

Napalm al cor

 

Este año ya empecé a leer en italiano después de tirarme todo el año 2020 de pandemia estudiándolo de manera aficionada de forma online. 2021 ha servido para que también me pusiera a aprender catalán y poder así leer en la segunda lengua más hablada en España (lengua que creo que debería darse la opción de aprender en los colegios – junto con el euskera y el gallego – sirviendo así de base para una mejor vertebración y entendimiento de las gentes que poblamos nuestro maravilloso país). Y aquí me encuentro hoy: reseñando la primera novela que me leo en catalán y que compré en mi pasado viaje a Barcelona en junio tras la recomendación del librero de Calders donde me hice con el libro. Por cierto, he de señalar la cantidad de magníficas y maravillosas librerías con las que cuenta la ciudad condal, sitios únicos donde me quedaría a vivir y que visitaría día sí día también dejándome el sueldo mensual comprando libros por encima de mis capacidades lectoras.

No ha podido ir mejor mi primer contacto con la legua y literatura catalanas. Pol Guasch es un jovencísimo escritor que ha conseguido con esta novela recordar a uno de los grandes de la novela americana, Cormac MacCarthy y su La carretera. Napalm al cor (Napalm en el corazón cómo probablemente sea su título en castellano una vez sea traducido y publicado) es una novela tan diferente a todo lo que se escribe y publica en el mundo editorial nacional que se lee con una frescura inusual y con una intensidad poco frecuente.

Con reminiscencia apocalípticas de un mundo que quizá pueda venir en un futuro probablemente no tan lejano como quisiéramos, Napalm al cor nos cuenta una relación de amor, una pasión, inusual en literatura donde los tabúes y el pasado pesan demasiado quizá, y donde la dependencia emocional de una parte de la relación termina por ser dañina nublando la vista y el entendimiento y haciendo que la parte más platónicamente prendada de la otra sufra.

Mediante capítulos que son apenas impresiones de un narrador del que no sabemos el nombre ni mucho sobre sus orígenes, ni por supuesto dónde está ambientada la historia, Pol Guasch construye un puzle que el lector debe ir poco a poco haciendo, encajando sus piezas, para ver la foto completa al final de la novela, cuando el lector pone luz a muchas de las sombras que Napalm al cor tiene y que hacen que su lectura tenga una intensidad y genere una sensación de malestar y misterio mezclados con melancolía que hacen que la novela sea irresistible para aquellos lectores que nos acercamos a los libros buscando algo más que simple narrativa.

Dije al principio que Napalm al cor me recordaba a La carretera de MacCarthy y es que, salvando las obvias distancias y dejando claro que nada tiene que ver una con la otra, la atmósfera de uno y otro libro es similar. Ambas novelas retratan una sociedad donde la esperanza no existe, donde el futuro es amarillento y neblinoso, y donde los seres humanos desconfían unos de otros y no saben muy bien cómo relacionarse entre ellos. En este clima es donde se desarrolla la historia de pasión y amor de los dos protagonistas: su huida con un cadáver insepulto, su búsqueda de un lugar idílico que, probablemente, solo exista en la mente de Boris.

Me sorprende a la par que me da envidia que alguien tan joven como Pol Guasch (que apenas tiene 24 años) haya sido capaz de escribir una novela con tantas lecturas y facetas, con tantos rincones por los que transitar, tan profunda y tan bien escrita como Napalm al cor. He de reconocer que durante la lectura de este libro me he ido sintiendo intrigado a la par que sobrecogido por momentos, ya que en algunos pasajes la historia se hace críptica y misteriosa, rondando la fantasía apocalíptica desoladora de un fin de la humanidad del ser humano. Por eso quizá también en apenas dos días haya terminado de leer esta novela, cosa que además me enorgullece por haber sido mi primera incursión en la literatura en catalán con un texto que, aunque de lectura fluida y fácil, no considero simple ni mucho menos.

Pocas veces me ha pasado, y quizá si haga memoria resultaría que ninguna, que esté reseñando un libro que aún no pueda leerse en castellano. Pero es así: Napalm al cor aún no ha sido traducido, aunque habiendo ganado el premio Anagrama de novela en catalán y siendo un libro tan original con una historia tan poco convencional, en la línea de esa nueva literatura y narrativa de autores jóvenes que empieza a poblar (por suerte) las librerías, poco tardará en aparecer en español. Y es entonces cuando aquellos lectores que quieran disfrutar de una lectura diferente y única, de gran calidad tanto por forma como por contenido deberán ir a su librería de confianza a hacerse con este libro y disfrutar de cada una de sus páginas y palabras. Desde luego que no elegí mal guiado por los consejos y recomendaciones del librero cuando elegí esta novela para estrenarme en catalán.

Caronte.

jueves, 12 de agosto de 2021

La vida mentirosa de los adultos

 

Volver a leer algo de Elena Ferrante tras haber terminado la saga de las dos amigas de Nápoles hace unos meses era casi cuestión de necesidad para mí. Cuando supe que este año la misteriosa escritora italiana sacaría libro nuevo empecé a seguirle la pista. Obviamente sabía que las altas cuotas de calidad narrativa y literaria alcanzadas con las cuatro novelas de Nápoles iba a ser muy difícil de igualar. No obstante, pese a las altas expectativas que llevaba tenía ganas de volver a leer a Ferrante para sumergirme de nuevo en una historia de gente normal, en un universo tan particular como universal, ambientada en Nápoles como podría estar ambientada en Sevilla, Valencia o Madrid. Lo único malo que suelen tener las expectativas es que si son muy elevadas se corre el serio riesgo de quedar insatisfecho y decepcionado, con la consiguiente pérdida de confianza en la literatura ya que muchas veces se da por hecho que un escritor debe emularse continuamente en cada una de sus novelas, cuando para nada esto es una seguridad absoluta.

La mentira está en nuestras vidas desde el mismo momento en que salimos del engaño del ratoncito Pérez, los Reyes Magos o Dios. En el mismo momento en que entramos en la vida de los adultos, y no es necesariamente cuando se es mayor de edad, asumimos que el mundo está repleto de mentiras: que se miente para vivir o para sobrevivir. La vida mentirosa de los adultos es el relato de cómo una joven de familia acomodada y burguesa progresista de Nápoles entra en esa vida dándose cuenta de que mentir no es un accidente, sino parte del paisaje de la vida, inherente a nuestra existencia de hecho.

El escenario por el que se moverá el lector será de nuevo Nápoles: ciudad ya conocida para los lectores de Ferrante ya que en ella se desarrollan las cuatro novelas de la saga de las dos amigas que tanto furor despertaron hace años. Un Nápoles descrito a la perfección, tanto sus barrios acomodados como los más humildes y en el que se ven los grandes contrastes entre tradición y vanguardia, pobreza y burguesía, clase y vulgaridad. La vida mentirosa de los adultos es una novela que no tiene muchas pretensiones más que reflejar la cotidianeidad y la normalidad de personajes humildes con problemas comunes y relaciones interpersonales que da igual el lugar del mundo en el que estemos que siempre se dan de la misma manera.

Nadie puede dudar a estas alturas de que Elena Ferrante, con el bombazo que fue la saga napolitana rompió los moldes de la narración costumbrista retratando como pocos han hecho la vida humilde de gentes normales y corrientes con las que el lector puede sentirse totalmente identificado y retratado incluso. En La vida mentirosa de los adultos Ferrante sigue explotando ese filón costumbrista italiano/napolitano, pero pierde parte del tirón y la magia que tuvo su tetralogía. O, al menos, esto es lo que me ha pasado a mí: que no he entrado en la historia de la manera que entré en sus novelas anteriores.

Como siempre digo, que un libro no me haya llegado es más problema mío que del autor o autora. En este caso, sabiendo que Elena Ferrante escribe como pocos autores, tengo que asumir que el que tras la lectura de La vida mentirosa de los adultos haya quedado frío y quizá, muy a mi pesar, decepcionado, es más mi culpa que suya. Reconozco que me he aburrido mucho durante la lectura de esta novela que pretende alcanzar las cuotas de intimidad y profundidad emocional que tienen las novelas de su saga napolitana sin conseguirlo ni de lejos. No es una mala novela, pero no es la novela que esperaba encontrar.

Pese a que la historia que Ferrante cuenta en La vida mentirosa de los adultos no haya resultado de mi interés y me haya costado avanzar en ella por encontrarla quizá algo más repetitiva de lo normal y casi esperable, sí tengo que decir que no hay autora que retrate Nápoles (o cualquier otra ciudad) como hace Ferrante en sus novelas. En esta novela de nuevo Nápoles y sus barrios, sus gentes, sus ruidos y olores, sus tradiciones, calles, plazas y parques son un elemento fundamental en el desarrollo de la trama. Nápoles no es un mero escenario sino mucho más, significando toda la vida en sí misma con sus dobleces, contrastes, mentiras, evoluciones, malos y buenos momentos. Las novelas de Ferrante son perfectas guías turísticas espaciotemporales que nos llevan a una Nápoles que fue pero que, en cierto modo, estoy seguro, que sigue siendo.

Es cierto que La vida mentirosa de los adultos no me ha entusiasmado, pero es una novela que sigue la senda de la saga de las dos amigas. Ferrante narra como nadie los conflictos personales y familiares, sin contemplaciones ni remilgos, y retrata como pocos su ciudad. También es cierto que alcanzar el nivel que se alcanzó con las novelas de las dos amigas es muy difícil y por tanto todo lo que venga después pues lo más seguro es que no esté a la altura de aquello. Sin embargo, estoy seguro de que cualquier lector a quien le entusiasme una historia de madurez, de paso de la infancia inocente a la adultez mentirosa y contradictoria, donde las pasiones y los impulsos rigen la vida más que los placeres del vivir tranquilo, encontrará en esta novela una gran lectura, entretenida y perfecta para esas pérfidas tardes de agosto en la piscina o junto al mar.

Caronte.