lunes, 31 de enero de 2022

Una reina en el estrado

El año pasado, también por estas fechas, comencé una trilogía a la que tenía muchas ganas: la trilogía de Hilary Mantel sobre Thomas Cromwell y la Inglaterra del siglo XVI y de Enrique VIII. Y al igual que el año pasado esta segunda entrega de la trilogía me ha sido regalada por Reyes, por lo tanto, los paralelismos son más que evidentes y justifican que el año que viene por estas fechas termine la trilogía y lea la última de las entregas. No suelo ser yo mucho de sagas literarias o bueno más que sagas en este caso de trilogías o tetralogías o libros encadenados porque me suele dar pereza, sin embargo, la aclamación por parte de público y crítica de estas obras de Hilary Mantel me llevaron a decidir leerla y puedo asegurar que no me arrepiento de haber iniciado este viaje el año pasado y de saber que lo concluiré el año que viene.

Antes de hablar con más profundidad de Una reina en el estrado voy a hacer un comentario relativo a la traducción del título que como ya pasó en la primera de las novelas de la trilogía me parece un poco inadecuado o al menos, debido probablemente al juego de palabras que tanto en la primera de las novelas como en esta Hilary Mantel usa para, se pierde bastante matiz en cuanto al mismo. En inglés esta novela se titula Bring up the bodies expresión que se utilizaba en la torre de Londres cuando se tenía que sacar de las celdas y llevar al patíbulo a los condenados a muerte; o la expresión que en la última parte de la novela se utiliza de manera clara y que daría mucho sentido al título si no fuera porque en español se ha perdido todo ese matiz del título inglés. Pero bueno, no deja de ser un matiz.

Una reina en el estrado narra la vida en la corte inglesa de Enrique VIII tras la ejecución de Tomás Moro y la posterior caída en desgracia y ejecución de la segunda de las mujeres de Enrique Ana Bolena. Toda la narración vuelve a girar, como en la primera de las entregas, en torno a la figura del secretario Thomas Cromwell mano derecha de Enrique durante muchos años y artífice de la conversión de Inglaterra en un país protestante y su modernización dejando a la Iglesia en un segundo plano. Las intrigas, las conversaciones, los diálogos, los sueños, los anhelos, las envidias, todas las pasiones humanas se entretejen en esta maravillosa novela para entregarnos un tapiz casi perfecto de aquellos años convulsos en la política inglesa y también europea.

La Inglaterra del siglo XVI, la Inglaterra de Enrique VIII y de los Tudor, a fin de cuentas, es un período de la historia inglesa y europea muy interesante, muy convulso, con muchas ramificaciones y matices que de haberse producido de una manera diferente a la que se produjeron hubieran cambiado probablemente el curso de muchos acontecimientos posteriores. Una reina en el estrado no es solo una novela para entender y poner luz en la vida de un personaje clave en esa Inglaterra y en esa Europa del siglo XVI cómo fue Thomas Cromwell si no un fresco de toda esa época y de como se tejían alianzas, de cómo se deshacían esas mismas alianzas por intereses y conveniencia y cómo se hacía política, en resumidas cuentas, en aquella época.

Una reina en el estrado es, por así decirlo, junto con el resto de las novelas de esta trilogía, una representación escrita de lo que en su momento fue la serie de televisión de los Tudor. Personajes y tramas son prácticamente las mismas. En el caso de esta novela vemos pasar a Ana Bolena del éxito que la encumbra como mujer de Enrique VIII en detrimento de Catalina de Aragón y tras vencer sobre Tomás Moro ejecutado en la torre de Londres, a su propia ejecución en la misma torre unos años después tras caer en desgracia y ser incapaz de darle un hijo varón heredero al trono de Inglaterra al rey, quien se encaprichará de Jane Seymour y pedirá hacerla su esposa buscando las estratagemas y excusas necesarias para hacerlo, caiga quien caiga.

Así como la mayor parte de las novelas históricas parten de una ficción y la ambientan en un período histórico determinado y muy bien, en la mayoría de los casos, documentado en Una reina en el estrado lo que se nos cuentan son hechos reales. Hilary Mantel hace un enorme trabajo de documentación para ubicar a los personajes históricos en los momentos correctos de la historia y así poder reconstruir lo que fueron las intrigas de Palacio, las conversaciones secretas, los susurros al oído, las personalidades inciertas… Y lo hace de tal manera que el lector se mete en la historia, en ese período histórico, y visita las estancias reales, las privadas, las públicas; empatiza probablemente con Catalina de Aragón o siente odio por Ana Bolena, pena por Enrique, incertidumbre por Thomas Cromwell.

Lo bueno que tiene Una reina en el estrado Es que no es una novela histórica que continúa una primera para conformar una trilogía que no estaba inicialmente prevista. Hilary Mantel tenía previsto hacer tres libros sobre Thomas Cromwell cada uno de ellos enfocado en una parte relevante del período de Enrique VIII. Esto hace que el conjunto de la trilogía individualizado en cada uno de los libros sean propuestas literarias de muy alto nivel narrativo, muy bien escritas y, ante todo, muy interesantes por abrir las puertas a los lectores a una época muy compleja y difícil de explicar sin usar tecnicismos históricos o un tono docente. Estoy deseando que llegue el año que viene para dar fin a esta trilogía.

Caronte.

jueves, 27 de enero de 2022

La señora Potter no es exactamente Santa Claus

Comprar y leer este libro fue resultado de dos necesidades: la primera de ellas, saciar una curiosidad, ya que desde que se publicó no he dejado de ver en redes sociales buenos comentarios, recomendaciones y reseñas sobre él; la segunda viene de mi incapacidad de hacer un trayecto en transporte público sin ir leyendo, por lo que tuve que comprar este libro en Santiago de Compostela después de que en el AVE de ida a la ciudad Jacobea acabara el libro que me estaba leyendo y me quedara, por tanto, sin libro para la vuelta. Fue ésta como podría haber sido cualquier otra la que comprara en Santiago, pero después de recorrerme varias librerías en la capital gallega al final decidí optar por esta novela ya que, en el fondo, llevaba tiempo ya con ganas de hacerme con ella.

Lo primero que llama la atención de este libro es su título, un título absolutamente maravilloso. de esos que atrapan desde el momento en el que lo lees. La señora Potter no es exactamente Santa Claus, título larguísimo para lo que estamos acostumbrados, destaca en cualquier listado de libros, en cualquier mostrador de novedades, en cualquier estantería; un título que bien podría ser simplemente la traducción de una novela clásica del siglo XIX inglesa, pero que sin embargo es un título de una novela escrita por una escritora española que ha desarrollado toda su obra en castellano: Laura Fernández. (Si me permitís la licencia a partir de ahora llamaré al libro simplemente La señora Potter).

La señora Potter es una novela que rebosa, desde la primera página, imaginación e inventiva, que desborda lo que estamos acostumbrados a leer en la narrativa y en la literatura española contemporánea y que nos lleva a otra época (que espero pueda recuperarse) en la que la ficción pura y dura era la protagonista de todas las novelas que se editaban en España. Ficción pura y dura: algo que se está perdiendo mezclando géneros, trayendo a colación vida de escritores que sinceramente a mí particularmente me trae sin cuidado, llamando ficción a lo que realmente es autoficción y por lo tanto una autobiografía y por lo tanto darse importancia sin tenerla. Laura Fernández ha escrito una obra original, simple y llanamente, de esas que escasean, con una historia llena de luces y sombras, de color, de oscuridad, de vida y de humor.

El argumento de esta novela simple no es, quiero decir, no hay una única trama sino muchas subtramas alrededor de lo que podríamos quizá considerar una trama principal que es que el dueño de una tienda de regalos relacionados con un libro escrito por una escritora que se hizo famosa única y exclusivamente por ese libro decide cerrarla para huir de ese pueblo que tan amargos recuerdos y vivencias le trae. De hecho, el título de esta novela La señora Potter no es exactamente Santa Claus es el título de esa novela ambientada en este pueblo que no solamente es un lugar, sino que prácticamente es un personaje que determina la conducta de todos los otros personajes de carne y hueso que aparecen en la novela. Personajes que junto con los diferentes lugares y marcas que aparecen en el libro tienen nombres absolutamente rimbombantes fruto de una imaginación absolutamente desbordada de la autora que le dan al libro una de sus más genuinas y originales peculiaridades.

He leído por ahí que La señora Potter es un libro que, si te paras a pensar, no narra más que absurdeces y por lo tanto es un libro con una trama absurda. Puede ser que sea verdad. De hecho, en más de una ocasión a lo largo de la lectura de estas 600 páginas me he planteado hacia dónde quería llevarnos la autora porque en el fondo no hay un destino de la lectura. Hacer un libro con tanta subtrama, con tanto personaje secundario, con tanto nombre llamativo, puede llevar al lector a perderse un poco en una narración que en más de una ocasión, debo de confesar, se hace pesada y densa. Pero vivan las absurdeces de este calibre y de esta calidad; esas absurdeces narrativas que transportan al lector a un mundo absolutamente único fruto exclusivamente de la imaginación de una escritora y de la capacidad imaginativa de cada lector que ubica en un Hola mundo único y exclusivo toda la novela.

Sin embargo, he de decir también que, pese a que en conjunto La señora Potter es una novela entretenida con momentos divertidos y momentos absolutamente profundos donde uno se da cuenta que pese a todo el envoltorio absurdo lleno de imaginación a veces subyacen una serie de reflexiones muy potentes sobre el arte, sobre la vida, sobre las relaciones padres-hijos, sobre lo que es en el fondo la vida, creo que le sobran unas cuantas páginas y que debido a su excesiva longitud la narración termina siendo un pelín repetitiva.

Para acabar simplemente añadir que creo que La señora Potter no es exactamente Santa Claus es una buena novela, quizá un poco larga en exceso, pero buena, a fin de cuentas. Pocas veces he leído un libro en el que la narración esté tan llena de lo que debe de ser realmente la literatura: invención, magia, generosidad con personajes, referencias clásicas, influencias de otros escritores, de otras narrativas, de otros estilos… desde luego puedo asegurar que esta novela no va a dejar indiferente a nadie lo más probable es que atrape desde el primer momento o te expulse directamente seas incapaz de avanzar más allá de las primeras páginas. Yo recomiendo dejarse llevar por esta novela, por esta historia, por este pueblo, Kimberly Clark Weymouth, qué es todo aquello que podemos imaginar y más. y disfrutar de una narración pura de ficción.

Caronte

lunes, 24 de enero de 2022

Un viaje de invierno

Lo que me atrae siempre de las novelas de Juan Benet es su capacidad para dejar a un lado el argumento de estas, que este no tenga ningún tipo de importancia, y que todo el peso del libro recaiga en su estructura formal. Las novelas de Juan Benet son prodigios formales y exigen del lector una concentración extrema para poder desentrañarlas de manera correcta y tras una lectura que muchas veces es tediosa pero que, sin embargo, el lector no puede abandonar. O al menos es lo que a mí me pasa con las novelas de este autor fallecido hace ya unos cuantos años y que compaginó su profesión de ingeniero de caminos, canales y puertos con una obra literaria que ha dejado una impronta muy relevante en muchos escritores y que, por cómo son sus novelas, está en el olvido o en un rincón oscuro de la memoria literaria de España.

En Un viaje de invierno Juan Benet nos lleva de nuevo a Región: ese territorio tan suyo, tan propio, tan único, tan real e irreal al mismo tiempo, que podría considerarse una mezcla de muchos lugares reales de la geografía española y que si hubiera que ubicar de manera un poco precisa en un territorio real de nuestro país podría ser perfectamente una zona comprendida entre Zamora, León, Palencia…, zona castellanoleonesa del norte. En casi todas sus novelas Juan Benet utiliza Región no ya solamente como un escenario donde la mayor o menor acción de las mismas se desarrolla, sino como un personaje más que determina muchas veces la manera de actuar de los diferentes personajes y que definida tan maravillosamente bien como lo hace Benet, gracias muy probablemente a su formación técnica como ingeniero, hacen que el lector pueda imaginarse perdido entre las lomas, las cimas, los valles, los pueblos de esa región brumosa, gris, melancólica, triste, oscura, Donde la esperanza hace tiempo que se perdió y el futuro no es más que un anhelo inalcanzable para sus habitantes.

Un viaje de invierno es desde luego una de las novelas más complejas de Juan Benet y en la que mayor empeño formal puso para poder encajar lo que quería contar, lo que quería exponer, en un formato que combina una narración clásica, densa, con unos ladrillos o glosas a los márgenes que se van intercalando a lo largo de toda la novela y que pueden constituir un segundo nivel de lectura. Esta complejidad hace que los personajes y la propia trama de la novela pasen absolutamente a un segundo plano, como he señalado antes. Y es que al lector poco le va a importar lo que pase o no pase a lo largo de las páginas de este libro; páginas que pasará muy poco a poco, porque en muchas ocasiones tendrá que releer pasajes completos para terminar de comprender qué es lo que ha ocurrido.

A través de una narración muy densa, con oraciones muy largas, intercaladas de aclaraciones entre guiones y entre corchetes y entre paréntesis, el lector va a descubrir una historia familiar de pueblo, oscura, con rencillas históricas y destinos marcados por la fatalidad y la inevitabilidad del paso del tiempo. Un viaje de invierno en el fondo es un drama familiar en el que una mujer sola en una gran casona rural celebra una fiesta recurrente, año tras año, invitando a la misma gente, siguiendo las mismas pautas, pretendiendo así, repitiendo una y otra vez un mismo acontecimiento este pueda variar con el tiempo sabiendo que una vez una acción es llevada a cabo no hay manera de borrarla del libro de la historia.

Leer a Juan Benet es saber que la lectura va a ser difícil, que va a exigir mucho del lector y qué va a costar introducirse en un libro suyo. Sin embargo, si somos capaces de salvar todos estos obstáculos, más formales que otra cosa, el lector se va a encontrar con un ejercicio de lectura muy instructivo y sobre todo con un reto literario de primer nivel. Un viaje de invierno es un ejemplo perfecto de lo que Juan Benet tenía dentro de sí y conformaba su universo literario: una mente compleja, de difícil acceso y con unas estructuras intelectuales por encima de la media. por eso la mayor parte de la obra de Juan Benet es incomprendida, porque solamente una cabeza como la que él tenía sería capaz de desentrañar y descifrar lo que sus novelas pretenden contar.

Es difícil recomendar a Juan Benet porque su obra es críptica, porque sus libros no son convencionales: no pretenden vender, no pretenden ser leídos incluso, o esa es la impresión que yo tengo. Creo que la obra de Juan Benet pretende existir, pretende estar ahí y ser una especie de consulta para aquellos lectores que quieran realmente profundizar en ella y dejarse llevar por una manera de escribir compleja, rebuscada, muy culta, que hace ver que no hay una única manera de contar y narrar, sino que hay tantas como individuos. Un viaje de invierno es una novela en la que me costó entrar, pero que al final terminé leyendo con muchas ganas para intentar hacerme una mínima idea de lo que Benet quería transmitir con ella (porque al final, de las novelas de Juan Benet lo que el lector puede sacar en claro no llega probablemente ni al 20% de lo que pretendía el autor).

Caronte.