miércoles, 29 de septiembre de 2021

Volver a dónde

Vuelvo a reencontrarme con Antonio Muñoz Molina después de la última novela suya que leí, Un andar solitario entre la gente, que me dejó bastante descolocado y decepcionado. Y me reencuentro con él también de manera literal al haber vuelto de nuevo a la Feria del Libro después de casi dos años y medio sin pasear entre lectores, autores y libreros por el paseo de coches del Retiro debido a la pandemia que a todos nos ha trastocado vitalmente nuestras rutinas, aficiones y forma de vida. La verdad es que ha sido una alegría inmensa el haber vuelto al Retiro a hacer cola delante de una caseta esperando que llegue mi turno para saludar a un autor. Este año han caído varias firmas ante las que tenía muchísima ilusión, entre ellas la de AMM. Además, coincidiendo con la llegada de septiembre editoriales, autores y libreros se vuelcan con las novedades literarias y plagan las redes y librerías de publicaciones anunciando lo más esperado (no siempre lo mejor) por crítica y pública. Muñoz Molina, sin yo esperar libro nuevo, ha publicado hace apenas unas semanas y yo como buen admirador incondicional devoré las páginas de su nueva obra.

Volver a dónde no es una novela sino más bien una especie de diario pandémico en el que a través de tres hilos temporales AMM nos relata su visión de una sociedad cambiada, sufrida, díscola y sin rumbo ni norte golpeada por la pandemia de la covid-19. Muñoz Molina, a base de breves capítulos que en el fondo no lo son sino simplemente un recuento de recuerdos y apuntes muestra al lector tres tiempos narrativos diferentes: los días inmediatamente previos y todo el durante del confinamiento total de febrero-mayo de 2020, la “nueva normalidad” y su infancia en Úbeda donde los recuerdos y su memoria son el hilo conductor que contrasta con el presente.

Sin contemplaciones ni pelos en la lengua Muñoz Molina, usando su prosa refinada, pulida y perfecta (para mi gusto claro) muestras su particular visión de la sociedad y el mundo, siempre desde su balcón privilegiado con vistas a la calle O’Donell en Madrid, en pleno barrio de Salamanca. Tirando de recuerdos, sentimientos, sensaciones, miedos y desconciertos, AMM va haciendo un relato de la pandemia y la nueva realidad que contrasta limpiamente con su infancia en un pueblo grande de Jaén como es Úbeda (tantas veces retratado en sus libros como Mágina). Volver a dónde muestra los grandes contrastes no solo en la vida del autor sino en la propia sociedad española, y más aún tras el golpe y el coma inducido que ha sido la pandemia y el confinamiento del año pasado.

Insisto de nuevo en que Volver a dónde no es una novela, no hay trama, ni argumento, ni personales; no hay nada inventado ni imaginado. Todo es real. A lo largo de las páginas de esta obra AMM cuenta lo que ve, lo que siente, lo que oye, lo que piensa y lo que recuerda de su infancia y juventud. Por esta razón me molesta mucho que la editorial que publica el libro (aunque podría hacer esta queja extensiva a cualquier otra editorial) venda este libro como la nueva novela de Muñoz Molina. No es así. Y no tiene que ser así. A Antonio Muñoz Molina le leo porque es capaz de escribir con belleza sobre temas de actualidad, sin novelar ni ficcionar nada, simplemente mostrando su mirada lúcida y crítica sobre el presente y el pasado. Y esto es lo que hace en este libro.

Antonio Muñoz Molina no necesita crear una ficción para atrapar a un lector y Volver a dónde es buen ejemplo de ello. Siempre he admirado a Muñoz Molina por su capacidad de narrar y contar sin vueltas innecesarias y sin llevar al extremo el estilo o la forma en que se narra. Hace fácil el escribir cuando es algo que no es sencillo. Escribir mal sabemos hacerlo todos y muestras de ellos hay a diario en todos lados. Escribir bien es un don, saber transmitir una historia, ficticia o real, de manera que el lector quiera saber más y no solo eso, sino que exija saber más y sienta un vacío cuando termina de saber todo lo que el escritor tiene que contar, no es nada sencillo. Muñoz Molina es uno de los mejores narradores que tenemos en lengua española, quizá no sea el mejor novelista, pero eso es secundario. Leer cualquiera de sus libros, aunque no se entiendan, es un placer, un gusto para los que amamos la lectura de un buen libro.

Y es que has sido un placer leer Volver a dónde, un libro en el que todos, en mayor o menor medida nos vamos a sentir reflejados. La pandemia y el confinamiento es algo que todos hemos vivido y sufrido y, salvando las distancias y las condiciones personales de vida de cada uno, todos hemos pasado por sentimientos y sensaciones parecidas a las que Muñoz Molina plasma en este libro. Recuerdos, inseguridades, observaciones, miedos, resignaciones, dudas, rabia ante el comportamiento humano, críticas políticas ante una inacción previa y una inacción posterior indecentes, opiniones, todo escrito a la perfección, sin artilugios literarios pesados que busquen originalidad. Muñoz Molina no busca con este libro haber escrito el libro sobre la pandemia, y sin embargo ha conseguido hilar en él una crónica personal pero global de lo que fueron aquellos días de encierro y coma vital, cuando nuestras vidas abandonaros la calle y nos encerramos en casa; y entrelazar presente con pasado para buscar raíces comunes de las que se puedan llegar a sacar brotes de esperanza para un futuro en el que me da que no vamos a ser mejores de lo que pensábamos que la pandemia nos haría. Lean este libro y déjense llevar por AMM a nuestro presente más reciente.

Caronte.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Orlando

¿Cómo puedo reseñar a Virginia Woolf, una de las más grandes escritoras británicas de todos los tiempos, cuya obra se cita constantemente y se estudia permanentemente en colegios, institutos y universidades y que sigue siendo un referente cultural y literario? ¿Cómo puedo si quiera dar mi opinión de uno de los libros más famosos de Woolf sabiendo que obviamente lo que de él diga será única y exclusivamente mi opinión? No tengo la más mínima idea. Lo que se es que me he vuelto a acercar a Virgina Woolf por un casual de club literario al que me he apuntado con gente de redes sociales, después de haber leído únicamente Al faro hace ya 5 años cuando yo aún tenía 25 y que no sé si terminé de entender correctamente. También sé que probablemente la opinión que me genera Woolf y su obra sea totalmente opuesta a la unanimidad que suele haber al hablar de esta escritora y su obra.

Orlando ha sido mi segundo intento de adentrarme en la obra de Virginia Woolf y muy probablemente sea el último. No tengo tiempo que perder en libros y escritores crípticos que hay que analizar sesudamente y que necesitan de un manual de instrucciones para interpretar y saber de qué me quieren hablar y qué me están contando. Quizá necesite madurar más literariamente hablando para poder acercarme a este tipo de escritores; o quizá simplemente es que estos escritores no son más que personajes idealizados por el mito y la leyenda, encumbrados más por su vida extraliteraria que por su buen hacer narrativo. Dos libros he leído de Virginia Woolf y dos decepciones mayúsculas.

A modo de sátira literaria, de burla sumamente irónica, de caricatura de lo que fue un género literario puramente inglés como la biografía novelada, Virginia Woolf intenta hacer un “Qujiote” moderno (salvando absolutamente las distancias porque nada tiene que ver la obra de Cervantes con esta de Woolf, y solo uso la metáfora para comparar intenciones de ambos escritores) para reírse quizá de la tradición inglesa de ese género sin sentido ni interés alguno. Orlando narra la vida durante más de tres siglos (este uso del espacio tiempo es uno de los elementos más absurdos y desconcertantes de la novela, al que no encuentro sentido alguno) de un personaje que al principio del libro es hombre pero que a mitad pasa a ser mujer (otro elemento característico de este libro que tampoco he sabido interpretar y que me da que debe ser algo metafísico e importante pero que para mí no es más que una frivolidad inocua). Sus andanzas, reflexiones, aventuras, cambios de idea, de lugar y tiempo, sus relaciones con otros personajes igualmente insólitos llenan las trescientas páginas de esta novela que se me ha hecho pesada a más no poder.

Tengo la impresión de que hay escritores y libros que conforman una burbuja literaria a la que nadie quiere pinchar por no desinflar. Hablo de escritores como Henry Miller, Joyce, Faulkner, Woolf cuyos libros son ininteligibles no sé si de manera consciente por parte de sus autores cuando los escribieron para reírse de todo el mundo literario o inconsciente por incapacidad para escribir bien. Orlando es de esos libros, aunque reconozco que podría salvar unas cuantas páginas que si que me han parecido ingeniosas, divertidas y entretenidas de leer. Pero el resto no es más que páginas impresas: letras formando palabras formando frases formando párrafos formando capítulos.

He terminado Orlando con ganas de haber abandonado antes, pero por orgullo y porque en el fondo tampoco es tan largo lo he terminado. Pero su lectura se me ha hecho pesada, densa, tediosa, aburrida por momentos, indescifrable a ratos y permanentemente absurda. Sé que quizá sea yo mismo el problema y que en el fondo esta novela sea una obra maestra con un mensaje profundo e imprescindible que haya marcado, maque y siga marcando generaciones enteras de escritores y novelistas. Pero yo he sido incapaz de verle sentido alguno. Me he aburrido como con pocos libros me ha pasado. Y esto sí que no lo perdono en una novela. Puedo no entenderla, puedo no lograr captar todos los matices, pero si algo me aburre tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo y con la cantidad de libros y autores y escritoras que aún no conozco sería un sacrilegio malgastar esfuerzos en escritores con los que no logro crear ningún vínculo.

Desisto de leer más a Virginia Woolf. No es una escritora para mí. De hecho, creo que es una de esas figuras literarias engrandecidas por intereses que se me escapan pero que no son más que escritores sobrevalorados con una obra más o menos mediocre que por críptica capta la atención de la crítica y cierto publico que la encumbran solo porque sí. Orlando ha sido una pérdida de tiempo en mi vida y más sabiendo que tengo como una veintena de libros por casa pendientes de leer. Si alguien se anima a leer esta novela le deseo suerte y paciencia, y más teniendo en cuenta que todo lo que acabo de escribir no es más que una opinión que no pretende pontificar ni sentar cátedra alguna.

Caronte

viernes, 3 de septiembre de 2021

Las malas

Ya comenté en algún que otro post anterior que para mí la literatura es de las herramientas más poderosas y potentes a la hora de cambiar las cosas. Pienso además que la literatura, en todos sus géneros y estilos, debe ser ese gran foco que arroje luz y claridad a aquellos ámbitos de la vida y la sociedad donde la oscuridad reina. Una buena historia, biográfica o no, con más o menos fantasía, tiene el poder de cambiar al lector, de influirle, de abrirle nuevos horizontes a los que no se habría asomado si no fuera por la literatura. Puede sonar fantasioso, quizá incluso prepotente o iluso, pero pienso firmemente que los libros deben ser capaces de cambiarnos tras su lectura, en mayor o menor medida, de influirnos y de golpearnos en lo más profundo de nuestras emociones y creencias para hacernos mejores. Un libro no puede ni debe ser simplemente un pasatiempo, sería triste que así fuera, sino un medio de cambio.

Las malas es de esas novelas que golpean duro y llevan al lector a espacios, lugares y situaciones que muy probablemente nunca hubiera si quiera tenido la imaginación de evocar. Camila Sosa Villada, argentina de Córdoba que ha estado toda su vida luchando por sobrevivir en un mundo que la negaba, ha escrito una novela que tiene mucho de su vida y que agarra al lector por donde más duele para no soltarle desde la primera hasta la última página. Sin concesiones ni ambigüedades Villada lleva al lector hasta los más bajos fondos de la prostitución de travestis en un parque de Argentina, donde pasan frío, hambre, miedo, pero también donde ríen y comparten la vida esas mujeres que siempre lo han sido, aunque el mundo no quisiera verlas como tal.

Cuando llegas a una novela sin saber qué te vas a encontrar y ni siquiera te has leído la sinopsis de rigor de la contraportada sientes una emoción enorme cuando, a medida que avanzas en la lectura, el libro te va atrapando en su ritmo y en su historia. Esto es lo que me ha pasado con Las malas: lo compré simplemente porque es de esos libros que tras su publicación mantienen un eco perenne en foros literarios y librerías, y siempre está entre los recomendados por lectores y libreros. No sabía al empezarlo que me atraparía y me golpearía con fuerza la historia de Camila (autora y ¿protagonista?) y sus experiencias de calle con hombres de toda condición y carácter, sus recuerdos de infancia con una familia que ataca física y verbalmente al niño que fue y nunca quiso ser y su camaradería con otras travestis de la calle.

No entro a valorar la cantidad de verdad que las páginas de Las malas guardan y esconden. Me da igual lo mucho o poco biográfico que sea este libro, porque es verdad, para mí no es relevante que Camila Sosa Villada haya conformado una historia con su propia historia personal. Lo que es relevante es que esta escritora y artista polifacética argentina haya sido capaz de llevarme a sitios donde nunca en mi vida me hubiera atrevido ni siquiera a asomarme desde la lejanía ya fuera por miedo, cobardía o, incluso, rechazo. Esto es lo relevante para mí: que el libro me haya hecho mirar allí donde de manera natural hubiera retirado la mirada.

Reconozco humildemente que poco o nada sé del mundo trans, de sus reivindicaciones, su pasado, sus luchas o su trasfondo oscuro pasado. También reconozco que poco o nada me he interesado por él de manera voluntaria. Sé, eso sí, que todo lo que reclamen, todos los derechos que exijan, toda la igualdad que pidan será de justicia concedérselo. Nadie somos más que nadie por nuestro sexo o género u orientación sexual. Nadie. Y nadie nos puede decir cómo nos tenemos que sentir. Las malas es un libro duro, donde el lector se va a sentir incómodo en muchas ocasiones leyendo realidades que Sosa Villada no cuenta para ambientar sino para dar luz sobre una zona de sombrar que se ha extendido en el tiempo más de lo que debería.

A principios de año decidí leer a más autoras, a más mujeres, y más libros sobre mujeres y sus problemas, sus vidas, sus inquietudes y preocupaciones. Lo voy consiguiendo poco a poco. Y qué maravilla es leer de aquello que se sabe menos o solo se intuye desde la distancia. La lectura de Las malas no solo me he reconfortado como lector y con mis ideas sobre el poder de la literatura y los libros, sino que de nuevo me lleva a ese idioma español iberoamericano tan parecido, pero a la vez tan lejano al que yo mismo hablo y escribo. Camila Sosa Villada escribe con ecos de ese realismo mágico tan soberbio y único que deslumbró a la literatura con García Márquez como mayor y más brillante representante; ecos que dan a esta historia un colorido, una sonoridad y un alma cálida que hacen ver la novela no como un crudo reflejo de la vida de los travestis hace unos años, sino como un canto a la esperanza por el cambio social.

Llegué a Las malas sin ideas preconcebidas y sin saber absolutamente nada ni de la autora ni de lo que me iba a encontrar en sus páginas. He terminado de leerlo y he quedado golpeado por la cruda realidad que una parte de la sociedad, minoritaria quizá pero igual de importante que cualquier otra, ha vivido y sigue viviendo en muchas partes del mundo. Todo el que quiera ampliar sus horizontes, saber más sobre las personas trans y travestis, y sobre todo poner luz sobre una parte del mundo que solemos evitar casi siempre, debería leer este libro. Dudo mucho que nadie pueda quedar frío tras su lectura.

Caronte.