jueves, 10 de diciembre de 2015

Cinco y acción: "El Puente de los Espías"

Reconozco que voy bastante al cine. También es verdad que voy menos de lo que me gustaría, pero soy un joven parado sin experiencia al que le piden las empresas experiencia para poder comenzar a trabajar, y no puedo permitirme ir a ver todas las películas que de verdad me atraen de la cartelera. Aún así voy bastante el cine. Sin embargo llevaba mucho tiempo, probablemente desde antes del verano, sin ir al cine y salir de él con tan buenas sensaciones en el cuerpo y tan buen sabor de boca después de disfrutar de la película. La última vez que me pasó eso fue con “Nuestro último verano en Escocia”, película de la que ya hablé en este blog. Sin embargo esta película de cine casi independiente, poco o nada tiene que ver con la película de la que hoy me toca hablar y que lleva la firma de dos de las más grandes figuras del cine actual, y también de las últimas décadas, de Hollywood: Steven Spielberg y Tom Hanks. Sólo con el nombre de estos dos verdaderos personajes debería bastar para ir a ver una película, pero hay mucho más.

Creo que a nadie se le puede escapar de qué va “El Puente de los Espías” simplemente leyendo el título. Está bastante claro que la película trata de una madre coraje maltratada por su pareja, un borracho empedernido que  la deja embarazada constantemente y que un día con apenas treinta años se ve con cuatro hijos malviviendo en un tugurio maloliente en el Bronx de Nueva York y teniendo que vender su cuerpo en un club nocturno donde hombres babosos intentan llevársela a la cama. Perdón, pero creo que me estoy confundiendo... No. Obviamente la película de la que hablo hoy no trata de esto. Esta cinta de Spielberg es una película de espías. Este género, el cine de espionaje, sobre todo centrado en la guerra fría, parece no pasar nunca de moda, pero últimamente había entrado casi en barrena y se había quedado en la cuneta del cine de segunda categoría. Sin embargo con esta película Spielberg vuelve a poner a este género en la cima, haciendo que esta cinta (sé que lo que voy a decir me tachará de exagerado, pero es lo que pienso) pase a ser un clásico de este género.

La trama o argumento de “El Puente de los Espías” tampoco es demasiado complejo. De hecho la historia que se cuenta en la película está basada en hechos reales. El hilo conductor de la película es la tensión política, diplomática y militar existente entre los EE.UU. y la URSS durante los años cincuenta y principio de los sesenta, es decir: la Guerra Fría. La cinta comienza con la detención de un espía soviético, Rudolf Abel, en territorio norteamericano y su posterior juicio. Para que este juicio parezca legal y en el que se cumplen todas las leyes sin violar ningún derecho, el gobierno americano designa al abogado James Donovan, interpretado por Tom Hanks, y que a la postre es el protagonista principal de la película, para dar asistencia legal y defender al espía, que acepta porque lo considera su deber y su obligación, ya que todo ciudadano de los EE.UU., aunque no sea americano tiene derecho a un juicio con garantías.  Donovan es un hombre de principios y valores firmes que pese a la oposición de la opinión pública, de su familia y del bufete de abogados para el que trabaja defiende al espía soviético como si no fuera tal cosa.

Esta podría ser considerada como la primera parte de “El Puente de los Espías”. Ya que durante la segunda parte de la película entra en acción la parte soviética de la guerra fría, con la captura de un joven piloto americano que es capturado durante un vuelo de reconocimiento del territorio de la URSS. A partir de ese momento la película cobra un nuevo enfoque, ya que se plantea el intercambio de prisioneros: los soviéticos quieren recuperar a su espía, que por cierto no se ha quebrado en su lealtad al comunismo y no ha hablado; mientras que los americanos, casi por un acto de hombría y honor pretender recuperar a su piloto. Pero para complicar las cosas, ya que la vida no siempre sigue un guión sencillo y fácil de interpretar, aparece un tercer elemento que entrará en el canje: un joven estudiante americano capturado por la RDA en Berlín durante los días de construcción del muro más miserable y vergonzoso de la historia de la humanidad. Sin embargo las negociaciones para el intercambio deben ser secretas y fingidas como algo no político entre dos naciones que se odian a muerte, sino como algo más íntimo y personas. Y el encargado de llevar a cabo dicha negociación desde Berlín en nuestro querido abogado James Donovan (Tom Hanks). Hasta aquí voy a contar del argumento.

Pero “El Puente de los Espías” no es simplemente una película más de espionaje. Va más allá. Esta película es cine de verdad. Cine en mayúsculas. Cine de ese del que sales totalmente pletórico y lleno de ilusión y de ganas de volver a ver inmediatamente sabiendo que seguramente debido a la intensidad de la acción y la trama ha habido matices que se te han escapado. Ni que decir tiene que la historia del último medio siglo del cine tiene entre los más altos nombres célebres el de Steven Spielberg, y eso será por algo. Como norma general a mí las películas de Spielberg me entusiasman y entre mis favoritas hay varias que llevan su firma desde detrás de las cámaras, y por ello es quizá que no sea totalmente objetivo en esta crítica. Pero las cosas son como son y esta última película del Rey Midas de Hollywood es de las mejores que ha hecho últimamente. Durante las más de dos horas de metraje de la película en ningún momento sentí que la cinta se me estaba haciendo pesada, aburrida o poco interesante. Se me pasó volado el tiempo, como pocas veces me ha pasado en el cine. En ningún momento decae la intensidad de la película.

Desde el primer fotograma de “El Puente de los Espías” se demuestra porqué Spielberg es quién es en Hollywood. Los primeros minutos de la película son espectaculares. Apenas sin diálogos Spielberg cuenta una historia y mete al espectador en la trama y en tensión y pone las primeras piedras para mantener enganchados a los espectadores hasta el último segundo de metraje. Pero no sólo es Spielberg quien consigue hacer de esta película la joya que yo ya la considero. Tom Hanks está soberbio en su papel de abogado idealista y firme en su ética y moral más personal. Es cierto que hay pocas cosas que Hanks haga mal, o papeles en los que tenga una actuación mediocre, pero en este en particular aporta al personaje una seriedad y una credibilidad que pocos actores hubieran conseguido en su lugar; aparte de que llena la pantalla cuando está en ella. Pero tampoco son solamente Hanks y Spielberg quienes conforman esta película ya que a esta pareja de monstruos del cine se suma otros dos personajes no menos celebres y celebrados, como son los hermanos Cohen.

Joel y Ethan Cohen no sólo se han encargado del guión de “El Puente de los Espías”, sino que han logrado que una película de un género tan concreto como el espionaje, con tantas normas, reglas y tradiciones, parezca otra cosa muy distinta, casi una novela de John Le Carré o Graham Greene, haciendo que algunos diálogos sean verdaderas obras maestras del cine. Diálogos llenos de dobles intenciones, de profundidad y de mensajes morales y éticos que parecen sacados directamente de algún archivo secreto de la Guerra Fría. Pero no es así, ya que todo es inventado. Muy poco o nada se sabe de las negociaciones que llevó a cabo Donovan para intercambiar al espía Rudolf Abel por el joven capitán y piloto de avión de reconocimiento, por ello el guión de esta película es para enmarcar. Probablemente no estarán nominados a ningún premio ya que últimamente parece que Hollywood se ha cansado un poco de Spielberg y de todo lo que toca, pero desde mi punto de vista, no solo el guió sino la película entera serían merecedores de algún que otro premio.

No puedo decir nada más. Soy incapaz de plasmar en palabras escritas las emociones que sentí mientras veía “El Puente de los Espías” y tras terminar la película. Sólo sé que es una película que recordaré durante bastante tiempo. No tengo el carnet de visionario, pero creo que con esta cinta Spielberg ha conseguido crear una verdadera joya, sino obra maestra, del cine de espías. Hay muchos momentos dignos de mención en la película, sobre todo un relativo al muro de Berlín y a los asesinatos que se producían en sus inmediaciones, siempre en el lado comunista. Pese al tono positivo general de la película, ya que la historia acaba bien, esta película no es tan benévola con los EE.UU. como una se hubiera imaginado, sino que deja un poso de incomprensión y de amargura por una época de la historia muy necia y sinsentido como la Guerra Fría. Sólo puedo añadir que todo aquel que quiera disfrutar en el cine debe de ir a ver esta película, sin duda alguna, ya que se encontrará con cine del bueno, y añado algo más: los tráiler de la película engañan. Y por cierto señor Spielberg, no se retire nunca por favor.

Caronte.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Cinco y acción: "Spectre"

Por desgracia he tardado mucho más tiempo en ir al cine a ver la última entrega de la saga de James Bond del que me gustaría. Por unas cosas u otras al final también he tenido que ir solo a verla cuando tenía pensado ir acompañado por un compañero de la universidad, bueno ya de universidad no porque hemos acabado ambos. Lo que no puede ser no puede ser y no se puede estar uno lamentando toda la vida. Además es algo que suele pasar cuando se planea con mucho tiempo un plan que cuando llega el momento siempre termina fastidiándose y el plan que parecía tan ilusionante al final se va por el retrete. Pero bueno, fui solo al cine, como la mayoría de las veces en el último año. No es que sea una actividad agradable, lo de ir solo digo ya que el cine sí que me gusta, pero es lo que hay. Me tengo que aguantar y envidiar a las parejas que van juntas al cine, o a los grupos de amigos. Aunque si uno lo piensa lo mejor es ir solo ya que así no hay discusión posible sobre qué ver (en el fondo esto es una excusa lamentable para ver algo positivo en ir solo al cine, lo sé, pero qué le voy a hacer).

Desde hace un par de entregas las saga del agente secreto más famoso de la historia del cine, sino el único, tienen un nivel que no se veía desde los inicios de la saga, cuando un jovencísimo y seductor Sean Connery se revolcaba en cada película con las mujeres más sexis del momento. La nueva entrega de la saga de James Bond se llama “Spectre”, nombre de una organización multinacional e internacional, que no es lo mismo aunque pueda parecerlo, encargada de sembrar el mal y el caos en todo el mundo para conseguir hacerse con el poder desde la sombra y manejar los hilos de las principales economías del mundo, controlando gobiernos y poniendo y quitando dictadores a placer. Cualquiera puede imaginarse ya cual es la trama de la película. Sin embargo hay mucho más en esta nueva entrega de James Bond.

Spectre” además de ser una película típica del Agente 007 en la que Bond debe intentar acabar con esta maligna organización criminal y su líder supremo, intentando dar con ella en las sombras de la clandestinidad, siguiendo pistas, recibiendo palizas por parte de los miembros de la organización y sufriendo mil y una perrerías por medio mundo, desde México DF, hasta el desierto marroquí, pasando por Roma, y cómo no por la siempre gris y húmeda Londres. Esta nueva entrega de la saga de James Bond retoma el hilo más personal sobre la vida de 007 que se inició en la entrega anterior, “Skyfall”, con misterio y suspense en todo lo relativo al pasado de James. Sin embargo, así como en la película anterior esta parte más personal y humana del agente con licencia para matar se sigue bien y engancha al espectador con una espectacular escena final en la casa familiar de Bond en pleno prado escocés; en esta película ese hilo se va diluyendo entre tanto afán por hacer una película grandiosa con efectos especiales nunca vistos, y una gran fotografía que sinceramente pienso que pretende más hacer publicidad de las ciudades que salen en la película que dar una estética elevada a la historia y la trama.

No puedo decir que “Spectre” supere a su hermana mayor “Skyfall”. Para mí la tercera entrega de la saga de James encarnada por Daniel Craig es y probablemente será la mejor de todas las que he visto, y aquí he de confesar que Craig no es que me llamara mucho la atención cuando se enfundó el smoking para hacer de 007: siempre he sido más de Pierce Brosnan. Esta última película de James Bond se queda casi en un quiero y no puedo: pretende imitar e intentar superar a la anterior y desde mi punto de vista fracasa en el intento de manera estrepitosa. Sam Mendes, el director de esta última entrega de la saga, intenta repetir el éxito de la anterior, que también dirigió él, pero se queda corto. En ningún momento esta película engancha de la manera tan intensa que lo hacía la anterior. Parece como si en esta ocasión se hubiera intentado rizar el rizo y además de meter una trama clásica de Bond entrelazarla con la trama de la vida personal y el pasado del agente secreto. No consigue su objetivo.

Es cierto, y no puedo negarlo, que “Spectre” es puro entretenimiento y puro Agente 007. Pero poco más. Tampoco voy a decir que la película se haga larga ni mucho menos. Ahí Mendes sí consigue lo que cualquier director debería conseguir, y es mantener la tensión en el espectador y las ganas de ver la película hasta el final ver qué pasa. Es espectacular la primera escena de la película, la que abre la cinta y va justo antes de los míticos créditos de inicio acompañados de la canción de la película, cuyos primeros casi diez minutos parecen rodados en único plano secuencia espectacular. Yo tengo mis dudas de que sea un plano secuencia, pero lo parece y la verdad es que es impresionante. Como impresionante también es una persecución en deportivos por las calles de Roma y el Vaticano, con la Basílica de San Pedro de testiga muda. Pero poco más.

Quiero hablar ahora de otros aspectos de “Spectre”. Por ejemplo, se dio mucho bombo y platillo a la participación de Mónica Bellucci en la película como una nueva chica Bond. Parece que cada vez se vende más barato ser una chica Bond, ya que la Bellucci apenas tiene unas diez frases, y creo que estoy exagerando y sale en total durante diez minutos en una película de dos horas y media. Más chica Bond es Lea Seydoux que terminará por ser un punto flaco de nuestro imperturbable y siempre serio Daniel Craig, haciéndole más humano de lo que ningún agente 007 lo haya sido nunca. Me voy ahora con el malo de esta entrega, interpretado por Christoph Waltz, probablemente el actor que mejor interpreta a personajes de moral más bien baja, por no decir nula; sin embargo en esta película no tiene su mejor actuación y el malo malísimo al que interpreta y que por tanto desea con todas sus fuerzas matar a James Bond no es ni de lejos el mejor malo que haya visto esta saga. Daniel Craig está en su línea, aunque parece cansado. El nuevo M, Ralph Finnes, es tan sobrio como efectivo en su papel y a pesar de que la sombre de Judi Dench es muy alargada, ha empezado con muy buen pie.

Como digo, todo esto debería de hacer de “Spectre” una gran película de James Bond. Pero por desgracia debido a que la entrega anterior para mí es de lo mejor del cine de acción e intriga de espionaje que ha dado el cine, esta película queda algo deslucida. Quizá si se hubiera decidido por dejar atrás ya el pasado personal de Bond y haberse centrado más en la trama típica el resultado hubiera sido otro y mi opinión también. De resultas de todo esto queda una película que entretiene, que se pasa volada ya que en ningún momento sentí que la película se hiciera demasiado larga, que tiene todo lo que se espera de una película de James Bond, pero que se queda corta si la comparamos con la entrega anterior. Espero que para la próxima película de la saga, que será la número 25, y para celebrar estas bodas de plata, el espectáculo que se pueda ver en la gran pantalla haga honor a la ocasión y se nos brinde a los aficionados al agente 007 una película épica y memorable, de esas que tras muchos años se siguen recordando. De todas maneras recomiendo la película ya que permite pasar un muy buen rato, pero creo que los fans de la saga se verán un poco defraudados, al menos si piensas como yo respecto a “Skyfall”. Lo bueno de haber salido relativamente descontento con esta película es que esperaré el estreno de la siguiente con muchas más ganas.

Caronte.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Lectura crítica: "Un otoño romano"

Leer cualquiera de los libros de viajes de Javier Reverte, ya sea en la cama antes de dormirse, en el metro camino de la academia de idiomas en la sala de espera de un hospital o en una cafetería esperando a un amigo con el que has quedado para tomar algo, constituye una de las sensaciones más placenteras para un lector además sea amante de la aventura y los viajes. Sumergirse en las páginas de los libros de Reverte es viajar, implica marcharse no únicamente con la imaginación, sino prácticamente con todos los sentidos, a lugares no solo exóticos, sino míticos y llenos de historia. El último libro de Javier Reverte que he leído y del que voy a hablar en esta ocasión, es también el último publicado por este autor y lo compré el mismo día que se puso a la venta en las librerías su edición de bolsillo, porque a pesar de que prácticamente todos sus libros de viajes merecen la pena, también digo con toda sinceridad que no hay que gastarse los casi veinte euros que cuestan en “tapa dura”.

En “Un otoño romano”, como su nombre anuncia casi a bombo y platillo, Javier Reverte narra con su estilo tan peculiar, su estancia durante unos meses en la ciudad eterna, pero no cuando ésta bulle de vida, en verano, sino cuando esta vida empieza ya a declinar para dar paso a la tranquilidad del invierno. Según cuenta el propio Reverte esta estancia en Roma, nada más y nada menos que en la Academia de España en Roma, se debió a su inmenso deseo de conocer Roma de verdad, de sentirla como parte de su propia alma, ya que las veces que había estado en la ciudad de ciudades habían sido estancias más breves. Así este libro se estructura en forma de diario personal, en el que mediante anotaciones fechadas de manera más o menos concretas, Reverte va narrando sus paseos por la ciudad acompañado primero por su mujer, luego ya solo, sus encuentros con amigos, con personalidades españolas de la ciudad, sus comidas, el propio proceso de escritura del libro y sobre todo, y como suele hacer en sus libros muestra al lector cuáles son las sensaciones que invades su cuerpo al contemplar Roma desde uno de los lugares con mejores vistas de toda la ciudad.

Pero “Un otoño romano” no es simplemente un libro en forma de diario en el que Reverte simplemente detalle su día a día en la ciudad de los emperadores. Este libro también es, como por otra parte todos sus libros de viaje también son, una visión diferente, ligera y peculiar, a la historia de la propia ciudad, de sus poetas, de sus artistas, de sus gobernantes. Así a lo largo de las páginas de este libro, el lector además de visitar de la mano de Reverte el Coliseo, el Panteón de Agripa (varias veces además por ser el monumento favorito del autor), o San Pedro, también conocerá anécdotas de estos edificios y su historia. Pero Reverte va más allá, ya que también habla de este libro ilustrando al lector de los antiguos emperadores como Julio César, Marco Antonio, Adriano, también de los etruscos (civilización anterior a los romanos), y sobre todo, porque según una confesión de Reverte, de los escritores que alguna vez en su vida vivieron en Roma y se enamoraron de ella (o la odiaron profundamente) como Stendhal, Wilde, Goethe, etc.

Parte importante, cómo no, tienen los Papas en la historia de Roma, y por tanto en “Un otoño romano” se habla mucho de religión. Bueno de hecho de religión se habla poco. Más bien Javier Reverte toca la religión para hablar de sus gobernantes, desde los más ruines y asesinos, como el Papa Borja (o Borgia si se quiere usar el apellido italianizado) de quien Reverte habla largo y tendido explicando en pocas páginas cómo fue el reinado terrenal y divino de este valenciano que acaparó un poder casi absoluto en Roma y de su familia. Pero también habla de otro Papas menos cancerígenos para la historia de la Iglesia Católica. Papas como Julio II o León X, que gracias a su refinado gusto por el arte alentaron y financiaron a artistas de la talla de Rafael, Miguel Ángel, Bernini o Borromini. También en las páginas de este libro se habla de Leonardo (no hace falta ni tan siquiera mencionar el apellido Da Vinci) y de pintores de la talla de Caravaggio del que Reverte quedó totalmente enamorado y del que iba buscando cual sabueso a su presa, por todas las iglesias de Roma que tuvieran alguna de sus obras.

Pero en el fondo todo esto es casi accesorio en un libro que en realidad lo que intenta transmitir es esa legendaria aura que transmite la ciudad de ciudades, la ciudad eterna, la ciudad de los emperadores: Roma. En “Un otoño romano” Reverte lleva al lector a una ciudad en la que uno no puede dar un paso sin encontrarse con un pedazo de la historia de este mundo, de la sociedad occidental. Todas las plazas que recorre Reverte, desde la de Santa María del Trastevere, que tanto visita por estar a apenas cinco minutos de la Academia de España en Roma, hasta la de San Pedro, pasando por la Piazza Navona; todas las calles adoquinadas que pisa; todos los monumentos que contempla, desde estatuas de escritores hasta bellos obeliscos egipcios. Todo esto lleva al lector a Roma aunque esté a miles de kilómetros de la ciudad eterna.

Dejando a un lado lo que es propiamente dicho el libro, tengo que decir que “Un otoño romano” es sin duda el libro de Javier Reverte que más me ha gustado y llegado. ¿Por qué? Pues básicamente porque he estado en Roma, he paseado por las mismas calles que Reverte pasea, he visto los mismos monumentos que Reverte contempla y describe en las páginas de este libro, he entrado en la mayoría de las iglesias y museos que cita en las páginas de este libro. Pero también porque a mí también me dejó Roma un poso de amor de esa ciudad en mi alma. Amor por una ciudad llena de historia y mitos y leyendas. Un amor que desgraciadamente solo ha aparecido y se ha materializado en los últimos tiempos, en los últimos años. En Roma estuve en 2008 y si digo la verdad volví a Madrid con sensación de no volver, no porque no me gustara sino por el calor que sufrí aquel mes de julio de hace siete años. Pero desde hace unos meses me ronda en la cabeza la idea de volver a la ciudad de ciudades y descubrirla de verdad, como hace Reverte. Porque a pesar de que como he dicho he estado en muchos de los lugares que cita Javier Reverte en este libro, también hay otros muchos que ignoré y por lo que seguramente pasé de largo sin siquiera pararme a pensar qué tesoros y secretos guardarían.

Un otoño romano” ha reavivado las ganas de volver a Roma. Y estoy seguro de que lo haré, si puedo este año que viene, y si se cumplen mis deseos con algún amigo en lugar de hacerlo solo, amigo o pareja, aunque este último caso es más complicado y difícil. Leer esta novela implica dejarse llevar por el estilo de Javier Reverte y aceptar que después de acabarla uno terminará con el gusanillo de hacer la maleta, comprar el primer pasaje de avión que salga hacia Roma e ir allí a disfrutar de las calles, el arte, las plazas, las estatuas y en definitiva de la belleza ingente e inmensa de una ciudad milenaria, de una ciudad eterna. Sé que la literatura de viajes no gusta a todo el mundo por el componente totalmente subjetivo que tiene, más aún que la novela. Pero Javier Reverte en todas las novelas sobre sus viajes, ya sean a Alaska, a África o a Irlanda, pone todo el corazón y consigue que el lector no solo viaje a esos lugares tan lejanos, sino también que queramos viajar y dejarnos invadir por ese sentimiento que todo viajero, que no turista, experimenta: la aventura de conocer y descubrir.

Caronte.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Lectura crítica: "Los ojos del hermano eterno"

Vuelvo hoy a hablar de un escritor del que sólo he hablado una vez, Stefan Zweig, austríaco de nacimiento pero de corazón y espíritu ampliamente europeo. Y vuelvo a este autor para hablar de una de sus novelas. Hace tiempo que me interesé por este escritor y lo primero que leí de él fue “El mundo de ayer” una especie de autobiografía histórica del autor en la que además de contarnos cómo fue su vida, la enmarca en el desarrollo intelectual de Europa y de la defenestración de los ideales europeos como consecuencia de la IGM y posteriormente del surgimiento del nazismo. Ya hablé de este libro. Pero hoy vuelvo a Zweig para, como he dicho, hablar de una de sus novelas, cortas, escuetas y sencillas pero llenas de sentimiento y escritas con un estilo tan delicioso que el lector suele quedar atrapado desde el principio a la historia.

Los ojos de hermano eterno” es una novela de apenas cincuenta páginas, pero que a pesar de ello, aunque no entiendo porqué debería ser la longitud de una novela la característica que determinara su calidad, muestra una sabiduría y una filosofía que pocas de las novelas que he leído tienen. En este libro se cuenta, como si de una narración épica anónima transmitida durante siglos desde hace milenios, la historia de de Virata, un militar al servicio de un rey que tras un gran servicio en una guerra, y matar sin quererlo a su hermano, decide pedir a su rey que le releve del ejército porque no quiere volver a derramar la sangre de nadie, porque tiene grabada en su mente la imagen de los ojos de su hermano que le siguen mirando aunque su cuerpo no esté entre los de los vivos. El rey acepta y le nombra juez supremo por considerarlo lleno de sabiduría. Pero con el tiempo Virata también decide dejar de ser juez por darse cuenta, durante un caso en el que condena a un reo a pasar once años de su vida sin ver el sol encerrado en una cueva, de que no puede impartir justicia sin saber qué se siente al ser privado de libertad. Virata trama una argucia para poder sufrir en su carne un castigo, tras el cual pide al rey irse a meditar al bosque sin nadie a su alrededor para poder vivir en paz con el mundo y consigo mismo.

Tras unos años en un bosque incomunicado del mundo, viviendo prácticamente exiliado por propia voluntad, Virata vuelve a ser conocido por dar consejos para que la gente logre vivir en paz con dios. Lo que no sabe es que esos consejos también pueden traer la desgracia. Cuando el protagonista de “Los ojos de hermano eterno” se da cuenta de que uno de sus consejos ha causado muerte, decide dejar de meditar y pide al rey de nuevo entrar a su servicio. El rey cansado del viejo militar y creyendo que éste se cree mejor que él por la sabiduría que los largos años de reflexiones y meditación que ha acumulado le relega al cuidado de sus perros y le trata como un sirviente de tercera categoría. Y así es como acaba sus días Virata, quien fuera el más fiel y leal servidor de su rey y señor acaba en la más absoluta oscuridad, olvidado por todos.

Los ojos de hermano eterno” no es simplemente una novela que podría clasificarse como fábula mítica antigua, aunque fuera escrita en el siglo XX por uno de los más celebrados escritores europeos. Este libro es un canto a la búsqueda de la sabiduría, de la justicia y la paz interior. En las pocas páginas de esta novela, Zweig condensa, con un estilo magistral e inigualable, es más casi que diría inigualado, el afán de un hombre, Virata, por estar en paz consigo mismo y con el mundo que le rodea, cuestionándose todo tal y como está para intentar mejorarlo. Es un libro que muestra como un hombre solo puede intentar cambiar las cosas, pero también cómo al final si alguien no lo entiende queda relegado al olvido.

Mientras leía el libro hubo momento en los que tenía que dejar de leer, no porque estuviera cansado de la historia, o por pasajes duros de los que uno debe reponerse para continuar leyendo, sino porque hay pasajes de “Los ojos de hermano eterno” tras las cuales en necesaria una profunda reflexión. Es un libro cargado de sabiduría con el que el lector se dará cuenta de lo inútiles que pueden parecer nuestras vidas, de lo vacías que pueden llegar a estar, y de que todo en el este mundo es cuestionable para mejorarlo, sobre todo la propia condición humana. Si antes he dicho que esta novela tiene ese aire de historia antigua, transmitida de generación en generación desde los confines de la memoria del mundo, de padres a hijos y guardada con sumo cuidado y veneración por ancianos y viejos monjes en un aislado monasterio hinduista, es porque desborda de esa clase de sabiduría que solo la mitología antigua guarda.

Quizá “Los ojos de hermano eterno” no sea la novela de Zweig más famosa, ni la más celebrada. Tampoco este libro ha sido la primera novela de este autor que me he leído, ya que tengo un tomo en el que se recogen todas las novelas de este escritor recogidas bajo el título “Novelas”. Sin embargo las sesenta páginas más o menos que tiene esta historia son las que más me han conmovido y llevado a pararme a pensar unos minutos sobre el sentido que tiene nuestra vida, sobre qué es justicia y cómo una persona puede estar en paz consigo misma sabiendo que todo acto que hagamos y palabra que pronunciemos tendrá su consecuencia que por muy sabios que seamos no podremos prever ni parar una vez desencadenada. Si tengo que sacar una conclusión algo más concreta de esta novela, sería la de cómo vivir en paz con uno mismo, asumiendo lo que he dicho con anterioridad como un elemento de nuestra vida del que no nos podemos librar, ligado a nosotros desde el mismo momento en que nacemos por el destino de la vida.

Por todo esto no me queda otra que recomendar vivamente “Los ojos de hermano eterno”. Aparte de que es una novela que se lee en apenas dos horas y de que tiene un estilo tan magnético que mantiene al lector pegado a sus páginas cual adicto a las drogas; es una delicia para el intelecto. Todas las personas que sepan leer, que les guste la literatura que no simplemente entretenga de manera simplista y vulgar, ésta es su novela. Además es muy probable que después de leerla alguien decida seguir leyendo a Stefan Zweig, y entonces será cuando ese atrevido y valiente lector descubra una literatura de un nivel superior a todo lo que haya leído hasta ese momento. Poco más puedo añadir de esta novela sin casi extenderme más que el propio autor cuando la escribió. A disfrutarla.

Caronte.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Lectura crítica: "The sense of an ending"

Pocas veces antes el descubrimiento de un Nuevo escritor me había dejado tan buen sabor de boca. No lo digo por decir. Desde hace un tiempo me he propuesto descubrir nuevos escritores para empezar a leerlos y así ampliar mis horizontes literarios, sobre todo en otros idiomas. Tras mucho buscar y rastrear en diferentes páginas webs, blog literarios y después de leer muchas críticas sobre libros y escritores, me decidí a probar con Julian Barnes, un escritor británico poco conocido en España, pero que en el mundo anglosajón, sobre todo en las islas británicas, tiene muy buena fama siendo en varias ocasiones finalista del más importante premio literario que se concede en el Reino Unido, el Man Booker, ganándolo en 2011 con la novela de la que voy a hablar en este artículo. Si elegí este libro tan laureado no fue por otra razón que por intentar empezar a leer a este escritor por la que se supone es su mejor obra, ya que quizá si hubiera elegido otra guiándome solamente por mi instinto la resultado no hubiera sido el mismo y a lo mejor me hubiera terminado por decepcionar. Haciéndolo así al menos me he asegurado el volver a leer algo de este escritor.

The sense of an ending” como se titula la novela de la que voy a hablar, o en español “El sentido de un final” es una verdadera delicia de principio a fin. No es un novelón de más de cuatrocientas páginas. Más bien todo lo contrario. Es una novela muy corta, apenas ciento cincuenta páginas, pero intensísima. La verdad es que poco se puede contar de su argumento sin no revelar nada de la trama que sea fundamental para la sorpresa del lector, pero voy a hacer un esfuerzo. La novela está narrada por en primera persona por el protagonista de la misma, Tony Webster, que desde su edad ya tardía rememora su vida y aquellos momentos que le marcaron como persona y aquellos actos y palabras que dijo y que ahora cobran una fuerza y un sentido diferentes al que tuvieron cuando esos actos fueron realizados o esas palabras dichas.

Así en las pocas páginas que conforman “The sense of an ending” el lector se imbuye en la vida de Tony Webster. La novela está dividida en dos partes. En la primera de ellas el narrador/protagonista cuenta cómo fue su vida adolescente y juvenil; sus años en la universidad y las amistades que hizo entonces, así como la relación con su primera novia formal. Pero aunque parezca que esta primera parte simplemente es una evocación, en cierto sentido en tono melancólico y sabiendo que pasó y que no se puede recuperar, durante la segunda parte cobra fuerza y relevancia y los hechos narrados en la primera parte del libro tienen una importancia muy fuerte en el presente de Tony Webster.

Muy importantes en la novela son las figuras de Adrian Finn, uno de los amigos de Tony Webster de la universidad, que junto con otros dos compañeros formaron un cuarteto que se juró amistad eterna pero que con el tiempo, como todas las palabras que se las lleva el viento, empezaron a tener cada vez menos relación. Pero en “The sense of an ending” también es muy importante la figura de dos mujeres, cruciales en la vida de Tony Webster, como son Veronica, la que fue su primer gran amor de juventud; y Margaret, la que sería su mujer y madre de su única hija, y ahora en el presente su sabia ex mujer confidente en muchas ocasiones de aquello que le ronda por la cabeza. Estas dos mujeres forman un contraste perfecto la una con la otra. Si Veronica es impredecible, en muchas ocasiones altiva, distante y arrogante, al menos en la época de juventud que evoca Webster al principio, para tornar luego en su madurez y el otoño de su vida en una mujer oscura que ha sabido guardar en secreto su vida para total desconcierto de Tony Webster, que cuando quiere volver a tener contacto con ella sale mal parado. Por otro la está Margaret, una mujer mucho más comprensible y normal, realista y amable, que dice las cosas como son sin tener pelos en la lengua y que a pesar de que está divorciada de Webster sigue viéndose con él en términos muy amables.

En una novela tan corta como “The sense of an ending” su autor, si quiere hacer un buen trabajo y dejar un muy buen sabor de boca en los lectores, debe saber condensar en esas páginas todo aquello que quiere contar, dando más y mayor relevancia a aquellos hechos y reflexiones que más conmuevan y más hagan pensar al lector para que cada vez que deje de leer por cualquier razón eso que acaba de leer le siga rondando por la cabeza durante bastante tiempo. Esto es algo que Julian Barnes ha conseguido con creces. De hecho yo me leí la novela en día y medio, algo que por extensión de la novela no es muy difícil, pero que supone todo un hito para mí ya que al haberla leído en inglés, que no es mi lengua materna, me ha supuesto mayor esfuerzo. Pero todo ese esfuerzo ha merecido la pena porque después de terminarla me he dado cuenta de que me he quedado con ganas de más.

Me ha resultado increíble como Julian Barnes en “The sense of an ending” ha sabido condensar toda una vida y las reflexiones que a una persona se le pasan por la cabeza durante la misma y cómo todo esto vuelve a primer plano cuando nos damos cuenta de que estamos en nuestros últimos años de vida. Esta novela no es simplemente una historia más. Esta novela es la historia de una vida cualquiera, de la vida que cualquiera puede vivir y sobre la que cualquier puede reflexionar llegado el momento de nuestro otoño vital.  En este libro no hay grandes personajes con vidas interesantísimas, complicadas, turbadas por relaciones tempestuosas que generan conflictos internos. Para nada. Los personajes de esta novela, sobre todo su narrador y en cierto sentido protagonista, son gente normal, que han vivido vidas normales, con sus conflictos habituales y sus relaciones cotidianas con otras personas que pueden salir bien o mal. Pero nada más. Y creo que ahí es donde radica el verdadero significado de esta novela: toda vida se debe vivir como si fuera única; toda vida por muy insignificante que le pueda parecer a su dueño tiene parte de épica aunque no nos demos cuenta de ello.

Pero esta novela no se disfruta únicamente mientras se está leyendo. “The sense of an ending” es un libro que después de su lectura sigue en la cabeza del lector durante unos días haciendo que éste de vueltas a las muy interesantes reflexiones que durante el desarrollo de la trama el narrador de la misma, Tony Webster, va soltando paulatinamente. Además voy a comentar una cosa que me ha resultado fascinante y es el estilo de Julian Barnes. Más o menos sabiendo de qué trata la novela uno puede pensar que está escrita de manera densa y farragosa. Nada más lejos de la realidad. El estilo de Barnes es claro, directo y conciso; abundan en la novela los diálogos, muy ingeniosos y cargados de profundidad y significado. Todas las frases de la novela, sobre todo en las reflexiones de su narrador/protagonista a pesar de ser escuetas, cortas y concisas, esconden una profundidad y un significado enorme. Es este estilo el que quizá me ha terminado por cautivar y por decidirme a seguir leyendo novelas de este escritor británico.

Por todo esto animo a todos los que disfrutan con una novela que reflexionar a que lean “The sense of an ending” y descubran a Julian Barnes en quizá una de sus mejores obras, aunque esto ya lo juzgaré con el tiempo a medida que me vaya leyendo otras de sus obras. De momento esta novela de Julian Barnes me ha resultado de los mejores descubrimientos que he hecho en los últimos tiempos y sin duda repetiré con este autor lo antes posible. Aviso a los que se animen con este libro de que nada es lo que parece y la trama continuamente da gros insospechados que en ocasiones dejan al lector con la boca abierta y no creyendo lo que está leyendo, aunque en el buen sentido de la palabra.

Caronte.

viernes, 30 de octubre de 2015

Lectura crítica: "Ensayo sobre la ceguera"

Si no recuerdo mal, y creo no hacerlo, nunca antes en este blog había criticado ninguna obra de José Saramago, algo que bien pensado es una especie de deshonra para un blog que pretende ser un foro sobre literatura. Pero la verdad es que si no he hablado antes de este universal escritor portugués es porque nunca antes me había leído ninguno de sus libros. Sólo este año he descubierto el mundo creativo de este escritor luso ganador del premio Nobel de Literatura en 1998. Tarde, muy tarde creo yo. De hecho el libro del que voy a hablar no es el primero de Saramago que me leo, sino el tercero, lo que pasa es que de los anteriores no escribí, no porque me parecieran malos y poco dignos de ser criticados; muy al contrario creo que fueron mejores que este último que me he leído, lo que pasa es que no escribí sobre ellos porque se me amontonó el trabajo de escrituro y al final decidí dejarlos pasar. No plasmo en este blog mis opiniones sobre todos los libros que leo. No tendría tiempo de hacerlo debido al ritmo de lectura que me autoimpongo. Con este artículo lleno dos vacíos en este blog: hablar de Saramago y de una de las obras más relevantes en lengua portuguesa de las últimas décadas.

Como acabo de decir “Ensayo sobre la ceguera” no sólo es uno de los libros más celebrados de José Saramago, sino quizá uno de los más conocidos de este autor y también, si se me permite decirlo, de la literatura portuguesa contemporánea. Por definirlo rápidamente y encasillarlo en algún género literario, eso que tanto gusta a muchos lectores pero que yo no comparto del todo porque creo que es una simplificación burda e infantil de lo que es la literatura, podría decir que esta novela es pura ciencia ficción o una distopía. Esta última clasificación es la que más me gusta, ya que aunque es un género que surgió a principios del siglo XX en Reino Unido, y los más grandes autores de literatura distópica son Aldous Huxley y George Orwell, ingleses a mayor inri, es además el que más le pega y con el que desde el principio de su lectura más asociaba la novela.

El argumento de “Ensayo sobre la ceguera” es básicamente apocalíptico. Poco a poco la humanidad se va quedando ciega de manera súbita. El libro empieza con un conductor parado delante de un semáforo que se pone en verde pero que no arranca al ver esa luz porque se ha quedado ciego. Este primer ciego es llevado a su casa por otro hombre que le ayuda amablemente y luego cuando llega la su mujer van a un oftalmólogo a ver qué tiene. Poco a poco, en pocas horas todas las personas que van teniendo contacto con este primer ciego se quedan a su vez ciegas. Conocida la ceguera, el gobierno cree conveniente aislar a los ciegos en un hospital/manicomio para ponerlos en cuarentena y que no se produzcan más contagios. Este aislamiento pronto se convierte en una prisión donde reinará la anarquía, el miedo y el egoísmo. Una prisión donde nadie ve salvo una persona: la mujer del oftalmólogo que atiende al primer ciego y que oculta el hecho de que sigue viendo pese a que su marido también está contagiado con la ceguera contagiosa.

Ensayo sobre la ceguera” se podría dividir perfectamente en dos parte bien diferenciadas. Bueno de hecho en tres, si se cuentan los primeros capítulos en los que se nos van presentando a los diferentes personajes principales que acompañarán al lector durante el resto de la novela. Como digo, dos partes son las que tiene esta novela. La primera de ella se desarrolla en el interior de ese manicomio abandonado usado como cárcel o centro de reclusión de cuarentena para los ciegos. Quizá los capítulos en los que se describe la vida en ese centro de internamiento son los más desasosegantes de toda la novela, ya que en ellos se ve, valga la expresión, el comportamiento de personas que se ven privadas de la vista, quizá el sentido más revelador de los cinco con los que nos dotó la naturaleza. Así el lector verá como los ciegos se dividen en bandos: unos buenos que pretenden sobrevivir como puedan todos juntos compartiendo la comida que se les da y ayudándose mutuamente; y otros malos que pronto asumen el poder del manicomio y se apropian de la comida exigiendo al otro bando a cambio de unas pocas raciones, dinero o favores a las mujeres.

La segunda parte de “Ensayo sobre la ceguera” se desarrolla ya fuera del centro de cuarentena, después de que éste quedara sin vigilancia por parte del ejército debido a que ya la ceguera ha terminado de infectar, y afectar por tanto, a todo el mundo y nadie ve y por tanto nadie puede vigilar. Los ciegos internados en el manicomio escapan después de una revuelta de buenos contra malos y salen al mundo. Ya hay un grupo de personajes formado que acompañarán al lector en el resto de la historia. Un grupo en el que la mujer del oftalmólogo es la líder básicamente porque es la única que puede ver. En esta última parte de la novela Saramago muestra un mundo desolado por el hombre, donde no hay ni agua corriente, ni luz, ni comida, ni nada; solo mierda, desechos, muerte y desolación. Un mundo en el que el ser humano ya no puede ser considerado tal cosa ya que ha perdido tota dignidad y que por sobrevivir pierde todos sus principios y toda su dignidad para convertirse en un animal más que pugna por vivir un día más que su vecino a costa incluso de ese vecino si se tercia.

Como se puede ver “Ensayo sobre la ceguera” es una visión muy pesimista del mundo. Según el propio Saramago, la novela pretendía “plasmar, criticar y desenmascarar a una sociedad podrida y desencajada”; creo que sobran más palabras para definir exactamente lo que este libro consigue despertar en el lector. He de confesar que los primeros capítulos, los que cuentan como la gente se va quedando ciega, son verdaderamente angustiosos. El lector es capaz de sentir esa ansiedad por no saber qué está pasando, por sentirse perdido en un mundo que hasta hace un minuto veíamos y reconocíamos. Por esto pienso que Saramago con este libro consigue hacer no solo una novela que hace reflexionar profundamente al lector sobre la sociedad que somos y en la que nos podemos convertir, sino también un ejercicio intelectual impresionante ya que Saramago logra ponerse en la piel de un ciego para definir ese mundo de oscuridad, aunque sea clara y luminosa como es la ceguera de la novela.

Sin embargo, pese a que en términos generales puedo decir que “Ensayo sobre la ceguera” me ha resultado un libro de lo más sugerente y reflexivo, también tengo que decir que hay momento en los que la historia decae bastante, hasta el punto de hacerse muy difícil de leer por tediosa y repetitiva. Hay partes del libro, sobre la mitad más o menos, en las que la narración se hace farragosa, en las que Saramago pretende rizar el rizo sobre sus reflexiones sobre la sociedad, pero que terminan por liar al lector y aburrirle soberanamente. Hubo momentos durante la lectura de esta parte central de la novela en los que lo único que quería era que acabara. Pero para no faltar a la verdad también tengo que decir que el final de la novela es fantástico, la última parte, la que se desarrolla de nuevo en el mundo real es extraordinaria. Además también he de decir que el estilo de Saramago me ha resultado delicioso, no sólo porque en la novela no aparece ni un solo nombre de ningún personaje, sino porque los diálogos están incorporados al texto sin comillas, o guiones, o nada que los distinga de la narración normal salvo la mayúscula primera que da paso a ese diálogo.

Para concluir, a toda aquella persona que quiera empezar a leer a Saramago le recomendaría que no empezara por “Ensayo sobre la ceguera” sino por otras novelas suyas también famosas y escritas en ese estilo tan peculiar y único que tenía este escritor luso que tanto amaba a España, como pueden ser “La caverna” o “Todos los nombres”; ambas novelas muy recomendables y también con un aire de distopía muy pronunciado.

Caronte.

domingo, 18 de octubre de 2015

Cinco y acción: "The Martian"

Tenía muchas ganas de volver al cine, ya que llevaba unas cuantas semanas sin ir y ya tenía mono. Pero la verdad es que no ha habido muchas películas que merecieran que saliera de mi casa, cogiera el coche y me gastara los correspondientes siete euros en la entrada a la sala de cine. Hasta que llegó Hollywood y uno de sus taquillazos casi inesperados basados en una novela, que por cierto también en su día arrasó en internet, ya que su autor la auto editó primero en su blog personal para luego ser un éxito total en ventas tanto por internet como en librerías tradicionales. Hollywood lo puede todo, y más aún Ridley Scott, uno de los directores más famosos de aquellos lares, aunque nacido en Inglaterra, que convierte en oro todo aquello que toca y crea éxitos como un churrero haría porras en navidad después de la cabalgata de reyes. Ahora hablaré de la película, pero antes de que empezara ya hubo algo que agradecí a Scott, y es que llenara la sala de cine de gente, como llevaba muchos años sin ver, y que hiciera que no fuera solo al cine, sino acompañado de un buen grupo de amigos y conocidos, algo que después de haber ido al cine más sólo que acompañado es de agradecer.


The Martian” fue primero una novela escrita por Andy Weir, un autor que sin haber escrito nunca nada reseñable ha obtenido un éxito más que notable con esta novela ambientada en Marte, el planeta rojo, en la que un astronauta queda olvidado y debe sobrevivir como pueda hasta que sea rescatado por una misión espacial enviada desde la tierra. Yo no me he leído el libro. Me hubiera gustado hacerlo pero la literatura y yo tenemos una relación muy exigente y por desgracia, porque la verdad es que me he quedado con las ganas, es que no he podido leer la novela antes de ir a ver la película. Luego no puedo opinar sobre la película ni criticar la adaptación con respecto al libro. Aunque por lo que he oído Ridley Scott ha hecho un trabajo más que aceptable y se puede decir que la película no tienen nada que envidiar a la novela, siendo ésta muy probablemente mucho mejor y más llena de matices e interpretaciones individuales.

El argumento de “The Martian” es bastante simple y yo lo he esbozado en el párrafo anterior. La cinta trata de cómo un astronauta, Mark Watney, interpretado por Matt Damon, sobrevive en Marte después de que sus compañeros lo dieran por muerto y pusieran rumbo a la Tierra después de una gran tormenta marciana que casi les cuesta la vida a todos. Desde ese momento Mark debe poner en práctica todos los conocimientos científicos que sabe para intentar sobrevivir hasta que llega a Marte otra misión de la NASA planificada para más de un año después. Así Watney deberá apañárselas para racionar la comida que tiene en la base permanente de Marte e intentar cultivar comida por sus propios medios, cosa que logrará gracias a que es botánico y consigue plantar patatas usando tierra marciana, restos de los excrementos de sus compañeros y agua creada químicamente.

Hay quien podría decir que este argumento no da para hacer ni un libro, ni una película, pero es que “The Martian” no sólo se basa en la supervivencia y hazañas sobre la tierra roja de Marte de Mark Witney, sino que también hay parte de esa épica norteamericana que tanto gusta en Hollywood. La cinta, y supongo que también el libro, también cuenta cómo desde la Tierra, la NASA planifica y piensa la misión de rescate de Mark Witney después de darse cuenta de que está vivo y no muerto como en un principio pensaron. Pero para qué nos vamos a engañar, la película es básicamente la vida de este astronauta perdido en Marte, es un Robinson Crusoe moderno e interestelar. De hecho todo el peso interpretativo recae en Matt Damon; así como toda la historia recae en su personaje. También debo decir que todo lo que en la película tiene que ver con la supervivencia del protagonista en Marte es lo que más me gustó y considero más interesante.

Como he dicho en cuanto a los actores, es Matt Damon el que asume todo el peso de “The Martian”. Es Matt Damon quien consigue hacer de su personaje alguien por el que el espectador siente cosas, ya sea lástima, tristeza, alegría o tensión. Y esto es algo que no sólo hay que agradecer a Matt Damon, que por descontado hace una interpretación totalmente convincente y creíble, sino también a la mano y ojo de Ridley Scott que sabe exprimir aquellos personajes que sabe que pueden tener tirón, no solo visual y argumental, sino también emocional para enganchar al público. Sin embargo Matt Damon no es el único actor de la película, aunque sí es el único principal. Pero por nombrar también otros personajes que me gustaron, he de mencionar a los responsables de la NASA: su director, interpretado por Jeff Daniels un secundario de lujo; el jefe de operaciones, interpretado por Sean Bean (para quien no le suene le nombre, es Boromir en “El Señor de los Anillos”); y varios científicos que dan a la película ese toque menos serio y grave que por argumento debería tener.

De destacar es también el tono desenfadado de “The Martian”. No sé si en el libro Andu Weir también es tan irónico, jocoso, sarcástico y divertido como los guionistas han sido en la película, pero si es así he de reconocer que he dejado de leer un libro que hubiera merecido la pena haber leído. Pero me dejo de lamentaciones que si no, no termino de comentar la cinta. Uno de los puntos fuertes de la película es que a pesar de ser ciencia ficción, género que la verdad a mí no me va mucho, es que no es nada fantástica o fantasiosa, y mucho menos irreal. En ningún momento el espectador tiene la sensación, yo no la tuve, de que está viendo algo imposible. Más bien todo lo contrario. Todo tiene un halo de verosimilitud alucinante, y quizá en no muchos años vemos todo esto que ahora no es más que ficción llenando páginas de periódicos y horas de televisión y radio.

Otros dos puntos fuertes de la película son tanto su banda sonora como el toque cómico que tiene. “The Martian” aunque no lo desee quizá, o no haya sido esa la intención ni de Ridley Scott cuando la dirigía, ni de Andy Weir cuando la escribía, es una historia divertida dentro del drama que supone quedarse aislado y perdido en un planeta a más de 200 millones de kilómetros de la Tierra y al que se tarda en llegar como mínimo más de 400 días. Pero es así. Pese a lo que podía pensar antes de ir al cine, me he reído bastante con la película. Tiene puntos divertidos, casi surrealistas diría yo, pero claro esto es algo que permite la ciencia ficción y que otros géneros no se lo pueden permitir. El segundo gran punto fuerte que  tenía que comentar es la banda sonora, no la compuesta expresamente para la cinta, sino la música que se puede escuchar durante toda la película en esos instantes divertidos que antes he citado. Música que va desde ABBA hasta Donna Summer, pasando por David Bowie y su mítica “Starman”. Casi se me olvida mencionar los escenarios de la película, ese Marte terrenal llamado Jordania y el paraje de Uadi Rum.

Y poco más puedo añadir. Me ha encantado “The Martian”, creo que es una de las películas que más he disfrutado este año. Es divertida, es entretenida y atrapa al espectador desde el primer minuto de metraje no soltándolo hasta que el protagonista, Mark Witney vuelve a pisar la tierra y deja Marte atrás. Para ser la primera gran película de ciencia ficción de verdad que veo, he quedado totalmente satisfecho, pero claro de Ridley Scott no se puede esperar nada que no sea un éxito (he visto sus últimas tres películas, incluida esta, y cada año tengo en mejor consideración a este director). Recomiendo encarecidamente que vayáis a ver esta película, no perderéis el tiempo. Os recomendaría también que os leyerais el libro pero por desgracia yo no lo he hecho, cosa de la que me arrepiento mucho (así también hubiera podido comparar las dos versiones de una misma historia).

Caronte.

viernes, 9 de octubre de 2015

Lectura crítica: "La tía Julia y el escribidor"

Como me pasó con el último libro del que hablé en este blog, he vuelto a dejar mucho tiempo entre libro y libro de Mario Vargas Llosa, y eso está muy mal. Lo que pasa es que a veces me pasa con algunos autores una cosa muy curiosa: y es que no sé qué libro suyo leerme porque si fuera sincero conmigo mismo los compraría todos de golpe y los iría desgranando poco a poco. Pero esto es algo que no me puedo permitir. Por eso he tardado tanto en leer al Nobel peruano (para los menos amantes de la lectura de libros y más aficionados al papel cuché de las revistas de corazón decir que Vargas Llosa es la actual pareja de Isabel Preysler). ¿Y por qué me decidí por este libro? Pues porque era uno de esos libros de Vargas Llosa que en su día, cuando todavía estudiaba cosas interesantes, estudié en el instituto en la asignatura de literatura y cuyo título tenía que aprender junto a otros dos también de este escritor encumbrado al Olimpo de la literatura hace cinco años por la Academia Sueca.

La tía Julia y el escribidor” es quizá una de las novelas más famosas y, por qué no decirlo, sonadas de Vargas Llosa, ya que en ella se describen episodios que tienen mucha relación, sino no son directamente autobiográficos, de la vida juvenil del escritor y su romance, y posterior boda, con su tía (no carnal que conste). Para ser sincero, yo de toda esta historia de enredos y del carácter parcialmente autobiográfico del libro no tenía ni idea hasta hace no mucho tiempo (un par de meses, no más); y de hecho no lo compré por esta temática romántica, de asuntos de faldas, sino por el renombre que siempre ha tenido esta novela dentro de la obra de Mario Vargas Llosa.

Ya he esbozado ligeramente cuál es el argumento y la trama principales de “La tía Julia y el escribidor” a saber: la historia del romance y flechazo de pasión casi a primera vista entre Mario (Marito, o Varguitas son los apelativos que se usan en la novela para designar al protagonistas que a su vez es el narrador de la historia) un joven estudiante de derecho con sueños bohemios de escritor en una buhardilla de Paris que trabaja para sacarse un dinero como redactor en una radio en la Lima de los años 50, y su tía no carnal Julia (me costaría mucho trabajo explicar realmente cuál es el parentesco entre Mario y Julia). Esta es la trama principal de la novela. Cosa que no parece, ni es, baladí. Pero detrás de esta historia de revista del corazón, de historieta romántica para mujeres solteronas, de cotilleo de salón de belleza, se esconde una crítica feroz y voraz de la sociedad acomodada y clasista de una ciudad como Lima, pero que bien podría ser cualquier ciudad grande de provincias estigmatizada por un pasado muy conservador y religioso.

Sin embargo “La tía Julia y el escribidor” es mucho más, ya que podría decir que esta novela son a su vez dos novelas muy diferentes la una de la otra. Por un lado, como ya he dicho, esta la historia de amor desenfrenado de Mario y su tía Julia, que intentarán por todos los medios y con la ayuda de personas que no tienen esa mentalidad antigua, tradicional y conservadora, llevar a buen puerto y disfrutarla en libertad. Pero por otro lado este libro también es una demostración extraordinaria de la magistral imaginación y del dominio de la lengua española del otro lado del Atlántico por parte de Mario Vargas Llosa, ya que los capítulos en los que está dividida la novela se dividen alternativamente entre la historia de Marito y Julia, y una serie de narraciones que nada tienen que ver con la historia principal y que conforman una especie de libro de relatos o cuentos sobre la sociedad limeña.

Esta simbiosis, este libro híbrido entre novela romántica y de enredos, y colección de relatos que bien podrían ser telenovelas que es “La tía Julia y el escribidor”, se consigue gracias a un nexo de unión que enlaza lo que podríamos llamar la realidad de la novela (la historia de Mario y Julia) y la ficción de la misma (los relatos “cortos”). Este nexo no es ni más ni menos que un personaje que aparece en el relato real y que es un radionovelista que trabaja para el mismo grupo informativo en el que trabaja el protagonista de la novela, Marito. Este escritor por encargo de folletines novelescos para ser radiados y escuchados por toda la sociedad limeña se convierte en todo un contrapunto en la novela y termina por convertirse en un cordón que une dos parte de un mismo libro y que hacia el final de la novela se entremezclan más de lo que parece al principio, cosa que es de resaltar y agradecer como lector.

No hay duda de que en “La tía Julia y el escribidor” Mario Vargas Llosa muestra todo su sentido del humor e ironía en la parte de la novela que corresponder a su propia vida, aunque la novele un poco. Pero también tengo que reseñar la fantástica imaginación que demuestra a la hora de crear historias cortas completas llenas de miedos, dudas, amor, pasión, traiciones y estigmas sociales que muestras cómo era la sociedad en la se hizo escritor el propio Vargas Llosa. Además, y como dije antes, esta novela muestra el excepcional dominio que tiene el escritor peruano sobre la lengua castellana, o mejor dicho del español. Y digo esto porque a lo largo de las páginas de este libro el lector se va a encontrar con dos estilos diametralmente opuestos, gracias principalmente al empleo de una misma lengua exprimida hasta la saciedad en sus dos vertientes: la peninsular castellana, y la americana. Así, la historia de Mario y la tía Julia es mucho más ágil, directa y sencilla de leer, por usar un lenguaje más cercano al español de España, que los relatos que se intercalan entre capítulo y capítulo, que están escritor en un estilo mucho más complejo, no por difícil de leer, sino por emplear, Vargas Llosa, la amplísima riqueza del español americano (su vocabulario, dichos, tonos, expresiones, etc.).

Como lo que pretendo con este blog es ser totalmente sincero con respecto a los libros que me leo, tengo que decir que “La tía Julia y el escribidor” me ha dejado con sentimientos muy encontrados. No negaré nunca que la historia principal, la que relata de forma novelada parte de la biografía de Vargas Llosa, me ha encantado y dejado sin palabras desde el principio del libro llevándome a viajar con la mente a la Lima burguesa de los años 50. Pero (siempre hay un pero), luego está la parte de los relatos de radionovela. Y es aquí donde tengo que ser mucho más crítico con Vargas Llosa. No diré tampoco que no me haya gustado ninguna de estas historias o relatos cortos, porque de hecho hay varias que son de una imaginación totalmente desbordante; pero a mí me terminaron por cansar, tanto por el argumento sin interés alguno de algunas de estas historias, como por el estilo tan, tan nativo criollo que emplea en algunas ocasiones que hace que sea muy difícil leer con fluidez estas historias. Este es quizá el mayor inconveniente que le pongo a la novela.

No obstante y obviando quizá un poco lo último que he dicho. “La tía Julia y el escribidor” es una novela que en su gran mayoría, ha cumplido con mis expectativas. Y no solo eso, sino que me ha sorprendido por el hecho de tratarse de dos libros, tan aparentemente diferentes, en uno. Además me ha pasado una cosa curiosa con el título de la novela y es que yo pensaba que todo él se refería a Vargas Llosa, que sería el escribidor, y a su primera mujer, la Tía Julia; pero tras la lectura mi conclusión es totalmente diferente, ya que para mí el escribidor es el autor de los radioteatros que aparece en la historia de Marito o Varguitas. Por tanto mi recomendación es que cualquiera que quiera empezar a descubrir la literatura de Mario Vargas Llosa sin ir a una de esas novelas más pesadas y con contenido más profundo, debería leer este libro y disfrutar, y reírse también, de este conjunto variado de historias que se presentan en este libro (además si alguna de las historias, o relatos, o cuentos adultos no gustan o enganchan siempre se pueden dejar a medias ya que su no lectura no afecta a la comprensión de la novela).

Caronte.

sábado, 3 de octubre de 2015

Lectura crítica: "Call for the dead"

Llevaba más de un año sin leer nada de John Le Carré y para ser sinceros ya tenía mono de este autor. Desde que hace ya más de seis años lo descubriera gracias a mi profesora de historia de segundo de bachillerato, Le Carré se convirtió en uno de mis autores favoritos, sino el preferido. Por esta razón queda el lector de este artículo advertido de que su contenido no va a ser objetivo, aunque voy a intentar ser lo más justo posible para escribir una crítica lo más ajustada a la realidad posible. Será difícil, pero con algo de esfuerzo conseguiré hablar de esta primera novela de este grandísimo escritor inglés que en su día, y por un muy breve espacio de tiempo, trabajó para el Servicio Secreto Británico. No es casualidad que para volver a leer algo de Le Carré haya recurrido a su primera novela; de hecho esto era algo que tenía pendiente, ya que el libro del que voy a hablar no es sólo el primera de la enorme producción literaria de Le Carré, sino también el despertar literario de uno de los personajes más enigmáticos de la literatura inglesa, el agente George Smiley.

Call for the dead”, y pongo el título en inglés porque es en este idioma en el que me he leído este libro, fue la primera novela publicada por John Le Carré allá por el año 1961, en plena guerra frío entre Occidente y el mundo Comunista. Y es en está órbita en la que se mueve la historia que se narra en la novela: una pura historia de espías a la vieja usanza, donde las cosas nunca son lo que parecen, los traidores a veces no lo son y sólo lo aparentan, queriendo o no, y donde el engaño y los silencios juegan un papel muy importante a la hora no sólo de salvaguardar un secreto, sino también de evitar ser asesinado. Puedo quizá sonar un poco presuntuoso si digo que “Llamada para el muerto”, que es como se titula esta novela en español, es quizá la novela de Le Carré que más me ha sorprendido y gustado, y una de las más adictivas que he leído nunca.

No hay nadie como John Le Carré en cuanto a novelas de espías aunque parezca algo raro decirlo con la primera novela de este autor. Pero esto es un hecho. “Call for the dead” no es la primera novela suya que leo y por ello puedo afirmar que a pesar de que empecé a leer a este extraordinario escritor con su obra “Nuestro Juego” y me he leído todas sus últimas novelas publicadas en los últimos seis años; esta primera obra reúne de manera magistral todo su estilo que posteriormente desarrollaría y terminaría por hacer mucho más elaborado. Al ser una primera novela, en ella se muestran signos evidentes de duda ante el futuro de ser escritor. El estilo que Le Carré usa en este libro nada tiene que ver con el estilo del Le Carré ya consagrado de sus novelas más profundas y morales. En esta primera obra, Le Carré es directo, conciso, brillante en el lenguaje y los diálogos y simple con las descripciones de lugares y situaciones. A pesar de que estos ingredientes pueden parecer insulsos, Le Carré consigue una obra maestra del género, trepidante y enigmática de principio a fin, y con un argumento tan elaborado como simple, y tan complejo como sencillo.

La trama de “Call for the dead” propiamente dicha versa sobre el aparente suicidio de un agente del servicio secreto, Samuel Fennan, tras una entrevista, realizada por George Smiley, para dilucidar si es un traidor o no. Sin embargo pronto la hipótesis del suicidio deja de encajar para Smiley, básicamente porque desde su oficina en el servicio de inteligencia optan por no escarbar más en el asunto y asumen que Fennan se suicidó por culpa de Smiley y su entrevista con él. Esto no gusta nada a nuestro protagonista, George Smiley, y decide investigar por su cuenta para sacar la verdad a la luz, porque duda mucho de que todo sea tan sencillo. Sus dudas pronto tienen continuación y tras una entrevista con la mujer de Fennan, Elsa, Smiley se da cuenta de que hay gato encerrado y que Samuel Fennan no se suicidó sino que fue asesinado.

A partir de este momento, y gracias a la ayuda de un policía normal y corriente, de calle como se dice en la novela, el inspector Mendel y de un agente subordinado de Smiley en el servicio secreto, Peter Guilliam, Smiley empieza a tirar de la cuerda para descubrir el fondo de este asunto que desde el primer momento le olió mal. Rápidamente con casi todas la piezas sobre el tablero empieza el juego que es la trama de “Call for the dead”. Los sucesos se van desencadenando con una rapidez asombrosa que deja al lector exhausto y con los ojos como platos por cómo se van desarrollando los acontecimientos y por cómo se va liando el asunto. Es en estos primeros compases de la novela en los que yo me quedé totalmente enganchado a la historia y tras los cuales no pude dejar de leer salvo para comer y hacer mis necesidades básicas en el servicio. Pero cuando parece que todo llega a un final, de repente aparece en escena un pasado oscuro. Y de ese pasado emerge un personaje más, una pieza más del puzle: un antiguo colaborador de Smiley en Alemania, Dieter Frey, que tras la guerra en vez de seguir colaborado con los servicios secretos británicos, cambia su lealtad por la Alemania del Este, el socialismo y el comunismo. Desde esta aparición ya sí están todas las piezas sobre el tablero para que la partida llegue a un final, que aunque se puede aventurar de antemano como trágico y dramático, nunca el lector puede imaginar que llegue de manera tan sutilmente calculada y tan extraordinariamente narrada como lo hace John Le Carré.

Esta trama tan bien hilada, en la que todos los personajes juegan a la perfección su papel y en la que todos y cada uno, por muy mínima que sea su participación en “Call for the dead”, tienen algo que decir y algo que aportar a Smiley para resolver la muerte de Fennan. Pero John le Carré no se queda simplemente ahí: con una trama perfectamente estructurada y construida; sino que se va más allá en el libro. Como dije al principio este es el primero de una serie de libros protagonizados por George Smiley, un agente del servicio secreto británico con una vida melancólica y en gran parte solitaria, donde las sospechas, las mentiras y los silencios tienen mucho que decir en su forma de ser. John le Carré aprovecha esta historia narrada con el telón de fondo de la Guerra Fría para presentarnos a su mayor, mejor y más enigmática creación literaria, que ojalá (y esto lo digo a nivel personal) hubiera existido en la realidad (aunque quién sabe si no existió de verdad), a este agente meticuloso, metódico y sobre todo infalible en su trabajo, que demuestra con su investigación sobre la muerte de Fennan un sexto sentido que en el Servicio Secreto necesitan y que hace que Maston, su superior jerárquicamente hablando le proponga un gran puesto dentro del MI6.

No puedo ocultar que “Call for the dead” me ha parecido un libro soberbio, escrito de manera totalmente magistral y con una trama adictiva hasta términos preocupantes para la salud física, y casi mental diría yo, que me ha mantenido durante un par de horas totalmente pegado a él sin poder dejar de leer. No obstante es un libro de lectura sencilla, tanto en inglés, como supongo también en español, y sus apenas ciento cincuenta páginas de puede perfectamente leer con calma, disfrutando verdaderamente de una historia entretenida, inquietante e interesantísima, en un par de tardes de otoño de estas que a partir de ahora van a venir. La única pega no se la voy a poner al libro, que es sobresaliente, ni al autor, que es incomparable, sino a mí mismo: y es que me reprocho a mí mismo el tiempo que he dejado pasar antes de leer esta novela. Pero bueno, el error ya está solventado y el libro leído, y con ello puedo concluir que John Le Carré es el gran maestro de la novela de espías de todos los tiempos, y ésta su primera novela una joya que recomiendo vivamente a todo aquel que quiera pasar unas horas muy entretenidas.

Caronte.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Lectura crítica: "The human factor"

No sé por qué pero siempre me pasa que cuando un escritor me gusta mucho tardo mucho tiempo en volver a alguno de sus libros. A veces pienso que debería leerme todos los libros de un autor que me guste mucho del tirón; pero luego pienso que si hago eso y por ejemplo dicho escritor está muerto no tendré más que leer suyo y por tanto perderé una buena oportunidad. Por eso quizá he tardado tanto en volver a leer una obra de Graham Greene. Digo tanto, cuando solo han pasado unos cuantos meses desde el último libro suyo que me leí. Para mí ha sido mucho tiempo, ya que desde que descubrí a este escritor inglés gracias a un regalo de cumpleaños que me hicieron unos amigos ha pasado a ser uno de mis escritores preferidos, al que siempre leo en inglés porque es bastante fácil de leer a pesar de que sus libros no son recientes, y al que me une en cierto modo una macabra coincidencia y es que murió el mismo día que yo nací. También puede que deje pasar tanto tiempo entre un libro suyo y otro debido a que cada vez que voy a comprar algún libro de Greene nunca termino por decidirme por ninguno y termino por dejarlo para más adelante.

El libro del que voy a hablar en esta ocasión es “The human factor” o como reza su traducción al español “El factor humano”. Como la gran mayoría de las novelas más conocidas de Graham Greene, este libro trata sobre el espionaje británico y sus protagonistas son espías clásicos que descifran mensajes codificados y encriptan nuevos, son enviados a países exóticos a obtener información y deben lidiar con topos y dobles agentes. Vamos podría decir en pocas palabras que esta es una típica novela de espías al más puro estilo británico, que en este género los ingleses son los grandes maestros mundiales con autores como John Le Carré, Frederick Forsyth, o el propio Graham Greene (todos ellos además trabajaron en algún momento de sus vida como agentes del MI6, el Servicio Secreto Británico).

La trama principal de “The human factor” es la existencia en un departamento del MI6 de un topo. Dicho departamento está compuesto por tres agentes propiamente dichos: nuestro protagonista Carter, su compañero de sección, Davis, y el supervisor de ambos Carson (nótese que todos los personajes de la novela aparecen nombrados en la misma, salvo dos de ellos, por sus apellidos). Como un topo es algo indeseable en cualquier servicio secreto que se precie, los responsables de más algo grado decide investigar y hacer indagaciones. Así el doctor Percival pone su ojo de pescador en Davis, decidido, sin dudas ni titubeos; y así se lo hace saber al jefe Heargraves y el responsable de seguridad del departamento el coronel Daintry. Sin embargo nada es lo que parece porque casi desde el principio de la novela el lector intuye que Davis no es el topo y su muerte, o asesinato enmascarado muy sutilmente por una toxina que enmascara una muerte provocada como natural, sólo causa malestar, dudas y sobre todo errores.

Esta es la trama principal de “The human factor”, sin embargo me falta hablar un poco del protagonista principal de la novela, Castle, un veterano miembro del MI6 que en su día trabajó sobre el terreno en Sudáfrica en la época final del Apartheid, donde tuvo que lidiar con organizaciones oficiales del gobierno surafricano lideradas por Muller, un africano blanco lleno de prejuicios y muy racista que hizo la vida imposible a Castle debido a que éste se enamoró de una mujer africana, Sarah. Esta otra historia, que pertenece al pasado de nuestros protagonistas, siempre está presente en la novela, mediante medidos flash backs que afianzan la personalidad de Castle y hacen que el lector coja cariño a este espía de doble atormentado por sus sentimientos.

Pero esto no es más que una parte de la trama oficial de “The human factor”. Sin embargo, como en casi todas las novelas de Graham Greene que me he leído hay mucho más allá de la trama formal podríamos decir. La moral y la ética, los sentimientos y las creencias personales juegan un papel fundamental en la historia. Así cada uno de los personajes que aparecen en la novela tiene sus propias características personales, sus matices en algunos casos muy sutiles y su forma de ser y pensar. Castle en un marido ejemplar, que ama a su mujer Sarah por encima de todo, y que no dudó en arriesgar su carrera en el servicio secreto para sacarla de Sudáfrica, y que también ama al hijo de ésta, Sam, asumiéndolo como propio aunque no sea así; Davis por su parte, más joven que Castle es un desastre de espía, sin orden ni control, adicto a la bebida y propenso a levantar sospechas, como de hecho hace; el doctor Percival es un ser sin moral alguna, al que le importa más una trucha asalmonada y la pesca que la vida de una persona inocente; todo lo contrario que el agente de seguridad Daintry, un hombre separado con una hija con la que apenas tiene relación y cuya soledad le pesa como una losa de hormigón en sus hombros, que respeta su trabajo y quiere hacerlo bien cumpliendo las leyes, aunque para eso tenga que traicionar algún que otro sentimiento afectivo hacia alguna persona; Heargraves por su parte es el venerable jefe de espías que delega sus decisiones y que por su veteranía prefiere saber lo menos posible para que nada le importune. También podría hablar de Sarah, o Sam, o del agente Muller, o de algunos otros personajes mucho más secundarios, pero sinceramente creo que es mucho mejor que cada uno los descubra por su cuenta y los juzgue de manera individual.

No lo he dicho pero “The human factor” no es del todo una historia de ficción pura y dura. Aunque nunca lo reconoció en vida, muchos críticos de la obra de Graham Greene están de acuerdo sin el mínimo rescoldo de dudas que la historia que se narra en las páginas de este libro está basada en la vida de Kim Philby, el más famoso, célebre y a la vez odiado espía británico que trabajó durante varias décadas como agente doble del KGB ruso infiltrado en el MI6. De hecho por esta razón me decidí por este libro antes que por otros de Greene. Castle y Philby, si bien son de carácter muy diferente, sí que comparten muchas cosas, entre otras el hecho de ser dobles agentes del KGB en el MI6. Sin embargo les separa un elemento fundamental y es que mientras el protagonista de esta novela, Castle, no cree en el comunismo (como tampoco en ninguna otra ideología, fe o creencia), Philby sí que lo hacía y cuando desertó a la URSS lo hizo sin problema de conciencia. Por otro lado está el asunto sentimental que Greene incorpora a la trama de esta novela y que da a la trama un carácter mucho más personal e íntimo, incorporando las dudas y miedos de Castle por perder a Sarah.

Quiero también comentar el estilo que emplea Graham Greene en “The human factor”. El lector se encontrará con una novela de espías en la que predominan los diálogos; diálogos que Greene domina como un verdadero experto y puedo decir que estos diálogos, en todas sus novelas, son lo mejor de sus libros. La novela se lee con facilidad, es ágil, directa y concisa, es decir, a diferencia de otras novelas de este escritor en esta no hay digresiones moralistas demasiado profundas, sino que con una sencillez asombrosa mediante los diálogos entre los diferentes personajes Greene incorpora poco a poco sus temas predilectos como son la religión (tratada muy someramente en este libro), el  alcohol, la soledad y las creencias personales que llevan al ser humano a actuar de una manera u otra. Las descripciones son las justas y necesarias para ambientar alguna escena y nada más. Greene va a la acción estrictamente y todas las frases del libro tienen sentido y significado, ninguna está simplemente por estar.

Para terminar ya, solo quiero apuntar que “The human factor” ha sido una de las mejores lecturas que últimamente me he echado a la cara, si se puede decir así. Greene de momento no me ha defraudado con ninguna de sus novelas, que por cierto están llenas de realismo y son perfectamente verosímiles. Además esta novela, a pesar de ser ficción, en parte está basada en uno de los personajes más controvertidos de la historia del Reino Unido y de los servicios de inteligencia, y por tanto es perfecta para introducirse en las novelas de espías en las que no solo el lector se sumerge en una trama de secretos y sombras, sino también de dilemas morales y decisiones que implican vidas humanas.

Caronte.