Quiero terminar el año de reseñas en el blog hablando de una novela de uno de los más grandes narradores que ha visto este país en los últimos 60 años y cuya pluma, por desgracia, se apagó hace unos meses: Juan Marsé. Reconocido por crítica, lectores y casi todos los premios literarios en castellano (incluido el Cervantes), Marsé ha sido una de las grandes voces narrativas en español de las últimas décadas, cuya obra ha dejado ya y seguirá dejando, grandes influencias en escritores de muy diferentes ámbitos. Así como Madrid tuvo a un gran narrados como Galdós, o Londres a Dickens, o Nueva York a Auster, Barcelona tendrá siempre como su gran narrados y fabulador a Marsé. He querido acercarme acabando este maltrecho 2020 de nuevo a la obra de Marsé, siendo uno de los pocos autores de los que este año he leído más de un libro, para acabar con buen sabor de boca después de tantas amarguras y sinsabores, y puedo decir que me alegra enormemente haberlo hecho porque no puede haber mejor lectura que un Marsé pletórico.
“Caligrafía de los sueños” es de las últimas novelas publicadas por Marsé publicado allá por 2011 cuando el autor barcelonés ya había recibido el máximo galardón al que un escritor en español puede aspirar: El Cervantes. La Barcelona de la posguerra, de los años del hambre y el racionamiento, de los inviernos fríos y las infancias perdidas, es el espacio donde se desarrolla una historia de amor atípica, donde nuestro protagonista, Mingo o Ringo, dependiendo de quién le nombre, un niño de unos 13 años vive una Barcelona casi tan mágica como el Macondo de García Márquez.
Siempre he dicho que en el realismo de Marsé hay mucho de mágico, aunque nada tenga que ver su literatura con ese subgénero narrativo maravilloso surgido de las entrañas de la imaginación iberoamericana. “Caligrafía de los sueños” es una novela tan realista como fantástica, donde los personajes reales, pasados por el filtro del joven, soñador y lector protagonista, cobran una vida en parte nítidamente verídica y en parte fantásticamente mágica.
Las novelas de Marsé suelen ser siempre un viaje espacio temporal a un momento determinado de la historia de Barcelona. “Caligrafía de los sueños” nos lleva a la década de los años 40, a su segunda mitad concretamente. Y como en casi todas sus novelas, Barcelona no pasa por ser un mero escenario de la acción, sino que se convierte en un personaje más, lleno de vida, con luces y sombras, con voz, olor, tacto, gusto, oído. Sin Barcelona, concretamente sin los barrios del Guinardó, el Carmel y Gràcia, esta novela no sería lo que es. Las calles oscuras al anochecer, los cines y salas de baile míticas y prácticamente ya extintas, las tabernas llenas de parroquianos del barrio charlando y chismoteando, los tranvías que bajan hasta la Barcelona histórica y casi mítica del Gótico, el barrio chino o el Raval, las lomas peladas con infraviviendas de posguerra; todo conforma un microclima que condiciona a los personajes y sugestiona al lector hasta tal punto que puede sentir el suelo bajo sus pies caminando por Barcelona y sus barrios de la mano de Mingo/Ringo.
“Caligrafía de los sueños” no es solo un viaje sensorial a una Barcelona de posguerra donde sus humildes habitantes sobreviven como pueden ayudándose entre sí y los niños crecen rodeados de miseria intentando evadirse de la misma contando historias (aventis en la jerga de Marsé) inspiradas en las películas que ven colándose en cines, o leen en los tebeos comprados en los kioskos con lo que les puede sobrar (o sisar) de la compra que les encargan los padres. Como todas las novelas de Marsé también esta es un deleite para los amantes de la buena literatura y la buena prosa. Si sumamos a la extraordinaria y sin fronteras imaginación de Marsé, un estilo cuidadísimo, donde cada página es una obra de arte y donde en cada frase cada palabra está pensada y medida para que no sobre ni falte nada, la lectura de sus novelas se convierte en sí misma, sin contar la trama o los escenarios, en un ejercicio de disfrute de la belleza de la literatura.
Llegamos a fechas un tanto especiales donde el consumismo reina por doquier, sin embargo, regalar un libro siempre es buena idea, es cultura, es entretenimiento, son experiencias y viajes baratos que no conllevan más gasto que el que puede generar un rinconcito cómodo en casa donde poder vivirlos. En este año 2020 tan aciago creo que lo mejor es dejarnos llevar por la imaginación de Marsé y al mismo tiempo honrarle con un homenaje leyendo alguna de sus novelas. Puede ser cualquiera porque Marsé ha sido un clásico de nuestra literatura de los últimos 60 años. Pero como hoy estoy hablando de “Caligrafía de los sueños” creo que puede ser un muy buen inicio para acercarse a su figura ya que sin dejar a un lado la esencia misma del más puro Marsé esta novela es de más sencilla lectura que otras suyas quizá más consagradas. Eso sí, aviso, tras su lectura quizá os entren ganas de planear un viaje (para cuando se pueda) a Barcelona, la gran ciudad literaria española.
Caronte.