miércoles, 23 de diciembre de 2020

Caligrafía de los sueños

Quiero terminar el año de reseñas en el blog hablando de una novela de uno de los más grandes narradores que ha visto este país en los últimos 60 años y cuya pluma, por desgracia, se apagó hace unos meses: Juan Marsé. Reconocido por crítica, lectores y casi todos los premios literarios en castellano (incluido el Cervantes), Marsé ha sido una de las grandes voces narrativas en español de las últimas décadas, cuya obra ha dejado ya y seguirá dejando, grandes influencias en escritores de muy diferentes ámbitos. Así como Madrid tuvo a un gran narrados como Galdós, o Londres a Dickens, o Nueva York a Auster, Barcelona tendrá siempre como su gran narrados y fabulador a Marsé. He querido acercarme acabando este maltrecho 2020 de nuevo a la obra de Marsé, siendo uno de los pocos autores de los que este año he leído más de un libro, para acabar con buen sabor de boca después de tantas amarguras y sinsabores, y puedo decir que me alegra enormemente haberlo hecho porque no puede haber mejor lectura que un Marsé pletórico.

Caligrafía de los sueños” es de las últimas novelas publicadas por Marsé publicado allá por 2011 cuando el autor barcelonés ya había recibido el máximo galardón al que un escritor en español puede aspirar: El Cervantes. La Barcelona de la posguerra, de los años del hambre y el racionamiento, de los inviernos fríos y las infancias perdidas, es el espacio donde se desarrolla una historia de amor atípica, donde nuestro protagonista, Mingo o Ringo, dependiendo de quién le nombre, un niño de unos 13 años vive una Barcelona casi tan mágica como el Macondo de García Márquez.

Siempre he dicho que en el realismo de Marsé hay mucho de mágico, aunque nada tenga que ver su literatura con ese subgénero narrativo maravilloso surgido de las entrañas de la imaginación iberoamericana. “Caligrafía de los sueños” es una novela tan realista como fantástica, donde los personajes reales, pasados por el filtro del joven, soñador y lector protagonista, cobran una vida en parte nítidamente verídica y en parte fantásticamente mágica.

Las novelas de Marsé suelen ser siempre un viaje espacio temporal a un momento determinado de la historia de Barcelona. “Caligrafía de los sueños” nos lleva a la década de los años 40, a su segunda mitad concretamente. Y como en casi todas sus novelas, Barcelona no pasa por ser un mero escenario de la acción, sino que se convierte en un personaje más, lleno de vida, con luces y sombras, con voz, olor, tacto, gusto, oído. Sin Barcelona, concretamente sin los barrios del Guinardó, el Carmel y Gràcia, esta novela no sería lo que es. Las calles oscuras al anochecer, los cines y salas de baile míticas y prácticamente ya extintas, las tabernas llenas de parroquianos del barrio charlando y chismoteando, los tranvías que bajan hasta la Barcelona histórica y casi mítica del Gótico, el barrio chino o el Raval, las lomas peladas con infraviviendas de posguerra; todo conforma un microclima que condiciona a los personajes y sugestiona al lector hasta tal punto que puede sentir el suelo bajo sus pies caminando por Barcelona y sus barrios de la mano de Mingo/Ringo.

Caligrafía de los sueños” no es solo un viaje sensorial a una Barcelona de posguerra donde sus humildes habitantes sobreviven como pueden ayudándose entre sí y los niños crecen rodeados de miseria intentando evadirse de la misma contando historias (aventis en la jerga de Marsé) inspiradas en las películas que ven colándose en cines, o leen en los tebeos comprados en los kioskos con lo que les puede sobrar (o sisar) de la compra que les encargan los padres. Como todas las novelas de Marsé también esta es un deleite para los amantes de la buena literatura y la buena prosa. Si sumamos a la extraordinaria y sin fronteras imaginación de Marsé, un estilo cuidadísimo, donde cada página es una obra de arte y donde en cada frase cada palabra está pensada y medida para que no sobre ni falte nada, la lectura de sus novelas se convierte en sí misma, sin contar la trama o los escenarios, en un ejercicio de disfrute de la belleza de la literatura.

Llegamos a fechas un tanto especiales donde el consumismo reina por doquier, sin embargo, regalar un libro siempre es buena idea, es cultura, es entretenimiento, son experiencias y viajes baratos que no conllevan más gasto que el que puede generar un rinconcito cómodo en casa donde poder vivirlos. En este año 2020 tan aciago creo que lo mejor es dejarnos llevar por la imaginación de Marsé y al mismo tiempo honrarle con un homenaje leyendo alguna de sus novelas. Puede ser cualquiera porque Marsé ha sido un clásico de nuestra literatura de los últimos 60 años. Pero como hoy estoy hablando de “Caligrafía de los sueños” creo que puede ser un muy buen inicio para acercarse a su figura ya que sin dejar a un lado la esencia misma del más puro Marsé esta novela es de más sencilla lectura que otras suyas quizá más consagradas. Eso sí, aviso, tras su lectura quizá os entren ganas de planear un viaje (para cuando se pueda) a Barcelona, la gran ciudad literaria española.

Caronte.

jueves, 17 de diciembre de 2020

K. L. Reich

Una de las grandes lacras que tenemos los españoles como sociedad, y en varios aspectos de nuestra vida, es que no sabemos valorar lo nuestro y preferimos alabar lo de fuera, ya sea por exótico o por creerlo superior. Craso error. Preferimos asombrarnos con los Alpes antes que hacerlo con los Picos de Europa; nos atraen más las tierras áridas del norte de África que la tierra baldía y salvaje del sureste español; pensamos que Escocia e Irlanda son paraísos verdes y místicos y sin embargo rebajamos a Galicia a una mera región gastronómica donde el marisco y el pulo eclipsan todo lo demás; preferimos un pueblo alemán medieval reconstruido a Toledo, Segovia o Cáceres. Y nos pasa lo mismo con la literatura: antes miramos a un autor inglés, pongamos por caso Dickens, antes que deleitarnos con Galdós, simple y llanamente porque lo consideramos mejor y de más alto nivel cultural. Pura ignominia, puro desconocimiento. Ignorancia supina, a fin de cuentas. Y esto es lo que ha pasado con Joaquim Amat-Piniella y esta novela comparable a Primo Levi o a Anna Frank.

K. L. Reich” es una novela totalmente desconocida en España fuera de Catalunya, ya que allí es de lectura obligada casi en colegios e institutos. Supongo que por época de publicación (años 60), por tardarse más de 15 años en publicar debido a su contenido, y porque estaba escrita en catalán, el mundo editorial en castellano la ha ido repudiando y relegando al olvido que ha tenido y sigue teniendo. Y, sin embargo, creo que la novela debería tener un puesto preeminente en las lecturas obligadas para todo español que quiera saber qué pasó con sus propios compatriotas en los campos de concentración y exterminio nazi; ya que, aunque no al extremo que judíos, rusos u otras etnias y razas, los españoles también morimos y pasamos hambre en los campos de concentración nazis.

El panorama literario europeo está plagado de novelas, memorias, autobiografías y ensayos sobre experiencias personales o ajenas, de supervivencia o muerte, en los campos de concentración nazis. “K. L. Reich” es una novela que ficciona la propia experiencia de Amat-Piniella como preso de uno de los campos de concentración de la Alemania Nazi durante la IIGM; y como tal es dura, explícita y golpea al lector en su subconsciente de manera directa y sin piedad. Pero, para ser sinceros, no hay excesos en la novela, no hay violencia por el mero hecho de conmover al lector, no hay imágenes constantes y excesivas de penurias y calamidades.

 

Joaquim Amat-Piniella logró con “K. L. Reich” construir un relato en el que hay verdad y poco efectismo. Mientras en las novelas históricas ambientadas en este periodo y en estos escenarios suelen buscar la lágrima del lector, su horror y su pena, para intentar acentuar las calamidades y hacer las tramas más realistas; en esta novela solo hay sinceridad, humildad y veracidad. Huyendo de la grandilocuencia y la presuntuosidad de muchos escritores que pretendieron narrar el infierno de los campos de concentración y el Holocausto, Amat-Piniella muestra el horror, el miedo, el olor a carne quemada, los cuerpos exangües y esqueléticos, el hambre y el frío mezclados con el humor, la esperanza, los tejemanejes de los presos, la corrupción de los campos entre prisioneros y guardianes trapicheando con la supervivencia.

La gran virtud de “K. L. Reich” frente a otros libros y novelas que he leído sobre el nazismo, el Holocausto y los campos de concentración es la dosificación que se da en la novela al lector, y la gran humildad que muestra Piniella a la hora de narrar y confesar sus propias experiencias, o experiencias parecidas inspiradas en lo que vivió en aquellos años. Junto a estas descripciones de la vida (si es que, a sobrevivir en un campo de concentración sin apenas comida, con frío, y violencia y muerte por donde quiera que mires se le puede llamar vivir) también se incorporan reflexiones y sentimientos de culpa que hicieron que aquellos que sobrevivieron a aquellos años de muerte y horror se pregunten cómo y por qué salieron de aquello vivos y si lo hicieron egoístamente haciendo que otros murieran por el camino.

Es de agradecer que en “K. L. Reich” no se caiga en los tópicos de este tipo de libros, que en su momento Amat-Piniella quisiera mostrar la cruda realidad tal como la vivió, con sus numerosas y prácticamente únicas sobras, pero también con sus luces. No solo hay olor a carne quemada en las páginas de esta novela, ni únicamente crueldad nazi, también hay humanismo, resistencia, esperanza, corrupción, falta de ética, espíritu de supervivencia. Y, sobre todo: no hay héroes. Me suele repatear mucho las novelas que usan esta época histórica concreta para ensalzar sin sombras la figura de alguien real o ideal, cuando en aquellos años no hubo ningún solo héroe, sino simplemente seres humanos que pretendían sobrevivir, y si para ello tenían que hacer que un compañero o amigo muriese se hacía. Ese es el realismo que busco en una historia como esta.

Vuelvo al principio para decir que creo que sería importante y fundamental, para hacer país, para saber de nosotros mismos, para aprender a valorarnos, descubrir una novela como “K. L. Reich”. La IIGM parece que muchas veces queda lejos de España, que la vivimos casi de espaldas o refilón, y sin embargo hubo españoles que fueron asesinados en campos de concentración nazis. Amat-Piniella no es menos que Primo Levi o Anna Franck, o cualquier otro autor que pretenda hacerse pasar por gran escritor por novelar el Holocausto o el terror del exterminio nazi en campos de prisioneros. Sin petulancia, sin egocentrismo, sin creerse más que nadie, con una absoluta dignidad y humildad, Piniella escribió una novela que debería ser de obligada lectura en institutos de toda España porque sin saber quiénes fuimos es muy difícil que podamos si quiera entrever quienes somos.

Caronte.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Mi gato Yugoslavia

No suelo leer novelas de reciente publicación ya que siempre voy a remolque de las novedades editoriales de cada año salvo en contadas excepciones y autores. Y esto no suele ser así porque mi fuente principal de libros son las librerías de segunda mano y en ellas las novedades editoriales recientes (límite quizá dos años como mucho) son tan escasas como podrían serlo en su momento las pepitas de oro en algún río del medio oeste americano. Eso sí, cuando en alguna del puñado de librerías de segunda mano que frecuento en Madrid vislumbro alguna novedad que me interesara en su momento de publicación me hago con ella inmediatamente, sin pensar mucho en si hago bien o si el precio es demasiado elevado para mis estándares de una librería de segunda mano. Esto es lo que me pasó con esta novela de la que leí una buena crítica de un escritor bastante actual del panorama narrativo español y que me encontré por casualidad después de una cita mañanera en una librería en el centro de Madrid. No dudé y la compré.

Mi gato Yugoslavia” es una novela de la que tuve conocimiento gracias a Twitter y a la crítica que de ella escribió en una revista cultural un escritor al que desde hace tiempo vengo siguiendo la pista aún sin haberme leído nada suyo. Me llamó la atención la mezcla de temas que desde hace tiempo ya me vienen resultando muy atractivos, quizá por sentirme identificado, quizá por adentrarse en situaciones, momentos y épocas históricas sobre las que quiero leer más. En este caso esos temas son: migraciones, desarraigo, homosexualidad en el mundo actual y la Guerra de Yugoslavia. Como se puede ver temas todos complejos, variados y aparentemente sin mucha conexión entre ellos.

¿Cómo se mezclan en un libro todos los temas anteriores? Pues muy sencillamente, narrando y novelando tu propia experiencia vital. Eso es lo que Pajtim Statovci, jovencísimo autor finés autor de esta novela, hace en “Mi gato Yugoslavia”: abrirse en canal para mostrar al lector como el mundo actual diferencia siempre, por muy abierta que se diga una sociedad, entre personas y pone etiquetas, aunque reniegue de ellas. De padres emigrados de Yugoslavia a Finlandia cuando la guerra empezó a destruir familias y a cortar esperanzas de vida de raíz, Statovci narra en este libro dos historias, alternando capítulos de las mismas. Por un lado, hay un joven homosexual que vive en Finlandia y que intenta relacionarse con hombres de la manera actual, es decir, a través de aplicaciones y redes sociales, añorando el amor, idealizando las relaciones de pareja, buscando algo que quizá debería encontrar primero dentro de sí mismo. Por otro lado, la historia de la madre de este joven, desde que se enamora, se casa y empieza a formar una familia en su tierra yugoslava, hasta la huida en busca de paz y oportunidades, de vida, a fin de cuentas, en Finlandia.

Desde hace tiempo vengo interesándome por novelas que tengan la guerra de los Balcanes y la desintegración de la antigua Yugoslavia como telón de fondo, o como parte de su hilo conductor de manera más o menos indirecta. “Mi gato Yugoslavia” no trata directamente de la guerra, ni de su origen o desarrollo, sino de las consecuencias aparentemente secundarias, pero profundamente duras que tuvo para miles de personas que se vieron expulsados directa o indirectamente de sus vidas, tradiciones, familia, trabajo, estudios, amistades y futuro para emigrar a países que les quisieran acoger como refugiados y donde siempre, hicieran lo que hiciesen serían considerados como extranjeros, inmigrantes, parias. Esto se ve en la narración de la madre y cómo todo lo que un día tuvieron en Yugoslavia se ve barrido de un plumazo en Finlandia.

Pero también llevo tiempo interesándome por novelas donde la homosexualidad, en varias de sus facetas y consecuencias, juega un papel interesante y clave. “Mi gato Yugoslavia” es una novela donde se ve la dificultad que, en la sociedad actual, tan deshumanizada, tan individualista, tan impaciente, se tiene para encontrar pareja siendo gay y dependiendo de la sociedad de la que provengas. Hasta hace no mucho ser homosexual implicaba o bien estar callado e ir asumiendo interiormente tu condición dándote cuenta que es tan normal como ser heterosexual, o vivir todo ese proceso abiertamente arriesgándote a que, en el colegio, instituto o en tu familia te hagan la vida imposible haciendo que el dolor y el sufrimiento te impida vivir y desarrollar una vida normal. Ese desarraigo afectivo, ese mar de dudas y miedos, esa niebla de soledad que en la novela experimenta el joven narrador es tan actual, tan real y tan llena de verdad que a veces duele leer algunas experiencias o pasajes.

Alguien podría preguntarse el porqué del título, yo lo he hecho a lo largo de toda la novela, y una vez terminada de leer, si soy sincero soy incapaz de dar una respuesta de la que esté seguro al cien por cien. En “Mi gato Yugoslavia” hay varias referencias a gatos y son un elemento conductor de la novela, recurrente tanto en la parte narrada por la madre, como en la parte narrada por el hijo. Y además hay un gato homófobo, racista y xenófobo en el primer tercio de la novela que me ha dejado totalmente desconcertado por la alta carga metafórica y simbólica que tiene y que no he sabido muy bien descifrar. Para mí, esta parte tan irreal, tan fantasiosa, tan surrealista, sobra de principio a fin; no aporta nada a la novela ni a la historia tener un gato tan desagradable, que habla, que probablemente quiere representar algo que no queda claro y que por tanto hace que pierda el sentido.

Pese a la absurdez y falta de sentido que tiene ese gato parlanchín que irrumpe en la novela el principio de la misma y que desaparece tan sorpresivamente como apareció, para alivio de los lectores, “Mi gato Yugoslavia” es una novela interesante, llena de matices y con mensajes variados que llevan al lector a pensar en que la vida nunca es sencilla y siempre pesa de dónde vienes y quien has sido, por muy liberados de prejuicios y abiertos de mente que puedan ser las personas con las que interactúas y la sociedad en la que vives. Nuestro pasado y nuestro presente son los que hacen que seamos lo que somos y nuestro porvenir depende de ello tanto como de nuestra propia determinación para intentar modificarlo y cambiar. En definitiva, sin ser una novela brillante ni deslumbrante, sí que es una novela que se deja leer y que abre un poco la mente del lector.

Caronte.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Mejor la ausencia

De vez en cuando hay que dejarse llevar y aconsejar por los libreros, que en el fondo son los que más saben de libros y gustos lectores, tanto por poder abarcar un mayor campo de visión literaria presente y pasada, como por encontrarse constantemente con preguntas, solicitudes de ayuda y peticiones de recomendación de lectores de infinidad de inquietudes. Sin embargo, pocas veces me he dejado yo asesorar en una librería, muy pocas, y todas en los últimos meses. Siempre he sido yo el que iba a librerías, de segunda mano o grandes cadenas de librerías, a mirar libros y dejar que estos decidieran por sí solo si querían venirse conmigo a mi casa para reposar durante el tiempo necesario en mis manos para que los leyera. A veces el destino quería que el libro comprado me iluminara y otras muchas el libro ha quedado difuminado en un olvido doloroso. Con este libro debo reconocer que la recomendación de los libreros de toda la vida de mi barrio me ha iluminado de manera soberbia.

Edurne Portela es una escritora que alcanzó la fama gracias a que el gremio de libreros de Madrid le concedió su premio anual por esta novela que hoy reseño: “Mejor la ausencia”. Si digo la verdad yo hasta ese momento no había escuchado hablar de ella ni leído nada sobre esta escritora y pasado el tiempo la verdad es que pasó desapercibida. Sin embargo, este libro suyo es probablemente uno de los grandes fenómenos literarios de los últimos tiempos, no por fama o celebridad sino por calidad.

Mejor la ausencia” narra en primera persona la vida de Amaia desde sus 5 añitos hasta su madurez con 35. Por tanto, es Amaia la que desde pequeñita nos va contando como es su vida, su familia, su entorno. Y encima nos lo cuenta como una niñita de 5 años lo contaría cuando tiene 5 años, como una adolescente lo narraría con 13, como una joven preuniversitaria nos contaría sus cosas con 17 y como una joven adulta de 35 nos hablaría de su vida. Edurne Portela construye una historia grandiosa tanto en todo lo relativo con lo que cuenta como por cómo lo narra. Ese lenguaje que va evolucionando a medida que el lector va pasando las páginas le da una plasticidad y un realismo a la novela poco común y que no he visto en muchos libros.

Ya he hablado de la forma de “Mejor la ausencia”, hablemos ahora del contenido. Esta novela es un gran fresco de las dos grandes violencias que han arrasado y siguen haciéndolo a la sociedad española. La violencia que ejerce el ser humano contra sus semejantes. La violencia encarnada, enquistada, la que se retroalimenta de más violencia, la que engendra constantemente más y más y más violencia. Terrorismo y violencia machista se dan la mano en esta obra que sobrecoge a cada página y que no da al lector un respiro de tranquilidad y paz en sus casi 250 páginas.

La familia de Amaia parece normal al principio, pero poco a poco se ve que la violencia enmascara todo viso de normalidad. Ella es la menor de 4 hermanos, que viven en el País Vasco de los años 80, a las afueras de Bilbao. Podríamos decir que esta familia es como un queso gruyere, bonito y perfecto por fuera, pero lleno de agujeros una vez lo abrimos por la mitad. “Mejor la ausencia” narra precisamente eso: cómo la ausencia es lo mejor en una familia que solo cuando cada uno de los miembros se aíslan puede vivir en paz, ya que en conjunto es imposible y se hacen la vida imposible unos a otros.

Todos los tópicos típicos de la violencia etarra y machista forman parte del tejido de “Mejor la ausencia”, pero de una manera que nada tiene que ver con la simplicidad que en otras ocasiones se ha tratado estos asuntos. Esta no es una novela como “Patria” de Aramburu, aquí la violencia de ETA es un escenario, un ruido de fondo, un decorado macabro y lleno de odio que envuelve el verdadero núcleo de la novela que es la violencia familiar. Porque esta novela no es simplemente violencia machista, sino violencia familiar, violencia desmedida generada por un ambiente en el que lo normal es insultar, hacer de menos, vejar y pegar, infligir un daño físico y moral constante, edulcorado con perdones egoístas y falsos.

Portela ha sabido mostrar en “Mejor la ausencia” las dos violencias, de ETA y familiar, con sosiego, sin efectismo, sin aspavientos, simplemente dejando que el lector lea hechos y juzgue por sí mismo sin ver escritos juicios de parte. Somos nosotros los lectores los que debemos darnos cuenta que reaccionar contra estas violencias siempre está en nuestras manos. Con ETA se acabó en el momento en el que los silencios dejaron de oírse y empezó a oírse a la sociedad, la vasca principalmente, clamar contra los asesinatos de paisanos, vecinos, amigos, compañeros inocentes. Del mismo modo, creo que esta novela deja bien claro que solo podremos acabar con la lacra de la violencia machista y familiar si toda la sociedad la sentimos como propia, si empezamos a no creer que es un tema privado que en privado debe ser tratado. En el momento que todos y todas nos sintamos afectados por lo que pase en las familias de las decenas de Amaias que hay en España habremos caminado en la dirección correcta.

No me extraña que en su día “Mejor la ausencia” fuera considerado por los Libreros de Madrid como la mejor novela de 2017. Y es una pena que un libro así, tan necesario, tan duro y tan real a la vez, haya pasado desapercibido para el gran público; pero claro el fenómeno Aramburu eclipsó todo cuanto se publicó en esas fechas que tuviera que ver, aunque fuera tangencialmente con ETA. Tras su lectura no puedo más que agradecer a los libreros de la Librería Jarcha de mi barrio en Madrid su recomendación, y solo me queda añadir que debéis leer esta novela y disfrutarla porque es una joya tanto por la forma como por el fondo.

Caronte.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Los bosnios

En el día de las librerías, celebrado hace unos días, me acerqué a la librería de toda la vida de mi barrio. Fui con la idea de comprar tres libros: uno de ellos lo llevaba muy bien pensado, otro quería que fuera de una escritora en concreto, pero dejándome asesorar por los libreros, y el tercero quería que fuera recomendación pura y dura. No fueron tres los libros que compré sino cuatro, siendo el cuarto de ellos también recomendación 100% de los libreros que me escucharon decir de pasada que me interesaba mucho todo el tema de Europa del Este y de la guerra de Yugoslavia y los Balcanes y me encasquetaron la novela de la que hoy hablo. Y que buena recomendación ha terminado siendo. Para esto están las librerías de toda la vida, nuestros libreros de siempre, los que saben dan en el blanco con ese libro que nos llegue a la médula y nos abra en canal el cerebro activándolo como ninguna droga puede lograr.

Cada una de las escasas ciento veinte páginas de “Los bosnios” es una puñalada en el corazón, un disparo en la nuca, una laceración profunda en el abdomen, y corte certero en la yugular del lector. Velibor Čolić, autor de esta obra cruda y desalmada, realista y puramente sobrecogedora, sufrió en primera persona el desastre y el horro que fue la Guerra de Bosnia, o de los Balcanes, o de la Antigua Yugoslavia, la guerra, a fin de cuentas. Y no se anda con pequeñeces a la hora de narrar lo que vio o le contaron de aquellos años.

Los bosnios” se divide en 4 partes: las dos primeras se componen de retazos minúsculos, casi apuntes, de la vida de diferentes personas, ninguna anónima, todos con sus nombres y apellidos, con sus apodos incluso; otra de las partes se corresponde a las ciudades y cómo sufrieron la guerra; y la última corresponde a la propia experiencia del autor a la hora de huir de un probable horror más de la guerra para terminar viviendo en Francia y escribir sobre lo que vivió en francés, quizá asqueado de una tierra que le convirtió en extranjero de la noche a la mañana.

El conflicto de los Balcanes de los años 90 siempre me ha generado y despertado mucho interés, quizá porque soy nacido en esa época y es también la última gran guerra que ha vivido el continente europeo con implicación directa cuyos ecos aún no se han terminado de apagar. “Los bosnios” es la perfecta representación del horror que las guerras que se desarrollaron aquellos años causaron en pueblos que hasta entonces habían convivido históricamente en paz, o relativamente en paz.

La difuminación de razas, países, estados, naciones y creencias en los Balcanes queda unificada bajo el terror, la crueldad, el odio, la rabia y la muerte que genera siempre una guerra azuzada por militares y políticos que no sufrirán ninguna consecuencia (aunque en este caso los responsables de las matanzas producidas en aquella época sí que dieron con sus huesos en los banquillos de los tribunales internacionales de justicia). “Los bosnios” condensa todo eso soltándoselo a la cara del lector sin filtro y sin tamizar, buscando su shock emocional y paralizando su lectura.

Al estar narrada en pequeños retazos, breves, sin florituras y sin grandilocuencias narrativas, “Los bosnios” se convierte en una novela soberbia, fría, seca, directa, concisa. A veces una fotografía es capaz de mostrar más emociones y más sensaciones que todo un documental de varios capítulos. El horror que aparece en las páginas de este libro viene casi en forma de fotografías, o como se dice en la contraportada de esquelas mortuorias: breves y definitivas.

Aviso de ante mano que “Los bosnios” no es una novela fácil de asimilar. Su lectura sencilla y rápida se ve constantemente interrumpida por los puñetazos directos a los riñones, que doblan al lector y las patadas que dejan sin respiración y nos hacen parar para asimilar, si es que se puede asimilar lo que esta novela narra, lo que acabamos de leer. Quien no se sienta conmovido por las páginas de este libro es que no tiene sangre en sus venas, ni un ápice de misericordia en su corazón. Pocos libros han conseguido que interrumpa tanto la lectura a mitad de página, o de frase, o de párrafo para leer dos veces lo que acababa de pasar por delante de mis ojos clavándose en mi cerebro. Este libro ha conseguido lo que la literatura debería conseguir siempre: emocionar, conmover y cambiar al lector.

Caronte.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Amigos absolutos

Aún, en lo que llevamos de año, no había leído nada de John Le Carré. Si hubiera acabado el año sin haber leído de quien para mí es el más grande escritor inglés vivo, hubiera corroborado la mierda de año que está siendo 2020. Por suerte no ha sido así, y algo, infinitesimal por su puesto, ha mejorado este año tan infame e histórico para todos. Todos los años desde que hace ya más de una década mi profesora de historia del instituto me lo recomendara he leído algo de Le Carré, leído o releído, porque ha sido uno de los pocos autores cuyos libros (obviamente no todos) he releído en más de una ocasión. Además, el escritor inglés me ha acompañado siempre en momentos raros, difíciles, de cambio, de soledad y de ausencias. Sus novelas me han acompañado en horas de metro, en tardes grises, en noches saudíes y en vuelos intercontinentales de retorno a casa. Es complicado que pueda expresar en palabras el tremendo honor y placer que es para mí leer a Le Carré y la profunda admiración que siento por él.

Amigos absolutos” (traducción literal del título inglés de la novela) sigue el esquema básico clásico de las novelas de John Le Carré: Guerra Fría, dobles agentes, o triples, o traidores, nunca se sabe a ciencia cierta, y hombres cínicos que juegan con hombre idealistas un juego peligroso solamente para los segundos. Es una novela canónica de Le Carré y, sin embargo, no tiene nada que ver con otras novelas suyas ya que en esta la Guerra Fría no es más que un largo trasfondo para introducir la amistad absoluta que une, en vida y destino, a los protagonistas de esta trama de espionaje: Ted Mundy, un inglés nacido en Pakistán, huérfano de madre, de padre militar que añora el viejo Imperio, idealista, rebelde contra los suyos a los que parece que nunca perteneció; y Sasha, un alemán del este, de padre pastor luterano, madre ausente y por tanto totalmente desarraigado en un mundo que no comprende y ante el que está en permanente lucha idealista.

La novela tiene por así decir tres tiempos narrativos diferentes, tres estadios temporales distintos entre sí en los que Ted y Sasha afianzan su larga y fiel, aunque intermitente amistad. El presente de la novela es el año 2003, en plena Guerra de Irak, en un mundo en shock aún por los atentados del 11-S; sin embargo, “Amigos absolutos” lleva al lector desde el Pakistán pre independencia hasta la caía del Muro de Berlín, pasado por el Berlín ocupado por los americanos donde Ted y Sasha se conocen y forjan una amistad a base de acciones anarquistas contra el imperialismo que ha invadido Alemania.

Nadie que lea a Le Carré estará cómodo haciéndolo porque los cambios temporales y los dobles juegos de personajes perseguirán al lector página tras página. Pero esa es su grandeza y eso es lo que admiro en este grandísimo escritor. “Amigos absolutos” es un soberbio ejemplo de juego con el lector. Le Carré nos va guiando poco a poco por una historia de dos hombres ordinarios, que luchan por una causa y que se dejan llevar por la historia de la mano del misterio, del idealismo de un mundo mejor y más justo, sin abusones, sin vencedores ni vencidos: de un mundo que no puede existir porque es una quimera y mientras sea el hombre quien deba habitarlo nunca podrá ser una realidad.

Pocos autores hay en el panorama actual que sean capaces de diseccionar tan perfectamente las miserias humanas, las pulsiones internas de los hombres y mujeres que pisan este mundo. “Amigos absolutos” no es solamente una novela de espías que funciona como un perfecto reloj suizo: con perfecta sincronización; sino que también es una fantástica obra que profundiza en las miserias y debilidades del ser humano: vanidad, prepotencia, orgullo, mediocridad, idealismo, cinismo, traición, amistad… Le Carré es un gran conocedor de aquellas lacras que frenan la sociedad y muestras, sin tapujos, como el mundo está dirigido por mediocres orgullosos, cínicos egocéntricos, que harán todo lo posible por conseguir sus propósitos caiga quien deba caer. Pocas veces en las novelas de Le Carré hay hueco para la bondad, pero también hay buena gente en sus novelas, gente inocente, gente ingenua, gente quizá demasiado bondadosa como para dejarse engañar por miserables manipuladores.

Hay autores que a uno le llegan muy profundo y cada novela que de ellos se lee acrecienta dicho amor y admiración. “Amigos absolutos” es de esas novelas secundarias de Le Carré que sin embargo consiguen atrapar al lector y hacerle meterse tanto en la historia que al final uno siente como propios las traiciones y los desencantos del mundo. No hay que dejar de mencionar, además, que esta novela muestra también a un Le Carré muy combativo ideológicamente que lapida al comunismo soviético y al mismo tiempo el imperialismo brutal de los EE.UU. No obstante, el propio Le Carré siempre se ha considerado a sí mismo socialista y en varias conversaciones (esas magníficas y profundamente intensas conversaciones de los libros de Le Carré) se muestra su lado más ideológico al lector.

Quien me conoce sabe que no puedo hablar mal de David Cronwell, que es el nombre real de John Le Carré. Y es que es el autor que más admiro, más me gusta leer y más me hace disfrutar con sus novelas. “Amigos absolutos” es una buena novela, mucho mejor de lo que yo mismo me esperaba por eso de que no es de sus más conocidas ni celebradas. Un libro que engancha, que recorre la historia desde la trastienda del espionaje, que nos plantea un dilema moral y ético de clamorosa actualidad. Cuando la pluma de Le Carré deje de rasgar el papel se habrá acabado una etapa dorada de las letras inglesas (permitidme la hipérbole en este caso). Recomiendo y recomendaré siempre cualquiera de los libros de este genial escritor.

Caronte.

domingo, 8 de noviembre de 2020

La biblioteca de la piscina

No llevo mucho tiempo inmerso en la literatura de temática homosexual o de género LGTBI como suele clasificarse actualmente. Y es que no considero que deba existir un género específico para una orientación sexual o concepción de género determinadas. La literatura, si es buena, si es grande, si es de calidad, si es reflejo de la sociedad contemporánea a la que pertenece no necesita de géneros particulares para colectivo social. Cada escritor o escritora debe escribir sobre aquello que le interese y le genere desasosiego, porque de eso se trata: de contar una historia que se lleve dentro esté protagonizada por un hombre, una mujer, un caballo, un gay, un hombre de color, un migrante argelino. Por ello me cuesta tanto referirme a una novela clasificándola dentro de un, mal llamado, género LGTBI. No obstante, si he leído esta novela no ha sido exclusivamente porque toda ella gire en torno al mundo gay, sino porque Alan Hollinghurst me interesa bastante al ser un autor de cierta relevancia en Inglaterra y que por desgracia no conocía hasta la fecha.

La biblioteca de la piscina” (título literalmente traducido del inglés) es una novela de contraste y paralelismo entre dos vidas: las dos vidas de sus personajes principales. Por un lado, tenemos a William, narrador de la novela, joven (25 años), atractivo y vigoroso, y, por otro lado, a Charles, anciano (85 años) aristócrata y Lord. Ambos homosexuales. El trasfondo de la novela es el Londres de mediados de los años 80 (alrededor de 1985) y el mundo gay sus escenarios principales. Para que se entienda mejor, como mundo gay en este caso tenemos un club privado, una piscina/gimnasio, la buhardilla de un hotel, galerías de arte de East End, cines X del Soho casas burguesas del Notting Hill.

Para mí uno de los aspectos más interesantes de “La biblioteca de la piscina” es fresco impresionante que se presenta ante el lector y que describe el mundo o la sociedad semi oculta aún homosexual en Londres en los ochenta. Es tan enorme el paralelismo con la actualidad, o al menos así lo veo yo, que me parece casi hiperbólico que el Londres reflejado de hace más de 30 años podría ser perfectamente el Madrid o la Barcelona de hoy en día. Una sociedad gay sin un faro que la guíe, donde el sexo y los encuentros sexuales desenfrenados que buscan solamente ampliar un, ya largo, listado de conquista o polvos, son las características principales; donde el amor, los sentimientos no son más que accidentes, y lo habitual sea simplemente la atracción por un físico perfecto y donde el tamaño (de un pene, de un músculo o de un culo) pesa más que la persona que haya detrás de ese físico.

En todo este trasfondo, en muchas ocasiones excesivo y eclipsante, se desarrolla la relación entre William y Charles. Una relación basada en el clásico maestro/alumno, aunque con diferencias notables. Ambos homosexuales de generaciones distantes 60 años muestran dos realidades muy distantes pero paralelas: ambos se enfrentaron a su sexualidad con naturalidad, pero en situaciones sociales muy diferentes. Si bien William disfruta de su sexualidad a lo loco sin pararse a pensar qué es el amor, pero creyendo que lo siente; Charles lo hizo desde la más absoluta soledad, abrazándola, asumiéndola y sin dejarse consumir por ella, eso sí, desde el ostracismo de clubes oscuros, casas privadas y secretos. “La biblioteca de la piscina” es una intensa muestra de que el avance de la sociedad suele dejar muchas víctimas en su camino, víctimas que no solo son físicas, sino también psíquicas.

Es muy relevante también como Hollinghurst narra de manera soberbia la vida de William. “La biblioteca de la piscina”, a pesar de poder ser considera incluso una novela histórica donde se ven los contrastes, las similitudes, las actitudes y los cambios durante 60 años en la sociedad inglesa y en su consideración y trato hacia los homosexuales, es una maravillosa novela sobre el paso de la adolescencia a la madurez mentales. Porque eso es lo que William va experimentando a lo largo de las páginas de esta intensísima novela: pasa de estar locamente enamorado, físicamente enamorado, de un chico de color más joven que él, Arthur, a la pesadumbre por su desaparición de la noche a la mañana, y a encapricharse y sentir dolor y miedo por perder a otro joven, Phil, a quien, sin embargo, no deja de poner los cuernos y ser infiel con cualquier joven que encuentra en cualquier lugar de ambiente gay.

Muy interesantes también es la vida de Charles, una vida de alguien de clase alta, de colegios masculinos privados, universidades elitistas, vida de funcionario colonial en África, y grandes casas londinenses y clubes privados. Creo de hecho que la parte en la que la historia bascula de William a Charles a través de los diarios de éste último es la más interesante y atractiva de “La biblioteca de la piscina”, y por desgracia está un poco infravalorada y no siempre se profundiza lo suficiente en ella teniendo el potencial que podría haber tenido. Creo que en este punto Alan Hollinghurst ha metido la pata, más aún, teniendo en cuenta que es en el último tercio del libro donde ese trasfondo dramático, donde el rechazo presente y pasado al mundo homosexual, se hace más evidente y por tanto da más peso y profundidad a la novela.

Pero este, para mí, error en el foco de la novela, también se ve agrandado, y de ahí que tenga sentimientos muy encontrados con ella, con el excesivo uso que Hollinghurst hace de las descripciones de ámbito sexual que hay en “La biblioteca de la piscina”. Hay momentos en la novela que parece que estuviera leyendo el guion de una película porno. Hay tantas descripciones de penes, culos, cuerpos, actos sexuales, fantasías, encuentros en vestuarios, duchas, baños públicos, cines, casas, que al final el lector tiene le sensación, y yo la he tenido, de estar ante una novela caricaturesca por hiperbólica que tiene de fondo el mundo homosexual. De hecho, es que creo que a la novela le sobran el 90% de las escenas sexuales, que por desgracia representan casi una quinta parte del libro.

Pese a para mí estas dos lacras importantes en la novela, “La biblioteca de la piscina” sigue siendo un libro sobradamente interesante, tanto si se es homosexual como si no, que pone sobre papel actitudes, fobias, filias, gustos, protoptipos, prejuicios, hipérboles y preocupaciones de un colectivo, que ha formado siempre parte de la sociedad que ha sufrido y, por desgracia, sigue sufriendo estigmatización (a veces gana da pulso, pero no por ello justificable), rechazo e, incluso, castigo. Si se está dispuesto a pasar por constantes escenas de sexo explícito, la historia que subyace es dura, reveladora y ante todo real de lo que los homosexuales durante mucho tiempo hemos vivido y seguimos viviendo a día de hoy: dudas, miedos, equivocaciones, desorientación, falta de confianza, soledad. Es un libro que, en el fondo, merece la pena por muchas más razones que la simple fachada del sexo pueda hacer pensar a primera vista.

Caronte.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Las golondrinas de Kabul

De nuevo me toca reseñar una novela leída en francés, idioma que he retomado después de muchos meses sin leer en él. Y reseño una de esas novelas cuyo eco suele quedarse resonando en la cabeza de los lectores durante un tiempo indeterminado y que nos hacen darnos cuenta del poder tan descomunal que puede tener la palabra escrita y de la fuerza que tienen los libros para perdurar en el recuerdo como si fueran vivencias experimentadas en la propia piel. Además, vuelvo a reincidir en una época concreta, reciente, misteriosa, desconocida y dolorosamente sangrante: Afganistán y los talibanes que han convertido aquel lejano país de resonancias míticas en una tumba abierta, en una fosa común donde el mundo está echando lo peor que el ser humano es capaz de generar. A esto sumo también el descubrir a un escritor nuevo, árabe (magrebí, mejor dicho), argelino, que asombrosamente, dado el origen que tiene, firma sus novelas con nombre de mujer: Yasmina Khadra.

Las golondrinas de Kabul” (título traducido exactamente desde el francés “Les Hirondelles de Kaboul”, no era difícil esta vez hacer una buena traducción) es una novela muy dura, diría que extremadamente dura y dolorosa, sobre el Kabul de los talibanes y la sinrazón que general la intolerancia, en este caso religiosa, en la población, cuando la violencia y la fuerza de las armas se imponen a cualquier otro designio.

A través de cuatro personajes principales y un par de ellos secundarios, “Las golondrinas de Kabul” esboza una ciudad, una sociedad, un país, sin futuro, sin presente y con un pasado enterrado en el olvido a base de odio, intolerancia, guerras, pobreza y muerte. Yasmina Khadra no da lugar a la compasión ni a la esperanza en su narración, y muestra sin tapujos una sociedad sin ilusión, sin posibilidad de resurgir a corto plazo: una sociedad fracasada a base de injerencias extranjeras y dejación de funciones de la comunidad internacional.

Son dos parejas las protagonistas, representadas principalmente por los hombres de cada una de ellas. Hay que recordar que en la sociedad afgana las mujeres no pintan nada, no son nadie, menos que objetos o animales, seres a los que se les permite vivir y que mejor que estén calladas y sumisas. “Las golondrinas de Kabul” retrata con desesperanza y desasosiego a dos tipos diferentes de hombres y mujeres: por un lado, el matrimonio de intelectuales burgueses que han visto como todo su mundo ha desaparecido y por otro el matrimonio de un hombre guardián de una prisión que odia a su mujer y la trata mal, con desprecio y resignación, tal y como sus “amigos” y “camaradas” radicalizados le dicen que tiene que proceder, pero que es incapaz de repudiar a su mujer para coger a otra.

Desde la primera escena de “Las golondrinas de Kabul” el lector sabe que va a presenciar y a leer en las páginas de esta novela unas historias que se entrelazarán al final, pero que huelen desde el principio a tragedia y drama, donde no hay posibilidad de felicidad, ni de un final con ilusión. Las pocas veces que Yasmina Khadra deja que el lector se ilusione es para a continuación hundirle aún más profundamente en el horror de una ciudad muerta en vida, donde sus habitantes deben malvivir, sobrevivir y arrastrarse con la cabeza agachada y humillada ante los talibanes armados y radicales que impedirán si quiera un esbozo de risa, indecorosidad o frivolidad.

La Guerra de Afganistán es uno de esos conflictos perennes en el tablero de juego internacional; eses pozo sin fondo donde la barbarie, la depravación, el fracaso de la sociedad occidental y la lucha de intereses han hecho morir a una sociedad que era inocente y que ahora debe enfrentarse a sus propios miedos y fantasmas. “Las golondrinas de Kabul” es buen ejemplo de ello ya que a lo largo de sus páginas vemos como lo que parecía perfecto no lo es, quien parecía ejemplar y tolerante deja de serlo y se convierte en un monstruo más llevado por la sinrazón y la ceguera del odio. Nadie en la novela es quien parece ser, nada parece que va a desarrollarse como se espera que ocurra.

Como he dicho ya, “Las golondrinas de Kabul” es una novela que deja un poso muy amargo en el lector y que hace que resuene en nuestras cabezas durante aún algunos días una vez se ha pasado la última de sus páginas. Pero no es para menos: si la primera escena golpea en el hígado un gancho directo que nos destroza y nos predispone para el horror, la última no se queda atrás y destroza la poca esperanza o ilusión que este libro pueda inspirar. Solo los pequeños sueños de uno de los protagonistas de esta historia parecen querer infundir algo de bienestar; solo quizá las menciones a los amaneceres inocentes de Kabul, a sus golondrinas, dan belleza a una historia que destroza cualquier corazón sensible.

Para terminar, creo que es conveniente avisar de que “Las golondrinas de Kabul” no es una novela para todos los públicos. Su dureza va más allá del simple efectismo de algunas novelas lacrimógenas: aquí también se plantean reflexiones interesantes al lector que nos hacen pensar. Si se está dispuesto a experimentar un desasosiego constante y no entrever casi luz al final de un túnel de horrores, sangre, muerte y odio, esta novela se puede disfrutar sabiendo que por desgracia la ficción que narra es la realidad oculta de un país que todos sabemos nombrar, pero al que nadie soñaríamos con ir.

Caronte.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Nuestras riquezas. Una librería en Argel

Desde marzo o abril no leía en francés. Al final siempre lo voy dejando pasar, siempre dejo para mañana el pedir y comprar un libro en francés y ponerme con él. Puede que sea pereza no reconocida, pero estoy más seguro de que es más bien desconocimiento del mercado editorial francés y de la mayoría de sus escritores y escritoras. Y vuelvo al francés gracias también en parte a la editorial española Libros del Asteroide; editorial que suele tener bastante presente en mis búsquedas de nuevas lecturas porque suelen publicar siempre libros muy interesantes. En este caso me fijé en este libro, publicado hace ya dos años, pero que por h o por b he dado con él hace no mucho, y leyendo un poco sobre él e investigando un poco sobre su joven autora y me hicieron directamente comprar el libro en francés y leerlo. Y no me puedo arrepentir menos de la decisión tomada ya que ha sido una experiencia maravillosa la lectura de esta brevísima novela que mezcla realidad y ficción de manera soberbia.

Nos richesses”, que es el título original en francés de esta novela (clavado al español, salvo por el hecho de que en la edición en nuestro idioma se le añade un subtítulo), es un precioso canto de amor a los libros, la literatura, los escritores y el Mediterráneo. La autora, argelina de nacimiento, ha recreado es este breve libro la vida literaria de un personaje peculiar que fue una figura cultural muy importante en Argel durante muchos años. Edmond Charlot no es un personaje de novela, existió de verdad, y fundó en los años 40 una editorial y una librería en Argel. Una minúscula librería y una muy humilde editorial que pretendían dar luz a la cultura mediterránea y voz a los autores argelinos.

Kaouther Adimi combina en “Nos richesses” realidad y ficción, esta última de la mano de Ryad un joven que termina en Argel para hacer unas prácticas universitarias consistentes en terminar de desmontar la librería que en su día fundara Charlot, para mostrarnos como quien no quiere la cosa, la evolución social y política de Argelia desde la preguerra mundial al día de hoy como país independiente de su metrópoli francesa.

Y es que “Nos richesses” en su brevedad (no llega a las 200 páginas) es capaz de condensar la historia de Argel durante los años convulsos de la IIGM y las incipientes revueltas que terminaron con su independencia, al mismo tiempo que muestra la Argelia actual y el Argel mágico que conserva su aire puramente mediterráneo. Pero además de este contexto histórico, que Adimi ha condensado maravillosamente sin ser pedante ni pretendiendo ser historiadora, al lector se le presenta el mundo de los libros como liberador, como motor de cambio social, como núcleo de la cultura y el pensamiento libres.

La vida y obra de Edmond Charlot me ha parecido soberbia y dura por el éxito no reconocido ni quizá alcanzado verdaderamente. Con tenacidad, ilusión, fuerza de voluntad y reponiéndose a cada infortunio y falta de suerte poniendo aún más ganas, no solo abre una minúscula pero acogedora librería en Argel, sino que funda una pequeña editorial donde en su momento publicó sus primeros textos Albert Camus. Y todo esto Adimi lo va contando en “Nos richesses” sirviéndose de una especie de diario escrito por Charlot durante unos veinticinco años y en el que vamos viendo, no sólo cómo sus sueños van poco a poco tomando forma, sino como el siglo XX avanza con sus atrocidades, barbaridades y ansias de libertad.

Nos richesses”, como dije antes, es un canto de amor por los libros, la escritura, los editores, los libreros, las librerías, los escritores. Es una bellísima carta de amor a la literatura en todas sus formas. Es además un libro sobre libros. He de reconocer que de esta novela he sacado futuras lecturas, y no una ni dos, sino un buen puñado. Además, este es un libro dedicado a potenciar la visión liberadora de los libros, porque junto a la estancia del personaje ficticio de Ryad en la librería protagonista de la novela aparece un tal Abdallah, un misterioso anciano que recuerda la importancia de los libros para hacernos crecer no solo intelectualmente sino como sociedad a nivel personal.

He de decir también que “Nos richesses” se lee prácticamente de un tirón, incluso en francés (idioma en el que debería leer más y no estoy tan acostumbrado a hacerlo como el inglés). Adimi utiliza un lenguaje nada pretencioso, un estilo simple, sencillo, pero lleno de belleza y verdad. Eso es lo más importante. La impostura en muchos escritores actuales que se creen Tolstoi o Dickens escribiendo hace que muchas veces las novelas actuales sean pretenciosas y orgullosas dando la espalda a los lectores. Esta joven escritora argelina habla al lector de tú a tú y le cuenta una historia llena de belleza, intensidad, historia y otras historias y libros.

Leer este librito ha sido una muy grata experiencia. “Nos richesses” me ha llevado a Argel, una ciudad que quiero visitar más pronto que tarde, me ha trasportado a una época que siempre me ha parecido muy atractiva: los últimos años de la colonización africana. No me arrepiento nada de haber leído esta novela, de hecho, ya la escogí con buenas referencias y con ilusión, con altas expectativas, y todo se ha cumplido. Lo malo de esto es ver qué se lee ahora; encontrar algo que deje una vez leído una especie de hueco y añoranza. Lo bueno es que a través de Adimi y esta novela he descubierto a una nueva autora, ella misma, y un buen puñado de libros. Y en el fondo esto es lo que debería generar todos los libros que leemos.

Caronte.

martes, 13 de octubre de 2020

Cometas en el cielo

En mi habitación, en el extremo de mi escritorio tengo una pila de libros: son los libros que tengo pendientes por leer. En esa pila llevaba muchos meses ya esta novela. No era capaz de encontrar el momento para leer; no sé si por miedo a quedar defraudado o simplemente porque no estuviera a la altura de las novelas que iba leyendo mientras tanto. O puede también que no fuera su momento. Sin embargo, tras un merecido viaje durante mis vacaciones, a la vuelta a casa no lo dudé y cogí esta novela para por fin, de una vez por todas, leerla. La he devorado en menos de una semana. Supongo que es parte de las ventajas que tiene teletrabajar en estos tiempos raros y extraordinarios que nos está siendo dado vivir este 2020: entre tarea y tarea del trabajo, en momento de poca carga laboral, cogía el libro y avanzaba unas cuantas páginas. No sé por qué he tardado tanto en disfrutar de una novela como esta: dura, sentimental, tierna, conmovedora y con un trasfondo histórico de un país que ha estado años formando parte de los informativos de medio planeta.

Antes de comenzar con la reseña propiamente dicha, tengo que comentar que he leído “Cometas en el cielo” en su edición especial en inglés editada por Bloomsbury dentro de la colección Clásicos Modernos de dicha editorial. La primera gran diferencia entre las ediciones inglesa y española es el título, así en la edición original en inglés este libro se titula “The kite runner” haciendo referencia a una antigua tradición afgana consistente en una competición de cometas durante las vacaciones de invierno escolares en la que los niños y jóvenes de los barrios de Kabul hacían volar cometas en el cielo frío de la capital afgana compitiendo entre ellos derribando cometas rivales hasta ser la única cometa volando libre. Esta diferencia en el título, aunque puede parecer nimia, creo que es bastante relevante, porque es durante una de esas competiciones que se produce el suceso que está en el corazón de la historia. Pero entiendo también que es complicado traducir el título original al castellano.

Cometas en el cielo” es una novela de amistad, de amor, de culpa y de olvido. Una historia, la de Amir y Hassan, amor y sirviente, que esconde más de lo que se dice y que sinceramente no se intuye en ningún momento hasta pasada la mitad del libro. En un Kabul prerruina, donde la vida fluye con bastante tranquilidad (aunque es cierto que la novela está centrada en una familia adinerada del Afganistán monárquico), se desarrolla la vida de dos jóvenes que crecen unidos por una amistad profunda, e incondicional, fuertemente arraigada en Hassan, más por tradición en Amir, que se verá descuartizada tras un suceso que marcará la vida de ambos para siempre.

Amir es un joven huérfano de madre, cuyo padre, rico empresario de Kabul, es duro con él porque no ve esas cualidades que a su juicio debería tener su hijo. Esa losa de falta de cariño o amor pesará en un joven Amir que buscará complacer a su padre para que le quiera. Hassan, por el contrario, es un joven puro, humilde, sirviente de Amir y su padre que vive con su tullido padre en la caseta del servicio, pero que siente por Amir una amistad tan intensa y pura que nada que él haga puede hacerle daño. Una amistad incluso dañina diría yo. “Cometas en el cielo” es principalmente una novela sobre una amistad, pero una amistad que, por dañina y desigual en sentimientos, acaba siendo una herida profunda y difícil de sanar en ambos corazones.

Khaled Hosseini, el autor de “Cometas en el cielo”, ha sabido conjugar en la novela (que arrasó en éxito entre el público, y que supuso todo un fenómeno editorial en su momento) la dureza de un país que vio como muchas familias, amistades, relaciones, se rompían por el horror de la guerra, y al mismo tiempo una historia personal cargada de sentimiento, tragedia, amistad, amor y culpa. Esta es sin dudarlo una novela y una historia centrada en cómo el ser humano asume (con mayor o menor razón) una culpa derivada de un acto, de una omisión, de una palabra, de un silencio dirigido hacia alguien que nos ha dado todo y por el que quizá no hemos terminado de hacer todo lo que deberíamos (por cobardía, por falta de valor, por falta de honor…).

La culpa, esa losa que se nos instala a veces en el corazón y la conciencia, es uno de los grandes temas de la literatura universal, y en “Cometas en el cielo” es su eje principal. Amir, que es al mismo tiempo el narrador de esta su historia, vive lastrado por su culpa y buscando redimirla en algún momento. Pero la historia, ese torrente que nos arroya sin preguntarnos, se impone en su camino y rompe definitivamente la relación entre Amir y Hassan. La historia de Afganistán y de su destrucción, propia y ajena; ese país que todos sabemos ubicar en el mapa, y del que todos hemos oído hablar, para mal, durante los últimos 20 años de nuestras vidas.

Pese a todas las bondades de “Cometas en el cielo” tengo que decir que es una novela canónica. No aporta nada a la literatura salvo una historia conmovedora y triste, que acaba atrapando al lector, básicamente porque tiene truco. Hosseini usa todos los instrumentos básicos de la narración de historias para presentarnos una novela efectista que cumple con su objetivo: emocionar al lector. Objetivo que cumple a la perfección. Pero no hay nada que se deje a la sorpresa, a la improvisación; todo está medido y más que medido. Y esto me fastidia.

Cometas en el cielo” es una novela que en términos generales está bien: emociona, engancha y entretiene. Pero he echado en falta muchas cosas. La primera: saber más de Hassan y lo que a él le pasa. Llega un punto en la novela en el que Hassan no es más que un recuerdo pasado, un fantasma incluso, cuando debería ser y tener el mismo peso que Amir en la propia historia. Pero no es así. Este es un error grave a mi juicio. La segunda de las cosas que he echado en falta es un poco más de elaboración de los personajes secundarios, explicar el porqué de sus acciones, actitudes y formas de ser; algunos de ellos me han quedado muy cojos. Y la última de las cosas que he echado en falta ha sido mayor referencia a la historia convulsa de Afganistán; sí es cierto que Hosseini hace un retrato maravilloso de Kabul y Afganistán durante 30 años de su historia y de su transformación de país “libre” a país destrozado por el integrismo talibán, pero he echado en falta más, porque creo que hubiera sido uno de los puntos fuertes de la novela.

En definitiva, “Cometas en el cielo” es una novela que se lee de un tirón, que engancha, que conmueve y que despierta en el lector unos sentimientos que hacen que quieras seguir leyendo esperando siempre algo malo, por lo que estás en tensión queriendo y no queriendo saber qué vendrá después en la vida de Amir (y de Hassan). Pero al mismo tiempo, es una novela que a mí personalmente se me ha quedado coja en cuanto a contenido y desarrollo de personajes, y que en muchas ocasiones resulta más efectista que verosímil, cosa que no hace que desmerezca la pena leerla, pero que termina dejando la sensación de encontrarse ante un libro que podría haber sido un librazo.

Caronte.

jueves, 17 de septiembre de 2020

The Great Fortune

Al libro del que hoy me toca escribir llegué a través de la editorial española Libros del Asteroide, una editorial de tamaño medio que lleva varios años ya en el panorama literario español publicando y reeditando libros de autores que en editoriales grandes y muy comerciales no tienen espacio por desgracia. Siempre tengo muy presente el catálogo de esta editorial y más aún desde que han empezado a reeditar las novelas de Graham Greene en español, autor que para mí es lo mejor que ha dado la literatura inglesa en el siglo XX. Siempre publican calidad en Asteroide, y este año han publicado una novela de una escritora inglesa prácticamente desconocida para el público español y muy olvidada incluso para el público inglés: Olivia Manning. Cuando vi que iban a publicar el primer libro de su trilogía de los Balcanes empecé a indagar y descubrí que al mismo tiempo que Libros del Asteroide publicaba su edición, lo hacía también una nueva edición inglesa (en la que se basa la española) y desde el minuto uno decidí que iba a ser una de mis lecturas urgentes.

Como acabo de señalar “The great fortune” (en español el título es la traducción literal: “La gran fortuna”) es el primer libro de una trilogía que tiene de fondo la Segunda Guerra Mundial en la periferia del conflicto: Rumanía en el caso de este primer libro y los Balcanes en los siguientes. Pero la IIGM no es en sí el hilo narrador de la novela, sino simplemente una música de fondo, unos tambores lejanos de guerra que parecen distantes, ajenos a todo y todos, y que los personajes de la novela oyen en la lejanía con la misma indiferencia que oirían un piano en un bar a medianoche.

Olivia Manning se sirve en “The great fortune” de un matrimonio joven, muy joven, compuesto por Harriet (21 años) y Guy (21) para trasladar al lector al Bucharest de 1939 y 1940. La pareja de ingleses, recién casado, viaja en tren hacia Rumanía atravesando Yugoslavia y cruzándose con un éxodo de migrantes que huyen del epicentro inicial de la guerra para intentar refugiarse en una zona que creen alejada y que non sufrirá los embates nazis. En el tren camino de Bucharesct se topan con el Príncipe Yakimov, un noble de origen ruso (de los rusos blancos) cuya fortuna no es más que un espejismo del pasado y que termina siendo otro de los pilares sobre los que se asienta la novela.

The great fortune” no tiene una trama argumental por así decirlo. Esta es una novela realista sobre la vida de la comunidad inglesa emigrada por trabajo diplomático en Bucharest, el Paris del este de Europa. Los cafés, paseos en calesa, hoteles de lujo, excentricidades varias, costumbrismo, esnobismo, son retazos que plagan la novela y hacen ver al lector cómo era la vida durante los comienzos del terror de la IIGM en una ciudad ubicada en las postrimerías de Europa cuyo esplendor y grandeza empezaba ya a decaer antes del golpe final que borró de un plumazo toda el alma cosmopolita, urbana, y aspirante a la modernidad y comodidades de la buena vida de las ciudades del este de Europa.

Es muy interesante ver cómo en las páginas de “The great fortune” Olivia Manning retrata de manera tan delicada, realista y alejada de sentimentalismos la vida en Bucharest de una joven pareja cuyo amor parece haberse desgastado antes de si quiera empezar. Harriet y Guy son dos personalidades opuestas; ella no es la mujer sumisa que quizá por época tocaría imaginar, sino alguien con carácter y propias ideas y convicciones; él es un idealista impetuoso que relativiza todo cuanto a su alrededor sucede salvo lo que a él concierne. Manning no deja lugar al paternalismo ni a la pena en su estilo, cuenta las cosas desgranando sentimientos como pocos escritores he leído y eso, para un lector, es un gustazo. Ninguno de sus personajes pasa desapercibido y todos tienen algo que aportar y matizar a la historia.

La literatura está para trasportar al lector a un tiempo y lugar que no es el actual en el que vive; debe servir para viajar a lugares y épocas pasadas, o que incluso no existan; en definitiva, la buena literatura debe servir para que el lector deje de ser una persona real con nombre y apellidos propios y se transforme en parte del libro que esté leyendo. En “The great fortune” yo he tenido esta sensación. Olivia Mannig ha conseguido trasladarme a los cafés, hoteles, palacetes, fiestas y paseos por los parques de Bucarest, y ha despertado el deseo de visitar la capital de Rumanía para intentar percibir el aroma añejo del pasado glorioso y burgués de esa ciudad.

La IIGM es un tema sobreexplotado en la literatura y aun así Olivia Manning en “The great fortune” logró darle un aire diferente ubicando su novela en una ciudad periférica, donde el conflicto no llegó de primeras y donde los aires de preocupación existían, pero quedaban difuminados aún por esos felices años treinta que acabaron de golpe con Hitler destrozando Europa y todo lo que significaba. En la novela, al final, mientras Guy organiza una representación teatral amateur con miembros jóvenes de la comunidad británica Europa e Inglaterra están cayendo, el sueño de victoria rápida se está muriendo y, sin embargo, en Bucarest, en las mentes de los ingleses prima la diversión de los preparativos de la obra. Es muy interesante ese contraste y ver cómo poco a poco durante todo el libro se van sucediendo los acontecimientos más importantes del inicio de la contienda bélica en contraste con la aparente despreocupación que reina en Bucarest en los altos estamentos de la sociedad.

Guerra y amor; avance de la destrucción y desintegración de Europa y renuencia a que la buena vida de la burguesía de Bucarest desaparezca; burguesía y costumbrismo; atisbos de espionaje; entresijos de un matrimonio atípico; personajes incapaces de asumir la realidad, ni la suya propia ni la del mundo que les rodea… Olivia Manning consigue con “The great fortune” una novela absolutamente perfecta sobre aquellos años de desconcierto, resignación y voluntad de que nada cambie sabiendo que todo estaba cambiando.

The great fortune” es de las novelas que más me han atrapado en los últimos tiempos; de esas novelas que dejan huella y hacen a uno soñar con haber podido vivir aquellos eventos en los mismos lugares que aparecen en la propia novela. Olivia Manning además me ha resultado un descubrimiento absolutamente revelador y maravilloso: su estilo es tan precioso, cuidado, pulido y bello que te envuelve y atrapa; y sus personajes son tan atractivos y diferentes unos de otros que no aburren ni resultan repetitivos. Recomiendo sin duda alguna esta novela, ya sea en su edición inglesa como en la española, a todo aquel que disfrute de la literatura con mayúsculas, esa que hace sentir, esa que da pena abandonar.

Caronte.

martes, 1 de septiembre de 2020

Piazza d'Italia

Tabucchi… Soy incapaz de describir el grandísimo descubrimiento que hace dos años fue Antonio Tabucchi para mí. Frescura, una capacidad de fabulación asombrosa, entretenimiento, atracción inmediata por la narración… Creo que pocos autores han conseguido confirmarse en uno de mis preferidos y más buscado en librerías de viejo y segunda mano, como lo ha hecho este, ya fallecido, escritor italiano. Me da pena que sea poco conocido en España teniendo en cuenta la calidad abrumadora de sus novelas, su maravilloso estilo narrativo y esas fábulas tan mágicas que bien hubieran merecido mucho más reconocimiento público que el que creo que se le dio en vida (no en Italia, donde ha sido uno de sus grandes novelistas de las últimas décadas). Pocos son los libros de Tabucchi que encuentro en librerías normales, y han sido las de segunda mano (en este caso la Cuesta del Moyano) las que me han provisto de sus libros, y ya van unos cuantos, agrandando mi biblioteca personal siempre con gusto.

Piazza d’Italia” es una fábula llena de magia que nos transporta, a través de varias generaciones de una familia de la Italia rural, a vivir la propia historia de un país complejo y convulso como es la propia Italia. Desde la revolución que supuso la reunificación italiana bajo la corona de los Saboya y la leyenda de Garibaldi, hasta los primeros compases de la Italia actual donde la miseria se viste de prosperidad simplemente porque no hay guerra sino paz, pasando por las dos guerras mundiales y el fascismo que tanto mal hizo en Italia.

Voy a atreverme a hacer una comparación literaria a pesar de que quizá me falten aún muchos años y decenas de lecturas para poder hacerla con fundamento. “Piazza d’Italia” podría perfectamente formar parte de ese género literario creado en Iberoamérica hace décadas llamado realismo mágico. Lo llevo observando en todos los libros que he leído de Tabucchi hasta la fecha, pero nunca tan clara y nítidamente como en esta obra. En esta novela he visto paralelismos claros con “Cien años de soledad” por ejemplo: una familia con nombres parecidos, sino iguales, entre sus miembros; gobernantes sucesivamente apartados del pueblo; ciudadanos movidos por supersticiones; una realidad interpretada y descrita con una fabulación llena de referencias sensitivas, etc.

Obviamente el estilo de Tabucchi no es el de García Márquez, o el de Carlos Fuentes, o el de Vargas-Llosa, o incluso el de Ana María Matute aquí en España, pero todos tienen esa magia interior literaria que plasman en sus libros de manera magistral llevando al lector a un mundo, que es el nuestro, pero que al mismo tiempo no lo es. “Piazza d’Italia” con sus apenas 150 páginas es una delicia para los lectores, es una narración llena de magia, melancolía, crudeza, imágenes oníricas y bellísimas, que llevan a los amantes de la literatura a otro nivel. Además, Tabucchi escribe sin parecer artificial, cosa que en algunos escritores del realismo mágico no es así, y su prosa envuelve al lector y lo arrastra casi sin quererlo.

Sonidos, colores, sabores, gestos, miradas, desesperaciones, injusticias, el tiempo y la vida. Todo pasa delante del lector a medida que avanza en la lectura de “Piazza d’Italia”. Tabucchi hace un repaso sutil pero sublime de la historia de Italia desde el punto de vista de los que siempre sufren todos los avatares de la historia y nunca cambian de lado en la misma: campesinos, curas idealistas que se deben a su pueblo sufriente, doliente, pobre, miserable; partisanos, comunistas, mujeres duras y valientes, fuertes como rocas; todos con pasados y presentes llenos de historias que contar, anécdotas vitales, temores viscerales, supersticiones enquistadas en su ADN.

Es curioso y revelador cómo Tabucchi en “Piazza d’Italia”, que además fue su primera novela, es capaz de dar una calidad literaria de este nivel y anticipando, sin apenas variar a posteriori, un mundo literario único, mágico, fabuloso y fabulador (que son dos cosas bien distintas). Además, la novela está narrada en tres partes, cada una de las cuales dividida en pequeños retazos de historias que hacen que la trama avance de manera suave y delicada y sin pausa. Retazos todos ellos llenos de belleza, con una escritura de imágenes tan sugerentes que en más de una ocasión hacen que el lector quiera releerlos para terminar de degustar una prosa tan delicada.

Nunca me cansaré de recomendar a Antonio Tabucchi. Nunca. Si soy sincero al inicio de la lectura de “Piazza d’Italia” tuve mis dudas, y pensé que el libro me decepcionaría por no estar a la altura del resto de novelas suyas que ya había leído. Pero a medida que avancé en su lectura esa percepción cambió. Es una novela casi perfecta en la que se ve qué escritor va a ser Tabucchi. Probablemente no la recomendaría como primera lectura para conocer a este magnífico escritor italiano, pero sin duda la recomiendo una vez se haya entrado en su mundo literario para conocer sus orígenes. Estoy deseando toparme con el siguiente libro suyo que compraré en alguna libería de segunda mano.

Caronte.

lunes, 31 de agosto de 2020

Tras las huellas de su padre

Danielle Steel es una de las grandes escritoras de siempre. Quizá no sea de esos autores o autoras que suenan en los premios literarios, o que han ganado prestigio alzándose con importantes galardones. No. Danielle Steel es una escritora famosa porque sus libros no faltan en las estanterías de cualquier librería a lo largo y ancho del mundo. Es una escritora best seller, apelativo que no es ni bueno ni malo, sino que simplemente describe una realidad inapelable y es que vende mucho y sus novelas han sido leídas y traducidas a lo largo y ancho del globo. Y, sin embargo, yo nunca había leído ninguna de sus obras. Por suerte ahora puedo decir que esto ha cambiado y por fin me he sumergido en una de sus obras.

Esta novela centra la trama en la IIGM, época decenas de veces tratada por el cine, la televisión y la literatura desde tantísimos ángulos y perspectivas que bien podríamos llegar a pensar que es un tema agotado. No es así. Steel demuestra que por muchos libros que se escriban sobre la IIGM, y el holocausto, como también este es el caso, cada autor es capaz de aportar su granito de arena en la tan intensa y profunda historia de la guerra y las consecuencias personales posteriores a la misma.

Steele juega con los contrastes sociales y generacionales de sus personajes para poder retratar dos mundos que en el fondo son el mismo, pero con unos años de diferencia. Gracias a unos personajes entrañables y con los que el lector pronto empatizará, la escritora neoyorquina transporta al lector desde la desesperación post bélica y el horror de los campos de concentración al lujo de una generación que, sin llegar a olvidar del todo su pasado y orígenes, pretende pasar página, pasando además por una época de posguerra donde la tenacidad, la esperanza y la ilusión mueven a los personajes a conseguir prosperar.

Son destacables los escenarios y el trasfondo en los que Steel ha decidido construir esta historia de amor, ternura y superación. Cómo se describe el Nueva York de una época de bonanza a través de Max en contrate con el horror de un nuevo comienzo vital tras el horror y la muerte del Holocausto, encarnado esto último en la figura de los padres de Max, Jakob y Emmanuelle. Y es que como he dicho, esta novela es un constante juego de contrastes que mueven al lector desde la pena y la lágrima, hasta la alegría por ver cómo desde las cenizas surge de nuevo la vida y la esperanza por un mundo mejor.

Como creo que pasa con todos los libros de Steel, el estilo narrativo es ligero y liviano, muy sencillo de leer, lo que permite que el lector avance rápido en la historia. Historia que por otro lado engancha y hace que se quiera leer más y más y no se quiera interrumpir la lectura para más tarde. Quizá por esto las novelas de Steel suelen ser buenas compañeras de viajes y las tiendas de estaciones de trenes, buses y aeropuertos suelen estar repletas de varias de sus novelas para acompañar a los viajeros en sus trayectos.

En resumidas cuentas, pese a no haber leído nunca a Steel y que no es el tipo y estilo de literatura que suelo leer y que más me suele gustar (suelo buscar en un libro algo más de profundidad y no simplemente una trama adictiva como este caso), he de reconocer que tras la lectura de esta novela he quedado gratamente sorprendido por la cantidad de emoción que transmite cada una de las páginas de este libro, lo que hace que en ningún momento su lectura aburra, canse o desespere. Una buena historia siempre es de agradecer, unos personajes entrañables y a los que coger cariños siempre es buena señal y un estilo claro y limpio de florituras siempre ayuda a que lo que se pretende contar llegue al lector sin problemas; y en esto Danielle Steel ha conseguido superas mis expectativas.

Caronte.

viernes, 7 de agosto de 2020

Confesiones de una máscara

Parafraseando el título del libro que hoy reseño (aunque obviamente yo no soy una máscara) he de confesar que decidí leerlo básicamente por las bellísimas ediciones de bolsillo (pero con tapa dura) que Alianza Editorial ha sacado de varias novelas (entre ellas esta de la que voy a hablar) de Yukio Mishima con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento. Vamos que me he guiado por el físico más que por otra cosa; he sido muy materialista. Pero ha merecido la pena puesto que he descubierto a un autor del que nunca había oído hablar y que me ha dejado un sabor de boca maravilloso. También es cierto que lleva tiempo queriendo retomar un poco la literatura japonesa y descubrir nuevos autores del país del sol naciente ya que solo conozco realmente a Murakami (a quien por cierto también debería retomar). Además, no solo me interesaba esta novela por su edición y autor, sino por la temática: LGTBI; temática tan de moda (y con libros tan malos) a día de hoy pero que cobra mayor interés en una novela que tiene 70 años.

Confesiones de una máscara” es una novela narrada en primera persona en la que un joven nos cuenta su vida, sus dudas, sus miedos, sus inseguridades, sobre su propia identidad y sus pulsiones sexuales no comprendidas en una época y una sociedad conservadora donde lo normal es seguir una tradición familiar previamente estipulada. Según he leído, esta novela a veces se ha considerado autobiográfica y en ella Mishima no hace más que volcar lo que fue su vida, cosa que me choca bastante con un autor que fue todo un personaje misterioso muy conservador que se hizo el harakiri con apenas 45 años.

Pocas novelas me han hecho sentir tan identificado con un personaje, o con unas sensaciones, como lo ha hecho “Confesiones de una máscara”. No es fácil abrirse en canal, plasmar unos sentimientos y unas sensaciones que desgarran por dentro, que dificultan vivir y ser feliz o al menos intentarlo. Nunca es fácil asumir una sexualidad, o no lo ha sido siempre, cuando lo que la sociedad mayoritaria mente asume sin preguntar es justo lo contrario de lo que eres y cómo te sientes. Aún hoy cuando alguien pretende preguntar a un chico si tiene pareja lo hace refiriéndose a si tiene novia o no. Aún hoy, después y a pesar de todo, hay que definirse de alguna manera para que la sociedad pueda clasificarte en algún colectivo.

Mishima, en 1949, con “Confesiones de una máscara” logra poner por escrito lo que miles y millones de personas han sentido, sufrido y experimentado en relación a su sexualidad: esa presión social por intentar encuadrarse en alguno de los nichos clasificatorios que la sociedad exige. El joven que presenta como protagonista y narrador de esta novela nos cuenta cómo ha sido su vida hasta la constatación de que no puede amar a quien debe porque la atracción física que siente por los chicos esbeltos, de cuerpos casi perfectos, se lo impide.

Nada de lo que el narrador de “Confesiones de una máscara” cuenta me es extraño porque la mayor parte de las dudas, confesiones y miedos que expone yo mismo los he vivido e ido asumiendo. Ningún sentimiento es simple en esta novela, no hay ni blancos ni negros, sino una gran amalgama de grises que hacen que cualquier persona, de la sexualidad que sea, pueda verse reflejado o identificado con todo o parte de lo que se narra en las páginas de este libro.

A diferencia de lo que suele pasar en las novelas de temática LGTBI actuales, escritas por niñatos principalmente, en las que las experiencias sexuales y el sexo son los protagonistas, Mishima logra con “Confesiones de una máscara” confeccionar una novela que sigue totalmente vigente a día de hoy que deja por los suelos las niñerías absurdas de la actualidad del mundo LGTBI. Nada en esta novela es banal, nada se reduce a la simple atracción sexual o al propio acto sexual; hay sentimiento encontrados, paradojas difícilmente resolubles, dudas, miedos, incoherencias, dificultades, dilemas irresolubles. Lejos está esta novela de la simpleza de las novelitas destinadas al público LGTBI inmaduro de hoy en día. Por eso creo que me he sentido muy identificado con lo que esta novela narra, porque parte de esas dudas y miedos los he tenido y aún hoy, en algunas ocasiones, sigo teniendo.

Confesiones de una máscara” no es una novela divertida ni amena, todo hay que decirla, sino una en la que la intensidad emotiva y sentimental es tan grande que debe ser digerida con calma, intentando empatizar y ponerse en el lugar del narrador para poder entender, también en su contexto, en el momento en que fue escrita, lo que significa intentar encajar y asumir tu propia identidad, sobre todo para aquellos que nos vemos en un mundo en el que no somos capaces de encajar en una única clasificación sino en varias y por muchas y variadas razones. Mishima ha logrado lo que pocos escritores hasta ahora han hecho: y es que me vea totalmente reflejado en una historia que, por cierto, podría ser la de muchas personas a día de hoy.

Caronte.