sábado, 30 de mayo de 2015

Cinco y acción: "Nuestro último verano en Escocia"

A veces el destino y la intuición le regalan a uno descubrimientos extraordinario, llenos de belleza, alegría y ganas de repetir las veces que haga falta. Esto es lo que me pasó en la última película que he ido a ver al cine. No respondía a ninguna de mis inclinaciones para ir al cine: ni la dirigía ningún director famoso, ni tenía actores a los que realmente admiro y da gusto ver actuar, ni era de mis temáticas favoritas. Simplemente cuando me enteré de su estreno y vi algunos fragmentos, sin ser el tráiler completo, me dije que no podía perdérmela. Y no me la he perdido. Más bien todo lo contrario he ganado una de esas sesiones de cine que recordaré mucho tiempo, y esta vez no sólo por la película, sino también porque me pasó algo digno de mención y quizá de estudio. Resulta que estaba a punto de comenzar la película, o más bien los anuncios previos a la misma, cuando entraron en la sala un grupo de tres chavales, más o menos de mi edad; yo pensé para mis adentros que se acabada la tranquilidad de una sala ocupada por apenas siete personas hasta ese momento. Sin embargo resultó que ese grupo de chavales se dirigió directo a la fila en la que yo estaba sentado y cuando estaban a un par de butacas el primero de los chavales se dirige a mí y me suelta “¡hombre un caminero!”. Pues sí era de mi Escuela. En un principio fui al cine solo a ver una película y terminé viendo la película con compañía. Sorpresas de la vida.

Bueno a lo que vamos, la película que vi ayer en el cine se titula “Nuestro último verano en Escocia”. Es un film de factura inglesa con participación de la BBC, algo que es sinónimo de bastante buena calidad tanto técnica como argumental como he comprobado recientemente. Además como su propio nombre indica está rodada en las tierras altas escocesas, con lo que el entorno en el que se desarrollan los acontecimientos es único e inigualable (sé que no soy objetivo en esto ya que Escocia es una tierra que me marcó profundamente y de la que tengo muy buenos recuerdos debido al probablemente el mejor viaje de mi vida con mis padres). Si tuviera que explicar qué es lo que me llevó a ir al cine a ver eta película supongo que fue una mezcla entre corazonada e intuición, cosas que últimamente no me han funcionado muy bien en las películas que he ido a ver y de las que he solido salir bastante frío en general.

En la película se nos presenta una familia, encabezada por el abuelo que vive en Escocia, que está enfermo de cáncer terminal y tienen el corazón delicado, y que cumple años. Es este cumpleaños el hilo argumental principal del que cuelgan todas las tramas secundarias. Junto con el abuelo están las familias de sus dos hijos: la primera, la del hijo mayor que vive en Escocia también, muestra una familia paternocéntrica, todo lo maneja el padre y éste no se entera de nada de lo que le pasa a su mujer ni a su hijo; la otra familia, la del otro hijo, la que podríamos decir que es la protagonista verdadera de la historia por soportar la mayor carga argumental, está totalmente rota ya que el matrimonio está separado y los tres hijos (las verdaderas estrellas de “Nuestro último verano en Escocia”) tienen cada uno sus historias para intentar evadirse de la realidad. La película da comienzo con el viaje de la familia más numerosa desde Londres hasta Escocia y desde ese preciso instante empiezan los momentos tragicómicos que seguirán durante todo el metraje. Una vez en Escocia se ven las diferencias entre las familias de los dos hermanos y cómo intentan hacer que el abuelo no se entere de ningún problema manejando todo entre ellos sin siquiera consultar con él siendo su cumpleaños. Para evadirse de sus dos hijos el abuelo decide marcharse con sus nietos a pasar el día de su cumpleaños por ahí, antes de volver para su fiesta. Y hasta aquí puedo contar, porque a partir de esa escapada la carga emotiva y cómica de la película se dispara hasta puntos insospechados.

En principio puede llegar a parecer poca cosa, pero “Nuestro último verano en Escocia” mezcla con gran maestría un argumento sencillo, creíble y verosímil, dirigido fundamentalmente a un público familiar y normal, con grandes dosis de comicidad, ternura y algo de drama. No quiero clasificar esta película de manera usual tildándola de comedia británica al uso, porque no estaría siendo riguroso. Yo más bien diría que esta película es una mezcla de comedia y drama familiar, ya que aunque en un tono muy amable y distendido, sin ahondar mucho en los dramas que se pintan en la historia, se tocan asuntos de gran trascendencia personal y que si aparecieran en una película totalmente dramática conformarían un guión totalmente desgarrador sobre los grandes dilemas del ser humano. Pero esto no pasa aquí. Más bien todo lo contrario y que es el tono alegre y optimista el que invade todo el argumento de la película y nos muestra temas y preocupaciones adultas como quiénes somos, qué seremos, la muerte y lo que dejamos atrás, desde una óptica nada serie, sino más bien tierna y alegre, casi sarcástica en algunos momentos, incluso me atrevería a decir con ciertas dosis de humor negro, siempre muy medidas claro está.

No se puede negar que “Nuestro último verano en Escocia” es una comedia británica, por todo lo que acabado de decir y porque el humos es típicamente inglés. También hay que decir que mucho hace en esta película que sean los tres nietos más pequeños los que lleven el peso de casi toda la película siendo los verdaderos protagonistas de la misma, junto con el abuelo. Este cuarteto lleva a la película hacia su clímax argumental, a la máxima intensidad tanto cómica como sentimental. Todas las escenas donde aparecen alguno de los nietos o el abuelo son de risa asegurada, incluso carcajada de esas que impiden respirar. Da gusto ver una película tan fresca y alegre. Pero es más los momentos en los que está el abuelo en la playa con sus nietos, aún con toda la carga sentimental que tienen son de los mejore de toda la película. Mención especial tienen los tres críos que hacen de nietos, que interpretan sus papeles a la perfección; tanto es así que esta película ha logrado a mi entender una cosa que pocas consiguen, y es que cuando los niños están hablando no parece que estén actuando recitando un guión sino que parece que lo están improvisando todo. Son magníficos. Mención aparte requiere la más pequeñas de las nietas, y es que no solo es una niña encantadora que está para comérsela a besos, sino que sus intervenciones son las mejores de toda la película; es más pocos actores consagrados me han hecho reír tanto y me han asombrado al nivel que lo ha hecho esta pequeñaja.

Nuestro último verano en Escocia” es una película para toda la familia, y para todos los públicos que yo creo que puede llegar a hacer reír hasta el más serio de los serios, y al más aburrido también. Yo mismo me sorprendí al verme reírme tanto, ya que pensaba que no iba a ser tan graciosa, si bien sí iba con buenas expectativas de echarme unas sanas risas. Y la verdad es que con esta película uno se ríe de verdad, con esa risa que muestra salud y que sale de dentro, para nada forzada. Pero junto a la risa también hay momentos en la película en el que el corazón queda un poco tocado y otros en los que las reflexiones que se plantean en la película le han a uno pensar en si realmente la vida que lleva es la que quiere o simplemente la que la sociedad quiere que lleve. En el fondo esta película es un canto a la libertad, a la felicidad y a la alegría, a vivir la vida que queramos sin dejar que nadie nos diga cómo debemos vivir, a no juzgar a nadie y mucho menos a las personas a las que queremos de verdad porque el final eso no importa y sobre todo a disfrutar de aquello que nos llene y nos haga pasarlo como enanos.

Yo recomiendo encarecidamente esta película, creo que “Nuestro último verano en Escocia” es de lo mejor que he visto en mucho tiempo en el cine, pero de verdad sin exagerar y sin tópicos. Y a quien se decida a ir a verle le diría que aprendiera de los tres nietos y del abuelo; los cuatro desde una perspectiva u otra nos enseñan cómo hay que vivir y como al final de nuestro camino en este planeta lo que importa es cómo has vivido.

Caronte.

sábado, 23 de mayo de 2015

Lectura crítica: "El Jarama"

La novela de la que voy a hablar hoy es un clásico de la literatura española del siglo XX, más bien de su segunda mitad. Supuso todo un hito estilístico en la narrativa española al cambiar radicalmente la manera de contar las cosas y como estructurar una novela. Desde su publicación esta obra de Rafael Sánchez Ferlosio se estudia en los colegios e institutos y todo alumno que se precie debe conocerla para al menos poder aprobar la asignatura de Lengua y Literatura. Yo la estudié en el colegio y el instituto y siempre que escuchaba su nombre o el de su autor recordaba que en su día tuve que memorizar ambos nombres para los exámenes. Nunca había dejado de estar en mi punto de mira esta novela pero tampoco nunca encontraba hueco para ella, como me suele ocurrir con esas novelas que están consideradas obras maestras o clásicos de una época. Pero como todo tiene su tiempo al final, y al calor del cambio de editorial de su autor y la reedición en edición de bolsillo de sus principales obras, me decidí a leer “El Jarama”. Me haya gustado o no, que ahora lo diré, ésta ya se ha convertido, y siempre quedará como tal, en la última novela que me he leído en mi época universitaria.

La trama de “El Jarama” es sencilla, porque de hecho no pasa nada. No pasa nada y al mismo tiempo pasa todo. Para poneros en situación en la novela se narra un único día desde el amanecer hasta ya bien entrada la noche, madrugada ya. Es agosto, un día de calor insoportable. Todo ocurre a orillas del río Jarana en San Fernando, en una zona donde hay una pequeña presa, más bien un azud, donde acuden familias, parejas y grupos de amigos a pasar el día dándose un baño o comiendo en alguno de los merenderos que hay, o incluso en la propia pradera cercana al río. Ferlosio nos presenta la narración de un día de asueto, y para ello utiliza a dos generaciones bien diferenciadas: un grupo de amigos jóvenes, de algo más de veinte años, que van a pasar el día de domingo al río y a disfrutar de no hacer nada; y otro grupo de amigos, más bien parroquianos, que también van a echar horas y horas a un chiringuito cercano al río. En ambos escenarios, que se van entrelazando a lo largo del libro, es donde la aparentemente inexistente acción y trama de la novela se desarrolla.

Como ya he dicho en “El Jarama” no pasa nada y pasa absolutamente de todo. En las aparentemente anodinas conversaciones entre el grupo de jóvenes amigos, entre los parroquianos del chiringuito, entre los domingueros que van a pasar el día al río, es donde se tiene la constancia de que toda la vida, tal y como es de verdad se desarrolla. Las preocupaciones personales de cada uno de los personajes que van apareciendo a lo largo de la novela se van mezclando con comentarios del resto de personajes hasta conformar diálogos tan reconocibles por el lector como lo serían si se colocara una cámara o grabadora oculta en una cena entre amigos a día de hoy. Quizá no ocurra nada en la novela: no hay ningún asesinato que resolver, o algún crimen macabro que envuelva en misterio a un pequeño pueblo, tampoco hay una historia de amor imposible que se vaya desgranando a lo largo de las páginas del libro, ni tan siquiera aventuras inverosímiles de personajes llenos de valor y coraje. En esta novel simplemente hay vida. Es una narración sobre la vida común y vulgar de todos nosotros.

Sin embargo en esta novela sí que pasan cosas. El lector se dará cuenta desde el principio cómo jóvenes y mayores comparten inquietudes, ideas y visiones de algunos factores de la vida; pero al mismo tiempo en las conversaciones y actos que se van dando en la novela en ambos grupos de personas nos iremos dando cuenta como la edad es uno de los factores determinantes en la concepción de la vida. En “El Jarama” hay espacio para todo: el amor, el coqueteo, la ironía, las verdades como puños, las disputas, las riñas absurdas entre amigos hechas para llamar la atención, envidias, pequeños dramas personales, reprimendas de madres a sus hijos pequeños, desesperaciones, quejas ocultas, reproches directos, silencios atronadores. En resumen todo.

La novela fue escrita hace ya más de sesenta años, pero cualquiera diría que lo que ocurre en sus páginas, el día que se narra en ellas, no haya ocurrido hace uno o dos años, o esté por ocurrir todavía. Esa es el mayor interés que para mí tiene “El Jarama”, como Sánchez Ferlosio fue capaz en 1954 de plasmar la cotidianeidad, lo común, lo que pasa todos los días en las vidas de miles de personas. En muchas de las conversaciones que se dan en la novela, en muchas de las acciones que ocurren, en los gestos, actos y muecas que se describen cualquier lector puede verse reflejado. Todos hemos vivido en algún momento de nuestra vida alguna de la multitud de circunstancias que ocurren en esta historia. Por esto esta novela es tan grande, tan excepcional, tan extraordinaria. No ocurre nada, es cierto, pero al mismo tempo ocurre todo. Toda la vida está condensada en las páginas de esta novela.

Otro elemento muy destacable de “El Jarama” es el estilo que emplea Sánchez Ferlosio para narrar. Concreto y conciso, sin florituras, sin palabras de más, así está escrito todo el libro. Por dar un dato más claro, puedo decir que un ochenta por ciento son diálogos y conversaciones, y el resto son descripciones someras de lugares, acciones, y tiempos. Es curioso, pero al acabar el libro me di cuenta de que en toda la novela, de los muchos personajes que salen, más de veinte seguramente, de ninguno se de ninguna descripción física más allá de alguna referida a su indumentaria o algún detalle que sea imprescindible para situar a algún personaje y distinguirlo de los demás. Pero que no haya descripción física de los personajes no implica que el lector se quede huérfano de caras y matices, todos los personajes quedan perfectamente definidos, y el lector se los puede imaginar a la perfección sólo a través de su manera de hablar. Y esto es algo que no pasa en muchos libros, vamos probablemente no pase en ninguno. Podrá gustar o no el estilo de Ferlosio pero es indiscutible que le libro es ágil y fácil de leer, y en él se retrata de manera espectacular la manera de hablar de las distintas generaciones, así como su manera de pensar y el lenguaje típico de la sociedad de la época.

Quiero señalar también como elemento fundamental en “El Jarama” el tiempo. Puede que en toda la novela no haya una trama real que se vaya desarrollando y termine por resolverse, pero lo que sí hay es una constatación permanente y clara del paso del tiempo. Toda la novela gira en torno al presente, apenas hay referencias a situaciones pasadas de los personajes, ni tampoco al futuro. Todo discurre en un domingo caluroso de agosto. El resto no existe. Pero sí que existe. El tiempo, el futuro y el pasado están presentes siempre en la novela; y están presentes porque Sánchez Ferlosio lo deja claro incluyendo minuciosas aclaraciones sobre el momento del día en el que se desarrolla una u otra conversación o acción. Y es que en el fondo este libro no es más que una gran reflexión sobre el tiempo y la vida, vistos ambos elementos desde muchos y muy diversos puntos de vista. Podría decir más añadiendo que “El Jarama” es una gran oda a la vida.

Al principio dije que aparentemente a lo largo de las páginas de “El Jarama” no pasaba absolutamente nada. Bueno, pues en cierto modo mentía. Sí que pasa algo en la novela que la cambia radicalmente a la altura del último tercio del libro. En ese punto el tono y la luz de la novela sufren un drástico vaivén y nada vuelve a ser como antes. Yo mismo cuando llegué a ese punto quedé en una especie de shock. Es un simple aviso, que puede servir incluso de aliciente para todas aquellas personas que esté dudosas a la hora de atreverse a leer la novela. Si se me preguntara no tendría dudas en afirmar que esta novela es probablemente la que más me ha sorprendido para bien en el último año, y que ha entrado de lleno en ese club selecto de mis novelas favoritas. No esperaba que me gustara tanto, pero tras haberla leído he quedado cautivado, tanto por el tan personalísimo y directo estilo de Sánchez Ferlosio, como por la propia historia que se narra en las páginas de este libro que aunque parezca pobre y anodina es intensa y llena de matices.

Caronte.

jueves, 14 de mayo de 2015

Lectura crítica: "En mares salvajes"

Leer alguna de las novelas de viajes de Javier Reverte es en sí mismo una aventura inmensa que lleva al lector lejos del tiempo y lugar en el que realice la lectura. Cada vez que me he leído alguna de las novelas en las que narra alguno de sus viajes por el mundo he acabado con una sensación que mezcla la envidia, deporte nacional tan extendido entre los españoles, y las ganas inmensas de viajar sin rumbo fijo por el mundo, de armar el petate, calzarme las botas, coger un plano mundial y arrear a cualquier parte en busca de alguna aventura digna de mención que me saque de la rutinaria vida a la que los Europeos estamos avocados prácticamente sin remedio. Las novelas de Javier Reverte son así, y los que hemos disfrutado de ellas acabamos siempre queriendo vivir lo mismo que el autor nos ha revelado en sus obras. Es una pena que el viajar se haya convertido simplemente en un negocio totalmente mercantilizado y globalizado en el que ya no hay aventura, ni sorpresas, ni nada que llene el espíritu; sólo grupos de turistas que quieren fotografiar sin cesar todo aquello que ven, sin siquiera disfrutarlo en vivo.


El viaje que Javier Reverte narra en su libro “En mares salvajes”, es una de las aventuras más largamente soñada y anhelada por la humanidad, la travesía del Paso del Noroeste, el paso que comunica los océanos Atlántico y Pacífico por el Ártico. Este es el cuarto libro de Reverte que me leo, siendo todos los anteriores viajes muy diferentes: el primero fue a África, el continente olvidado; el segundo fue a Alaska para descender el río Yukon en canoa y emular los pasos de Jack London; y el tercero fue quizá el más convencional, ya que fue un viaje a la Magna Grecia, la de la antigüedad. En todos estos libros que me he leído de Javier Reverte a parte de la carga de viaje en sí y de las propias experiencias del autor, hay también hay en ellos una parte muy importante de historia y contextualización del viaje. Sin embargo en este último libro, que por cierto compré de segunda mano en la Cuesta del Moyano por 3 € en perfecto estado, la parte de documentación histórica, aunque también muy importante, no ocupa más allá de un tercio del libro.

En mares salvajes” es el libro en el que Javier Reverte narra su expedición a bordo de un barco ruso a través del Paso del Noroeste. Este mítico paso, puerta que comunica los dos grandes océanos del mundo, siempre fue un sueño de exploradores de varias nacionalidades. Desde que se aceptó que la tierra es redonda el hombre siempre intentó encontrar todos sus confines y plasmarlos en los mapas y cartas náuticas. La búsqueda del Paso del Noroeste fue una de las más famosas empresas que desde el siglo XVI aventureros, reyes y marineros quisieron descubrir para terminar de dominar los mares. Muchas expediciones a lo largo de los siglos intentaron descubrir el Paso, y muchas fueron las vidas que se cobró tal empresa. En el libro, Javier Reverte hace un repaso histórico muy preciso, quizá excesivamente en algunos capítulos, de esta búsqueda incansable del Paso del Noroeste y de todos los hombres que lo intentaron y de los que lo acabaron por pagar con su vida.

Reverte vuelve a demostrar que a la hora de contar hazañas históricas es un gran maestro. Es capaz de condensar de manera resumida, aunque con una cantidad ingente de datos, fechas, nombres de marineros, aventureros y barcos, toda la historia de una de las gestas más importantes del planeta. Pero no sólo eso, sino que además consigue levantar al lector las ganas de saber más de esa época de descubrimientos y sobre esos personajes míticos en algunos países, alzados a la categoría de héroes nacionales, pero muy desconocidos en España. He de decir que en mi caso, no tenía ni idea de lo que era el Paso del Noroeste, hasta hace apenas un par de años cuando escuché que por primera vez en la historia del Planeta Tierra los hielos lo habían dejado totalmente despejado en verano facilitando durante mes y medio la travesía entre el Atlántico y el Pacífico. Pero de la historia de su descubrimiento no tenía la más mínima idea, y por eso gracias a “En mares salvajes” he aprendido e investigado sobre ese capítulo importante del conocimiento de los mares.

Pero como comenté al principio en los libros de Javier Reverte no solo hay narración de hechos reales, históricos, sino que también y como no podría ser de otra manera en un libro de viajes, hay experiencias personales suyas. Ha dado la casualidad que me he leído “En mares salvajes” después de haberme leído, aunque hacía ya unos meses, “El río de la luz” en el que Reverte narra su aventura por Alaska y en el que al final, cuando cuenta su vuelta a Europa desde Montreal en un carguero, cuenta cómo le surge la vena de irse a conocer y recorrer el Paso del Noroeste, del que tampoco  había oído hablar. Sumergirse en las páginas de este libro es hacerlo en las gélidas aguas árticas, contemplar grandes territorios cubiertos por la inmensidad de la nieve, sentir el silencio sobrecogedor y estar envuelvo de un aura mítica que sólo se consigue en determinadas zonas del planeta. En un momento dado del libro, Javier Reverte dice que viajar y escribir son actividades semejantes: al viajar es el cuerpo y la mete los que se transportan a lugares lejanos, o cercanos da igual, y vive experiencias únicas; pero escribir es también un viaje incierto que muchas veces no sabe uno donde le puede llevar. Pues a mí me gustaría añadir si se me permite, que gracias a los libros de Javier Reverte, leer también es viajar, no físicamente, pero casi con la misma intensidad, ya que quien viaja es nuestra imaginación, y ese viaje es el más insondable de todos.

A lo largo de las páginas de “En mares salvajes” he sentido frío al contemplar las imágenes de angostas bahías de aguas plomizas, me he mojado en días de lluvia o nieve sobre la cubierta del barco que lleva al autor y sus compañeros de expedición a través del Paso, me he emocionado escuchando el sobrecogedor silencio ártico, he sentido miedo al sentir la presencia de los osos polares merodear en busca de alimento y de las ballenas nadar junto a los botes que llevaban a los expedicionario a tierra para realizar alguna excursión; pero también me he reído, me he ilusionado y me he emborrachado junto a Reverte y sus amigos de viaje (un italiano, unos australianos, un japonés, y una irlandesa). Como suelo hacer con este tipo de libros, lo he leído en la cama justo antes de dejarme llevar por Morfeo y entregarme al sueño y al final del día. Y puedo asegurar que cerrar los ojos tras haber leído aventuras de este calibre es lo mejor que uno se puede llevar a la cama.

Éste es probablemente, al menos de todos los libros de Javier Reverte que me he leído, el más personal, en el que más vivencias se narran, en el que el autor cuenta con el más mínimo detalle todos los pasos que da en su viaje y con ello coge al lector de la mano con él y le lleva lejos de lugar en el que esté leyendo. Para mí “En mares salvajes” ha sido el mejor de los libros de Reverte que me he leído, básicamente por esto último que acabo de decir, ya que permite al lector hacerse una idea muy exacta de lo que un viaje de esas características puede implicar para aquel que se atreva a llevarlo a cabo (porque para hacer una cosa así, tan dejado a la aventura del libre albedrío, hay que tener mucho valor). Sí he decir también en la primera mitad del libro hay pasajes que resultan demasiado pesado, no por aburridos o densamente escritos – el estilo de Reverte es bastante directo, casi telegráfico en algunas ocasiones; en otras de una belleza soberbia – sino porque hay demasiados datos, fechas, nombres e historias antiguas que intenta contar para contextualizar su viaje. Pero aún así, merece la pena leer todo eso y aprender.

En mares salvajes” no me ha defraudado y sinceramente, como ya me ha pasado con los otros libros de Reverte que me he leído, me ha levantado las ganas de emular su viaje y atreverme a cruzar el mítico Paso del Noroeste, que tantas lágrimas, sangre y sudor provocó durante tantos siglos. Es un libro con el que se aprende, se disfruta y se viaja. ¿Qué más se puede pedir a una lectura?

Caronte.

viernes, 8 de mayo de 2015

Lectura crítica: "El aire de un crimen"

Muchas ganas tenía desde hace unos meses de leer algo de Juan Benet. Por fin lo he hecho. Para muchos el nombre de este escritor será totalmente desconocido, no les dirá absolutamente nada. A mí tampoco me sonaba de nada, pero como me gusta investigar en las profundidades del mundo de las letras y pasarme horas y horas leyendo artículos sobre libros y escritores y rastrear los más recónditos rastros dejados por alguno de ellos hasta el rincón más alejado del olvido terminé por dar con Juan Benet. Debo decir antes de nada que cuando di con su nombre y empecé a conocerlo (a pesar de que lleva ya unos años muerto) me llevé una muy grata sorpresa al descubrir que voy a compartir profesión con él, ya que Juan Benet fue ingeniero de caminos, canales y puertos. Sin embargo este hecho que en un principio aunque pueda parecer chocante por el hecho de que alguien con dicha formación técnica y numérica haya acabado en el mundo de las letras, lo es aún más al descubrir que no dejó nunca su profesión y ejerció de ingeniero durante su vida (¡aún hay esperanzas!).

Sobre la pista de Juan Benet me puso Javier Marías, uno de sus más firmes admiradores y cuyo estilo narrativo ha quedado totalmente impregnado por el del primero, considerándole incluso uno de los más importante escritores del siglo XX español por haber promovido una renovación formal y estilística tan profunda que muchos escritores actuales no serían lo que son sin sus influjos. También quiero decir que al investigar un poco sobre su obra, para acabar decidiéndome a leer alguno de sus libros y saber por cuál comenzar, fui dando con críticas y referencias a Benet en las que a pesar de considerarle uno de los escritores más influyentes en la literatura española actual, no tuvo el éxito que quizá mereció en el mundo de la literatura (puede que porque su estilo no terminara de entenderse). Al final, y tras mucho buscar en las librerías para encontrar algún ejemplar de alguna de sus novelas que había seleccionado para leer y comenzar a moverme por su mundo literario, di con “El aire de un crimen” que fue finalista del Premio Planeta, y que sirvió como demostración personal de Juan Benet ante el mundo de las letras de que sí que era capaz de escribir algo que gustara al gran público y no sólo a los eruditos.

Como el propio nombre de la novela indica, ésta es una historia de intriga y sangre, odio y venganza, silencio y secretos. “El aire de un crimen” narra una serie de acontecimientos ocurridos en una región irreal, inventada por Benet, de España, llamada Región. Aquí vuelvo a hacer un punto y aparte, ya que tengo que explicar brevemente qué es Región. Región es un paraje, una zona no ubicada concretamente en España en la que el ambiente rural es el que impregna todo. Es una zona seca, de vieja historia, de tradiciones cerradas y poco amigable con los foráneos, incluso para los propios de la tierra es dura. Región es una especie de concentración de los pecados capitales de España. Prácticamente incomunicada del resto de España, Región vive aparte del resto del país, es una especie de microclima rural antiguo, cerrado, de tonos ocres, de pueblos prácticamente incomunicados y a medio en ruinas. Pero Región es también una de las creaciones literarias más extraordinarias de las letras españolas en la que Juan Benet puso toda su magia estilísticas para dibujarnos un espacio, un paisaje que se convierte en varias de sus novelas en un personaje más, tan importante como los de carne y hueso.

Volviendo a la trama. “El aire de un crimen” comienza con la aparición de un hombre muerto junto a una fuente en la plaza de uno de los pueblos que componen Región. Desde ese punto Juan Benet recrea una serie de tramas entrelazadas que poco a poco van avanzando en la resolución de dicho crimen. Así se nos irán presentando una serie de personajes que siempre tienen más que callar que lo que decir. Desde un par de guardias civiles que son los que van a llevar la investigación, más uno que otro, y que este último tiene bastante que quiere esconder; hasta la madame de un burdel que también tiene mucho que decir en la trama, pasando por un hombre típicamente de pueblo, rural a más no poder, oscuro, callado, sempiterno que por ganar un dinero decide colaborar en unos hechos algo siniestros que terminan mal, con sangre. Sin embargo, y aunque éstos son en el fondo los personajes principales, para mí son los secundarios, los que no tienen nada que ver directamente en el devenir de la trama de la novela, los que mayor interés tienen; así Benet retrata a un médico y un periodista, amigos desde hace mucho años que se rencuentran en Región tras mucho tiempo sin verse, y una anciana enferma cuya obstinación la lleva a pedir al médico que quiere morir en su casa porque sabe que su tiempo se está agotando.

La intensidad de “El aire de un crimen” va creciendo a medida que avanza la novela. Sí es cierto que al principio la novela cuesta, básicamente por su estilo, ya que Juan Benet utiliza palabras poco usuales en el lenguaje literario. Por ello quizá las primeras páginas se hacen muy pesadas, algo inconexas y muy difíciles de leer, lo que hace que entrar en la novela no sea tarea fácil. Una vez que el lector se acostumbre a ello, y sobre todo a los rápidos diálogos que se desarrollan entre los diferentes personajes, en las diferentes situaciones y en los varios escenarios en los que al mismo tiempo se va narrando la trama, la novela ganará enteros para el lector, hasta llevarle lentamente, casi sin que se dé cuenta a un final vertiginoso en el que se suceden los acontecimientos y en el que terminan de encajar todas las piezas de un puzle que parece no tener resolución posible.

En esta novela Juan Benet me ha demostrado que con un estilo pulcro, directo, culto y en algunos casos erudito de más, se pueden contar una historia totalmente adictiva que termina enganchando al lector y que perfectamente podría haber sido escrita por cualquiera de los grandes maestros de la novela negra, o de intriga. “El aire de un crimen” es una buena novela, escrita con un estilo muy personal, y sirvió a su autor para demostrar que también era capaz de crear algo popular que todo el mundo pudiera leer sin que los ojos se cerraran y el intelecto se pusiera en huelga por la densidad de la prosa. Son de agradecer, y de admirar, los diálogos, que como ya he dicho son escuetos, pero directos, aunque a veces también hay monólogos por parte de algunos personajes secundarios que bien merecerían ser enmarcados. En estos diálogos es donde Benet logra darnos la sensación de leer hechos ocurridos en otra época temporal, y en un lugar que aunque podamos reconocer como propio (todo lector podrá establecer paralelismos entre Región y algún paraje singular de España), parece sacado de las profundidades más abismales de la condición humana y su historia.

Muy probablemente siga leyendo algún que otro libro más de Juan Benet, aunque creo que lo tendré que hacer con cuidado y paciencia. Creo que no va a ser fácil pillarle el gusto a este escritor, pero quiero intentarlo por lo que tiene de simbólico para mí. No siempre se puede encontrar que alguien del mundo de la ingeniería sea tan respetado en el mundo de las letras, algo tan opuesto a todo lo que en la Escuela que estudio (la misma por la que pasó Benet) se enseña. He de decir como último apunte, que puede parecer malo pero que no creo que lo sea del todo, que “El aire de un crimen” se ha quedado corta a la hora de cumplir mis expectativas, aunque es cierto que tenía muchas y muy elevadas. No obstante sí ha cumplido con el propósito de levantarme el gusanillo por Benet.

Caronte.

viernes, 1 de mayo de 2015

Lectura crítica: "El Poder y la Gloria"

No es la primera vez que comento una lectura de una novela de Graham Greene, autor que ya he dicho descubrí gracias al regalo que me hicieron en año pasado mis amigos por mi cumpleaños, pero hay una gran diferencia entre las novelas de las que ya he hablado con anterioridad y la última que me he leído. Si los primeros libros de Greene que me he leído a lo largo del último año se podían clasificar dentro del grupo de sus novelas llamadas por los críticos “novelas de entretenimiento”, este último que he acabado se encuadra en las novelas de altura de este gran escritor británico. Nada tienen que ver las primeras con esta última, aunque el estilo de Greene es palpable en ambas, la temática y el tratamiento de algunos temas difieren bastante entre los dos grupos lo que hace que pueda haber perfectamente dos grandes grupos de lectores que amen a este autor.

El Poder y la Gloria” es considerada por muchos críticos literarias como la gran obra de Graham Greene, su obra cumbre, ésa en la que puso todo su empeño para plasmar sus grandes inquietudes morales y filosóficas sobre el mundo que nos rodea y que siempre le preocuparon mucho. Puede que sea verdad. No puedo juzgar semejante afirmación habiéndome leído solo cuatro de sus novelas, pero sí puedo decir que de esas cuatro, ésta es la más profunda de todas, la más personal quizá, donde se pueden ver con mayor claridad algunos de los temas que aparecen como hojas perennes de un árbol en todas sus novelas. Como he dicho al principio, nada tiene que ver esta novela con las otras que me he leído. Está a años luz, no ya por estilo, siendo el de esta novela mucho más elaborado y rebuscado, más reflexivo y menos directo; sino también porque la historia, la trama de la novela es, desde mi punto de vista algo secundario, un medio simplemente para plasmar en papel algunas de sus inquietudes vitales.

La historia que el lector se encontrará en las páginas de “El Poder y la Gloria” es la narración de la huída y ocultación de un cura (personaje del que no se cita el nombre en ningún momento y al que todos los demás personajes que aparecen en la novela llaman “cura” sin más) perseguido por las autoridades de uno de los estados que conforman México. La historia, aunque ficticia, se encuadra en un momento histórico que vivió México en los años treinta del siglo pasado, en los que la iglesia católica fue perseguida para borrarla del mapa y no dejar rastro de su obra ni existencia pasada. Se fusilaron curas, se eliminaros símbolos religiosos y de derribaron iglesias. Este es el contexto que usa Greene para crear su historia, para narrar los penosos últimos meses de un cura que vaga por los parajes mejicanos buscando escapar de la muerte, pero atado a un destino muy superior a sus fuerzas.

A través de diversos personajes con los que el cura se topa en su huida vamos conociendo cómo ha sido él. Poco a poco vamos descubriendo que por muy religioso que sea también se siente un pecador, y de hecho lo es ya que tiene una hija y es ambicioso a más no poder. En su intento de escape se encontrará por dos veces a punto de ser atrapado por las autoridades, por un teniente que lo único que quiere es acabar con cualquier vestigio de la iglesia y mostrar a la gente que Dios no existe, que lo que somos es lo que podemos vivir, y que la Iglesia no tiene poder ni gloria. Sin embargo de ambas ocasiones termina por salir y continúa su huída en condiciones cada vez más pésimas. En su camino da con personas que le ayudan por que siguen manteniendo la fe y al darse cuenta de que es cura le piden algún favor: que les confiese, rece una misa, bautice a un hijo o entierre a alguien querido. Ante estas peticiones el cura no puede más que actuar como lo que es y siente que es: un cura. Por mucho que busque huir, ocultar quién es para escapar de la muerte segura, tampoco puede dejar a un lado su destino y su concepción de salvación por medio de la fe en Dios. Es en esta serie de conflictos personales a los que el cura se ve abocado donde “El Poder y la Gloria” se vuelve más filosófico.

Al final el lector sabe lo que va a pasar. Lo va intuyendo durante toda la historia, durante el penoso vagar del cura. Al final se encuentra con su destino. Toda la historia, que podría haberse quedado en nada si realmente Graham Greene se hubiera ceñido a ella, está salpicada por momentos de reflexión, de imágenes y personajes que con sus monólogos y conversaciones hacen pensar al lector y le meten de lleno en la pura reflexión que Greene busca hacer en “El Poder y la Gloria”. No se puede pasar por alto que esta novela es, más que la narración de una historia, un manifiesto en toda regla sobre la religión y su poder de atracción. La religión es uno de los temas recurrentes en todas las novelas que me he leído de Graham Greene, siempre está presente en mayor o menor medida, y siempre hay algún personaje en sus libros muy devoto y otro totalmente despegado de la creencia en Dios. Pero en esta novela este tema es central en toda ella. En ningún momento abandona al lector y en muchas ocasiones le hace reflexionar a su vez sobre Dios, la fe y la Iglesia. Muy interesantes son como siempre los diálogos en esta novela, Greene es un maestro a la hora de idear conversaciones entre personajes de tal profundidad y contenido que el lector lo único que desearía muchas veces es que no acabaran nunca.

En “El Poder y la Gloria” también sobrevuela todo el tiempo otro de los grandes temas y preocupaciones de Graham Greene y que expone también en casi toda su obra como es el alcohol. En esta novela el alcohol está presente de manera perenne también y de la mano del protagonista que aunque pretende evitarlo para no caer en pecados pasados acaba sucumbiendo a los aromas del alcohol. Pero no es el único cura que aparece en la novela y que es considerado alcohólico. Alcohol y religión, los dos grandes temas de Greene, se mezclan en esta novela hasta tal punto que el cura protagonista tiene varios momentos de martirio personal pensando en las maldades y pecados cometidos durante el ejercicio de su ministerio.

A pesar de todo lo dicho quiero decir que, aunque “El Poder y la Gloria” me haya parecido una novela fabulosa, totalmente recomendable para aquellos lectores ávidos de una lectura para reflexionar, a mi no me ha terminado de convencer. Puede que yo sea más de las “novelas de entretenimiento” de Graham Greene. Esto no quiere decir que el libro sea malo. Para nada. Creo que es uno de los mejores libros que me he leído relacionados con la religión, y en el que además hay gran cantidad de momentos en los que me paré a pensar y a reflexionar sobre lo leído para poder decir si estaba de acuerdo o no. Ésta es una gran novela, pero en comparación con las otras novelas de Greene que me he leído, no la he disfrutado igual. Me ha faltado la chispa ingeniosa, graciosa, irónica y de suspense que había en las otras novelas suyas que me he leído; aunque vuelvo al principio, esta novela no es del mismo grupo que las otras, por lo que aquello que hubiera querido encontrar debía haber sabido que no lo iba a hallar aquí.

No quiero con esto desanimar a nadie a que lea “El Poder y la Gloria”. Es una gran novela, muy interesante. El problema es que quien vaya buscando entretenimiento no lo va a encontrar. Esta novela está para otra cosa. De todos modos, a quien le guste el estilo de Green disfrutará también de esta novela, como me ha pasado a mí, aunque no la vaya a considerar de las mejores.

Caronte.