lunes, 29 de junio de 2020

Redeployment

He de reconocer que cuando compré este libro de relatos, lo hice basándome más en las críticas y los premios recibidos por él que por la temática que sus páginas guardan. Y es que este libro no solo fue premiado con el National Book Award (probablemente el premio más importante que un autor puede recibir en EE.UU.) sino que todas las críticas que he leído lo han puesto por las nubes ensalzándolo como uno de los mejores libros escritos recientemente en EE.UU. Suelo ser bastante escéptico con premios y críticas desmesuradas, pero también reconozco, de nuevo, que el National Book Award es uno de los premios con más prestigio de cuantos se entregan en todo el mundo (habiendo sido concedido en el siglo XX a la mayor parte de los clásicos contemporáneos americanos). Pero era muy escéptico y comencé a leer este libro con muchas dudas y miedos porque el tema bélico, de manera directa y como eje vertebrador de un libro, no es que me apasione; me suele resultar pedante, ensalzador de militares y de valores artificialmente alabados.

Redeployment” es un libro de relatos cuyo denominador común es la guerra. Phil Klay, el autor del libro es un ex marine del ejército americano que estuvo desplegado en las guerras de Irak y Afganistán. No es de extrañar entonces que todos los relatos del libro estén directamente relacionados con esos dos conflictos bélicos que han desangrado a los EE.UU. durante las últimas décadas. Klay deja en las hojas de este libro sus experiencias personales difuminadas por la ficción, claro está, pero sin dejar de ser profundamente emocionantes.

El primer relato del libro, que además da título al mismo, me dejó frío, pero no porque fuera malo, o no me llegara a transmitir nada, sino porque como he dicho al principio todo lo que tiene que ver con la guerra narrada en un libro me da cierto rechazo. Pero esta frialdad no fue más que un simple espejismo. “Redeployment” me ha enganchado como no esperaba y como llevaba ya tiempo sin experimentar con un libro.

 Todos y cada uno de los relatos contenidos en este libro dibujan la guerra desde un punto de vista diferente y no todos sobre el terreno. Phil Klay usa en cada relato de “Redeployment” una voz narrativa diferente, desde un soldado que va y viene del frente, hasta un diplomático, pasando por un herido de guerra, un ex militar, o un sacerdote. Todas las experiencias narradas en forma de ficción y relato están llenas de verdad y tejen un tapiz en el que se ve el absoluto sinsentido de las guerras, sean donde sean y por el motivo que sean. No hay razón para matar a ninguna otra persona por ningún motivo ni en nombre de ningún derecho, y esto, de manera sucinta, se entrevé en cada relato.

Es curioso como EE.UU. ha hecho de la guerra una forma de vida y cómo adolescentes, apenas críos inmaduros son equipados con chalecos antibalas, armados con rifles de asalto cuyas balas pueden arrancar partes enteras de la anatomía de una persona, y se forman para conducir carros de combate y aviones mortales contra poblaciones a las que instruyen para odiar simplemente porque sí. “Redeployment” es eso: es el miedo plasmado en papel, el odio, la sinrazón, el querer volver a casa, el sentimiento de culpa, el no saber qué se está haciendo, los insultos, la sensación de estar perdido, la tensión ante un cruce de calles desierto en medio de una ciudad cualquiera de Irak, el sonido de una bala, de una explosión, el olor a sangre, a vísceras podridas, gritos en la lejanía, dolor.

Siempre he pensado que para meterse en el ejército hay que tener una madera especial, llamando madera a estar perturbado y tener algún tipo de trauma pendiente que necesita materializarse de alguna manera. Tras leer “Redeployment” sé que si para meterse en el ejército hay que tener la cabeza con algún tipo de tara para ir a una guerra las taras deben ser varias. De la guerra o huyes y vuelves a casa saliéndote del ejército marcado de por vida, o te pierdes aún más en un océano de odio, traumas, pesadillas y perdición. Nadie normal, con dos dedos de frente, es capaz de ir al frente, disparar un arma contra un ser humano en la distancia y volver intacto.

Redeployment” es un libro duro, con imágenes de violencia explícita, con dilemas morales profundos, con personajes cuyas almas y conciencias vagan entre las páginas intentando buscar una respuesta que les permita, un día más, seguir con su vida, sobrevivir. No puedo resaltar ningún relato por encima de otro porque todos son sobresalientes y todos de una manera u otra llevan al lector a la desazón, a sentirse incómodo con lo que está leyendo

Nunca antes de “Redeployment” había leído un libro que me llevara a la guerra de primera mano y cuya única temática fuera la guerra. Con este libro he suplido un hueco relevante en mis lecturas, pero es que ojalá las novelas bélicas, o los libros sobre guerras actuales fueran tan profundos y sinceros como lo es este. Ojalá hubiera más libros y autores como Phil Klay que no se quedaran en la autocomplacencia de pintar la guerra como un mal inevitable del mundo en el que vivimos, porque no es así. Las guerras destrozan a quienes las hacen y a quienes las sufren; solo los que las dirigen salen indemnes de un conflicto bélico. Por todo esto creo que leer este libro puede ayudar mucho a entender qué es una guerra de verdad y no a través de una película de Hollywood.

Caronte.


domingo, 21 de junio de 2020

Ávidas pretensiones

Pocos libros me han decepcionado de manera total y absoluta casi sin argumento contrario. Pues va a resultar que este es uno de ellos. Y mira que lo compré con ganas en la librería de segunda mano a la que voy siempre a ver si algún libro me elige y se deja comprar por mí, después además de más de tres meses sin pisar una librería. Y mira que apetecía leer esta novela con la que Fernando Aramburu (encumbrado al Olimpo de la narrativa española, merecidamente o no, con su opus manga “Patria”) ganó el premio Biblioteca Breve de novela hace unos años; premio que, como todos supongo, ha ido degenerando paulatinamente, pasando de ser un galardón prestigioso de una de las editoriales con más solera de España (Seix Barral) a convertirse en otro galardón más de editorial que premia a sus, ya en catálogo y generalmente consolidados, autores y en el que la calidad literaria rara vez aflora en ediciones recientes (hablo de las últimas décadas).

A ver cómo lo digo sin que suene ni muy directo ni muy duro ni muy desconsiderado: “Ávidas pretensiones” es una novela pretenciosa, un pastiche de novela de enredo y folletín cómico. Su trama gira en tornos a las vicisitudes que un grupo de poetas vive en un monasterio durante un fin de semana en el que se celebra un congreso, unas jornadas poéticas, sobre qué es la belleza en la poesía. A partir de ese tema central se ramifican tramas y subtramas, secundarias, terciarias, en las que los muchos y diferentes personajes interactúan y vuelven loco al lector. No hay rumbo en la novela, no hay un objetivo en la trama, no se pretende contar nada interesantes, sino simplemente hacer una caricatura burda que pretende, además, ser irónica sin conseguirlo, del mundo poético actual.

No sé lo suficiente de congresos, jornadas, certámenes literarios o poéticos como para entender muy bien la “¿supuesta?” crítica que Aramburu encierra en “Ávidas pretensiones”. De hecho, no sé si realmente quería criticar parodiando este mundillo. Lo que sí sé, es que más que parodiar el, quizá, nivel ínfimo de la poesía actual, para mí ha conseguido parodiarse, y muy mal, a sí mismo. Habiendo leído “Patria” y un par de libros suyos más derivados del terrorismo de ETA, no comprendo la necesidad que tenía Aramburu de escribir algo así. No le encuentro lógica alguna y, sinceramente, me da bastante pena.

Centrándome en “Ávidas pretensiones”, he de decir, que salvo tres o cuatro carcajadas contadas que me ha generado esta novela, me he aburrido enormemente durante sus poco más de cuatrocientas páginas. Ninguno de los hilos argumentales me ha enganchado como para poder salvarlo. Ninguno de los personajes me ha llamado la atención como para hacerle una mención individual (no creo que, en este aspecto, el haber introducido más de una docena de personajes haya ayudado mucho a los lectores). La novela en lugar de ser un tapiz bien tejido, armónico y uniforme, es una madeja alborotada llena de nudos que se hace muy difícil de seguir.

En una novela irónica, sardónica, sarcástica, donde se pretende que el humor sea el tono predominante y mediante esto se haga una crítica fundada y que pueda realmente llegar a escocer hay que poner mucho más interés y cuidado que para escribir un drama realista. “Ávidas pretensiones” es un fracaso como novela irónica y de humor. El lector se ve atrapado por un estilo muy pretencioso que no casa con lo que Aramburu suele escribir. Una maraña de actos, de personajes, de acciones que más que divertir con el enredo, enredan en el mal sentido de la palabra.

Ya digo que no sé qué cosa buena decir de “Ávidas pretensiones”. Es que nada me hace alabar una novela que a mí personalmente me ha parecido una sobrada, una pérdida de tiempo y de dinero. Sé que los días que he empleado en leer este libro bien podría haberlos empleado en cualquier otra cosa mínimamente más interesante (y hay muchas cosas mínimamente más interesantes y divertidas en las que emplear mi tiempo). Tampoco entiendo sinceramente el premio Biblioteca Breve concedido en su día, y si aquel año ésta fue la mejor novela no quiero pensar cómo serían las otras (y estoy más que seguro que decenas de novelas presentadas a ese certamen serían mil veces más interesantes que ésta).

No puedo recomendar la lectura de “Ávidas pretensiones” porque no tengo la costumbre de recomendar cosas que no me hayan gustado. Y esta novela no me ha gustado absolutamente nada. Pretenciosa, fuera de tono, fuera de lugar, personajes enmarañados sin casi evolución ni profundidad, tramas descolocadas, forzadas, prototípicas. Lo siento, pero este libro es probablemente el peor que me he leído este año, y esto ya es decir demasiado.

Caronte.


martes, 9 de junio de 2020

La conjura contra América (The plot against America)

No sé por qué a veces dejo pasar tanto tiempo para retomar a algún autor cuyo estilo y libros me apasionan, pero que dejo hibernar hasta que algún evento me lo vuelve a traer a la palestra. Esto me ha pasado con Roth esta vez. Empecé a leerle cuando le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras hace ya unos años y me encantó lo que leí de él, pero lo dejé en la despensa por así decir. Hasta que hace unas semanas la cadena americana HBO estrenó una adaptación de esta novela suya cuyo tráiler me gustó y decidí volver a poner a Roth en mi lista de pendientes. Hasta esta semana cuando cogí el libro y lo devoré literalmente, dejándome llevar sin voluntad de resistirme por la prosa de quien es, para mí, probablemente el gran novelista americano de los últimos cincuenta años (aunque a este respecto siempre habrá muchas discusiones).

La conjura contra América” (que es el nombre de la traducción española de la novela de Roth) parte de la premisa histórica falsa de que, en 1940, en las elecciones presidenciales de ese año, gana Charle A. Lindbergh en lugar de Roosevelt y por tanto EE.UU. no entra en el momento que debe en la IIGM para luchar contra el fascismo y el nazismo en Europa. Como se puede ver Roth utiliza eventos y personajes históricos reales para narrar un “pudo ser per no” que, dado el momento actual que EE.UU. está viviendo este mes de junio, bien podría haber sido así en aquel entonces.

Philip Roth, como suele hacer en todas sus novelas, usa lugares que le son cercanos, familiares, habituales, que conoce bien, afín de cuentas, para ambientar sus novelas. “La conjura contra América” se desarrolla en la misma ciudad (Newark), en la misma calle (Summit Avenue) y en la misma casa (nº 81 de esa calle) en los que Roth vivió hasta su marcha a la universidad. De hecho, la novela está narrada por un tal Philip Roth quien cuenta cómo con 8-10 años vivió aquellos hechos que golpearon una América que podría haber sido.

La novela, y fundamentalmente el estilo alambicado, de frases largas y complejas pero fáciles de seguir que tiene Roth, es adictiva. “La conjura contra América” se lee sintiendo que lo que narra no es ficción, sino que ocurrió realmente hace ochenta años. Y esta sensación se acentúa aún más teniendo en cuenta que en el fondo la deriva fascista de EE.UU. y un antisemitismo incipiente no es más que un adorno en la novela, centrándose realmente en la vida de la familia del Roth de la novela: sus padres temerosos de lo que está pasando en la sociedad y luchadores porque su vida no se vea afectada; su hermano, a quien de una manera u otra, siendo apenas cuatro años mayor que él, se ve medio aceptando lo que pasa a su alrededor; su primo que se va a Canadá a luchar contra el fascismo en Europa; su tía materna que solo quiere trepar socialmente y termina casándose con una preeminente figura judía que termina siendo asesor del presidente fascista Lindbergh.

Roth escribió “La conjura contra América” en 2004 pero, sin embargo, la novela cobra estos días un significado aún mayor debido a las protestas raciales que se han desbocado en América teniendo en la Casa Blanca a un presidente indigno del puesto en la historia que tiene. No es poca la comparación. Hacia el final de la novela, en un determinado momento de caos, un político dice que EE.UU. es y debe ser un país de ley y orden, y que hay que aplicar ambas cosas con toda contundencia. No sé si esto recuerda algunas palabras presentes.

La conjura contra América” no solo es un ejercicio de ficción histórica increíblemente bien hilada, donde la cotidianeidad de los personajes y sus vidas, dan aún más verosimilitud a la narración, sino que es una novela que muestra sin cortapisas como el odio al diferente puede prender en poco tiempo en una sociedad aparentemente tolerante, civilizada y que se cree la cuna de la libertad y los derechos. No hay que olvidad que todos los personajes históricos que salen en la novela ya sean del mundo político o de la economía, de la televisión, de la prensa, del mundo judío, de los derechos civiles, etc., fueron personajes reales. Que Lindbergh fue un ultraderechista americano miembro de una asociación llamada America First (no sé si os suena…), y que Roosevelt fue el gran presidente que ha tenido EE.UU. en el siglo XX llevando al país de una depresión económica terrible a ganar la IIGM.

De las pocas cosas que me han chirriado de “La conjura contra América”, aunque no por ello me haga considerar globalmente la novela como de las mejores que me he leído este año, es que los dos últimos capítulos no me encajan totalmente ni por ritmo ni por estilo con el resto de la novela. Tengo la impresión de que esos dos últimos capítulos bien podrían ir intercambiados de orden (y, de hecho, creo que debería ser así). Además, también tengo la sensación de que la novela acaba muy drásticamente sin dar al lector casi oportunidad de asimilar el final del libro.

Reconozco que si he devorado “La conjura contra América” durante los últimos días ha sido porque quiero ver la serie que estrenó HBO hace apenas unas semanas, pero esto no quita para que fuera un libro que llevaba en mi lista de pendientes mucho más tiempo del que debería haber estado. He disfrutado de las páginas de esta novela como llevaba tiempo sin disfrutar de ningún libro, pese a que a priori el estilo narrativo de Roth puede resultar pesado, cosa que no es en absoluto y su narración se hace deliciosa se mire por donde se mire. Para aquellos lectores que gustan de pasar horas con un libro entre las manos, esta es su novela. Una novela que cobra realismo por los eventos históricos actuales que estamos viendo y que ha ganado actualidad por la adaptación a la pequeña pantalla.

Caronte.


martes, 2 de junio de 2020

Academia de artes marcianas

Cuando cualquier escritor se enfrenta al papel en blanco para intentar contar una historia que desde siempre haya estado anclada en su cabeza, debe tener muy claro qué quiere contar y cómo hacerlo. Superar los primeros momentos de indefinición, de incertidumbre, de miedo, de hojas en blanco por rellenar, no es algo sencillo y no siempre se consigue. Gonzalo Senestrari, al autor de esta novela, aunque no es nadie recién llegado al mundo literario, ha comenzado con este libro una saga: proyecto literario que si nos fijamos en la historia de la literatura muchos otros grandes autores han confrontado e intentado, no siempre saliendo vencedores.

Con “Academia de artes marcianas”, un título que por sí solo ya es bastante atrayente por sí mismo, Senestrari plantea a los lectores un juego de preguntas y postulados filosóficos entrelazados con la historia del joven Wilco que hará de la lectura de la novela no un simple hecho de divertimento dirigido a pasar unos muy buenos ratos leyendo, sino también a participar de esas preguntas y postulados haciéndonos pensar y dejándonos reflexionando cada vez que decidamos cerrar el libro para continuar nuestra vida fuera de las páginas de la novela.

Si una novela no produce ningún cambio en el lector una vez leída no merece la pena. Si un libro no plantea preguntas al lector, ya sea directa o indirectamente, con la trama principal o las adyacentes, no merece la pena ser leída. “Academia de artes marcianas” cuenta con temas universales que miles de escritores antes que Senestrari han tocado en sus obras, porque en el fondo, como yo siempre digo, el único trabajo de un escritor es vivir y la vida de toda la humanidad al final se mueve por principios básicos comunes a todas las sociedades.

Basándose en un mundo real, el mundo en que vivimos, el autor de “Academia de artes marcianas” recrea una sociedad que al mismo tiempo nos parece cercana y distante. Esa es y debe ser siempre la magia de la literatura, partir de un mundo conocido para, con las suficientes herramientas y muchas dosis de imaginación (siempre sin pasarse ni resultar grotesco o infantil), mostrarnos un mundo diferente, quizá posible si en vez haber tomado los caminos que la humanidad ha ido tomando a lo largo de la historia, hubiera tomado otros muchos diferentes.

Academia de artes marcianas” no se hace pesada de leer en ningún momento. La gran variedad de personajes, cada uno con sus manías, formas de expresarse, características y peculiaridades, hacen que la novela vaya avanzando tomando diversos y variados puntos de vista que complementan la trama principal dándola brillo y sobre todo ritmo. Una novela sin ritmo, por muy buena trama y mejor argumento que puedan tener, termina siendo un aburrimiento y se arriesga a que el lector desconecte. Senestrari logra mantener al lector en todo momento dentro de la novela, sumergido en sus páginas y deseando saber más y más, pasando las páginas con avidez.

Más que nunca en esta época en la que nuestras casas, o nuestros cuartos, se han convertido en casi los únicos horizontes que podemos explorar, encontrar una novela fresca en cuanto a su argumento y trama y ágil en cuanto su ritmo, es un placer. “Academia de artes marcianas” se disfruta de principio a fin y deja con las ganas de seguir leyendo más, queriendo seguir esa anunciada saga que esta novela inicia.

 Caronte.