sábado, 26 de mayo de 2018

Lectura crítica: "Como la sobra que se va"


Estaba en Polonia, concretamente en Breslavia, en una cafetería frecuentada por estudiantes y gente joven, tomándome un té con un pedazo de tarta de queso, mirando el móvil, Twitter, cuando me enteré de que los nominados al Man Booker International de este año incluían 4 novelas en castellano, 3 de ellas escritas por autores españoles. Una de esas novelas fue esta que voy a reseñar hoy y que desde esa tarde en Breslavia decidí que compraría y leería. Posteriormente este penúltimo libro de Muñoz Molina paso la primera criba de los jueces del prestigioso premio inglés y llegó hasta la final. Hace apenas un par de días se falló el premio, pero por desgracia no puedo añadir que el hecho de que esta novela ganara ya que al final no fue así. A pesar de esto, he de decir que no olvidaré nunca el impulso que me llevó a leer esta novela que al principio cuando se publicó no entraba en mis planes por considerarla alejada de la ficción narrativa que tanto me gusta de Muñoz Molina.

Como la sombra que se va” no es una novela al uso en la obra de Antonio Muñoz Molina. En esta ocsaión no hay personajes ficticios, ni tramas inventadas, ni ecos de Mágina por ningún lado. Todo en esta novela es real: las dos novelas en una que conforman este libro son un ejercicio de maestría narrativa digno de muy pocos escritores contemporáneos. Por un lado, tenemos la historia del asesino de Martin Luther King, su vida, sus obsesiones, su huida de Memphis y de EE.UU., su paso por Lisboa, su arresto. Por otro, tenemos al mismísimo Muñoz Molina abierto en canal, plasmando en papel su vida durante los meses que le llevó escribir su primer gran éxito literario como fue “El invierno en Lisboa”, novela que consiguió dos de los principales y más prestigiosos premios literarios de este país.

No hay ficción en “Como la sombra que se va”, o al menos no la hay en el sentido estricto de la palabra. Obviamente Muñoz Molina no puede saber qué pensaba, en qué reflexionaba, qué agobiaba, o a qué temía James Earl Ray, el asesino (o quizá magnicida según se considere la importante de entonces) de Luther King la tarde del 4 de abril de 1968, pero es en esa fabulación, en ese ejercicio de mimetismo con la mente de un perturbado como la del asesino protagonista de esta historia donde radica gran parte del interés de esta inmensa novela. Todos los pasos que da Ray, todas las cosas que lleva encima, los lugares que visita, las personas con las que se cruza son reales y Muñoz Molina, con una obsesión compulsiva de escritor, desgrana poco a poco toda la personalidad de James Earl Ray hasta parecer que es él mismo quien está escribiendo y no es autor ubetense.

Tampoco hay ficción en la otra parte que conforma “Como la sombra que se va”. Y es que Muñoz Molina, por decirlo usando un tópico típico, se desnuda ante los lectores y nos cuenta cómo fue todo el proceso que le llevó a fraguar y escribir “El invierno en Lisboa”. Así los que llevamos ya tiempo leyendo a Muñoz Molina podemos observar al escritor ubetense más de cerca y conocer cómo es el proceso de creación literario. Todo empieza por una obsesión, una historia que contar y qué no se sabe muy bien cómo comenzarla. Luego viene la escritura y el verse desbordado por una historia que quizá no termina de encajar bien del todo tal cual estaba planeada. Por último, viene reencontrarse con uno mismo y encauzar obsesiones, aplacar miedos y encontrar ese lugar que permita que todo encaje. Ese lugar es Lisboa.

Es Lisboa en nexo de unión entre las dos historias que Muñoz Molina plasma en las páginas de “Como la sombra que se va”. Lisboa es el origen de la obsesión que lleva a Molina a indagar en la vida de James Earl Ray y a recordar al mismo tiempo sus propias obsesiones con esa ciudad que a la postre se convirtió en el escenario de su novela más premiada hasta la fecha, la que le dio fama y prestigio, y la que le permitió dejar su trabajo de funcionario para poder dedicarse a la profesión que de verdad quería: ser escritor.

La manera en la que Muñoz Molina se ha mostrado a sus lectores en “Como la sombra que se va” es digno de admirar. Por así decirlo se ha hecho una autopsia a sí mismo, se ha diseccionado, se ha desnudado íntegramente para mostrar toda la verdad, toda la intensidad, la pasión, las obsesiones, los miedos y temores, todos los sentimientos intensos que la literatura es capaz de producir. Muñoz Molina lleva en la sangre toda la pasión literaria de sus lecturas, de sus autores preferidos, y en este libro usa por tinta esa sangre, logrando con ello construir una novela, una obra narrativa, extraordinaria, de una belleza narrativa increíble y de una sinceridad apabullante.

Como dije al principio “Como la sombra que se va” a priori no era un libro que me llamara la atención cuando salió allá por 2016, básicamente porque la mezcla de ficción y realidad, o simplemente la realidad ficcionada, no es algo que me llame la atención, y mucho menos la ficción autobiográfica. Vamos que este libro tenía todo para no gustarme y, sin embargo, ha sido una de las lecturas más intensas, más interesantes y más enriquecedoras que he hecho en los últimos meses. Y todo gracias a que una tarde en Breslavia tomando un té y un trozo de tarta solo en una cafetería me dio por mirar el móvil mientras enfriaba el té y topé con la noticia que he citado al principio sobre el MBI Prize. Probablemente el cómo decidí leer este libro sea una de esas historias que siempre vaya a recordad, y eso también es algo que agradeceré siempre a esta novela y a Muñoz Molina.

No voy a decir que “Como la sombra que se va” es un buen empiece para acercarse a la obra de Muñoz Molina porque al menos para leer esta novela habría que leerse “El invierno en Lisboa” ya que como he dicho una parte de esta novela trata sobre el proceso de escritura de aquella obra. Lo que sí puedo decir es que esta obra es quizá uno de los ejercicios de sinceridad literaria más profundos e intensos de los últimos años, y de los más interesantes que haya leído en mi vida. No puedo más que sentir un profundo aprecio por Muñoz Molina y un sincero agradecimiento por un libro en el que se plasman ante todo las filias y fobias de todo escritor que ve, oye, huele y siente la literatura como si fuera una parte esencial de su vida. Esta es una obra soberbia de narrativa que muy probablemente no deje indiferente a nadie que la lea y que seguro queda en la memoria mucho después de haberla leído.

Caronte.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Lectura crítica: "La colmena"


Leer a un nobel siempre es misión compleja y arriesgada por el propio peso del premio y por la predisposición a la que éste te hace estar. Un Nobel siempre es un reto además, ya que por norma general los premiados suelen ser escritores bastante desconocidos antes de que se les conceda, al menos fuera de las fronteras de sus respectivos países, y vuelven a serlo una vez pasa la euforia de la concesión y la entrega del mismo; pocos son los autores a los que un Nobel les sitúa para siempre en la esfera de la fama mundial de la literatura. A Cela el Nobel le llegó en su plenitud, siendo muy conocido ya en España, no solo por sus libros sino por su fortísima personalidad y quizá también por su pasado como censor del régimen. Premiado además con el Príncipe de Asturias y el Cervantes, y académico durante más de cuatro décadas, Camilo José Cela es uno de los grandes escritores del siglo XX en España guste o no ya que como todo en la vida para gustos están los colores.

Pese a que Cela es una de las figuras referente de las letras españolas, es un autor al que he tenido bastante abandonado. Hace un par de años leí “La familia de Pascual Duarte” y desde entonces he estado buscando la oportunidad de seguir leyendo su obra. Esto ha sido así hasta el pasado Día del Libro cuando mis padres me regalaron “La colmena”, quizá su obra más famosa y probablemente la más leída de Cela. De por sí esto no hace que esta novela sea la mejor de su autor, aunque probablemente con tanto consenso sea así, cosa que aún no puedo afirmar con rotundidad ya que solo he leído dos novelas del escritor gallego.

Puede quedar pretencioso que un pipiolo lector como soy yo se ponga a criticar y reseñar “La colmena” siendo todo un clásico de las letras patrias como es, pero en su día me propuse hablar de todos los libros que pudiera fuera cual fuera su autor, su año de publicación o su temática. También que poco de lo que diga podrá añadir nada a todo lo dicho ya sobre esta novela, y por tanto la originalidad de mis comentarios quedará en segundo plano.

De “La colmena” ya se ha dicho todo o casi todo pero para mí esta novela es uno de los grandes frescos sobre Madrid que hay en la literatura. Hay quien la tacha de novela social costumbrista en la que impera la descripción de las clases populares de la posguerra española, sin embargo yo prefiero verla como un retrato, quizá el más fiel, de ese Madrid que por suerte o por desgracia se perdió hace tiempo casi por completo pero que de vez en cuando, y sobre todo en algunos rincones del centro sigue resonando como un eco en una cueva. Esta novela es una novela de cafés, de calles, de plazas, de paseos; es una novela de la calle, de barrio, de ciudad; por eso dije al principio que este libro es un libro de Madrid, de sus calles, sus barrios y sobre todo, y por encima de todo también, de sus gentes.

No se puede hablar de “La colmena” sin decir que es una novela coral en la que no hay un protagonista ya que el protagonista principal es la gente, sus vidas, sus desventuras, sus devaneos, su intrahistoria como diría Unamuno. No puedo destacar ninguno porque todos me parecen reseñables. Sí es verdad también que hay varios personajes que aparecen durante toda la novela, Doña Rosa la dueña del café donde van a tomar algo muchos de los personajes del libro y que por tanto es uno de los escenarios principales, Julita y su familia y su novio, las diferentes mujeres de compañía… A pesar de esta multitud de personajes y nombres e historias el lector al final va poco a poco haciéndose una composición de lugar bastante clara y al final va recordando nombre que al acabar de leer le resultan familiares, como conocidos de toda la vida.

Aunque pueda parecer lo contrario “La colmena” es una novela de una profundidad muy relevante, tanto en el carácter y definición de los diferentes personajes, ya sea que aparezcan una única vez en la narración o acompañen al lector hasta el final, como en los temas que Cela quiso reflejar en el libro. No hay que olvidar que la novela no pudo ser publicada originalmente en España debido a la censura franquista, cosa que desde una perspectiva temporal actual resulta chocante ya que en la novela no encuentro nada que pueda resultar de mal gusto, ni que atente contra ninguna moral de manera grave. Es cierto que uno de los principales temas que Cela trata en el libro es el adulterio, la infidelidad y los devaneos y escarceos sexuales, cosa que probablemente haya pasado, pase y pasará toda la vida.

Otro de los temas principales de “La colmena” es la prostitución y la existencia de “queridas” y así muchos de los personajes más entrañables, y a la vez protagonistas de las escenas más duras, del libro son prostitutas y queridas de señores casados y con familias asentadas y trabajos más o menos respetables. Quizá estos temas fueran los que en su día sirvieron a la censura para prohibir que la novela fuera publicada en España, cosa que también dice muy poco del nivel cultural e intelectual que había por aquella época, primera época del Franquismo, en este país.

Pero como dije al principio de la reseña “La colmena” es una novela de Madrid sobre Madrid. Cela hace de Madrid un protagonista esencial de la novela y su trama, es la colmena del título del libro, ese lugar en el que viven, malviven y sobreviven las decenas de protagonistas que pasan por las páginas de esta novela. Cafés ya desaparecidos, casas de comida, imprentas, casas de citas, lecherías, pero ante todo calles y plazas y estaciones de metro. Los barrios de Ventas, Chamberí y Malasaña, calles de la Latina y el barrio de las Letras, esquinas del barrio de Salamanca. Cela compone casi un mapa viviente del Madrid de la posguerra con sus gentes humildes todas ellas, de trabajos manuales y rutinarios; tertulias de cafés, conversaciones puntuales por la calle entre conocidos y vecinos, confidencias a la luz de la luna y las farolas de gas, secretos guardados por los tabiques de habitaciones de pensiones de la calle Montera. Todo Madrid está concentrado en esta novela y el Nobel gallego supo hacer de la capital de España esa colmena pequeña pero abigarrada de gente y vida.

No voy a añadir más y simplemente quiero concluir diciendo que la lectura de “La colmena” debería ser una obligación para todo lector y amante de la literatura, española al menos. Es una novela que podrá gustar más o menos, resultar más o menos original teniendo siempre en cuenta la época en la que fue escrita, o que resultará más o menos entretenida, pero creo que debe ser leída y posteriormente reposada. Además no hay excusa para leerla ya que el estilo y el lenguaje que Cela usó para este libro son coloquiales y nada elevado y por ello su lectura es sencilla y rápida. Luego lo dicho, quien no haya leído esta novela debería hacerlo ya que siempre será uno de los referentes de la novela española del siglo XX, y además es nuestro Nobel más reciente, cosa que de por sí ya merecería nuestro respeto.

Caronte.