viernes, 30 de octubre de 2015

Lectura crítica: "Ensayo sobre la ceguera"

Si no recuerdo mal, y creo no hacerlo, nunca antes en este blog había criticado ninguna obra de José Saramago, algo que bien pensado es una especie de deshonra para un blog que pretende ser un foro sobre literatura. Pero la verdad es que si no he hablado antes de este universal escritor portugués es porque nunca antes me había leído ninguno de sus libros. Sólo este año he descubierto el mundo creativo de este escritor luso ganador del premio Nobel de Literatura en 1998. Tarde, muy tarde creo yo. De hecho el libro del que voy a hablar no es el primero de Saramago que me leo, sino el tercero, lo que pasa es que de los anteriores no escribí, no porque me parecieran malos y poco dignos de ser criticados; muy al contrario creo que fueron mejores que este último que me he leído, lo que pasa es que no escribí sobre ellos porque se me amontonó el trabajo de escrituro y al final decidí dejarlos pasar. No plasmo en este blog mis opiniones sobre todos los libros que leo. No tendría tiempo de hacerlo debido al ritmo de lectura que me autoimpongo. Con este artículo lleno dos vacíos en este blog: hablar de Saramago y de una de las obras más relevantes en lengua portuguesa de las últimas décadas.

Como acabo de decir “Ensayo sobre la ceguera” no sólo es uno de los libros más celebrados de José Saramago, sino quizá uno de los más conocidos de este autor y también, si se me permite decirlo, de la literatura portuguesa contemporánea. Por definirlo rápidamente y encasillarlo en algún género literario, eso que tanto gusta a muchos lectores pero que yo no comparto del todo porque creo que es una simplificación burda e infantil de lo que es la literatura, podría decir que esta novela es pura ciencia ficción o una distopía. Esta última clasificación es la que más me gusta, ya que aunque es un género que surgió a principios del siglo XX en Reino Unido, y los más grandes autores de literatura distópica son Aldous Huxley y George Orwell, ingleses a mayor inri, es además el que más le pega y con el que desde el principio de su lectura más asociaba la novela.

El argumento de “Ensayo sobre la ceguera” es básicamente apocalíptico. Poco a poco la humanidad se va quedando ciega de manera súbita. El libro empieza con un conductor parado delante de un semáforo que se pone en verde pero que no arranca al ver esa luz porque se ha quedado ciego. Este primer ciego es llevado a su casa por otro hombre que le ayuda amablemente y luego cuando llega la su mujer van a un oftalmólogo a ver qué tiene. Poco a poco, en pocas horas todas las personas que van teniendo contacto con este primer ciego se quedan a su vez ciegas. Conocida la ceguera, el gobierno cree conveniente aislar a los ciegos en un hospital/manicomio para ponerlos en cuarentena y que no se produzcan más contagios. Este aislamiento pronto se convierte en una prisión donde reinará la anarquía, el miedo y el egoísmo. Una prisión donde nadie ve salvo una persona: la mujer del oftalmólogo que atiende al primer ciego y que oculta el hecho de que sigue viendo pese a que su marido también está contagiado con la ceguera contagiosa.

Ensayo sobre la ceguera” se podría dividir perfectamente en dos parte bien diferenciadas. Bueno de hecho en tres, si se cuentan los primeros capítulos en los que se nos van presentando a los diferentes personajes principales que acompañarán al lector durante el resto de la novela. Como digo, dos partes son las que tiene esta novela. La primera de ella se desarrolla en el interior de ese manicomio abandonado usado como cárcel o centro de reclusión de cuarentena para los ciegos. Quizá los capítulos en los que se describe la vida en ese centro de internamiento son los más desasosegantes de toda la novela, ya que en ellos se ve, valga la expresión, el comportamiento de personas que se ven privadas de la vista, quizá el sentido más revelador de los cinco con los que nos dotó la naturaleza. Así el lector verá como los ciegos se dividen en bandos: unos buenos que pretenden sobrevivir como puedan todos juntos compartiendo la comida que se les da y ayudándose mutuamente; y otros malos que pronto asumen el poder del manicomio y se apropian de la comida exigiendo al otro bando a cambio de unas pocas raciones, dinero o favores a las mujeres.

La segunda parte de “Ensayo sobre la ceguera” se desarrolla ya fuera del centro de cuarentena, después de que éste quedara sin vigilancia por parte del ejército debido a que ya la ceguera ha terminado de infectar, y afectar por tanto, a todo el mundo y nadie ve y por tanto nadie puede vigilar. Los ciegos internados en el manicomio escapan después de una revuelta de buenos contra malos y salen al mundo. Ya hay un grupo de personajes formado que acompañarán al lector en el resto de la historia. Un grupo en el que la mujer del oftalmólogo es la líder básicamente porque es la única que puede ver. En esta última parte de la novela Saramago muestra un mundo desolado por el hombre, donde no hay ni agua corriente, ni luz, ni comida, ni nada; solo mierda, desechos, muerte y desolación. Un mundo en el que el ser humano ya no puede ser considerado tal cosa ya que ha perdido tota dignidad y que por sobrevivir pierde todos sus principios y toda su dignidad para convertirse en un animal más que pugna por vivir un día más que su vecino a costa incluso de ese vecino si se tercia.

Como se puede ver “Ensayo sobre la ceguera” es una visión muy pesimista del mundo. Según el propio Saramago, la novela pretendía “plasmar, criticar y desenmascarar a una sociedad podrida y desencajada”; creo que sobran más palabras para definir exactamente lo que este libro consigue despertar en el lector. He de confesar que los primeros capítulos, los que cuentan como la gente se va quedando ciega, son verdaderamente angustiosos. El lector es capaz de sentir esa ansiedad por no saber qué está pasando, por sentirse perdido en un mundo que hasta hace un minuto veíamos y reconocíamos. Por esto pienso que Saramago con este libro consigue hacer no solo una novela que hace reflexionar profundamente al lector sobre la sociedad que somos y en la que nos podemos convertir, sino también un ejercicio intelectual impresionante ya que Saramago logra ponerse en la piel de un ciego para definir ese mundo de oscuridad, aunque sea clara y luminosa como es la ceguera de la novela.

Sin embargo, pese a que en términos generales puedo decir que “Ensayo sobre la ceguera” me ha resultado un libro de lo más sugerente y reflexivo, también tengo que decir que hay momento en los que la historia decae bastante, hasta el punto de hacerse muy difícil de leer por tediosa y repetitiva. Hay partes del libro, sobre la mitad más o menos, en las que la narración se hace farragosa, en las que Saramago pretende rizar el rizo sobre sus reflexiones sobre la sociedad, pero que terminan por liar al lector y aburrirle soberanamente. Hubo momentos durante la lectura de esta parte central de la novela en los que lo único que quería era que acabara. Pero para no faltar a la verdad también tengo que decir que el final de la novela es fantástico, la última parte, la que se desarrolla de nuevo en el mundo real es extraordinaria. Además también he de decir que el estilo de Saramago me ha resultado delicioso, no sólo porque en la novela no aparece ni un solo nombre de ningún personaje, sino porque los diálogos están incorporados al texto sin comillas, o guiones, o nada que los distinga de la narración normal salvo la mayúscula primera que da paso a ese diálogo.

Para concluir, a toda aquella persona que quiera empezar a leer a Saramago le recomendaría que no empezara por “Ensayo sobre la ceguera” sino por otras novelas suyas también famosas y escritas en ese estilo tan peculiar y único que tenía este escritor luso que tanto amaba a España, como pueden ser “La caverna” o “Todos los nombres”; ambas novelas muy recomendables y también con un aire de distopía muy pronunciado.

Caronte.

domingo, 18 de octubre de 2015

Cinco y acción: "The Martian"

Tenía muchas ganas de volver al cine, ya que llevaba unas cuantas semanas sin ir y ya tenía mono. Pero la verdad es que no ha habido muchas películas que merecieran que saliera de mi casa, cogiera el coche y me gastara los correspondientes siete euros en la entrada a la sala de cine. Hasta que llegó Hollywood y uno de sus taquillazos casi inesperados basados en una novela, que por cierto también en su día arrasó en internet, ya que su autor la auto editó primero en su blog personal para luego ser un éxito total en ventas tanto por internet como en librerías tradicionales. Hollywood lo puede todo, y más aún Ridley Scott, uno de los directores más famosos de aquellos lares, aunque nacido en Inglaterra, que convierte en oro todo aquello que toca y crea éxitos como un churrero haría porras en navidad después de la cabalgata de reyes. Ahora hablaré de la película, pero antes de que empezara ya hubo algo que agradecí a Scott, y es que llenara la sala de cine de gente, como llevaba muchos años sin ver, y que hiciera que no fuera solo al cine, sino acompañado de un buen grupo de amigos y conocidos, algo que después de haber ido al cine más sólo que acompañado es de agradecer.


The Martian” fue primero una novela escrita por Andy Weir, un autor que sin haber escrito nunca nada reseñable ha obtenido un éxito más que notable con esta novela ambientada en Marte, el planeta rojo, en la que un astronauta queda olvidado y debe sobrevivir como pueda hasta que sea rescatado por una misión espacial enviada desde la tierra. Yo no me he leído el libro. Me hubiera gustado hacerlo pero la literatura y yo tenemos una relación muy exigente y por desgracia, porque la verdad es que me he quedado con las ganas, es que no he podido leer la novela antes de ir a ver la película. Luego no puedo opinar sobre la película ni criticar la adaptación con respecto al libro. Aunque por lo que he oído Ridley Scott ha hecho un trabajo más que aceptable y se puede decir que la película no tienen nada que envidiar a la novela, siendo ésta muy probablemente mucho mejor y más llena de matices e interpretaciones individuales.

El argumento de “The Martian” es bastante simple y yo lo he esbozado en el párrafo anterior. La cinta trata de cómo un astronauta, Mark Watney, interpretado por Matt Damon, sobrevive en Marte después de que sus compañeros lo dieran por muerto y pusieran rumbo a la Tierra después de una gran tormenta marciana que casi les cuesta la vida a todos. Desde ese momento Mark debe poner en práctica todos los conocimientos científicos que sabe para intentar sobrevivir hasta que llega a Marte otra misión de la NASA planificada para más de un año después. Así Watney deberá apañárselas para racionar la comida que tiene en la base permanente de Marte e intentar cultivar comida por sus propios medios, cosa que logrará gracias a que es botánico y consigue plantar patatas usando tierra marciana, restos de los excrementos de sus compañeros y agua creada químicamente.

Hay quien podría decir que este argumento no da para hacer ni un libro, ni una película, pero es que “The Martian” no sólo se basa en la supervivencia y hazañas sobre la tierra roja de Marte de Mark Witney, sino que también hay parte de esa épica norteamericana que tanto gusta en Hollywood. La cinta, y supongo que también el libro, también cuenta cómo desde la Tierra, la NASA planifica y piensa la misión de rescate de Mark Witney después de darse cuenta de que está vivo y no muerto como en un principio pensaron. Pero para qué nos vamos a engañar, la película es básicamente la vida de este astronauta perdido en Marte, es un Robinson Crusoe moderno e interestelar. De hecho todo el peso interpretativo recae en Matt Damon; así como toda la historia recae en su personaje. También debo decir que todo lo que en la película tiene que ver con la supervivencia del protagonista en Marte es lo que más me gustó y considero más interesante.

Como he dicho en cuanto a los actores, es Matt Damon el que asume todo el peso de “The Martian”. Es Matt Damon quien consigue hacer de su personaje alguien por el que el espectador siente cosas, ya sea lástima, tristeza, alegría o tensión. Y esto es algo que no sólo hay que agradecer a Matt Damon, que por descontado hace una interpretación totalmente convincente y creíble, sino también a la mano y ojo de Ridley Scott que sabe exprimir aquellos personajes que sabe que pueden tener tirón, no solo visual y argumental, sino también emocional para enganchar al público. Sin embargo Matt Damon no es el único actor de la película, aunque sí es el único principal. Pero por nombrar también otros personajes que me gustaron, he de mencionar a los responsables de la NASA: su director, interpretado por Jeff Daniels un secundario de lujo; el jefe de operaciones, interpretado por Sean Bean (para quien no le suene le nombre, es Boromir en “El Señor de los Anillos”); y varios científicos que dan a la película ese toque menos serio y grave que por argumento debería tener.

De destacar es también el tono desenfadado de “The Martian”. No sé si en el libro Andu Weir también es tan irónico, jocoso, sarcástico y divertido como los guionistas han sido en la película, pero si es así he de reconocer que he dejado de leer un libro que hubiera merecido la pena haber leído. Pero me dejo de lamentaciones que si no, no termino de comentar la cinta. Uno de los puntos fuertes de la película es que a pesar de ser ciencia ficción, género que la verdad a mí no me va mucho, es que no es nada fantástica o fantasiosa, y mucho menos irreal. En ningún momento el espectador tiene la sensación, yo no la tuve, de que está viendo algo imposible. Más bien todo lo contrario. Todo tiene un halo de verosimilitud alucinante, y quizá en no muchos años vemos todo esto que ahora no es más que ficción llenando páginas de periódicos y horas de televisión y radio.

Otros dos puntos fuertes de la película son tanto su banda sonora como el toque cómico que tiene. “The Martian” aunque no lo desee quizá, o no haya sido esa la intención ni de Ridley Scott cuando la dirigía, ni de Andy Weir cuando la escribía, es una historia divertida dentro del drama que supone quedarse aislado y perdido en un planeta a más de 200 millones de kilómetros de la Tierra y al que se tarda en llegar como mínimo más de 400 días. Pero es así. Pese a lo que podía pensar antes de ir al cine, me he reído bastante con la película. Tiene puntos divertidos, casi surrealistas diría yo, pero claro esto es algo que permite la ciencia ficción y que otros géneros no se lo pueden permitir. El segundo gran punto fuerte que  tenía que comentar es la banda sonora, no la compuesta expresamente para la cinta, sino la música que se puede escuchar durante toda la película en esos instantes divertidos que antes he citado. Música que va desde ABBA hasta Donna Summer, pasando por David Bowie y su mítica “Starman”. Casi se me olvida mencionar los escenarios de la película, ese Marte terrenal llamado Jordania y el paraje de Uadi Rum.

Y poco más puedo añadir. Me ha encantado “The Martian”, creo que es una de las películas que más he disfrutado este año. Es divertida, es entretenida y atrapa al espectador desde el primer minuto de metraje no soltándolo hasta que el protagonista, Mark Witney vuelve a pisar la tierra y deja Marte atrás. Para ser la primera gran película de ciencia ficción de verdad que veo, he quedado totalmente satisfecho, pero claro de Ridley Scott no se puede esperar nada que no sea un éxito (he visto sus últimas tres películas, incluida esta, y cada año tengo en mejor consideración a este director). Recomiendo encarecidamente que vayáis a ver esta película, no perderéis el tiempo. Os recomendaría también que os leyerais el libro pero por desgracia yo no lo he hecho, cosa de la que me arrepiento mucho (así también hubiera podido comparar las dos versiones de una misma historia).

Caronte.

viernes, 9 de octubre de 2015

Lectura crítica: "La tía Julia y el escribidor"

Como me pasó con el último libro del que hablé en este blog, he vuelto a dejar mucho tiempo entre libro y libro de Mario Vargas Llosa, y eso está muy mal. Lo que pasa es que a veces me pasa con algunos autores una cosa muy curiosa: y es que no sé qué libro suyo leerme porque si fuera sincero conmigo mismo los compraría todos de golpe y los iría desgranando poco a poco. Pero esto es algo que no me puedo permitir. Por eso he tardado tanto en leer al Nobel peruano (para los menos amantes de la lectura de libros y más aficionados al papel cuché de las revistas de corazón decir que Vargas Llosa es la actual pareja de Isabel Preysler). ¿Y por qué me decidí por este libro? Pues porque era uno de esos libros de Vargas Llosa que en su día, cuando todavía estudiaba cosas interesantes, estudié en el instituto en la asignatura de literatura y cuyo título tenía que aprender junto a otros dos también de este escritor encumbrado al Olimpo de la literatura hace cinco años por la Academia Sueca.

La tía Julia y el escribidor” es quizá una de las novelas más famosas y, por qué no decirlo, sonadas de Vargas Llosa, ya que en ella se describen episodios que tienen mucha relación, sino no son directamente autobiográficos, de la vida juvenil del escritor y su romance, y posterior boda, con su tía (no carnal que conste). Para ser sincero, yo de toda esta historia de enredos y del carácter parcialmente autobiográfico del libro no tenía ni idea hasta hace no mucho tiempo (un par de meses, no más); y de hecho no lo compré por esta temática romántica, de asuntos de faldas, sino por el renombre que siempre ha tenido esta novela dentro de la obra de Mario Vargas Llosa.

Ya he esbozado ligeramente cuál es el argumento y la trama principales de “La tía Julia y el escribidor” a saber: la historia del romance y flechazo de pasión casi a primera vista entre Mario (Marito, o Varguitas son los apelativos que se usan en la novela para designar al protagonistas que a su vez es el narrador de la historia) un joven estudiante de derecho con sueños bohemios de escritor en una buhardilla de Paris que trabaja para sacarse un dinero como redactor en una radio en la Lima de los años 50, y su tía no carnal Julia (me costaría mucho trabajo explicar realmente cuál es el parentesco entre Mario y Julia). Esta es la trama principal de la novela. Cosa que no parece, ni es, baladí. Pero detrás de esta historia de revista del corazón, de historieta romántica para mujeres solteronas, de cotilleo de salón de belleza, se esconde una crítica feroz y voraz de la sociedad acomodada y clasista de una ciudad como Lima, pero que bien podría ser cualquier ciudad grande de provincias estigmatizada por un pasado muy conservador y religioso.

Sin embargo “La tía Julia y el escribidor” es mucho más, ya que podría decir que esta novela son a su vez dos novelas muy diferentes la una de la otra. Por un lado, como ya he dicho, esta la historia de amor desenfrenado de Mario y su tía Julia, que intentarán por todos los medios y con la ayuda de personas que no tienen esa mentalidad antigua, tradicional y conservadora, llevar a buen puerto y disfrutarla en libertad. Pero por otro lado este libro también es una demostración extraordinaria de la magistral imaginación y del dominio de la lengua española del otro lado del Atlántico por parte de Mario Vargas Llosa, ya que los capítulos en los que está dividida la novela se dividen alternativamente entre la historia de Marito y Julia, y una serie de narraciones que nada tienen que ver con la historia principal y que conforman una especie de libro de relatos o cuentos sobre la sociedad limeña.

Esta simbiosis, este libro híbrido entre novela romántica y de enredos, y colección de relatos que bien podrían ser telenovelas que es “La tía Julia y el escribidor”, se consigue gracias a un nexo de unión que enlaza lo que podríamos llamar la realidad de la novela (la historia de Mario y Julia) y la ficción de la misma (los relatos “cortos”). Este nexo no es ni más ni menos que un personaje que aparece en el relato real y que es un radionovelista que trabaja para el mismo grupo informativo en el que trabaja el protagonista de la novela, Marito. Este escritor por encargo de folletines novelescos para ser radiados y escuchados por toda la sociedad limeña se convierte en todo un contrapunto en la novela y termina por convertirse en un cordón que une dos parte de un mismo libro y que hacia el final de la novela se entremezclan más de lo que parece al principio, cosa que es de resaltar y agradecer como lector.

No hay duda de que en “La tía Julia y el escribidor” Mario Vargas Llosa muestra todo su sentido del humor e ironía en la parte de la novela que corresponder a su propia vida, aunque la novele un poco. Pero también tengo que reseñar la fantástica imaginación que demuestra a la hora de crear historias cortas completas llenas de miedos, dudas, amor, pasión, traiciones y estigmas sociales que muestras cómo era la sociedad en la se hizo escritor el propio Vargas Llosa. Además, y como dije antes, esta novela muestra el excepcional dominio que tiene el escritor peruano sobre la lengua castellana, o mejor dicho del español. Y digo esto porque a lo largo de las páginas de este libro el lector se va a encontrar con dos estilos diametralmente opuestos, gracias principalmente al empleo de una misma lengua exprimida hasta la saciedad en sus dos vertientes: la peninsular castellana, y la americana. Así, la historia de Mario y la tía Julia es mucho más ágil, directa y sencilla de leer, por usar un lenguaje más cercano al español de España, que los relatos que se intercalan entre capítulo y capítulo, que están escritor en un estilo mucho más complejo, no por difícil de leer, sino por emplear, Vargas Llosa, la amplísima riqueza del español americano (su vocabulario, dichos, tonos, expresiones, etc.).

Como lo que pretendo con este blog es ser totalmente sincero con respecto a los libros que me leo, tengo que decir que “La tía Julia y el escribidor” me ha dejado con sentimientos muy encontrados. No negaré nunca que la historia principal, la que relata de forma novelada parte de la biografía de Vargas Llosa, me ha encantado y dejado sin palabras desde el principio del libro llevándome a viajar con la mente a la Lima burguesa de los años 50. Pero (siempre hay un pero), luego está la parte de los relatos de radionovela. Y es aquí donde tengo que ser mucho más crítico con Vargas Llosa. No diré tampoco que no me haya gustado ninguna de estas historias o relatos cortos, porque de hecho hay varias que son de una imaginación totalmente desbordante; pero a mí me terminaron por cansar, tanto por el argumento sin interés alguno de algunas de estas historias, como por el estilo tan, tan nativo criollo que emplea en algunas ocasiones que hace que sea muy difícil leer con fluidez estas historias. Este es quizá el mayor inconveniente que le pongo a la novela.

No obstante y obviando quizá un poco lo último que he dicho. “La tía Julia y el escribidor” es una novela que en su gran mayoría, ha cumplido con mis expectativas. Y no solo eso, sino que me ha sorprendido por el hecho de tratarse de dos libros, tan aparentemente diferentes, en uno. Además me ha pasado una cosa curiosa con el título de la novela y es que yo pensaba que todo él se refería a Vargas Llosa, que sería el escribidor, y a su primera mujer, la Tía Julia; pero tras la lectura mi conclusión es totalmente diferente, ya que para mí el escribidor es el autor de los radioteatros que aparece en la historia de Marito o Varguitas. Por tanto mi recomendación es que cualquiera que quiera empezar a descubrir la literatura de Mario Vargas Llosa sin ir a una de esas novelas más pesadas y con contenido más profundo, debería leer este libro y disfrutar, y reírse también, de este conjunto variado de historias que se presentan en este libro (además si alguna de las historias, o relatos, o cuentos adultos no gustan o enganchan siempre se pueden dejar a medias ya que su no lectura no afecta a la comprensión de la novela).

Caronte.

sábado, 3 de octubre de 2015

Lectura crítica: "Call for the dead"

Llevaba más de un año sin leer nada de John Le Carré y para ser sinceros ya tenía mono de este autor. Desde que hace ya más de seis años lo descubriera gracias a mi profesora de historia de segundo de bachillerato, Le Carré se convirtió en uno de mis autores favoritos, sino el preferido. Por esta razón queda el lector de este artículo advertido de que su contenido no va a ser objetivo, aunque voy a intentar ser lo más justo posible para escribir una crítica lo más ajustada a la realidad posible. Será difícil, pero con algo de esfuerzo conseguiré hablar de esta primera novela de este grandísimo escritor inglés que en su día, y por un muy breve espacio de tiempo, trabajó para el Servicio Secreto Británico. No es casualidad que para volver a leer algo de Le Carré haya recurrido a su primera novela; de hecho esto era algo que tenía pendiente, ya que el libro del que voy a hablar no es sólo el primera de la enorme producción literaria de Le Carré, sino también el despertar literario de uno de los personajes más enigmáticos de la literatura inglesa, el agente George Smiley.

Call for the dead”, y pongo el título en inglés porque es en este idioma en el que me he leído este libro, fue la primera novela publicada por John Le Carré allá por el año 1961, en plena guerra frío entre Occidente y el mundo Comunista. Y es en está órbita en la que se mueve la historia que se narra en la novela: una pura historia de espías a la vieja usanza, donde las cosas nunca son lo que parecen, los traidores a veces no lo son y sólo lo aparentan, queriendo o no, y donde el engaño y los silencios juegan un papel muy importante a la hora no sólo de salvaguardar un secreto, sino también de evitar ser asesinado. Puedo quizá sonar un poco presuntuoso si digo que “Llamada para el muerto”, que es como se titula esta novela en español, es quizá la novela de Le Carré que más me ha sorprendido y gustado, y una de las más adictivas que he leído nunca.

No hay nadie como John Le Carré en cuanto a novelas de espías aunque parezca algo raro decirlo con la primera novela de este autor. Pero esto es un hecho. “Call for the dead” no es la primera novela suya que leo y por ello puedo afirmar que a pesar de que empecé a leer a este extraordinario escritor con su obra “Nuestro Juego” y me he leído todas sus últimas novelas publicadas en los últimos seis años; esta primera obra reúne de manera magistral todo su estilo que posteriormente desarrollaría y terminaría por hacer mucho más elaborado. Al ser una primera novela, en ella se muestran signos evidentes de duda ante el futuro de ser escritor. El estilo que Le Carré usa en este libro nada tiene que ver con el estilo del Le Carré ya consagrado de sus novelas más profundas y morales. En esta primera obra, Le Carré es directo, conciso, brillante en el lenguaje y los diálogos y simple con las descripciones de lugares y situaciones. A pesar de que estos ingredientes pueden parecer insulsos, Le Carré consigue una obra maestra del género, trepidante y enigmática de principio a fin, y con un argumento tan elaborado como simple, y tan complejo como sencillo.

La trama de “Call for the dead” propiamente dicha versa sobre el aparente suicidio de un agente del servicio secreto, Samuel Fennan, tras una entrevista, realizada por George Smiley, para dilucidar si es un traidor o no. Sin embargo pronto la hipótesis del suicidio deja de encajar para Smiley, básicamente porque desde su oficina en el servicio de inteligencia optan por no escarbar más en el asunto y asumen que Fennan se suicidó por culpa de Smiley y su entrevista con él. Esto no gusta nada a nuestro protagonista, George Smiley, y decide investigar por su cuenta para sacar la verdad a la luz, porque duda mucho de que todo sea tan sencillo. Sus dudas pronto tienen continuación y tras una entrevista con la mujer de Fennan, Elsa, Smiley se da cuenta de que hay gato encerrado y que Samuel Fennan no se suicidó sino que fue asesinado.

A partir de este momento, y gracias a la ayuda de un policía normal y corriente, de calle como se dice en la novela, el inspector Mendel y de un agente subordinado de Smiley en el servicio secreto, Peter Guilliam, Smiley empieza a tirar de la cuerda para descubrir el fondo de este asunto que desde el primer momento le olió mal. Rápidamente con casi todas la piezas sobre el tablero empieza el juego que es la trama de “Call for the dead”. Los sucesos se van desencadenando con una rapidez asombrosa que deja al lector exhausto y con los ojos como platos por cómo se van desarrollando los acontecimientos y por cómo se va liando el asunto. Es en estos primeros compases de la novela en los que yo me quedé totalmente enganchado a la historia y tras los cuales no pude dejar de leer salvo para comer y hacer mis necesidades básicas en el servicio. Pero cuando parece que todo llega a un final, de repente aparece en escena un pasado oscuro. Y de ese pasado emerge un personaje más, una pieza más del puzle: un antiguo colaborador de Smiley en Alemania, Dieter Frey, que tras la guerra en vez de seguir colaborado con los servicios secretos británicos, cambia su lealtad por la Alemania del Este, el socialismo y el comunismo. Desde esta aparición ya sí están todas las piezas sobre el tablero para que la partida llegue a un final, que aunque se puede aventurar de antemano como trágico y dramático, nunca el lector puede imaginar que llegue de manera tan sutilmente calculada y tan extraordinariamente narrada como lo hace John Le Carré.

Esta trama tan bien hilada, en la que todos los personajes juegan a la perfección su papel y en la que todos y cada uno, por muy mínima que sea su participación en “Call for the dead”, tienen algo que decir y algo que aportar a Smiley para resolver la muerte de Fennan. Pero John le Carré no se queda simplemente ahí: con una trama perfectamente estructurada y construida; sino que se va más allá en el libro. Como dije al principio este es el primero de una serie de libros protagonizados por George Smiley, un agente del servicio secreto británico con una vida melancólica y en gran parte solitaria, donde las sospechas, las mentiras y los silencios tienen mucho que decir en su forma de ser. John le Carré aprovecha esta historia narrada con el telón de fondo de la Guerra Fría para presentarnos a su mayor, mejor y más enigmática creación literaria, que ojalá (y esto lo digo a nivel personal) hubiera existido en la realidad (aunque quién sabe si no existió de verdad), a este agente meticuloso, metódico y sobre todo infalible en su trabajo, que demuestra con su investigación sobre la muerte de Fennan un sexto sentido que en el Servicio Secreto necesitan y que hace que Maston, su superior jerárquicamente hablando le proponga un gran puesto dentro del MI6.

No puedo ocultar que “Call for the dead” me ha parecido un libro soberbio, escrito de manera totalmente magistral y con una trama adictiva hasta términos preocupantes para la salud física, y casi mental diría yo, que me ha mantenido durante un par de horas totalmente pegado a él sin poder dejar de leer. No obstante es un libro de lectura sencilla, tanto en inglés, como supongo también en español, y sus apenas ciento cincuenta páginas de puede perfectamente leer con calma, disfrutando verdaderamente de una historia entretenida, inquietante e interesantísima, en un par de tardes de otoño de estas que a partir de ahora van a venir. La única pega no se la voy a poner al libro, que es sobresaliente, ni al autor, que es incomparable, sino a mí mismo: y es que me reprocho a mí mismo el tiempo que he dejado pasar antes de leer esta novela. Pero bueno, el error ya está solventado y el libro leído, y con ello puedo concluir que John Le Carré es el gran maestro de la novela de espías de todos los tiempos, y ésta su primera novela una joya que recomiendo vivamente a todo aquel que quiera pasar unas horas muy entretenidas.

Caronte.