martes, 8 de noviembre de 2016

Lectura crítica: "Saturday"

Que Ian McEwan es uno de mis referentes en la literatura en ingles no debería ser una sorpresa para quien sigue de vez en cuando este blog. Este no es el primero, ni probablemente sea el último, artículo sobre un libro de McEwan que escriba. Desde que descubrí a este escritor inglés han sido ya varios los libros escritos de su puño y letra que he leído… yo todavía me quedan unos pocos. El libro que comento hoy lo adquirí en una de las librerías más famosas e importantes de la capital británica, Foyles, durante mi último viaje a esa urbe que está en mi corazón grabada con pasión. Viaje por cierto que acabo con una maleta llena de libros, una docena en total, de autores a los que llevo varios anos siguiendo y otros a los que pretendo descubrir poco a poco. Antes de comenzar la crítica de la novela de McEwan quiero comentar un hecho extraordinario que envidio muchísimo, y es que en muchas librerías inglesas suele haber ofertas del estilo 3x2 en libros, cosa que nunca he visto en España y que por desgracia no me asombra dado el general y apático sentimiento hacia la cultura. Pero vayamos a lo que nos debe ocupar.

La novela que terminé de leer ayer es “Saturday”. Como se puede observar el título a pesar de ser corto lo dice todo, o al menos debería ser así. Pero a pesar de lo escueto del título, el libro esconde en sus páginas toda la complejidad que envuelve los sentimientos y la vida del ser humano. Para ser claros desde el principio, esta novela no tiene trama; aquí no hay que descubrir ningún asesino, ni seguir las pistas de una muerte, ni enamorar a nadie. En esta novela McEwan simplemente ahonda en lo más profundo de las inquietudes humanas, en la felicidad y el amor, y en todo aquello que por simple que parezca (hechos, palabras, encuentros fortuitos…) acaban por trastocar nuestra visión sobre la vida y nuestra existencia.

Lo que podría ser un lastre para cualquier novela, el no tener una trama definida, en “Saturday” no es así. La novela es intensísima en su desarrollo y en sus páginas (no llega a las 300) McEwan se nos presenta la vida de Henry Perowne, un neurocirujano de prestigio con una familia ejemplar a la que ama, empezando por su mujer, Rosalind, y siguiendo por sus hijos, Theo y Daisy. La historia se desarrolla durante un sábado de 2003 en el que Londres está tomada por manifestantes contra la Guerra de Irak. Para ese sábado el protagonista de la historia ha preparado una serie de actividades ya que es su día libre, que tienen que culminar en una cena familiar en la que su hija, prototipo de escritora, debe reconciliarse con su abuelo materno, escritor consagrado. Hasta aquí algo casi normal, por no decir anodino. Sin embargo, estos planes casi idílicos de una familia de clase media-alta londinense se verán si no truncado, si modificados por situaciones no esperadas que llevaran a la familia al completo, y a Henry Perowne en especial, hasta sus límites, llegando incluso a cuestionar su vida como hasta ese día la estaban llevando.

La novela se estructura en 5 partes en las que Ian McEwan con calma pero sin pausa va desarrollando la historia que quiere contar en “Saturday”. Y es en este desarrollo donde la novela alcanza un nivel de maestría que pocas otras novelas suyas tienen, a mi juicio claro. Para mi esta novela es la mejor que me he leído de McEwan hasta la fecha. Su intensidad narrativa, que por momentos hacía que me costara mucho dejar de leer para dormirme, es tal que la novela tiene momentos realmente angustiosos para el lector. Cada una de las partes va situando y metiendo al lector poco a poco tanto en la vida de la familia Perowne, y especialmente en la de Henry y su relación con su mujer, sus hijos y su suegro (con algún retazo de la relación que le une a su madre enferma de demencia), como en la historia que se va creando en torno a ese sábado idílico al principio, pero que poco a poco se ira torciendo.

Los personajes que Ian McEwan traza en “Saturday”, pese a que la propia novela no es quizá lo suficientemente larga como para hacer una descripción y caracterización profundas,  quedan claramente definidos para el lector. Así Henry queda retratado como un padre que ama a su mujer y la desea como cuando la conoció, que adora a sus hijos aunque a veces no los entienda y que es un gran profesional en el mundo de la neurocirugía. Su mujer Rosalind es una mujer trabajadora quizá llena de miedos, pero que los disimula con mucha decisión personal; Theo es un joven inquieto que dejo sus estudios para ser músico y lo está logrando; y Daisy es una chica muy delicada, con una sensibilidad especial para la poesía, don quizá heredado de su abuelo materno. Esta es la familia Perowne, perfecta aparentemente, y feliz. Sin embargo en la novela hay otro personaje crucial para la historia de ese sábado y ese personaje es Baxter, un matón de mala calaña, que padece una de esas enfermedades del cerebro que no tienen cura y que le lleva a sufrir más de lo que él mismo cree.

Pero si algo tiene “Saturday” y sobre todo el estilo y la prosa de McEwan son sus minuciosas descripciones. La novela está plagada de momentos en los que el autor se recrea de manera magistral en describir una operación neuronal, un partido de squash o simplemente como se hace un plato de comida. Esto es lo que hace de esta novela algo especial. Estas descripciones no son para nada pesadas sino que sirven para atar al lector a la historia y meterle dentro de la propia mente de Henry Perowne para llegar a sentir como él y padecer como él. Además nada de lo que McEwan incorpora a la narración de la novela es casual ni accesorio, todo sirve para ambientar la vida de los Perowne para de lo ordinario y normal hacer algo extraordinario. Hay que recordar que durante las 280 páginas de la novela solo discurre un único día, pero de tal intensidad que bien podría haber sido toda la vida de esta familia acomodada.

Para rematar la novela la cuarta parte de “Saturday” es de esas narraciones que por sí mismas deberían estar enmarcadas en un museo de la literatura. En esas pocas páginas McEwan recrea una cena, una tarde, que empieza de manera idílica, y acaba de manera abrupta poniendo en vilo al lector con una situación que hizo que yo mismo me planteara dejar de leer por no encontrarme con un desenlace que no me gustar por vil e injusto. Pero… No puedo contar más porque destriparía el resto de la novela.

Quien no conozca a IanMcEwan y su obra tiene muchas opciones para comenzar a hacerlo, pero yo personalmente recomiendo esta novela. Como ya he dicho, “Saturday” es hasta la fecha su novela que más me ha gustado y atrapado, tanto por estilo como por temática, a pesar, repito, de que no tiene una trama definida: McEwan simplemente presenta al lector la vida y sus miedos e inquietudes, sus cambios bruscos e inesperados, sus injusticias, sus complejidades y simplezas. Además he de añadir, que este libro es uno de los mejores que me he leído este año y eso que no han sido pocos los que han pasado por mis manos (y los que quedan hasta que acabe este 2016 tan movido para mí). Han sido una semana de noches muy intensas leyendo las páginas de esta novela y no queriendo dejarla y deseando que llegara la noche siguiente para volver a leer.


Caronte.

martes, 1 de noviembre de 2016

Lectura crítica: "La Esfinge de los hielos"

La literatura universal, esa que se escribe con mayúsculas, tiene dos tipos de escritores: los que marcan una época y las leyendas. Los primeros son recordados por sus generaciones contemporáneas y quizá la siguiente a la suya, son estudiados en las escuelas y universidades desde un punto de vista teórico relativamente corto en lo temporal. Los segundos son ese puñado de escritores de los que todo lector siempre ha escuchado hablar sea cual sea su época de los que siempre se hablara, generación tan generación. A este segundo grupo de escritores es al que pertenece uno de los más nombrados y conocidos de la historia de la literatura: Julio Verne. Desde el siglo XIX generación tras generación de lectores han leído sus libros y aventuras y se han rendido a su desbordante imaginación. Los libros del universal francés han hecho que miles y miles de personas, jóvenes en su mayoría ya que suele ser en la juventud cuando primero se oye hablar de Verne y sus libros, descubrieran un universo con infinidad de posibilidades y mundos: el universo de las letras y los libros.

Sin embargo, pese a que Julio Verne pertenece a ese grupo de escritores que siempre están en la conciencia común, esos de los que se pueden citar más de tres obras sin dudar ni pestañear, muchas veces el lector convencional se queda en sus títulos, cinco o seis, más conocidos y famosos. Yo esos títulos los tengo superados, de hecho fueron los primeros que me leí, y ahora me toca disfrutar de la prosa y la imaginación de Julio Verne en todo su esplendor. Por esta razón hace unos meses decidí buscar en la biografía de Verne y tope con un título que me llamó la atención desde el principio: “La Esfinge de los hielos”. Creo que nadie con un poco de sentido literario y gusto por la belleza puede quedar impasible ante un título que de primeras es tan sugerente. Y probablemente Verne escogió dicho título a propósito. Mezclar la imagen de una esfinge que a todos nos lleva a Egipto, lugar de tierras cálidas y amarillas por efecto de la arena del desierto, con el frío que provoca la palabra hielo es algo que llama al subconsciente de todo lector aventurero que quiere que cada libro que cae en sus manos le transporte a vivir algo extraordinario.

Verne es además un maestro excepcional de la literatura y en “La Esfinge de los hielos” lo demuestra como lo hace por norma general en cualquiera de sus títulos más famosos. Aquí, tira de tradición literaria y plantea al lector una especie de continuación de otro libro, no suyo esta vez sino de otra leyenda de la literatura, Edgar Allan Poe. Este libro viene a ser una especie de continuación de “La Narración de Arthur Gordon Pym”, novela de aventuras de Poe en la que El protagonista, Arthur Gordon Pym, se embarca clandestinamente en el barco ballenero Grampus y en la que tras muchas experiencias y desgracias (motines, naufragios, canibalismo, guerras con nativos) que ponen en riesgo su vida, se interna en parajes prodigiosos de los mares antárticos, hasta que sufre una sobrecogedora revelación con la que culmina la historia.

Es este final del libro de Poe el que sirve a Verne para presentarnos la aventura de la goleta Halbrane y su tripulación. El narrador de la historia, como en muchos otros libros de Verne, es una especie de humanista/científico que busca contemplar la naturaleza y el mundo, y embarcarse en alguna aventura que le lleve a descubrir confines desconocidos del planeta. Jeorgling es el narrador de “La Esfinge de los hielos” y gracias a él sabremos de las aventuras y vicisitudes que tiene que superar el Halbrane y todos los marineros a bordo. El enlace con la historia de Poe se produce mediante el capitán de la citada goleta, LenGuy, hermano de unos de los personajes que aparecen en su novela, así como de Dick Peter (o Hunt como aparece al principio) que también aparece en la novela de Poe y es amigo íntimo del protagonista de aquella, Arthur Gordon Pym.

La aventura de “La Esfinge de los hielos” se cimienta en la voluntad de LenGuy de encontrar a su hermano William. Esto en un primer momento hace que Jeorgling piense que el capitán del Halbrane este loco ya que pretende buscar a alguien que es un personaje de ficción, pero poco a poco y tras varios acontecimientos y revelaciones Jeorgling reconoce que quizá la historia narrada por su admirado Poe no es ficción sino simplemente narración de la realidad. Realidad y ficción, ficción y realidad, esta dualidad tan usada por los clásicos de la literatura, es la que usa Verne para atrapar al lector en una narración que desde la primera página está llena de imágenes bellas y atractivas para una mente y un espíritu viajero y aventurero. Jeorgling se embarcara desde las islas Kerguelen en un viaje que, sin un destino inicial fijado, irá llevando al Halbrane y a su tripulación por los mares australes y antárticos en un ejemplo más de la capacidad de Verne de anticipar acontecimientos históricos y científicos posteriores a su época.

La Esfinge de los hielos” es un clásico de aventuras, no porque se relea constantemente y esté siempre entre esas novelas e historias que se recomiendan a un lector principiante para que se enganche a la droga de la lectura. Esta novela es un clásico porque sigue las más básicas reglas de la novela de aventuras y podría incluso usarse para explicar dichos cánones. AsíJeorgling va metiendo al narrador en la historia mediante descripciones escasas pero de una minuciosidad tal que todo detalle que se da lleva al lector a unos lugares tan lejanos y misteriosos que hacen que quiera seguir leyendo más y más. Pero no solo eso, Verne va dando de manera sosegada las dosis justas de misterio y aventura, de peligros y giros inesperados en la trama.

También como en muchas novelas de Verne, en “La Esfinge de los hielos” se dan muchos datos científico-técnicos que podrían resultar pesados en una novela pero que Verne sabe introducir tan magistralmente que en este caso resultan un acompañamiento perfecto a una trama con tintes épicos y legendarios por los mares gélidos de la Antártida, plagados de criaturas marinas, icebergs, tempestades de fuerza y magnitud telúricas, noches y días eternos, frío glacial y auroras australes. De destacar también son los diálogos que, en esta novela más que en otras de Verne que he leído, cobran un significado y una fuerza prominentes en el desarrollo de la historia. En estos diálogos, siempre con Jeorgling como uno de los protagonistas como narrador, los diferentes personajes que toman la palabra van expresando sus miedos y angustias ante una aventura con incierto devenir, en la que nadie sabe cuál va a ser el siguiente paso a tomar. Estos diálogos vienen también acompasados por reflexiones por parte del narrador sobre la aventura y lo que esta pueda deparar: siempre incertidumbre.

En conjunto “La Esfinge de los hielos” conforma una novela de aventuras completa. De la mano de Jeorgling, es decir Verne, el lector se irá metiendo en una historia glacial donde la épica, la ambición por descubrir y llegar a los confines del mundo donde nadie ha llegado antes llenan cada página; páginas llenas de intensidad y giros inesperados de la trama. Leer esta novela es viajar a lo más profundo de la tradición literaria universal, es embarcarse en una aventura sin rodeos llena de emoción, es forzar la imaginación y probar como de aventureros y atrevidos podemos llegar a ser. Y todo esto de la mano de un autor como Julio Verne que con simpleza y facilidad fue capaz de crear decenas de historias diferentes entre sí, con un único elemento en común: la aventura.


Caronte.