viernes, 25 de junio de 2021

Listas, guapas, limpias

Hay libros que llaman la atención por su portada, otros por su título, otros porque son de un autor famosísimo, otros por el morbo de lo que cuentan, otros simplemente porque sirven para calzar el sofá cojo que tienes en el pueblo. Y luego están los libros que conjugan varias de esas atracciones. Es lo que me ha pasado a mí con esta novela con bastantes tintes autobiográficos de Anna Pacheco (escritora de mi quinta, nacida también en 1991): portada llamativa, título extravagante y contenido interesante. Lo de la portada queda casi descontado porque Caballo de Troya edita con un mismo estilo visual todos sus libros y todos sin excepción me llaman la atención; el título me conquistó desde que lo vi por primera vez promocionado en blogs de literatura; y el contenido me atrajo desde el primer momento por sentirlo cercano, casi propio, y no suele pasar eso a menudo o en muy pocas ocasiones. Creo además que va siendo hora de empezar a llenar mi biblioteca y mis lecturas de libros diferentes con historias diferentes y con escritores jóvenes, y sobre todo escritoras.

La protagonista de ‘Listas, guapas, limpias’ nos cuenta en primera persona una ruptura, no ya solo sentimental, sino con su propia vida en cierto sentido. El dejar a un novio no deja de ser una excusa para contarnos cómo la vida, el cambiar de aires, el moverse en diferentes ambientes nos va moldeando y haciendo que cambiemos y nos vayamos convirtiendo en la persona que terminamos siendo cuando dejamos este mundo. Porque es el final el mundo al que tenemos que adaptarnos y en el que tenemos que vivir el que nos va a definir. Ni nuestro pasado, ni nuestras raíces, ni nuestra infancia, ni nuestros padres, abuelos, tíos, primos, son claves para definirnos, o no lo son tanto como los ambientes en los que vamos viviendo cada una de las etapas de nuestra vida. No dejamos de ser en esencia la misma persona, pero en cada etapa que vamos cerrando cambiamos.

No es sencillo en toda la maraña de libros que se publican al año en España (muchos de ellos morralla infumable) encontrar uno en el que te veas reflejado y te identifiques con lugares comunes tan claramente como he hecho yo con ‘Listas, guapas, limpias’. Lo cotidiano, lo normal, no usual, lo común, todo esto aparece en las páginas de esta novela que se lee en un suspiro y que al estar en primera persona narrada involucra al lector llevándole de la mano por lo que la joven que nos cuenta sus miedos, temores, dudas y cambios va viviendo durante un verano en el que evoca otros veranos de su vida.

La vida de la protagonista de esta historia (que dudo mucho que diste demasiado de la de la propia autora) aunque pueda parecer estar a un mundo de la mía, por ejemplo, no lo está tanto y hay lugares comunes que se evocan en ‘Listas, guapas, limpias’ con los que me siento cómodo, a gusto, feliz, melancólico a veces. Referencias culturales, problemas personales, dudas, miedos, ambientes, nombres, dichos, sensaciones, interacciones, todo me es conocido, común y familiar. Salvando las distancias entre Barcelona, donde se ambienta la novela, y Madrid, donde vivo y he vivido toda mi vida yo; y que ella es mujer y yo hombre, todo lo demás forma parte de los ecos de mi propia vida pasada, muebles ajados de mis recuerdos.

Es curioso como pensamos que nuestras vidas son única, originales e irrepetibles y sin embargo no estamos más que engañados. Al final a mismo ambiente de vida, vidas semejantes. No puedo decir iguales porque eso ya sí que es imposible; tampoco pueden ser paralelas porque daría entonces miedo que así fuera. Pero ‘Listas, guapas, limpias’ demuestra que, perteneciendo a un mismo ambiente, a una misma clase social, las vidas no distan mucho unas de otras, ya sea en Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia o cualquier otra ciudad medianamente grande con barrios obreros y populares donde se mezclan todo tipo de personas con todo tipo de intereses y aspiraciones.

Listas, guapas, limpias’ es también, aunque quizá no lo pretendiera, una novela social. Y lo es porque en ella se plasma todos los vicios, lacras, losas, lastres y también, por qué no decirlo, virtudes, de los años 90 y 2000 en un barrio de clase humilde y trabajadora donde las visitas a las tiendas de saldos, a los todo a cien, a las hamburgueserías para salir por ahí a cenar con amigos del cole o el insti, y los veranos en los pueblos lejanos eran las rutinas de vida y sociabilidad. Pero hay gente para quienes las fronteras de lo cotidiano, de lo de siempre se quedan cortas, como me pasó a mí y como le pasa a la protagonista de esta novela, que ve cómo cambiar de aires al ir a la universidad la cambia también en distancias cortas con sus espacios de siempre, sus amigos de siempre, sus rutinas de siempre.

Al final ‘Listas, guapas, limpias’ no es más que la historia de unos cambios que llevan a otros cambios que nos dan miedo, vértigo, pereza, pero que asumimos porque es lo que todo el mundo antes, durante y después de nosotros hará. No podemos cambiar lo que tiene que ser, solo podemos asumir lo que nos va viniendo. Pero, a veces, esa resignación tranquila no lo es tanto y nos queremos rebelar contra esos cambios imparables y el paso del tiempo y, al vernos incapaces, acabamos frustrados y enrabietados ante la realidad.

Si he devorado en apenas un día ‘Listas, guapas, limpias’ no ha sido porque no llega a las 200 páginas, sino porque ha sido una lectura fresca, nueva, diferente, con la que he empatizado y conectado de manera muy íntima y particular y en la que me he visto muy reflejado. Merece la pena arriesgar y leer novelas fuera de los grandes títulos que aparecen en los mostradores de novedades de las grandes cadenas de librerías; merece la pena leer y descubrir nuevos autores y autoras que nos cuenten cosas diferentes ya, más cercanas, más actuales, más de la vida que nos ha tocado vivir.

Caronte.

martes, 22 de junio de 2021

Línea de fuego

Cada vez que Pérez-Reverte publica novela el mundo editorial español sufre una convulsión. Es de esos autores aclamados por público y crítica, y cuyas novelas conllevan una ingente campaña de promoción antes, durante y después de la publicación. Es todo un acontecimiento literario y mediático que hace que el autor aparezca en periódicos, radios y televisiones hablando de su última novela y también aprovechando para echar pestes sobre el sistema político actual español y añorando una revolución con guillotina en el siglo XVIII que por suerte o por desgracia nunca se produjo. No es para menos que se monte todo este circo para promocionar al que quizá es el escritor más vendido fuera de nuestras fronteras, porque es un muy buen novelista, quizá el que mejor conoce su oficio en España y el que sobre temas más variados y diferentes escribe. Pero en su última novela ha pinchado en hueso para mí. Atreverse a novelar la Guerra Civil española son palabras mayores y esta novela no creo que sea lo que se ha vendido que es.

Línea de fuego narra en casi 700 páginas y valiéndose de un gran puñado de personajes, un episodio ficticio durante la ofensiva del Ebro en el verano asfixiante del 38: la toma de Castellets del Segre por el ejército republicano y su posterior recaptura por parte del ejército sublevado. 700 páginas de descripciones de escaramuzas, defensas, ataques, repliegues, emboscadas, matanzas, bombardeos, tendido de comunicaciones, estrategias… 700 páginas en las que no pasa nada más que eso: la guerra. En definitiva, 700 páginas que se me han hecho muy largas, insulsas y por momentos pesadas y aburridas. A Pérez-Reverte le pido más, porque sé de lo que es capaz, porque he disfrutado con sus libros enormemente, porque es un escritor de mucho talento capaz de atraparme en las páginas de un libro. Pero en esta ocasión ha fallado.

Para mi gusto no se pueden dedicar tantísimas páginas a no contar nada sino a simplemente describir una batalla englobada en una ofensiva crucial como fue la del Ebro durante la guerra civil. Si se quiere hacer una novela sobre nuestro conflicto fratricida hay que hacerla con valor, no simplemente como excusa para demostrar una vez más que eres un crack y el único que sabe a qué huele, sabe y se siente una guerra; el único que sabe de táctica militar entre los escritores españoles; y el único que es capaz de nombrar en un mismo libro decenas de tipos de armas, tanques, aviones y demás elementos bélicos. Línea de fuego es una novela simplona pese a su extensión, maniquea y altamente engañosa. No es ni de lejos la gran novela sobre la guerra civil que he leído en algunas críticas.

Probablemente lo que más me ha cabreado de esta novela es la falsa sensación de ecuanimidad que transmite. Y es que Pérez-Reverte es muy hábil narrando cuando le conviene. Línea de fuego no hace juicios de moral, ni éticos, ni políticos sobre la guerra civil (y aquí está uno de los grandes problemas de la novela, ya que la Guerra Civil es un período histórico que necesita de crítica leal desde el presente) sino que muestras con fingida equidistancia a ambos bandos sumergiéndolos en el horror de la guerra. Que en una guerra se mata y se muere y más en una civil es una perogrullada, algo tan obvio como que el agua moja; para mostrar no se necesitan 700 páginas.

Si en la guerra civil española equiparas bandos en horror y odio y obvias las motivaciones de cada uno para matar y morir, inmediata e indiscutiblemente te estás posicionando con el bando ganador de la contienda y por tanto con quien más ha matado. El cinismo con el que se ha publicitado Línea de fuego vendiéndola como una novela que no gustará ni a los que minimizan lo hecho por un bando ni a los del otro me da rabia. Y más rabia me da, hasta el punto de decepcionarme profundamente, es ver cómo Pérez-Reverte se yergue como el defensor de la cordura y denunciante de los terrores y horrores de la guerra civil, cuando en esta novela las críticas más abiertas y directas son hacia el bando republicado, mientras que para el bando sublevado solo hay sucintos y sutiles ataques camuflados por páginas y páginas de descripciones permanentes sobre la guerra.

Podría intentar decir algo bueno de Línea de fuego, pero es que pocas cosas pueden salvarse, quizá las últimas páginas en las que Pérez-Reverte demuestra porqué es uno de los mejores narradores de aventuras y acción. Pero poco más podría añadir. Ni tan siquiera los múltiples y variados personajes pertenecientes a todas y cada una de las facciones de los diversos bandos en la guerra marcan al lector, porque todos y cada uno no son más que burdas y simples representaciones de los prototipos de los combatientes tantas veces aireados y mitologizados en novelas, series, documentales y películas. No, tampoco aquí se salva nada del fuego.

Procuro ser lo más sincero posible siempre que escribo sobre un libro intentando que la crítica sea lo más pegada a lo que me ha hecho sentir un libro, pero también al contexto del libro en general. Línea de fuego se presentó como la gran novela bélica de la guerra civil y no lo es. Como tampoco es ecuánime ni objetiva. Tengo la impresión que Pérez-Reverte ha querido emular a su admirado y loado Chaves Nogales, pero siento decir que lejos está de haberlo logrado. Las casi 700 páginas de esta novela escasean de interés y gancho porque, aunque la acción se desarrolla durante la ofensiva del Ebro en una localidad que no existe pero que bien pudo hacerlo, podría desarrollarse en Vietnam, Corea, las Ardenas o el Peloponeso y lo único que habría que cambiar serían fechas, nombres, topónimos y armas. Falta valentía y sobra arrogancia por parte de Pérez-Reverte. Esperemos que su próxima novela oculte la tremenda decepción que me he llevado con esta última.

Caronte.

miércoles, 16 de junio de 2021

Océano África

 

África… Solo nombrar el continente negro, la cuna del hombre, me hace estremecer. Amo África desde hace años y nunca la he pisado. Pero quiero. Es uno de mis mayores sueños: viajar por África y no solo por esos paisajes constantemente retratados en películas y documentales, sino por todo el continente, conociendo sus pueblos, etnias, culturas y tradiciones milenarias. Pero claro, quizá todo sea una ilusión creada a través del cine, los documentales y la literatura, y la primera vez que pise África, si es que piso el continente negro alguna vez, me lleve tal decepción que destierre su nombre y leyenda a los confines de mi olvido. No creo que pase. Siento que necesito visitar África, oler a sudor, no ducharme a diario, llenarme de polvo, temer al mosquito de la malaria y acojonarme con los ruidos de la noche acampado en mitad de una reserva natural rodeado de vida salvaje. Por esto llevaba tiempo queriendo leer este libro, mitad crónica de viaje mitad crónica periodística, de un reportero al que sigo desde hace tiempo: Xavier Aldekoa.

Xavier Aldekoa es corresponsal en África del diario catalán La Vanguardia. Lleva años recorriendo el continente negro cubriendo todo tipo de desgracias, que es el único tipo de noticias que produce esa vasta y multiétnica región de la tierra. Océano África es una recopilación de viajes y experiencias por multitud de países del continente, recorridos como antaño: valiéndose de la gente, sin exigir tratos de valor por su trabajo de periodistas, y arriesgando su vida también por ello, ya que así cómo alguien anónimo podría recorrer África más o menos sin problemas (y siempre teniendo en cuenta que un blanco resulta llamativo siempre), un periodista no puede pasar desapercibido: lleva demasiado equipo valioso (cámaras de vídeo y de fotografía, carretes, tarjetas de memoria, móviles, ipads, objetivos…) que le hacen objetivo de personas corrompidas por las circunstancias de la vida.

Para los que la literatura de viajes en un género de una trascendencia e importancia capitales sabemos que en España el gran referente de este tipo de literatura fue Javier Reverte (aunque antes autores como Delibes o Cela, grandes nombres de las letras españolas, ya hicieran libros de viajes). Quien piense que Aldekoa tiene algo que ver con Reverte se equivoca. Nada tiene que ver Océano África con los libros sobre áfrica escritos por Javier Reverte. Pero poco importa. Aldekoa no es Reverte y tampoco pretende serlo. Así como Reverte en sus libros solo pretende contar sus viajes y de hecho viaja para contar; Aldekoa viaja también por gusto y para contar al mundo qué pasa en África predominando su faceta de reportero que la de escritor.

Mediante capítulos de muy diversa extensión Xavier Aldekoa conforma en Océano África un mosaico casi completo de toda la geografía africana ya que a lo largo de sus casi trescientas páginas recorre más de una docena de países contando tanto sus experiencias personales como los conflictos que va a cubrir y relatar para La Vanguardia. Quizá a veces es más reportero que cronista de viajes, pero no es un impedimento para que la lectura del libro sea amena, interesante y evocadora, porque también hay mucho de crónica viajera y de cómo Aldekoa y sus compañeros, cuando va acompañado, se las ven y se las desean para moverse por un continente donde la amabilidad desinteresada y el chantaje violento conviven en casi total normalidad.

Leer sobre la realidad de África siempre es incómodo porque todos los males que sufre el continente salvaje vienen derivados de su pasado colonial donde los europeos (al menos nuestros antepasados) dejamos una sociedad desgarrada y al descolonizar dividimos los países como nos convino sin tener en cuenta la historia propia de cada región, etnia, tribu o clan. Océano África es un libro en el que Xavier Aldekoa nos muestra no solo el presente del continente, sino también el origen objetivo (aunque sin entrar en detalles históricos relevantes ni profundos) de muchos de las desgracias que siguen destrozando África. Aunque también haya pequeñas pizcas de esperanza en algunos países, aunque suele corresponder con esos territorios que poco o nada tienen que ofrecer a países y multinacionales occidentales.

África bien podría llamarse el Continente Olvidado, pues una vez los europeos dejamos esquilmados los países y regiones a su suerte a mediados del siglo XX nos olvidamos completamente de sus problemas relegando al olvido y la oscuridad de la memoria que el origen de muchos de ellos fue nuestra presencia. Océano África nos habla de conflictos tribales, del alza del islamismo radical en secuestros, atentados y terror; de la explotación sin fin de sus recursos por parte de empresas multinacionales que no solo expolian a los africanos, sino que destrozan la magnífica y pura naturaleza africana; de hambrunas causadas por guerras y por sequía cada vez más radicales por el efecto del cambio climático; de campos de refugiados desbordados; de niños muriendo pudiendo salvarse con apenas un gesto mínimo europeo u occidental; de las enormes desigualdades generadas y perpetuadas por la corrupción de las élites africanas que hace que en apenas un kilómetro se pase de un rascacielos de lujo a la chabola más miserable e insalubre. Es duro leer sobre todo esto, pero también muy necesario, como nos hace saber Xavier Aldekoa cuando, de manera más íntima que periodística, nos habla de la impotencia que siente al ver ciertas cosas.

Si comparo (y no debería porque ya se sabe que las comparaciones son odiosas) Océano África con los libros de Javier Reverte sobre el gran continente salvaje, obviamente no habría punto de comparación en cuanto a libro de viajes. Sin embargo, este libro de Aldekoa, su primero, además, no es simplemente un libro de crónicas periodísticas camufladas de literatura de viajes, es también un viaje diferente por África: no hay safaris, ni acampadas bajo las estrellas, ni navegaciones por lagos y ríos caudalosos africanos. Pero está África y los africanos en cada una de las páginas de este libro y con eso me basta, porque además está bien contado, de manera simple y sencilla, sin datos excesivos que nos lleven a distraernos de lo que Aldekoa quiere mostrarnos y enseñarnos de la tierra que le tiene robado el corazón y el alma.

Caronte.

jueves, 10 de junio de 2021

Cuaderno de memorias coloniales

 

Hace ya unos cuantos años que todo el tema colonial europeo en África llama mi atención y me intereso por libros, películas o exposiciones culturales sobre esa etapa olvidada adrede por Europa para intentar invisibilizar sus vergüenzas para con el continente africano. Por esta razón cuando vi que la editorial Libros del Asteroide (que si no conocéis estáis tardando en hacerlo y leer cualquiera de los libros que editan) iba a publicar este libro de memorias de Isabela Figueiredo sobre el final del dominio portugués en Mozambique no dudé lo más mínimo y supe enseguida que quería leerlo. He tardado en hacerlo desde la publicación del libro porque llevo un descontrol con lo que tengo pendiente para leer digno del Camarote de los Hermanos Marx, pero aprovechando mi último viaje a Barcelona me ha acompañado su lectura en el viaje de vuelta a Madrid en tren desde la capital condal.

Isabela Figueiredo hace un ejercicio descomunal de enfrentamiento a su vida, a sus recuerdos, a su infancia y sobre todo al fantasma permanente de su padre para contarnos de viva voz y sin medias tintas cómo fue el final de la época colonial en Mozambique. Cuaderno de memorias coloniales es un libro sin ficción, articulado en pequeños capítulos donde su autora nos va contando pequeños retazos de recuerdos y memorias de su salida de Lourenço Marques (ahora Maputo) para volver a la Metrópoli con apenas una docena de años: siendo simplemente una niña que pretendía entender el mundo y descubrirlo por ella misma.

A través de su marcha de su tierra natal, de su ciudad natal, Isabela Figueiredo construye un fresco general sobre lo que fue la última etapa de la época colonial portuguesa en Mozambique. Cuaderno de memorias coloniales no es más que un libro de memorias, como su propio nombre indica, donde lo particular, por íntimo y personal de los recuerdos de la autora sirven para que el lector se haga una idea de lo que fue el periodo colonial portugués en África. Porque al final la historia de las naciones, territorios, estados o países no la constituyen los líderes o los grandes acontecimientos, sino los minúsculos espasmos de dolor y épica que tienen las vidas anónimas de miles y miles de mujeres y hombres en su día a día.

Cuaderno de memorias coloniales no es solo un pequeño pero intenso fresco de cómo los portugueses blancos de la metrópoli afincados en Lourenço Marques/Maputo imponen su fuerza, orgullo, prepotencia y poder sobre los negros convirtiéndolos en animales de carga o trabajo o servicio, sino que les desposeen de capacidad intelectual y por tanto les denigran hasta un grado casi inferior al de los animales de compañía salvando simplemente a unos pocos. Este libro es también un ejercicio de enfrentarse a sus propios fantasmas de su autora dejando claro que su padre fue uno de esos colonos que impusieron su poder y cometió excesos y abusos contra la población negra colonizada.

La descolonización de Mozambique en 1975 se unió al proceso de democratización de Portugal tras la Revolución de los Claveles causando un doble caos y shock en los habitantes colonos de los territorios africanos portugueses. Cuaderno de memorias coloniales demuestra que los países que se repartieron África como si fuera simplemente tierras, lagos, montañas y minerales no han sido capaces de enfrentar ese pasado expoliador y abusivo contra unas gentes y unos pueblos a los que maltrataron y denigraron hasta límites insospechados haciéndose luego las víctimas de barbaries cuando esos mismos pueblos se levantaron contra sus colonizadores exigiendo lo que en justicia era suyo.

Europa aún no ha afrontado su pasado colonizador y libros como Cuaderno de memorias coloniales demuestran que aquel pasado no tan lejano sigue siendo una época oscura donde los protagonistas del mismo prefieren esconder la cabeza en la tierra, negar sus actos, su propia vida, mentirse a sí mismos e inventarse una realidad alternativa de su vida para así intentar convivir con unos fantasmas que estoy seguro a más de uno aún hoy les siguen persiguiendo al cerrar los ojos o al oír nombres que un día fueron familiares.

Confrontar nuestro pasado, cuando éste no es tan digno, claro y brillante como nos gustaría siempre es tarea difícil y nunca agradable. En Cuaderno de memorias coloniales Isabela Figueiredo realiza una doble confrontación: por un lado, personal hablando de su padre y de cómo este formó parte de esa sociedad blanca que denigró a los negros nativos de Mozambique negándoles derechos e imponiéndoles penurias; y por otro, la del propio pueblo portugués que aún hoy prefiere no recordar qué fue Lourenço Marques, por ejemplo, y mucho menos escarbar en los restos de su pasado colonial africano. Pero es necesario hacerlo, porque sin saber quiénes fuimos, qué hicimos y por qué, es muy difícil vivir una vida plena y sincera, propia, real.

Cuaderno de memorias coloniales es otro libro más necesario editado por una editorial que creo que está haciendo uno de los mejores trabajos editoriales de los últimos años como es Libros del Asteroide. Creo que es fundamental que las editoriales independientes y más pequeñas traigan a España libros diferentes, que sean necesarios, que tengan una prosa más elaborada, más bella, más hermosa; libros que conmuevan, emocionen y enseñen aquello que solemos dejar pasar o, directamente, ignorar. Isabela Figueiredo escribió en 2009 este libro en el que, antes que nada, plasmó su verdad, lo que necesitaba sacar para ser ella misma; 12 años después podemos leer en español unas memorias muy necesarias y esclarecedoras sobre el pasado colonial de Portugal en África.

Caronte.

jueves, 3 de junio de 2021

El olvido que seremos

 

Cada vez tengo más claro que los libros y la literatura deben servir para conmover, para hacer visible lo que suele no serlo, para ponernos frente a aquellos que solemos evitar y no confrontar. Pocas suelen ser las ocasiones en que me adentro en obras de autoficción en las que lo que se narra no tiene nada de inventiva sino de pura y simple realidad y vida del escritor que decide abrirse en canal y plasmar como mejor sabe hacer sus miedos, inseguridades, traumas, dramas, pérdidas y alegrías. Si lo hago esta vez es porque este libro es de esos libros que oyes recomendar y del que lees opiniones que suelen siempre coincidir en lo bueno que es. Pero yo añadiría una cosa a todas esas reseñas y críticas, y es que este libro es necesario en tres ámbitos: primero para su autor, segundo para la sociedad colombiana y, tercero, para cualquier persona que quiera acercarse a lo que ha sido el conflicto armado que ha asolado Colombia durante la segunda mitad del siglo XX y los primeros años de este siglo XXI que nos toca vivir.

El olvido que seremos es la biografía novelada del padre de Héctor Abad Faciolince llamado como su hijo. Médico de formación y profesor universitario de profesión, Héctor Abad, fue asesinado en Colombia en los años ochenta por gente, probablemente poderosa, que decidió que era un personaje incómodo cuya manera de pensar y sus acciones encaminadas a liberar a la gente más desfavorecida de la tiranía y la dictadura de la insalubridad y la pobreza eran un peligro para el statu quo. Este motivo, tan absurdo, tan hiriente, tan miserable como excusa, fue el detonante de la pistola que metió un par de balas en la cabeza del doctor Héctor Abad.

Faciolince en este libro decide hacer un retrato de su padre, de los recuerdos que de él tiene, de cómo era, cómo actuaba, cómo quería que la sociedad. El olvido que seremos es una magnífica carta de amor, fidelidad, recuerdo, orgullo, honra y admiración de un hijo hacia un padre. Y esto es algo que se nota. Faciolince no escatima en descripciones de escenas familiares, íntimas, personales, para intentar ser lo más fiel posible a sus recuerdos de su padre. Obviamente la óptica de la narración tiene que dejar a un lado la objetividad para centrarse en el plano emocional y de recuerdos que un hijo puede tener de su padre, más si cabe cuando este padre es tan cariñoso, afectuoso, y atento con él.

Lo que podría terminar siendo un empalagoso y ñoño retrato familiar es un libro lleno de ternura y amor. Ternura y amor que Faciolince es capaz de hacer salir de las páginas de El olvido que seremos para que el lector las sienta como propias y pueda decirse que forma parte de la familia Abad. Pero no es solo amor y ternura lo que este libro rezuma y transmite; también hay rabia: la misma rabia que el lector siente al leer cómo por la intolerancia, por mantener un statu quo injusto y desigual en una sociedad tremendamente desequilibrada entre ricos y pobres, se mata a aquellas personas que solo intentan cambiar las cosas a mejor, para que aquellos que siempre lo han pasado mal puedan salir de su situación de pobreza y exclusión para vivir dignamente en libertad.

El olvido que seremos no es solamente el retrato del doctor Héctor Abad, sino de toda una sociedad, la colombiana, que ha vivido durante décadas una violencia endémica y enquistada en lo más profundo de la misma y que está costando dejar atrás aún a día de hoy. Faciolince consigue hacer de lo particular e íntimo de su familia, de su padre, una generalización de lo que se ha vivido en Colombia durante muchos años, y especialmente de los cruentos años del plomo que fueron los ochenta, donde día sí día también eran asesinados hombres y mujeres que luchaban por una sociedad libre, justa, igualitaria.

Dije al principio que hay libros necesarios que nos muestran parte de la realidad que se nos suele ocultar o que intentamos evitar a cualquier coste. El olvido que seremos es un libro necesario porque plasma de manera cierta y verídica, real, lo que fue el día a día de un país, Colombia, desangrado por muchos costados a costa de violencias intolerables y rabiosas que pretendían seguir manteniendo al pueblo sometido eternamente aceptando su realidad sin poder si quiera intentar cambiarla. El doctor Héctor Abad es un ejemplo particular de las decenas de muertos que los diferentes conflictos armados en Colombia y la imposibilidad e ineptitud para resolverlos mediante el diálogo y la lógica dejaron en su camino durante el último medio siglo.

Héctor Abad Faciolince ha conseguido aunar en El olvido que seremos sus fantasmas personales derivados del asesinato de su amado y respetado padre con la historia misma reciente de Colombia en un libro necesario que transmite tanta rabia como ternura paterno-filial. Recientemente además se ha estrenado una adaptación cinematográfica de este libro que quizá, entre lectura y lectura, me anime a ver para ver cómo se lleva a la pantalla el compendio de emociones y sentimientos que contiene este libro tan sencillo de leer y tan directo al corazón de los lectores.

Caronte.