Llevaba años detrás
de esta novela de la que siempre había leído buenas críticas (no tanto de la
película que siempre me ha referido como aburrida y pesada, extremos que aún
debo confirmar ya que no la he visto). Sin embargo, no terminaba por decidirme
a comprarla y leerla. Esto cambió hace unas semanas cuando di con una edición
especial en inglés de la editorial Bloomsbury con una portada muy atractiva que
me terminó por convencer para comprarlo en una librería de Madrid especializada
en literatura en otros idiomas (aunque la mayoría de las veces salga más a
cuenta comprar por Amazon). No solo la portada influyó, ya que, desde hace unos
meses, exactamente desde que concedieron a esta novela el Golden Man Booker a
la mejor novela de los últimos 50 años en Reino Unido, las ganas por leer esta
obra crecieron exponencialmente. Vamos que ha sido un compendio de factores los
que han hecho que, por fin, después de bastante tiempo, haya leído esta gran
novela de bellísima escritura.
“El paciente inglés” es probablemente
la novela más famosa, y la más aclamada y premiada, de Michael Ondaatje. En
ella, con un estilo lleno de imágenes sensoriales que atacan directamente a los
cinco sentidos del lector, se narra una historia de guerra, amor, pasiones y
locura. Cuatro son los personajes principales: el paciente inglés, cuya
identidad durante toda la novela es un misterio; Hana, la enfermera canadiense
que cura al paciente inglés en una villa semi en ruinas de Italia; Caravaggio,
un militar canadiense cuya vida anterior a la guerra se desarrolló como ladrón;
y Kip, un zapador hindú de aproximadamente la edad de Hana que no sabe muy bien
cuál puede ser su lugar en el mundo y que por tanto está perdido en su
existencia.
La trama de la
novela gira en torno al personaje que le da título: un misterioso paciente que
se dice inglés pero que nadie sabe muy bien quién es ya que está totalmente quemado
debido a un accidente en mitad del desierto. “El paciente inglés” cuenta fragmentariamente la historia de
este desconocido personaje al mismo tiempo que se entremezcla con los otros
tres: Hana, Caravaggio y Kip. Sus historias personales, su pasado, su presente
y sus dudas ante un futuro en el que la guerra sólo será un mal sueño y un
recuerdo a guardar en lo más profundo de su memoria, se van cruzando a retazos,
saltando de uno a otro por capítulos, y mezclándose a su vez con la historia de
amor pasada y abrasiva del paciente inglés con Katherine Cliffton.
Ondaatje creó en su
día una novela de estructura compleja con dos hilos argumentales diferentes;
dos tiempos narrativos unidos únicamente por la presencia difusa y abrasada del
paciente inglés, cuyas notas en un libro, sus conversaciones con Hana y lo que
Caravaggio, que siempre duda de su verdadera identidad, le sonsaca medio
drogándole con morfina. “El paciente
inglés” no es de lectura sencilla por eso mismo, por la cantidad de
saltos al pasado que hay, y por la cantidad de veces que se cambia de punto de
vista en la historia. Y, sin embargo, gracias a esta complejidad, a esta
obligación a que el lector esté muy pendiente y atento a la lectura y la trama,
esta novela me ha parecido soberbia.
Lejos de clasificar “El paciente inglés” como una novela
de espionaje, amor o bélica, creo que sería mejor decir que es una novela
brillante y demoledora ante la que cualquier lector debería rendir honores ya
que tiene todo lo que se puede pedir a un buen libro: y es que con esta novela
uno es capaz de viajar lejos, muy lejos, y dejar, durante el tiempo que se esté
enfrascado en su lectura, de ser un jubilado, estudiante, ama de casa o
ingeniero, para ser un observador preciso de unas historias que llegan al fondo
del corazón y conmueven todos los sentidos manteniéndolos alerta.
Hay ocasiones, y “El paciente inglés” es una de
esas, en las que en una novela es tanto o más importante el continente que el
contenido. En este caso el continente, es decir, el cómo está narrada esta
novela y su estilo hacen que el lector no pueda separarse de sus páginas porque
se siente atrapado por la belleza de las frases y las imágenes que evoca. Cada
vez que se evocaba la noche, o una tormenta, o simplemente el piar de los
pájaros o el discurrir del agua por una fuente de la Villa San Girolamo en
ruinas después de la IIGM quería estar ahí. Mis sentidos se agudizaban para
oír, tocar, oler, saborear y ver todo lo que los personajes sentían a través de
todos sus sentidos.
No exagero si digo
que “El paciente inglés” ha
sido una de las novelas que más me han hecho sentir, no sólo emocionalmente,
sino sobre todo a nivel sensorial. Por esta razón digo que la trama, aunque
perfectamente hilvanada y cosida pese a su complejidad, puede incluso a veces
pasar a segundo plano para dejar que sean los sentidos del lector quienes
avancen en la trama. Además, Ondaajte logra introducir muchos elementos metafísicos
en la novela haciendo que muchas de las cosas que se dicen y de los
sentimientos que se expresan ni se digan ni se expresen de manera directa sino
a través de metáforas e ideales.
No me arrepiento
para nada de haber tardado tanto tiempo en haber leído “El paciente inglés” ya que una vez hecho creo que no hubiera
sido capaz de leer esta novela antes: no hubiera estado preparado. Por eso soy
prudente a la hora de recomendar este libro, ya que no todo el mundo puede
acercarse a él y disfrutarlo como se merece. Hay que querer leerlo, y sobre
todo hay que querer dejarse llevar por un estilo y una estructura complejas,
pero al mismo tiempo perfectos que hacen de la lectura de esta novela un
verdadero placer para todos los sentidos.
Caronte.