martes, 3 de octubre de 2017

Lectura crítica: "El jardín de Sonoko"

Todo buen lector, o quizá fanático de la lectura, tiene una pareja, o una triada, o un quinteto, o un once ideal de escritores cuyos libros devora y adora, rinde pleitesía y cuida como tesoros perdidos. Sin embargo todo buen lector busca también descubrir nuevas lecturas, ampliar sus horizontes literarios, sumergirse en mundos inhóspitos y conocer nuevos nombres que añadir a su biblioteca particular. En ocasiones estos nuevos nombres no son nada nuevos, sino que manan de la historia de la literatura universal y ya están más que consagrados; pero en otras muchas ocasiones los nuevos nombres que vamos añadiendo a nuestra biblioteca lo son de manera absoluta e indudable. En este último grupo está David Crespo cuyo primer libro ha sido el último que me he leído, y sinceramente disfrutado bastante más de lo que me hubiera imaginado cuando recibí la oportunidad de leerlo gracias a Random House y Suma de Letras (su grupo editorial y sello de publicación respectivamente).

El jardín de Sonoko” es una fábula oriental sobre el destino, el amor y el cómo las personas que nos están predestinadas acaban cruzándose en nuestra vida y poniéndola patas arriba sin que podamos evitarlo o huir de ello. De hecho la novela trata de un elemento mitológico llamado el hilo rojo del destino que ata a las personas de manera invisible y las va atrayendo poco a poco hasta que se encuentran. Este es el argumento que se esconde tras la historia que se narra en las páginas de esta novela y que Davis Crespo ha sabido contar bastante bien, dándole un aire místico y enigmático tanto a sus personajes como a la ambientación de la novela, situando la historia en Japón (ese país que tan de moda está entre los viajeros ávidos de conocer culturas diametralmente opuestas a las propias).

El protagonista de “El jardín de Sonoko” se llama Koaru (nombre difícil las primeras veces que uno lo ve escrito porque se confunden las letras), es dependiente de una tienda de zapatos y tiene una vida de lo más anodina, aburrida y previsible. Todo, absolutamente todo desde que se despierta hasta que se vuelve a dormir está tasado y medido. Todo hasta que un día sus rutinas se ven truncadas por el destino, aunque esto él no lo sepa. Este cambio lo propicia Sonoko, su compañera de trabajo, con la que come siempre pero con la que no quiere o no sabe empatizar más allá de hablar del tiempo o de la tienda. Cuando Sonoko una tarde le invita a salir todo cambia en la vida de Koaru, porque esa petición de cita va más allá de sus cánones preestablecidos y le trastocan su vida. Pero aún las cosas van más allá cuando a la mañana siguiente Sonoko no está en la tienda ya que ha dejado el trabajo.

Es a partir de este momento cuando “El jardín de Sonoko” se convierte en una narración desenfrenada en la que los acontecimientos del presente se entremezclan con los del pasado y la vida de Koaru vuelve a confines de su memoria que estaban bajo llave y a buen recaudo. La maraña de personajes del presente y del pasado que se van entrelazando en la vida de Kaoru y que van haciendo que todo su mundo se vaya descomponiendo en un abrir y cerrar de ojos hacen de esta novela un compendio de personalidades y coincidencias que en ocasiones en difícil de creer, cosa que por otro lado no resta credibilidad a la historia, porque como todo el mundo sabe lo que ocurre en nuestras vidas al calor del amor no ocurriría en ninguna otra circunstancia.

Tengo que señalar que “El jardín de Sonoko” me ha recordado en ocasiones, bastantes, a alguna que otra novela de Haruki Murakami. Sé que quizá es algo arriesgado comparar a David Crespo, un escritor amateur y novel por así decir, con el gran genio japonés, eterno candidato al Nobel de Literatura, cuyo mundo literario está lleno de fantasía, surrealismo, coincidencias y muchas dosis de imaginación, lo que hace que tantos miles de personas a lo largo y ancho del planeta sean fanes incondicionales del novelista japonés. No quiero comparar a Crespo con Murakami, repito, y no obstante y quizá porque Koaru se me asemeja a algún personaje de Murakami, o porque es Japón también un personaje más de la novela, o simplemente porque el amor que en esta novela se trata es algo amargo, no he podido no pensar en el escritor japonés leyendo este libro del español.

Tanto los personajes principales como los secundarios de “El jardín de Sonoko”, como la manera de estar escrita la novela (en primera persona), hacen que el lector se sienta bastante identificado con la historia. Pero no en su conjunto, ya que hay demasiados elementos producto del destino, el azar, la casualidad, que hacen que para mí la novela no salga de la pura fantasía y deje de verosimilitud un tanto apartada. Además, a pesar de que la novela está ambientada en Japón y sus personajes tienen nombres japoneses y hay bastantes referencias a la cultura nipona, durante la lectura, en varias ocasiones he tenido la sensación de que todo se desarrollaba en Europa, cosa que por ejemplo no me pasa con las novelas de Murakami. Quizá es que esté ya demasiado deformado por los prejuicios previos a la lectura de cualquier novela.

Como todo escritor primerizo David Crespo ha querido ser ambicioso en su primera novela y eso se nota en “El jardín de Sonoko”, es una historia contundente, de las que no dejan indiferentes, llena de amor, de casualidades del destino y de personajes oscuros, o al menos con claroscuros. Amor y odio se entremezclan en la trama haciendo que el lector se sienta atraído hacia la situación de Koar;, pero al mismo tiempo, tanta casualidad, muertos que no lo terminan de estar, una enfermedad misteriosa, anécdotas un tanto fuera de lugar (que se leen como si fueran cuentos insertado en la historia principal) y coincidencias un tanto forzadas de más hacen que a veces la novela se haga un poco pesada de leer porque el lector no entiende nada y puede incluso perderse en conexiones de parentesco o en relaciones causales muy rocambolescas, hechas simplemente para dar algo de efectividad a la historia.

No obstante todo lo anterior, “El jardín de Sonoko” es una razonablemente buena novela primeriza de un autor que, a pesar de que tendrá que pulir ciertas cosas, probablemente termine por ganarse un público entregado a este tipo de historias que pueden llegar a provocar la lágrima fácil, pero que también entrañan un mensaje universalmente conocido y aceptado como es el que la vida es pura imprevisibilidad y que si no se vive con total intensidad es posible que nunca lleguemos a saber de qué trataba vivir, y mucho menos encontrar el final del hilo rojo del destino; ese hilo que supuestamente nos hará encontrarnos con la persona que nos tiene que acompañar en nuestro viaje por la vida llenando nuestra existencia.

Caronte